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Psicoanálisis ex-sistencial Darío Groel

Psicoanálisis ex-sistencial
El no-todo y la po-ética RSI con los goces y el sentido
Darío Groel

Valor y fundamento del no-todo en la experiencia del psicoanálisis


La formulación del no-todo a partir del seminario 20 produjo implicancias que no
fueron sólo de concepto, sino que ubicaron coordenadas suficientes para establecer el
acto mismo de una fundación: aquel que situó el valor y el fundamento de lo que aquí
denomino psicoanálisis ex-sistencial. Modalidad singular de la experiencia analítica que
sin desconocer las bases necesarias de la significación fálica, entiende, sin embargo,
que el psicoanálisis debiera poder ser no-todo en tanto localice la lectura de la posición
deseante del sujeto en la trama económica de sus goces. Un goce y Otro se vuelven,
de esta manera, la apuesta lacaniana fundacional de una ética que alcance lo
Real-Simbólico-Imaginario en el límite de la significación fálica.
Lacan presenta al goce Otro como la extensión de una satisfacción que es de un
orden diferente al falo. También Freud había atravesado vicisitudes por lo menos
similares con la conceptualización de la pulsión de muerte como límite a la libidinización
de la pulsión. Que lo real de la satisfacción pulsional sea no-todo sexualidad en Freud,
o que la complejidad de lo real del goce sea no-todo falización en Lacan, muestra como
para ambos autores habría pretensiones de un más allá de la ecuación fálica.
Cabe aclarar que de ninguna manera se trata de dualismos de la satisfacción. La
Otredad del goce y de la pulsión sería esa extensión diversa del campo de la
satisfacción que no queda localizada en la sexualidad fálica y que tampoco logra
cerrarse en un segundo conjunto. Además, ni siquiera se trata de los deslizamientos
imaginarios tan frecuentemente utilizados. El planteo freudiano pulsional excede las
significaciones imaginarias de la vida y la muerte, como así también la apuesta de
Lacan no se reduce al goce hombre y el goce femenino. Más que una pulsión de
muerte, lo que Freud precisa con estas satisfacciones ajenas al placer es una trama
pulsional de vaciamiento que sea Otra en relación a la libido sexual. Una pulsión y Otra
son, de esta forma, la jugada freudiana de una ética que precipita el Yo, el ello y el
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súper-yo en el más allá del principio del placer. Mientas que por el lado de Lacan, el
goce femenino es una entre otras de las versiones de la diversidad del goce del Otro,
pero no es la única posible y ni siquiera la que se vuelve hegemónica.
Entre las implicancias del no-todo se pueden afirmar los siguientes enunciados:
 que el no-todo descompleta la extensión unificante del universo fálico-libidinal y
cualesquiera de la pretensiones de totalidad al mostrar que hay límite al conjunto
falo
 que se vuelve el soporte mismo de la castración en tanto resulta estructurante de
los pares falo-castración en Freud y todo-no todo en Lacan
 que al extender el campo del goce más allá de la frontera fálica abre hacia las
Otras modalidades de satisfacción no incluidas ni en la falicidad ni en la lógica
del placer
 que tales modalidades Otra de la satisfacción no hacen conjunto ni unidad, sino
que se presentan como una extensión in-determinada de goces que sólo tienen
un único factor común: que no sean fálicos
 que estas modalidades Otra de la satisfacción no se reducen sólo a la pulsión de
muerte o al goce femenino; si así fuera, harían conjunto como un segundo goce
y por lo tanto relación con el goce fálico
 que entre las diversas versiones de estas modalidades Otra de la satisfacción en
Freud se encuentran la pulsión de muerte, el masoquismo originario, la
feminidad en sus apreciaciones finales, el sentimiento de culpa y la satisfacción
superyoica, la angustia como irrupción de una señal, la compulsión a la
repetición, la castración misma como la posición que hace límite a la libido y el
principio del placer
 que entre las diversos versiones del goce Otro en Lacan se encuentran el goce
femenino, el en-cuerpo del goce del Otro, el misticismo que ubica la falta en ser
del sujeto, la humorada bufonesca y la comedia de los cuerpos, el goce del
santo que descarida la totalidad fálica, el goce del analista en su semblanteo del
objeto a, la castración misma como la posición que hace límite al falo y a su
significación
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 finalmente, que no hay la formalización de una relación posible entre Un goce y


Otro ni entra Una y Otra pulsión, y que las fórmulas éticas de tal imposibilidad
son el “malestar de la cultura” en Freud y el “no hay relación sexual” en Lacan.

Un antecedente necesario, aunque no suficiente: la ética del deseo


Para muchos analistas y debates de Escuela la ética del psicoanálisis es
enteramente entendida como un asunto del deseo. La todavía prestancia casi
totalizante que el seminario 7, La ética del psicoanálisis, tiene para las teorizaciones
sobre el tema convoca por lo menos a una reflexión: que en relación a la ética dicho
seminario no podría ser nunca una formulación suficiente por no tener aún
descubierto el objeto a en el concepto iniciático del das ding, por no poder situar la
tensión entre los goces en aquel único goce sexual todo fálico, o,
fundamentalmente, por no lograr inscribir lo Real del anudamiento RSI en una
articulación de los registros que todavía eran separables. A consecuencia de una
lectura alarmantemente infalible de este seminario se forjaron en la comunidad
analítica las coordenadas de una ética que encuentra en el imperativo categórico
kantiano su estructura. Las formulaciones del final del seminario 7: ““¿Ha usted
actuado en conformidad con el deseo que lo habita? (…) De la única cosa de la que
se puede ser culpable, al menos en la perspectiva psicoanalítica, es de haber
cedido en su deseo” se volvieron un nuevo imperativo que coloca al deseo como un
ideal incuestionable en la experiencia del sujeto. Finalmente, la posición ética del
deseo sostiene en el acto de Antígona su paradigma trágico: “Implica, hablando
estrictamente, la dimensión que se expresa en lo que se llama la experiencia trágica
de la vida”
Sin embargo, cabe preguntarse por los alcances de este imperativo trágico en el
ideal deseante. ¿Se trata de un empuje al deseo? ¿Sería justamente la realización
del deseo lo que se ubica como horizonte ético en un análisis? Cuestión por lo
menos compleja si se contrasta con la apuesta de Lacan en relación a la estructura
insatisfecha-imposible-prevenida que tiene necesariamente el deseo en la neurosis.
Incluso Freud advirtió sobre el carácter fundamental que supone la localización del
deseo inconsciente en la interpretación, pero sin desconocer el cuidado que implica
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su realización. Para él, el deseo siempre fue esencialmente incestuoso y parricida, y


su realización iría en contra de la tensión que el malestar de la cultura produce entre
las pulsiones. Cumplimiento del deseo, se sabe, no es para nada su realización en
tanto una satisfacción.
Ya en el grafo Lacan había ubicado la cuestión del deseo en el piso del
fantasma, mientras que el goce en su articulación con el S(A), significante del Otro
barrado, se constituía como el campo que abría al trabajo sobre la castración. El
deseo sería ese movimiento necesario capaz de interrogar el campo pulsional de los
goces, pero no un ideal del orden de la causa final. En el grafo del deseo la
castración se alcanza si es que el interjuego entre goce y deseo logra un más allá
con la pregunta angustiante “¿qué me quiere?”
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Que de lo que se trata es de leer el deseo en el decir del analizante y que, a la


vez, se intenta justamente que su lectura a la letra acontezca en los entramados
gramaticales de los goces, es cuestión que queda hartamente consensuada; pero
que lo que se busque en un análisis sea su realización en tanto el imperativo de un
ideal, eso pareciera quedar por lo menos en un lugar un poco más problemático.
Está más que claro que la experiencia de un análisis avanza, entre otras cosas,
en un movimiento que intenta advertir el propio deseo en las encrucijadas del deseo
del Otro. Pero esto no supone su alcance como realización. El deseo es un
horizonte a no ser nunca alcanzado, no una estancia que deba ser habitada en
términos de satisfacción. La metonimia propia del movimiento deseante muestra lo
imposible de su estanciamiento y las consecuencias implícitas si es que el deseo
deviene un goce alcanzado.

La ética del no-todo a partir de las fórmulas de la sexuación


Si bien una ética que sea del deseo se torna una posición necesaria en la
experiencia del análisis, no es sin embargo suficiente ni tampoco abarcativa de la
posición responsable del sujeto en relación a sus actos y enunciaciones. Que sólo
se localicen las coordenadas deseantes no resuelve aún las tramas económicas del
goce y el decir en tanto articulación de saber y verdad. Considero que Lacan
continúa su desarrollo sobre la complejidad ética incluyendo formulaciones que
avanzan con la introducción del objeto a, con la división de Un goce y el Otro, con
las enunciaciones no-todo y no hay relación sexual y, principalmente, con el
establecimiento del nudo de borromeo como un operador conceptual.
Al respecto, Lacan comienza la primera clase del seminario 20 diciendo que
puede decir “algo más” sobre el asunto de la ética en relación a lo planteado en el
seminario 7. Incluso en varias oportunidades realiza comentarios sobre la necesidad
de “reescribir” o “rehacer” su seminario 7. ¿Qué intenta ubicar Lacan con este “algo
más”? Que la irrupción de un goce que no sea fálico cambia significativamente las
cuestiones del orden de la satisfacción en el campo subjetivo. El deseo, fálico por
cierto, queda asociado a la extensión de ese goce como siendo expresado en la
estructura del fantasma al presentar su borde con el objeto a. Mientras que el goce
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Otro sería esa modalidad que no queda localizada ni en la significación fálica ni en


su subordinación a la ley del falo, y que, precisamente por su in-determinación,
ubicaría una diversidad anclada en la castración. Considero que el goce fálico es un
goce de castración mientras que el goce Otro es un goce con la castración.

Si sólo se tratara de la lectura del goce fálico y del deseo que queda causado en
su borde con el objeto a, toda una extensión económica de lo real del goce, aquel
que es necesario que no sea fálico, quedarían sin ser ubicado en el devenir de un
análisis. Es justamente por esto, que Lacan repetirá con insistencia a partir del
seminario 20 que el fundamento de un análisis es la localización del no-todo fálico
como instancia necesaria para ubicar la castración y la descompletud del sujeto y
del Otro. Dice en ese seminario en relación al goce: “Pero lo que yo llamo
propiamente el goce del Otro en tanto que no está aquí sino simbolizado es algo
muy distinto, a saber, el no-todo que tendré que articular”
Esta versión de la ética que podría llamarse del no-todo incluye
fundamentalmente la lectura de Un goce y Otro, y del límite indispensable a la
extensión fálica de las satisfacciones y la economía pulsional. La irrupción del
no-todo fálico y de lo Otro del goce en cualesquiera de sus versiones supone la
lectura del aforismo que se vuelve causal en la experiencia del análisis: que no hay
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relación-proporción sexual. El objeto a ocupa su lugar, y no sólo como causa del


deseo sino también como el objeto mismo del goce.
Esta ética del no-todo supone, en una primera instancia, la lectura a la letra del
horizonte deseante en el decir del analizante, pero, al mismo tiempo, incluye las
tramas gramaticales de un sujeto en lo que a sus goces se refiere. El analista ya no
será quien sólo sostenga la dirección de la cura con el deseo de analista, sino quien
a la vez presentifique lo Real de los goces al semblantear al objeto a en los avatares
imposibles de la ex–sistencia.

La po-ética RSI con los goces y el sentido


Una vez desplegado el nudo borromeo como operador conceptual a partir del
seminario 20, Lacan presenta los tres registros de una manera específica: ya no se
trata de la simple articulación RSI como registros separables sino del necesario
anudamiento borromeano. Lo Real-Simbólico-Imaginario se conforman en tanto los
tres estén anudados, mientras que la ausencia de cualesquiera de ellos supondría
el desarmado del nudo y la imposibilidad de cada registro en sí. Lacan sostiene en
el seminario 21: “Aquí me tienen nuevamente formulando una ética. Quiero disipar
el malentendido por medio de lo que este año les anticipo acerca de la estructura de
nudo, donde pongo el acento sobre esto: que es del tres que allí se introduce lo
real” De esta forma, se puede apreciar el énfasis lacaniano por situar una ética que
sea de lo real a partir del nudo RSI y de la necesariedad de los tres registros
anudados.
En el seminario 22 avanza con la ubicación del nudo como un articulador de
conceptos. De esta manera, el cuerpo especular es la consistencia de lo imaginario,
la muerte es el agujero que lo simbólico produce por la palabra, y la vida es la
ex–sistencia del sujeto en tanto real. Entre lo imaginario y lo simbólico está el
sentido, entre lo simbólico y lo real el goce fálico y entre lo imaginario y lo real el
goce del Otro. El objeto a se constituye como la causa anudante de los tres
registros y de una posición ética que, por intentar leer las letras de lo real, sitúa la
ex-sistencial trama económica de los goces y el sentido.
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Es finalmente en el seminario 24 donde Lacan formula esta nueva articulación


ética con una inédita posición: “La metáfora, la metonimia, no tienen alcance para la
interpretación sino en tanto que son capaces de hacer función de otra cosa, para lo
cual se unen estrechamente el sonido y el sentido. Es en tanto que una
interpretación justa extingue un síntoma que la verdad se especifica por ser poética
(…) La poesía es efecto de sentido pero también efecto de agujero. No hay más que
la poesía, se los he dicho, que permita la interpretación. Es por eso que yo no llego
más, en mi técnica, a lo que ella sostiene. Yo no soy bastante poeta. No soy
bastante poate” En una primera instancia articula el sentido que entre simbólico e
imaginario alcanza la poesía en su consistencia imaginaria, con el agujero que el
goce fálico de la palabra inscribe entre simbólico y real. Pero, al mismo tiempo,
también anuda el sonido que la letra conlleva en tanto goce del Otro en la
ex–sistencialidad de lo real de la vida. Es entonces que Lacan construye un
equívoco que logra situar un nuevo posicionamiento ético. La palabra poeta desliza
su sentido con el sonido homofónico de poate, donde las letras “ate” hacen
referencia a la ley divina que Antígona sitúa como el más allá de la ley humana.
Esta “ate” que había sido ubicada por Lacan como la estructura misma de la
tragedia ética del deseo en el seminario 7 toma ahora otro lugar: que no se sea lo
bastante poate indicaría precisamente un límite necesario a la tragedia del deseo.
Durante los seminarios 24 y 25 Lacan presentó a la comedia justamente como lo
propio de la ex–sistencia humana: “La vida no es trágica, es cómica, y es sin
embargo bastante curioso que Freud no haya encontrado nada mejor que designar
con el complejo de Edipo – es decir con una tragedia – a eso de lo que se trataría
en el asunto. No se ve por qué Freud designó, aún cuando podía tomar un camino
más corto, designó con algo distinto de una comedia a eso con lo que tenía que ver,
con lo que tenía que ver en esa relación que liga lo simbólico, lo imaginario y lo
real”.
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De esta manera, la afirmación de no ser lo bastante poate sitúa una po-ética


que, precisamente por ser no-todo del orden de la tragedia, puede incluir la
comedia de los goces y el sentido en la trama que el agujero de lo simbólico
produce entre la consistencia del sentido y la ex–sistencia del sonido. La
interpretación po-ética se vuelve necesariamente RSI al sostener en ese no ser lo
bastante poate la castración como su fundamento y legitimidad.

Hacia un psicoanálisis ex-sistencial


Afirma Lacan en el seminario 20: “Ese goce que se siente y del que nada se
sabe ¿no es acaso lo que nos encamina hacia la ex–sistencia?” El cuestionamiento
a la ética del deseo y la formulación de un nuevo posicionamiento en el no-todo y la
po-ética con los goces y el sentido, inauguró aquello que se puede llamar
psicoanálisis ex-sistencial. Ex-sistencialidad que ubicaría lo que de real se escapa (y
resiste) a todo posible intento de ser alcanzado por el pensar de la in-sistencia
simbólica y la imaginarización de la con-sistencia imaginaria. Se trataría de un
quedar “fuera” de la “sistencia” significante y de los despliegues de la significación
provocados en los bordes con los registros simbólico e imaginario. Modalidad
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claramente real de la experiencia analítica que, al estar forjada en el no-todo fálico,


puede transitar la lectura de la posición trágico-deseante en la necesaria comedia
económica entre sus goces y el sentido. El analista en tanto soporte de la
ex-sistencialidad sería aquel que sostenga lo imposible de una posición en el no lo
bastante poate de la castración. De esta manera, inscribe la barradura del Otro en la
propia carencia de su ser, rompe con cualquier intento de idealización ética y
resguarda así la dignidad de un sujeto que, ineludible, encuentra en la falta las
coordenadas RSI de su ex-sistencia. Considero que la po-ética del analista sería la
posición que pueda soportar en lo que denomino goce con la castración aquello que
del deseo de analista hay en la ex-sistencialidad Real del análisis
Finalmente, un psicoanálisis ex-sistencial sería aquella apuesta real de la
experiencia analítica que tanto en el analizante como en el analista no desconocería
ni la inevitable mortalidad de sus corporalidades, ni la contra-eternidad de las cosas
y lo tiempos, ni la insoportable condición humana, demasiado humana, que la
materialidad de la carencia del ser precipita en sus persistencias.

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