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YO NENA, YO PRINCESA Y MI VIDA EN ROSA:

DE CRISÁLIDAS A MARIPOSAS1

“Si lo entiendo bien, la desconstrucción no es exponer el


error y ciertamente no es exponer el error de otro.
En la desconstrucción, la crítica más seria
es la crítica de algo extremadamente útil,
algo sin lo cual no podríamos hacer nada”
Gayatri Chakravorty Spivak

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Maura Rivero | Febrero 2015
YO NENA, YO PRINCESA Y MI VIDA EN ROSA:
DE CRISÁLIDAS A MARIPOSAS

“Más infancias como las de Luana” dicta el cartel que levanta Gabriela Mansilla,
incansable e intensa, en cuanta manifestación se la vea. “Dejo este libro para que le sirva
de ejemplo a quien lo necesite” (Mansilla, 2014: 230) escribió en el final de Yo nena, yo
princesa donde comparte con el mundo la historia de su hija, con el propósito que ella
recuerde los pequeños detalles de su devenir nena y le sirva a esos otrxs xadres que
callan y ocultan a sus hijxs transexuales.
Ella cuenta en este maravilloso libro que Valeria Pavan (la psicóloga y amiga de
Luana) le recomienda ver Mi vida en Rosa, una película franco-belga-británica estrenada
en el año 1997 que cuenta la historia de Ludovic, un niño de 7 años que desea ser niña.
Pero 17 años atrás todo era muy distinto, no sólo porque la transexualidad aún sufría una
fuerte dictadura de género que desconfiaba de su existencia, confinada siempre a los
límites de la prostitución, de las infecciones de transmisión sexual, del abuso de
substancias; sino, también, porque no había ninguna ley que legitimara la existencia de la
comunidad transexual, ni mucho menos que permitiera y abalara el cambio de género en
el documento nacional de identidad.

LA CRISÁLIDA
La familia es la primera institución que nos subjetiva, el conjunto de sujetos que la
componen se encargan -explícita o implícitamente- de disciplinar los cuerpos para que
encajen en el sistema heteronormativo; como los cuerpos no son dóciles, cuando esto no
sucede y bajo diferentes premisas2, las familias intentan que sus hijxs modifiquen sus
gustos y preferencias. Esto es grave en cualquiera de las variantes, ya sea que los
intereses políticos no responden a los familiares, ya sea porque el sujeto decide estudiar
una carrera que la familia no considere honrosa, que el sujeto decida emparejarse con
alguien de su mismo sexo o, si se me permite la ironía, ¡Dios no lo permita! Que el sujeto
guste y disfrute de usar vestimentas que no se condicen con su género asignado al nacer.
En ese sentido, es pertinente “recordar que lo que, en la historia, aparece como eterno
sólo es el producto de un trabajo de eternización que incumbe a unas instituciones
(interconectadas) tales como la Familia, la Iglesia, el Estado, la Escuela” (Bourdieu, 2000:

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Según las convicciones, algunos xadres, tienen miedo al sufrimiento del hijx si éste no encaja en los
moldes de la heterosexualidad, considerar que el sujeto carga con una patología seria y curable, entre otras.
8) porque, a fin de cuentas, si nos interesa analizar y reflexionar sobre las instituciones,
sus pedagogías, los medios masivos de comunicación –otra institución- y su relación con
los géneros y las sexualidades, es para poner en evidencia el orden existente y las
tácticas que el bloque dominante -encarnado por esas instituciones- pone en juego para
sostener cierta hegemonía.
En la medida que conozcamos cómo operan esas estrategias que despliegan
ciertos valores, significaciones sociales y prácticas que se consideran apropiadas,
podremos analizar y hasta modificar las representaciones alrededor de los géneros y las
sexualidades, con el fin de problematizar la forma en que se ungen de significado los
cuerpos y los vínculos que se establecen entre ellos, porque “toda vez que trabajemos
con o sobre materiales mediáticos y de comunicación {…} podremos preguntarnos sobre
el orden de género y de sexualidad en que esas producciones se asientan.” (Elizalde,
2009: 4) Esto nos permitirá interrogarnos en relación a múltiples temáticas que hacen a
los géneros y las sexualidades, porque al fin y al cabo, lo que nos interesa es deconstruir
esta naturalización de la criminalización de los cuerpos no hegemónicos.
Gabriela Mansilla vio Mi vida en rosa y comprendió mejor aquello que entristecía a
su hija, buscó información, leyó, se entrevistó con mucha gente que le pudo dar
herramientas para ayudar en ese devenir a Luana, un devenir Luana nada sencillo en un
sistema que sigue diciendo quién pertenece y quién no a “lo normal”.
El film, en general, en tanto producto cultural, representa aquello que en la vida
cotidiana sucede; ésta película, en particular, trata de la vida de una familia que está
compuesta por 6 integrantes (madre, padre e hijxs -1 nena y 3 varones-), o eso, al menos,
parece al principio: ya en las primeras escenas aparece Ludovic, un niño que, para
presentarse en la reunión que su familia organiza para conocer a los vecinos de su nuevo
barrio, aparece vestido de mujer: con un pomposo vestido rosa, labios de rojo vibrante,
corona de flores en la cabeza, aros largos y los zapatos rojos que su madre buscaba en la
escena anterior. Su padre, trastornado, busca las risas de sus comensales y exclama “¡El
bromista! ¡Esta es su broma favorita!” La madre se lleva adentro de la casa a Ludovic y,
mientras le saca el lápiz labial, exclama “¡Ya tienes siete años, ya no es gracioso que te
vistas de mujer!”
El padre que aparece representado en Mi vida en rosa permanece en la familia e
intenta comprender a Ludovic, pero en varias escenas se lo muestra enfurecido y hasta
violento con su esposa y sus hijxs; el padre de Luana, en cambio, abandonó a su familia
casi inmediatamente, no resistió la situación, el qué dirán en el barrio, en la familia y en el
jardín donde asistían, hasta entonces, los mellizos3. Ambas actitudes se condicen con una
masculinidad hegemónica (Connel, 1997), en tanto que ambos varones se muestran
agresivos, machos, horrorizados ante la idea de un hijo que, nacido varón, elige ser nena.
Realidad y ficción, ¿cuál supera a cuál? En ambas se presentan estereotipos que se
autosostienen y aprietan cual traje al que faltan cinco centímetros de cada lado.
Mientras tanto, la madre de Ludovic tiene un gesto cómplice con su hijo y justifica
su actuar: "Es normal, hasta los siete años buscamos nuestra identidad." Pero lo dice
desde el mismísimo sentido común, una doxa sobre los hombros del amor de madre que
todo lo busca comprender; le diríamos a esta señora que nuestras identidades nunca
están acabadas, siempre van a seguir mutando, transformándose porque "somos sujetos
de identidades transitorias y contingentes. Por lo tanto las identidades sexuales y de
género (como todas las identidades sociales) tienen un carácter fragmentado, inestable,
histórico y plural." (Lopes Louro, 1999: 3) Y esto lo comprendió rápidamente Gabriela
Mansilla, no sin dolor, pero con la firme certeza de que estaba escuchando a su hija, sus
deseos y voluntades; justamente esta es la diferencia que marca una infancia trans feliz y
no patologizada.
La escuela, como segunda institución, es la que profundiza la categorización de las
personas en tanto masculinas o femeninas, Guacira Lopes Louro explica "las muchas
formas de hacerse mujer u hombre, las varias posibilidades de vivir placeres y deseos
corporales son siempre sugeridas, anunciadas, promovidas socialmente (...). Estas son
también, constantemente, reguladas, condenadas o negadas." (Lopes Louro, 1999: 1). Y
al ver la primera escena del film que sucede en la escuela, esto queda representado con
una claridad que conmueve: los niños y niñas están sentados en sus bancos, ese día
tenían que llevar objetos personales para mostrar y compartir con los demás. La gran
mayoría de los varones levantan en alto sus videojuegos portátiles, una niña muestra una
muñeca y un muñeco (Pam y Ben4) y luego Ludovic muestra los mismos juguetes, es
decir, él también había llevado a Pam y Ben pero la docente lo cuestiona: "¿Quieres
parecerte a Ben?", no es siquiera una posibilidad enunciable que Ludovic se sienta
identificado con Pam. Lo siguen las burlas de sus compañeros: ‘¡Juega con muñecas!’
Tras risas repetidas, la docente los calla y busca que el silencio vuelva al aula. En la
omisión -o la evasiva- de la docente hay un mensaje: eso que hacés no está bien, lo
ignoro pues no es posible ese orden de sentido.

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Luana nació junto a su hermano Federico, mellizos varones, dijo la partera y sus progenitores los
nombraron Manuel y Federico.
4
Equivalentes a Barbie y Ken.
Los medios masivos de comunicación, en tanto institución, juegan un rol de suma
importancia ya que, también, proporcionan pautas acerca de cómo es esperable que
actúe, consuma y se comunique un ‘buen varón’ y una ‘buena mujer’, y lo mismo podría
decirse del rol de la educación en la construcción de las identidades de los sujetos. Tanto
los medios como la escuela reproducen e instituyen estereotipos y un modo-de-ser en el
mundo para los cuerpos con uno u otro género asignado, también omite e invisibiliza otros
cuerpos que no caben en la heteronorma, más aún, ciertos temas brillan por su ausencia
y, ese silencio, es en sí mismo un mensaje.
La identidad que se expresa al autopercibirse de un determinado género también
es fabricada y sostenida a partir de signos corpóreos y otros medios discursivos. El
género así pasa a ser una suerte de matriz, un horizonte de expectativas, y crea las
posibilidades de inteligibilidad que nos permiten relacionarnos en sociedad; al ser mutable
y en continuo proceso nos facilita abrir un abanico de posibilidades y de reflexiones que
son necesarias y urgentes en todas las instituciones que nos atraviesan. Para cumplir con
esta tarea, debemos tener siempre presente que “la educación formal […] es un espacio
de performance de los cuerpos sexuados: las normas de vestimenta y apariencia
aceptables y no aceptables, el uso del cuerpo en clase y en los recreos, etc.” (Morgade et
al., 2011: 28) nos condicionan de por vida.

LA MARIPOSA
La escuela, entonces, sugiere e inculca cierto tipo de feminidad y cierta
masculinidad, dentro de ciertos límites como posibles, castigando con burlas y desprecio
a quienes no encajan en los márgenes impuestos, pero esto no es determinante sino, más
bien, condicionante, en tanto orden de sentido construido, siempre es susceptible de ser
deconstruido, según Bourdieu, no hay habitus que no puedan ser modificados. Si bien
Ludovic es expulsado de la escuela, ya que el director les comunica a sus padres que "los
gustos y actitudes de Ludovic son demasiado excéntricos para esta escuela", Luana, por
el contrario, no lo vivió así, en el jardín del Estado donde terminó el pre-escolar es
llamada por su nombre elegido, y no el asignado al nacer, la directora de la institución
compendió la situación por la que estaba atravesando la familia Mansilla y rápidamente
les asignó un lugar en el jardín que dirigía, siempre respetando y acompañando a Luana
en su proceso.
Si bien Ludovic decía que iba a ser mujer cuando sea grande, no se percibía aún
como una, en el caso de Luana, a los 18 meses expresó: "yo nena, yo princesa", y esto
significó tantísimo más que una frase disparadora. Luana no reconocía a esas princesas
que admiraba en su propio cuerpo, en la ropa que le obligaban a llevar, en los juguetes
que le estaban permitidos y, así y todo, ella se sentía representada por estas princesas,
deseaba ser como ellas y no entendía por qué nuestra sociedad no se lo permitía. De a
poco, con algunos años más, pudo empezar a comprender esos por qués que resonaban
en su cabeza, sobre todo cuando empezó a vivir las dificultades5 y percibió su genitalidad
y la comparó con otras nenas del jardín, con sus muñecas. Pero esta mariposa encontró
cómo burlar el sistema y se identificó con la Sirenita porque ésta princesa no tiene
genitalidad, sino una cola de pez, un ‘no sabe, no contesta’, una feliz ambigüedad.
Las analogías y diferencias entre la historia que representa Ludovic y la historia de
vida de Luana podrían continuar por varias páginas más; estos seres humanos muestran
y cargan en sus pequeños cuerpos las marcas que las instituciones despliegan sobre
nosotros, "todas esas instancias realizan una pedagogía, hacen un investimento que,
frecuentemente, parece de forma articulada, reiterando identidades y prácticas
hegemónicas en cuanto subordina, niega o rechaza otras identidades y prácticas.” (Lopes
Louro, 1999: 10). Pero lo importante a rescatar es que, tanto Luana como Ludovic, son
historias posibles y verosímiles, son historias cargadas de amor que nos recuerdan la
lucha por la Identidad propia y el placer de conseguir aquello que nos proponemos.

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Como, por ejemplo, en un acto escolar verse obligada a disfrazarse de mono por su portación de pene,
mientras que sus compañeras se disfrazaban de bellas bailarinas.
REFLEXIONES FINALES: ¡A VOLAR!

“Toda posición de deseo contra la opresión


por muy local y minúscula que sea
termina por cuestionar el conjunto del sistema capitalista
y contribuye a abrir una fuga”
Félix Guattari

La transexualidad es un proceso de búsqueda con aristas incómodas, felices y


apasionantes, y esta permanente búsqueda tiene que ver con, justamente, no adaptarse a
las clasificaciones que este aquí y ahora nos impone, se relaciona con la búsqueda de un
cuerpo habitable en una vida que no parece serlo si unx no se amolda a lo que el sistema
presenta como 'normal'.
El deseo que expresa Gabriela Mansilla en esa primera frase que da comienzo a
este análisis no podría ser más claro, es un deseo que resuena alto y franco, porque
habla de sujetos que, en un proceso sin fin, buscan reafirmarse en su propia experiencia
de género, en su propio deseo, en su cuerpo propio:

"los sujetos están implicados y son participantes activos de la


construcción de sus identidades. Si múltiples instancias sociales, entre
ellas la escuela, ejercitan una pedagogía de la sexualidad y del género y
colocan en acción varias tecnologías de gobierno, esos procesos
prosiguen y se complementan a través de tecnologías de autogobierno y
autodisciplinamiento que los sujetos ejercen sobre sí mismos." (Lopes
Louro, 1999: 11)

Aquí radica la resistencia, ese devenir que se permitieron vivir Luana y Ludovic,
realidad y representación, en un mismo grito libertario. Tal como exclamó Luana, al
conocer de la existencia de otras niñas trans: “¡Las vaginas a la basura, los penecitos a
ser libres! {…} ¡Todas las nenas con penecito!” (Mansilla, 2014: 204) O, como gritó
Ludovic, pese a tener todas las condiciones objetivas en su contra, “¡Yo seré una nena!”
Despliegan sus alas las mariposas, llenas de colores diversos y simétricos, tal
como estas dos historias, una reflejo de la otra, se deslizan por un tiempo y espacio que
se abre incierto y desafiante.
BIBLIOGRAFÍA

BOURDIEU, Pierre (2000). “La eternización de lo arbitrario” en La Dominación Masculina.


Barcelona: Anagrama.
CONNEL, Robert (1997): “La organización social de la masculinidad” en Valdés, Teresa y
Olavaria, José (edc.) Masculinidades: poder y crisis. FLACSO: Ediciones de las mujeres
n°24
LOPES LOURO, Guacira (1999) El cuerpo sexuado. Pedagogías de la sexualidad. Belo
horizonte: Autentica.
MANSILLA, Gabriela (2014). Yo nena, yo princesa. Buenos Aires: Universidad Nacional
de Sarmiento
MORGADE, Graciela; BAEZ, Jesica; ZATTARA, Susana; DÍAZ VILLA, Gabi. (2011).
“Pedagogías, teorías de género y tradiciones en ‘educación sexual’” en Morgade (comp.)
Toda Educación es Sexual. Buenos Aires: La Crujía.

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