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La voracidad de la patronal no tiene límites y, lo que es más grave, no es consciente

que de agudizarse la exclusión y las desigualdades en los próximos años ellos van a ser
grandes perjudicados, porque vendrán tiempos muy convulsos y no podrán seguir
como ahora: quedándose con todo el pastel, porque no va a existir pastel y la gente no
se va a quedar sentada ante la televisión viendo las casas de los ricos o como juegan a
tirarse champán que vale lo que el salario anual de muchos trabajadores.

Cuando leo que “la patronal achaca el aumento del paro al alto coste del despido y los
salarios”, “La patronal insiste: o se bajan los salarios o habrá más paro”, “Bancos y cajas
quieren congelar el sueldo de sus empleados dos años”, y al mismo tiempo, veo los salarios
de los directivos y los planes de incentivos en plena crisis, creo que la codicia ciega sus
mentes y que estamos sentando las bases de otra crisis económica, que vendrá antes de lo
que nos imaginamos, y que provocará, esta vez sí, un cambio social y económico más
profundo del que algunos se imaginan.

En la globalización sin regulación, y como consecuencia de las acumulaciones de dinero


desorbitadas, las condiciones de pobreza están aumentando. Estamos ante momentos
difíciles para muchos trabajadores en el planeta, lo que va a generar tensiones y
conflictividad social por los salarios en todo el mundo, aunque con distintas afecciones.

Cuando la patronal y sus economistas en nómina hablan de salarios altos y que eso provoca
paro, primero no se refieren a sus salarios y segundo mienten. Por tanto, hay que
demostrarles que mientes para que no engañen. ¿Cómo?, con datos, porque los salarios no
han subido como los beneficios en los años de bonanza. Por ejemplo, los problemas
relacionados con los salarios, reflejados en el primer Informe Mundial sobre Salarios de la
OIT, vienen de un modelo de desarrollo donde la tendencia de los mismos, desde 1995 a
2007, es clara:

• El crecimiento de los salarios es bajo en la mayoría de los países. El empleo asalariado


representa aproximadamente la mitad del empleo total, y esta proporción está creciendo en
casi todos los países. Según la OIT, durante el período comprendido entre 2001 y 2007 los
salarios medios reales crecieron en un 1,9% al año o menos en la mitad de todos los países
analizados. No obstante, hay grandes divergencias regionales. Por ejemplo, el crecimiento
real de los salarios fue próximo al 0% en el Japón, España y los Estados Unidos, pero
alcanzó un 10% anual o más en China, Rusia y Ucrania. Se observó un crecimiento salarial
próximo a la media de aproximadamente el 2,0% anual en países tan heterogéneos como
India, México, Polonia y Sudáfrica.

• Las desigualdades salariales continúan aumentando. Desde 1995, la desigualdad entre los
salarios más altos y los más bajos ha aumentado en más de dos tercios de los países. En lo
que se refiere a los países industrializados, Alemania, Polonia y los Estados Unidos figuran
entre los países donde la diferencia entre los salarios más altos y más bajos ha aumentado
con mayor rapidez. En otras regiones, la desigualdad ha crecido también de forma
considerable, sobre todo en Argentina, Chile y Tailandia. Algunos de los países que han
conseguido reducir la desigualdad salarial son Francia y España, así como Brasil e
Indonesia, aunque en estos dos últimos países la desigualdad continúa siendo muy alta.
• La diferencia de remuneración entre hombres y mujeres es elevada y se está reduciendo
con mucha lentitud. En la mayoría de los países, los salarios de las mujeres representan por
término medio entre el 70% y el 90% del de los hombres, pero no es extraño encontrar
coeficientes mucho más bajos en otros lugares del mundo, sobre todo en Asia.

• Alrededor de 215 millones de niños de todo el mundo son trabajadores infantiles, y


realizan tareas dañinas para su desarrollo mental, físico y emocional. Los niños trabajan
porque deben sobrevivir ellos y sus familias. El trabajo infantil persiste incluso en lugares
donde ha sido declarado ilegal y con frecuencia está rodeado por un muro de silencio,
indiferencia y apatía. Desde el año 2006 se ha producido una desaceleración del ritmo de
reducción del trabajo infantil y asistimos al aumento del trabajo infantil en los niños y
jóvenes de 15 a 17 años. Casi las tres cuartas partes de los niños trabajadores son víctimas
de alguna de sus peores formas, incluyendo tráfico de personas, conflictos armados,
esclavitud, explotación sexual y trabajos peligrosos. La abolición efectiva del trabajo
infantil es uno de los desafíos más urgentes de nuestros tiempos. Y conseguir el objetivo de
erradicación de las peores formas de trabajo infantil para 2016 es posible, pero hay que
intensificar los esfuerzos ante este reto.

La crisis en la que estamos inmersos, junto con unos precios muy inestables, está
reduciendo los salarios reales de muchos trabajadores, en particular en los hogares pobres y
de salarios bajos. Y aunque en muchos países, las clases medias también se están viendo
afectadas, y su situación puede ser todavía más grave.

Óscar Iglesia

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