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TESIS

El feminicidio ofende más que el machicidio por esta consideración; mientras


a la gran mayoría de las mujeres las matan sus parejas, sus exparejas o
algún conocido o familiar en la casa, a la mayoría de los hombres muertos
violentamente los matan desconocidos en la calle.

ARGUMENTOS

-El proceso de concientización en esta sociedad del respeto a la dignidad


humana es grande y el de la dignidad de la mujer es inmenso, pero la mayor
parte de este volumen poblacional está representado por la mujer. Sería
importante lograr crear conciencia desde el núcleo de la sociedad cómo es la
familia, lo que permitiría ganar la batalla. Hay q enseñar el amor propio en las
niñas y adolescentes. Que las voces retumben en todos los rincones hasta
lograr el compromiso total de El Estado y de la sociedad.

-Si se busca disminuir la violencia en general, habría la necesidad de


penalizar cualquier tipo de violencia con pena de muerte, penalizar a las
familias que no sepan criar a sus hijos, e inviertan en más educación moral.
Se arranca el problema de raíz y se evita que vuelva a surgir.

-Las mujeres son violentadas, son discriminadas, son vulneradas, pero para
defender a las mujeres no hay que atacar a los hombres porque se entiende
como un argumento demasiado pobre (y los feminicidios son un tema mucho
más profundo).

- Hoy día la violencia es por igual, tanto para hombres, como para las
mujeres, pero en el caso femenino, se observa cómo algunas mujeres
perdieron sus valores, están involucradas en todas las ramas de la
delincuencia y esto pues las lleva a sufrir cualquier tipo de violencia.
POSTURA FRENTE A LA TEMÁTICA

Abad sostiene, que las lenguas naturales no son machistas ni feministas, no


son capitalistas o socialistas, es más, agrega que las lenguas no tienen
ideología. Textualmente dice que la gramática no es ideológica en sí misma;
es decir, nada de lo que ha inventado la humanidad esta carente de poder,
tampoco nuestras formas de comunicación. En ese sentido, se entiende que
el autor quiere dar a conocer que somos pueblos con historia, lo que quiere
decir que producimos y somos producidos por relaciones de poder. Y si se
habla de poder, se habla de dominio, resistencia y transformación, pero
también de casualidad.

Ahora bien, el autor hace uso de “masculinos” y “femeninos”. Sin embargo,


no se puede ignorar en este punto que, como bien lo analiza Ferdinand de
Saussure, los elementos de toda cadena gramatical son inoportunos.

La confrontación que implica la muerte del enemigo también habita estas


disputas. Hablar de ello ya nos ubica en un lugar de enunciación que varía,
obtiene validez o no y nos habilita o no en el campo de lucha. Negar que el
lenguaje es y tiene poder, cuando además se poseen capitales para ello en
tanto escritor, ubica a Héctor Abad en un punto nulo de observación; es decir
con la aspiración de no ser observado atribuyéndose un poder soberano de
la verdad sobre algo. Negar el poder, popularizar en ese sentido la lucha de
las mujeres por una existencia digna también discursiva, implica el
silenciamiento de esa lucha, de esas voces y, por lo tanto, su “muerte” como
sujetas del discurso habilitadas para luchar. Las palabras de Héctor Abad,
para nada inocentes, no se las lleva el viento, sino que abonan a toda una
estructura material, simbólica y discursiva de dominación, la re-edifica con
fines de persistencia, pues ese sistema de dominación que algunos conocen
como sistema mundo moderno colonial de género, tiene un principio, pero no
se observa un final. Y, hoy, en nuestro país, cuando se supone que se está
construyendo una existencia post-conflicto, donde todas las vidas importan o
deberían importar y, una vez más, nos enfrentamos a la pesadumbre de las
muertes de líderes sociales, al incumplimiento estatal de lo pactado para la
Paz y, al borramiento de las condiciones de posibilidad que nos han
construido como lo que somos, las palabras de Héctor Abad aparecen como
un mal chiste. No obstante, tal y como dijo Michel Foucault –filósofo–, si las
palabras hacen cosas, las nuestras, las palabras hembra, el lenguaje fuera
del código, ya realizan su trabajo de hackeo, puesto que hemos robado los
medios de producción discursiva para intervenirlos y nos hemos armado para
la guerra, tomando el riesgo de perderlo todo, pues en el lenguaje siempre es
la guerra. Te estamos observando Héctor Abad.

Así, las cosas, las mujeres y feministas no pueden por ninguna razón aceptar
que el patriarcado, como todo sistema de poder, no tiene una estructura
discursiva, ya que de otra forma no podría operar. Y esa estructura, por
supuesto, se encuentra en el lenguaje, habita allí. Como terrible
comprobación, los debates referidos arriba apuntan a que el patriarcado
además de tener técnicas o dispositivos de poder materiales como el acto del
feminicidio, también los tiene discursivos “ella se buscó su muerte”. El error
aquí es el de quien piensa lo contrario; es decir, pensar que la estructura de
la lengua se encuentra limpia de machismo. ¿Escuchaste Héctor Abad?
Entonces, usurpar los medios de producción, hacer nuestro el lenguaje,
transformar la gramática, derruirla, es un acto obligado de sobrevivencia al
cual no se va a renunciar, sin importar el grito del censor, ni las patrañas del
público en masculino. La escritura, la palabra y la alquimia.

Esta anécdota expone las dificultades que implica llevar una lucha feminista
día tras día, no sólo en el sentido de hacerle entender a las personas que los
conocimientos de las mujeres son válidos, relevantes y necesarios; que ser
mujer no garantiza posicionamientos feministas –muchas mujeres
usufructúan de una lucha de siglos sin tener un compromiso real con la lucha
y un conocimiento serio sobre los estudios feministas– y que muchas de
nuestras estrategias son de reconocimiento y afirmación y que no se vale
banalizar la lucha creyendo que éstas pueden ser marcadas como
“discriminación”, “violencia” o “racismo intelectual”

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