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El libro denominado El primer año y el resto de tu vida, de Ruella Frank y Frances

La Barre, es un libro interesante, cabe detallar que es algo complejo de leer, sobre

todo, si no se tiene el conocimiento o dominio de ciertos conceptos que se

manejan, cuando comencé a leerlo como menciono, se me hizo muy complejo, sin

embargo, conforme avancé en sus capítulos, en sus páginas, poco a poco fui

sorprendiéndome con algo que quizá he pasado desapercibido, con ejemplos muy

claros y precisos, las autoras nos dan una visión de la importancia que tiene el

estudio y desarrollo de los movimientos corporizados, es decir, realizados con el

cuerpo, en nuestro desenvolvimiento que como personas adultas llegamos a

tener, de cómo nos llegamos a mover en el mundo, con las personas que nos

rodean y nos relacionamos, de cómo reaccionamos a las adversidades y a las

situaciones agradables, el libro está dividido en 7 capítulos, los que trataré de

explicar en este breve ensayo.

El libro nos habla acerca de la relación que se inicia en el crecimiento del niño y de

los “nuevos padres” a través de un lenguaje no verbal, los movimientos

característicos del bebé, las autoras mencionan que los padres a través de ir

reconociendo y conociendo esos movimientos podrán ir conociendo también las

necesidades de su hijo y con ello también van haciendo ciertas adaptaciones e

interpretaciones de los mismos, dado que según las autoras el bebé va

desarrollando los movimientos fundamentales y las inclinaciones que conllevan los

mismos movimientos, al mismo tiempo, nos encontramos que se menciona la

importancia del movimiento como un lenguaje exclusivo en el primer año de vida

del niño, aquí radica la importancia de entender los movimientos, cuando el

lenguaje emitido por el bebé y sus padres es fluida y los padres pueden
comprender bien lo que el niño intenta comunicar, la relación entre ambos es

fluida, no hay situaciones de alarma o que se tenga que trabajar profundamente,

sin embargo, cuando no es así, cuando se malinterpretan las señales o

movimientos puede llegarse a dar una ruptura en la comunicación, puede llegar a

surgir conflictos en la relación padres – hijos, las autoras en este capítulo también

mencionan que las interacciones se convierten en una parte crucial en la vida de

las personas y estas interacciones no se suprimen y no se renuncia a ellas, pero

para que estas interacciones se vuelvan importantes o vitales, también es

importante la entonación, es decir, el poner atención en lo que el niño está

haciendo y comprender lo que pide a través de su movimiento, reconocer y validar

sus necesidades, lo anterior, es fundamental para la vida de adulto que tendrá,

aunado a lo anterior, se analizan los seis movimientos fundamentales que las

autoras han revisado y estudiado en el proceso de desarrollo de los niños, estos

movimientos que denominan fundamentales son: abandonarse, presionar, estirar,

agarrar, atraer y soltarse, cada uno de ellos con su importancia y trascendencia

para la vida, estos movimientos se presentan desde las primeras semanas de vida

y forman parte de los esfuerzos de los niños para auto regularse y regular las

relaciones interpersonales, retomando a las autoras mencionan que los padres

expresan sus propias intenciones, actitudes, percepciones y sentimientos a través

de sus propios movimientos y todas estas dimensiones se transmiten directamente

a su bebé a través de este diálogo en movimiento, es decir, la manera en que

como adultos o padres interpretamos o validamos cuando el bebé realiza algún

movimiento puede afectar significativamente en pro o en contra no sólo para que

el bebé siga realizando los movimientos con la finalidad de comunicar sus


intenciones, sino también de manera emocional y por lógica también de forma

cognitiva. El movimiento de abandonarse, el bebé lo va realizando con mayor

soltura en la medida que va sintiendo confianza en su entorno, conforme va

conociéndose y conociendo la sensación que transmite su entorno, el

abandonarse permite tener relajación, soltarse por completo, ese soltarse por

completo también implica creación de confianza hacia si mismo y hacia el adulto.

Empujar: esta acción la realiza el bebé al gatear o desplazarse de un lugar a otro,

en búsqueda de una aventura o siguiendo algún olor delicioso o conocido o

también en su jugueteo quizá tratando de alcanzar a su mamá o papá, al mismo

tiempo que se vuelve una aventura, una acción de descubrimiento porque está

reconociendo escenarios pero también reconociendo que contrayendo sus

piernas, glúteos y haciendo movimientos hacia adelante y hacia atrás puede

desplazarse de un lugar a otro, esto también le sirve para conocer y poner límites,

el poner límites lo puede realizar cuando se retira de alguien que no quiere que lo

alcance.

El movimiento de estirar aparece con los primeros movimientos del bebé, al estirar

la nariz, sus manos, sus dedos, la boca, con este movimiento es capaz de

moverse, de desplazarse de su centro para buscar alcanzar algo más allá de su

alcance. Por otro lado, el movimiento de agarrar convierte en realidad lo que el

bebé quería alcanzar con el movimiento de estirar, buscando alcanzar un objeto o

una persona, con el agarrar, el bebé conoce la textura, las formas, tamaños, quizá

olores, sabores, agarrar el pezón de su mamá, los cabellos de sus padres, agarrar

le permite conocer que lo que veía es real. Con lo que respecta al movimiento de

atraer va de la mano con la de agarrar, por inercia, el bebé cuando agarra un


objeto lo atrae a su boca o hacia él, lo que le permite conocer y reconocer con

mayor intensidad lo que está a su alcance.

El movimiento de soltar, le sigue al de agarrar y atraer, es una situación que se

produce cuando el bebé ya satisfizo su curiosidad o ya está satisfecho de

alimentarse del pezón de su mamá, lo suelta, según las autoras, a partir del quinto

mes el bebé es capaz de agarrar, empujar y soltar activamente.

Las distintas formas de movimiento que tanto los bebés y los adultos manejamos

tiene que ver con varios factores como por ejemplo la cualidad, es decir, el cómo

nos movemos y las dimensiones, que no es más que hacia dónde nos movemos,

en el primero tiene que ver con la intensidad de nuestros movimientos, si es con

alta o baja intensidad, es decir, el propósito con el que nos movemos, que

queremos lograr con el movimiento, con qué energía lo hacemos, en los bebés los

movimientos de alta intensidad podrían ser el llanto y los berrinches, que no tiene

más propósito que quizá llamar la atención de sus cuidadores, hacerles ver que

algo no esta bien, que está inquieto y necesita atención, o bien, que el bebé sienta

que no se le está cubriendo su necesidad, ahora en lo que respecta en hacia

dónde nos movemos, que de acuerdo a las autores tiene que ver con las

dimensiones del movimiento, los cuáles son tres: vertical, horizontal y sagital,

estas dimensiones no son más que los movimientos que hacemos hacia adelante

o atrás, cuando nos estiramos hacia adelante o al frente, el girar a la izquierda o

derecha, enroscarse, movimientos hacia arriba y abajo, el avanzar y retroceder,

todos estos movimientos también van acompañados de necesidades emocionales,

que harán que los movimientos sean más o menos intensos.


En relación a los adultos, los patrones de movimiento, los movimientos que

hacemos en nuestra vida diaria, tienen mucha connotación de lo que

desarrollamos en nuestra infancia, mucho de nuestro pasado, como lo mencionan

las autoras en lo que denominan “la historia corporizada” en la que mencionan que

este concepto describe cómo una interacción actual en una circunstancia

específica, dinámicamente similar a una del pasado, permite que surjan los

patrones de acción que hemos formado en los primero años de vida. Es decir,

nuestro presente y nuestros movimientos son parte de cómo percibimos y cómo es

que entendemos y damos significado a nuestra mundo, por eso es importante que

los padres cuando tenemos hijos pequeños, seamos flexibles y sensibles para

conocer, respetar y acompañar los movimientos de los mismos, en la medida que

los validemos y vayamos poco a poco introduciendo modificaciones a los

movimientos que de por sí los bebés tienen, dentro de su destreza, podremos

ayudarlos a que cuando sean adultos, puedan también a tener esas mismas

habilidades de acompañamiento y no se rigidicen.

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