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7 ¡Escúchenme, los que conocen la justicia,
el pueblo que tiene mi Ley en su corazón!
No teman el desprecio de los hombres
ni se atemoricen por sus ultrajes.
9 ¡Despierta, despierta,
revístete de poder, brazo del Señor!
¡Despierta como en los días antiguos,
como en las generaciones pasadas!
¿No eres tú el que hace pedazos a Rahab,
el que traspasa al Dragón?
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y digo a Sión: "¡Tú eres mi Pueblo!".
El resurgimiento de Jerusalén
17 ¡Despiértate, despiértate,
levántate, Jerusalén,
tú que has bebido de la mano del Señor
la copa de su furor!
¡Tú has bebido hasta las heces
una copa, un cáliz embriagador!
ISAÍAS 52,1-12
El inminente rescate de los cautivos
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2 ¡Sacúdete el polvo, levántate,
Jerusalén cautiva!
¡Desata las ataduras de tu cuello,
hija de Sión cautiva!
3 Porque así habla el Señor: Ustedes fueron vendidos por nada, y también sin dinero
serán redimidos.
4 Porque así habla el Señor: Mi Pueblo bajó primero a Egipto, para residir allí como
extranjero, y luego Asiria lo oprimió sin razón.
5 Y ahora, ¿qué tengo que hacer yo aquí –oráculo del Señor–, ya que mi Pueblo ha sido
deportado por nada? Sus dominadores lanzan alaridos –oráculo del Señor– y todo el día,
sin cesar, es despreciado mi Nombre.
6 Por eso mi Pueblo conocerá mi Nombre en ese día, porque yo soy aquel que dice:
"¡Aquí estoy!".
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ECLESIÁSTICO 4,20-31
21 Porque hay una vergüenza que lleva al pecado, y hay otra vergüenza que es gloria y
gracia.
28 Lucha hasta la muerte por la verdad, y el Señor Dios luchará por ti.
31 No tengas la mano abierta para recibir y cerrada cuando hay que dar.
HEBREOS 7
1 Este Melquisedec, que era rey de Salem, sacerdote de Dios, el Altísimo, salió al
encuentro de Abraham cuando este volvía de derrotar a los reyes y lo bendijo; 2 y
Abraham le entregó la décima parte de todo el botín. el nombre de Melquisedec
significa, en primer término, «rey de justicia» y él era, además, rey de Salem, es decir,
«rey de paz».
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5 A los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio, la Ley les manda percibir el
diezmo del pueblo, esto es, de sus propios hermanos, que sin embargo pertenecen
como ellos a la descendencia de Abraham.
6 Pero Melquisedec, que no tenía ascendencia común con ellos, recibió de Abraham el
diezmo y bendijo al depositario de las promesas.
8 Además, en el caso de los descendientes de Leví, los que perciben el diezmo son
hombres mortales, mientras que en el caso de Melquisedec, se trata de alguien de quien
se atestigua que vive.
9 Por último, se puede decir que el mismo Leví, a quien corresponde percibir los
diezmos, pagó los suyos a Melquisedec en la persona de Abraham, 10 porque, en cierto
sentido, Leví ya estaba en el cuerpo de su padre Abraham cuando Melquisedec le salió
al encuentro.
11 Por lo tanto, si se podía alcanzar la perfección por medio del sacerdocio levítico,
sobre el cual se funda la Ley dada al pueblo, ¿qué necesidad había entonces de que
surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el orden de Aarón?
13 De hecho, Jesús, de quien se dicen estas cosas, pertenecía a una tribu que no era la
de Leví, ninguno de cuyos miembros se dedicó al servicio del altar.
14 Porque es sabido que nuestro Señor desciende de Judá, y de esa tribu, nunca habló
Moisés al referirse a los sacerdotes.
15 Y esto se hace más evidente aún, si se tiene en cuenta que este nuevo sacerdote, a
semejanza de Melquisedec, 16 se constituye, no según la disposición de una ley
meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible.
20 Además, todo esto ha sido confirmado con un juramento. Porque, mientras los
descendientes de Leví fueron instituidos sacerdotes sin la garantía de un juramento, 21
Jesús lo fue con un juramento, el de aquel que le dijo: "Juró el Señor y no se
arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre".
23 Los otros sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía
permanecer; 24 pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio
inmutable.
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25 De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su
intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
27 El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada
día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para
siempre, ofreciéndose a sí mismo.
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