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Capítulo 3. '---a, í i - . H ^.-yJ::v .

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La fragmentación del mapa político del
mundo
"El mundo más conveniente para los gigantes multinacionales es un mundo poblado por Estados enanos
o sin ningún Estado" (Eric Hobsbawm: Historia del siglo XX).
"Poder es potestad, poderío, prepotencia, preponderancia, dominio, mando, privilegio, pero sobre todo
superioridad; todo poder es una conspiración permanente contra el débil" (Joaquín Estefanía: El poder en el
mundo)
"Cada vez son más, hoy en día, las regiones del mundo que están en vías de desintegrarse. De este
modo, países enteros desaparecen de la Historia. Como barcos fantasmas, se pierden en la noche. En África,
sobre todo, Somalia, Sierra Leona, Guinea-Bissau, así como otros muchos países en vías de desintegración
son ya meras grafías sobre un mapa geográfico. Estos países han dejado de existir como sociedades nacio-
nales organizadas" (Jean Ziegler: Los nuevos amos del mundo).
"En los últimos años, el narcotráfico tiene rutas precisas. La coca sale de Sudamérica, llega a España y
allí, o bien es recogida directamente, o bien enviada a Albania por vía terrestre. La heroína, en cambio, sale
de Afganistán y se dirige a Bulgaria, Kosovo o Albania. El hachís y la marihuana salen del Magreb y pasan
por las manos de turcos y albaneses en el Mediterráneo..." (Roberto Saviano: Gomorra).
3.1. ¿MENOS E S T A D O VS. MÁS E S T A D O S ? : E L M O S A I C O
POLÍTICO M U N D I A L E N L A POSGUERRA FRÍA
En la última década del siglo XX, el mundo asistió a la consolidación de una
aparente paradoja, que tuvo al Estado como protagonista destacado y centro de
un encendido debate.
Proclamada la victoria del sistema capitalista sobre el intento de construc-
ción de u n modelo alternativo y liberado de las restricciones que suponía la
pluralidad ideológica característica del periodo de Guerra Fría, el pensamiento
neoliberal encontró u n ambiente propicio para su expansión y difusión, hasta
constituirse en lo que llegó a calificarse de pensamiento único (Estefanía, 1997).
En palabras de Ramonet, se trató de "la traducción en términos ideológicos, con
pretensión universal, de los intereses de u n conjunto de fuerzas económicas,
en particular las del capital internacional", que defendía u n axioma básico: "lo
económico prima sobre lo político" (Ramonet, 1995).
Su mejor reflejo práctico fue el denominado Consenso de Washington, un conjun-
to de acuerdos informales entre instituciones internacionales, gobiernos, grandes
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grupos económicos y financieros, que marcaron en buena medida la agenda global


en la última década del siglo y que tuvieron al Foro Económico Mundial, celebrado
anualmente en Davos (Suiza), como su mejor expresión. E l eslogan "menos Estado,
más mercado" se convirtió en una buena síntesis, pese a su reduccionismo, de todo
un conjunto de propuestas destinadas a lograr una menor intervención del sector
público, con objeto de avanzar en una progresiva desregulación y liberalización de
todos los mercados (de capital, trabajo, bienes y servicios, suelo, etc.), junto a una
paralela desaparición de todo tipo de fronteras, si bien manteniendo en este apar-
tado algunas restricciones para el caso de los movimientos migratorios.
Los principios rectores de ese supuesto nuevo mundo sin fronteras iborder-
less world) descrito por Ohmae (1990), han sido resumidos por Ziegler (2004:
62-63) en el siguiente decálogo:
1. Liberalización rápida y completa de los mercados financieros
2. Desmantelamiento del sector público y privatización de todos los secto-
res de la economía, incluidos los servicios sociales
3. Desregulación que garantice la libre competencia en los mercados
4. Eliminación progresiva de todos los aranceles aduaneros y cualquier for-
ma de proteccionismo
V , 5. Apoyo al desarrollo de los sectores exportadores sobre aquellos que pro-
>' veen de bienes y servicios a la población del propio país, para aumentar
los ingresos en divisas
6. Igualdad de trato a la inversión autóctona o procedente del exterior, para
atraer al capital extranjero
7. Mayor protección a la propiedad privada
8. Reducción del gasto público para lograr la eliminación del déficit presu-
puestario, salvo en infraestructuras
9. E n los países deudores del Tercer Mundo, reforma fiscal que disminuya
la carga tributaria de las rentas altas para incentivar la inversión, al
, tiempo que se amplía la base de los contribuyentes
10. Supresión de todo tipo de subsidios y exenciones fiscales a productos de
primera necesidad o servicios básicos.
Se trató así de imponer u n programa consciente y deliberado para que el po-
der político y su máxima expresión, el Estado, abandonase algunas de sus fun-
ciones tradicionales, tanto en la provisión de bienes y servicios a los ciudadanos,
como en el control del sistema mediante el establecimiento de normas y reglas,
en favor de una mayor capacidad y libertad de actuación para las fuerzas eco-
nómicas (Bourdieu, 2001). Tal como afirmó Ernesto Sábato, "hace escasos años,
dos potencias se disputaban el mundo. Fracasado el comunismo, se difundió la
falacia de que la única alternativa era el neoliberalismo. E n realidad, es una
afirmación criminal, porque es como si en el mundo sólo hubiese lobos y corde-
ros y nos dijeran: libertad para todos y que los lobos se coman a los corderos"
(Sábato, 1999:119).
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medida la agenda global Aunque esta estrategia destinada a lograr una retirada del Estado se genera-
imico Mundial, celebrado lizó en buena parte del mundo, en el caso de los países necesitados de inversio-
]1 eslogan "menos Estado, nes exteriores para dinamizar sus economías y enfrentar sus problemas socia-
m reduccionismo, de todo les, el Banco Mundial y, sobre todo, el Fondo Monetario Internacional actuaron
)r intervención del sector como brazo armado con capacidad para imponer esos postulados, al exigir el so-
ilación y liberalización de metimiento a tales reglas como condición previa a cualquier negociación. Como
5, suelo, etc.), junto a una señaló Stiglitz (2002: 67), "con demasiada frecuencia, el enfoque del Fondo hacia
anteniendo en este apar- los países en desarrollo fue similar al de u n mandatario colonial".
as migratorios. El efecto de ese verdadero tsunami neoliberal, que durante algún tiempo sólo
do sin fronteras {border- encontró una tímida respuesta dentro de las filas socialdemócratas, se sumó al
nidos por Ziegler (2004: de otros procesos coincidentes en el tiempo y convergentes en propiciar lo que
se entendió como una crisis del Estado-nación, que Ohmae (1995) llegó a consi-
»s financieros derar como u n modelo agotado, mientras Bell (1987), de forma bastante gráfica,
ación de todos los secto- afirmaba que resultaba ya demasiado pequeño para solucionar los grandes pro-
3S
blemas y demasiado grande para enfrentar los pequeños.
a en los mercados
a) El discurso sobre la crisis del Estado
luaneros y cualquier fiar-
Con el trasfondo impuesto por el pensamiento neoliberal y la acción explí-
sobre aquellos que pro-
cita de determinados organismos internacionales, esa tesis sobre la crisis del
pio país, para aumentar Estado fundamentó una nueva narrativa en lo que se calificó como u n proceso
de deconstrucción de la institución estatal (Nogué y Vicente, 2001: 72). Esa pers-
edente del exterior, para pectiva basó sus interpretaciones en la progresiva cesión de soberanía, tanto
hacia instancias superiores como inferiores, por influencia de los cuatro tipos de
factores que sintetiza la figura 3.1.
nación del déficit presu-
Figura 3.1. Crisis del Estado: principales factores explicativos.
na fiscal que disminuya
:entivar l a inversión, a l PENSAMIENTO NEOLIBERAL
(Consenso de Washington)
ites
!S fiscales a productos de Nuevos actores
emergentes en la
globalización
eliberado para que el pó-
nase algunas de sus f u n -
Creación de CRISIS Resurgir
írvicios a los ciudadanos, entidades de los
ento de normas y reglas, políticas
DEL
nacionalismos
supraestatales ESTADO identitarios
ion para las fuerzas eco-
bato, "hace escasos años,
Procesos de
)munismo, se difundió la descentralización
mo. En realidad, es una política
lo hubiese lobos y corde- INSTITUCIONES INTERNACIONALES
( F M I , Banco Mundial, G A T T / O M C . )
3e coman a los corderos"
Fuente: Elaboración propia.
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En primer lugar, debe señalarse la creciente influencia ejercida por actores


no estatales vinculados al proceso de globalización, ya analizada en páginas
anteriores y sobre la que no se insiste, que incluye tanto la acción de grupos fi-
nancieros y empresariales, junto a la de diversos tipos de redes transnacionales
con poder y capacidad de negociación suficientes como para promover nuevas
formas de gobernanza en colaboración con los Estados, pero también para poner
en cuestión su tradicional hegemonía en diversos ámbitos de las relaciones in-
ternacionales. E n ese sentido, en los últimos tiempos se hicieron cada vez más
frecuentes situaciones que ponen en evidencia esa pérdida de control estatal
(Sassen, 1996), de las que la crisis del sistema financiero internacional desatada
en 2008 es la última y más destacada muestra. . >;, ; r>>
U n segundo factor fue la aparición de u n creciente número de instituciones
supraestatales, que sólo en los años 90 superaron a las surgidas en las cuatro dé-
cadas anteriores, con la consiguiente cesión de ciertas competencias y decisiones
a instancias multilaterales, que pueden poner a veces en cuestión la autonomía
de los Estados miembros. Algunas de las constituidas en torno a los años finales
de la Guerra Fría (APEC, 1989; MERCOSUR, 1991; Tratado de Libre Comercio
de América del Norte, 1994), junto a los foros de grandes potencias y potencias
emergentes que se han consolidado en estos años (G-8, G-20) son su mejor expo-
nente, pero en ningún caso alcanzan el significado que para la supraestatalidad
tiene el proceso de integración europea.
En este caso, la creación de la Unión Europea por el Tratado de Maastricht
(1992), que extendió los objetivos iniciales de la CEE para incluir una creciente
integración política, supuso también una autolimitación de la soberanía de sus
Estados, al aumentar de forma progresiva los ámbitos que pasaron a ser com-
petencia directa de las instituciones de la Unión, a partir de decisiones tomadas
de forma mayoritaria y sin posibilidad de veto. Sin duda los objetivos de mayor
competitividad económica o creación de una moneda única siguieron primando
sobre los de cohesión social o reequilibrio territorial, manteniendo una política
exterior y de defensa débil y, en ocasiones, contradictoria entre sus miembros,
pero eso no impide afirmar que la Unión Europea afianzó en esos años su po-
sición como actor geopolítico. La ampliación progresiva de sus fronteras, para
incorporar incluso a países antes pertenecientes al COMECON y al Pacto de
Varsouia, hizo cada vez más complejas esas decisiones de carácter supraestatal,
pero pese a las sucesivas detenciones del proceso y a la dificultad para aprobar
un Tratado Constitucional, la integración ha continuado (Judt, 2005).
En u n plano complementario, el cuestionamiento progresivo de algunos prin-
cipios del derecho internacional que parecieron inmutables durante siglos a par-
t i r de nuevos conceptos como los del intervencionismo humanitario, que reivin-
dica el derecho de injerencia en los asuntos internos de otros países, o el intento
de crear u n derecho penal internacional efectivo en casos como el de los críme-
nes de guerra o el genocidio, también supusieron el establecimiento de límites
a la soberanía estatal que han suscitado fuertes controversias. E l sometimiento
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de algunas de esas intervenciones a los intereses de las grandes potencias, fren-
te a la inhibición en otras situaciones de flagrante atentado contra los derechos
humanos, supone una evidente discrecionalidad en el uso de un principio que,
en cualquier caso, supone una novedad reciente (Taibo, 1999: 123-131).
Un tercer factor que en algunos lugares ha venido a cuestionar el mapa político
heredado se asocia al rebrote del pensamiento nacionalista y de los movimientos
identitarios, que en algunos casos han sido promovidos desde el propio Estado,
pero en otros han supuesto su rechazo y el recurso al principio de autodetermi-
nación para fundamentar en él la concesión de nuevas soberanías. Dos tipos de
factores de impulso parecen haber sido los detonantes de esos procesos de cons-
trucción de naciones a costa de la fragmentación de Estados preexistentes.
Tal como plantearon Barnet y Cavanagh a mediados de la pasada década
(1994: 22), "el conflicto político fundamental en las primeras décadas del nuevo
siglo no será entre estados o bloques comerciales, sino entre las fuerzas de la
globalización y aquellas otras que, sustentadas territorialmente y en defensa de
la supervivencia local, desean conservar y redefinir sus comunidades". En t a l
sentido, las tendencias homogeneizadoras impuestas por el proceso de globali-
zación neoliberal se enfrentaron a una creciente resistencia en algunas regiones
donde, a partir de criterios étnicos, culturales o religiosos, pretendieron funda-
mentarse nuevas entidades políticas, con demandas territoriales específicas.
Al mismo tiempo, la crisis interna de determinados Estados, ante su manifies-
ta incapacidad para cumplir las funciones que justifican su existencia (seguridad
interior, defensa exterior, provisión de infraestructuras y servicios básicos, promo-
ción económica, etc.), están en el origen de otras reivindicaciones que se tiñeron,
a menudo, de un tinte nacionalista de carácter periférico y contestatario. La rup-
tura de los pactos que estuvieron en el origen de algunos Estados plurinacionales
surgidos en las primeras décadas del siglo XX, desde la URSS a Yugoslavia o
Checoslovaquia, acabó acelerando también su fragmentación, impulsada a menu-
do por élites políticas, económicas e intelectuales, que utilizaron la multiforme y
difusa ideología nacionalista como fundamento de sus pretensiones, zanjando así
"un asunto pendiente que databa de 1918-1921" (Hobsbawm, 1992,176). .
Por último, en u n ambiente progresivamente crítico con el Estado unitario y
centralizado, tuvo lugar una difusión de opiniones favorables a la descentrali-
zación del poder político, orientada a repartir sus funciones y recursos de forma
más equilibrada entre distintos niveles de gobierno. E n el apoyo a la construc-
ción de ese tipo de Estados con u n poder más distribuido, se sumaron argumen-
tos que defendían su mayor eficiencia, con aquellos otros que destacaban sus
ventajas en el plano de la equidad, o en la aproximación a formas de democracia
más directas y participativas.
En el primer aspecto, los defensores de la descentralización destacaron la cre-
ciente especialización y diferenciación de los territorios, con la consiguiente nece-
sidad de diversificar también las políticas públicas, lo que en principio resultaría
más factible por parte de gobiernos regionales y locales, tal como se planteó desde
138 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

el llamado nuevo regionalismo (Boisier, 1988; Keating, 1998). A l mismo tiempo,


otorgar una mayor cuota de poder a territorios periféricos dentro del Estado, do-
tándoles de mayores recursos financieros y capacidad de decisión, también se con-
sideró una estrategia más adecuada que las fracasadas políticas de reequilibrio
gestionadas desde los gobiernos centrales. Finalmente, la tesis de los gobiernos de
proximidad y del principio de subsidiariedad planteó una supuesta asociación en-
tre la descentralización político-administrativa y una mayor participación ciuda-
dana. Tal como afirmó Borja (1987), "la descentralización político-administrativa
es el medio adecuado para promover la socialización política de las clases popu-
lares y el desarrollo de las libertades individuales, así como las transformaciones
socioeconómicas de tendencia igualitaria... La descentralización hoy parece con-
sustancial con la democracia, con el proceso de democratización del Estado".
Ese tipo de argumentación se enfrentó a las críticas de quienes valoraron de
forma negativa la fragmentación y pérdida de capacidad negociadora de unos
Estados más débiles, consideraron los beneficios del desarrollo descentralizado
una nueva mitología y alertaron sobre los riesgos de una menor solidaridad
interterritorial (Hadjimichalis y Papamichos, 1990). E n cualquier caso, el pro-
ceso de evolución hacia u n Estado multinivel y hacia formas de gobernanza
más participativas y concertadas entre actores públicos y privados, cuestionó
las visiones estadocéntricas predominantes en los estudios geopolíticos hasta
ese momento (Romero, 2009).
No obstante, al tiempo que el debate sobre la posible crisis del Estado mo-
derno aumentaba en intensidad, sobre todo en los foros académicos, el mundo
conoció una nueva fase de aumento en la natalidad estatal, hasta alcanzar un
número desconocido en la historia contemporánea. > ¡i.

b) La proliferación de Estados a finales del siglo XX


El comienzo de la posguerra fría estuvo también marcado por u n nuevo perio-
do de transformación del mapa político del mundo, ante el surgimiento de más de
una veintena de nuevos Estados independientes y soberanos. Si en el transcurso
del siglo XX tuvo lugar el desmantelamiento de los imperios y, con ello, el naci-
miento de más de u n centenar de Estados poscoloniales, esta nueva fase de frag-
mentación política vino a justificar plenamente su identificación como "el siglo
del triunfo del Estado", aplicado por Lorot y Thual (1997:81), hasta alcanzarse un
volumen total próximo a los dos centenares, desconocido hasta ese momento.
Pese a la existencia de ciertos procesos de integración ya señalados, o la re-
unificación de Yemen y Alemania en 1990, en la última década de la centuria
las fuerzas centrífugas dominaron netamente sobre las de carácter centrípeto,
tal como suele ocurrir en los periodos de transición hacia u n nuevo orden geopo-
lítico, contribuyendo así a aumentar la propia complejidad de las relaciones in-
ternacionales. Si utilizamos, tal como propone Boniface (2001: 139), una especie
de tasa de natalidad estatal para medir ese fenómeno, mientras en la primera
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mitad del siglo se produjo el nacimiento anual de 1,2 Estados soberanos en pro-
medio, entre 1950-1990 esa cifra aumentó a 2,2 Estados, para alcanzar los 3,1
entre 1990-2000.
Aunque en la década siguiente el proceso pareció detenerse, como reflejo de
la propia consolidación del orden geopolítico, aún se mantienen en la actualidad
numerosas situaciones en donde los movimientos de secesión, que en ocasio-
nes cuentan con el reconocimiento de una parte de la comunidad internacional,
plantean el nacimiento de nuevos Estados soberanos. Casos como los de Kosovo,
Transnistria, Abjasia, Osetia, Chechenia, Somaliland o Aceh, entre otros, se si-
túan en esa difusa frontera que conduce a la independencia, más viable dentro
de Estados en crisis que en aquellos más consolidados. En tiempos propicios
para la metáfora, el aumento de las teselas que componen el mosaico mundial
como resultado de esa creciente fragmentación, junto a la paralela multiplica-
ción de las llamadas zonas grises, enfrentadas a crisis duraderas y sin apenas
presencia efectiva y control del Estado (Rufin, 1992), justificó el supuesto y dis-
cutible retorno a una "nueva Edad Media" imaginado por Mine (1994), uno de
cuyos rasgos sería el regreso a u n mundo de microestados, contrapuesto a la era
de los imperios dominante al finalizar el siglo anterior. Si los procesos de desre-
gulación y, al tiempo, de fragmentación política no pueden considerarse vincu-
lados por una relación de causa-efecto demostrable, de lo que no parece caber
ninguna duda es de que son procesos que se refuerzan mutuamente y ayudan
a caracterizar este nuevo orden, que incluye en su fisonomía externa muchos
elementos de desorden.
Un buen ejemplo de esa multiplicación de entidades políticas, con la consi-
guiente aparición de nuevas fronteras, puede ser la evolución de Estados miem-
bros de Naciones Unidas. Si en 1990 eran u n total de 159, en 1992 se situaron
ya en 179, se llegó a 189 al finalizar el siglo y desde 2006, con la entrada de
Montenegro tras su separación de Serbia, se alcanzó la cifra de 192 actualmente
vigente. U n dato relevante a este respecto es el que señala que dos tercios de los
Estados soberanos reconocidos al finalizar el siglo XX no existían a mediados del
mismo, argumento que permitió a Thual (2002: 27) hablar de cierta tendencia a
la fractalidad geopolítica.
A diferencia de las décadas centrales del siglo, en que los procesos des-
colonizadores afectaron a diversos continentes, ahora la mayoría de nuevos
Estados se caracterizaron por una localización concentrada. Aunque en esos
años se produjo la independencia de Eritrea respecto a Etiopía, o de algunos
archipiélagos de Oceanía (Islas Marshall, 1990; Estados Federados de Micro-
nesia, 1990; Palaos, 1994; Timor oriental, 2002), calificados en ocasiones como
nanoestados, que cumplen con el calificativo otorgado por Selwyn (1978) de
"pequeños, pobres y remotos", la gran mayoría fue resultado del proceso de
desintegración de la Unión Soviética y, complementariamente, de dos Esta-
dos europeos surgidos tras el Tratado de Versalles (1918), como Yugoslavia y
Checoslovaquia. De este modo, en una perspectiva espacio-temporal amplia, el
140 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

proceso de proliferación estatal ha seguido ciertas pautas, t a l como refleja la


tabla 3.1.

Tabla 3.1. Independencia de Estados en los siglos XIX y XX según regiones del mundo.

BBGiOmS mi MUNDO
AAOS ÁMÉ/OCÁ Eimm AStA AJmCA OCEANÍA
1808 Iberoamérica Balcanes
Báltico

1918 Europa C « m f i l
yOríantal ^

1948 Ctrtti* Próximo CManlB Norte Africa Ocoanla


OotfoPéftico Africa (Polines».
Atia Sur y SE. Sutoahariana Melanesia)

1990 Ex-Yugo^ivit
EX'Ch^eoslovaqtita (Melanesia,
--. .....
Ex-ilntánSovMtlca Micronosiaí

Fuente: Elaboración propia.

En el caso de la Unión Soviética, el movimiento de desintegración se inició en


las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, surgidas a l flnalizar la
Primera Guerra Mundial con el apoyo de las potencias vencedoras, que crearon
un cinturón de Estados-tapón en el llamado Intermarium, como estrategia de
contención de la naciente Unión Soviética y para l i m i t a r el acceso de Alemania
al Báltico. En ese mismo momento también surgieron como Estados, tanto Che-
coslovaquia como Yugoslavia. Pese a los argumentos nacionalistas que preten-
dieron justiñcarlos, el verdadero sentido de su creación quedó de manifiesto en
su heterogeneidad interna. Así, el primero integró dentro de sus fronteras las
regiones checas de Bohemia y Moravia, la Eslovaquia de influencia húngara,
junto con Rutenia o Ucrania subcarpática, anexionada por la URSS en 1945. En
el caso yugoslavo, pese a su justificación como Estado para los eslavos del sur, en
él se integraron tanto Eslovenia y Croacia, con poblaciones católicas de tradicio-
nal infiuencia austríaca, como Serbia, Montenegro y Macedonia, con mayoría de
eslavos ortodoxos, junto a Bosnia, con mayoría eslava pero de religión musulma-
na, y el enclave albanés de Kosovo, incorporado a Serbia en 1912. -
Esta construcción política fue la que se derrumbó, de modo pacífico en unos
casos y violento en otros, en 1991, con la consiguiente aparición de varios miles
de kilómetros de líneas fronterizas. E n una viñeta aparecida en The Buffalo
News en ese momento, se ironizó de forma muy expresiva sobre el vuelco que
suponía en la percepción del mapa geopolítico: de una Europa dividida frente a
una supuesta amenaza del imperio soviético, a una Europa unida, contrapuesta
a un mundo post-soviético en desintegración (figura 3.2).
.LE E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 141
atas, t a l como refleja l a Figura 3.2. La fragmentación del mapa geopolítico en la era post-soviética.
in regiones del mundo.
AfímA OCEANÍA
Norte Africa Ocoifita
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acionalistas que preten-
1 quedó de manifiesto en La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se constituyó como un Es-
itro de sus fronteras las tado multinacional, que heredó el imperio zarista e, incluso, lo amplió por el
i de influencia húngara, oeste tras la Segunda Guerra Mundial, recuperando en parte territorios per-
por la URSS en 1945. E n didos tras l a primera. Pese a l centralismo impuesto desde Moscú, se definió
ara los eslavos del sur, en una estructura federal que establecía diferentes estatus para los pueblos inte-
nes católicas de tradicio- grados en el antiguo imperio, según su grado de desarrollo social y conciencia
acedonia, con mayoría de nacional, con u n total de 15 repúblicas federales, junto a u n elevado número
ero de religión musulma- de repúblicas autónomas (20), además de ocho regiones (oblast) y diez t e r r i -
ia en 1912. torios autónomos (okrust) para grupos étnicos específicos y poco numerosos,
le modo pacífico en unos especialmente en Siberia. Esa división político-administrativa tenía su reflejo
aparición de varios miles en el hecho de que cada una elegía sus propios delegados para el Soviet de las
parecida en The Buffalo Nacionalidades, una de las dos cámaras que constituían el Soviet Supremo de
isiva sobre el vuelco que la Unión. Si bien durante el periodo estalinista sus límites variaron para faci-
Europa dividida frente a litar el control de esos grupos mediante su fragmentación, con posterioridad el
ropa unida, contrapuesta mapa se estabilizó hasta dar origen a la consolidación de burocracias propias.
2).
142 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

dependientes del poder central, pero capaces de articular sus propias redes de
poder locales.
Esas diferentes nacionalidades tenían u n pasado político diverso, pues mien-
tras armenios, georgianos o bálticos conocieron la independencia política en pe-
riodos breves, en los restantes casos eso no había ocurrido. Pero con la profundi-
zación de la crisis económica y social, acentuada en la década de los ochenta, y las
posibilidades de expresión que permitió la perestroika, se produjo el surgimiento
(sólo en unos pocos casos re-surgimiento) de fuerzas nacionalistas centrífugas,
casi siempre lideradas por antiguos cuadros del Partido Comunista, que basaron
su influencia en la protesta por lo que consideraban abandono del gobierno cen-
tral y la reivindicación del control de sus recursos naturales, principalmente. En
el caso de las repúblicas del antiguo Turquestán ruso, en Asia Central, el malestar
fue también utilizado por incipientes movimientos islamistas, que tras la inter-
vención en Afganistán consideraron al poder soviético como enemigo del Islam. El
proceso de descomposición llegó a su fase final cuando a los anteriores se sumó un
nacionalismo central, con el resurgimiento de la madre Rusia y el cuestionamien-
to de la URSS que hizo el presidente de esa república, Boris Yeltsin. Ese naciona-
lismo ruso integró "todas las pulsiones propias de los nacionalismos: identificacio-
nes etnocéntricas y discursos cívicos, versiones radicales y moderadas, peculiares
relaciones con modernizaciones y descolonizaciones, intereses propios de unas u
otras élites, discursos compensatorios..." (Taibo, 2000: 208).
Tras la autoproclamada secesión de los Estados Bálticos en agosto de 1991 y
la creación de una difusa Comunidad de Estados Independientes que reunía a
las restantes 12 repúblicas, la desaparición oficial de la Unión Soviética en di-
ciembre de ese año supuso el nacimiento de 15 Estados soberanos, apadrinados
en unos casos por las potencias occidentales y bajo una permanente influencia
rusa en otros. Con una estructura socieconómica en plena mutación y sin tra-
dición de autogobierno, iniciaron una dura y compleja transición, acompañada
de ciertos conflictos armados internos, sobre todo en el Caucase y en algún otro
caso como el de Tayikistán, "teatro de una guerra desarrollada en u n frente in-
visible" (Marcu, 2007: 148).
En el caso de Yugoslavia, la artificialidad de u n Estado construido en gran
parte a base de fragmentos de imperios (austrohúngaro y otomano) sólo permitió
su estabilización tras la Segunda Guerra Mundial, con el estatus de neutralidad
logrado por Tito y la construcción de u n Estado federal constituido por seis re-
públicas, en su mayoría bastante homogéneas desde el punto de vista étnico-cul-
tural (Serbia, Croacia, Eslovenia, Montenegro y Macedonia), aunque desiguales
en términos socioeconómicos por su diverso nivel de industrialización, junto a
una central, Bosnia-Herzegovina, de mayor diversidad interna pero en la que
convivieron de forma pacífica durante décadas eslavos de diferentes creencias y
orígenes. Las regiones autónomas de Kosovo y Voivodina, dentro de la república
serbia, habitadas por minorías de origen albanés y húngaro respectivamente,
completaban el mapa político del país
XLE E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 143
llar sus propias redes de La desaparición de Tito y la crisis del modelo socialista autogestionario,
tanto en el plano político como económico (el P I B cayó u n 30% en los años
lítico diverso, pues mien- ochenta), j u n t o al final de la Guerra Fría y de su estatus de país neutral entre
pendencia política en pe- la OTAN y el Pacto de Varsovia, dieron alas a la reaparición de movimientos
ido. Pero con la profundi- nacionalistas radicales, que cuestionaron frontalmente la situación heredada
icada de los ochenta, y las y alentaron de nuevo u n enfrentamiento serbo-croata que había resultado
30 produjo el surgimiento sangriento en los años cuarenta. E l apoyo alemán y la aquiescencia occidental
lacionalistas centrífugas. a la proclamación de independencia de Croacia y Eslovenia, en junio de 1991,
Comunista, que basaron dio vía libre a una guerra con Serbia que en estos dos casos resultó breve y
andono del gobierno cen- se zanjó con la secesión, pero que concentró su devastación en la república de
rales, principalmente. E n Bosnia, allí donde la heterogeneidad y la mezcla cultural eran mayores, a l i -
Asia Central, el malestar mentando u n confiicto que permaneció activo hasta los acuerdos de Dayton,
mistas, que tras la inter- en 1995 (Reguera, 1993; Veiga, 1995; Woodward, 1995; Taibo, 1998; Flores ed.,
mo enemigo del Islam. E l 2002).
ios anteriores se sumó u n La violenta reactivación de los fantasmas balcánicos (Kaplan, 1993) hizo
lusia y el cuestionamien- surgir en ese periodo cinco nuevos Estados, que dibujaron u n mapa inédito en
oris Yeltsin. Ese naciona- términos históricos: Serbia-Montenegro, Croacia, Eslovenia, Macedonia y Bos-
ionalismos: identificacio- nia-Herzegovina. Pero la semilla del enfrentamiento civil y el apoyo externo
1 y moderadas, peculiares otorgado a ciertos etnonacionalismos (Connor, 1994), nunca satisfechos, que a
ereses propios de unas u partir de argumentos irredentistas o de opresión nacional promovieron nuevas
38). divisiones, saldadas con la separación de Montenegro respecto de Serbia (2006)
ticos en agosto de 1991 y y la declaración unilateral de independencia de Kosovo (2008), que en la actua-
pendientes que reunía a lidad reconoce una tercera parte de los Estados del mundo, entre ellos E E U U y
a Unión Soviética en d i - parte de la U E , no han logrado estabilizar u n área donde ese tipo de reivindica-
soberanos, apadrinados ciones no ha desaparecido.
1 permanente influencia En el caso de Checoslovaquia, otro Estado-tapón entre Alemania y la URSS
ena mutación y sin t r a - surgido en 1918, que hubo por ello de padecer desde su nacimiento las reivin-
transición, acompañada dicaciones alemanas (Sudetes) y rusas (Rutenia ucraniana), el proceso resultó
Cáucaso y en algún otro incruento. E n el seno de u n Estado federal constituido en 1968 (tras la revuelta
^•rollada en u n frente i n - antisoviética de la primavera de Praga), que en 1990 alcanzó la democracia
multipartidista tras la llamada revolución de terciopelo, las repúblicas checa y
tado construido en g r a n eslovaca llegaron a u n acuerdo pacífico de disociación que se materializó con el
y otomano) sólo permitió inicio de 1993, entre una República Checa, más occidentalizada y desarrollada,
il estatus de neutralidad frente a una República Eslovaca más atrasada y con mayor peso de las estruc-
constituido por seis r e - turas anteriores.
lunto de vista étnico-cul-
)nia), aunque desiguales
idustrialización, j u n t o a
3.2. C L A V E S I N T E R P R E T A T I V A S D E L A FRAGMENTACIÓN
interna pero en la que
le diferentes creencias y 'V o - - . i POLÍTICA :...c-.-v .,í,,
a, dentro de la república A la hora de considerar las causas de este proceso, debe cuestionarse la su-
ingaro respectivamente. puesta evolución hacia u n mundo sin fronteras que anuncian los paladines de
la globalización, puesto que integración y fragmentación no resultan tendencias
144 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

contradictorias, sino complementarias. Pero, más allá de esa constatación, caben


diferentes maneras de enfrentar u n intento de comprender las razones que lo
justifican.
Quienes entienden la evolución de los asuntos mundiales como una sucesión
de acontecimientos, promovidos por actores —individuales y colectivos— que
responden a valores, intereses u objetivos inmediatos, específicos en cada lugar
y tiempo, abordan la interpretación del cambio en el mapa político a partir de la
descripción de las circunstancias que se dieron en cada caso concreto y que in-
cidieron en esa proliferación estatal. E n ese sentido, sin duda en el surgimiento
de la República Checa, Croacia, Uzbekistán, Lituania, Eritrea o Timor oriental
existieron factores y circunstancias locales necesarios para entender las pecu-
liaridades del proceso seguido y el resultado alcanzado; pero aquí se mantiene
que también es posible encontrar claves y mecanismos de acción comunes a
todos los casos, que permiten identificar una cierta lógica de la deconstrucción
estatal. Dicho de otro modo, más allá del saber inmediato, muy apegado a la
información sobre el devenir de los acontecimientos y a las decisiones de ciertos
actores, puede plantearse una interpretación más refiexiva y preocupada por las
razones subyacentes en el marco de las dinámicas del sistema mundial, con el
riesgo de caer en generalizaciones excesivas.
Desde esa perspectiva, el surgimiento de cada generación de nuevos Estados
a lo largo del siglo XX, incluido su último decenio, se corresponde con la influen-
cia de diversos factores que parecen repetirse, aunque su influencia relativa
varíe en cada caso. Según Thual, que es uno de los autores que más ha estudiado
esos procesos, la fragmentación política del mundo contemporáneo resulta de
una combinación de "azar, necesidad, egoísmo e interés" (Thual, 2002: 22), que
es una manera original de identificar cuatro tipos de causas sobre las que —más
allá de la terminología utilizada— puede hacerse una reflexión más detallada,
que toma como base el esquema de la figura 3.3. Fuente: Elaboración propia.
Enlazando este planteamiento con las visiones excepcionalistas en el ám-
bito geopolítico y de las relaciones internacionales, u n primer factor a consi-
derar es, sin duda, la actuación de individuos y grupos concretos, que a partir
de condiciones históricas y geográficas específicas, desarrollan estrategias
adecuadas al logro de sus intereses, difíciles de someter a cualquier tipo de
generalización y, más aún, de prever, por lo que pueden englobarse bajo la
genérica denominación de azar. Como afirma Escohotado (1999: 12), "a dife-
rencia de nuestros ascendientes, ya no nos es posible separar lo ordenado de
lo caótico" y ese componente de aleatoriedad debe formar parte, por tanto, de
la propia explicación y no resultar algo ajeno a ella, pese a l a imposibilidad
de someterlo a cualquier tipo de regularidad. Así, por ejemplo, l a personali-
dad y la actuación de protagonistas que estuvieron en el origen de los nuevos
Estados como Boris Yeltsin, Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman, Radovan
Karadzic, Václav Havel, N u r s u l t a n Nazarbayev o Eduard Shevarnadze, entre
otros, puede ser u n elemento que ayude a entender una parte de las diferen-
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 145
cias que marcaron el acceso a la independencia en cada caso. Pero, junto con
éste, existen otros factores también internos al territorio y que están casi
siempre presentes. _ . . .
Figura 3.3. Factores de la fragmentación estatal (adaptado de F. Thual).
Fuente: Elaboración propia.
Por una parte, los procesos de independencia basaron su apoyo popular en
la existencia de sentimientos identitarios, de carácter nacionalista, en deter-
minados pueblos, que sirvieron de impulso a l a creación de u n Estado sobe-
rano al considerarlo el medio idóneo para satisfacer tales aspiraciones, reales
o supuestas, lo que permite entenderlo como una necesidad. A menudo ese
objetivo se entremezcla con el deseo de preservar unos niveles económicos o
de bienestar que se consideran amenazados y que no desean compartirse con
aquellos otros territorios integrados dentro del mismo Estado; o bien, en el
extremo opuesto, se alimenta de u n sentimiento de opresión o marginación
por parte de las regiones más prósperas del Estado, a las que se acusa de es-
quilmar en su beneficio los recursos propios; en ambos casos, el egoísmo suele
jugar u n papel destacado en la argumentación sobre la que se cimenta el afán
independentista. No obstante, pueden hacerse algunas matizaciones en rela-
ción con ambos tipos de factores.
146 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

En primer lugar, la existencia del sentimiento nacional y de u n sentido


de identidad, basado en raíces históricas, culturales (lingüísticas, religiosas,
institucionales...) o étnicas, y su traslación a la necesidad de autogobierno
—a veces apoyado en una independencia durante algún periodo anterior—, es
labor de los propios movimientos nacionalistas, lo que justifica que en algunos
de los nuevos Estados balcánicos, bálticos o caucásicos existiese, al menos,
desde el nacimiento de los nacionalismos contemporáneos en el siglo X I X (Ge-
llner, 1983; Hobsbawm, 1990; Nogué, 1991), mientras en otros casos, t a l como
ocurrió en buena parte del Asia Central, hubo de crearse de forma apresurada
en esos años. A l mismo tiempo, su activación hubo de esperar a la crisis de los
modelos políticos y socioeconómicos establecidos al inicio de la Guerra Fría,
para poder entonces movilizar a una población descontenta, que demandaba
nuevas soluciones. Tal como afirma Boniface, "una tendencia general parece
afectar al mundo: la carrera hacia el pequeño tamaño, con la esperanza de po-
der encontrar así, con mayor facilidad, el camino hacia la prosperidad econó-
mica", razón por la que "en la mayoría de casos, las raíces de las aspiraciones
secesionistas no residen en el deseo incontenible de libertad, sino más bien en
el convencimiento de que, frente a una situación económica que se degrada, la
prosperidad será más fácil de reencontrar en el seno de una pequeña entidad
que perdidos en la inmensidad de u n conjunto más vasto" (Boniface, 2001:
145).
Desde la perspectiva del control de los propios recursos y la preservación
de la prosperidad alcanzada, existen numerosos ejemplos recientes en los que
la separación encontró en la defensa de tales intereses una de sus principa-
les razones y los ejemplos de Eslovenia — l a república con mayor renta de
la antigua Yugoslavia— o de la República Checa frente a Eslovaquia suelen
ser ahora los más citados. E n todos esos casos, los egoísmos locales fueron
utilizados por aquellas élites que controlaban, o aspiraban a controlar, tales
recursos y tuvieron inñuencia sobre la opinión pública para impulsar el inde-
pendentismo.
Pero en u n sistema mundial cada vez más interconectado, interpretar la ten-
dencia hacia la proliferación estatal como simple reflejo de las condiciones in-
ternas existentes en ciertos lugares parece notoriamente insuficiente si no se
integra en u n contexto internacional que impulsa, permite, desanima o, incluso,
llega a impedir los procesos de independencia. E n t a l sentido, el interés de las
grandes potencias, ya sea económico, político o geoestratégico, junto al de otros
actores no estatales como son los grandes grupos económicos, es u n factor esen-
cial para interpretar lo ocurrido. ' ^.r. - - - , : - ^ . - ^ : . ' - r -l -.^ r^:;:..,,.
Puede afirmarse así que, frente a las antiguas estrategias coloniales de
ocupación, control y administración directa de los territorios, en la actualidad
la producción de Estados débiles y con escasa capacidad de negociación resulta
una forma eficaz de establecer relaciones neocoloniales de dependencia que no
atentan contra la existencia de soberanías formales, difíciles de ejercer de for-
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 147
ma efectiva en bastantes casos. Sin afirmar que ésta sea una razón válida en
todos los casos, su presencia parece evidente en bastantes de ellos y la presen-
cia de recursos naturales abundantes, o de una posición estratégica, refuerza
ese posible interés. E n t a l sentido, más allá de contar con apoyo de reivindi-
caciones presentes en el propio territorio, habría que considerar como factor
esencial de impulso la existencia de "una voluntad deliberada de las grandes
potencias de parcelar el planeta, instrumentalizando los particularismos de
todo orden, con objeto de mejor asegurar la dominación política y económica"
(Thual, 2002:28). u J . ^ ^ , . . a. M,-
Así, por ejemplo, cabe interpretar el apoyo inmediato y explícito de Alema-
nia y otros países europeos a la declaración de independencia de algunas re-
públicas yugoslavas y bálticas, o el prestado por Estados Unidos, tanto a éstas
como a otras repúblicas exsoviéticas del Asia Central, con objeto de aumentar
su influencia en la región del Caspio, ya sea para la instalación de oleoductos
y gasoductos en las futuras rutas de los hidrocarburos, como para el control
geoestratégico de Oriente Medio, Rusia y algunas de las rutas de la droga que
tienen su origen en Afganistán. Por el contrario, la falta de interés de esas
grandes potencias, o los compromisos existentes con los actuales Estados, pue-
de ahogar otro tipo de reivindicaciones nacionalistas con raíces tanto o más
sólidas, como en los casos del Kurdistán, Sahara occidental, Tíbet, Somaliland,
etc.
En resumen, t a l como ocurre con otros procesos fundamentales de carácter
geopolítico, el nacimiento de nuevos Estados y la consiguiente fragmentación
del mapa político del mundo en el último siglo no pueden entenderse en ningún
caso como fruto de la casualidad o de una acumulación de circunstancias loca-
les que confluyeron en el tiempo y en ciertas regiones. Por el contrario, aquí se
entienden como respuesta a la acción voluntaria y consciente de determinados
actores, que responden en lo inmediato a factores internos al propio territorio
afectado, pero que convergen con los intereses y la actuación de otros actores y
factores externos, en el marco de u n determinado orden geopolítico que hace po-
sibles ciertas estrategias e imposibilita otras, por lo que fases de transición como
la vivida en las dos últimas décadas son especialmente propicias al surgimiento
de una nueva generación de Estados.
En ese sentido, el actual proceso de globalización resulta una de las principa-
les claves explicativas de lo ocurrido pues, como afirma Thual, que en ese sentido
coincide con el planteamiento de Hobsbawm recogido en la primera página del
capítulo, "la compartimentación del planeta es condición necesaria para el éxito
de la mundialización, precisamente por la suma de impotencias que origina"
(Thual, 2002: 37). De ahí que sea necesario profundizar ahora en las principales
consecuencias que de lo anterior se derivan para el mapa geopolítico del mundo
en este nuevo periodo histórico. ^ .
148 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

3.3. P R I N C I P A L E S E F E C T O S S O B R E E L M A P A GEOPOLÍTICO
D E L MUNDO
En una obra de amplia difusión en la que esbozaba u n panorama del mundo
de su tiempo, cuya primera edición se publicó en 1968, Fierre George finalizaba
el texto afirmando: "Hace medio siglo se consideraba que el centro de inestabi-
lidad del mundo estaba en los Balcanes. Parece razonable pensar que el mayor
riesgo de inestabilidad hoy sería el de una halcanización del Tercer Mundo"
(George, 1970: 296). Lo ocurrido desde entonces no parece haberse alejado de-
masiado de esa advertencia si tenemos en cuenta que los 126 integrantes de
Naciones Unidas en ese año han pasado a ser 192 y que 12 de los 66 nuevos
miembros se localizan en los archipiélagos de Oceanía, por otros 11 en África, 11
también en Asia y 9 en América Latina. Las repúblicas exsoviéticas y los nuevos
Estados europeos, además de algunos microestados de reciente incorporación
(Monaco, Liechtenstein, Andorra...) completan la cifra total. Estas simples ci-
fras pretenden ser tan sólo u n punto de partida en relación con dos aspectos que
se derivan de ese proceso de multiplicación: su contribución a exacerbar los con-
trastes interestatales asociados a la simple escala y, sobre todo, el debate sobre
su contribución a la estabilidad o inestabilidad del mundo actual.
En relación al primero de tales aspectos, la tabla 3.2 sintetiza el peso relativo
de los diferentes Estados, ordenados de mayor a menor valor en cada uno de
los indicadores considerados y agrupados en cuatro grandes conjuntos. De este
modo, la cuarta parte ^ que representan aquellos países con u n territorio más
extenso reúne el 87,29% de la superficie continental del planeta, proporción que
asciende al 87,89% en el caso de la población y hasta el 92,10% en el del pro-
ducto interior bruto; su influencia relativa en los organismos internacionales se
ve incluso aumentada, pues el 25% de los Estados que mayor aportación hacen
al presupuesto de esta Organización representan el 97,59% de sus ingresos to-
tales. En este último aspecto, que resulta menos analizado que los anteriores,
puede destacarse que apenas seis países (EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido,
Francia e Italia) contribuyen a las arcas de la O N U con u n 65,22% de las aporta-
ciones totales, cifra que asciende al 78,27% si se añade la contribución de otros
cinco (Canadá, España, China, México y Corea del Sur).
En el extremo opuesto, que es el que ahora más interesa destacar, u n total de
96 Estados del mundo, que son la mitad de los existentes, apenas reúnen el 2,5%
de la superficie continental y algo más del 3% de la población del mundo, pero

A l considerar los 192 E s t a d o s del mundo, c a d a uno de los cuatro intervalos considerados inclu-
ye u n total de 48 países, agrupados según el orden que les corresponde de m a y o r a menor para
cada indicador, v a r i a b l e e n c a d a caso. Como se t r a t a de v a l o r a r t a n sólo el grado de concentra-
ción y no l a i m p o r t a n c i a r e l a t i v a de países concretos, el hecho de que el orden no coincida en
función de l a v a r i a b l e considerada no p l a n t e a ningún inconveniente, sino a l contrario. P a r a los
tres primeros indicadores los datos corresponden a l año 2008 y l a aportación a l presupuesto
de Naciones U n i d a s es l a aprobada e n ese año p a r a 2009.
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 149
SU aportación conjunta a la riqueza total es de t a n sólo el 1,1% y algo similar
ocurre si se considera la que hacen a los presupuestos de la O N U (1,4%). En este
caso, u n total de 53 países tienen asignada una cuota que representa el 0,001%
del presupuesto final asignado para 2009, que alcanzó los 2.498,6 millones de
dólares (Secretariado de Naciones Unidas, 2008). Es decir, existe una igualdad
formal de los miembros que componen la Organización, que se ha visto progre-
sivamente desmentida por unas cifras que ponen de manifiesto la existencia de
disparidades t a n acusadas, que conllevan de forma inevitable unas relaciones
de poder marcadamente disimétricas.
-í- , í i
Tabla 3.2. Fragmentación y desequilibrios interestatales en el sistema mundial.
% Estados % Superficie % Población % PIB % Aportación ONU
25 87,29 87,89 92,10 97,59
50 97,53 96,86 98,90 98,57
75 99,79 99,90 99,99 99,95
100 100 100 100 100
Fuente: Banco Mundial, Secretariado de Naciones Unidas y elaboración propia.
En el segundo de los aspectos a considerar, la aparición de u n número cre-
ciente de Estados-nación debería suponer u n factor de estabilización dentro del
sistema mundial si se atiende a determinados argumentos nacionalistas, al eli-
minarse así posibles factores de tensión actual derivados de reivindicaciones
identitarias. Pero, frente a esa interpretación, son hoy clara mayoría quienes
valoran de forma crítica esta tendencia al considerar que el proceso genera, en
la práctica, unos efectos desestabilizadores, pues ha posibilitado en las últimas
décadas el nacimiento de Estados con importantes limitaciones materiales para
ser viables y con escasa capacidad de autogobierno efectivo que permita el cum-
plimiento de aquellas funciones básicas que los legitimen, debido a su escasa
dimensión territorial, demográfica o económica. Algunos de ellos también están
aquejados por una notable fragilidad y falta de cohesión interna, que limita el
sentimiento de adhesión o pertenencia por parte de sus ciudadanos, alimentan-
do en ocasiones una espiral de nuevas reivindicaciones secesionistas que pue-
den parcelar aún más el mapamundi político en el inmediato futuro (Dussouy,
2001).
En relación con este debate abierto en los últimos años sobre el sentido y los
efectos de estos procesos de destrucción y reconstrucción estatal, han cobrado
creciente interés algunas líneas de investigación entre las que parecen de es-
pecial significación dos de plena actualidad: la aparición y progresivo aumento
de los ahora denominados Estados fallidos, que pueden considerarse un factor
de riesgo para las relaciones internacionales, junto al paralelo desarrollo de
los conocidos como paraísos fiscales, efecto y causa a la vez de la desregulación
y desestabilización del sistema financiero internacional. A estas dos temáticas
150 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

puede añadirse una tercera, constituida por los territorios de la droga, que int(
gra las áreas de producción y consumo a través de una serie de rutas que tam-
bién transitan otros trancos ilícitos y que resulta una buena síntesis de algunos
de los procesos analizados en los dos últimos capítulos, que se traducen en la
expansión de las zonas grises y los espacios del desorden aparente, componente
indispensable para comprender en su globalidad el nuevo orden geopolítico. ^

3.4. ESTADOS FALLIDOS E INESTABILIDAD: SIGNIFICADO Y


DEBATES ACTUALES
En estos últimos veinte años, al tiempo que aumentaban las entidades políti-|
cas teóricamente soberanas en el mundo, u n número también creciente de Esta-
dos pareció adentrarse en el corazón de las tinieblas, pasando a formar parte de
esos "lugares tenebrosos de la Tierra" que describió la novela de Conrad (1902).
Esa tendencia tuvo su reflejo en la proliferación de términos que han pretendido
describir la situación de crisis estructural a que se ven sometidos u n conjunto
significativo de ellos, a los que se califica como Estados débiles, frágiles, invia-
bles, inestables, deficientes, desestructurados o en disolución, sin que sea fácil
establecer razones precisas para el uso de uno u otro término, que en algunos
casos se entienden como sinónimos, mientras en otros pretenden responder a
cierta gradación en el camino hacia el caos.
Pero el concepto que ha alcanzado mayor difusión en la bibliografía recien-
te es el de Estado fallido (failed state) o fracasado, aplicado por la CIA y el
Departamento de Estado norteamericano y origen de una amplia polémica ac-
tual. Pese a evidentes imprecisiones conceptuales, que la inflación terminológi-
ca acentúa, pueden sintetizarse algunas de sus características esenciales, para
considerar luego los numerosos índices surgidos para intentar identificarlos y
localizarlos en el mapa, finalizando con una revisión crítica de algunos de sus
usos (Rivero, 2003; Taibo, 2006; Chátaigner y Magro dirs., 2007). E n cierto modo
puede decirse que si la concentración de poder y las relaciones entre las grandes
potencias fue u n tema clásico de la geopolítica, la ausencia de poder que aqueja
a numerosos Estados se ha convertido ahora también en temática de creciente
interés y motivo de preocupación por sus impactos desestabilizadores sobre el
sistema mundial.

a) Principales características de un concepto difuso


Pese a tratarse de una expresión controvertida, pueden enumerarse una se-
rie de rasgos generalmente aceptados para describir lo que algunos calificaron,
en términos periodísticos, como los arrabales del mundo, en los que suele repe-
tirse que viven hoy unos dos m i l millones de personas (Marthoz, 2006):
.LE E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 151
OS de la droga, que i n t e - • Se trata de Estados que muestran claras deficiencias en el cumplimiento
serie de rutas que t a m - de sus funciones básicas, al menos t a l como se entendieron a lo largo de
l e n a síntesis de algunos los últimos siglos y en Occidente, ya mencionadas en páginas anteriores.
1, que se traducen en l a • Se destaca, sobre todo, su pérdida del monopolio de la violencia legítima
n aparente, componente y del control territorial, lo que supone la presencia de diversos tipos de
vo orden geopolítico. grupos armados que compiten y, en ocasiones, suplantan al propio Estado
en ciertas áreas, lo que provoca u n déficit de seguridad para su población.
En ocasiones eso permite que se utilicen como territorio donde surgen y se
consolidan redes delictivas y grupos criminales ligados al narcotráfico o
): SIGNIFICADO Y
al terrorismo, por ejemplo, con potenciales impactos sobre la seguridad de
otros países, aspecto particularmente destacado por la Estrategia de Segu-
ban las entidades políti- ridad Nacional aprobada por Estados Unidos en 2002 (Rice, 2003) y que
nbién creciente de Esta- justifica su creciente presencia en la agenda internacional de los últimos
sando a formar parte de años, al considerarse ahora una amenaza global.
ovela de Conrad (1902). • Esta situación supone mayor riesgo de padecer violencia directa para su
inos que han pretendido población, pero también afecta de forma negativa a otras vertientes de
i sometidos u n conjunto la seguridad humana — t a l como fue definida por el PNUD—, tales como
5 débiles, frágiles, i n v i a - exposición a destrucciones materiales, catástrofes humanitarias, enferme-
lución, sin que sea fácil dades, desplazamientos masivos, etc., que impiden cualquier posibilidad
:érmino, que en algunos de desarrollo. . . A ; ^
pretenden responder a • Lo anterior se complementa, a menudo, con insuficiencias generalizadas
en el respeto a los derechos humanos, al menos para aquella parte de la
¡n la bibliografía recien- población discriminada por clase social, etnia, género, religión, etc.
plicado por la C I A y el • La ineficacia en el funciona miento de la administración y en la provisión
i n a amplia polémica ac- de bienes públicos, la presencia de diversas formas de corrupción, el mal
ia inflación terminológi- funcionamiento de la justicia, o la interferencia del poder militar en el
rísticas esenciales, para desarrollo de la actividad política son otros rasgos complementarios men-
intentar identificarlos y cionados con frecuencia, r Mr 1 íf c ^ V^
rítica de algunos de sus • Finalmente, en algunos casos el concepto se aplica también a países en
s., 2007). E n cierto modo donde el Estado está más o menos consolidado, pero existen zonas grises
.dones entre las grandes que escapan a su control y son proclives a situaciones como las enumera-
icia de poder que aqueja das, así como a convertirse en lugar de paso privilegiado para todo tipo de
3n temática de creciente tráficos ilegales, desde la droga al de seres humanos, con casos como los de
^estabilizadores sobre el Colombia, Birmania, Pakistán o Moldavia, entre otros (Marcu, 2009).
Pese a la actuación en bastantes de ellos de diversas agencias de Naciones
Unidas, programas de cooperación al desarrollo con presencia de ONGs e, i n -
difuso cluso en ciertos casos, de fuerzas internacionales de pacificación, la importancia
alcanzada por este tipo de situaciones dista mucho de haberse reducido con
den enumerarse u n a se- el paso de los años. De ahí que, lejos de entenderse como accidente pasajero o
que algunos calificaron, como resultado de ciertos desajustes del sistema, su presencia debe interpretar-
lo, en los que suele repe- se como u n rasgo estructural del nuevo orden geopolítico, con una distribución
;Marthoz, 2006): espacial bien definida y que exige reflexionar sobre sus claves explicativas.
Ti
152 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E ELI

b) Intentos de medición y cartografía de los Estados fallidos


E n el intento por precisar las dimensiones del problema y, sobre todo,
diagnosticar la situación relativa de los países del mundo y su distribución
geográfica, la organización {think tank) estadounidense Fund for Peace y la
revista Foreign Policy publican desde 2004 una relación anual de Estados,
clasificados según el valor que alcanza lo que h a n denominado como índice
de Estados fallidos. E n su primera edición, ese listado incluyó u n total de 60
Estados con especiales déficit en esta materia, pero en su edición de 2009 el
número se elevó ya a 177, lo que permite ofrecer una panorámica verdadera-
mente mundial.
Este índice de vulnerabilidad considera u n total de 12 indicadores, comple-
mentarios entre sí, que intentan reflejar otros tantos componentes de la posible
fragilidad o fortaleza de los Estados, cada uno de los cuales se puntúa de O (mí-
nimo) a 10 (máximo), siendo el valor final del índice (máximo de 120) la suma de
esos valores parciales, que no aparecen ponderados según u n criterio de mayor
o menor importancia relativa. Esos doce indicadores se refieren a:
, a) Indicadores sociales y de población: presión demográfica; movimientos
|j masivos de refugiados y desplazados internos; existencia de fenómenos
de violencia contra comunidades o grupos; emigración crónica o sosteni-
da
b) Indicadores económicos: desigualdades en el desarrollo; crisis o declive
económico prolongado
c) Indicadores políticos: criminalización o deslegitimación del Estado, dete-
rioro de los servicios públicos; violaciones de los derechos humanos; surgi-
miento de facciones en el seno de las élites K r ? r • ri<r'
^ Í-^T^

d) Indicadores de seguridad: presencia de aparatos de seguridad que


controlan el Estado; intervención m i l i t a r extranjera (Fund for Peace,
2009).
Para poder establecer una puntuación relativamente precisa en cuestiones
que a menudo son de difícil cuantificación e, incluso, están sometidas a deba-
te sobre su significado, se lleva a cabo una extensa recopilación de artículos y
todo tipo de documentos existentes en Internet y en los medios de comunicación
(más de 90.000 localizados para el informe 2009) que, junto con diferentes datos
estadísticos publicados por los organismos internacionales, permiten hacer una
estimación a u n grupo de expertos. Sus posibles usos van de la identificación de
países con especiales necesidades en materia de cooperación y ayuda al desarro-
llo, a la de áreas con amenaza de conflicto bélico, o para el cálculo de riesgos en
el caso de la inversión internacional.
Más allá de unos valores numéricos que, en principio, parecen tener una
aparente precisión, bastante más discutible y limitada cuando se considera el
método utilizado para su obtención, quizás el resultado de mayor interés es el
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 153
agrupamiento de los países del mundo en cuatro tipos básicos, según el valor
alcanzado por el índice, tal como muestra la figura 3.4. Esto presupone u n enfo-
que evolutivo, según el cual existe u n continuo dentro del que es posible mejorar
o empeorar la posición relativa a partir de acciones determinadas, sin estable-
cer unas características específicas y diferenciadas para los Estados fallidos.
Aquellos países que presentan u n índice muy alto (90-120) son calificados como
Estados en situación crítica o en alerta; los que presentan u n índice alto (60-90)
se califican como Estados en peligro, los que tienen u n índice medio (30-60) se
consideran estables y, por último, aquellos con u n índice inferior a 30 se definen
como muy estables.
En cuanto a su localización, en 2009 u n total de 37 Estados aparecen en
situación crítica, de los que 22 se ubican en África subsahariana, continente
al que pertenecen también los cinco situados en las primeras posiciones: So-
malia, Zimbabwe, Sudán, Chad y República Democrática del Congo (Aguirre
y Sogge, 2006). Otros ocho corresponden al Asia sudoccidental (Oriente Próxi-
mo y Medio), con I r a k , Afganistán y Pakistán entre los diez primeros (tabla
3.3). . : ^ ^ K : ; . V - . : &
En los cinco informes publicados hasta el momento, la posición relativa de los
países en situación más precaria ha cambiado (tabla 3.4), pero la neta primacía
de esas dos regiones se mantiene prácticamente constante. A l mismo tiempo,
el índice permite diagnosticar en cada caso aquellos aspectos (políticos, econó-
micos, etc.) en que la crisis del Estado resulta más evidente y aquellos otros,
en cambio, con mejor situación, posibilitando el establecimiento de tipologías
complementarias. E n el extremo opuesto de la tabla, los Estados más estables,
con Noruega y Finlandia por debajo incluso del índice 20, corresponden a los
países nórdicos y alpinos europeos, junto con Australia, Nueva Zelanda o Cana-
dá, mientras España ocupó el lugar 151 (índice = 43,3).
Otro índice bastante similar en cuanto a sus objetivos, pero que introduce no-
vedades conceptuales y en algunos de sus resultados, tras realizar una revisión
de los múltiples intentos de cuantificación realizados en estos años, es el elabo-
rado por Rice y Patrick y que definen como índice de debilidad estatal, aplicado
en este caso t a n sólo a los países en desarrollo según la clasificación del Banco
Mundial. Según estos autores, y de forma coherente con lo ya comentado, los
Estados débiles (weak states) se definen como "países que carecen de capacidad
para satisfacer cuatro clases de responsabilidades de gobierno críticas: promo-
ver un entorno que conduzca a u n crecimiento económico sostenible y equita-
tivo; establecer y mantener instituciones políticas legítimas, transparentes y
responsables; ser capaz de asegurar a su población contra conflictos violentos
y controlar su territorio, y satisfacer las necesidades humanas básicas de su
población" (Rice y Patrick, 2008: 3).
Tabla 3.3. índice de Estados fallidos, 2009.

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Somalia 9,8 9,9 9,7 8,5 I J 9,5 10 9,9 9,9 10 10 9,8 114,7
Zimbabwe 9,8 9,1 9,1 10 9,7 10 9,8 9,8 9,9 9,7 9,5 7,6 114,0
Sudán 9 9,8 9,9 9 9,6 7 9,8 9,5 9,8 9,7 9,5 9,8 112,4
Chad 9,3 9,4 9,8 7,8 9,3 8,3 9,8 9,6 9,5 9,9 9,8 9,7 112,2
Rep.Dem.Congo 9,7 9,6 8,9 8,1 9,3 8,3 8,6 9,2 9 9,7 8,7 9,6 108,7
Irak 8,7 8,9 9,7 9,1 8,6 7,6 9 8,4 9,3 9,7 9,6 10 108,6
Afganistán 9,3 8,9 9,6 7,2 8,4 8,3 9,8 8,9 8,8 9,9 9,1 10 108,2
Rep.Centroafricana 8,9 9 8,5 5,7 9,1 8,4 9,3 9,3 8,9 9,6 9,5 9,1 105,4
Guinea 8,5 7,1 8,2 8,6 8,9 8,7 9,8 9,2 9 9,4 9,2 8 104,6
Pakistán 8,3 8,6 9,6 8,3 8,8 6,4 9,1 7,5 8,9 9,5 9,6 9,5 104,1
Costa Marfil 8,6 7,8 9 8,4 8,1 8,3 9,1 8 8,5 8,5 8,5 9,7 102,5
Haití 9,3 5,8 7,3 8,6 8,2 8,9 9,2 9,5 8,5 8,4 8,3 9,8 101,8
Birmania/Myanmar 9 8,8 8,9 6 9,5 8,2 9,5 9 9 8,4 8,7 6,5 101,5
Kenia 9 9 8,6 8,3 8,8 7,5 9 8 8,2 8 8,8 8,2 101,4
Nigeria 8,5 5,3 9,7 8,3 9,5 6,6 9,2 9 8,6 9,4 9,6 6,1 99,8
Etiopía 9,4 8 8,2 7,7 8,8 8,3 7,9 8,2 8,5 7,5 8,8 7,6 98,9
Corea del Norte 8,5 6 7,2 5 8,8 9,6 9,8 9,6 9,5 8,3 7,8 8,2 98,3
Yemen 8,8 7,9 7,7 7,4 8,9 8,2 8,3 8,5 7,7 8,4 9 7,3 98,1
Bangladesh 8,9 6,9 9,4 8,4 9 8 8,5 8 7,6 8 8,9 6,5 98,1
Timor oriental 8,4 9 7,3 5,7 6,8 8,4 9,4 8,4 7 9 8,8 9 97,2

Fuente: Fund for Peace y Foreign Policy, 2009.

Figura 3.4. Distribución en el mundo del índice de Estados fallidos, 2009.

ESTADOS FALLIDOS
156 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

Tabla 3.4. Evolución de Estados con mayor valor del índice, 2004-2009.
Puesto índice 2004 índice 2009

1 Costa de Marfil Somalia


2 Rep. Democrática Congo Zimbabwe
3 Sudán Sudán
4 Irak Chad
5 Somalia Rep. Democrática Congo
6 Sierra Leona Irak
7 Chad Afganistán
8 Yemen República Centroafricana
9 Liberia Guinea
10 Haití Pakistán

Fuente: Fund for Peace y Foreign Policy, 2004 y 2009.

Para llegar a categorizar la situación de los 141 países analizados, se iden-


tificó su situación a partir de u n total de 20 indicadores, agrupados en cuatro
conjuntos que responden a lo que se consideran componentes centrales de las
funciones estatales:
a) Indicadores económicos: renta nacional per capita; crecimiento del PNB
2002-2006; desigualdad de rentas; inflación 2002-2006; calidad de las ins-
tituciones de regulación económica
b) Indicadores políticos: efectividad del gobierno; imperio de la ley; responsa-
bilidad del gobierno; control de la corrupción; niveles de libertad
c) Indicadores de seguridad: intensidad del conflicto 1992-2006; estabilidad
política; golpes de Estado 1992-2006; violación de derechos humanos 1992-
2006; territorio afectado por conflictos 1991-2005
d) Indicadores de bienestar social: mortalidad infantil; educación primaria
completada; subnutrición; población con acceso al agua corriente y servi-
cios de salud; esperanza media de vida.
Tras l a estandarización de los valores obtenidos en cada caso, se llegó al
establecimiento de u n índice final, que clasifica a los Estados entre u n nivel
O para l a peor situación y 10 para l a mejor, lo que permite establecer un
ranking general (tabla 3.5) y u n perfil característico para cada uno de ellos
asociado a rankings parciales (tabla 3.6). E n todos los casos se constata que,
pese a las diferencias metodológicas con el índice anterior, las semejanzas en
los resultados son muchas, así como el notorio predominio de países africanos
entre los aquejados de mayor debilidad estatal (15 de los 20 primeros), o el
primer puesto ocupado en ambos casos por Somalia, si bien ese dudoso honor
le cabe a Afganistán cuando se t r a t a de indicadores de seguridad y bienestar
social.
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O / 157
Tabla 3.5. Ranking de países del mundo más afectados por la debilidad del Estado y la corrupción.
Países índice de , , Países índice de
debilidad corrupción
Somalia 0,52 Somalia 1,0
Afganistán 1,65 Myanmar / Birmania 1,3
Rep. Democrática del Congo 1,67 Irak 1,3
Irak 3,11 Haití 1,4
Burundi 3,21 Afganistán 1,5
Sudán 3,29 Sudán 1,6
República Centroafricana 3,33 Guinea 1,6
Zimbabwe 3,44 Chad 1,6
Liberia 3,64 Guinea Ecuatorial 1,7
Costa de Marfil 3,66 Rep. Democrática del Congo 1,7
Angola 3,72 Zimbabwe 1,8
Haití 3,76 Uzbekistán 1,8
Sierra Leona 3,77 Turkmenistán 1,8
Eritrea 3,84 Kirguizistán 1,8
Corea del Norte 3,87 Camboya 1,8
Chad 3,90 Venezuela 1,9
Birmania / Myanmar 4,16 Sierra Leona 1,9
Guinea Bissau 4,16 Guinea Bissau 1,9
Etiopía 4,46 Cambia 1,9
República del Congo 4,56 República del Congo 1,9
Fuente: Brookings Global Economy and Development, Transparency International y elaboración propia.
Tabla 3.6. Países con mayor debilidad según tipos de indicadores.
INDICADORES INDICADORES INDICADORES INDICADORES
ECONÓMICOS POLÍTICOS DE SEGURIDAD DE BIENESTAR SOCIAL
1. Somalia 1. Somalia 1. Afganistán 1. Afganistán
2. Corea del Norte 2. Birmania 2. Rep.Dem.Congo 2. Rep.Dem.Congo
3. Zimbabwe 3. Corea del norte 3. Somalia 3. Somalia
4. Irak _ • 4. Turkmenistán 4. Sudán 4. Sierra Leona
5. Eritrea 5. Zimbabwe 5. Irak 5. Niger
Fuente: S.E. Rice y S. Patrick. Brookings Global Economy and Development, 2008.
158 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

Por su parte, la organización Transparency International publica anualmen-


te un índice de percepción de la corrupción, que también pretende evaluar en
términos cuantitativos el grado de corrupción en el sector público de los dife-
rentes países del mundo. L a corrupción política se considera u n aspecto sustan-
cial para u n buen diagnóstico sobre la fortaleza o debilidad del Estado porque
la integridad del sistema político es requisito necesario para la vigencia del
Estado de derecho, la corrupción acentúa la desigualdad de oportunidades y
ayuda a perpetuar la pobreza en muchos países, además de que también puede
desincentivar la inversión exterior en la economía legal. Para poder realizar
una estimación, los aspectos considerados en la elaboración del índice incluyen
apartados como: sistema de financiación de los partidos políticos, limpieza de los
procesos electorales, control ciudadano del gasto público y los contratos de las
administraciones, control del fraude fiscal y el blanqueo de dinero, lucha contra
la corrupción judicial, e independencia de los medios de comunicación y acceso
a la información.
En su primer informe, publicado en 1998, se incluyeron 85 países, pero en
el correspondiente a 2008 son la 180 los evaluados mediante la realización de
14 encuestas en cada caso a expertos, representantes de instituciones inde-
pendientes y empresarios, que permiten obtener unas puntuaciones promedio
que oscilan entre el valor O (muy altos niveles de corrupción generalizada) y
el valor 10 (mínima percepción de corrupción). Es generalmente aceptada la
existencia de una relación directa entre crisis del Estado, pobreza y corrup-
ción, aunque resulte más discutida la existencia de relaciones causa-efecto y
el sentido de las mismas. Así, al analizar las tablas 3.3 y 3.5 se comprueba que
nueve Estados coinciden en situarse entre los 20 primeros en estos tres índi-
ces, elaborados con metodologías muy diversas. De ellos, la mayoría se sitúa
en África (Somalia, R.D.Congo, Sudán, Zimbabwe y Chad), por dos en Oriente
Medio (Afganistán e Irak) y dos en otras regiones (Haití y Birmania/Myan-
mar).
El mapa de la corrupción (figura 3.5) se asemeja en bastantes aspectos a los
que reflejan el fracaso o la debilidad de los Estados, si bien ahora debe desta-
carse la aparición entre los percibidos como más corruptos de algunos situados
en Asia Central (Uzbekistán, Turkmenistán y Kirguizistán sobre todo), donde
la independencia de las antiguas repúblicas integradas en la URSS no supuso
el relevo de unos dirigentes (Karimov, Niyazov, Akayev, Nazarbayev...) "mucho
más soviéticos que comunistas" (Djalili y Kellner, 2003: 64), que instauraron
regímenes autocráticos bajo una débil apariencia de democracia formal, gra-
cias al apoyo explícito o implícito de diferentes potencias exteriores. E n el ex-
tremo opuesto, los países nórdicos de Europa (Dinamarca, Suecia, Finlandia,
Islandia), junto a otros como Nueva Zelanda, Singapur, Suiza, Países Bajos,
Australia y Canadá, ocupan las diez primeras posiciones, mientras España se
sitúa en el puesto 28 (índice = 6,5), entre los 53 países que alcanzan el apro-
bado en 2008.
^ALLE E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 159
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160 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E E L NUE^

c) Algunas controversias sobre el fracaso estatal


Más allá de la aparente precisión que parece otorgar al diagnóstico la utiliza
ción de este tipo de índices y la posibilidad de obtener una cartografía o estable
cer correlaciones estadísticas con otras variables en diferentes modelizaciones
la noción de Estados fallidos y otras próximas son objeto de u n encendido deba
te, del que pueden rescatarse algunas ideas relevantes para nuestros objetivos
Debe incidirse de nuevo sobre la imprecisión conceptual de partida y su apli
cación a realidades muy diversas, difícilmente comparables entre sí. De elle
puede ser buena muestra el peculiar uso dado por Chomsky a este término, a
considerarlo adecuado para describir a Estados Unidos por presentar dos carac-
terísticas en común: "una es la falta de capacidad o de voluntad para proteger a
sus ciudadanos de la violencia y t a l vez, incluso, de la destrucción; otra es su ten-
dencia a considerarse más allá del alcance del derecho nacional o internacional
y, por tanto, libres para perpetrar agresiones y violencia" (Chomsky, 2007: 7-8).
A l mismo tiempo, la idea de debilidad del Estado parece excluir a ciertos Esta-
dos fuertes, que cuentan con gobiernos autoritarios, lo que plantea la cuestión
de la democracia como respuesta a este tipo de problemas, no siempre evidente
en tales análisis.
U n segundo aspecto a destacar es el desequilibrio que se observa entre el
notable esfuerzo dedicado a describir y caracterizar la lamentable situación de
numerosos países, hasta lograr medidas con una precisión de dos decimales,
frente a una consideración a menudo bastante más superficial de sus causas.
En ese terreno predominan las interpretaciones que achacan las deficiencias
del Estado a causas internas, que van desde la existencia de confiictos civiles en
su territorio, a la abundancia de recursos naturales valiosos en u n contexto de
pobreza, la falta de salida al mar, o el m a l gobierno, t a l como enumera Collier
(2007) las trampas al desarrollo características de los Estados fallidos. Sin de-
tenernos ahora en los cuestionables argumentos del director del Centro de Es-
tudios de Economías Africanas en l a universidad de Oxford, debe señalarse que
muchas de esas pretendidas causas pueden entenderse más bien como efectos
de la propia fragilidad estatal y, en el origen de ésta, no debe ignorarse la pre-
sencia de claves externas, tan importantes, al menos, como las endógenas.
Tal como ya se analizó en el capítulo 1, muchos Estados poscoloniales son
herederos de unas estructuras que desde su nacimiento lastraron su desarrollo.
Pero a eso debió sumarse una inestabilidad política, alimentada por las super-
potencias en la lógica bipolar del momento (golpes de estado, guerras civiles...)
y continuada luego por la acción de grandes empresas (petrolíferas, diaman- 3.4. L O S PARAÍSÍ
tíferas, madereras, etc.), cuyo dinero paga la corrupción de las élites locales.
En esta asunción de responsabilidades, no puede olvidarse la de organismos
internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que
con sus políticas de Estado mínimo y reducción del gasto en servicios sociales
para asegurar el pago de la deuda externa, contribuyeron a la deslegitimación
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 161
de muchos gobiernos de países deudores y, con ello, al aumento de la inestabili-
dad social y la economía ilegal, que derivó a veces en la emergencia de grupos
armados. E l repetido fracaso de las estrategias para promover el desarrollo, que
ahora se concreta en el incumplimiento de los Objetivos del Milenio promovidos
por Naciones Unidas, tampoco ayuda a mejorar las condiciones para estabilizar
la situación. Así pues, las raíces del fracaso se prolongan a menudo mucho más
de lo que parecen establecer algunos análisis, atravesando las líneas fronterizas
de los propios Estados para implicar u n número de actores muy superior.
Por último, no debe dejarse al margen que el propio éxito alcanzado por el
concepto de Estado fallido no es ajeno a los atentados del 11-S y la posterior
aprobación de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos
(2002), en la que se incluía el concepto de forma explícita y se destacaba el riesgo
de tal debilidad, al servir algunos de esos países de soporte a grupos criminales
y organizaciones terroristas con capacidad de acción global. E n t a l sentido, la
relativa proximidad y, en ocasiones, confusión entre ese concepto y el de Estado
gamberro o forajido (rogue state), aplicado por el gobierno estadounidense a po-
tenciales amenazas para su seguridad, vino a justificar la posibilidad de inter-
vención exterior para restablecer el orden interno y el imperio de la ley, evitando
así riesgos de amenaza potencial.
Aunque la pretendida justificación de la guerra preventiva que planteó la
administración Bush en ese documento supuso elevar hasta límites extremos
la visión imperial y unilateralista del establishment neoconservador, el nuevo
rumbo de las relaciones internacionales a partir de 2009 no ha eliminado, por el
momento, la idea de que se debe tutelar e, incluso, intervenir en Estados falli-
dos como Afganistán por razones humanitarias —además de geoestratégicas—,
lo que plantea serias dudas sobre si ese argumento no justificaría algo similar
en otros países como Somalia, R.D. Congo, Sudán y u n largo etcétera. De ahí
el rechazo de muchos Estados a verse reflejados en una categoría que valoran
como potencial amenaza y su interés por difundir el uso de eufemismos menos
agresivos. E l debate entre el intervencionismo humanitario y la no injerencia
en asuntos internos de otros Estados mantendrá plena vigencia en los próximos
años, planteando espinosos dilemas a la comunidad internacional y los mapas
que acaban de presentarse dibujan con bastante precisión los escenarios más
probables en que se concretarán tales debates.
3.4. L O S PARAÍSOS F I S C A L E S E N L A GLOBALIZACIÓN
FINANCIERA
Un segundo efecto destacable de la proliferación de Estados en la segunda
mitad del siglo XX y de la progresiva liberalización de los mercados financieros
fue la aparición y expansión de los denominados paraísos fiscales, denominados
oficialmente como offshore financial centres o tax havens. Aunque con el pre-
162 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E E L NUI

cedente de Monaco, que eliminó el impuesto sobre la renta a quienes tuvieran


allí su residencia a cambio de legalizar el juego en 1869, puede considerarse
que surgieron en los años veinte del pasado siglo, cuando países como Suiza y
Liechtenstein, o territorios como Delaware (EEUU), Tánger, Beirut o Bahamas
aprobaron legislaciones favorables al secreto bancario y la atracción de capi-
tales foráneos. Su desarrollo se produjo, sobre todo, tras la inundación de
mercados financieros con los llamados petrodólares en los años setenta, pero
escenario internacional de las dos últimas décadas ha contribuido a aumenta
su importancia y, de forma paralela, a acentuar la preocupación por los efecto
desestabilizadores que su existencia acarrea.
Cualquier aproximación a su significado debe comenzar, pues, por una iden-
tificación de sus características y localización, que no puede obviar una breve
referencia a los diferentes listados oficiales existentes y el debate que conllevan,
para centrar luego la atención en las claves que justifican su creciente impor-
tancia y la incapacidad de los organismos internacionales para acabar con esas
prácticas, cuyos efectos no sólo económicos, sino también geopolíticos, merecen
una especial atención.

a) Características y debates sobre su localización


Los paraísos fiscales son, en su gran mayoría, u n conjunto de pequeños Esta-
dos que tienen en común algunas características que los identifican, tales como
la concesión de facilidades para la implantación de sedes empresariales y de la
banca offshore o extraterritorial, mediante u n tratamiento fiscal muy favora-
ble y u n escaso control de sus operaciones, la práctica del secreto bancario y la
consiguiente confidencialidad respecto a los propietarios de cuentas, la falta de
transparencia en sus relaciones con los organismos internacionales de regula-
ción, junto a una política de atracción de capitales, sin control de su procedencia,
mediante la concesión de regímenes tributarios muy bajos o inexistentes. Puede
hablarse así de "países que comercian con su soberanía, ofreciendo u n régimen
legislativo y fiscal favorable a los propietarios de capitales, cualquiera que sea
su origen" (ATTAC, 2001: 6), lo que se convierte en su principal ventaja com-
petitiva. A esos Estados se suman algunos enclaves coloniales como Gibraltar,
cuya permanencia encuentra aquí su principal justificación actual, más allá de
otras motivaciones geoestratégicas ligadas al control de las principales rutas
marítimas. .; - í .
Este conjunto de territorios, definidos por su "opacidad financiera, fiscal y
jurídica" han sido caracterizados con precisión por Chavaigneux y Palan (2006.
11-14), que señalan una decena de rasgos principales:
1/ M u y escasa o nula fiscalidad para empresas y particulares no residentes
2/ Secreto bancario reforzado por la legislación vigente, que asegura la con-
fidencialidad de las operaciones financieras
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 163
renta a quienes tuvieran 3/ Secreto profesional igualmente generalizado (abogados, contables, aseso-
1869, puede considerarse •\) í=»rí''.:.:r':í,.;,^-^ '.íi-: -ií^ y-;..ííí;^ ^-:^ -..ra-'í^: rT-M:-:rc.:^ .';r,íj-:
ando países como Suiza y
4/ Libertad total a los movimientos internacionales del capital
.^ánger, Beirut o Bahamas
io y la atracción de capi- 5/ Amplias facilidades para el registro de empresas y sociedades, sin apenas
aporte de información
tras la inundación de los
a los años setenta, pero el 6/ Rapidez en la gestión de esas solicitudes, que pueden tramitarse en ape-
a contribuido a aumentar nas 24 horas : / iu^rr. -•Sí-**; r
eocupación por los efectos 7/ Soporte de calidad en materia de infraestructuras de comunicación, para
facilitar su conexión on Une a los restantes centros financieros del mun-
enzar, pues, por una iden- do
0 puede obviar una breve 8/ Estabilidad política y económica, que minimice l a sensación de riesgo para
y el debate que conllevan, los inversores
:ifican su creciente impor- 9/ Buena imagen en los medios financieros, como lugar confiable
lales para acabar con esas
10/ Acuerdos bilaterales con países de origen de las empresas, para evitar la
bien geopolíticos, merecen
doble imposición fiscal de sus filiales.
En consecuencia, existe una notoria dualidad respecto al marco legal aplica-
ble a los residentes y empresas locales respecto del que se otorga a las empre-
ación sas y los titulares de cuentas procedentes del exterior, para favorecer así una
I estrategia deliberada de dumping respecto a sus países de origen. E n bastantes
onjunto de pequeños Esta-
casos, existe una confluencia con otros dos tipos de actuación que, en buena me-
: los identifican, tales come
I dida, pretenden generar efectos similares y que forman parte del denominado
edes empresariales y de lí
[mundo offshore (Palan, 2003):
imiento fiscal m u y favora
;a del secreto bancario y I j • La creación de zonas francas de producción y logísticas, convertidas en
irios de cuentas, l a f a l t a di plataformas de exportación —generalmente portuarias— y que suponen
internacionales de regula otros tantos enclaves localizados en el territorio de determinados países,
1 control de su procedencií pero que cuentan con una legislación fiscal y en materia laboral (salarios,
bajos o inexistentes. Pued condiciones de trabajo, etc.), así como de una total libertad para la repa-
nía, ofreciendo u n régime: triación del capital, diferentes a la del resto del país. Según la OIT, existen
pítales, cualquiera que se hoy en el mundo unas dos m i l zonas francas de exportación, que dan em-
i su principal ventaja com- pleo a unos 27 millones de personas, con Asia y Latinoamérica a la cabeza,
I coloniales como Gibraltar, pero son muchos los paraísos fiscales que cuentan con alguna.
ficación actual, más allá de • La rápida expansión de los pabellones de conveniencia, correspondientes
•ol de las principales rutas a Estados que ofrecen la posibilidad de matricular buques que son propie-
dad de empresas de otros países, con unos costes fiscales y unos controles
pacidad financiera, fiscal y en materia de derechos laborales, seguridad del buque o ambiental, muy
Chavaigneux y Palan (2006: inferiores. E l hecho de que casi dos terceras partes de la flota mercante
;s: mundial navegue hoy con pabellón de conveniencia, o de que Panamá,
Liberia, Grecia, Bahamas, Malta, Singapur y Chipre sean ahora los países ,
particulares no residentes
del mundo con más buques matriculados (57% del tonelaje total en buques
agente, que asegura l a c(^^ con más de m i l toneladas de registro bruto), pone de manifiesto su impor-
tancia y la lógica desreguladora que preside todas esas tendencias.
164 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

L a identificación de los paraísos fiscales en el mundo no es u n objetivo senci-


llo, puesto que existen grados en cuanto a falta de transparencia fiscal, control
de las operaciones financieras o niveles impositivos, que pueden suponer la in-
clusión o exclusión de determinados territorios en función del criterio aplicado.
Pero, además, tras las sucesivas crisis financieras de las dos liltimas décadas
y los ingentes movimientos de capitales que pusieron en riesgo a numerosas
economías del mundo (Japón, 1990; México, 1994; Sureste de Asia, 1997; Rusia,
1998; Argentina, 2001; Estados Unidos, 2007...), así como por la financiación
del terrorismo internacional que el 11-S sacó a la luz, asuntos en que los paraí-
sos fiscales actuaron como cómplices necesarios para facilitar esos movimientos,
tanto la OCDE, como el Foro de Estabilidad Financiera promovido por el G-8,o
el Grupo de Acción Financiera contra el Lavado de Activos (GAFI) patrocinado
por el F M I , iniciaron campañas para frenar su actividad y promover el cumpli-
miento de toda una serie de recomendaciones favorables a u n mayor control. Se
inició así un periodo en el que las presiones para la inclusión o no de un deter-
minado país entre los calificados como no cooperativos, se multiplicaron, ante la
mala imagen y la amenaza de posibles sanciones que eso suponía.
A comienzos de la actual década, la OCDE identificó u n total de 35 paraísos fis-
cales, mientras el Foro de Estabilidad Financiera elevaba esa cifra hasta 42. Tras
un periodo de cierta indefinición, agravado por la profunda crisis financiera inter-
nacional y las reuniones del G20 en Washington y Londres durante el año 2008,
finalmente en abril de 2009 la OCDE hizo pública una nueva lista de 30 Estados
y otros territorios no cooperativos, que no habían aplicado hasta ese momento las
recomendaciones internacionales en materia de control, evitando cuidadosamen-
te la mención al ominoso concepto de paraíso fiscal (OCDE, 2009). Como muestra
de las tensiones asociadas hoy a esa identificación, sólo seis meses después, en
noviembre de 2009, esa cifra se redujo a 20, sin ninguna explicación precisa de las
causas justificativas de esa reducción tan drástica, salvo la constatación de que
afectó, sobre todo, a territorios europeos o dependientes de potencias europeas.
La tabla 3.7 identifica los territorios incluidos en ese documento de la OCDE.
señalando en cursiva aquellos que desaparecieron de esa lista negra en el perio-
do inmediatamente posterior. Por su parte, el mapa de la figura 3.6 constata las
regiones del mundo donde se concentran.
Puede comprobarse así que se mantiene el tradicional predominio, desde hace
décadas, de los microestados del Caribe (17 de los 30 identificados), prototipo
convencional de países cuya supervivencia se asocia directamente a esa activi-
dad y alguna otra complementaria como el turismo, junto al práctico abandono
de los restantes sectores (Bahamas, Bermudas, Caimán, Antigua y Barbuda,
Aruba, etc.). A éstos se suman también algunos microestados europeos (Monaco,
Liechtenstein, Andorra y San Marino), junto al enclave colonial de Gibraltar,
que parecen contarse ahora entre los más interesados en regularizar hasta cier-
to punto su situación, junto a la más reciente presencia de algunos de los nuevos
nanoestados de Oceanía (Islas Cook, Marshall, Nauru, Niue, Samoa y Vanuatu).
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 165
En todos ellos, el sector financiero representa entre el 20% y el 40% de su PIB,
lo que es buena muestra de esa especialización.
Tabla 3.7. Paraísos fiscales en el mundo (*).
Andorra Gibraltar Nauru
Anguilla " -' Granada •' - Niue ' "
Antigua y Barbuda Islas Caimán Panamá - - .
Antillas Holandesas Islas Cook Samoa
Aruba Islas Marshall - .. San Kitts y Nevis
Bahamas Islas Vírgenes Británicas San Marino
Bahrein Liberia San Vicente y Granadinas
Belize Liechtenstein Santa Lucía
Bermudas Monaco Turks y Caicos
Dominica Montserrat Vanuatu
(*) Listado de jurisdicciones que no aplican los acuerdos internacionales en materia de control financiero, a 2 de
abril de 2009 (en cursiva los eliminados a 27 de noviembre de 2009).
Fuente: OCDE, 2009.
Pero en buena parte de los listados publicados hasta el momento se incluye
también u n segundo grupo de países que, en todo o parte de su territorio, permi-
ten la adopción de u n trato fiscal preferente al capital extranjero. En ese grupo,
de límites aún más discutidos, se incluirían desde Suiza, Luxemburgo, Israel,
Uruguay, Costa Rica, Japón, Filipinas, Malasia o Tailandia, hasta casos como los
de Estados Unidos o el Reino Unido, que en estados como Delaware, Wyoming
o Nevada, y, especialmente, en la city de Londres y las islas del Canal, ofrecen
ese tipo de posibilidades. Esta constatación modifica la imagen habitual de un
fenómeno que se sitúan en el corazón de las finanzas mundiales y no es tan sólo
patrimonio de u n reducido grupo de pequeños países más o menos exóticos, pero
marginales para el funcionamiento del sistema.
For tanto, más allá de la inclusión o no de Estados concretos, cuestión someti-
da a criterios o condiciones legales cambiantes, resulta relevante destacar cómo,
una vez más, el dibujo del mapa de los paraísos fiscales, actividad académica y
en apariencia banal, se convierte en objeto de controversia metodológica y, sobre
todo, de presiones políticas en u n momento en que la opinión pública interna-
cional parece prestar mayor atención y en el que los gobiernos y los organismos
mternacionales multiplican las declaraciones a favor de una desaparición que,
por el momento, está lejos de haberse producido, ante las fuerzas que siguen
favoreciendo su pervivencia.
h) Factores de impulso y principales efectos: vulnerabilidades y
riesgos de la desregulación financiera
La importancia de los paraísos fiscales en el marco de la globalización se sitúa
también mucho más allá de lo que sugiere su frecuente vinculación al mundo del
166 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

delito (fraude fiscal, corrupción, blanqueo de dinero...), que supone apenas una
parte minoritaria de su actividad. Pese a las comprensibles dificultades para
evaluar en términos cuantificables esa actividad, se estima hoy que los paraísos
fiscales representan en torno a la mitad de las actividades internacionales de
los bancos, es decir, alrededor del 50% de los depósitos generados y de los prés-
tamos concedidos en cualquier parte del mundo corresponden a bancos ubicados
en ellos (Chavaigneux y Palan, 2006: 16). También reciben hoy el equivalente
a una tercera parte de la inversión exterior directa realizada por las empresas
transnacionales, proporción que ha crecido de forma significativa desde el 25,5%
que suponía en 1990 (UNCTAD, 2009).
Esa progresiva ampliación de sus funciones resulta de la conjunción de di-
versos factores, que sólo cobran pleno sentido cuando se consideran de forma
conjunta y a diferentes escalas. Pueden aquí destacarse aquellos que parecen de
especial importancia.
A escala local, y desde el punto de vista de la oferta, ha supuesto una exitosa
estrategia de supervivencia para una serie de microestados que serían econó-
micamente inviables por su escasez de otro tipo de recursos, lo reducido de sus
mercados y, en numerosas ocasiones, las dificultades añadidas por su insulari-
dad. Aunque constatar que existe actualmente medio centenar de Estados in-
dependientes que no alcanzan los 10.000 kilómetros cuadrados de superficie y
otros tantos que no superan el millón de habitantes no supone ningún determi-
nismo que conduzca a la aplicación de esta estrategia, sin duda supone un caldo
de cultivo favorable para este tipo de iniciativas.
Pero a esto debe sumarse la creciente demanda surgida en las últimas dé-
cadas, que ha apoyado su existencia y que debe observarse a escala global. Así,
la desregulación del sistema financiero internacional, impulsada por la globa-
lización neoliberal, ha eliminado controles para todo tipo de transacciones, los
medios electrónicos han permitido operar a través de la red, en tiempo real y
durante los 365 días del año, mientras el desarrollo de una ingeniería financiera
destinada a multiplicar todo tipo de productos, algunos de notoria opacidad, ha
hecho el resto.
Finalmente, una parte al menos de los poderosos del mundo ha alimen-
tado la multiplicación de este tipo de territorios o, en todo caso, ha aceptado
su existencia y legitimado su funcionamiento de hecho, pese a las repetidas
denuncias sobre sus efectos cada vez más perniciosos sobre la economía mun-
dial. Confluencia de intereses o complicidad manifiesta, el resultado ha sido
la conversión de estos lugares en piezas necesarias para la expansión, en las
últimas décadas, de lo que Husson (2008) califica de capitalismo tóxico, con
efectos negativos de indudable gravedad desde varios puntos de vista. Aun-
que todo intento de sistematización supone, como contrapunto, cierto efecto
simplificador, pueden destacarse aquí cinco consecuencias que justifican la
necesidad de incluirlos en cualquier panorámica sobre el orden geopolítico
actual. ' .v: : - - v ' - í - - - - . , ^ . ..-v-• • / í - : f r m r-MK-;
168 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

En primer lugar, ofrecen una vía de escape a las obligaciones fiscales de


empresas y personas de elevados ingresos, que practican la evasión de im-
puestos y reducen con ello la recaudación de sus propios Estados en u n volu-
men que en 2005 se estimó en unos 255.000 millones de dólares (Baker, 2005),
mediante la instalación ficticia de sedes y residencias en ellos, a menudo iden-
tificadas con u n simple despacho de abogados o u n apartado de correos. Un
segmento difícil de estimar de las élites del poder no está demasiado alejado,
de uno u otro modo, de las actividades que se desarrollan en estos territorios,
que tienen como efecto indirecto presionar a la baja sobre la legislación en
materia fiscal del resto de Estados, ante l a amenaza que supone esta compe-
tencia desleal. .
En segundo lugar, ofrecen u n refugio seguro para la corrupción política y los
corruptos, así como para el blanqueo de capitales procedentes de las múltiples
formas que reviste la criminalidad organizada, prácticamente al abrigo de cual-
quier tipo de control, para la que se estimó un producto criminal bruto anual en
torno a 1,5 billones de dólares en 2005. Su presencia favorece, pues, la creciente
interpenetración entre la economía legal y la ilegal, con los negativos efectos que
de ello se derivan (Maillard, 1999).
U n tercer aspecto a tener en cuenta es el efecto desestabilizador que para el
sistema financiero internacional alcanzan los grandes movimientos de capital
sin apenas control que tienen como lugar de origen o de tránsito las empresas,
bancos o individuos radicados en esos territorios, hasta convertirse en "el cora-
zón de lo que conduce a la inestabilidad financiera" (ATTAC, 2009: 3). No es de
extrañar que tras cada crisis financiera y, en concreto, tras la desencadenada en
2008, haya habido u n movimiento a favor de mayores restricciones, aunque con
la perspectiva que da el paso del tiempo, sus resultados hayan sido hasta ahora
escasos.
U n cuarto aspecto a subrayar es el efecto particularmente negativo que
esta situación tiene en los países pobres, en general, y en los Estados fallidos
en particular. Según estimaciones de Oxfam Internacional, que ha venido rea-
lizando estudios al respecto desde el año 2000, esos países pierden cada año
cerca de 124,000 millones de dólares que van a parar a paraísos fiscales me-
diante diferentes formas de evasión, cifra que supera en u n 20% el montante
de toda la ayuda al desarrollo que reciben. L a actividad de políticos corruptos,
señores de la guerra o empresarios sin escrúpulos, se ve así facilitada, hasta
el punto de estimarse en más de 6 billones de dólares las cantidades deposi-
tadas en paraísos fiscales por particulares de estos países, lo que es u n factor
que contribuye a alimentar la espiral de deterioro que sufren sus Estados. En
ese sentido, puede afirmarse que "los paraísos fiscales extraterritoriales son
un obstáculo cada vez mayor para l a reducción de l a pobreza" (Oxfam, 2000:
1).
Por último, en u n periodo en el que las amenazas terroristas —reales en unos
casos y supuestas en otros— han cobrado creciente importancia y justificado
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 169
diferentes acciones por parte de las grandes potencias, el oscurantismo en los
movimientos del capital que acompaña la existencia de estos enclaves se ha
convertido en u n medio eficaz para la financiación de algunos de esos grupos, tal
como reconocen diversos organismos internacionales, alertados sobre todo tras
los atentados del 11-S (Frangois, Chaigneau y Chesnay, 2004). Esta cuestión
establece una conexión entre lo analizado en los últimos epígrafes y otro expo-
nente de la ampliación que han registrado en el mundo esos espacios grises, al
margen de la ley, como es el relativo a la producción, tráfico y consumo de drogas
ilícitas.
3.4. GEOPOLÍTICA D E L A D R O G A Y E S P A C I O D E R E D E S
La producción, el tráfico y el consumo de drogas ilegales se han convertido
en las últimas décadas en u n fenómeno de importancia creciente, tanto desde
el punto de vista económico, por los cuantiosos beneficios que generan y las
inversiones en que éstos se traducen, como por su vinculación directa con una
treintena de confiictos armados desde el final de la Guerra Fría, o sus efectos
sobre la corrupción y la fragilidad interna de diferentes Estados.
Pese a las campañas internacionales y las diferentes políticas aplicadas para
su erradicación, la producción y el consumo de estupefacientes han mantenido
una notable estabilidad, con periodos incluso de crecimiento, al tiempo que su
distribución geográfica se hace cada día más compleja, observándose procesos
de deslocalización, diversificación y división espacial del trabajo entre redes cri-
minales que operan a escala transnacional. Como señala el último informe de la
Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en su resumen
ejecutivo, "el sistema internacional de lucha contra la droga ha tenido varias
consecuencias no previstas, la más temible de las cuales es la aparición de un
mercado negro de drogas lucrativo, junto a la violencia y corrupción que genera"
(UNODC, 2009: 18).
En ese sentido, la dimensión geopolítica y geoestratégica de este tipo de ac-
tividades resulta u n aspecto a destacar, directamente relacionado con varias de
las temáticas abordadas en páginas anteriores (Labrousse y Koutouzis, 1996).
En una síntesis inicial de tales implicaciones, pueden señalarse las siguientes:
• E l control de la actividad por una serie de organizaciones ilegales, de ca-
rácter mafioso, que consiguen gran cantidad de recursos, lo que les con-
vierte en actores geopolíticos importantes en algunas regiones del mun-
do, con evidente poder e influencia políticos, que establecen relaciones de
competencia, enfrentamiento o colaboración con los respectivos Estados,
según los casos
• Las principales áreas de producción de los tres principales tipos de drogas
ilícitas de origen natural que son el arbusto de coca (Erythroxylon coca), l a
170 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E

amapola del opio (Papaver somniferum) y el cannabis {Cannabis sativa),


coinciden no sólo con territorios de determinadas condiciones ambientales
sino, sobre todo, con espacios inestables y aquejados por conflictos arma-
dos, que son un entorno adecuado para fomentar su cultivo, por lo que
numerosos Estados fallidos aparecen a menudo asociados, de uno u otro
modo, al narcotráfico.
' • E l cultivo se ve también favorecido por la grave crisis económica que pa-
' decen esos países y, en especial, las regiones productoras, que ha supuesto
una progresiva desaparición de su agricultura tradicional, con la conver-
sión de esos cultivos ilegales, y por ello mucho mejor pagados, en la única
alternativa rentable, lo que dificulta el éxito de las campañas de sustitu-
ción emprendidas por diversos gobiernos. , ,
• La desregulación del sistema financiero internacional y la proliferación
de paraísos fiscales han sido eficaces aliados para la expansión de estas
actividades, al facilitar el blanqueo y la reinversión de los beneficios en
multitud de actividades y países, por lo que puede afirmarse que la globa-
lización ha resultado u n contexto muy adecuado para el desarrollo de esta
forma de economía criminal.
• Finalmente, más allá de las causas internas que explican la implicación
de determinados países del mundo en la red de narcoterritorios, no debe
olvidarse la implicación de las grandes potencias, que están presentes en
esta actividad desde sus inicios. Por una parte, fueron los monopolios colo-
niales británicos y franceses los que fomentaron la exportación de opio en
el siglo XIX; fueron también los cambios en las relaciones internacionales
los que modificaron la geografía de la producción, sustituyendo unos paí-
ses por otros; por otro lado, determinados servicios secretos como la CIA
í estadounidense o el I S I pakistaní utilizaron esta actividad para finan-
ciar algunas de sus actividades y, por el contrario, han sido también los
acuerdos intergubernamentales promovidos, sobre todo, por el gobierno
de Estados Unidos desde los inicios del siglo XX los que establecieron la
legislación prohibicionista sin la que no serían comprensibles muchas de
las características del sector.
, Puede abordarse u n análisis geopolítico de las drogas ilícitas considerando
varios planos complementarios que incluyen desde la localización de los espacios
de producción y consumo, así como las rutas más habituales, hasta el análisis de
los factores que justifican tanto su crecimiento general como la distribución de
las principales áreas productoras, para finalizar con una referencia a las redes
del narcotráfico y su impacto actual. Pese a las dificultades de información en
este ámbito, resultan de especial interés los informes anuales de la UNODC,
junto con los que publican organizaciones privadas como el Observatorio Geopo-
lítico de las Drogas hasta su desaparición en 2000, o Geopium (www.geopium.
org), entre otros.
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 171
a) Los espacios de la producción y el consumo: el mapa mundial
de las drogas
Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2009, elaborado por la UNO-
DC, la superficie destinada al cultivo del opio, la coca y el cannabis alcanzó las
189.000 hectáreas en el primer caso y las 170.000 en el segundo, mientras para
el tercero las estimaciones disponibles son mucho más inciertas, al ser una plan-
ta que puede cultivarse en condiciones muy diversas, por lo que las cifras oscilan
entre 200.000 y 642.000 hectáreas. Estas superficies, que pueden estimarse me-
diante el uso de medios técnicos de observación aérea y, en algunos casos, a par-
tir del trabajo de delegados de Naciones Unidas sobre el terreno, están siempre
sometidas a discusión, aunque menos que las correspondientes a la producción
de sustancias derivadas (heroína, cocaína, hachís, marihuana) que llegan a los
mercados de consumo.
La distribución territorial de esos cultivos mantiene, desde hace décadas,
una relativa estabilidad regional, reflejada en el mapa de la figura 3.7, si bien se
observan movimientos de difusión y relocalización frecuentes, pues cuando un
país productor reduce su cosecha —bien sea por accidentes meteorológicos o por
campañas de erradicación—, otros productores la incrementan para atender las
demandas del mercado. La competencia parece aquí funcionar de manera eficaz,
pese a que los defensores del libre mercado no acostumbren a utilizar esta acti-
vidad como ejemplo para sus argumentaciones.
En el caso del cultivo del opio, la producción de amapola se concentra casi
exclusivamente en Asia, si bien han aparecido recientemente pequeñas áreas
productoras en Latinoamérica y África central, que no atentan contra esa he-
gemonía del continente asiático. Las dos regiones de donde procede lo esencial
de la producción mundial son el llamado Triángulo de Oro, en la península de
Indochina, con Myanmar/Birmania (28.500 hectáreas) a la cabeza y Laos (2.000
hectáreas) en posición secundaria, mientras en Tailandia se ha conseguido su
práctica desaparición. Pero mucha mayor importancia tiene hoy el Creciente o
Media Luna de Oro, denominación que acuñó la CIA en 1979 en alusión a la re-
gión anterior, en donde Afganistán (156.500 hectáreas) se mantiene desde hace
años como primer productor, con más del 80% del total mundial, mientras Pa-
kistán (2.000 hectáreas) ha visto reducir con rapidez su producción propia, que
casi fue totalmente erradicada en Irán, secular consumidor y productor de opio.
Afganistán es también, en consecuencia, el primer productor mundial de opio,
con unas 7.700 toneladas en 2008, de las que la UNODC estima que unas 3.000
se exportaron de forma directa y la mayor parte del resto (salvo el consumo i n -
terno) se transformaron en 630 toneladas de heroína, exportadas igualmente al
mercado exterior. . i
172 R I C A R D O MÉNDEZ GUTIÉRREZ D E L V A L L E
E L N T J E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 173
Dentro de Afganistán, la provincia meridional de Helmand, dentro del terri-
torio pashtún y una de las áreas fuertes de la resistencia talibán, concentra ya
más de la mitad de toda la superficie cultivada de opio en el mundo (100.000
hectáreas), frente a su progresiva erradicación en el norte y centro del país por
la mayor infiuencia de las tropas estadounidenses. Algo similar ocurre en Myan-
mar/Birmania, donde casi el 90% de su cultivo se localiza en las altas mesetas
del estado Shan, al este del país y asiento de diversos grupos armados de carác-
ter nacionalista desde hace décadas.
Este reparto actual invierte la importancia relativa de ambas regiones a me-
diados de los años noventa, cuando la superficie total cultivada en el mundo era
mayor (240.000 hectáreas), Myanmar/Birmania era el país con mayor exten-
sión (150.000 hectáreas, u n 62% del total) y Laos el tercero (20.000 hectáreas),
mientras Afganistán ocupaba una posición intermedia (70.000 hectáreas). En
ese sentido, la evolución del cultivo en Afganistán resulta buena muestra de sus
implicaciones políticas (figura 3.8).
Figura 3.8. Evolución del cultivo de opio en Afganistán, 1994-2008.
200
180
cg 160
^ 140 +
^ 100
•o 80
CD 6 0 - i # •••Ill
40
20 II I I I I I I
O l( .H ^^^1 .-^1 1111111
1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008
/\ños
Fuente: UNODC.
Se estima que, en 1970, el país apenas produjo unas 130 toneladas de opio
y unas 300 en 1980, pero tras el inicio de l a guerra con los soviéticos en la
década siguiente y el apoyo estadounidense y pakistaní a la expansión del
cultivo para financiar a grupos de muyaidines (en particular a caudillos como
Gulbuddin Hekmatyar), la producción del país alcanzó las 1.200 toneladas en
1989. La guerra civil posterior y el periodo talibán supuso un aumento cons-
tante hasta las 4.600 toneladas en 2000, que se vio interrumpido en 2001 tras
el edicto del m u l l a h Omar que prohibía su cultivo como contrario al Islam.
Pero la intervención occidental liderada por Estados Unidos y la nueva guerra
174 R I C A R D O M E N D E Z GUTIÉRREZ D E L V A L L E

h a n vuelto a duplicar esa cifra, si bien ahora concentrando la producción en


las regiones pashtunes menos controladas por las tropas de la coalición y base
principal de operaciones para los talibanes, que se prolongan por las vecinas
provincias occidentales pakistaníes (Rashid, 2000; Chouvy, 2002 y 2009).
Respecto a la superficie cultivada de arbusto de coca, Colombia se sitúa a
la cabeza con 81.000 hectáreas en 2008 (47% del total mundial), por delante
de Perú (56.000 hectáreas) y Bolivia (31.000 hectáreas). Se mantiene así una
primacía que era mucho mayor al finalizar la década anterior, cuando se estima
que en Colombia se localizaban 165.000 de las 220.000 hectáreas cultivadas,
pero que se ha visto afectada por los efectos del Plan Colombia, acordado por el
gobierno del país y Estados Unidos, lo que ha provocado la aparición de nuevas
zonas cultivadas en regiones limítrofes de Ecuador, Brasil, etc. E n los laborato-
rios clandestinos dispersos por el territorio se estima una producción final de
unas 845 toneladas de cocaína (995 en 2007), exportadas hacia los mercados
estadounidense y europeo principalmente (UNODC, 2009).
Respecto al cultivo de cannabis, la información es mucho más incierta porque
hay una gran cantidad de pequeños agricultores que lo cultivan en pequeñas
parcelas o junto con otras plantas, lo que dificulta su localización, pero algunos
países africanos (Marruecos, Lesotho...) y de Asia Central se han convertido en
sus principales productores y exportadores, bien en forma de hierba (marihuana:
entre 13.300 y 66.100 toneladas) o de resina (hachís: 2.200 a 9.900 toneladas).
En el caso de estas antiguas repúblicas soviéticas centroasiáticas, a su impor-
tancia secundaria como países productores se suma ahora su función esencial
en esta nueva ruta de la seda por la que ahora transitan hacia Rusia y Europa
el opio y la heroína procedentes de los dos extremos de la cordillera de los Hima-
layas, en cuyas regiones de difícil acceso se encuentran los principales centros
de producción. Más diversificadas son las rutas que sigue la cocaína sudameri-
cana, que se dirige hacia Estados Unidos desde los puertos del Caribe, o a través
de Centroamérica y México, mientras desde puertos colombianos, venezolanos,
peruanos, brasileños o argentinos sale también con destino a otros mercados,
principalmente el europeo y, cada vez más, los asiáticos.
Con relación a las drogas de síntesis, tanto anfetaminas (producción de en-
tre 230-640 toneladas en 2008) como éxtasis y similares (72 a 137 toneladas),
su tradicional fabricación en los países desarrollados (Países Bajos principal-
mente) se ha visto afectada por u n proceso de deslocalización hacia Rusia, pero
también hacia países del Tercer Mundo que se han incorporado a ese mercado
recientemente.
Algo similar puede decirse respecto al consumo, cuya evolución apunta a una
reducción paulatina de la tradicional hegemonía detentada por Estados Unidos
y Europa, a medida que se incorporan nuevos consumidores, sobre todo en países
productores o situados en las principales rutas del tráfico. L a UNODC estima
que en 2007 entre 172 y 250 millones de personas consumieron drogas ilícitas al
menos una vez, de los que entre 18 y 38 millones corresponden a consumidores
E L N U E V O M A P A GEOPOLÍTICO D E L M U N D O 175
habituales (que califica de problemáticos), pero el reparto proporcional de ese
consumo según tipos de sustancias varía mucho de unos continentes a otros. E l
contraste fundamental estriba en que, mientras los países desarrollados siguen
siendo policonsumidores de unas sustancias que circulan en mercados globali-
zados, en el resto hay una relación directa entre tipo de consumo y producción,
lo que supone mayores relaciones de proximidad. Así, por ejemplo, en el caso
de la cocaína el mercado norteamericano supone u n 50% del total mundial y el
europeo otro 25%, pero en tercer lugar se sitúa el latinoamericano, con otro 15%;
en el caso de los opiáceos, en cambio, Asia está a la cabeza con u n 50% del total y
Europa vuelve a representar otro 25%, mientras América del Norte queda muy
por debajo, con valores próximos a los que ya representa el consumo africano.
h) Factores de localización: la primacía de las claves geopolíti-
cas
Los numerosos intentos de poner freno a la economía de la droga desde hace
décadas no han logrado sino éxitos muy parciales, lo que parece poner en eviden-
cia la existencia de condiciones que impulsan el mantenimiento general de este
tipo de actividades. A su vez, más allá de los factores ambientales favorables
para el cultivo de las diferentes plantas, existen condicionamientos políticos en
territorios concretos que explican la distribución de las áreas de producción y,
hasta cierto punto, de las principales rutas que sigue la droga hasta llegar a los
mercados de consumo. i • 'j, v , . -
En un plano general, el hecho de tratarse de drogas ilícitas y, por tanto, de
que tanto su producción, como su transporte y distribución sean actividades
ilegales, conlleva importantes limitaciones para su expansión, pero también
genera enormes márgenes de beneficio para las organizaciones que controlan
lo esencial del negocio y lo adaptan constantemente para sortear todo tipo de
restricciones. De este modo, las diferentes redes criminales del mundo tienen
en la economía de la droga una de sus fuentes primarias de financiación, ya se
trate de la Mafia estadounidense, las italianas {Cosa Nostra, Camorra, 'Ndrang-
heta. Sacra Corona Unita), china {Tríadas), japonesa {Yakuza), rusa, turca o
albanesa, cárteles colombianos {Medellín, Cali, Norte del Valle) y mexicanos
{Sinaloa, Tijuana, Juárez, Colima...), etc. Según u n informe del Observatorio
Geopolítico de las Drogas (2000), la distribución de los beneficios corresponde en
un 5% aproximadamente para los cultivadores, u n 15% para quienes realizan
la transformación industrial, u n 26% para quienes llevan a cabo el transporte y
un 54% para los distribuidores, lo que da idea de la capacidad de acumular ex-
cedentes por organizaciones que sólo dejan sin controlar la fase inicial (cultivo)
y final (distribución minorista) de toda la cadena de valor.
Con relación a los principales países productores, parece existir una estrecha
asociación entre el aumento de la producción y la presencia de conflictos arma-
dos, pues la economía de guerra encuentra en la droga u n recurso estratégico
176 RICARDO MENDEZ GUTIERREZ D E L V A L L E E L NI

que permite aportar los recursos financieros necesarios a los grupos armados estableciendo nuevas reL
y, al tiempo, favorece la conexión entre éstos y las redes mafiosas, que junto al ya existentes con anteric
tráfico de drogas también participan en el tráfico de armas y otros. "Las drogas de uno de estos espacios
son utilizadas con (y como) armas desde las épocas más lejanas, lo que consti- lugares, generando impac
tuye sin duda una explicación suplementaria al temor que inspiran" (Chouvy y za a p a r t i r de una persp
Laniel, 2004: 11). Por otra parte, tampoco es casual que las principales áreas de 3.9 de manera esquemáti
cultivo, tanto en Asia como en América Latina, se sitúen sobre fronteras incier- Por una parte, en los p
tas, poco controladas por los diferentes Estados limítrofes, donde estos grupos el cultivo de la planta co
irregulares operan con mayor libertad. mación en laboratorios cL
Puede tomarse como ejemplo el caso de l a producción del opio y la heroína para su transporte hacia
asiáticos, cuya lógica geopolítica resulta evidente. Si en el siglo X I X la produc- través de países de transí
ción de opio estuvo controlada por monopolios coloniales británicos y franceses, adecuarlo al modo en que
que forzaron la apertura del mercado chino a la producción procedente de la circuito, que teje una red
India e Indochina en las llamadas guerras del opio (1839-1842 y 1856-1860), destino principal en los p
más tarde fue la propia China —en especial sus regiones meridionales de Yun- también abastece mercad
nan y Sechuán— quien se convirtió en principal productor, controlando el 85%
del total mundial a comienzos del siglo X X (Chouvy, 2002). Su aparición en el
Figura 3.9. Tráf
Triángulo de Oro se produjo tras el bloqueo marítimo durante la Segunda Gue-
rra Mundial, que impidió la llegada a los mercados del opio de China, la Indo-
china francesa e Irán, e incentivó su cultivo en las altas mesetas situadas en la Cultivo
frontera entre Birmania, Tailandia y Laos, donde la instalación de las guerrillas
nacionalistas del Kuomintag —con apoyo de Estados Unidos—, tras su derrota
en la guerra civil china, incentivó una producción de la que obtenían parte de PAÍS
PRODUCTOR
su financiación. SECUNDARIO
Este proceso, alimentado desde sus inicios por consideraciones geoestratégi-
cas, convirtió a la región en primera productora mundial hasta que en la década
Cultivo
de los 80, la guerra contra la URSS en Afganistán reactivó el cultivo en otra re-
gión donde Irán era el país productor y consumidor por excelencia hasta su pro-
hibición en 1955, mientras en Pakistán, Turquía y Afganistán tenía una impor-
tancia muy limitada. De nuevo los intereses geoestratégicos, la desarticulación Consumo
del país en términos políticos y socioeconómicos, junto al apoyo estadounidense
directo e indirecto (tras el golpe de Estado del general Zia-ul-Haq en Pakistán),
Rentas adrarías
gestionado por la CIA, a algunos grupos locales directamente financiados por el
opio, dieron u n vuelco a esa situación y convirtieron a Afganistán en indiscuti-
ble productor hegemónico (McCoy, 2003), t a l como se ha analizado en páginas
anteriores. , .. , . . ^. > ^

c) Las redes del narcotráfico y sus efectos sobre el mapa geopolíti- Fuente elaboración propia.
co
Como es sabido, el proceso de globalización ha densificado extraordinaria-
E l flujo de l a droga a
mente las redes de fiujos, materiales e inmateriales, que interconectan los di-
que alcanza volúmenes
ferentes lugares, ampliando su escala, diversificando su contenido y, a menudo,

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