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Fernando Aguiar
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All content following this page was uploaded by Fernando Aguiar on 20 May 2014.
Rafael DÍAZ-SALAZAR,
Democracia laica y religión pública
Madrid, Taurus, 2007
En contra de lo que se afirma con frecuen- Por otro lado, las persecuciones en Fran-
cia, el origen histórico de la tolerancia cia por motivos religiosos acabaron en el
religiosa no está relacionado con la apari- siglo XVIII con la Revolución, que sienta
ción de una concepción neutral del Estado las bases de un Estado democrático laico.
–el Estado liberal- que respeta de forma Sienta las bases nada más, pues hasta
ecuánime todas las creencias. El origen 1905 no se produce en Francia la sepa-
de la tolerancia hay que buscarlo en el ración definitiva de la Iglesia y el Estado.
paulatino surgimiento de un Estado que Como señala Max Weber en Economía y
interviene de forma muy activa en la vida sociedad, tal separación “es una fórmula
social para someter a aquellos poderes que que resulta sólo posible en caso de una
tratan de imponer su particular concepción renuncia fáctica de uno de ellos a ejercer
del bien. En el siglo XVII, en la Inglate- el completo dominio sobre un campo que,
rra republicana de Cromwell, el Estado en principio, le es accesible” (p. 935). Ahora
adquiere conciencia de que sólo puede bien, como hemos visto en la cita de Hill,
establecer la tolerancia religiosa negando esa renuncia fáctica fue obra en su origen
a la Iglesia derecho alguno a intervenir en del uso legítimo de la fuerza por parte de
la vida pública. Como señala el historiador un incipiente Estado democrático y, más
Christopher Hill en su conocido estudio tarde, de una férrea legislación laica que
sobre la revolución inglesa de 1640, lo que la Iglesia debía acatar. La renuncia fáctica
hizo que los ingleses, al poder terrenal por parte de la Iglesia
Católica, poder que le era accesible, no
“se volvieran escépticos y tolerantes en ha sido nunca –si exceptuamos el Concilio
cuestiones religiosas no fue su mayor Vaticano II- una renuncia graciosa.
sabiduría, ni su mayor bondad, sino Mas en la larga historia de la Iglesia
Cromwell, quien, estabulando en las Católica el Concilio Vaticano II apenas fue
catedrales los caballos de la caballería un suspiro, y la Iglesia, con Juan Pablo II a
más disciplinada y democrática que la cabeza, trató de corregir pronto el rumbo
el mundo haya conocido, obtuvo una modernizador que Juan XXIII y Pablo VI
victoria que impidió para siempre jamás habían iniciado. Para ello, Juan Pablo II y
que los hombres fueran flagelados o Benedicto XVI, su sucesor, “no sólo defien-
quemados vivos por tener puntos de den el sometimiento del orden político-
vista poco ortodoxos respecto del oficio jurídico al orden moral, sino que afirman
de la comunión” (Christopher Hill, The que ambos han de fundarse y ser guiados
English Revolution of 1640, Londres, por la Verdad objetiva que es revelada por
Lawrence&Wishart, 1968, pág. 12). el orden religioso” (Díaz-Salazar, p. 52).
La Iglesia ya no persigue herejes y acepta
–qué remedio- la autonomía del Estado; los neocons católicos “pretenden poseer
pero el nuevo fundamentalismo católico el monopolio de la verdad” (p. 86) y, por
no ceja en su empeño de influir en el poder otro, que “las tesis de la jerarquía católica...
político directamente (a través de partidos tienen más que ver con un modelo de Igle-
católicos) o indirectamente (a través de la sia totalitaria que con los valores cristianos”
prensa, la radio, la televisión y la escuela). (p. 58), lo que es más grave aún.
Esto esa así porque, aun aceptando la Díaz-Salazar analiza con detalle este
separación de la Iglesia y el Estado, si “la programa fundamentalista en los capítulos
Iglesia –según Ratzinger- queda suprimida segundo y tercero de su interesante (y
como instancia pública o públicamente oportuno) libro. El análisis evidencia con
relevante, la libertad decae, porque allí el claridad las bases ideológicas del funda-
Estado reclama para sí...la función de la mentalismo que impera en el Vaticano y
ética” (citado por Díaz-Salazar, p. 106). El que ha calado en la Iglesia española espe-
Estado sólo se puede fundar éticamente cialmente. Un fundamentalismo, por cierto,
en una verdad absoluta previa al Estado que no se limita al ámbito de las ideas, pues
mismo, una verdad prepolítica que tras- la Iglesia no renuncia a influir en el poder
ciende los valores laicos de naturaleza político. Como decíamos al principio de
relativista. Esa verdad es la verdad reve- esta reseña, no conviene olvidar que his-
lada y la comunidad en que encarna es la tóricamente la Iglesia se separa del Estado
comunidad cristiana. No puede ser de otra a la fuerza, pues la Iglesia como institución
forma, pues, según Benedicto XVI, “sólo [el nunca tuvo verdadera voluntad de dejar el
Creador] puede establecer valores que se poder; tanto es así que cuando ha tenido
fundan en la esencia del hombre y que son la ocasión se ha unido sin reparos al poder
intangibles” (citado por Díaz- Salazar, p. político aunque se tratara de un poder
103). Desde esta perspectiva, para el cato- dictatorial, como en la España de Franco
licismo integrista que representa Ratzinger o en algunas dictaduras latinoamericanas
–y en España la Conferencia Episcopal- recientes. Esa ambición de poder se deja
resulta inaceptable cualquier medida traslucir en todas las páginas de Democra-
social y política que, cargada de valores, cia laica y religión pública. En todas menos
provenga “sólo” del Estado, pues el Estado en una. En efecto, en la página ciento seis
no es fuente de moral ni de verdad. Por eso Díaz-Salazar afirma que “el fundamento
el matrimonio homosexual, la eutanasia, el de la pretensión pública de la Iglesia”,
aborto, la educación para la ciudadanía, la así como su actual beligerancia, “no nace
investigación biomédica, etc., sólo pueden de su afán de poder o control, sino de su
ser producto del relativismo moral de Esta- responsabilidad para cumplir un imperativo
dos laicos, un relativismo que destruye la ético”. En el libro de Díaz-Salazar queda
libertad, que ha de entenderse en relación claro, sin embargo, que para cumplir ese
con la verdad divina absoluta, verdad que imperativo ético la Iglesia trata de estar
depende a su vez de la revelación. Ante cerca del poder allí donde no puede ser el
semejante dogmatismo el autor del libro poder mismo. Quizá hayamos de entender
que reseñamos afirma, por un lado, que entonces esta frase en el siguiente sentido: