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Alfabetización

y
soberanía

Alfredo Mires ortiz


dEcires y escritos
Alfabetización
y
soberanía
Alfredo Mires ortiz
dEcires y escritos
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca
Serie Decires y Escritos Nº 11

Alfredo Mires Ortiz


Alfabetización y soberanía

Primera edición: octubre 2020

Exposición de Alfredo Mires Ortiz, Coordinador de la Red de


Bibliotecas Rurales de Cajamarca, en el Panel por la Celebración del
Día de la Alfabetización y Semana del estudiante adulto, en el I
Encuentro “En la ruta de la alfabetización 2019 - 2021”, el 11 de
setiembre 2019. Evento organizado por la Dirección de Educación
Básica Alternativa, Gobierno Regional de Cajamarca y la Dirección
Regional de Educación de Cajamarca.

Primera edición: octubre 2020

Diseño y proceso: Equipo Central de la Red


Fondos de carátula y contracarátula: Laura Hart, "Luna por sol" y
"Ojos de gato".

© Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca


Apartado 359, Cajamarca, PERÚ
Avenida Perú Nº 416, Cajamarca
Telefax (51) 76 364397
bbrrcajamarca@gmail.com
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com/

Cajamarca, octubre 2020

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H ace unos años, visitando las Bibliotecas Rurales
en la parte alta de la provincia de San Marcos, lle-
gué a la comunidad de San Isidro. Por la noche, justa-
mente, les tocaba su círculo de lectura: si mal no
recuerdo, estaban casi a la mitad del segundo tomo de
la novela “Los miserables”, de Víctor Hugo.

Cuando ya nos aprestábamos a empezar con la lectu-


ra, de pronto, los comuneros empezaron a preguntar
por doña Francisca. Su esposo nos informó que no
podía venir porque tenía una fuerte gripe… noté
mucha decepción en los rostros de los participantes,
así que pregunté qué pasaba, por qué era tan impor-
tante que doña Francisca estuviera:
– ¿Es una muy buena lectora? –pregunté.
– No –me dijeron–, ella no sabe leer ni escribir.
– ¿Entonces? –volví a preguntar–, ¿por qué es tan
importante que ella esté?
– Porque ella es la que mejor recuerda –me dijeron.

Sí, pues, ser analfabeto no implica una reducción de la


condición humana y sapiente. Y saber leer y escribir
las palabras puede ser una bendición, pero a la vez,
también podría ser un distractor de otras formas de
memoria y comunicación. Más aun en contextos como
el nuestro: como sabemos, en nuestro país, los que
más recuerdan son los más olvidados.

Hace poco más de treinta años fui a hablar con la más


alta autoridad de la educación en Cajamarca, lleván-
dole un proyecto de alfabetización que habíamos ela-
borado –como institución– a partir del incremento de
lectores por la publicación de nuestras tradiciones ora-
les. El funcionario ni siquiera miró el documento. Me
dijo que no tenía que recibirlo porque ellos ya tenían su
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propio proyecto y que, al término de su gobierno, en el
Perú ya no habría ningún analfabeto. Así que me retiré
(para ese tiempo podría decir, literalmente) con los
crespos hechos.

La soberbia de aquella persona no hizo mella en nues-


tra humildad y, por lo contrario, tenía que agradecerle.
Porque gracias a ese rechazo nos dimos cuenta que
habíamos corrido el riesgo de elaborar un proyecto de
espaldas a la gente y de espaldas a la fuente más
importante de cualquier proceso educativo: la esencia
anímica y cultural de los pueblos.

Es una pena, pero hay quienes creen que los títulos de


estudios o los cargos equivalen a títulos nobiliarios
que los convierten en pequeños feudatarios de la ver-
dad, privilegio real concedido por la gracia de su
majestad el éxito, la cuota de poder y la ignorancia. Y
al final solo resultan ser altaneros infecundos.

Lo cierto es que si no conocemos las raíces de nuestra


propia cultura, por bonito o claro que parezca un pro-
yecto, siempre pecará de invasivo y colonizador.

En el campo de Cajamarca, para citar solo algunos


casos, la coca nos habla, pero no sabe castellano. Y la
coca no puede ser alfabetizada.
La candela nos habla, las guayanas1 nos avisan, los
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magueyes nos señalan. Toda la naturaleza nos
habla… El idioma de la tierra no solo nos comunica:
nos fragua.

1
Golondrina.
2
Agave, pita, cabuya, fique, mezcal, etc.

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La naturaleza no puede ser alfabetizada. Y esto no es
un arcaísmo animista: es una forma superior de convi-
vencia armónica con la naturaleza desde la cual el
mundo no es un “recurso”. Recurso es una tarjeta de
crédito, pero no la bendición de una chacra; recurso es
una ley construida desde la experiencia acumulada del
delito, pero no por el respeto de la vida comunitaria;
recurso es un reservorio de concreto en propiedad pri-
vada, pero no la generosidad de una laguna en la jal-
ca3.

De modo que, por lo general, la primera víctima de la


alfabetización es la soberanía: porque el alfabetizando
no decide la lengua, el método, el docente y, en la
mayoría de los casos, ni siquiera la razón por la cual
debe aprender a leer y escribir.
La alfabetización se convierte en una afirmación de la
negación: “Tú no sabes”, dice, y desde esta sumisión
se ejerce lo que podríamos llamar “el enseñaje”.

Salvo honrosas excepciones, se alfabetiza en la len-


gua standard o dominante, no en el idioma matriz y,
menos aún, en el habla local. Por eso, seguramente,
doña Santos Valdez, que era la Yachaqmama o Madre
sabia de la comunidad quechua de Chilimpampa, solía
decirme: “Yo solo soy analfabeta del castellano”.

¿Cuáles son los desafíos, en este sentido?: ¿enseñar


la gramática que rige un idioma o comprender y respe-
tar la cultura propia del habla?
Porque, en general, la sintaxis y las palabras de idio-
mas diferentes, sobre todo “si son de cosmovisiones
diferentes, no son intercambiables”

3
Agave, pita, cabuya, fique, mezcal, etc.

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Pero lo otro es poder comprender cuáles son los meca-
nismos de transmisión del conocimiento en las cultu-
ras tradicionales. Cómo es que se enseñan y se
aprenden conocimientos complejísimos, traídos de
generación y generación, en relación a la extraordina-
ria vida agrícola de los Andes.

Esto quiere decir que hay un riesgo muy grande al


transferir (a los procesos de alfabetización) esa espe-
cie de vicio capital de la escuela, que consiste en cir-
cunscribir la educación a las cuatro paredes del aula.

Pongo, además, un ejemplo muy concreto de estos


desfases: cuando nosotros aramos una chacra en el
campo, cuando labramos una chacra, comenzamos
siempre de derecha a izquierda y de abajo hacia arri-
ba. Esa direccionalidad tiene que ver con el discurrir
de la luz y de las aguas. Pero cuando nos enseñan a
leer –desde niños– la dirección es de izquierda a dere-
cha y de arriba hacia abajo… ¡Nos cambian las coor-
denadas!
Peor aún si, para indicarnos la dirección en que debe-
mos escribir, nos hacen usar una flecha: la flecha no
es un ícono que usamos en el campo para indicar
dirección.
El orden de los factores, entonces, sí altera el produc-
to.

Un poema de Satyen Moitra dice:


Tenemos suficientes problemas y sufrimientos.
¿Por qué habríamos que añadir todavía más proble-
mas asistiendo a las clases de alfabetización?
¿Puede ayudarnos la alfabetización a vivir un poco
mejor? ¿A sufrir un poco menos?

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Lo que pasa es que erradicar el analfabetismo no sig-
nifica erradicar las causas que lo originan.
Cuando se dice que los analfabetos incrementan la
“brecha” social, ¿a cuál “brecha” nos referimos? Por-
que ser alfabetizado no nos catapulta a una sociedad
basada en la justicia.
Ocurre que –para citar un caso latente en nuestro
país–, no son precisamente los analfabetos los que
ostentan los niveles de corrupción que campean en
nuestro medio: los galardones más altos se los llevan
aquellos que se precian de sus títulos en educación
superior.

Hay, en ese sentido, un tema grueso relacionado con


los contenidos en los procesos de alfabetización.
En lo particular no nos parece justo que un comunero
se vea impelido a asimilarse e instrumentar palabras
como microcrédito, competitividad o márquetin, en
desmedro de palabras como comunidad, gratitud, com-
partir y solidaridad.

La alfabetización no puede ser un proceso supresor. Y


las formas de aprendizaje no tienen que ser tributarias
del sistema.

Desde ese ángulo, entonces, cuando decimos que la


alfabetización es una alternativa, no resulta ingenuo
preguntarnos: ¿una alternativa a qué?
Si quisiéramos ser maximalistas podríamos decir:
“Bien, ya sabes leer y escribir. Ahora vas a hacer estu-
dios superiores para aprender a obedecer y a ganar,
no a ser ni a vivir”.
O, ¿para qué usan, hoy por hoy, la gran mayoría de
niños y jóvenes, su capacidad de leer y escribir?:
¿para los memes y los emoticones?
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De modo que ninguna estructura maquinal puede
suprimir la capacidad esencial de los aprendizajes.
Cuando la educación falla, no es que falla el método: lo
que falla es el punto de partida o la concepción que la
origina. Si una ruta implica un punto de partida y un
punto de llegada, el problema no solo pueden ser los
medios, sino los principios y los fines.

En esa línea, sí resulta valioso aprender a leer para


yapar nuestra capacidad de comprender la realidad, y
aprender a escribir para fortalecer nuestra capacidad
de transformarla.

Por eso también nosotros estamos convencidos que


hay una veta de futuro en ese raigón extraordinario
que constituye la Oralidad.

En la experiencia sostenida con nuestra Red durante


casi medio siglo de andadura constante, también esta-
mos seguros que no se podrá consolidar ningún
esfuerzo de alfabetización sino se potencia el queha-
cer permanente y adecuado de las bibliotecas públi-
cas.
La biblioteca tiene la virtud, per se, de propiciar la deci-
sión para aprender lo que uno elige, sin coacción ni
prebenda.

En suma, podemos sostener que en cualquier acción


alfabetizadora deberían primar, por lo menos, cuatro
consideraciones:
1. La decisión soberana de las personas, o grupos, a
ser alfabetizados.
2. Que los lugares en los que se desarrollen estos pro-
cesos seas francos espacios de confianza.
3. Que el quehacer alfabetizador no suprima la cultura

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propia ni las otras formas de comunicación.
4. Que los materiales a usar sean construidos desde la
tradición cultural, con la autoridad de las palabras pro-
pias de cada comunidad.

Y sobre todo, hay algunas preguntitas que no deberían


abandonarnos cada día, cada vez que nos apresta-
mos a desarrollar nuestro quehacer: ¿qué sociedad
imagino, qué futuro aspiro e inspiro y qué tipo de huma-
no estoy contribuyendo a formar?

LUCERNA 1

En este preciso momento hay unas 6500 lenguas en


el mundo.
Solo en el continente americano hay por lo menos
1000; y hay más de 100 en el Perú (aunque oficial-
mente sólo se reconocen 44 lenguas agrupadas en 18
familias lingüísticas).
De las 6500 lenguas, 78 tienen una literatura activa,
basada en algunos de los 106 alfabetos creados.
Si las primeras manifestaciones escritas datan de los
3 500 años a. C., la llamada oralidad abarcaría tran-
quilamente un período 20 veces mayor, si no unos
cientos más. Mucho más si tomamos como referencia
la llamada “invención” de la tipografía en 1440.

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LUCERNA 2

A mediados del siglo XIII, el rey Federico II, conocido


como «Stupor mundi», emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico, llevó a cabo un ensayo que pasó
a ser conocido como “Experimento de privación del
lenguaje”. Este señor estaba convencido que existía
una 'lengua natural' y, para probarlo, ordenó aislar a
treinta niños recién nacidos, los cuales fueron alimen-
tados y cuidados por un grupo de criadas bajo la orden
de no hablarles ni mostrarles gesto alguno.

Sin influencia ninguna, el rey pensaba que espontá-


neamente iría aflorando el lenguaje adámico, es decir,
los niños empezarían a hablar en hebreo sin que nadie
se los hubiera enseñado… Todos los niños murieron:
ninguno alcanzó siquiera los tres años de edad.

Este experimento fue repetido por el rey James IV, de


Escocia, en 1493, con los mismos resultados…

Lo que ocurre es que el lenguaje también es, funda-


mentalmente, afecto: la privación de las emociones
ligadas al aprendizaje del habla, impide el desarrollo
de la tonicidad e inunda la vida de ansiedad y miedo.
Es también lo que los entendidos llaman “depresión
anaclítica”, que no es otra cosa que la tristeza más
honda por la falta de amor solidario.

De modo que no sólo es el afecto humano el que nos


forma, sino también el cariño del entorno. Quizá por
eso en la propia lengua española, la palabra Humano
procede del latín arcaico Humus, que significa Tierra; y
en la antigua raíz indoeuropea la palabra para “ser

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humano” es “Adamah”, de donde viene el nombre de
Adán.

En la lengua quechua, el útero de las hembras se llama


pacha, que también significa tierra. Cuando una mujer
está encinta le decimos pachayuq, la que tiene el
mundo adentro.

Por eso las llamadas momias que se encuentran en los


antiguos entierros de los Andes han sido colocadas en
posición fetal, porque estaban volviendo al lugar del
que vinieron.

Y en lengua aymara, para decir “Yo mismo”, se dice


Nay pacha, que significa “Soy tierra”.

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RED DE
BIBLIOTECAS RURALES
DE CAJAMARCA

La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca


es una institución sin fines de lucro
y constituye un movimiento educativo-cultural
sustentado por campesinos cajamarquinos
empeñados en el rescate, la revitalización
y el fortalecimiento de la Cultura Andina,
tomando el libro como herramienta animadora.

Esta experiencia se desarrolla a través


de diversos trabajos educativos en relación
al analfabetismo como tal y por desuso,
lo que permite afirmar la capacidad de discernimiento
a través de la lectura y su aplicación práctica.

Bibliotecas Rurales desarrolla su trabajo desde 1971


en los andes norteños del Perú,
a través de un servicio bibliotecario adaptado al medio
y conducido por los propios campesinos.
El sistema funciona sobre la base del canje de libros,
las decisiones de la comunidad, el trabajo voluntario
y la ausencia de burocracia.

Actualmente suman un promedio de 500


Bibliotecas Rurales ubicadas en las trece provincias
del Departamento de Cajamarca.

Agradecemos por las opiniones y comentarios sobre el presente documento.


Cualquier comunicación favor hacerla llegar a
bbrrcajamarca@gmail.com

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Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca
SERIES Y COLECCIONES
1. Colección Biblioteca Campesina: Serie: “… y otros cuentos”
2. Proyecto Enciclopedia Campesina. Colección Biblioteca
Campesina. Serie Nosotros los Cajamarquinos
~ Sub serie Cernidas
3. Serie NUMERADA
4. Colección Santuarios Primordiales (Arte Rupestre en
Cajamarca)
~ Colección Qayaqpuma
5. Serie: “El domador de cuentos” – Todo el mundo cuenta
6. Colección: “El propio pozo” – Cuentos por zonas de
Cajamarca
7.Colección: Leo y Escribo
8.Colección: Los 4 puquios

Publicaciones varias:
Ø Almanaques, afiches, agendas, Tarjetas
...por lo general, la primera víc-
tima de la alfabetización es la
soberanía: porque el alfabeti-
zando no decide la lengua, el
método, el docente y, en la
mayoría de los casos, ni siquie-
ra la razón por la cual debe
aprender a leer y escribir.

Alfredo Mires ortiz


dEcires y escritos
Nº 11

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