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La escuela se originó en el momento que en un hombre que no sabía que era maestro se
reunió bajo un árbol a discutir sus conocimientos con otros hombres que no sabían su
condición de alumnos. Los alumnos aprendieron y desearon parecerse a su maestro.
También quisieron instruir a sus hijos. A tal efecto se creó un espacio adecuado y allí
surgió la escuela. Este hecho inevitable era la consecuencia de las aspiraciones humanas.
Louis Kahn.
Quisiera iniciar mi intervención, contando una anécdota que nos permita examinar la
noción de educación y la relación o vinculación, que todos tenemos con la Educación
Inclusiva.
En el invierno de 1985, meses antes de su muerte, Jorge Luís Borges, contó en una
entrevista en la Universidad de Córdoba-Argentina, en la que se trataba el tema maestro-
discípulo, la relación de amistad que había sostenido con su gran maestro de juventud
Macedonio Fernández, de quien dijo “Era un hombre de exquisita cortesía, tanto que
siempre atribuía sus opiniones al interlocutor; siempre comenzaba diciendo - Habrás
observado, sin duda…- y luego decía algo que ninguno de nosotros había observado”.
Pero Borges, que previamente había reflexionado ante la pregunta de un estudiante, acerca
de las condiciones necesarias para que haya un maestro y un discípulo, nos entrega la clave
para comprender cómo un maestro que tiene la vocación de dejar aprender, permite que
surja entre sus alumnos el amor al conocimiento, entonces precisa: “Creo que uno sólo
puede enseñar el amor de algo. Yo he enseñado, no literatura inglesa, sino el amor a esa
literatura. O mejor dicho, ya que la literatura es virtualmente infinita, el amor a ciertos
libros, de ciertas páginas, quizá de ciertos versos. Yo dicté esa cátedra durante veinte años
en la facultad de Filosofía y Letras. Disponía de cincuenta o cuarenta alumnos y cuatro
meses. Lo menos importante eran las fechas y los nombres propios, pero logré enseñarles el
amor de algunos autores y de algunos libros. Y hay autores, bueno, de los cuales yo soy
indigno, entonces no hablo de ellos. Porque si uno habla de un autor debe ser para revelarlo
a otro. Es decir, lo que hace un profesor es buscar amigos para sus estudiantes. El hecho de
que sean contemporáneos, de que hayan muerto hace siglos, de que pertenezcan a tal o cual
región, eso es lo de menos. Lo importante es revelar belleza y, solo se puede revelar belleza
que uno ha sentido”
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Desde luego, atribuirle al interlocutor las propias opiniones y luego asombrarlo con una
revelación, es no sólo una gran generosidad, con la que se nos regala argumentos para
pensar, movilizar y enriquecer nuestra vida interior, sino, sobre todo, un acto de inclusión
educativa, pues mediante el diálogo o la conversación quedamos atrapados entre los
pliegues de lo que se habla y de la mano invisible del maestro, que nos lleva a viajar por
todo el planeta, a descubrir ciudades y culturas, selvas y montañas, mares y ríos, en donde
todos los caminos se cruzan en la palabra del maestro que hace de la clase de historia,
geografía, literatura o matemáticas, una experiencia viva e imborrable.
Al contrario de aquella experiencia maravillosa, suele ocurrir cuando dictamos una clase o
compartimos una simple explicación, que algunos alumnos se quedan al margen de la
misma sin comprender y esto ocurre por diversas razones, entre otras, porque cada alumno
llega al conocimiento a su propio paso, a su propio ritmo y con sus propias limitaciones y
porque la educación no puede ser un acontecimiento masivo, la educación es un proceso
subjetivo, puesto que cada ser humano es singular y la historia de su deseo es
absolutamente privativa.
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Hoy existen modelos educativos para perpetuar la discriminación racial, la exclusión social
y el espíritu aristocrático; pero, como dice William Ospina: “¿Qué pasaría sí aun
admitiendo que la educación es la solución de muchos problemas, tuviéramos que aceptar
que la educación, cierto tipo de educación, es también el problema? ¡Que apasionante
desafío para la inteligencia, no limitarnos a celebrar la educación en abstracto, sino
exigirnos una nueva idea sobre lo que la educación debería ser!”
En efecto, la preocupación de toda sociedad por sus niños, niñas y jóvenes, nos indica que
lo que toda educación debe resolver es ¿Qué tipo de hombre se va a formar y para qué
modelo de convivencia? En nuestro caso, se trata de educar a una persona capaz de
construirse a sí misma en el orden de su cultura, para experimentar las transformaciones
que conduzcan a una sociedad democrática, incluyente, participativa, basada en la ética del
cuidado esencial y en un sentido de justicia, en el respeto por la diferencia y el bien común.
Pero además, es impostergable hacer visibles las consecuencias del fracaso escolar de los
miles de niñas y niños sin educación, o con una educación de baja calidad y el malestar de
los maestros y de los padres de familia, con el sistema educativo. Vulnerar los derechos
de niñas, niños, adolescentes y adultos tiene consecuencias dramáticas para la sociedad.
Es necesario darles voz a todos aquellos que se quedan sin escuela, a los que la abandonan
y que como resultado, más tarde, se quedan sin un trabajo de calidad y son excluidos en su
propia sociedad. La pobreza y la ignorancia son un formidable obstáculo para la
construcción de una sociedad inclusiva y democrática.
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oferta educativa debe ser amplia de manera que satisfaga las necesidades de todas las
comunidades.
La escuela debe ser un escenario diverso, amable, amoroso, cálido y su reto fundamental es
trabajar por la inclusión, para que la formación que ofrezca a los niños y niñas sea más
equitativa y cada uno reciba lo que necesita para su pleno desarrollo. Además, la escuela
debe tener autonomía pedagógica, organizativa y administrativa.
Con relación al currículo debo decir que la escuela debe estructurarlo de tal manera que sea
útil a los estudiantes, que les garantice a todos por igual un nivel de competencias básico
de acuerdo a sus necesidades. El currículo puede ser común para todos, pero debe ser
flexible en consonancia con su entorno social y su cultural.
La escuela debe atender a la diversidad de sus estudiantes dándoles a todos una educación
equivalente en calidad y reconocimiento social. Además, es prioritario que en la escuela se
atienda a la multiculturalidad que está presente en el país y al enfoque de género, en los
programas de estudio y procesos educativos. Los textos escolares deben ser pertinentes a
las distintas culturas y condiciones de los estudiantes y, por último, considero que es de
vital importancia el reconocimiento para los docentes y directivos que deben enfrentar
cada día el reto de instaurar en el país la educación inclusiva. Sin buenos maestros y
directivos con liderazgo, no puede hacerse realidad el deseo de una educación inclusiva.
Finalmente, los invito a pensar que del éxito de la educación inclusiva depende nuestro
futuro como sociedad democrática, próspera y solidaria, porque si toda la tribu hace falta
para educar a un niño, toda la tribu se beneficia de su educación.
La agenda de Naciones Unidas y sus objetivos de desarrollo sostenible para los próximos
tres lustros clama porque nadie quede rezagado de un progreso integral para construir
sociedades en paz, justas e incluyentes. Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones
Unidas, afirma en su informe El camino hacia la dignidad para 2030: acabar con la pobreza
y transformar vidas protegiendo el planeta, que este camino debe basarse en la ampliación
de oportunidades reales para todos los seres humanos, lo que se traduce entre otras cosas,
en brindar una educación de calidad, con igualdad de beneficios para todos, armonizando el
acceso, la equidad y la excelencia.
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Las nuevas políticas educativas buscan orientar ingentes recursos para incorporar al sistema
educativo a poblaciones tradicionalmente excluidas por situaciones académicas,
económicas, geográficas, culturales, lingüísticas y físicas.
Esta nueva perspectiva de la educación superior inclusiva, como derecho, está tomando
gran relevancia en países desarrollados. „Excelencia Inclusiva‟ es el nuevo nombre que se
viene acuñando entre las instituciones de educación superior de Estados Unidos de Norte
América para referirse a los esfuerzos, programas, proyectos y estrategias tendientes a
hacer realidad los postulados de una educación para todos a nivel post secundario, a fin de
que nadie se quede rezagado en su camino de realización plena.
En el caso de la Colombia actual, que está ad portas de un acuerdo de paz, y dadas las
lecciones aprendidas de tantos años de violencia, vale la pena preguntarse qué principios
deberían ser cimentados en la educación superior para una paz duradera; si sobre el
reconocimiento y la valoración de todos, la inclusión con calidad; o con base en el
reconocimiento de la oportunidad solo para unos pocos.
El país ha avanzado en cobertura con equidad. El 59% de la población que está accediendo
a la educación superior proviene de familias con ingresos inferiores a dos salarios mínimos
legales vigentes.
La cobertura global ya supera los dos millones de jóvenes (47%), pero el acceso definido
por el número de estudiantes matriculados en educación superior según el lugar de origen
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del estudiante (población entre 17 y 21 años) apenas alcanza un promedio de 32,4% a nivel
nacional.
En este panorama persisten grandes diferencias regionales: las regiones Caribe, Central y
Pacífica muestran resultados en IPES menores al promedio nacional. Apenas un 20% de los
egresados de las instituciones de educación superior de la región Caribe logran resultados
por encima de la media nacional en lenguaje y 17% en razonamiento matemático. Los
mejores resultados en las pruebas Saber Pro se siguen registrando en las regiones con
mayor concentración de programas e instituciones acreditadas, es decir, Bogotá y
Antioquia, quedando todavía por fuera de estos circuitos privilegiados el resto del país.
Colombia sigue siendo un país divido por condiciones económicas sociales, raciales y
territoriales. Las condiciones de acceso al sistema educativo parten de posiciones
desventajosas para quienes les han sido negadas oportunidades desde el comienzo de sus
vidas y la sociedad está obligada a comprometerse con la excelencia académica y la
inclusión para solucionar las múltiples diferencias con que se inicia este camino.
2014: Diseño del modelo técnico social y cultural que comprenda la totalidad de
alternativas de inclusión en el ámbito académico superior.
2018: Meta1 Cobertura bruta de la educación superior 56% para población de 17 - 21 años.
2024: Meta1 Cobertura bruta de la educación superior 56% para población de 17 - 21 años.
Inevitablemente, reducir la calidad académica a este tipo de mediciones, deja por fuera un
gran número de elementos constitutivos de la complejidad de la educación y nos ha hecho
olvidar que la educación se relaciona en primera instancia con el desarrollo integral de la
persona para lograr su pleno progreso en la sociedad para toda la vida, lo que incluye su
formación en valores, su capacidad de interactuar con el otro, su capacidad para el estudio
como un medio que beneficie a la sociedad. El actual momento que vive Colombia ante la
posibilidad de un acuerdo de paz nos da la oportunidad para recentrar el debate en torno a
la calidad con inclusión abriendo un espacio definitivo a una mirada más cualitativa que
enriquezca la cuantitativa. Esto en el contexto nuestro, se resume en la integración de la
educación inclusiva y la educación para la paz con la política de calidad.
El abordaje de estas políticas debe plantearse de manera clara e intencional a fin de realzar
su importancia en la construcción de una sociedad cuyos valores afectan el sentido mismo
de la vida en nuestro país. Hoy es fundamental saber que existen instituciones que se
preocupan por trascender los mínimos básicos, que apuntan hacia una visión de la calidad
más generosa y pensada primero en los estudiantes y no en las instituciones. Una visión que
muchas veces los índices de medición no alcanzan a determinar.
Los principios y valores que mueven estas y otras instituciones no son únicamente la
excelencia académica certificada por unos parámetros específicos, sino el reconocimiento
del otro, los derechos humanos, el respeto a la diferencia.
Desde la educación inclusiva las brechas se cerrarán cada vez más y la calidad en la
educación permitirá mejorar la calidad de vida. Es el mismo sistema educativo el que desde
el principio ha sido excluyente para unos y otros. Es una meta loable que en busca de la
justicia social y la transformación efectiva de las estructuras, el sistema de educación
superior implemente unas estrategias para revertir las inequidades iniciales y reconozca las
capacidades de todos sus aspirantes.
La pregunta que debemos hacernos es si como educadores vale la pena que nos situemos en
la orilla de la competencia y el reconocimiento a ultranza de las élites o más bien en la
orilla de dar cada vez más oportunidades, cerrar brechas y pensar ante todo en la vida del
otro. La respuesta está en las manos de aquellas personas e instituciones que sin dejar de
respetar los estándares tradicionales de la 'calidad' asuman el reto de ver la Colombia más
„educada‟ en todo sentido.
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BIBLIOGRAFÍA
SARTO Martín, María del Pilar y otra. Aspectos Clave de la Educación Inclusiva.
Publicaciones del INICO Colección Investigación Salamanca, 2009.
CALVO, Gloria. La Dificultad para Concretar las Normas en Inclusión Educativa. Bogotá.
2007.