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Históricamente, los
modelos de esta corriente se aplicaban en terapia familiar, pero hoy su ámbito de
aplicación se ha extendido. Destacar, en primer lugar, que el modelo sistémico
concibe a la familia como un sistema en el que la conducta de un miembro no se
puede entender de manera aislada, independiente de lo que hace el resto.
En general, se puede decir que tiene en cuenta tres aspectos del funcionamiento
familiar: la estructura de la familia, determinada por sus límites, jerarquías y grado
de identidad de los miembros; la regulación o el modo en el que la familia
mantiene el balance de sus interacciones y la información o cómo se comunican
los miembros entre sí.
Entiende que a veces estas medidas son, precisamente, el origen del problema y
defiende que quizás sea necesario desequilibrar el sistema para que remita el
síntoma. Esta forma de hacer terapia, aunque resulte paradójica, lleva consigo que
la familia aprenda alternativas de solución y empiece a investigar otros recursos y
caminos.
Para la escuela estructural, los síntomas que porta la familia aparecen cuando hay
un retraso o detención en el ciclo vital familiar. Es decir, el sistema se queda
atascado y no avanza como consecuencia de diferentes pautas transaccionales
que se han ido repitiendo a lo largo del tiempo y no son funcionales.
Las pautas repetidas establecen reglas acerca de qué manera, cuándo y con
quién relacionarse, y estas pautas son marcadas por la familia.
En este sentido, los procesos del sistema familiar se reflejan en su estructura. Las
estructuras se componen de unas jerarquías, los límites entre subsistemas y
fronteras con el exterior, así como las reglas que rigen el poder y la comunicación.
Además, existen alianzas -unión entre individuos- y coaliciones -alianzas entre
miembros en contra de un tercero-.
Ya en la segunda fase y una vez que el terapeuta se encuentra dentro del sistema
familiar, se ponen en marcha una serie de técnicas. En la técnica del desafío, se
practica la escenificación por parte de la familia de alguna pauta de comunicación
disfuncional. El terapeuta le pide a la familia que representen una escena familiar y
el terapeuta recoge información no solo de lo que ocurre, sino también de cómo
ocurre.
Por otro lado, estarían las técnicas de reestructuración cuyo objetivo es el cambio
del sistema. Para llegar a este cambio, se realizan una serie de estrategias. La
redefinición positiva del síntoma consiste en una relectura relacional alternativa
para cuestionar las definiciones de la familia.
Haley asevera que los grupos sociales de las personas con problemas presentan
una jerarquía incongruente, que las somete a niveles conflictivos de comunicación,
y cuyoefecto es la conducta sintomática. Por esta razón, también se debe evaluar
e intervenir enla red social, incluidos los profesionales que tienen poder sobre el
paciente identificado.El objetivo del tratamiento no se limita al problema
presentado en la primera sesión,sino que también incluye los nuevos que surgen a
medida que se estrecha la relación entrela familia y el terapeuta. La finalidad de la
terapia es cambiar las secuencias de conductainadecuada que encierran una
jerarquía incongruente y ampliar las alternativas conductua-les y epistemológicas
del sistema familiar.
Por consiguiente, el terapeuta debe impedir quese formen coaliciones que rebasen
los límites generacionales y que el síntoma se utilicepara regular de manera
encubierta la distribución del poder familiar.De las estrategias empleadas por este
modelo, pueden mencionarse desde la propiadefinición del cambio deseado por la
familia y la evaluación del tipo de secuencias (pau-tas) que perpetúan el problema
hasta el diseño de las estrategias de intervención, comoromper la coalición madre-
hijo mediante una tarea o la unión de los progenitores paraayudar a su hijo a
eliminar el síntoma.
Fases de la terapia breve estratégica familiar
- Primera entrevista
- Medición y planificación