Está en la página 1de 3

Henao 1

Mario Henao

Profesor Paul Firbas

SPN 652 Colonial Spanish-American Cultures

14 de septiembre de 2020

Una de las oposiciones que no deja de actualizarse es la de naturaleza y cultura. Del lado

de la naturaleza se encontraría todo lo que no responde a la definición de lo humano como ser

racional (y hablante); del lado de la cultura se encuentra todo lo que la inteligencia humana ha

logrado crear, lo que, de alguna manera, indica que la cultura es la manifestación de esa

inteligencia (no solo los seres humanos son los que pueblan la cultura, también hacen parte de

esta las criaturas que proyectan una mejoría humana, como los dioses).

La llegada de los europeos a lo que hoy conocemos como América reprodujo esa

oposición y dio la oportunidad de evidenciar las inmensas y notable diferencias entre lo humano

y lo natural (que, en realidad, sería más exacto nombrar como no-humano). El resultado de esa

mirada dual europea manifiesta una serie de dificultades que parece son inherentes a ese

específica oposición.

Tomadas cada una de forma independiente no es difícil definir qué es la naturaleza y qué

es la cultura. El problema se evidencia más cuando se ponen en relación, pues no siempre las

distinciones entre ambos conceptos son tan claras. Parece ser que lo natural es que haya cultura; y

cultura es creer que esta es natural. Esta referencialidad dependiente en el concepto opuesto hace

que la relación entre naturaleza y cultura se complejice, pues es una especie de inclusión que

niega el concepto que, a la vez, integra.

Lo natural es la tendencia a la cultura, lo que supondría que todo ser humano está en un

constante y natural alejamiento de la naturaleza. Cuando un español encontraba a un indígena se


Henao 2

enfrentaba a un dilema: si lo definía como natural tenía que extraerle lo humano, lo que implicaba

que ese otro no era semejante, pues de ser humano tendería a la cultura (definida esta última

como única y en posesión de los europeos); pero al mismo tiempo, para el español el

comportamiento del indígena no era natural, precisamente porque no parecía cumplirse en él la

tendencia hacia la cultura.

Un ejemplo de ello es el episodio que narra Fernández de Oviedo en la Historia general y

natural de las Indias en el capítulo LI en donde se describe a un indígena que tiene una relación

de semejanza con los cerdos que lo acompañan a quienes, además, enseñó a comportarse de una

forma no correspondiente con su especie, es decir, de una forma no natural. Fernández de Oviedo

afirma que en ese ejemplo se evidencia la desviación del curso natural y de la organización que

resulta de ese curso según la cual hay animales sin inteligencia y hay humanos (inteligentes),

pues “seyendo los puercos para ser monteados, se convirtieron con la costumbre, en ser monteros

e hacer el oficio que no les competía, e el indio, siendo animal racional e humano hombre, se

convertía en puerco, o hacía su vida bestial” (222). En este ejemplo nadie se comporta

naturalmente (y eso es precisamente lo que demuestra la falta de cultura y civilización).

Una de las palabras clave en ese fragmento es “costumbre”, pues indica que la repetición

constante de un acto puede modificar la naturaleza de quien realiza esos actos y eso pone en duda

la noción misma de naturaleza, pues si acto y agente dejan de coincidir de forma precisa, eso

significa que no hay espontaneidad de los actos realizados y que todo, por medio de la costumbre,

puede ser modificado. Pero esto, al mismo tiempo, confirma la noción de que lo natural es la

cultura, porque lo que parece quedar demostrado con el ejemplo del indígena y sus puercos es

que hay una tendencia hacia la repetición que constituye una práctica que puede tener muchos

orígenes y que instituye formas de actuación; lo natural vendría a ser esa necesidad de repetición

y la potencia de modificación gracias a la costumbre.


Henao 3

De esta manera, lo que nuevamente viene a mostrar la oposición naturaleza y cultura en la

época de la conquista es la dificultad de encontrar una forma de distinguir claramente entre una y

otra, tal vez porque lo que se ha sugerido como necesario en realidad no lo sea (separar una de la

otra). Distinguir lo que nos hace cultura de la naturaleza puede que no sea tan sencillo, y el

motivo de esto puede ser que esa distinción no es lo importante. Más que buscar evidencias que

demuestren que de un lado hay seres salvajes (sin razón) y, del otro, seres intelectuales, sería

mejor concentrarse en encontrar las permeabilidades entre esas dos zonas, reconocer que la

frontera entre ambas es una forma de unificación más que de separación.

También podría gustarte