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El final sobre la visión de Olivita sobre el infierno!

Encontramos miles, y miles que iban al camino del infierno. No pegunte quienes
eran ellos, solo iba pensando, misericordia DIOS mío, misericordia Señor....
El no me dijo quienes eran, ni cual fue su pecado, era de toda edad, y de toda
clase, y por algo que yo no entiendo, se me dio a saber, que era de toda religión,
fe y creencia. Porque DIOS hace juicio sobre toda persona que vengan a esta
tierra, nazca donde nazca y crea en lo que crea. Después de caminar y caminar
JESUS me dijo: “Aquí termina el camino al infierno” y se sentó sobre una piedra.
Sus llagas sangraban, sus ropas eran rojas y estaba llorando. Le dije ¿Qué tienes
Señor y DIOS mío? ¿Porque sus vestidos están rojos, si llegaste de blanco y
porque sangran y porque está llorando?
Y me dijo: “Lloro al saber, que para ellos mi sacrificio fue inútil, y mi sangre se
derramo en vano. Pues ellos no quisieron salvarse, me despreciaron. Mis ropas
están rojas empapadas por mi sangre que he vertido en el dolor de sus pecados, y
que ellos no quisieron recibir. Ya que mi perdón esta dado por parte de mi Padre
pero ellos no me recibieron. Y yo les he escrito, el que me reciba lo hare hijo de
DIOS. Oh hija mía!!, ore, ore, ayúdame a la salvación de los hombres y de las
almas. Nos abrazamos y lloramos juntos, de pronto yo estaba en mi cuarto,
abrazada fuertemente en él, el miedo era espantoso, todo mi cuerpo temblaba. Le
dije Señor tengo miedo. Me coloco la mano sobre la cabeza y me dijo: “esto que
has visto no lo contaras hasta dentro de 6 meses que te hayas repuesto
completamente. Luego te llevare al cielo, y te mostrare el camino de quienes van
por el”.
Oramos juntos, se despidió dejándome en paz, lo vi partir, me volvió a mirar. Aun
iba llorando, sus ropas iban rojas, sus llagas, sangraban, me dijo adiós con la
mano, y desapareció de mi vista.
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MENSAJE DE SANTA MARIA DEL ESPIRITU SANTO A MARCIA EN LANUS

05–11–00(1.10hs.)
“Hijitos, aquellos que me hacéis feliz aquí, os pido, sed, perseverantes por medio
de la oración.
Pensad que Yo estoy con cada uno, en cada momento y en cada lugar.
Os bendigo con mi Bendición Maternal. Amén, Amén”.

San Alonso Rodríguez: «Ya voy Señor»


31 octubre, 2020

San Alonso Rodríguez nació en Segovia, en una familia cristiana, en el año


1531. Sus padres decidieron enviarle a estudiar al colegio que los jesuitas
acababan de abrir en Alcalá de Henares. En aquellos años, Alonso aprendió a
amar a Cristo siguiendo el modo de orar que San Ignacio de Loyola enseña en
sus Ejercicios Espirituales. De hecho, no es demasiado aventurado plantear que
quizá en aquellos años como colegial Alonso llegara a discernir su ingreso a la
Compañía de Jesús.

Pero la vida de Alonso cambió de manera drástica con el fallecimiento de su


padre en el año 1534. Tuvo que abandonar sus estudios en Alcalá y volver a
casa para ayudar a su madre al frente del negocio familiar. Sin embargo,
Alonso no era bueno para los negocios y, pese a su empeño, no pudo hacer
frente a las deudas contraídas. Por ello, su madre decidió casarle con María
Gómez, una mujer de buena posición económica con la que Alonso Rodríguez
tuvo tres hijos. Sin embargo, pocos años después la muerte llamó a su puerta,
llevándose a su mujer, a sus hijos y a su madre.

En este momento, Alonso comienza un acompañamiento espiritual con el


Padre Santander, rector del Colegio de Segovia. Las señales que ve en su vida
de oración marcan una dirección clara: la Compañía de Jesús. Pero tiene casi
cuarenta años, sus fuerzas están mermadas y no consigue centrarse en los
estudios. Esto, a ojos de todos (y también a los suyos), se convierte en un
impedimento para entrar en la Compañía de Jesús. Pero, en su interior siente
que Cristo le llama con fuerza diciéndole «basta que lo quiera yo«.  Y, lo que es
más importante, Alonso decide ser fiel a esta inspiración siguiendo el que será
el leitmotiv de su vida: «Ya voy Señor».

De este modo, gracias a la intervención de un jesuita con fama de carismático,


el Padre Cordeses, Alonso es admitido en la Compañía de Jesús en el año 1571
y enviado poco después al recién fundado Colegio de Montesión de Mallorca.
Allí desempeñó hasta su muerte el humilde trabajo de hermano portero,
atendiendo a todos los que llegaban como si se tratara del mismo Cristo,
orando en toda ocasión para unirse más y más a Él, y hablando de Dios a
todos los que llegaban hasta la portería. Los diarios espirituales de San Alonso
Rodríguez nos descubren a una persona profundamente mística. Y los frutos
en las vidas de las personas con las que trató (entre las que destaca el jesuita
San Pedro Claver, apóstol de los esclavos negros en Cartagena de Indias), nos
muestran que esta mística, como la de todo buen jesuita, era encarnada.

Por ello, tanto en vida, como después de su muerte, San Alonso Rodríguez se
convirtió en un faro que guió e inspiró la vida de muchas personas.
Especialmente la de tantos hermanos jesuitas que supieron ver en él un
testimonio de entrega a Dios desde lo profundo y escondido de la vida
cotidiana.
Por Daniel Cuesta Gómez, SJ

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