Está en la página 1de 2

← Horarios para la Semana Santa

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! ¡CRISTO HA RESUCITADO ALELUYA  ALELUYA! →

Meditación en los Laudes del Viernes Santo

Publicado el 04/04/2015 por sanpedrosiero | Deja un comentario

Toda la liturgia del Viernes Santo nos invita a mirar a la Cruz. Sobre todo la Celebración de la
Pasión del Señor, en la que la adoraremos, pero también la de estos laudes, la oración de la
mañana que estamos rezando.

Merece la pena pararse a buscar un sentido más profundo a la lectura breve que acabamos de leer
y que también escucharemos por la tarde. En ella, Dios, por boca del profeta Isaías habla ya, varios
siglos antes de su nacimiento, de Jesucristo como el siervo del Señor. En este cántico, se nos
presenta a Jesús como el siervo del Señor que sufre, que padece por nuestros pecados.

En efecto, esto es lo que hoy celebramos y actualizamos, la muerte de Jesús en la Cruz por
nosotros, por nuestra Salvación. Este es el éxito de Jesús que se nos anuncia en esta lectura: que
es capaz de entregarse al Plan que su Padre tiene para Él y que no es otro que destruir la muerte
con su muerte y nuestros sufrimientos con sus sufrimientos.

REPORT THIS AD

Pero la lectura no acaba con el éxito del siervo de Dios. En cambio, nos habla de que muchos se
espantarán de Él porque no tiene aspecto humano, está desfigurado. En realidad, es muy difícil ver
a Dios humillado, destrozado, lleno de llagas, de heridas, coronado de espinas, clavado en la Cruz y
traspasado por los clavos y la lanza. No entra en nuestra cabeza que el Hijo de Dios, de quien lo
más lógico sería esperar que viniera a librarnos de todas nuestras angustias y sufrimientos con un
milagro, algo mágico, haya sido puesto en una cruz, el peor tormento posible. Así, san Pablo ya nos
dice que la Cruz es vergüenza para los judíos, que nunca hubieran pensado que su Mesías, quien
iba a salvar a su pueblo, acabara condenado a muerte por los romanos, el pueblo invasor. Y
escándalo o necedad para los paganos, que no entienden como algunas personas pueden seguir a
un hombre que ha muerto de una manera tan cruel, tan odiada por los romanos, a los que estaba
prohibido condenar de este modo.

En verdad, estamos ante algo inenarrable, inaudito, que asombra a muchos por su crueldad, por
su misterio o por ser algo inexplicable. Pero a nosotros nos debe asombrar por el gran amor por la
humanidad que Jesús demuestra en la Cruz, por la misericordia infinita que brota del Corazón
Sagrado de Cristo. El sentido de la Cruz, desde que el Señor colgó de ella ha cambiado. Ya no
miramos a un madero maldito, sino a Dios, que quiso hacerse hombre y asumir nuestra condición
para salvarnos y dar un nuevo sentido a nuestra vida. Es en la debilidad de Cristo, clavado en la
Cruz, donde actúa el amor y el poder de Dios. Lo que parecía el final se ha convertido en el
comienzo de una nueva humanidad. Una humanidad que aprende, precisamente en la Cruz, que el
verdadero amor y la verdadera dignidad del hombre está en la entrega a los demás, en darse a los
demás sin medida, en abrirse al dolor del otro, en tener siempre una palabra de amor y perdón.
Que de la Cruz saca que, donde Dios actúa, es en la debilidad, dando fuerza al hombre para seguir
adelante en la vida.

En la Cruz está nuestra vida, nuestra fuerza como cristianos y nuestra salvación. Que en este día
hagamos nuestra la Cruz de Cristo en la que el Señor sufrió por nosotros y que seamos conscientes
de que Jesús asume en el árbol de la Cruz, como se refiere a Ella la liturgia de hoy, todas nuestras
penas y nuestros sufrimientos. Dejémoslos todos en el madero a Jesús, que carga con ellos.
Porque la última palabra no la tiene el dolor, sino la alegría de la Resurrección.

Meditación en la oración de Laudes del Viernes Santo

Pola de Siero, 3 de abril de 2015

También podría gustarte