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“VIVO SIN VIVIR EN MÍ…”

En memoria del Padre Pepe , OCD

Deslizándose suavemente por los caminos de esta tierra, yendo de un lado a otro con la pausa
y la paciencia que sólo la viven quienes han alcanzado un alto grado de unión con Dios,
descubrimos una figura pequeña que envuelve un gigante corazón encendido ya en la “llama
de amor viva”…

Sus silenciosos pasos nos hablaban de un alma intensamente contemplativa. Su mirada sabía ir
más allá de las cosas creadas. Era un médico que percibía y conocía de la humanidad de las
personas, era un contemplativo que, con sólo su mirada, era capaz de tocar sutilmente el alma
del otro…; era un sacerdote en cuyo rostro podíamos descubrir y saborear la tierna
misericordia del Padre… Era un carmelita que vivía en el corazón mismo de Dios, era un hijo de
San Juan de la Cruz y de Santa Teresa, que podía exclamar en verdad…: “Vivo sin vivir en mí”.
Así era, sencillamente, el Padre Pepe.

José Ramón Castañeda Bermúdez había nacido en las fértiles e sobrecogedoras tierras andinas,
hacía 77 años; un 20 de marzo fue el primer día de su vida; un 20 de marzo fue también el
último día que vivió entre nosotros. El 21 de marzo, cuando apenas despuntaba el alba, Dios lo
llamó a su lado; ese día, el Señor, al fin, “rompió la tela de ese dulce encuentro”.

Muy joven aún quiso dedicar su vida al servicio de los demás y motivado por el deseo de
entregarse a los otros, realizó sus estudios de medicina… se hizo, en aquel momento, médico
de cuerpos…; pero, su alma inquieta y anhelante de algo más, oraba y buscaba
constantemente cuál era aquel misterioso llamado. Tal vez, se preguntaría una y otra vez
diciendo… “Tuyo soy, para Ti nací, ¿qué quieres, Señor de mí?”; hasta que comprendió que
Dios lo quería únicamente para Él. Y, con gran contento, envuelto en mucho sufrimiento…
respondió entonces, entregándole su vida…, quiso renunciar a todo porque el amor al Señor lo
sobrepasaba… descubrió, en su respuesta, la certeza de aquella frase… “Dichoso el corazón
enamorado que en solo Dios ha puesto el pensamiento; por él renuncia todo lo criado, y en él
halla su gloria y su contento”.

Y, así, lo dejó todo…; y se entregó al largo camino de la vida carmelitana. Una vida que va poco
a poco, delicadamente enamorando al alma del Dios del Amor. Tal vez, durante su vida, como
su Padre San Juan de la Cruz, pasaría por noches oscuras, y clamaría… “¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti
clamando, y eras ido…”

Pero el Amado estaba allí, en la hondura de su propio corazón, y aún sin que él se diera cuenta,
lo reflejaba a los demás: El Padre Pepe era el rostro humano del Amor vivo.

Su mirada contemplativa, aguda e iluminada, le permitió descubrir el dolor de nuestro pueblo


venezolano. Porque, el Padre Pepe amó profundamente su tierra natal. En estos últimos
tiempos, cuando nuestro país ha sido tan duramente azotado por el dolor, la miseria, la
pobreza, la angustia…, su palabra profética pronto se hizo escuchar; desde sus homilías tan
llenas de Evangelio, de profundidad y de ardiente pasión, fue capaz de denunciar las
injusticias, de clamar al Dios de la vida por nuestro pueblo herido de muerte. Pero también su
mirada esperanzadora nos iluminaba para que afianzáramos la fe en Aquél que ama con
preferencia al desamparado y alza de la basura al pobre.

Un día, inflamado de aquella llama de amor viva, ésta le hirió en su más profundo centro, y
entonces literalmente, su corazón humano estalló de amor. Fueron días de enfermedad, de
cirugías, de dolor, de angustias…; pero Dios lo quería, de nuevo, entre nosotros, para que
continuara emanando desde su pequeña figura la grandeza del amor de Dios.

En los últimos años, su cuerpo tembloroso nos avisaba que la enfermedad le acechaba… Hoy
comprendemos que sus movimientos involuntarios eran la expresión del estremecimiento del
Espíritu en su vida. Eso le suponía sufrimiento y humillación: era su etapa de purificación final.
Era que Dios quería manifestar que el amor hecho ternura lo llevaba a sobrecogerse… Era ya la
culminación, era la cercanía del cielo… Era la ansiedad por el encuentro final con el Amado; era
la expresión muda de las palabras teresianas: “Y de tal manera espero que muero porque no
muero”.

Seguramente, durante las últimas horas que pasó en medio de nosotros, recitaría con Santa
Teresita del Niño Jesús… "Morir de amor, es ésta mi esperanza, cuando vea romperse mis
cadenas. Mi Dios será mi recompensa grande, otros bienes no quiero poseer. Quiero ser
abrasado por su amor, quiero verle y unirme a él para siempre. Este será mi cielo y mi destino:
¡¡¡Vivir de amor...!!!"

Hoy todos lloramos su partida, ya no tendremos entre nosotros su presencia llena de paz y de
misericordia, ya no escucharemos sus homilías tan humanas, tan llenas de Dios y de vida…; ya
no tendremos al confidente y al confesor, al hermano y al amigo, al pequeño gran hombre
caminando entre nosotros o esperándonos, , a la puerta de la Capilla del Carmelo cada
domingo después de la Eucaristía para saludarnos a todos y a cada uno, siempre con su
particular sonrisa y su inalterable alegría…, pero, si pudiéramos en estos momentos escuchar
su voz, él nos recordaría que nuestra existencia es breve, que "La vida es un instante entre dos
eternidades.”

Ya el Padre Pepe alcanzó la cima. Sus ojos contemplan hoy el rostro resplandeciente y
amoroso del Padre; ya él ha alcanzado el estado más perfecto al cual todos hemos sido
llamados… Hoy, seguramente mirará a nuestra Venezuela e intercederá, ante el Señor, con
insistencia, para que pronto gocemos de la soñada libertad y de la paz.

Hoy, al lado de San Juan de la Cruz y Santa Teresa estará cantando las misericordias del Señor y
dejándose envolver por el Amor que nunca muere, pero esta vez, con santa picardía, ellos le
han permitido revestirse de un escapulario tricolor, y lo han coronado con una aureola de siete
estrellas…

Querido Padre Pepe… Quiero agradecerte, en nombre de mis Hermanas, el cariño especial por
San José de Tarbes, tu cercanía fraterna nacida hace más de 30 años… Una amistad que tal vez
se deba a nuestro común Padre y Patrono San José. No olvidaremos jamás el bien que nos
hiciste ni el amistad que nos unió…
Tu impronta queda grabada en nosotros, viviste para amar y para hacer amar. María, la Reina
del Carmelo te recibe hoy entre sus amorosos brazos de Madre, y junto a Ella, estamos seguros
de “que pasarás tu cielo, haciendo bien en la tierra”

Barquisimeto, 23 de marzo de 2019

Hna. Beatriz Caraballo C:, SJT

Carta de edificación de Fr. José Ramón Castañeda de Jesús Crucificado OCD, P. Pepe.

El 20 de marzo de 1942, a las 5,00 am nace en Rubio, estado Táchira, Venezuela, José Ramón
Castañeda Bermúdez; el sexto de catorce hermanos. Hijo de Froilán Castañeda y María Antonia
Bermúdez. Recibe su Bautismo 1942, coincidiendo en el año del IV Centenario del nacimiento
de San Juan de la Cruz.

Realiza sus estudios de Bachillerato en el “Liceo Simón Bolívar” de San Cristóbal. EL 13 de julio
de 1963, recibe el Grado de Médico, en la Promoción “Dr. Hugo Dávila” de la Universidad de
los Andes. Dicen sus compañeros: “El más joven y tal vez el más destacado estudiante de
nuestra promoción. Fue el primero en ingresar por concurso como Profesor a la Cátedra de
Fisiología de nuestra Facultad de Medicina”.

Comienza su vocación a través de los jesuitas. El encuentro con las Carmelitas Descalzas de
Mérida marcó su camino por lo que finalmente decidió ingresar en la Orden de Nuestra Señora
del Carmen. Su entrada al Carmelo se convirtió, en cierta medida, en una historia legendaria
en la ciudad de Mérida. El 24 de marzo de 1964, martes Santo, viaja para España, y el 31 de
marzo siguiente, martes de Pascua, ingresa en el Carmelo Teresiano. Seis meses después
tomará el hábito de la Orden. Seguidamente, el 3 de octubre de 1965, hace sus primeros votos
religiosos en la festividad de Santa Teresita, tomando como apellido religioso de “Jesús
Crucificado”.

El 29 de septiembre 1967 comienza sus estudios de teología en el Colegio Teológico


Internacional en el “Teresianum” de Roma (1967-1970). Y, en la misma ciudad, el 28 de
noviembre de 1968, hace su profesión Solemne, en el marco del IV Centenario de la Reforma
teresiana. Es ordenado Sacerdote, en artículo mortis (debido a un grave síndrome de fatiga
crónica), el 28 de noviembre 1970, en la ciudad española de Zaragoza. Por gracia de Dios, al día
siguiente, puede realizar su primera Misa.

Regresa a Venezuela en marzo de 1971 y oficia su primera Misa Solemne en Venezuela el 11


de abril de 1971 en la Catedral de la ciudad de San Cristóbal. A finales de este año, junto con el
P. Eduardo Contreras, promueven una iniciativa para la implantación del Carmelo masculino en
Venezuela con los frailes venezolanos que para el momento había en la Orden. La iniciativa
será secundada posteriormente por la Orden, por lo que, en 1972, el P. Pepe y el P. Eduardo
Contreras se mudan a una casita de las monjas Carmelitas Descalzas, del sector “La Otra
Banda” en Mérida, desde donde inician las gestiones para la fundación de un Carmelo
Masculino en esta ciudad.

Hacia 1973, el P. Pepe participó de la naciente Renovación Carismática Católica con una
reconocida labor eclesial y nacional en el inicio mismo de este movimiento en Venezuela.
Dotado de dones particulares para el discernimiento de Espíritu, y el ministerio de la
liberación, insistió siempre en la formación del laicado, y la necesidad de tener los pies en la
tierra frente a la tentación de falsas alienaciones espirituales.

P Pepe es recordado en este período por su don especial de acompañamiento espiritual: “Fue
un gran confesor. Muy prudente, muy hermano, muy cercano, amigo, consejero y exigente”

La casa “Santa Teresa de Jesús” es erigida canónicamente el 15 de octubre de 1974, como casa
de noviciado, siendo nombrado el P. José Ramón Castañeda el superior de esta naciente
comunidad en Mérida. Desde aquí se promueven y reciben las primeras vocaciones
venezolanas.

En la misma ciudad, en 1976, se da un encuentro entre el P. Pepe y la pareja de esposos Ciro


Mendoza y Gisela de Mendoza, con los que comienza una hermosa relación de amistad, y
posteriormente inician un grupo de oración y de encuentro con la Palabra de Dios, siendo éste
el germen del futuro Carmelo Seglar de Venezuela.

Así, el Carmelo Teresiano en Venezuela va experimentando su crecimiento. Ya para 1979,


viéndose en la necesidad de una nueva casa de formación para el filosofado, el P. Eduardo
Contreras y el P. Gustavo Giménez, participan de la iniciativa de una nueva casa en la ciudad de
Barquisimeto, en el estado Lara. Este esfuerzo se concreta el 16 de marzo de 1980 con la
erección canónica de esta casa. Luego de algunas dificultades de la Orden en Venezuela, en
1981, P. Pepe va a Barquisimeto como maestro de estudiantes para el filosofado. Sigue un
nuevo período de fecundidad apostólica en su estadía por el Estado Lara.

Finalizada esta etapa, el 15 de octubre de 1988, inicia el curso superior en Estudios Teresianos
San Juanistas, en el CITES, Ávila - España. El cual termina con calificación sobresaliente.

Regresa a Barquisimeto – Venezuela, y mientras se inicia el teologado en Caracas 1990, P. Pepe


comienza a impulsar una nueva fundación para promover la pastoral de la espiritualidad en
Potrero de las Casas, en el Estado Táchira. En una visita a la casa del Profesor José Pernía, en la
zona de Potrero de las Casas, surge la idea de tener un acercamiento misionero en estos
caseríos. Luego de varias misiones se ve la posibilidad de iniciar una fundación centrada en la
Pastoral de la Espiritualidad. Fue importante también su relación con las Monjas Carmelitas
Descalzas de San Francisco en California, Estados Unidos, cuyo apoyo fue invaluable para esta
fundación. Es así como el 18 agosto de 1990, es puesta la primera piedra de esta fundación en
Potrero de las Casas, iniciando la construcción que culminará con la bendición solemne en
1.995. Esta obra representa, en gran medida, el alma de este hombre de Dios, en el
recogimiento e invitación a la oración, a la sanación y a la conversión que ejerce el ambiente
de este lugar bendito. Desde entonces P. Pepe desempeña diversos oficios como superior,
formador, y Delegado General.

A lo largo de los siguientes años promoverá diversas iniciativas en la Pastoral de la


Espiritualidad. Especial mención merecen la Escuela de Espiritualidad de Barquisimeto.
También varios retiros espirituales de gran impacto como “Peregrinaje interior al Alma”,
“Culpa y Salvación”, y muchos más. Estos retiros fueron auténticas experiencias mistagógicas
que marcaron las vidas de muchas personas, que hoy viven un alto nivel de compromiso en la
Iglesia.

Cerca de 2003 se evidencia un nuevo período en la vida del P. Pepe, marcada por la Noche
Oscura, que lo asemejan cada vez más a San Juan de la Cruz, discípulo fiel del Crucificado.
Fuertes pruebas interiores, preludio de lo que se va a manifestar más claramente hacia 2010
con los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson; la muerte de varios familiares
queridos en poco tiempo, de su madre María Antonia y su hermano Gonzalo, marcan este
período de su vida. En marzo de 2013, es intervenido quirúrgicamente para un remplazo
valvular aórtico por estenosis. Desde entonces se establece en Barquisimeto donde vive los
últimos años de su vida marcado por el signo de la Cruz. Y a pesar de sus progresivas
limitaciones físicas permanece dedicado a una fecunda labor de acompañamiento espiritual, la
formación de religiosos carmelitas, la denuncia y la oración en favor de la recuperación de los
valores democráticos y la dignidad del pueblo venezolano, vergonzosamente ultrajado en
estos años; y la promoción del laicado, de la vida religiosa y del sacerdocio en todas sus
expresiones. Tiempos en que su ánimo y su espíritu apostólico superan su cada vez más
mermada capacidad física.

Al final de sus días, entregando la pesada cruz de su enfermedad, llevando dos días
hospitalizado producto de una septicemia, P. Pepe recibe el regalo de ser llamado a la
presencia del Señor el día de su cumpleaños 77 como una gracia especial de San José. A las 3
de la mañana del 21 de marzo de 2019, en un verdadero éxtasis de amor, P. Pepe pronuncia su
testamento espiritual, invitando a descubrir la maravilla del don de la vida, de no perderla en
cosas inútiles, del cultivo de las amistades como el gran tesoro de la existencia humana, del
poder de la confesión, de la sanación, reconciliación y paz que quiere el Señor para todos,
pidiendo la restauración de los valores democráticos y la restauración de la dignidad de la que
ha sido despojada progresivamente nuestra nación; dos horas después comienza su partida a
la Jerusalén celestial como ofrenda agradable al Señor el a las 5 de la mañana, exactamente a
las 24 horas del día de su nacimiento; tal como se lo había pedido a San José como regalo
especial.

Ha sido un padre espiritual, y un importante guía de almas para muchos seglares, matrimonios,
jóvenes, seminaristas, sacerdotes, religiosas y religiosos. En cada uno ha dejado un sello
imborrable de conversión, esperanza, paz y sanación interior profunda. Con su carisma
particular de discernimiento espiritual ha sido gran promotor de las vocaciones en la Iglesia y
del discernimiento interior en muchas vidas. Que el Señor lo tenga en su santa gloria, a quién
ha enamorado tantas almas de Cristo, animándolas a seguir cada vez más radicalmente el
camino del evangelio en sus vidas.

TESTAMENTO ESPIRITUAL

Oración y últimas Palabras de P. Fr. José Ramón Castañeda, a dos horas antes del
tromboembolismo pulmonar que le hace entrar a la Casa de Padre.

Notas: Las palabras entre [ ] es porque no se entienden bien. Las palabras entre admiración ¡ !
las dice llorando, o profundamente emocionado.
La vida tan breve, tan frágil, que rápido se nos va la vida, hermanos aprovechen la vida,
aprovechemos la vida, fortalezcamos la vida, ¡alegremos la vida! La vida es así: Triste y alegre,
fuerte y dulce, amplia y estrecha, dulce y dolorosa. Gocemos la vida y aprovechemos la vida
para hacer el bien. Y pidamos perdón. Pido perdón a todo el que ofendí en mi vida, pido
perdón a todo el que hice daño en mi vida. Pido perdón a todo, el que no fui el rostro para él,
amado del Padre. La vida. ¡Dios que don tan precioso es la vida! Al final de ella, estando
cansado, cercano a cumplir los 77 años, le dije Señor no puedo más, llego hasta aquí, trabajo
hasta aquí, no puedo más. Te entrego la vida, te pido que te la lleves el día de mi cumpleaños.
Y sé que él me ha escuchado, y se que él está tomando este humilde regalo, este humilde
regalito de mi vida, como pago de estos malos trabajos que le hice. Gracias Señor por el don de
la existencia. Gracias Señor, porque todo lo que tu quieras, si es que no es tu voluntad que me
vaya así, que siga presente en tu Iglesia, llevando tu nombre. Pero si es así Señor gracias por
haberme aceptado. Seguiré trabajando en silencio, seguiré trabajando en amor, seguiré
trabajando en alegría.

Oh Señor gracias por tantas almas que confesé. ¡Que grande es el sacramento de la
Reconciliación! Yo hago un llamado en este momento de mi historia, a todos los hombres y
mujeres a que aprovechen este rio de gracia que no aprovechamos bastante, confiésense,
confiésense, confiésense. Crean profundamente que son perdonados, crean profundamente
que son sanados. invadan los confesionarios. Pidan confesión, no tengan vergüenza, así su vida
haya sido lo mas terrible. Confiésense hermanos, y a través de ello se les abre la llave de la
misericordia.

Pido por mi Orden bendita del Monte Carmelo, ¡mi Carmelo! ¡Oh Dios! Mi Carmelo, ¡qué
grande, qué honor, qué dignidad, qué luz, qué fuerza, qué vida, ha sido ser Carmelita Descalzo,
yo tan indigno! Perdón a mis hermanos a los que ofendí en la Orden, ¡perdón!, ¡perdón!,
¡perdón!, ¡perdón!, yo los perdono, Dios los perdona, benditos seas, alabado seas. ¡Señor una
súplica para mi Orden, especialmente una súplica para mi Orden en Venezuela, tan noble, tan
querida, tan amada, y tan chiquitica, tan humilde! ¡No somos nadie Señor, pero somos mucho,
somos mucho para muchos! Muchos en ti Señor, muchos en tu amor, muchos en tu alma.
Gloria a ti Señor, Gloria a ti Señor, Gloria a ti Señor.

Esta vida es un soplo, la vida se nos va en un soplo. ¡Hombres y mujeres de Dios! No pierdan el
tiempo en tonterías, no pierdan el tiempo en ridiculeces, no pierdan el tiempo en lo que no
vale la pena. Valoren el tiempo, para alegrar, para vivir, para soñar, para hacer el bien.

Pido una bendición para Venezuela, que mi orden sea bendecida con la presencia del Espíritu
en esta Patria Carmelitana. Pido perdón para Venezuela. Y Hoy en el esplendor de este día,
pido ya la liberación de Venezuela, pido ya la restauración de los valores democráticos, pido ya
la fuerza y la paz de la dignidad moral de un pueblo, de la libertad que la ha sido usurpada
vergonzosamente. Pido la fuerza, ya Señor tu lo sabes, te ofrecí mi pobre vida, al final de mis
días, para que, si tú la aceptabas Señor, fuera un pequeño montoncito más, en los tantos que
han ido bordando esta nueva patria. Bendito seas, glorificado seas.

Pido por los sacerdotes, las religiosas, los religiosos, novicios, seminarista. Envía vocaciones
Señor, que las necesita tu gente, porque muchas veces hacen las cosas, no porque sean malas
Señor, sino porque no saben, envía Señor, envía, fortalece Señor.
(En esta parte dedica unas palabras muy bonitas a cada fraile de la Delegación)

Bendito seas también Señor, por todos los hermanos que habiendo sido de la Orden, no están
en ella pero son tan amados, como si lo estuviesen, no han dejado de serlo nunca. Dales la paz,
la bendición, la piedad, gloria, gloria, gloria, gloria, gloria, gloria, amén, amén.

¡Oh Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Oh Dios!, ¡Qué grande eres tú Señor!, ¡Qué grande eres tú mi Señor!, ¡Te
doy gracias por mis amigos!, ¡por mis amigos!, ¡ahy! lo más grande que tengo, que grande por
mis muchos, por mis miles de amigos. ¡Oh! La amistad, la amistad, la amistad. Cultiven la
amistad, esa [..] amistad, por eso [han hecho] santa a nuestra Madre y señora Teresa de Jesús.
Nos decía que la vida es amistad. ¡Oh! Si. Hoy en nombre de Dios, y de Teresa, ¡yo proclamo la
amistad como el gran tesoro de la existencia! No abandonen las amistades, no traicionen las
amistades, recuperen las amistades, perdónense, perdónense porque aún las cosas mas
graves, no fueron sino tonterías, tonterías, tonterías por las cuales nos separamos de vidas, en
la cuales deja […] caminar en este mundo. La amistad es el regalo de Dios, es el descanso del
alma, es el alivio del espíritu. La amistad, la amistad… Cada una… cada uno tiene su puesto en
mi corazón. Pero es sobre todo eso: Cultiven la amistad, cuiden la amistad, respeten la
amistad. Bendito seas, alabado seas, glorificado seas mi Señor, amén, amén, amén.

Oh Dios, San José bendito, ya, no sé de esto del paso de aquí pa´lla. Solo se del camino de aquí
para allá. Pero si se que es algo ¡grande!, ¡divino!,!inmenso! Paz, paz, Venezuela tiene la paz
de Dios. En este momento en el nombre de Dios y de María Santísima, yo declaro la paz para
Venezuela. Yo declaro la seguridad. ¡El perdón!, ¡El perdón! No seamos tan duros, aunque
creamos tener razones para esa dureza, no seamos tan duros. No seamos amargos con el que
ahora está avergonzado porque se equivocó. No seamos amargos con el que hizo cosas duras.
Aunque se necesario que reciba su castigo, pero que nuestros corazones, no se embasuren […]
con el odio, con el menosprecio, con la autosuficiencia. Llegue la paz, la paz, la paz.

Quiero dar una bendición especial para el Cites, en Ávila, que nos sirvió tanto, que nos sirve
tanto, que nos ama tanto. Por esta institución carmelitano teresiana, que realmente está
dando tanto, y ha dado tanto, para la espiritualidad mundial en este momento. Doy las gracias
al Cites, porque supo comprender nuestra limitación, y nuestra pobreza, y siempre tuvo
abiertas las puertas de su casa, de su techo, de su vida, para nosotros. Hermanos del Cites
todos, tampoco nombro a nadie, porque es tan delicado dejar alguien fuera de los afectos.

Pido profundamente por la paz, por el crecimiento interior, por la luz. ¡Oh hermanos! Lo que
estoy viendo, que maravilloso, que maravilloso, que maravilloso es […]. ¡Oh mi Dios!
Perdónenme lo que me tengan que perdonar, que son muchas cosas, muchas cosas. Perdona a
mis hermanos a quienes ofendí. ¡Sanación y paz, sanación y paz, sanación y paz, sanación y
paz, sanación y paz, sanación y paz, sanación y paz! Bendito seas, alabado seas, gloria a ti
Señor, gloria a ti Señor.

Sepa España que ella sigue siendo la Madre Patria. Nadie le puede quitar este noble y
merecido título, de Madre España. La Madre Patria. Quiero que en el corazón de Venezuela, en
el corazón de mi pueblo, resten (descansen) los recuerdos, las enseñanzas de España para
Venezuela. Y que nuestro agradecimiento sea eterno. España cuida tus tesoros. Cuida todo lo
que tienes España, cuídalo bien, lucha para que las fuerzas oscuras no te arrebaten, lo que
tanto amor te ha dado España. Renueva tu fe España, renueva tu fe, renueva tu oración,
renueva tu vida. Desde esta tierra Venezuela, tu eres bendecidamente agradecida por los hijos
tuyos. Que han sabido responder a los dones del altísimo. Bendito seas, alabado seas Señor,
gloria a ti.

La ciudad pacífica, la ciudad alegre, ¡Oh Barquisimeto! Que especial eres, que especial es tu
gente, bendito seas Barquisimeto. Pido a Dios que te siga bendiciendo. Que te mantenga ese
espíritu de lucha, de ayuda, de sinceridad, de libertad, de solidaridad, gracias Barquisimeto, te
amo. Te amo profundamente. Bendito seas, alabado seas, glorificado seas. Gloria a ti Señor,
Gloria a ti Señor. Gracias Barquisimeto, que amas tanto a la Virgen del Carmen, pero que tu
emperatriz la Divina Pastora, es la que ocupa todas tus intenciones, todas tus piedades de
madre, todos tus favores de hijos, todas sus mercedes. Bendito seas, bendito seas, alabado
seas, glorificado seas, santificado seas. Gracias Señor.

[En esta parte comienza a cantar, la canción “Tu Reinaras”]

Quitémosle un poco de esa fuerza macabra. Quitémosle un poco ese peso de su tristeza
infinita. Quitémosle un poco del miedo que nos causa. La muerte, la verdadera muerte, ¡es la
vida!, ¡es la alegría infinita!, ¡es el que no haya horizonte a la alegría!, a la esperanza. Yo no sé
como será ese cielo con los venezolanos, porque que alegres si somos, caramba, que alegres
que somos. Es difícil que no tumben la sonrisa al venezolano de la boca. La alegría de que nos
vamos para ¡nuestra casa definitiva!. Para nuestra herencia final. Para lo que nos tocará para
siempre, siempre, siempre. La de donde nos reencontraremos con todos. La de, donde no
habrá llanto. [..,]. Bendita seas hermana muerte, como te llamaba San Francisco de Asís. La
buena hermana muerte. La amiga hermana muerte. Hermanos en este momento y en el
nombre de Dios. Le quito el peso de su cultura. De tristeza y de miedo a la muerte. Si lo tiene,
no podemos negarlo. Si lo tiene porque es profundamente humano, despegarnos de los que
queremos, aquellos con los que vivimos. Si, pero adelante, adelante porque viene la alegría,
viene la alegría ya en esta tierra, con todas las cruces y necesidades, pero vivimos.

Quiero enviarle un especial saludo a mi familia. ¡Ah! Mi familia Castañeda Bermúdez, que
santa familia, que buenos son, que generosos, que sencillos, que humildes, que venezolanos,
venezolanos de raigambre, de virtudes. Porque nos dio esa vieja tan santa, María Antonia,
María Antonia Bermúdez de Castañeda, mi santa madrecita. Que me […] ante ti mamá. […] Y la
alegría que he tenido en estos días, al saber que me voy a encontrar de verdad verdad y para
siempre contigo, ¡Oh! que cosa tan bella, que cosa más grande podíamos pedir en la vida.
Gracias hermanos míos. Gracias sobrinos míos, tan buenos todos esos muchachos. Que
bendición tan numerosa y grande familia. Gracias sobrinos nietos. Gracias a todos, gracias por
su ejemplo. Vuelvan a la Iglesia los que se han alejado de ella. No dejen de asistir a las
eucaristías en su vida. No dejen de pertenecer a tantas comunidades que tiene la Iglesia para
desarrollar la vida apostólica. Gracias familia. Dios me los bendiga, me los consuele. No estén
tristes, no estén tristes porque yo voy a estar sumamente feliz. Gracias porque se que los que
tienen problemas duros, también van a recibir la ayuda del Señor, y los encomiendo mucho.
Bendito seas, alabado seas, glorificado seas, santificado seas.

Una oración por mi pueblo del Táchira. Por esa Iglesia Tachirense, tan valiente, tan gocha.
Gracias Señor porque ese sacrificio, y esa [..], y esa lucha, y esa paz se va derramando en
nuestro país. Gracias por mi San Cristóbal Señor, ciudad noble, serena, ciudad señora, ciudad
valiente, ciudad de fe, ciudad de iglesia, ciudad de paz. ¡Oh San Cristóbal! En los momentos
más duros, tu libraste las mayores batallas, pero el Señor te sostuvo porque somos gochos, si
parce cómico decirlo, pero es cierto. Hay ese guáramo, esa valentía [firmada] por lo profundo
de la fe. Gracias San Cristóbal, gracias a mis amigos tachirenses.

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