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LA PRIMERA HUELGA DE LA HISTORIA: EGIPTO, AÑO 1166 A.C.

LOS HECHOS

La situación no fue
nada fácil, pero los obreros
finalmente lograron un
acuerdo con las autoridades
ante quienes reclamaban
comida, bebida y ropa, y que
se elevara con urgencia su
nota de reclamos ante las
máximas jerarquías del
Estado, el Primer Ministro
(sustituto en ausencia del
rey)[i] y el propio Faraón. El
reporte del escriba comenta:

"... los trabajadores


traspasaron los muros de la
necrópolis (se pusieron en huelga) diciendo: ‘Tenemos hambre, han
pasado 18 días de este mes... hemos venido aquí empujados por el hambre
y por la sed; no tenemos vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres.
Escriban esto al faraón, nuestro buen señor y al visir nuestro jefe, que nos
den nuestro sustento!”.

Los obreros pasaban hambre y los alimentos eran de mala calidad. El límite
de tolerancia de aquellos primitivos trabajadores se había rebasado, razón por la
cuál tomarían una decisión histórica: dejar de trabajar reclamando el pago de sus
haberes. La llamada primera huelga de la historia comenzaba[ii]. ¿Cuándo
ocurrió esto? ¿Cómo ocurrió? ¿Cuáles fueron las consecuencias? Y finalmente,
¿fue una verdadera huelga? ¿Podemos hablar de huelga en aquellos tiempos
lejanos?.

EL LUGAR DE LOS HECHOS Y LOS TRABAJADORES

Vista de
los restos
del
poblado de
los

trabajadores en Deir el-Medina.

Todos los obreros, artesanos y escribas encargados de los trabajos en la


tumba del faraón, estaban alojados en la aldea de Deir el-Medina, junto con sus
familias. Esta zona albergaba las viviendas, las capillas y las tumbas de los
propios obreros y fue utilizada desde la dinastía XVIII a la XX. Se calcula que en
las más de setenta casas vivieron unos 120 trabajadores con sus esposas e
hijos.
La cuadrilla de trabajadores se
componía con un mínimo de 60
hombres divididos en dos equipos,
cada uno de los cuales contaba
con un capataz, un delegado y uno
o varios escribas. Había albañiles,
canteros, pintores, tallistas de
relieves y escultores. Todo el
trabajo estaba supervisado por el
visir que visitaba la zona en
algunas ocasiones o enviaba un
delegado real para inspeccionar los
trabajos.

Los trabajadores eran


reclutados de varios poblados y
localidades del territorio egipcio,
donde ya desempeñaban alguna
función al servicio de las
autoridades. Sabemos que algunos
de ellos fueron dueños de tierras y
de servidores y animales, además
de tener propiedades fuera de la
población obrera. Los "hombres de
la tumba" (como se les llamaba) se
relacionaban, debido a su trabajo,
con las personalidades más destacadas de Egipto e incluso algunos artesanos
tuvieron trato directo con el faraón. Todo parece indicar que estos hombres
disfrutaron de un mejor nivel de vida sus contemporáneos.

Cerca de la aldea se encontraban las tumbas de los obreros y las capillas


con los dioses locales[iii]. Durante el reinado de Ramsés II, las tumbas de los
artesanos se convirtieran en un conjunto de obras en las que destaca la
tendencia a la monumentalidad. Consistían en capillas pequeñas coronadas por
una pirámide de reducidas proporciones. Este tipo de sepulcro era típico de los
nobles del Nuevo Imperio, quienes se hacían edificar mastabas con pirámides en
la parte superior, buscando participar de los beneficios espirituales antes
reservados a la realeza.

EL PROBLEMA

Pese a ser todavía un país rico y poderoso, en el siglo XII a. C. se anunciaba


la decadencia de Egipto. Desde 1198 hasta 1166 a. C. Ramsés III (XX dinastía)
gobernaría un país con crecientes problemas. En las fronteras del Imperio tuvo
que contener dos intentos de invasión libia, y el ataque de “los pueblos del norte
y del mar” proveniente del Mediterráneo. La corrupción y la mala administración
de los recursos debilitaban la economía del país, ya afectada por las
monumentales tumbas en el Valle de los Reyes que absorbían buena parte del
potencial de trabajo de la población. El excesivo y consecuente crecimiento de la
burocracia estatal así como de una demanda de bienes de consumo que no
podía ser satisfecha, llevaba la situación hasta el límite. Y de hecho, el reinado y
la vida de Ramsés III, terminarían con una conspiración en su harén, en la que
tomarían parte importantes funcionarios políticos.

Al empezar la inflación en los últimos años de Ramsés III, el sistema de


trabajo se desarticuló como consecuencia de los retrasos del gobierno en pagar
a los obreros. Y como resultado directo de la situación general, la actividad
laboral de los artesanos (dependientes de la administración central) se
multiplicaba sin que sus “salarios” (véase la nota)[iv] se adecuaran a las tareas
crecientes.
Muchos ostraca (hallados en Deir el-Medina) contienen largas listas de los
productos que se entregaban regularmente a los obreros. Cada día recibían pan,
cerveza, dátiles y verduras, e incluso agua potable (ya que los manantiales
estaban secos). Algunos alimentos como los higos se suministraban con menos
frecuencia y la carne solo en fiestas especiales. Asimismo, también se les
abastecía de vestidos, calzados, vasijas y herramientas. El salario de un día del
trabajador promedio era de 10 hogazas de pan y una medida de cerveza; y el de
un artesano de mayor categoría podía llegar a las 500 hogazas de pan, las que
tenía derecho a intercambiar por otros artículos. Los capataces y los escribas
recibían 72 sacos (de unos 76 litros cada uno) de cereales al mes y el resto de
trabajadores 52 sacos.

Pero aquellas necesarias raciones de comida no llegaban a tiempo, y las que


sí llegaban, de mala calidad, eran manipuladas por el administrador según se lee
en un ostracon:

“... Comunico a mi señor que estoy trabajando en las tumbas de los


príncipes cuya construcción mi señor me ha encargado. Estoy trabajando
bien (...) No soy en absoluto negligente. Comunico a mi señor que estamos
completamente empobrecidos (...) Se nos ha quitado un saco y medio de
cebada para darnos un saco y medio de basura”[v]

El hecho fue multicausal: la situación económica general, el crecimiento


de la demanda de bienes de consumo, la corrupción y la mala administración
llevaron a los obreros a declararse en huelga y a ocupar algunos edificios clave
de la administración central.

EL DESARROLLO DE LA HUELGA

Según se lee en el llamado Papiro de la Huelga del reinado de Ramsés


III (conservado hoy en Turín, Italia) y de varios ostraca encontrados en Deir el-
Medina (guardados en los museos de El Cairo, Berlín y otras ciudades) la huelga
comenzó el día 10 del mes de Peret en el año 29 de Ramsés III (a la sazón de
62 años de edad; 1166 a.C.) debido al retraso de una paga "distraída" por el
Gobernador de “Tebas Oeste”.

En el Papiro de la huelga redactado por el escriba Amennajet (que


pertenecía al equipo de trabajadores de la tumba de Ramsés III)[vi] se evidencia
un conflicto en crecimiento, que pasa de las quejas iniciales a los reclamos más
vehementes por la retención de recursos. Amennajet escribiría (como en parte
citamos al principio):

“Año 29, segundo mes de la segunda estación, día 10. Este día el
bando cruzó los cinco muros de la necrópolis, gritando: ‘¡Tenemos
hambre!’ (...) y se sentaron a espaldas del templo” de Tutmosis III en el
límite de los campos cultivados”.

Al analizar el asunto más detenidamente, vemos que una vez abandonado el


lugar de trabajo los artesanos egipcios habían marchado en protesta hacia los
templos. Asumir esta actitud implicaba mucho para ellos porque constituía un
verdadero desafío a las autoridades. En uno de los templos se les entregaron 50
panes (obviamente insuficientes para la multitud) por lo que al día siguiente
entraron por la fuerza en el templo y paralizaron las actividades del
mismo, haciendo los reclamos que registramos al principio de este artículo.

Así mismo fue necesaria la intervención de un escriba del equipo quien se


dirigió al templo funerario donde se almacenaba grano exigiendo las
raciones acaparadas por los sacerdotes y los intermediarios[vii] (había retensión
de bienes) Los tres interventores y sus ayudantes instaron a los trabajadores a
volver al recinto de la necrópolis haciendo:

“(...) grandes promesas (...): ‘Podrán venir, porque tenemos la


promesa del Faraón’ les dijeron.

Pese a la promesa, los artesanos permanecieron el día entero


acampados detrás del templo y solo al anochecer volvieron a la necrópolis.

El segundo y el tercer día invadieron el recinto sagrado que rodeaba el


templo funerario de Ramsés II (o Rameseum) provocando la huída de porteros,
policías y contadores, que no se animaron a enfrentar a la multitud. La ocupación
del Rameseum parece haber sido más eficaz que las medidas anteriores, porque
provocó un cambio en la actitud de los funcionarios. Los huelguistas reclamaban,
como se citó:

“(...) Hemos llegado a este lugar por causa del hambre y de la sed,
por la falta de ropa, de pescado, de hortalizas. Escríbanlo al Faraón,
nuestro buen señor, y escríbanlo al Visir, nuestro superior. ¡Háganlo para
que podamos vivir!”

Esto llevó a que se les dieran las raciones del mes anterior. Pero
obviamente no dejaron de reclamar las del mes en curso. Reunidos al día
siguiente en la “fortaleza de la necrópolis” (el cuartel de soldados) obtuvieron la
intervención del jefe de policía, Mentumosis, quien les hizo la promesa de ir con
ellos hasta el templo de Tutmosis:

“(...) Miren, les respondo: suban a sus casas y recojan sus útiles;
cierren sus puertas y traigan a sus esposas e hijos. Yo iré al frente de
ustedes al templo de Tutmes y les permitiré estar allí hasta mañana”.

Las promesas abundaban, pero el problema continuaba. Los obreros


acamparon en el templo
funerario de Tutmosis III, en
Medinet Habu, durante todo
un día con su noche
reclamando lo adeudado.
Finalmente se les entregaron
también las raciones
correspondientes al mes.
Enviados los salarios la
situación volvió a la calma y
los trabajadores se
reintegraron a sus labores.
Pero por poco tiempo. Quince
días después volvieron a salir
de los muros reclamando
ante los interventores de la
necrópolis:

“(...) No nos iremos. Digan a sus superiores, cuando estén con sus
acompañantes, que ciertamente no hemos cruzado los muros a causa del
hambre solamente, sino que tenemos que hacer una acusación importante
porque ciertamente se están cometiendo crímenes en este lugar del
Faraón”

Los desórdenes se reiniciaron varias veces ante las reiteradas promesas


incumplidas: se declararon una segunda y una tercera huelgas, consiguiéndose
finalmente en cada caso la paga anhelada. Pero los disturbios no terminaban,
porque las pagas volvían a retrasarse.
En determinado momento el nombramiento de Ta ("Delegado del Equipo
en el Lugar de la Verdad" y "Escriba de la Tumba") como visir del Alto y Bajo
Egipto (en su cargo debía velar por la justicia en todos los dominios) produjo
cierta expectativa entre los trabajadores porque era un hombre (“delegado”)
salido de sus filas, estrechamente relacionado con Deir el-Medina.

Actuando de común acuerdo pararon sus actividades ante la visita del visir
Ta. Esto dio esperanzas de ver solucionada la situación y de hecho permitió que
los obreros consiguieron la entrega de las raciones completas que se les
adeudaban, pero se les ordenó no volver a declararse en huelga, bajo pena de
ser castigados en caso de desobediencia. Diríamos hoy, se declaró ilícita la
huelga. Ta envió a un oficial con este mensaje para los interventores de la
necrópolis:

“(...) Cuando haga falta algo, no dejaré de traérselos. Y acerca de lo que


me dicen: ‘¡No te lleves nuestras raciones!’, ¡cómo!, yo soy el Visir, que da
y que no quita (...) Si ocurriese que no hubiera nada en el granero mismo,
les daré lo que pueda encontrar”.

La amenaza parece haber tenido efecto momentáneamente. Pero una


demora en el suministro de alimentos once días después de la visita de Ta,
empujó a los trabajadores a corear su consigna: ¡tenemos hambre!; ante lo cual
el alcalde de Tebas les proporcionó cincuenta sacos de trigo como adelanto de
su paga:

“(...) Miren, les daré estos cincuenta sacos de grano para que vivan
hasta que el Faraón les dé sus raciones”.

Pero este cierto respaldo de las autoridades no duraría mucho. Para ahondar
los problemas el visir Ta se ausentaría hacia el Delta con motivo del “Festival
Sed”, lo que llevó a que los pagos volvieron a atrasarse. Y más tarde Ta parece
haber estado envuelto en el complot contra el envejecido faraón, Ramsés III. Si
bien se desconoce el desenlace de este episodio algunos investigadores
observan que a partir de ese momento comenzaron los robos en las tumbas
reales y privadas, como consigna un papiro en época posterior:

“Año 16, día 22 del tercer mes de la estación de la inundación (...)


Interrogatorio de los hombres que se encontró violando las tumbas del
Occidente de Tebas; acusación contra los cuales había sido formulada por
Pwer’o, alcalde del Occidente de Tebas y Jefe de Policía adscrito a la gran y
noble tumba de millones de años del faraón (...)”.

Es posible que al no mejorar la situación general de las siguientes


generaciones de trabajadores, bajo los sucesores de Ramsés III, los artesanos
se decidieran a saquear las tumbas y nadie mejor que ellos para la tarea, porque
las habían construido.

EL SIGNIFICADO HISTÓRICO

No hay duda de que aquella primera huelga sentó un precedente histórico de


enorme importancia en la historia del trabajo y de la organización obrera. Por
primera vez en la historia, los trabajadores conseguían hacerse oír por medio de
la paralización de sus actividades, haciendo uso de un instrumento empleado
innumerables veces sobretodo durante la era industrial (desde el siglo XIX) Es
obvio que Egipto no es una sociedad industrial ni capitalista, razón por la que no
puede sostenerse la idea de que las huelgas solo pueden surgir en dicha
sociedad. Pero, ¿se puede decir que fue una verdadera huelga? ¿Podemos usar
el concepto de huelga para aquella lejana época? ¿No estaremos quizás
cayendo en un anacronismo?.
Actualmente definimos el término huelga (véase: Diccionario de la Real
Academia) como la cesación colectiva y concertada, voluntaria, de actividades
por parte de un grupo de trabajadores con el fin de imponer la aceptación de
ciertas condiciones a sus patronos. Dicha cesación debe ser concertada y
colectiva para distinguirla de la cesación por otras causas, como el paro forzoso.
La huelga se produce porque las autoridades infringen las condiciones de
trabajo; y las mismas atentan contra los trabajadores.

¿Se cumplen las condiciones de esta definición en el conflicto de los obreros


de Ramsés III?

• No hay duda que la cesación de actividades fue concertada y


colectiva, ya que intervinieron simultáneamente todos los
trabajadores y sus jefes, así como otros voceros.
• Todos estos reclamaban el pago de los “haberes” atrasados, y
los obreros paralizaron sus actividades todas las veces que
lo consideraron necesario, buscando concienciar a las
máximas autoridades del Estado sobre la cuestión: la retensión
del pago y la corrupción de los administradores.
• Así mismo, más allá de la cuestión material, los trabajadores se
quejaron de otras situaciones irregulares, ciertos sacrilegios
cometidos en aquel tiempo, sin que sepamos concretamente de
qué se trataba.
• En los hechos, su “plataforma reivindicativa” incluía un nuevo
ingrediente usado como arma política: la acusación dirigida a
los interventores de estar engañando nada menos que al faraón
y al visir; y se les amenazaba con denunciarlos ante sus
autoridades.
• En resumen, los trabajadores protestaron contra los manejos
irregulares y como metodología, protagonizaron verdaderas
sentadas junto a los templos, así como la ocupación de
locales, medidas que resultaron efectivas.

La presión y las ocupaciones lograron momentáneamente sus efectos, pero


la situación no se corrigió nunca. Si todas estas características no alcanzan para
definir el conflicto de los trabajadores egipcios con las autoridades como una
huelga, entonces ¿qué fue?.

• Cesación concertada de
actividades
• Reclamos por pagos atrasados
CARACTERÍSTICAS DE • Reiteración de la medida
LA HUELGA: • Denuncias de corrupción y
sacrilegios
• Plataforma reivindicativa usada
como arma política
• Metodología de sentadas y
ocupaciones

Es cierto que no podemos determinar hasta qué punto los trabajadores


desarrollaron su organización o su conciencia de grupo, debido a la ausencia de
información. Se ha señalado que las razones de la huelga eran en primer lugar
económicas y en segundo plano reclamaciones por las condiciones de trabajo.
Pero también es obvio que hubo coordinación y acuerdo entre los obreros a lo
largo de muchos años, fruto sin duda de sus reuniones y de la dirección de sus
jefes de tareas. No se puede pasar por alto el hecho que las
huelgas continuaron hasta la desaparición de la aldea de trabajadores, es decir
hasta el final de la XX dinastía (bajo el reinado de Ramsés XI) época en la que
se terminó abandonado el Valle de los Reyes como lugar de enterramiento real
(y esto en buena medida a causa de la crisis del Estado y de las invasiones
libias). De este modo aquella primera huelga sentó un modelo para Egipto, con
efectos a largo plazo en el país.

Fuera de Egipto, no puede asegurarse si la influencia de la primera huelga


se sintió realmente o no. Por esto no podemos afirmar que la primera huelga
haya influido realmente en conflictos posteriores fuera de Egipto, y mucho menos
a través del tiempo en la época Moderna. Más allá de su influencia directa o
indirecta, o que no haya tenido ninguna, Egipto es el antecedente más antiguo
de la lucha de los obreros por sus derechos.

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