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La libertad como consecuencia fundamental de la

Naturaleza Humana
Por Alexis López Tapia

1.- Las Libertades de Conciencia y Expresión desde la perspectiva Jurídica


Resulta sumamente curioso el hecho de que, al iniciar el Tercer Milenio, la mayoría de las
Legislaciones del Planeta consideren la Libertad de Conciencia como uno de los pilares del
ordenamiento jurídico, y que -no obstante-, la discusión respecto a sus fundamentos y alcances sólo
se haya enmarcado en el ámbito extenso, pero no menos particular, del análisis filosófico y jurídico.

Ello queda de manifiesto al revisar los conceptos que emanan de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, cuyo Artículo 18 establece: "toda persona tiene derecho a la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o
de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia, individual o colectivamente,
tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".

Este principio ha sido refrendado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que
agrega: "este derecho incluye la libertad de tener o de adoptar la religión o las creencias de su
elección".

Por tanto, los mencionados instrumentos jurídicos reconocen los derechos a la libertad de
pensamiento, a la libertad de conciencia y a la libertad de religión, los que "derivan de la dignidad
inherente a la persona humana" (Considerando 2º del Preámbulo del Pacto); y son expresión de un
"reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana" (Considerando 1º del Preámbulo de la Declaración Universal).

Lo anterior, porque de acuerdo con el artículo 1º de la Declaración Universal, los seres humanos
están "dotados de razón y conciencia", de modo que estos derechos no existen por concesión
estatal, menos de mayorías políticas circunstanciales: son anteriores en jerarquía jurídica a todo
poder establecido. Estos derechos resultan, entonces, tan esenciales a la condición humana, que ni
siquiera "en situaciones excepcionales que pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia
haya sido proclamada oficialmente", se puede autorizar la suspensión de su ejercicio, como lo
establece expresamente el Artículo 4º del Pacto.

En el caso que nos ocupa, los compromisos específicos del Estado de Chile en esta materia derivan
del texto expreso de la "Declaración Universal de Derechos Humanos", a la cual el Estado chileno
no sólo adhirió sino, aún más, contribuyó a establecer, y del "Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos", que el mismo Estado suscribió, ratificó y promulgó como ley de la República, el 30 de
noviembre de 1976.

A mayor abundamiento, la reforma constitucional de 1989 estableció que tales tratados y pactos
internacionales, poseen rango de norma constitucional.
Como se puede apreciar, las concepciones jurídicas que mencionamos establecen que estas
libertades son inherentes a la persona humana, y que por ello resultan inalienables y -al menos
desde una perspectiva jurídica-, imposibles de escindir de la propia persona, puesto que
precisamente su pleno ejercicio es lo que otorga dicho estatus.

Dicho de otro modo, al impedirse el ejercicio de las Libertades de Conciencia y Expresión -entre
otras-, cesa automáticamente la calidad de persona desde una perspectiva jurídica. De este modo,
el ser humano privado de dichas libertades no puede ser sujeto de acción jurídica, puesto que
inmediatamente deja de ser persona.

Podríamos añadir a lo anterior, el hecho de que en Occidente existe una larga tradición ético-
teológica en relación con la Libertad.

Particularmente, uno de los fundamentos teológicos de la cristiandad es la noción de "libre


albedrío", cuestión que durante los siglos XVII, XVIII y XIX fue ampliamente debatida por los
herederos del Renacimiento, y cuyas conclusiones generales bien pueden resumirse en la famosa
sentencia cartesiana "cogito, ergo sum", "pienso, luego existo", cuestión sobre la que volveremos
más adelante.

El propio Papa Juan Pablo II confirmó la importancia teológica del libre albedrío, al sostener que al
infierno se llega por opción, y no por predeterminación.

Ahora bien, realizadas estas precisiones, quisiéramos no obstante situarnos en una perspectiva
diferente a las ya precisadas, y que esperamos permita comprender varios de los aspectos que nos
han motivado a realizar el Encuentro que amerita esta presentación.

2.- Las Concepciones Materialistas y su negación de la Libertad


Señalábamos en un comienzo, que nos parecía curioso el hecho de que la discusión en torno a las
Libertades inherentes a la persona humana, estuviesen mayoritariamente restringidas a un marco
filosófico-jurídico. Ello, porque a nuestro entender, hay una dimensión fundamental que ha sido
sistemáticamente ignorada, cuando no francamente rechazada en el debate de estos conceptos.

Nos referimos a la dimensión biológica del ser humano, cuestión que -a priori- podría parecer un
contrasentido cuando de lo que se trata -aparentemente- nada tiene que ver con nuestra estructura
biológica. Pero basta realizar un estudio superficial de algunas pasadas y muy actuales discusiones,
para comprender que este ámbito del análisis tiene una relevancia que va más allá de lo que
habitualmente percibimos.

A modo de ejemplo, algunos casos sintomáticos: El Mercurio publicó el pasado sábado 19 de febrero
de 2000, un artículo reproducido de The Washington Post, titulado: "Violencia: en el cerebro podría
estar la respuesta", y señala en la bajada: "Un reciente estudio vincula una menor cantidad de
materia gris en un sector del cerebro con la predisposición a la violencia en las personas. La
investigación conmocionó a los científicos que buscan causas fisiológicas para las actitudes
antisociales, pero advierten que es demasiado pronto para elaborar técnicas que permitan reconocer
a los individuos propensos a la violencia".
Por otra parte, estudios realizados en Europa y EE. UU. han tratado de comprobar que ciertas
conductas intrínsecas, estarían determinadas genética y/o hormonalmente.

Es el caso del estudio realizado en ratones, sobre una hormona que controlaría las conductas
maternales. Al suprimirse su circulación, las madres abandonarían todas las conductas asociadas
con la maternidad, y sus crías morirían de hambre. El estudio sugiere que dichos efectos podrían ser
homologables en el caso del Ser Humano, y que ello explicaría algunos casos anómalos de madres
que desatienden a sus hijos.

Como último ejemplo y sin entrar en mayores detalles, queremos mencionar el llamado "Proyecto
Genoma", que desarrolló un mapa completo del genotipo humano completado en 2003, pese a que
aún no se conoce la función de cada una de sus secuencias. Este "mapa", permite predecir la
probabilidad de que ciertas enfermedades genéticas se manifiesten en la vida de una persona, como
la enfermedad de Gaucher, el Alzheimer, la enfermedad de Huntington o el síndrome de Marfan,
así como la tendencia a desarrollar determinados cuadros psicológicos asociados a patrones
genéticos.

A nivel mundial hay una fuerte discusión en torno al uso que ciertas empresas estarían dando a la
información genética de sus empleados, utilizándola para rechazar postulaciones a trabajos, o bien,
para despedir a los trabajadores que el estudio determine como propensos a desarrollar ciertas
enfermedades. Al respecto, el gobierno norteamericano pretendía establecer una enmienda
constitucional que prohíba el uso de esta información.

Al respecto, algunas de las cuestiones éticas que se han venido discutiendo al respecto son:

1) El respeto a la dignidad individual y a la inteligencia básica de las personas, así como a sus
decisiones médicas y reproductivas, en particular su uso como justificación del aborto.

2) Informar objetivamente al paciente sin tener en cuenta los valores subjetivos del
profesional médico.

3) La protección de la privacidad de la información genética, y la discusión respecto a la


propiedad intelectual de la información genética.

Considerando lo anterior, la UNESCO redactó una “Declaración Universal sobre el Genoma Humano
y los Derechos Humanos”, cuyo prefacio es el siguiente:

“La Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, aprobada el 11 de
noviembre de 1997 por la Conferencia General en su 29ª reunión por unanimidad y por aclamación,
constituye el primer instrumento universal en el campo de la biología. El mérito indiscutible de ese
texto radica en el equilibrio que establece entre la garantía del respeto de los derechos y las
libertades fundamentales, y la necesidad de garantizar la libertad de la investigación”.

No queremos discutir aquí la validez de estos experimentos, estudios o de sus conclusiones y la


legislación internacional que se ha ido desarrollando al respecto, sino llamar la atención hacia dos
cuestiones que nos parecen fundamentales para el análisis que estamos presentando.
La primera cuestión que cabe preguntarse cae en un ámbito jurídico: si los resultados de estos
estudios son efectivos, ¿con qué criterio legal podrá condenarse, por ejemplo, a una persona que
cometa un crimen, si se comprueba que posee "una menor cantidad de materia gris", y que -por lo
tanto-, su conducta violenta está predeterminada?, de igual modo, ¿cómo podría culparse a una
madre que abandona a sus hijos, porque por algún motivo no desarrolló la "hormona maternal"?, o
-finalmente-, ¿cómo se podría condenar a un asesino en serie, si su estructura genética determinó
el desarrollo de un cuadro sicótico al llegar a cierta edad?

Lo segundo que surge es un cuestionamiento ético-filosófico: Si estos estudios confirman que parte
o la totalidad de nuestra naturaleza está determinada, ¿sobre qué base podría sostenerse que las
Libertades de Conciencia y Pensamiento son inherentes a la persona humana? ¿Cómo podría
sostenerse la noción de "libre albedrío" si se termina demostrando que de algún modo nuestras
conductas están pre modeladas? ¿De qué Libertad se podría hablar, si en realidad ella sólo fuese
una ilusión que cubriría nuestra verdadera “esclavitud biológica”?

Queda claro entonces, que la discusión sobre la definición de la Naturaleza Humana no es un tema
menor dentro del análisis de las Libertades que mencionamos. Todo lo contrario. Es precisamente
el fundamento de estas Libertades.

Por ello, resulta absolutamente necesario comprender que nada se saca negando nuestra dimensión
biológica. Muy por el contrario. Ha sido el reiterado rechazo de la Filosofía y el Derecho a integrar
esta dimensión, lo que ha permitido a los Científicos explotar a sus anchas el vacío que genera esta
negación en la legislación y la jurisprudencia internacional, y -de hecho-, ello ha llevado a la
posibilidad de que las corrientes científicas materialistas, se encuentren a punto de generar una
concepción biológica que destronará -más temprano que tarde-los actuales fundamentos ético-
filosóficos del orden jurídico internacional.

La estructura científica materialista, nació precisamente del resultado del debate sobre "Libre
Albedrío y Determinismo" que resumíamos en la sentencia cartesiana antes mencionada: "Cogito,
ergo sum".

Cuando Descartes fijó esta noción, quedó abierta la posibilidad de que un día -día que está hoy
demasiado cerca-, el materialismo pudiera finalmente establecer un dominio absoluto sobre el Ser
Humano.

La distinción cartesiana entre Cerebro y Mente, es decir, entre Cuerpo y Mente, es el fundamento
de esta posibilidad.

Para los materialistas clásicos y todos sus herederos ideológicos: marxistas, capitalistas, liberales y
conservadores, los cerebros son determinados objetos biológicos cuyas propiedades producen los
comportamientos que observamos, y los estados de pensamiento o intención que inferimos de esos
comportamientos.

La mente, según la postura dominante en la filosofía occidental -el llamado "materialismo de estado
central"-, puede ser sencillamente reducida a cerebros. Los hechos mentales (pensamientos,
emociones, etc.), son causados por hechos cerebrales. Estos procesos tienen solamente
propiedades físicas. Este tipo de materialismo puede defenderse como la única teoría posible (J. J.
C. Smart) o como la más plausible de varias teorías alternativas (Paul K. Feyerabend).
Las tesis modernas acerca de estas cuestiones apuntan a establecer un cartesianismo descarado.
Un deus ex machina dualista sin apelación posible. Esta postura es la de gran número de
neurocientíficos apegados al reduccionismo, y es la postura que apoya, casi sin ambages, el actual
sistema político-cultural en Occidente.

En el centro de esta cuestión, y para no ahondar más en ejemplos, está la noción de que el Ser
Humano (mente) es ajeno a la Naturaleza (cuerpo).

Para estas tesis somos Mente y Cuerpo, separados, escindidos, divididos y -por cierto- controlados
y determinados por nuestros genes, nuestras neuronas o, tal vez, nuestro músculo cardíaco o el
aparato digestivo, de acuerdo con ciertas tradiciones.

Esto es correlativo a la tesis de que la ética y la filosofía son ajenas a nuestra dimensión biológica,
aunque -paradojalmente-, ¡sus concepciones estarían determinadas por esta!

Ustedes podrán ver entonces, que la discusión sobre la Libertad de Pensamiento y Conciencia -desde
esta perspectiva- no tiene ningún fundamento.

Para el materialismo, somos esclavos de nuestros genes, aún más, de nuestras "cadenas" de ADN.

Si todos los efectos tienen causas, entonces, ¿qué podemos entender por Libertad en el mundo
material y causal?

Si -como sostienen las tesis materialistas que hemos venido comentando- cualquier elección es
consecuencia de un estado mental en el momento de la opción, y si los estados mentales son parte
de una cadena natural de causación procedente de condiciones anteriores, entonces, ¿se es
realmente libre?

Como puede fácilmente deducirse, si estas premisas fuesen ciertas, entonces todos los
planteamientos jurídicos y éticos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y de nuestra propia Constitución Política serían, a lo
menos, falsos e inaplicables, ya que no tendrían sustento más que en el ilusorio ámbito "mental" de
unos pobres sujetos controlados y determinados por sus procesos metabólicos.

De allí que como primera gran conclusión debamos sostener que, si se pretende debatir respecto a
este tema en profundidad, lo primero que debemos establecer es una estructura conceptual
común, que permita superar esta aparente paradoja entre nuestra "naturaleza jurídica" y nuestra
"naturaleza biológica".

Es precisamente aquí donde queremos presentar nuestra primera posición.


3.- Nuestra Biología nos hace Libres
Las tesis materialistas que comentábamos anteriormente han tenido su más moderna expresión en
la llamada "Sociobiología". Esta disciplina es el resultado de todo el conocimiento acumulado desde
los Neodarwinistas de finales del siglo XIX, hasta sus más modernos herederos conceptuales, entre
los que destaca Richard Dawkins, autor de "El Gen Egoísta", libro de texto en Evolución de gran parte
de las universidades norteamericanas, al que siguió “El fenotipo extendido”, donde sostiene que los
efectos fenotípicos no se limitan al propio cuerpo, sino que se extienden al ambiente.

En otros de sus libros, “El relojero ciego: por qué la evolución de la vida no necesita ningún creador”,
de 1986, y en “El espejismo de Dios”, de 2006, Dawkins sostiene que es casi una certidumbre la no
existencia de un creador sobrenatural; y que la creencia en un dios personal podría calificarse como
un delirio, como una persistente falsa creencia, y concuerda con la observación hecha por Robert
M. Pirsig de que “cuando una persona sufre de un delirio se llama locura. Cuando muchas personas
sufren de un delirio se llama religión”.

Sin embargo, desde mediados de la década del '60, una nueva escuela de pensamiento científico
comenzó a desarrollarse lentamente en biología.

Uno de sus precursores fue el biólogo Gregory Bateson, padre de la Cibernética de 2º Orden y de la
llamada “Escuela de Palo Alto”, en California, e hijo del genetista William Bateson, uno de los
redescubridores del trabajo de Gregorio Mendel, con cuyo nombre bautizó a su hijo.

Paralelamente, en Inglaterra, un investigador independiente, James Lovelock, realizó el aporte más


substancial a la moderna Teoría de la Evolución, al desarrollar la hipótesis de que nuestro planeta
es un Organismo Vivo, un "gran animal", al que bautizó como Gaia, que fue ampliada con la
contribución de la microbióloga Lynn Margulis, esposa del famoso astrofísico Carl Sagan.

Esta tesis actualmente es considerada una teoría discutible en su versión fuerte, llamada Gaia
Orgánica, y ampliamente aceptada en su versión débil, que ha sido integrada como fundamento
teórico por el programa Internacional Geósfera-Biósfera; el programa sobre cambio Global de
Medio Ambiente, el Programa de Investigaciones del Clima Mundial y el Programa Internacional de
Biodiversidad.

De esta manera, en una Gaia Débil, la propia biosfera actuaría como un sistema auto-organizado
que mantiene un meta-equilibrio que permite la vida.

Sin embargo, una Gaia Fuerte incluiría la biosfera, la atmósfera, los océanos y la tierra, dentro de un
sistema retroalimentado para conseguir un entorno físico y químico óptimo para la vida en su
conjunto en el planeta en donde los organismos se reproducen, controlan y adaptan basándose a
los cambios ecológicos que va sufriendo el sistema de acuerdo a su evolución, que no tendría base
darwiniana estricta, constituyendo lo que el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould denominó en su
obra “La Teoría Jerárquica de la Evolución”, una pechina o enjuta, es decir, una “propiedad
emergente” no determinado por la adaptación o selección natural.

En la misma época, en Chile dos investigadores comenzaron a realizar una serie de experimentos y
proposiciones sumamente vanguardistas. Nos referimos a Humberto Maturana y Francisco Varela,
el primero galardonado con el Premio Nacional de Ciencias.
La suma de esas y otras contribuciones han generado una nueva corriente, denominada "Nueva
Biología", que representa la respuesta más formidable a las tesis del materialismo clásico, y sus
conclusiones apenas si comienzan a ser comprendidas e integradas en el discurso científico y público
internacional.

Para la "Nueva Biología", no existe la clásica separación entre "Mente" y "Cuerpo". Su visión es
holística, integradora y contraria al reduccionismo.

No obstante, la "Nueva Biología" nos obliga a comprender al Ser Humano en su totalidad, la que
evidentemente incluye su dimensión biológica, pero, al contrario que en las tesis materialistas, sus
conclusiones sostienen que, precisamente, es nuestra naturaleza biológica la que nos hace libres.

Ello queda de manifiesto al comprobar dos hechos fundamentales: primero, que la Evolución opera
en la especie humana a través de la Cultura, o -en otras palabras-, que son las ideas las que nos
permiten adaptarnos, como resultado de la pechina, enjuta o fenómeno emergente que es nuestro
propio cerebro desde una perspectiva evolutiva; y -segundo-, que desde el mismo momento en que
el ser humano comenzó a evolucionar culturalmente, se "liberó" de las cadenas de la Evolución
puramente Biológica.

Estas premisas surgieron por primera vez, como conclusión derivada del estudio de la naturaleza de
la vida desarrollada por la “Nueva Biología”.

La vida pertenece a un tipo de fenómenos que sólo puede definirse de acuerdo con su capacidad de
autorganización. Esta propiedad, llamada "autopoiesis", es una pieza clave para comprender el
porqué de nuestra naturaleza.

Cuando se comenzó a estudiar el modo en que los organismos autopoiéticos se relacionan con el
entorno, y con otros organismos, se avanzó hacia una dirección no contemplada por el materialismo
clásico.

Resultó que las propiedades de cualquier ser vivo, no están totalmente determinadas por las
estructuras que los componen. Es la ahora famosa sentencia de que "el todo es más que la suma de
las partes", es decir, una “propiedad emergente” no adaptativa en su origen.

Dicho de otro modo, la causalidad tenía un límite, ya que a partir de los componentes de un
organismo autopoiético resultaba imposible predecir la totalidad de sus conductas.

Ciertamente, el acoplamiento estructural de las especies filogenéticamente más primitivas resulta


bastante menos flexible que en especies modernas, pero en general, la condición básica de la vida
es que escapa de las reglas y límites de los componentes que la generaron. Ello significa que en
general, los grados de "libertad" biológica aumentan a medida que se avanza en el árbol filogenético
de la vida.

Mientras más "moderna", es decir, reciente, es una especie en términos evolutivos, menor es el
grado de restricción que le imponen sus estructuras materiales. El caso límite (por ahora) es el Ser
Humano.

No sólo el hecho de que al menos desde hace 400 mil años la Cultura se sobrepuso a la selección
natural, sino, además, que el propio sistema nervioso generó un nivel donde no operan
directamente las variables fisiológicas -la Mente-, permitió comprender por primera vez que la
Libertad Humana tenía una base mucho más "material" que su simple formulación jurídica o
filosófica.

Lo importante es que, en esta concepción, no hay ninguna necesidad de separar "Mente" y


"Cuerpo", porque desde una perspectiva autopoiética -autoorganizada-, ambos son inseparables.

En otras palabras, la "Mente" no es "algo" como el Cerebro o las Neuronas, sino que es el resultado
directo de la existencia del Ser, y por ello, inseparable del proceso que la origina, así como este
proceso de su resultado.

Esta constatación puede resultar incluso de Perogrullo: todos comprendemos que nuestra "Mente"
no es "algo" que podamos separar de nuestro "Cuerpo" como quien dona un riñón para trasplante.

Sin embargo, hasta que la "Nueva Biología" estableció científicamente esta afirmación, los
materialistas clásicos podían hablar impunemente de "Mente" y "Cuerpo" como "cosas" separadas,
y de allí, señalar que estábamos "determinados" por nuestra naturaleza.

De este modo, la "Nueva Biología" rescata y valida la intrínseca indivisibilidad del hombre y la
naturaleza, y a la vez, permite comprender y resolver de una vez por todas la discusión de si somos
"determinados" o tenemos verdaderamente "libre albedrío".

En este planteamiento, somos Libres precisamente porque ello es intrínsecamente fundamental


en la naturaleza humana, y es esta propia naturaleza la que nos otorga dicha libertad. Esta
naturaleza dice relación con aspectos puramente biológicos, neurológicos y psicológicos, pero se
extiende directamente al ámbito social, cultural, lingüístico e histórico, entre otros.

Somos una totalidad en relación con otras totalidades, en el marco de nuestras sociedades,
culturas, lenguajes, tradiciones, e historias, como individuos, familias, comunidades, culturas,
naciones y Estados. Ello es la clave de nuestra unidad fundamental como especie, y la explicación
de nuestras diferencias adaptativas, que son la manifestación de nuestros propios espacios de
libertad evolutiva.

Allí radica, por ende, el fundamento ético de la defensa de nuestra diversidad, y la supremacía del
respeto a la diferencia, por sobre las concepciones universalistas y totalitarias de la política, la
economía, la cultura, la educación y el lenguaje.

Si llevamos estas conclusiones al ámbito filosófico, queda claro entonces que la Legislación sobre
las Libertades humanas está en lo cierto en sus afirmaciones, pero, desde nuestra perspectiva,
deberá integrar estas modernas concepciones a sus postulados si verdaderamente quiere amparar
en Derecho la fundamental diversidad y unidad del ser humano.

De lo expuesto fluyen contundentemente algunas proposiciones centrales, que contrastaremos en


la última parte de este breve ensayo.

a) Por definición y de acuerdo con nuestra naturaleza, la Libertad de Conciencia y Pensamiento


abarca todas las ideas y conceptos que el ser humano pueda generar. Si se pretendiese negar la
posibilidad a una sola persona, en cualquier parte del mundo, de elaborar pensamiento, no sólo se
negaría la propia naturaleza de dicha persona, sino que además se estaría atentando contra la
propia evolución de la especie.

b) Como resulta imposible escindir las ideas de la persona que las elabora, no puede condenarse a
nadie por lo que piensa, ya que al hacerlo se condenaría de igual modo lo que "es", es decir, su
propia naturaleza como ser humano.

c) No hay modo alguno en que ciertas ideas puedan ser "prohibidas", sin que a la vez ello implique
"prohibir la existencia" de quienes piensan. Dado que el pensamiento es intrínseco de la naturaleza
humana, prohibir éste es atentar contra aquella.

d) Finalmente, estos conceptos permiten afirmar que sólo la legislación que penaliza conductas
tiene validez, si lo que se desea defender es la dignidad inherente a la persona humana. Cualquier
legislación que pretenda penalizar parte o el todo de conceptos, proposiciones, hipótesis o teorías,
resulta fundamentalmente contraria a los Derechos Humanos, porque atenta contra nuestra propia
naturaleza como individuos y como especie.

4.- El Nuevo Orden Mundial: Un sistema Materialista Totalitario contrario a


la Libertad
El año 2000, en un artículo publicado en el diario español El País: “Haider, las palabras son hechos”,
el filósofo Paolo Flores d'Arcais sostuvo.

"Al intervenir en el caso Haider, Europa ha establecido definitivamente que, en democracia, el


consenso electoral es un principio importantísimo, pero el segundo. El primero y fundamental en
cambio, es el principio de respeto a los valores ético-políticos que todas las democracias enarbolan
en las constituciones"...

"Significa que, en democracia, el consenso electoral, el principio de la mayoría, es importante. Sí,


pero no fundamental en el sentido etimológico de la palabra. Es la técnica ineludible del
funcionamiento de las instituciones, pero su fundamento está en otra parte: en el respeto a los
derechos civiles de las minorías, en el rechazo a cualquier xenofobia, en el antifascismo.

Sobre estos dos valores no hay mayoría que aguante: una mayoría que los rechace es, desde luego,
mayoría, pero está ya fuera de la democracia"...

"No se juzga a Haider por su acción como socio del Gobierno. Aparentemente, se trata de un
inadmisible "proceso de intenciones". "En realidad, es el reconocimiento necesario de que, en
política, las palabras son hechos. Y hay que tratarlas en consecuencia"...

"Europa ha decidido que palabras de este tipo no son opiniones, sino hechos. Y como tales,
sancionables, sin esperar a acciones ulteriores. Y que, por lo tanto, el simple acceso al Gobierno de
un líder y de una fuerza política que ha cometido tales hechos constituye ya un hecho que viola el
tratado de Ámsterdam y los valores que están en la base del solemne pacto por el que se está
construyendo la Europa de las democracias".
Como se puede apreciar, este filósofo llega a la formulación más clara de la pretensión del sistema
para proscribir ciertas ideas. Al transformar la palabra -logos-, en hecho -factum-, funde y confunde
el Ser con el Hacer.

Ahora bien, como vimos, el pensamiento, la razón y su expresión en ideas y palabras -logos-, es
inherente a la naturaleza humana, biológica y jurídicamente hablando.

De su proposición fluye entonces, que nuestra naturaleza, una vez más, determinaría nuestro
accionar. Como vimos, esto es determinismo de la peor ralea.

Con este criterio podríamos entonces juzgar y condenar a un hombre porque en un arrebato de
odio, pensó en matar a otro. También podríamos juzgar y condenar a un chamán de las selvas
amazónicas, porque a través del pensamiento envió un maleficio de muerte a su enemigo.

Y, por cierto, quienes vayan al estadio deberán cuidarse mucho de lo que gritan... las palabras son
hechos, y ciertamente, los hechos que se gritan en un estadio ameritan, al menos la prisión de la
mayoría de los asistentes.

En el caso en cuestión, la pretensión hegemónica del sistema llega a absurdos inconcebibles: se nos
quiere hacer aceptar que la democracia posee una serie de criterios anteriores y predominantes
sobre su ejercicio: esto es, sobre la libre elección de los representantes.

De este modo surge la pregunta que encabeza el artículo mencionado: ¿Son legítimas las decisiones
de las mayorías, aunque se opongan a los valores que dan vida a la democracia? La cuestión de
fondo que esta pregunta trasunta es: ¿son legítimos los pensamientos, aunque se opongan a la
democracia?

Como el propio autor se encarga de señalar, esta es una vieja disputa teórica: ¿Es soberano el pueblo
o son soberanos los valores en que se fundamenta la democracia?

Si lo correcto es lo segundo, entonces deberíamos revisar toda la concepción que dio origen a la
propia democracia a partir del Derecho Natural.

Efectivamente, fue la interpretación del "Vox populi, vox Dei", la voz del Pueblo es la voz de Dios, lo
que legitimó el surgimiento y la validez ética de las primeras democracias modernas a partir de las
Monarquías y el Feudalismo. Aún más, nuestro continente y nuestro país obtuvieron su
independencia apelando precisamente a este principio.

No obstante, siguiendo a Flores d'Arcais, nada de esto sería válido, o más bien, sólo sería válido si el
resultado final fuese un sistema democrático.

Por ello nos parece interesante preguntar con qué legitimidad existen monarquías en España o
Inglaterra, las que -pese a ser constitucionales-, no representan estructuralmente sistemas
verdaderamente democráticos.

De igual modo, podríamos preguntar si es verdaderamente democrático un país en que el grado de


abstención en las elecciones supera el 50%, y donde los candidatos son elegidos por algo más de la
mitad de la mitad de los electores, o en el caso de nuestro Parlamento, donde hay representantes
electos con un 2% de votos.
O si un país con un partido gobernante desde hace más de medio siglo puede considerarse una
democracia... lo mismo para un país con únicamente dos partidos políticos. Finalmente, ¿qué
podríamos decir de un país donde un gobernante rige durante más de medio siglo, y cada vez resulta
"democráticamente" reelecto por la amplia mayoría de los electores?

Como sostiene el escritor disidente norteamericano, Noam Chomsky, en "Democracia y el Nuevo


Orden Mundial":

"Los contornos de este mundo fueron delineados por la Embajadora ante las Naciones Unidas,
Madeleine Albrigth"...

" Ella informó al Consejo de Seguridad, que estaba dudando de una resolución dictada por Estados
Unidos acerca de Irak, sosteniendo que "Estados Unidos seguirá actuando de manera multilateral,
cuando podamos, y unilateral cuando tengamos que hacerlo". El escritor agrega: "Haga su juego
como quiera, pero en el mundo real "se hace lo que nosotros decimos", como expresaba el presidente
Bush".

Ya en fecha tan temprana como 1787, en los debates sobre la Constitución Federal, James Madison
observó que:

"En Inglaterra, en este día, si las elecciones fueran abiertas para toda clase de gente, la propiedad
de los dueños de tierras estaría insegura. Pronto se haría una "Ley agraria".

Para parar semejante injusticia "nuestro gobierno debe asegurar los intereses permanentes del país
contra la innovación", estableciendo pesos y contrapesos para "proteger la minoría de los opulentos
contra la mayoría".

De este modo, asistimos a la formulación final de las tesis del determinismo materialista: no somos
libres porque estamos condicionados por nuestros genes, y jamás seremos verdaderamente
libres, porque el poder mundial siempre determinará los límites máximos a los que pueda llegar
el pensamiento.

Como sostenía Walter Lippmann en sus ensayos progresistas sobre la democracia norteamericana:

"En Estados Unidos, sus pobladores son "entrometidos e ignorantes extraños" que pueden ser
"espectadores" pero no "participantes en acción".

La "Gran Bestia", como Alexander Hamilton llamaba a la temida y odiada Opinión Pública, "tiene
que ser domesticada o enjaulada, si el gobierno quiere asegurar "los intereses permanentes del
país".

Además, queda pendiente la tarea de desentrañar qué o quienes determinarían aquellos


pensamientos que fuesen políticamente correctos, y con qué criterios interpretarían tal o cual
proposición.

Dado que en el tema de las interpretaciones en Chile tenemos de sobra -basta mirar las
"interpretaciones de la Ley"-, ciertamente esto quedaría al arbitrio absoluto de quienes detentan el
poder, como efectivamente ocurre. Así, el día de mañana deberemos no sólo hablar con cuidado,
sino además pensar con cuidado. A "alguien" o a "algo", se le puede ocurrir que cierta proposición
teórica, cierta hipótesis, cierto concepto o cierta palabra atenta contra el orden establecido... sin
importar si una iglesia apoya éticamente dicha propuesta, sin importar si un partido político
legalmente constituido la sustenta, sin importar si una enorme mayoría del pueblo la respalda.

Las ideas serán hechos, y las ideas peligrosas para el sistema serán hechos penalizables por el
sistema.

En ese sentido, el proyecto de Ley sobre “Incitación a la violencia, el odio y el negacionismo”, fue
aprobado por la Cámara de Diputados en enero pasado, busca que se considere a la llamada
“orientación sexual”, la “identidad” y la llamada “expresión de género” como “categorías
protegidas”.

Además, la iniciativa sanciona con multas o cárcel el llamado “negacionismo de las violaciones a los
derechos humanos cometidas en Dictadura”, así como la “incitación al odio o a la violencia física en
razón de” la “etnia, nacionalidad, situación socioeconómica, idioma, ideología, opinión o afiliación
política o deportiva, religión o creencia, visión filosófica, sindicación o participación en
organizaciones gremiales o la falta de ellas, trabajo que realiza, sexo, orientación sexual, identidad
y expresión de género, edad, filiación, apariencia personal, enfermedad o discapacidad”.

En particular, la pretensión de sancionar el llamado “negacionismo de las violaciones a los derechos


humanos cometidas en Dictadura”, una copia de la legislación alemana sobre el llamado
“Holocausto”, pretende establecer una “Historia Oficial” sobre el período del Régimen Militar,
sancionando a quienes incluso puedan poner en duda afirmaciones políticamente establecidas por
el verdadero “Estado Hegemónico Ideológico” que la izquierda ha establecido en el país.

Al respecto, el Ministro de Justicia, Hernán Larraín sostuvo que:

“No estamos conformes con la iniciativa tal cual se ha aprobado, porque, en alguna medida, se está
sancionando con cárcel la libertad de expresión (…) Nosotros creemos que las penas privativas de
libertad, que son la última ratio del derecho penal, deben estar muy circunscritas y no aplicarse a
este tipo de conductas”.

Sumado al anterior, en mayo pasado dos parlamentarios de la UDI, los diputados Álvaro Carter y
Nino Baltolu, presentaron un proyecto de Ley que busca sancionar la difusión o reproducción de las
llamadas “Fake News”, las noticias falsas, a través de redes sociales.

La iniciativa busca sancionar con una multa de hasta 2oo UTM (más de $10 millones) y penas de
cárcel, que irían desde los 541 días hasta los 5 años, a quienes publiquen este tipo de contenidos,
sosteniendo: “Por un lado está la libertad de expresión, que está protegida por la Constitución, pero
no podemos permitir que algunas personas o grupos den rienda suelta a mentiras o tergiversen
datos para generar miedo en la población. Ese tipo de acciones las debemos perseguir y sancionar
de manera firme”.

Así, tanto la izquierda como la derecha buscan, en el fondo, sancionar la Libertad de Expresión, y de
allí la Libertad de Consciencia y Pensamiento, que le dan origen y que -como hemos visto-, están
directamente relacionadas y son indivisibles de nuestra propia naturaleza como Seres Humanos.

Lamentablemente para quienes sostienen estas proposiciones, estamos absolutamente


convencidos de que nuestra propia naturaleza nos otorga la Libertad... y no podemos renunciar a lo
que somos, por lo que no podemos renunciar a ser libres.
Nuestra lucha es por la libertad del Ser Humano en su más amplio grado, y por la Vida en todas sus
manifestaciones.

La Libertad de Expresión nunca ha consistido en estar de acuerdo con lo que la autoridad de turno,
la ideología dominante o la historia oficial pretenden implantar. Todo lo contrario. La Libertad de
Expresión es una conquista de todos quienes a lo largo de la historia han combatido contra la
imposición de criterios autoritarios. Es un logro de todos los que han luchado contra las miradas
unidireccionales, las proscripciones impuestas por la fuerza, los intentos de prohibir pensar... en
síntesis, contra los tabúes que se arrastran desde nuestros remotos orígenes tribales.

Porque -lo hemos dicho en otra parte-, la historia de la Conciencia es diminuta en relación con el
tiempo que nuestra especie ha sido inconsciente, y los siete mil años de historia escrita no dan
cuenta de los setenta mil años de prehistoria oral, ni de los setenta millones de años desde la
aparición de los primates.

Y por eso, lo peor que podemos hacer al ingresar en el Tercer Milenio es, a la diminuta fogata de la
conciencia que hemos logrado encender en estos siete mil años de historia escrita, apagarle algunos
tizones porque su luz nos molesta.

Pretender proscribir el pensamiento por decreto es posiblemente el acto más bestial, más
inconsciente, más criminal y de mayor ignorancia que cualquier político de cualquier sector puede
avalar.

Las ideas se combaten con ideas, no con leyes, no con multas y menos con cárcel, y el problema del
dominio hegemónico de las ideas de izquierda, de las categorías de la deconstrucción, del neo
comunismo y del neo anarquismo, así como la pretendida necesidad de desideologización sostenida
por algunos sectores neoliberales, nada tiene que ver con su veracidad o irrefutabilidad, sino
precisamente con la ausencia sostenida durante décadas, de un contra discurso capaz de disputarles
el dominio, dirección y control de masas.

Así, para cualquier libertario que pretenda sostener sus ideas a partir de premisas consistentes, la
defensa irrestricta de la Libertad de Consciencia, de Pensamiento y de Expresión, deben ir de la
mano de una lucha decidida contra todo intento de proscribir el pensamiento y su expresión en
cualquier fundamento filosófico, político y doctrinario, sean cuales sean sus proposiciones.

Ello, porque los intentos de proscripción antes mencionados son reflejo a la vez, de la potencia y de
la impotencia de los sectores que los impulsan: de la potencia, es decir, de la fuerza y el poder que
la hegemonía de las ideas de izquierda ha alcanzado, y de la impotencia de determinados sectores
de derecha por imponer sus propios valores y convicciones.

Ambos fenómenos son expresiones entonces del mismo fenómeno: la incapacidad de disputar el
dominio político a través del debate democrático, abierto, informado y sin prejuicio alguno, por lo
cual deben recurrir a legislaciones espurias para intentar afirmar sus supremacías o inferioridades
políticas momentáneas.

Cuando la democracia requiere encarcelar a quienes piensan diferente para subsistir, es porque
quienes la defienden han dejado de ejercer su deber de defender los principios democráticos para
todos los demás, y con ello, han permitido que sean las ideas antidemocráticas las que prevalezcan.
Gregory Bateson sostenía: "los procesos políticos no son sino fenómenos biológicos, pero ¿qué
político sabe esto?", por lo cual, ante cualquier intento de prohibirnos pensar, reunirnos y
asociarnos, sólo podemos señalar que nuestra Naturaleza nos hace Libres, y que no renunciaremos
nunca a la Libertad, porque nunca podremos renunciar a lo que somos.

Esta es nuestra Política, como se verá, una cuestión biológica... Pero ¿qué político de los que quieren
proscribirnos pensar sabe esto?

Muchísimas gracias por la invitación a este foro.

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NOTAS:

Texto modificado del original “La Libertad como consecuencia fundamental de la Naturaleza
humana”. Santiago de Chile de la Nueva Extremadura, 28 de febrero del 2000. - Presentado por el
autor en la Sede del Partido por la Democracia, por invitación de la Directiva de las Juventudes del
PPD. Las Juventudes del Partido por la Democracia (PPD), fueron las únicas que no se manifestaron
en contra de la realización del "Primer Encuentro Ideológico Internacional de Nacionalidad y
Socialismo", en abril del 2000.

“A propósito del tema de las Libertades de Conciencia y Expresión, el presidente de las Juventudes
del Partido por la Democracia, Cristián Bossay, me hizo llegar en febrero del 2000, una invitación
para exponer a los jóvenes militantes de dicho partido, las razones que nos motivaron a realizar en
Chile, en abril de ese año, el "Primer Encuentro Ideológico Internacional de Nacionalidad y
Socialismo", evento ante el cual, las Juventudes del PPD deliberaron para adoptar una posición. "En
mi presentación, si se me permite, quisiera no obstante no referirme a dicho evento más que de
modo indirecto, y sí ahondar en un muy particular análisis de lo que -desde mi perspectiva- constituye
el fondo de la cuestión, es decir, el análisis de estas Libertades, desde la específica concepción
ideológica del Movimiento que presido".

En esa época, el autor era director del Movimiento Socialista Nacional, Patria Nueva Sociedad, PNS.

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