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VIGILIA DE PENTECOSTÉS

Año 2020

- Carta para la preparación de la Vigilia

- Palabras de Kiko para Pentecostés


Carta para la Vigilia de Pentecostés 2020

Queridos hermanos:

El Señor ha preparado para nosotros fiestas, y en estas fiestas, preparadas para


nosotros, se ha comprometido, nos ha prometido una asistencia particular, también en
referencia a la fiesta de Pentecostés. Nos reuniremos donde sea posible, como
comunidad, para la Vigilia a la espera del Espíritu Santo. En ella celebramos nada
menos que la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, en el día de Pentecostés.
Durante el tiempo de Cuaresma y de Pascua hemos recibido muchos testimonios
de hermanos y de comunidades sobre las celebraciones de la Palabra y de la Eucaristía,
sobre todo, en las celebraciones en familia. Nos ha consolado ver los frutos de cincuenta
años del Camino Neocatecumenal. Nos han alegrado tantos vídeos sobre las
celebraciones de la Vigilia Pascual y sobre la participación viva de los niños, de
vuestros hijos. Estamos agradecidos al Señor por cómo nos ha acompañado durante este
tiempo, donándonos la comunión que viene de Él.
Muchos hermanos nos han pedido una palabra de Kiko con ocasión de la
próxima Vigilia de Pentecostés. Para animaros en esta fiesta y en su preparación, os
enviamos unas palabras de Kiko.
Las comunidades que tengan la posibilidad de celebrar la Vigilia de Pentecostés,
respetando las disposiciones dadas por las autoridades eclesiásticas y civiles, pueden
celebrarla por comunidad y, si fuera necesario, con otras comunidades. Las
comunidades que no tienen esta posibilidad pueden celebrar por internet, vía streaming
o celebrar la Vigilia en familia: por eso hemos pensado enviaros, a todos los hermanos
que tienen necesidad, el esquema de la Vigilia de Pentecostés.
Que el Espíritu Santo descienda abundantemente sobre nosotros. ¡Rezad por
nosotros!

Madrid, 26 Mayo 2020 – San Felipe Neri


PALABRAS DE KIKO PARA PENTECOSTÉS 2020

La fiesta de Pentecostés era una fiesta para Israel que, después de haber
salido de la esclavitud de Egipto, había recibido en el monte Sinaí la Torá, es
decir, el libro de la Ley, que recoge los 5 primeros libros de la Biblia: Génesis,
Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La Torá es una palabra hebrea que
significa ‘camino’, ‘ley’; esta Torá se resume en las dos tablas de la Ley, en los 10
mandamientos. Cuando Dios aparece sobre el monte Sinaí marca el camino de la
vida, que es: “Escucha, Israel: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas”; y junto a éste: “Ama a tu prójimo como a ti
mismo”: son las dos tablas que aparecen como lenguas de fuego que iban a
posarse sobre la piedra.

Pero ya los profetas habían dicho que en el tiempo del Mesías, Dios no
escribiría más sobre piedras su Ley, el camino de la felicidad y de la vida, sino que
Dios mismo habría mandado su Espíritu sobre los hombres y este Espíritu habría
escrito la Torá, el camino de la vida, en el corazón del hombre. Por eso, los
hebreos se reúnen el día de Pentecostés para conmemorar la fiesta de la Torá, la
fiesta de la Ley. Todos los hebreos se reúnen esta noche en Israel para celebrar la
fiesta de la Torá, del rollo de la Ley, haciendo una procesión con el rollo. Los
hebreos ponen en un armario en la sinagoga los rollos de la Torá, como nosotros
ponemos la Biblia.

Cuando los apóstoles estaban celebrando en el Cenáculo, con la Virgen, la


bajada del Señor sobre el Sinaí y la entrega de la Torá, sabéis que un viento
impetuoso ha movido las ventanas y de repente han aparecido como lenguas de
fuego sobre sus cabezas y ha descendido sobre ellos el Espíritu Santo, el Espíritu
mismo de Dios, que es el autor en nosotros de todo bien.

El Espíritu Santo nos hace hijos de Dios, nos hace amigos de Dios, nos hace
santos, nos permite poder amar en la dimensión de Dios, como Dios ama.
Nosotros hombres amamos de una forma limitada, porque por el miedo que
tenemos a la muerte, cuando el otro con sus defectos nos hace mal, nos mata, no
podemos amarlo, tenemos que hacer una violencia contra él: no le hablamos, le
golpeamos, nos enfadamos, no podemos soportar que nos esté destruyendo. No
podemos. Entonces la gente que se enfada, si están casados, se divorcian,
porque no pueden tolerar esta prepotencia en su vida. La gran novedad del
cristianismo, que ha hecho Jesucristo, es que no se resiste al mal, sino que toma
sobre sí los pecados y esto aparece como un tipo de amor nuevo, algo
sorprendente. Nadie sabía que aquel hombre crucificado fuera el mismo Dios,
que Él estaba tomando sobre sí el ser rechazado, lo acepta y va a morir en la
cruz, y el mal que le están infligiendo, lo ofrece al Padre como rescate. El Padre
ama mucho al Hijo y no puede ver que el Hijo sufra, pero el Hijo ofrece este
sufrimiento por los mismos que le están matando, de forma que del rechazo, del
pecado, Dios saca la salvación: el rechazo de Dios lo transforma en nuestra
salvación.

Cristo dice al Padre: “¡Padre, no les tengas en cuenta este pecado!


¡Perdónales! te ofrezco mi sufrimiento, mi muerte en rescate por ellos, pero tú
perdónales!”. Este amor sublime que aparece sobre la tierra y que antes no
existía en nuestro planeta, Dios ha querido dárnoslo. Este amor en el fondo es el
cumplimiento de la Torá, porque la Torá había profetizado ya este amor, había
anunciado ya que esto es la felicidad, la vida eterna. Dios es esto.

Nosotros, en esta noche, esperamos que Dios nos dé este amor, porque si
no tienes este amor -cuando el otro, por ejemplo, en tu casa tu hermano te hace
algo, toma algo que es tuyo y tú no tienes paciencia, no eres capaz de no
resistirse al mal, nosotros no somos corderos- pero si tienes este amor es
distinto. Dice San Pablo que los cristianos son todos los días como ovejas llevadas
al matadero, es decir, que todos los días nos encontramos con acontecimientos,
con hechos pequeños o grandes en los cuales tenemos que ofrecer nuestro
cuello como una oveja en el matadero. Si hoy hemos tenido un litigio, algún
problema, para amar al otro hemos tenido que morir a nosotros mismos.

Nosotros no podemos amar sin el Espíritu, para amar tenemos necesidad


del Espíritu Santo. ¿Por qué podemos tener este amor? Porque el Espíritu Santo
nos da la victoria sobre la muerte, el misterio Pascual se realiza en nosotros. Dice
San Pablo que “cuando nosotros morimos el otro recibe la vida, llevando siempre
en nuestro cuerpo el morir de Jesús”, la forma de morir de Cristo, la cruz, para
que se vea en nosotros que Cristo está vivo. Si Cristo no viviera en nosotros no
podríamos aceptar ser matados todos los días.

La cruz de Cristo es la forma de amor por la que Cristo está vivo y


resucitado, ha subido al cielo, porque Él ha amado así. No es con un esfuerzo
nuestro, con nuestros puños como podemos tener este Espíritu, sino que todos
esperamos que Dios nos dé este amor que nos hace santos. Ésta es la santidad,
amar así es la santidad: el Espíritu nos hace santos, hace de nuestra vida una
liturgia. Esta noche no podemos ser cristianos sin alimentar, sin recibir el Espíritu
Santo. Y el Espíritu Santo lo podemos perder. El Espíritu Santo es un caballero,
digamos así, es muy educado, muy bueno, basta que tú, en tu libertad, quieras
portarte mal y Él te deja libre, tu casa se queda vacía, te vuelves colérico,
enfadado, porque el Espíritu Santo no puede participar de nuestras maldades.

Esto es un problema grande en nuestra vida, por eso nuestra vida es una
cosa muy seria, porque somos libres y podemos condenarnos. El Espíritu Santo
no nos quita la libertad, absolutamente, es más te hace todavía más libre para
pecar, para hacer el mal. En cualquier momento podemos hacer cosas horribles,
en nuestra libertad. Pero para eso El Espíritu Santo viene con sus dones, el don
de la sabiduría para tener discernimiento y poder descubrir las trampas del
demonio. A todos nosotros el demonio nos puede engañar, dándonos sobre todo
la descomunión, que en el fondo nos hace dudar de que Dios nos ame, tomando
ocasión de los sufrimientos de la cruz. Toma la cruz y le da una luz oscura,
mientras que el Espíritu Santo ilumina nuestra cruz, la hace gloriosa. El don de
inteligencia y de ciencia para entender quiénes somos y dónde vamos, el don de
consejo para poder hacer la voluntad de Dios, el don de piedad para poder tener
gusto por las cosas de Dios, tener amor a Dios. Sin el don de la piedad, la liturgia
te parece un aburrimiento. Piedad significa amor a las cosas santas, a las cosas
divinas, un amor que nos viene dado desde el cielo. El pecado te quita el gusto
por las cosas divinas, porque te lleva a amar al mundo. El don de fortaleza y de
temor de Dios, el santo temor, es decir, entender que somos libres y que
podemos pecar gravemente. El don de temor te da horror al pecado. Nosotros
tenemos estos dones del cielo, el Espíritu Santo viene con los dones necesarios
para nuestra salvación.

Y con los dones nos da también sus frutos, de los que habla San Pablo en
la carta a los Gálatas 5,22: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí”.

Ofrecer tu cuello como Isaac: “Aparecerá en el cielo un cordero


degollado”, frente a los hombres. Es la obediencia. Obediencia siempre significa
darse: esto es el cristianismo. No hay nada más sublime sobre la tierra, es la
verdadera felicidad. Aparentemente parece que no, pero si Dios te da el Espíritu
Santo, la capacidad de amar a tu marido, donándote, perdiendo un poco la vida,
allí encontrarás la verdadera felicidad, que es la vida eterna. Nosotros sabemos
que cada pecado que cometemos, de egoísmo de violencia, etc. quita su raíz a
nuestra fuente de felicidad, entonces tenemos necesidad de más televisión, etc.
y cada vez tenemos menos felicidad.

Por eso, ánimo, tenemos todos necesidad del Espíritu Santo, ésta es una
fiesta grande, fiesta de la Iglesia, es la fiesta del nacimiento de la Iglesia. Gracias a
la Iglesia vosotros habéis encontrado al Señor, sin la Iglesia no estaríamos aquí.
Ésta es la fiesta más grande, la vigilia de Pentecostés es un fruto de la Pascua:
Cristo ha subido al cielo, ha ofrecido al Padre sus llagas gloriosas y el Padre ha
mandado su Espíritu Santo.

Es un misterio maravilloso también lo que se cumple en nosotros, porque


¿qué es el Camino Neocatecumenal? El Espíritu Santo nos está donando la
comunión, haciendo que estemos juntos durante tantos años, todos con el
mismo lenguaje, la misma comunión. Éste es el gran milagro, porque ha llegado
el Mesías sobre la tierra. El Señor ha hecho verdaderamente milagros con
nosotros, verdaderamente: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”, que nos ha
sacado de nuestra Babilonia. Sabéis que Babel, Babilonia, significa “confusión de
las lenguas”, es decir, significa que no hay comunión; como en nuestra sociedad
en donde no hay comunión, los jóvenes no encuentran un lenguaje interno que
les sacie.

Nosotros hemos visto, sin embargo, qué bueno ha sido el Señor con
nosotros, que nos ha dado de su Espíritu, que nos ha dado la comunión: viejos y
jóvenes. Tenemos todos una comunión nueva que no es un fruto psicológico,
sino una obra del Espíritu Santo en medio de nosotros.

¡Los designios del amor de Dios para nosotros! Como comunidad nos ha
salvado; es algo bellísimo, impresiona muchísimo ver una comunidad unida; es
decir sois un testimonio. Individualmente, quizás, sois un desastre, pero unidos,
como comunidad, sois un espectáculo. Un espectáculo porque un grupo que se
mantiene unido es dificilísimo, porque somos todos distintos y es facilísimo
destruir la comunión, hay divisiones, envidias o se hace una comunión ficticia de
aquellos que se reúnen para cenar, etc. pero con el tiempo siempre acaba
deteriorándose.

Los Papas han dicho que el Camino Neocatecumenal viene del cielo para la
salvación de la Iglesia: tienen este carisma de discernimiento. Nosotros somos
todos privilegiados porque Dios ha mostrado en nosotros esta obra, que no es
nuestra, porque la comunión la construye Jesucristo, constantemente, gracias al
Espíritu Santo, por lo que nos da esta lengua única que es la comunión de los
santos, que es maravillosa y que nos permite perdonarnos. “Amaos como yo os
he amado”, es decir, aceptando que el otro tenga sus defectos, como Cristo ha
aceptado nuestros pecados y los ha perdonado. El mundo no puede perdonar, le
parece una locura perdonar, porque si se perdona se continúa a hacer el mal y no
soporta que exista el mal, está escandalizado.

Ved la situación del mundo hoy, en tiempo de la pandemia del


coronavirus: como una mujer en parto, grita, jadea, lleno de sufrimiento. Pero el
Señor destruye estas tinieblas con su aparición, con su resurrección, el Señor ha
mostrado los signos de su amor. ¡Ánimo! Que Dios tiene para vosotros signos
todavía más grandes, todavía os mostrará cosas mayores. Habéis visto que de
Pentecostés en Pentecostés, Dios está bendiciendo vuestra comunidad. No
miréis a vuestra debilidad, sino al proyecto, al diseño que Dios tiene para la
salvación de esta generación.

Esperemos que todos recibamos la potencia del Espíritu Santo: esta lengua
de fuego sobre la cabeza que no nos hace estar tranquilos, pensando que tanta
gente no conoce a Jesucristo, gente sola, tantísima gente que está en el infierno.
Nosotros tenemos este don inmenso de haber encontrado al Señor. El que ha
encontrado al Señor Jesucristo y tiene el Espíritu Santo dentro, no está nunca
solo; aunque una mujer se quede viuda está unida al Señor: dos en una sola
carne.

Si estáis angustiados, si tenéis una pena, el Espíritu Santo os consuela.


¡Llamad al Espíritu Santo! ”Al que me llama, le abro, y vendré a él”. Te llama Dios
y te invita a amar. Sabemos que Él es Amor. Es impresionante que Dios siendo
amor, te invite a ti a que ames tú, o sea, a que participes en lo más grande que
existe en la vida, que es el amor.

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