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DEL TEXTO
A LA ACCIÓN
Ensayos de hermenéutica II
ISBN 950-557-365-0
/. ¿Qué es un ; ?xto?
Llamamos texto a todo discurso fijado por i escritura. Según esta defini-
ción, la fijación por la escritura es constitutiva «leí texto mismo. Pero, ¿qué es
lo que fija la escritura? Dijimos: todo discuiso. ¿Significa esto que el discurso
primero debió ser pronunciado física o mentalmente?, ¿que toda escritura
fue primero, al menos potencialmente, un habla? En síntesis, ¿qué se debe
pensar de la relación del texto con el habla?
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128 DE LOS TEXTOS A LA ACCIÓN
Por cierto, existe la tentación de decir que toda escritura se agrega a al-
gún habla anterior. En efecto, si se entiende por habla, con Ferdinand de
Saussure, la realización de la lengua en un acontecimiento discursivo, la pro-
ducción de un discurso singular por un hablante singular, entonces cada tex-
to se halla en relación con la lengua en la misma posición de realización que
el habla. Además, como institución, la escritura es posterior al habla: estaría
destinada a fijar mediante un grafismo lineal todas las articulaciones que ya
han aparecido en la oralidad. La atención casi exclusiva dada a las escrituras
fonéticas parece confirmar que la escritura no agrega nada al fenómeno del
habla, a no ser la fijación que permite conservarla; de allí la convicción de
que la escritura es un habla fijada, de que la inscripción, sea grafismo o re-
gistro, es inscripción de habla, inscripción que asegura al habla su duración
gracias al carácter de la imagen.
La anterioridad psicológica y sociológica del habla respecto de la escritu-
ra no está en cuestión. Pero cabe preguntarse si la aparición tardía de la es-
critura no provocó un cambio radical en la relación que mantenemos con
los enunciados mismos de nuestro discurso. Volvamos, en efecto, a nuestra
definición: el texto es un discurso fijado por la escritura. Lo que fija la escri-
tura es, pues, un discurso que se habría podido decir, es cierto, pero que pre-
cisamente se escribe porque no se lo dice. La fijación por la escritura se pro-
duce en el lugar mismo del habla, es decir, en el lugar donde el habla habría
podido aparecer. Nos podemos preguntar entonces si el texto no es verdade-
ramente texto cuando no se limita a transcribir un habla anterior, sino cuan-
do inscribe directamente en la letra lo que quiere decir el discurso.
Lo que podría dar peso a esta idea de una relación directa entre querer
decir del enunciado y la escritura, es la función de la lectura respecto de la
escritura. En efecto, la escritura reclama la lectura según una relación que,
dentro de poco, nos permitirá introducir el concepto de interpretación. Por
ahora, digamos que el lector tiene el lugar del interlocutor, como simétrica-
mente la escritura tiene el lugar de la locución y del hablante. En efecto, la
relación escribir-leer no es un caso particular de la relación hablar-responder.
No es ni una relación de interlocución ni un caso de diálogo. No basta con
decir que la lectura es un diálogo con el autor a través de su obra; hay que de-
cir que la relación del lector con el libro es de índole totalmente distinta. El
diálogo es un intercambio de preguntas y respuestas, no hay intercambio de
este tipo entre el escritor y el lector; el escritor no responde al lector; el libro
separa más bien en dos vertientes el acto de escribir y el acto de leer que no
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