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Sobre La Supuesta Pasividad Del Hombre Andino
Sobre La Supuesta Pasividad Del Hombre Andino
«Pacha»
Se cuenta que, hace algunos años, un político boliviano en tren
proselitista visitó una pequeña comunidad aymara y areng6 a la población con
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Tomado de la Revista: “ABYA YALA, Una mirada Indígena Sobre el Mundo” N° 2, Montreal, CANADA;
Solsticio de Verano, 2003. Centre de Recherches ét d’études des traditions amerindinnes; C.R.E.T.A.
un encendido discurso cuyas palabras finales fueron: «Por lo tanto debemos
dejar de mirar de mirar hacia atrás para poder avanzar hacia el futuro”. Una
exhortación de sentido tan obvio, pronunciada además en lengua nativa, debía
ser inmediatamente comprendida y entusiastamente aplaudida, como tantas
veces lo fuera en universidades, sindicatos, cámaras de la industria y el
comercio, etc.; sin embargo, los aymaras, desde los Principales hasta los niños,
quedaron atónitos y desconcertados, preguntándose qué habría querido decirles
aquel hombre. Porque todo el mundo sabe que nadie tiene ojos en la nuca y que,
en consecuencia, el hombre sentado en la cima del cerro sólo puede ver las
nubes que ya han pasado por sobre su cabeza, pero no las que aún están por
pasar. En otros términos, se puede ver y conocer «el pasado que se aleja hacia
adelante pero nunca el futuro que se aproxima desde atrás», de modo que
«debemos de mirar hacia atrás para poder avanzar hacia el futuro » es una
expresión intrínsecamente contradictoria y carente de todo sentido para
cualquier persona medianamente razonable.
« Pachakútij»
Una vez “ingresadas” a la existencia las nubes se van alejando por el
espacio y, al alejarse, se van “llevando consigo” al tiempo. Para valernos de una
imagen familiar, podríamos decir que todas las cosas son como los granitos que,
en un reloj de arena, pasan desde la tolva superior, el futuro, pues ahí está la
arena que aún no ha caído, hacia la tolva inferior, el pasado, pues ahí se
acumula la arena ya caída, a través del pequeño orificio donde la arena nunca se
detiene, el presente. Cuando ha caído el último grano de arena, el ciclo llega a
su fin: Ya no hay más tiempo; todo el tiempo ha sido “absorbido por el
espacio”. Pero, dado que no hay ni puede haber discontinuidad alguna en el
deuenir, el fin de un ciclo es necesariamente el comienzo del que ha de
sucederle, de modo que, en el preciso instante en que el último “grano de arena”
termina su caída, el Gobernador del Mundo, Pachakámaj, se encarga de “dar
vuelta al reloj’. En la tradición andina, el acabamiento de un Mundo se deno-
mina Pachakútij o sea, literalmente, « El Mundo se da vuelta ».
La imagen del reloj de arena ilustra con toda nitidez la secuencia “futuro-
presente-pasado”; sin embargo, tiene el inconveniente de que podría inducir al
error de creer que son las mismas cosas las que se reiteran en el curso de los
ciclos, cuando nada hay en la tradición andina, y, a decir verdad, en ninguna
otra, que se asemeje de cerca o de lejos al famoso «mito del eterno retorno»
Podemos entonces remplazar el reloj por un libro de extensión indefinida donde
cada página es un ciclo que, al concluir, se da vuelta para dar lugar al ciclo
siguiente (3). Ninguna página es igual a otra y, si bien se mira, tampoco son
idénticas las palabras y ni siquiera las letras. Es cierto que, a lo largo del libro,
aparecerá muchas veces una misma letra, pero en diferentes palabras, y, si las
palabras son las mismas, estarán incluidas en frases diferentes, y, aún cuando
las frases sean las mismas, estarán incluidas en contextos diferentes, de modo
que su significado nunca será idéntico. La página ya leída, claro está, no se
disuelve en “la nada” sino que “retorna” al libro de donde, por supuesto, nunca
ha salido. Desde el punto de vista del lector, las páginas se suceden unas a otras,
pero el hecho es que todas están y permanecen simultáneamente en el libro
«desde el principio y hasta el fin de los tiempos ». La página no deja de “ser”
sitio tan sólo de manifestarse, que no es lo mismo; y, según la tradición andina,
el Mundo que «se da vuelta» permanece eternamente, sólo que no manifestado
e “invertido” con respecto al Mundo actual (4). Este es el sentido de los relatos
populares que describen el mundo de los muertos diciendo que allí el Sol sale
por el Oeste y se pone por el Este, que las papas son negras en vez de blancas,
que los hombres están cabeza abajo, y así por el estilo.
NOTAS: