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JUSTICIA

El propósito de este apartado no es establecer una definición de Justicia ni describirla, sino


ser provocados a un entendimiento de la Justicia de Cristo como virtud y naturaleza
revistiendo a nuestras almas.
Para que la justicia de Cristo pueda revestir el alma, otra vestidura debe salir. Tal como
toda virtud espiritual, la justicia de Cristo en nosotros nos requiere despojados de aquello
que se interpone. Claro está que la injusticia se interpone a la justicia, pero hay una
imagen aún más peligrosa y adversaria: la justicia humana y personal.
Filipenses 3:8-9 dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido
todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, (9) y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios
por la fe…”.
Revestir el alma de la justicia de Cristo es un trato constante en el alma para el despojo de
los sistemas de justicia del viejo hombre y la vieja naturaleza separada de la vida de Dios.
LOS FUNDAMENTOS DE LA JUSTICIA HUMANA
El origen de los sistemas de justicia del alma es la desobediencia del hombre a Dios.
Teniendo en cuenta que el primer Adán fue creado alma viviente, y la propuesta de Dios a
Adán era comer del árbol de la vida, podemos decir que el hombre fue diseñado para
funcionar en la Justicia de Dios de manera que en el alma se de la manifestación de la
justicia.
DISEÑO DE DIOS:
Cuerpo: habitación.
Alma: manifestación de la naturaleza espiritual.
Espíritu: vida, naturaleza y justicia de Dios.

EL HOMBRE CONFIGURADO POR EL PECADO:


Cuerpo: naturaleza gobernante.
Alma: justicia humana.
Espíritu: muerto.

Génesis 2:9 dice: “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y
bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia
del bien y del mal”.

Génesis 2:17 dice: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás”.

Génesis 3:4-7 dice: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; (5) sino que sabe
Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo
el bien y el mal. (6) Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable
a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella. (7) Entonces fueron abiertos los ojos de
ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se
hicieron delantales”.
Génesis 3:22 dice: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros,
sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol
de la vida, y coma, y viva para siempre”.

LOS PILARES DE LA JUSTICIA


Por causa del pecado y la separación de Dios, el hombre no sólo adquirió la capacidad de
conocer o discernir el bien del mal, sino que además comenzó a definir lo que es bueno y
malo, dando lugar a las estructuras judiciales internas y a la auto-justificación.

El sistema jurídico interno funciona sobre tres pilares fundamentales:


Legislativo: Define lo que es bueno y malo. Establece las bases de la justicia personal.
Judicial: Juzga y sentencia todo aquello que llega por los sentidos (desde lo más pequeño a
lo más trascendente)
Ejecutivo: Las voluntades que operan en el ser interior. Toma decisiones y ejecuta
reacciones.
A estos tres pilares los podemos definir como: “estado de derecho”.
¿Cuál es el estado de derecho que nos propone el Reino de Dios?
Cuando recibimos la justicia por la vida espiritual nos hacemos uno con el Espíritu de Dios:
una justicia.
Esa es la calidad de obediencia que se produce en los hijos de Dios. Cuando el alma se
somete y reviste de esa justicia en nuestro espíritu, manifestamos esa realidad.
Proverbios 2:1-9 dice: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares
dentro de ti, (2) Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la
prudencia, (3) Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; (4) Si como a la
plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, (5) Entonces entenderás el temor de
Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. (6) Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca
viene el conocimiento y la inteligencia. (7) El provee de sana sabiduría a los rectos; Es
escudo a los que caminan rectamente . (8) Es el que guarda las veredas del juicio, Y preserva
el camino de sus santos. (9) Entonces entenderás justicia, juicio Y equidad, y todo buen
camino”.

LA JUSTICIA HUMANA Y LA JUSTICIA DE DIOS EN CRISTO


Es importante entender que aquello que los hombres llaman justicia nunca alcanzará a ser
justo.
Romanos 3:4 dice: “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre
mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando
fueres juzgado”.
En este pasaje, el apóstol Pablo está citando las palabras del rey David, que cuando pecó
reconoció que el único justo era Dios, y que él como hombre había violado la justicia de
Dios y solo le quedaba esperar en su misericordia.
Mateo 5:43-45 dice: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu
enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para
que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”.
Los judíos en el tiempo de Jesús, había establecido un sistema humano de justicia
interpretando la ley desde su entendimiento carnal, por lo que Cristo se ocupa en mostrar
el verdadero significado de los mandamientos, los parámetros de la verdadera justicia de
Dios, que busca que seamos más como Él.
Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

Jesús explica que la justicia a la que ellos estaban acostumbrados, o lo que habían
entendido por justicia, no era suficiente para entrar al reino de los cielos, pues era algo
externo, pero la verdadera justicia debería superar a los actos religiosos superficiales.

Santiago 1:19-21 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír,
tardo para hablar, tardo para airarse; (20) porque la ira del hombre no obra la justicia de
Dios. (21) Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.

Santiago explica que la ira del hombre, la intención humana de establecer su propia
justicia, no puede producir la justicia de Dios, la única manera de que la justicia de Dios
sea desarrollada como virtud es por la recepción humilde de la palabra de Dios, de la voz
de aquel que es la norma misma de la justicia y la verdad.
A continuación vemos un cuadro que nos permite visualizar la comparación entre la
justicia humana y la justicia de Dios:

La Justicia Humana La Justicia de Dios

Es justicia muerta: Produce conceptos, ideologías, Es justicia viva: produce vida y


derechos, prohibiciones, deberes, etc.   frutos eternos.

Se sustenta en la naturaleza de
Se sustenta en la imposición. Dios.

Es absoluta y abarca todas las


Es relativa e interpretativa. cosas.

Se sustenta en la naturaleza de
Se sustenta en las fuerzas y méritos humanos. Dios, su Gracia y amor.

Es provocadora de injusticia y mal Es provocadora de justicia


Quiera el Señor que aprendamos a despojarnos continuamente de nuestra justicia
humana que brota de nuestra alma, con el fin de revestirnos y producir la justicia de Dios
que brota de la vida de Cristo quien habita en nuestro espíritu.

Todo razonamiento humano es débil y limitado por su corta visión. Es por eso que los
razonamientos fuera de la vida espiritual siempre serán estructuras que defienden
tinieblas e ignorancia. Someternos a la Luz de Dios es llevar a nuestras almas a reconocer
sus limitaciones y soltar sus viejas estructuras de justicia personal.

LA AUTO-JUSTIFICACIÓN Y LA AUTO-CONDENA
La justicia personal es un sistema que pone en equilibrio dos fuerzas en el alma: la auto-
justificación y la auto-condena. Ambas fuerzas que operan en el corazón responden a un
mismo fundamento: la justicia humana. Aunque parecen antagónicas pertenecen a un
mismo sistema (como un ecosistema que produce un mismo fruto). El orgullo opera en
ambos sentidos y el pecado encuentra poder en ambas conductas. Es por eso que la
Gracia nos libra de la auto-justificación y también de la auto-condena, de manera tal que
podamos vivir en la Justicia que es en Cristo Jesús, en Su Gracia, hasta producir fruto de
esa naturaleza, por eso no hay nada más valioso que revestirnos de la naturaleza de
Cristo.

Es importante entender que toda auto-justificación y toda auto-condena responden a una


forma de justicia que nos mantiene en esclavitud. Esa justicia no somos nosotros, sino que
son las formas del viejo hombre. Cuando vemos esa forma de justicia queriéndonos
mantener en esclavitud, debemos clamar a Dios, que por Su Espíritu, seamos librados y
quitados de esa ignorancia.
La justicia humana (que produce auto justicia y auto condena) es ignorancia y tinieblas
en el corazón del hombre.

necesitamos entender que la Ley de Dios responde a Su Naturaleza. Es decir, una es la ley
que sale de la boca de Dios (su palabra, su verbo) y otra es el espíritu con el que se recibe
la escritura de aquellas palabras. Son de naturaleza diferentes. Podemos decir que la ley
que expresaba Dios a Moisés era Cristo mismo, el verbo. La ley anuncia la naturaleza de
Cristo en forma de amor y obediencia. Pero Israel se quedó  con la letra y esto sólo vino
para alimentar los viejos sistemas de justicia personal. ¿Qué fue lo que produjo? Esa
conducta trajo el gobierno del pecado en ellos.
1 Corintios 15:54-56 dice: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y
esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está
escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  (55)  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde,
oh sepulcro, tu victoria?  (56)  ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del
pecado, la ley”.
Cuando el apóstol Pablo dice que el poder del pecado es la ley, se refiere a los
mandamientos en forma de imposición. Las leyes escritas por Israel. Esto no se refiere a la
ley que sale de Dios, sino a la ley recibida e interpretada por el alma humana (separada de
Dios).
Entonces: Si la ley no podía perfeccionar a los hombres ni santificarlos, ¿Por qué Dios
entregó la ley a Israel en el desierto? Esto lo responde el apóstol Pablo a los gálatas:

Gálatas 3:19-23 dice: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las
transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue
ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.  (20)  Y el mediador no lo es de
uno solo; pero Dios es uno.  (21) ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En
ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente
por la ley.  (22)  Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es
por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.  (23)  Pero antes que viniese la fe,
estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”.
Pablo explica que la ley encerró todo bajo pecado, es decir, expuso la naturaleza humana
y su imposibilidad de llegar a Dios con méritos y fuerzas personales. Expuso la esclavitud
del hombre y su injusticia para que quedara en evidencia que sólo por la fe y por medio de
Jesucristo alcanzaríamos la justificación y la vida eterna.

Entonces, la ley fue importante en estos sentidos:


1. Es un anuncio profético del Hijo de Dios y Su naturaleza.
2. Pone en evidencia al pecado como naturaleza gobernante sobre el hombre.
3. Pone en evidencia la incapacidad del hombre de alcanzar la justicia por fuerzas o
méritos personales.

Romanos 5:20-21 dice: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; más
cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; (21) para que, así como el pecado reinó
para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante
Jesucristo, Señor nuestro”.

Al hombre le sería imposible entender la gracia si no se pone en evidencia la imposibilidad


a la que se encuentra sujeto y su propia esclavitud. La ley cumplió ese objetivo haciendo
abundar el pecado. Porque mientras la ley reprime el pecado, en realidad le está dando
más y más fuerza. Pero la Gracia de Dios condenó al pecado y lo mató, para darnos a
nosotros nueva Vida.
Romanos 7:6-13 dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella
en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no
bajo el régimen viejo de la letra.  (7) ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna
manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia,
si la ley no dijera: No codiciarás.  (8)  Mas el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.  (9)  Y
yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 
(10)
  Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; ( 11)
porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 
(12)  De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. 
(13) ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el
pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a
fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso“.

Romanos 8:1-4 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque
lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo
en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
(4)
 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu”.

Romanos 13:7-10 dice: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que,
impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.  (8)  No debáis a nadie
nada, sino el amaro unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.   (9) 
Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás,
y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo.  (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el
amor”.
¿CÓMO REVESTIR NUESTRAS ALMAS DE JUSTICIA?
1. Exponga su alma a la luz de la Palabra de Dios una y otra vez, con humildad y
sencillez. La humildad es la virtud aliada de la Justicia.
2. Pida a Dios sabiduría y entendimiento para que toda estructura de justicia humana
que opera en su alma le sea revelada. De esa manera será más fácil despojar al
alma de las mentiras de la justicia humana y del viejo hombre.
3. Piense y anhele expresar el amor verdadero y espiritual. Es en el amor donde se
cumple y establece la Justicia de Dios.
4. Revierta en su vida toda agenda que le conduzca a defenderse a sí mismo y
justificarse, para entregar más tiempo a ver crecer a Cristo en usted.
5. No permita a su alma permanecer en la auto-condena.

LA JUSTICIA Y LOS VÍNCULOS


Romanos 8:30-34 dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a
éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.  (31) ¿Qué, pues,
diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  (32)  El que no escatimó ni
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con
él todas las cosas?  (33) ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.  (34)
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el
que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”.

Revestir nuestras almas de la Justicia de Dios que es por la vida de Cristo en nosotros es
sumamente importante al momento de ser edificados como Cuerpo de Cristo.
Toda forma de justicia humana produce separación, individualismo y humanismo. La
justicia humana produce pleitos, bandos, enemistades, choques de ideología y otras
consecuencias.
La Justicia de Dios también produce separación: es la santidad que trae la naturaleza de
Dios que nos separa más y más del mundo. Cuando revestimos nuestras almas de la
Justicia de Dios, operamos en reconciliación y en Su amor. De esa manera somos añadidos
al funcionamiento del Cuerpo como uno.
Hemos visto que, en la justicia humana, cada persona opera como un centro legislativo y
judicial. Eso produce que cada persona crea en sí mismo lo que está bien y lo que está
mal, trayendo separación. Cuando somos traídos al Cuerpo de Cristo ya no respondemos a
justicias personales y humanas sino a la naturaleza de Dios en nosotros. Esa justicia es
amor en su esplendor y nos hace ser uno aun cuando seamos muchos. A eso se refería
Pablo cuando decía a los corintios (1 Cor. 6:7): “¿Por qué no sufren más bien el agravio?”.
Es decir, por qué no operan en la Justicia de Dios, la cual se expresó en aquella Cruz: Cristo
sufrió nuestro agravio. El mismo principio lo vemos en la parábola de Jesús sobre el siervo
injusto (Mat 18:21).

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