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Aborto: las lecciones del caso de Popayán bajo la ciencia y la ley

Desde el punto de vista jurídico, la interrupción del embarazo se ajustó a lo dicho por la Corte.

Una interrupción voluntaria de embarazo (IVE) practicada a los siete meses de gestación en la


ciudad de Popayán a una joven amparada por una de las tres causales en las que la Corte
Constitucional despenalizó el aborto en el 2006 volvió a encender una vieja polémica en el país.

En concreto, la mujer de 23 años, después de una valoración psicológica que le diagnosticó


alteraciones psiquiátricas mayores incrementadas por el embarazo, se acogió a la sentencia C-355
del 2006 y acudió a la ruta que para el efecto tiene el sistema de salud.

Su caso saltó a los medios de comunicación en razón a que su expareja reclamaba derechos sobre
el embarazo y se oponía al aborto con protestas frente a la clínica. Pese a esto, y dentro de un
marco legal, Profamilia reveló que realizó el procedimiento, lo que desató una nueva tormenta en
este tema.

Una revisión de la norma

Por un lado, los alegatos de la pareja se fundamentaban en que no existía ninguna causal que
justificara el aborto, por lo cual amenazó con demandar a la mujer, a su familia y a la clínica por
feticidio. Sin embargo, una revisión del proceso confirmó que la joven tenía antecedentes
psiquiátricos que después de una evaluación clínica correspondiente ratificó que estos podrían
empeorarse con el embarazo, al punto de que no era apta para tener y criar un hijo. Esto, por
extensión, cae en la tipificación de riesgo en la salud de la madre amparada por la Corte
Constitucional.

En ese sentido, Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia, aseguró que la organización privada
actuó ajustada a la normatividad.

Pero más allá de la legalidad del procedimiento, otro punto fuerte de discusión en este caso fue
que se realizó a los siete meses de gestación.

No obstante, la jurisprudencia generada por la Corte desde la sentencia original, y otra decena
que la ratifican, en ningún momento define límites para la realización del procedimiento.

Frente a esto, Carlos Ramírez, secretario general de la Federación Colombiana de Obstetricia y


Ginecología (Fecolsog), sostiene que dicho gremio es respetuoso de la ley y además respalda el
actuar de cada profesional con base en sus criterios y convicciones. “Si se actuó dentro de los
términos, no debería haber ningún cuestionamiento”, afirma.

Ramírez considera que frente a límites todos los elementos están ya definidos y añade que los
casos con edad gestacional avanzada son la minoría, y muy condicionados por las barreras de
acceso a este derecho que persisten para las mujeres.
Marta Royo es más contundente y señala que el 90 por ciento de los casos de aborto en edad
gestacional avanzada son el resultado de barreras que se interponen desde el inicio de la solicitud
de la IVE, así como la información oportuna y veraz que se les niega a ellas.

De hecho, además de enfrentar dilaciones y trabas en el servicio de salud, la mujer de Popayán se


vio obligada a participar de un proceso judicial como resultado de que su expareja interpusiera
una acción de tutela ante un juez penal del circuito para impedirle que acceda a la interrupción
voluntaria del embarazo.

Olga Albornoz, psiquiatra, argumenta que esta paciente ha debido tener un apoyo de psiquiatría
porque, según trascendió, tiene un trastorno mental mayor. “El manejo que se le dio con la
demora y la parte jurídica empeora ese cuadro y lleva a decisiones éticas y morales que se alejan
de lo humano y revictimizan a las personas. Se actuó vergonzosamente tarde. La gente no cree
que las enfermedades mentales sean un riesgo grave para la madre en un embarazo”, expone.

Discusiones de fondo

Otra arista de discusión que abrió el caso en Popayán es el de los derechos que sobre el feto tenía
quien alegaba ser su padre.

Desde el punto de vista jurídico, la Corte Constitucional sostiene que, cuando se está en alguna de
las tres causales, la decisión de abortar es de la mujer. Así lo asegura Angélica Cocomá, abogada
de Women’s Link Worldwide, quien afirma que el alto tribunal ha reiterado que “la mujer debe
estar libre de la presión de terceros. Por eso, la Corte no contempla que los médicos puedan exigir
el permiso de esposos o parejas. Incluso, en los casos de menores de edad, la Corte ha dicho que
no se les puede exigir un consentimiento de sus padres”, explicó.

La abogada Cocomá también asegura que la Corte no ha analizado casos específicos como el de
Popayán, por lo que el alto tribunal no ha respondido al debate frente a qué derechos tiene un
padre sobre un hijo que no ha nacido.

Olga Albornoz manifiesta que en estos casos prima el estado de salud de la madre sobre cualquier
intención externa. “No era un capricho sino una decisión condicionada por una enfermedad
evidente”, afirma.

Desde otra perspectiva, ginecólogos consultados por este diario y que prefirieron no dar su
identidad aseveran que hay vacíos jurídicos alrededor de este tema que exponen a los
especialistas a una serie de riesgos marcados por lo legal y que desbordan el componente
médico. Por eso, aseguran que terminar un embarazo tan avanzado con un feto viable puede
generar más complicaciones (infecciones, descompensaciones) que ponen en riesgo la vida de la
madre.

César Burgos, presidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, remata que casos
como el de Popayán exigen que se alineen de una vez por todas los componentes médicos, de
derechos y jurídicos dentro de un marco de rigor para evitar distorsiones donde los perjudicados
son todos. “Hay que eliminar también las barreras para que casos como este no se vuelvan a
repetir”, concluye.

Sin límites de tiempo ni especialistas

En el 2018, la Corte Constitucional se negó a ponerle un límite de semanas al aborto, rechazando


una ponencia de la magistrada Cristina Pardo, que proponía que la interrupción voluntaria del
embarazo –en las tres causales permitidas– solo se pudiera practicar hasta la semana 24 de
gestación.

El alto tribunal aseguró que no es posible poner un límite por dos razones: la primera, porque hay
por lo menos 46 barreras que las mujeres deben afrontar para poder acceder a un aborto legal en
el país. La segunda, porque en algunos casos la identificación de los riesgos para la salud de la
madre, o las malformaciones incompatibles con la vida, podrían detectarse en una edad
gestacional más avanzada. Eso significa que el aborto de Popayán que se realizó en el séptimo mes
se ajusta a lo que ha dicho la Corte Constitucional, ya que no hay límites establecidos.

De otro lado, afirma la abogada Angélica Cocomá, de Women’s Link Worldwide, la Corte ha dicho
que las certificaciones sobre los riesgos para la salud física o mental (como es el caso de Popayán)
las pueden dar un médico general o un psicólogo.

Eso significa que desde el punto de vista legal no se le puede exigir a la mujer que va a abortar un
concepto de un médico especializado, porque esto crearía una nueva barrera para las mujeres.

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