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El Arte Simbolista PDF
El Arte Simbolista PDF
(]APÍTULO III
Corrientes simbolistas en Inglaterra JJ
( ]APÍTULO IV
El movimiento simbolista en Francia 51
(]APÍTULO V
(lustave Moreau 63
(]APÍTULO VI
lledon y Bresdin 71
(]APÍTULO VII
l)uvis de Chavannes y Carriére 81
CAPÍTULO IX
Título original: Sytnbctlíst Art La Rose * Croix 109
Traducción: Vicente Villacar-npa
CAPÍTULO XIV
Arte simbólico
Klimt y la Secesión vienesa 193
CAPÍTULO XV
Arrnque este libro trata específicamente de un episodio de la histo-
El joven Picasso 201.
¡'il del arte europeo, creo que al lector le resultará más fácil asimi-
l;rr la informa,cíón y las opiniones contenidas en los capítulos que
Bibliografia 209
siguen, si empiezo por recordarle algunos hechos relacionados con la
lirnción del simbolismo en general en la pintura y la escultura occi-
Lista de ilustraciones 21,0
dcntales.
Esta recapitulación sería superflua si no explicara el triunfo del espí-
Índice de nombres 214
ritn moderno. Nacido clel movimiento sirnbolista, lo rnoderno se ha
nlostrado sin embargo hostil al sírnbolo como medio de comunicación
visual. El auge del arte abstracto, en particular, ha tendido a centrar
r)ucstra atención en la obra como una cosa en sí, identificada por corn-
plcto con el proceso artístico. En cambio, tocla creación que pueda
clasificarse como simbolista debe rechazar necesariatnente esa actitud,
pues detrás de las formas y los colores que se hallan dispuestos sobre la
sLrperficie pictórica, sierrrpre hay algo más, otro ámbito, otro orden de
significados.
Debido a nuestro rechazo de los procedimientos sirnbólicos, a me-
nudo hallamos dificultades para entender a los viejos maestros; mayo-
rcs dificultades, a decir verdad, que ante algunos pintores y escultores
('ontemporáneos famosos por las dificultades que plantean. Pero a r¡e-
nudo Ia situación es otra: cree[Ios entender la obra de arte tal corrro se
rcvela ante nosotros, cuando en realidad se nos está escapando la mitad
tlc su significado. El artista medieval esperaba que sus contemporáneos
rcconocieran de inmediato qué santo estaba representado, gracias al
:rtributo convencional que acompañaba la figura. Pero nosotros, paga-
nos modernos, las más de las veces nos quedamos desconcertados ante
cl rrismo objeto que pretendía ilustrarnos.
Sin embargo, en lugar de sur-nergirnos en las cornplejidades del sim-
bolismo religioso rnedieval, bastará a mi propósito empezar por el
llenacimiento. El arte renacentista, en efecto, manifiesta cualidades
c ideas que iban a fascinar a los pintores y escultores simbolistas del si-
glo xtx. Hallarnos, por ejernplo, el conflicto entre sistemas <abiertosr
y <cerrados,r de comunicación sirnbólica. Los elementos tomados de
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2 rnRNC¡sc--o I)EL cossA Trirrtrlit dc Vt,tttts 1458-1478
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un lenguaje que sc csperaba pudiera entender toda persona culta, sc
rrezclan coll otros símbolos cuyo sienificado sólo se revelaría a los
iniciados. Al mismo tiernpo, descubrimos por vez primera en las obras
creadas por los nlaestros del Rcnacilliento, con Giorgione, un rechazo
de la noción de equivalencia exacta entre el símbolo utilizado y el sie-
nificado que se intenta expresar. Ahora el sírnbolo se convierte en algo
que resuena dentro de la mente del espectador, y la propia obra es also
más que Lrna sunla de los símbolos qr-re conliene.
Podcmos observar cl paso de nna clase de simbolisrro a otra en el
trabajo cle los rraestros italianos preocupados por revivir y reintcrpre-
tar la imaginería dc la antigüedad pagana. Agostino di Duccio, al¿dor-
nar ese extraordinario monurlento al hunanisrno rcnacentista que es
el Templo malatcstiano de Rímini, aún cree que basta con arladir un
símbolo a otro. St st Mercurio posec un significado adicional, ello se
debe a que se le han añadido atributos- De forrna similar, cn los frescos
alegóricos de Francesco dcl Cossa en el palacio Schifanoia de Ferrara,
continuamos, pese a la festiva alegría de las imágenes, en el ámbiro del
sillbolismo pllramente <acurnulalivo>. En la escena que representa el
triunfo de Venus, por ejemplo, obscrvanros cltrc Marte no sólo sc arro-
t
, AcosrrNo Dr DUCCTo Mararioclespués cte 1450
Pero ya en la época en que se pintó Alegoría de la Prudencía se había
operado una aproximación mucho más compleja y sutil a los problemas
de la representación simbólica. Dicha aproximación fue analizada por el
clesaparecido Edgar V/ind en un estudio de historia del arte, cuyo mérito
lra sido ahora reconocido: Los mislerios paganos del Renacimiento. Wind
comprendió que una clave irnportante para la interpretación de muchas
cle las r¡ás célebres irnágenes renacentistas debía buscarse en los escri-
tos de los filósofos neoplatónicos, como Plotino, y en la interpretación
clue de tales textos hacían los hurrranistas del Renacimiento. Plotino,
por ejernplo, define al filósofo rnístico como <el quc hasta el
^vanza
santuario rnás interior, dejando atrás las estatuas del templo externo)).
Esta idea se asimiló bien en la Florencia del siglo xv. La Primaucra de 5
l3otticelli, por ejemplo, invita al espectador a extendcr la pintura y su
scntido hasta penetrar en lo rnás recóndito de su propia rner-rte, de la
4 rrztRNcr Alcgoría dc
Ia Pnñcncia
SANDRO I]OTTICELLI
Prinnucra (detalle)
h. 1.t78
dilla ante sLr amante Venus, sino que en realiclad cstí cucaclctlaclo a su
trono, lo cual significa que es su prlslonero.
lJn simbolismo actttnulativo de esta clase continuó desernpeñando
Lln papel importante en el arte italiano hasta bien entrado el siglo xvt.
A él responde el nrétodo adoptado por Tiziano para pintar str extraña
4 Alegoría de la Prudencia, hoy en la National Gallery de Londres- Tres
cabezas humanas están supe rplrestas a las cabezas de otros tantos ani-
males: lnirando a la izqr-rierda, la de r-rn lobo; a la clerecha, la de tur
perro; y mirándonos directarnente,la cabeza de un león. Cada uno dc
Ios rostros debe relacionarse con el animal que tiene debajo, y los ani-
males a su vez deben relacionarse entre ellos. Ei lobo es el ernblema del
pasaclo, el tiempo devorador; el perro olisquea el futuro; en tanto el
león encarna la fiierza y la gloria del presente. Cada uno de estos tres
aspectos ha de tomarlo en cLrenta el hombre prtldente, y los tres juntos
componen Ia imagen del Consiliurrn o Buen Consejo, que engendra
por su parte la más alta cualidad de Ia Prudencia. Se pretende talnbién
una alusión a Ia mitología p^g n , pues los tres animales representan el
monstrr-lo tricéfalo que acompañaba al dios egipcio Serapis.
10
manera que parece sugerirlo Plotino. (Lo mismo es válido para el, en
apariencia menos complejo, l,Jacimiento de Venus.) EnIa Prü,nauera, debe
prestarse gran atención al grupo de las Tres Gracias: a sus actitudes,
expresiones, atavío y ornamentos, así como a sll mera presencia. Los
filósofos del Renacimiento interpretaban las Gracias colrro un emble-
ma de los tres diferentes aspectos del amor, y las nombraban de acuer-
do con ellos. En la Prirnayera hallamos a Castitas o la Castidad, a la que
el ciego Cupido arlner'ez con sLl darclo. Castitas se encuentra en situa-
ción opuesta a su hermana más salvaje, Voluptas o el Amor sensual.
Pulchritudo o la Belleza, la tercera de las hermanas, es menos vehe-
rrrente, pero no por ello deja cle aproxirnarse a Voluptas.
Junto con Mantegna, Botticelli ejerció gran influencia en el arte sill-
bolista de últimos del siglo xIX. En lnglaterra, su obra fue especial-
lnente adrnirada, y advertimos continuos ecos dc clla en las produccio-
nes de Edward Burne-Jones, Aubrey Beardsley y Charles Ricketts.
Cabe argumentar que, puesto que el significado más escondido de las
grandes pinturas simbólicas de Botticelli se había perdido casi por en-
tero hasta que en nuestros días lo redescubrió Wind, había rnás ad-
miración hacia las formas inventadas por Botticelli que fascinación ha-
cia el contenido que quiso expresar a través de tales formas. Pero la
aparente oscuridad de algunos de los símbolos botticellianos no hacía
sino añadirse a la riqueza de alusiones que atraíe a sus admiradores
decimonónicos. Otro tanto podría decirse de Mantegna, que influyó
en numerosos simbolistas franceses e ingleses, y no sólo a causa de su
gusto por la estilización lineal, sino debido a su tendencia a dar sentido
al menor detalle. Sus fonnaciones rocosas reaparecen en Moreau y en
\\ ,D
Burne-Jones, y el hermoso grupo de Mercurio y Pegaso, a la izquierda
del Parnaso de Mantegna (en el Louvre desde 1801), es el claro antece-
dente de grupos sirnilares en la obra de Picasso y Redon.
,\
Además, el neoplatonismo en general era casi tan irnportante para
los filósofos y estetas del movimiento simbolista como lo había sido
para los precursores de la nueva escuela florentina. En el ambiente
simbolista, los filósofos en boga eran Hegel y Schopenhauer, ambos
catecterízedos por un importante componente neoplatónico. Muchos
simbolistas cultivaron el ocultismo, y el hermetismo lo consideraban
una virtud. Ciertamente captamos un eco de Plotino en la formulación ó
del Sár Péladan, un divulgador de las ideas sirnbolistas tan irnportante t
como olvidado hoy día. é
La Primauera y el Parnaso no son, desde luego, las únicas produccio-
1,2
6 aNop.¡¡ MANTEGNA Parnaso (derallc) h. 1,490-1,497
nes del Renacimiento que preludian la forma y contenido del arte sim- B cloncloNr
bolista del siglo xIX. Otra obra que fascinó a los propios simbolistas es Tenrpesf ad
el grabado de Durero Melancholía. Pocas creaciones artísticas han sus-
citado tanta controversia como su adecuada interpretación. El título se lo
puso el mismo artista, y así se planteaba una doble indicación sobre su
significado. <La llave -manifestó- significa poder; la bolsa, riqueza.> O
sea que, en cierto modo, Melancholia se adscribe a los métodos tradiciona-
les de simbolízación tal como se heredaron de la Edad Media, y pueden
asignarse significados concretos al menos a algunos cle los rnuchos ob-
jetos representados. Partiendo de este punto, los eruditos han escudriña-
do las fuentes a su disposición, y han descubierto, por ejemplo, referen-
cias a las siete artes liberales y a las siete mecánicas, tal como las clasificaba
el pensamiento escolástico cle la época de Durero. Y también a la por
entonces axiomática teoría de los <humores)) o temperamentos preclomi-
nantes. Los observadores menos instruidos comprendieron en seguida
algo distinto, y acaso más importante: que el grabado encierra una confe-
sión, que nos habla de una gran lucha del artista contra su propio dorni-
nio. El arte simbolista del siglo xlx implica también un importante aspec-
to de confesión: en efecto, su recurso al simbolismo no es impersonal.
Por esta razón, tel vez el más profético de los legados del Renaci-
miento a los simbolistas sea Ia Tempestad, de Giorgione, una obra acaso
rrrás celebrada aún que Mclancholia, y que a primera vista parece sugerir
elgo rnucho más sencillo. Pero en realidad, como el profesor'V/ind seña-
laba en un ensayo dedicado a este problema, la pintura de Giorgione es
rnucho rnás enigmática qr-re cualquiera de las de Botticelli. Hay varios
clementos alegóricos sirnples: las dos figuras, un soldado y una gitana, las
ha consagrado Ia tradición como íntimamente relacionadas con la fortu-
na, y la propia ternpcstad encierra una alusión a sus vicisitudes. Las co-
lumnas rotas en segundo plano se interpretaban en tiempo de Giorgione
como un emblema de Fortitudo, o sea la fortaleza en la adversidad. Pero
sin duda el efecto que produce la pintura va mucho más allá de la infor-
rnación fragrnentaria que tales detalles comportan. EnIa Tenrpestad, eI
arte manificsta un misterioso poder para comunicar significado sin ser
abiertamente concreto. El espectador completa la obra por sí mismo, con
algún elemento que descubre en su propio interior. Esta capacidad de
7 ¡rsnRro DURERo sugerir y esta ambigüedad eran la esencia misma de la poesía simbolista,
Melancholia 1.51.4 tal como la cultivaba, por ejemplo, Stéphane Mallarmé, y ambas cualida-
15
9 rtztRNo Anror sagrado ), antor profano h. 1515-1516
18 19
12 cr¡uolo DE LoRENA Paisajc con tl óngcl aparctiéntlosc a Agarh. 1670 13 1uN-nNrorNE wATTEAU Partida dc la isla dc Citctro 171,6-1717
de su hijo tienen su eco e interpretación en los árboles entrelazados que bajo el hechizo de la diosa del amor. La rnujer no prcsta atención al
se alzan detrás: el uno plenarnente crecido, el otro, todavía un arbolito. Cupido que le está tiranclo dc la falda. La siguiente pareja está ya levan-
A través de ellos, el artista es capaz de decir algo acerca de la relación tándose, y Ia tercera, que se dispone a alejarse, mira atrás con pesar.
de la madre con su hijo. AI mismo tiempo, todo el vasto paisaje en Debe admitirse, sin ernbargo, qure la amable ambigriedad que dio pie a
derredor crea L1n ambiente que, a su vez, nattza nues[ra rcaccióu ante una ir-rterpretación radicaln-rente errónea de este tema constituye en
lo que representan las figuras. bucna rncdida cl cncanto dc la pintura, y es lo que la liga a Giorgione
Claro está que si buscamos una línea continua en el desarrollo del por ulla parte y al movimiento simbolista por otra-
arte simbólico, deberíamos dirigirnos a los paisajistas franceses. Sólo No es casual que rü/atteall atrajera la atención de ciertos artistas del
en fechas recientes se ha llegado a la conclusión, por ejemplo, de que el entorno sirnbolista, entre ellos a Aubrcy Beardsley y a Charles Con-
célebre cuadro de Watteau EI embarco para la isla de Citera, que debería der. También es verdad que gracias a los Goncourt y a otros, la Francia
13 titularse, rnás correctamente, Partida de Ia isla de Citera, es ur-ra obra en del siglo xvltl cstaba de moda a fines de la centuria siguiente. Pero no
la que el simbolismo tiene un papel extremadamente importante. Las es nlcnos cicrto quc los simbolistas reconocieron en 'Watleau a un
tres parejas de amantes en las que se pone mayor énfasis representan, hornbre cuyas intenciones estaban muy próximas a las suyas: en efec-
en realidad, distintos aspectos de la misma pareja y de la misma rela- to, había abandonado la alegoría convencional en favor de un uso del
ción. Los personajes situados más a la derecha aún se hallan por entero simbolismo que era rnás penctrantc, más vigoroso y más misterioso.
20
CAPÍTULO II
Romanticismo y simbolismo
Br.r el estricto e histórico sentido del término, sólo cabe una aproxima-
ción al simbolismo considcrándolo corno una parte de un todo de ura-
vor alcance: el movimiento romántico. El rornanticisrno representa
una crisis, una convulsión en el espíritu europeo cuyos efectos aúu se
dcjan sentir en nuestros días. En sus conferencias, recogidas en el volu-
nren Sonrc Sourccs o_f Rotnanlicisrrr, sir Isaiah tserlin se refiere a uun des-
plazamiento dc la conciencia> que (partió la espina dorsal del pellsa-
ruiento europeo). En esencia, la cspina dorsal partida fue la razón o,
ruejor dicho, la crcencia, snstentada duraute largo ticmpo, en el poder
rlc la razón hurnana para gobemar todas las acciones y rcsolvcr todos
los problcmas.
Entrc los rornánticos, por Llna parte se encendía la rebelión contra las
rcstricciones dc todo tipo, y por otra urgía la bírsqueda de uu nttevo
eriterio de certidumbre, una vcz dcstruido cl marco externo de refe-
r-cncia y abandonado el concepto de orden inmutable. La validez y
:rutoridad del mundo percibido objetivarnente había caído en la clucla,
por 1o qr-re inevitablemcntc triunfó la sr-rbjetividad. Ahora los hombrcs
n'riraban en su propio interior en bursca de una guía. De este modo se
llimentó el llito del <eeniou, el holrrbre clivinamente ir-rspirado cuya
irnaginación sin cortapisas le perrnitía transmutar todas sus cxpcricn-
cias y cmociones en arte, y que estaba dispensado, en razón de sus
dotes, de la obediencia a las reglas norllales. Podía, en efecto, negarse
il someterse a ellas en interés de su propia realización.
En términos artísticos, Ia esencia de la r.meva doctrina era el primado
cle la imaginación. El crítico suizo Bodrler declaraba ya en 1741 que
ula imaginación supera el mundo de los magos: no sólo coloca lo real
rlnte nuestros ojos en una vívida irnagen y presenta corno distantes las
cosas presentes, sino qLle, en virtud dc un poder superior al de la pro-
pia magia, saca de su estado de potencialidad aquello qlrc no cxistc, lc
confiere apariencia de realidad y nos permite ver, sentir y escuchar esas
rluevas creaciones>. Como el intérprete más destacado cle Shakespeare
cntre los cle su generación, parecía estar parafraseando el monólogo del
uojo del poeta) de El sueño de una noche de uerano. Pero esta formula-
14 ctov¡¡lNI llATTrsrA pTRANESI Prisíón con ntcda colosal 1.745
23
Pero el capricho tenía también antecedentes plrramente pictóricos. En
riltirna instancia derivaba de Giorgione, y en particular dela Tentpes-
t¡d. Las figuras que aparecen en dos series de agnafuertes de Tiepolo,
1,,>s Capricci y los Sclrcrzi di_fantasia, unos y otros de Ia década de 1750, 15
sin duda guardan relación con el soldado y la gitana representados en la
,tbra nlaestra dc Giorgionc.
Tiepolo pasó sus últimos años en España, trabajando parala corte de
cste país, y las obras qnc ejecutó infltryeron sobre eljoven Francisco de
(loya. El cual, sin cnrbargo, se mantuvo fiel a la luminosa tradición clel
lococó hasta la década dc 1790. Sólo cntonces cmpezó a crc-ar las obras
t¡tre ha escogido la posteridad corno mís típicas dc c<1. Goya, lo mismo
t¡tre Tiepolo, rca.hzaba grabados conlo partc de su actividad artística
rlcneral, y esos grabados, también como en el caso dc Tiepolo, cran
utilizados coltto u11 vchículo para sLl fantasía personal, a nlcnudo tcrro-
rífica, al llcnos hasta que la invasión napoleónica de España rccn.rplazó
cn la mentc de Goya los horrorcs imaginados por los rcalcs. Desdc
Irrego, siguió la tradición vcneciana hasta cl pr-rnto de titular su princi-
pal serie dc grabados los Capricln-s. En cllos, conlo cn los Caprkri y
l5 c;rov,cNNl
ción no dejaba de suscitar controversia y de aparecer como radical en la IJATTISTA TIEPOLO
atmósfera racionalista de comicnzos del siglo xvltl. l)tts nngos 1, ttn
Conviene tencr presente a Boclmcr cuaudo se conternplan algnnas tttttdnclrc 1755-1765
de las más insólitas producciones de los artistas dieciochescos. Algr.rnos
de los grabados de los artistas venecianos G. B. Piranesi y G. B. Tie-
polo son notables por lo extraños qlte resultau. Los agtrafuertes de la
serte Las prisioncs, publicados por Piranesi cn 1745, podrían scrvir para
corroborar las palabras cle Bodmer, aunque es más corriente conside-
rarlos cono los precursores de la rnadurez rotnáutica del siglo xlx.
Históricamente consideradas, La-s prisiones de Piranesi pertenecen a
un género veneciano bien arraigado, el capriclrc, ttu estttdio de arquitec-
tr-rra imaginaria (de una arqr-ritectura real el1 Lrr-r escenario inventado).
IJn mpríc|rc, tal como lo entendían los pintores y dibujantes contetrrpo-
ráneos de Piranesi, era Llna trasposición de la realidad, una prueba para
la habilidad y la inventiva del artista. Al rnenos en Venecia, ias artes
plásticas se estaban asirnilando a la rnás abstracta y autosuficiente de las
artes, la música; y a los artistas, 1o mismo que a los mírsicos de la l6 FRANCrsco DE
época, les preocupaba demostrar su virtuosisrno. Los capricltos cle Ca- t;ovn E/ sttcño dc la
naletto y Gr,rardi, en quienes los farrriliares edificios y monumentos vene- razótt prodttcc
ntoilstfltos 1797-1799
cianos aparecen en nLlevos emplazamientos, son ejercicios de ese tipo.
24
Scherzi di fantasía de Tiepolo, hallamos una imaginería tomada de la
l7 n¡Nnv rus¡u
La pesadillah. 1782
tradición popular sobre la brujería, pero también está presente una
vena de comentario social y político. La tetnítíca general queda expli-
18 rR¡Ncrsco oe
cada en eI n." 43, en principio destinado a ser el frontispicio de la colec-
<;oyt Pánico
ción, pero más tarde reemplazado por un autorretrato del artista. El 1 808-181 2
16 título es El sueño de Ia razón produce tnonstruos, una frase que se aclara
más adelante gracias a unas notas rnanuscritas contemporáneas aporta-
das como prueba en un juicio, y en las que se lee que la fantasía aban-
donada por la razón produce monstruos imposibles; pero que, al pro-
pio tiempo, es la madre de las artes y el origen de sus maravillas.
Más tarde Goya dio rienda suelta a sus símbolos. El irnpresionante
18 Pánico del Prado es, desde todos los puntos de vista, una pintura sim-
bólica. La figura que surge y que domina el espacio pictórico es una
representación gráfica de cómo el pánico parece aumentar hasta llenar
el último resquicio de la mente.
Desde luego que cuanto más de cerca exarninamos la historia del
arte romántico, más importancia cobra el componente simbólico. La
pesadilla, de Henry Fuseli, es, con todo rnerecirrriento, uno de los más 17
famosos monumentos del romanticismo pictórico temprano. Aun
siendo rnelodrarnática, La pesadilla tiene poder para convertirse en una
obsesión de la mente. Esa fantasmal cabeza de caballo, que surge por
encima del postrado y atormentado cuerpo de la mujer dormida, es
rrrás quc la sirnple traslación de una rnetáfora convencional a la pintura.
Para hallar un uso pleno del método simbólico, sin embargo, debe-
mos volvernos hacia un contemporáneo algo más joven que Fuseli,
Caspar David Friedrich. Sus paisajes sirnbolizan una experiencia sub-
jetiva. As| La cruz cn las montañas, pintada en 1808, ejernplifica cierta 20
tensión en la obra de Friedrich entre el deseo de representar y expresar
la inmutable arrnonía de la naturaleza, y el deseo contrapuesto de itr-
poner a ésta un significado humano.
El método simbólico resulta aún más evidente en otra obra poste-
rior: E/ naufragio del Hope, que data de 1821. Al parecer, la fuente de 19
inspiración fue la narración del caprtán Perry sobre sus exploraciones
27
por el Ártico. Pero está claro que pronto fue abandonada cualquier
intención documental. El barco es la esperanza (hope)misma, que se va
a pique en medio de la helada vastedad de la muerte y la desesperación.
La pintura constituye un impresionante ejemplo del poder de Friedrich
para lograr que una simple metáfora pictórica resuene en la mente,
transformándola en un símbolo.
Otras figuras menores entre los artistas románticos franceses adop-
tan en ocasiones una estrategia sirnilar. Por ejenplo, existe una sor-
prendente serrrejanza entre la pintura de Friedrich de la que acabo de
21 ocuparme, y uno de los dibujos de Gustave Doré para ilustrar este
texto favorito de los rornánticos que es EI dccir del vie.jo ntarino, de
Coleridge. Hay tarnbién un parentesco con algunos de los numerosos
dibujos realizados por el poeta Victor Hugo. EI sueño, aquí reproduci-
do, muestra una concentración sobre una úlnica irnagen simbólica, que
prefigura los dibujos y litografías de Odilon Redon.
Pero la mayor parte dc la pintura romántica francesa presenta Lln
aspecto algo distinto. Su expresión más característica debe descubrirse
en la obra inmensa de Eugéne Delacroix, con su vigor, su pasión, su
gusto por los gestos decisivos y extravertidos. Y es que Delacroix de-
sempeñó un papel importante en el proceso por el cual el movirniento
simbolista propiamente dicho ernergió del romanticismo. Esto lo ih.rs-
-\i
'1
36
29 RTCHARD DADD
El golpc nta(stro dcl ttarrador tlt: cttctttos dc lntlas 1855-1864
ra artística. Nunca evolucionó a lo que ahora reconoceríamos como
simbolismo maduro, sino que se mantuvo encallado e inseguro entre
Ia alegoría religiosa pasada de moda y la pintura de género a Ia manera
victoriana clásica. Miliais, un pintor de extraordinarias dotes naturales,
cedió ante el éxito y se zambulló en las dulzonas profundidadcs dcl
sentimentalismo.
Sin ernbargo, precisamente en la época en que Millais estaba apar-
tándose de la órbita prerrafaelista, produjo un reducido grupo de pin-
turas que revisten el mayor interés clesde el punto de vista del presente
32 estudio. Sit'Isumbras rddeando el río (1857) es, de todas esas obras, la
que [renos éxito tuvo pero acaso la rnás interesante. Cuando se cxpuso
en la Academia, cayó sobre ella un diluvio de improperios, los cuales
no se dirigieron tanto a sus manifiestas torpezas cornpositivas, cuanto
al hecho de que parecía prometer al espectador una narración que.
31 wtru¡H,r HoLMAN
r:urlr E/ chiuo espiatorio
1854
42 43
36 D.qNTE cABRTEL ROssETTT DanÍis auor 1859
influcncia sobre las artes aplicadas fr,re inmensa, y srl obra, una dc las
fuentes rnás importantes del rnovimiento de aicance luriversal que, al-
gunas décadas más tarde, se conocería como Art Nouveau.
Burne-Jones, por su parte, es.el pintor más sobresalicnte de los quc
se asociarl a la segunda fase del prerrafaeiismo. En buena medida auto-
didacto, partió dcl medievalismo más bien académico de la hermandad
originaria, para transforllarlo en algo nuevo. Al actr-rar así, a mertr-rdo
pareció contradecir los fincs rrás caractcrísticos del prerrafaelismo.
Existe, por ejcmplo, un notable contraste entre lo que Timothy Hilton
ha llamado la democratización de la santidad a cargo de la hermandad
44
37 DANTE GABnTEL RossETTr AsÍartt, S),riaca 1877
prerrafaelista, y el tratamiento por Burne-Jones de un rnaterial mitoló- ron aproxirnadamenle veinte más no se convirtió en un concurrente
gico neuy amplio, la mayor parte de él no cristiano. El crítico francés rrsiduo. Mientras tanto, en 1842 obtuvo el primer prerlio en el concur-
Robert de la Sizeranne resurrre bien los sentirnientos que suscita Ia obra so para la decoración del Parlamcrlto, y otro prirler prerlio en el se-
de Burne-Jones, cuando se refiere a <esa impresión de exquisito tedio y gundo cor-rcurso, convocado en 1846. En 1867, fue nombrado sucesi-
elegante desrnaño, de psicología cornpieja y Iigeramente pesimista>. vamente miembro asociado y numerario de la Royal Acaderny. Sin
Burne-Jones fue tal vez el prirnero de los pintores victorianos que se crnbargo, nllllca se identificó por completo con el artc oficial. Estuvo
dirigió a un pírblico restringido, de forma totalmente deliberada y dcs- estrechamentc vinculado a la Grosvenor Gallery dcsde el tnomento
de el principio de su c^rrera. Ese público era el que poseía suficiente rnismo de sr-r fr-rndación, y pesc a qlle su fama fue extendiéndose, con-
sensibilidad colno para captar el mcnsajc quc cl artista sc proponía servó el prcstigio de ser un artista para intclcctuales. Su gran simpatía
transmitirle. Con toda razón, se transformó en el héroe del movinien- personal hacia los gigantcs de la literatura victoriana
-pintó rctratos
de la mayoría de cllos, y dcdicó nn culto especial a Tcnnyson- sin
to estético (Aesthetic Movement) de la década de 1880.
La f¡nla de Br-rrne-Jones fue nna planta de crecilliento lento. Recibió duda cor-rtribuyó a crearle aquella reputación.
'v/atts
un notable impurlso tras la apertura dc la Grosvenor Gallcry en 1.877, manifestaba con total claridad quó propósitos artísticos le ani-
que reservaba un lugar para los artistas cuya obra Ia Royal Acadeny se rnaban. <<Yo pinto ideas, no cosas
-declaró-. Pinto, ante todo, por-
oponía a que fuera expuesta. que tengo algo quc dccir, y prlesro que me ha sido negado el don de un
Hasta 1885, Ias obras de Burne-Jones l1o elllpezaron a alcanzar pre- lenguaje elocuente, utilizo la pintr-rra. Mi intención no es tanto rcalizar
cios elevados en las sllbastas. Su fama se consolidó merced a nna invi- cuadros qr-rc complazcan la vista, corno suscitar elevados pensamicr-rlos
tación para concurrir a la Exposición [Jniversa] de París de 1889, don- que hablcn a la imaginación y aI corazón y fomc-r-rten lo que hay dc
de fuc galardonado con urla medalla de priurera clase; y gracias mejor y más noblc en el scr humano.,r
también a la presentación de la serie de la Rosn silt,cstrc en la galería En vida del pi'tor, sus ad'iradores corroboraro' entusiásticamentc
Agnew, de Londres, en 1890. cl progran-ra así anunciado. lJno llegó a proponer qlre sus pinturas
Por esta razón, y también por su directísima influencia sobre los cstaban <fucra de lugar en una exposición popularr porque tenían <un
artistas rnás jóvenes, en Inglaterra y fuera cle ella, parece mejor aplazar carácter sagraclo, y cleberían colgarse, como de las obras reli-
para un capítulo posterior el tratamiento detallado de la obra de Burne- giosas de los grandcs rnaestros italianos, como'rnchas
los frescos de Fra Ange-
Jones. Pero no debe olviclarse que desde cl principio rlismo dcl movi- lico, en alguna capilla abicrta al culto, encima dcl altarr¡.
rniento sirnbolista, los círculos artísticos de París conocían bien a Bnr- Se ha sugerido en ocasiones que la colrcentración de Watts en lo
ne-Jones y estaban al tanto de 1o que hacía. Fue sin duda uno de los rnás convencionalmente noble le convicrte el1 un artista rnuy distinto de los
destacados creadores del arte finisecular. verdaderos simbolistas. Pero el simbolismo, corno vercmos, se tomó a
EI otro nombre inglés mencionado coll rcvcrcllcia cn los círculos sí rnismo bastante en serio. Y son muchos los elementos de la obra de
38-40 progresistas parisinos cra cl dc George Frederick 'V/atts. En este mo- 'watts
que sirven para vincularlo cstrechamcnte al movimiento simbo-
mento concreto, 'V/atts plantea un problerna al historiador del arte. lista tal corno floreció en la Europa contincntal.
Muchas de las sólidas reputaciones victorianas en el terreno artístico En 'V/atts tarnbién clrenta el uso del color, cuyo <curioso brillo o
son hoy día objeto de revalorización, pero no la de'V/atts, pese a que a respla.dor provenía sobrc todo de una pi'celada singular e individual>
cornienzos de nuestro siglo no sólo era bien conocido en París, sino que Chesterton admiraba mucho. Hr-rgh MacMillan, orro adrnirador
celebrado en la propia Inglaterra, donde no se le regateaban los mayo- contemporáneo, advierte que Watts urodea sus fonnas icleales con una
res elogios. atmósfera ncblinosa o nublada, con el propósito de rnostrar que son
Al igual quc Burnc-Jones, 'Watts era autocliclacto, y lo rnisrno que él producto dc una visión o iclealesr. <Sus colores
-prosigue MacMil-
su fama creció clespacio. Expuso por vez prirnera en la Royal Academy lan-, al igual que el color de los velos del antiguo tabernáculo, lo
en 1837, cuando contaba sólo veinte años, pero hasta que transcurrie- nismo quc los matices dc las murallas enjoyadas de la Nueva Jerusa-
46 47
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f.
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49
ilJ GEorrcE FnEDERTc:K w¡rrs E/ ntorador dcl intcríor 18U5-1886
cellas de la moderna Babiloniar, que revelaba hechos relativos a la CAPíTULO IV
prostitución en Londres.
Más típicas de la obra de'V/atts, considerada en str conjunto. son
38-39 corlposicioncs talcs corno E/ tnorndor dcl inlcrior y El atnor y Ia rnttertt. El movimiento s¡mbolista en Francia
Su suavidad marchita abona en alguna medida la aseveración de Mac-
Millan de que <'Watts es esenciahnente Lln profeta. Él pi.t-rt. er-r imáge-
nes lo que sc prcsenta de manera espontánea ante el ojo interior. y Pese a una rcciente revivisccncia del intcrós por el arte simbolista c
asllme una forlrra definida casi sin csfi-rcrzo algr-rno dc la concicnciar. idealista clel sielo xtx, ha dominado la tendencia a infravalorario cr.r ur.r
El b.echo de qr-re los trcs principales pintores clel período victoriano importantc aspccto. Sc han l-recho dcnoclados esfr-rcrzos pata idcntific¿rr
tardío, dc los que acabo de tratar -Rossetti, Burr-re-Jones y \flatts- los orígencs dc la nueva aproximación a ias artc-s plásticas quc se pro-
no recibieran el apoyo de un rnovimier-rto literario ineiés tan ir.reqrrívo- dqo en la seqtrnda rnitad del siglo, con el nacimicr.rto dcl nrovilriento
camcnte dcfinido en su carácter colno el simbolismo en Franci:r, no simbolista, qLrc cn su cstricta dcfinición cs un fcnómcr.ro litcrario. El
debería impcclirnos rcconocer sn importancia en cr.ralquier historia dcl hecho es, sin crnbargo, quc los litcratos simbolistas, cuando por fir.r
arte sir-nbolista. Ellos fueron los precursores, tanto como Gustave Mo- consolidaron sr-r propia identidad reuniendo idcas quc licvaban gestár.r-
reau, de Lrna nLleva aproximación a la pintura. La obra dc artc sc colo- dosc algunos años, buscaron tanrbién cn dcrredor artistas c¡uc parccían
caba en Llna llueva relación con respecto al espectador, (no transni- haccrsc cco y justificar str propio progrtlra anullci:rdo, cn otro írrrbito
tienclo un mcnsajc a Lulo. una inadecuada concepción a otro y cl de actividad crcadora. El ejcrnplo mejor conocido cs cl clcsctrbrimicr.rro
significado total dcl pensamiento del artist¿ a un tcrcero, sino narrando porJ.-K. Huysntans cle la obra dc Gr-rstave Morcau y Odilon Rcdon, y
su historia a todos, sin ayuda o interpretación alguna por parte del cl nso qtrc hizo de c<l cn su novcla A rcbrrttrs (A contraptlo), publicada en
pintor, corlo si éste cstuviera ya muerto). 1884. Tambión Gaugtrin fr-rc utilizado c11 cstc scntido, cn una fccha
algo ruás tardía, tras la exposición cn el cafó Volpini cn 1UU9.
Hnysr-nans cs Lllta figura crucial cn otro aspccto. No sc pucdc tratar 41
del sirlbolisnro litcrario sin ocr.rparsc tambic<n dc la nociór.r clc decaden-
cia, tarr visorosalrente ejernplificada cn A rcboLtrs y tambic<n cn la si-
gr-ricnte r-rovela dc Htrysmans, Li-bas (AIlá lc.ios), en la quc exploraba c-l
surbrlundo dc'l satanismo en boga. Tras sn convcrsión al catolicismo
ortodoxo, Huysmans proclamaba: <A través de una mirada a lo sobre-
natural maligno dirigí Ia prinera mirada a lo sobrcnatural bcnc<fico. Lo
r-rno dcrivaba de lo otro>. Más tardc-, rrnchos cscritorcs sinrbolistas
buscaron y cvitaron al mismo tiempo la salida dc la moral, habida
cucnta que el moralisrno había sido uno de los vicios característicos de
la prir.r.rcra mitad del siglo. Pero cl movimicnto nació a finales de la
década dc 1880 collo resultado de una sacudida moral tanto coDro
intelectr-ra1.
El decadentisnlo no era un sirlple despertar de la obscsión byronizr-
na por cl <hornbre srande y rnalo)), cl héroe echado a pcrdcr que, c.lc
algírn modo, es superior a su intachable contrapartida. Y tanlpoco era
r-rn simplc y perverso dcspertar de Ia fascinación clel prirler romanticis-
n1o por la rnuerte y el sufrimiento. El decadentisrno irnplicaba una
51
renuncia a la idea de progreso, tanto espiritual como material, que .{2 crovRNNl
venían sosteniendo los intelectuales desde el siglo xvlll. Esta idea esta- noLDrNr El conde
ba particularmente extendida y mostraba especial vigor en el período Robarf tlc
Montcsquiou 1897
en que Fluysmans publicó sus dos libros más influyentes, y constituía
el núcleo del talante que por entonces prevalecía, y que se identificaba
con el racionalismo científico.
En líneas generales, el satanismo de Lá-bas estuvo enla raíz del inte-
88 rés de los simbolistas por el ocultismo y el hermetismo. Joséphin Péla-
dan, el más pintoresco de los propagandistas del simbolismo, autor cle
Le uice suprAme, una novela repleta de elementos decadentes que se
publicó el mismo año que A reltours, había penetrado tan hondamente
en las ciencias ocultas corro el propio Huysmans. Pero hubo un
período en el que ambos se encontraron enfrentaclos en un conflicto
mágico que, al parecer, uno y otro tomaron muy en serio. Péladan, al
igual que otros simbolistas, nunca siguió hasta el final el ejernplo de
Huysmans en su conversión a la ortodoxia cristiana.
Junto a este interés por lo espiritualmente <especialr, por el conoci-
miento oculto que sólo se cornunica a unos pocos seres privilcgiados,
54 55
ble en sí mismo, genera una reacción en la psique); la noción de que el
arte existe junto al mundo real más bien que en medio de él; y la prefe-
rencia por la síntesis en oposición al análisis. La síntesis es un concepto
simbolista particularmente importante: implica un esfuerzo para com-
binar elementos tomados del mundo real, o incluso prestados de otras
obras de arte, a fin de producir una realidad separada, diferente y desde
luego autosuficiente.
Además de ser la influencia estilística y teórica rnás poderosa aI aI-
cance de los jóvenes escritores simbolistas, Mallarmé aportó también 't
un foco personal al movimiento, con sus recepciones de todos los mar-
tes en su piso de la rue de Rome. Todo el que era alguien en los círcu-
los simbolistas acudía a ellas. Pero en lo relativo a las artes plásticas, las
simpatías de Mallarmé de ningún modo se dirigían exclusivamente a
quienes profesaban doctrinas afines a las que él mismo sustentaba en
literatura. Mantenía amistad con V/histler y con Redon, colllo vere-
mos, y conoció a Gauguin y a Edvard Munch. Sin embargo, la amis-
tad rnás estrecha que le unió a un pintor fue ir-rdudablemente la que
tuvo con Édouard Manet, uno de los fundadores del impresionismo.
45 p,rur cAUcurN
Stéphanc Mallarnú
El retrato que Manet hizo de Maliarrné es más sutil e íntimo que los 43
ejecutados por Munch y Gauguin, pese a que éstos constituyen nota- 44, 4-5
bles ejemplos de la interpretación <subjetiva,r del personaje.
El que Mallarmé rnantuviera una afinidad con Manet tanto intelec-
tual como dc tcmpcrarnento, probablernente radicaba en que ambos
suscribían la doctrina de <el arte por el arte>, aunque tal vez no de la
rranera rígicla en que Ia hercdarían los sirnbolistas posteriores. Para
Mallarmé, <el arte por el arte)) significaba una creencia en la obra de
arte como un universo paralelo, qlre no tenía por qué brindar una in-
terpretación o un comentario del mundo de la experiencia cotidiana.
Para Manet las cosas eran más sencillas. Lo que él deseaba era liberarse
de la tiranía del uternar, tal como lo entendían los pintores del Salón.
Whistler torró las ideas de Manet y las convirtió en doctrina estética,
44 eovRtro MUNCH pero fue el propio Manet quien protagonizó el rechazo inicial de las
Stéphane Mallarnté actitucles dominantes.
1896 Otro escritor de irnportancia cardinal para el simbolismo literario
57
46 fue Paul Verlaine. En la década de 1880, Verlaine fue retornando gra- 46 EUGÉNE c,q.RRrÉR¡
dualmente al ambiente parisino, del que había desertado tras el escándalo Paul Verlaine h. 1896
de su vinculación homosexual con Rimbaud, y su subsiguiente encarcela-
miento en Bélgica. Su pintoresca y sórdida trayectoria vital le valió una
grarl ecept^ción entre decadentes, y el efecto que produjo entre ellos se
vio reforzado por una serie de ensayos Les poétes rnaudits (Los poetas maldí-
tos), entre los que incluía a Mallarmé y a sí misrno. También su poesía
tenía que aportar su contribución, con su frecuente dependencia de unio-
nes de palabras y frases más sugestivas que específicas. Pero algr-rnos poe-
mas sí son bastante específicos, y entre ellos el famoso Art poétiEte, escrito
en 1.874, durante su prisión en Mons, y publicado en 1882. Se trata de un
manifiesto simbolista más resumido, más memorable y más efectivo que
cualquiera de los formulados por Moréas:
58 59
4. Subjetiua, puesto que el tema tratado nunca deberá considerarse
un mero objeto, sino la traducción de una idea por el sujeto.
5. Decoratiua (como consecuencia de Io anterior), puesto que la pin-
tr.rra decorativa, propiamente hablando, tal como la concebían los
cgipcios, no es más que un arte ala vez sintético, simbolista e ideativo.
t )-t' ../' ,
'r/ "
*t! .r'
*{;y-'.."
47 .¡rnN DELvTLLE
ParsiJal 1890
48 nuun¡v
BEARDSLEY
Los u,agnerianos
(Tristán a Isolda)
1894
r d.. f-!TEFrr"*
CAPÍTULO V
Gustave Moreau
63
49 c;usr,tve MoREAU Flor ntística
Pero fue en ese Salón de 1880 donde al parecer Moreau atrajo la
atención deJ.-K. Huysmans, por entonces un autor de novelas natura-
listas algo conocido, a quien lantayoría del público tenía por discípulo
de Zola. En su reseña de la exposición, Huysmans reservó lo mejor de
su entusiasmo par^ la obra de Moreau: <El señor Gustave Moreau
-escribió- es un artista único, extraordinario... Después de haber
recibido la influencia de Mantegna y de Leonardo, cuyas princesas se
mueven a través de misteriosos paisajes negros y azules, el señor Mo-
reau ha experimentado entusiasmo por las artes hieráticas de la India.
Y de las dos corrientes del arte italiano y del arte hindú, espoleado
también por los tonos febriles de Delacroix, ha extraído un arte pecu-
liar y propio, ha creado un arte personal y nuevo, cuya inquietante
atmósfera desconcierta al principiou.
En los años ochenta y noventa, tras str retirada de los Salones, y de
manera bastante paradójica, Moreau logró cierto graclo de reconoci-
miento oficial. Se Ie había distinguido con la Legión de Honor en 1875;
en 1883 recibió lacruz de oficial; en 1889 fue designado miembro del
Instituto; y en 1892 se convirtió en chef d'atelier, o sea profesor con
taller propio en la École des Beaux-Arts. Este último nombramiento
era algo más que un honor vacío de significado. El solitario Moreau se
convirtió en un maestro de genio, y entre los que pasaron por sus
manos se cuentan Matisse y Rouault. (Este último fue más tarde con-
servador del Musée Gustave Moreau.)
Cuando escribió sobre la obra de Moreau en A rebotn,s, Huysrnans
seleccionó, naturalmente, Ios aspectos de ella a los que se sentía más
afín por temperamento, y que mejor servían sus propósitos artísticos.
Des Esseintes
-y, en consecuencia, el propio Huysmans- veía a Mo-
reau como el creador de <inquietantes y siniestra¡ alegorías, fruto de
las desasosegantes percepciones de una neurosis enteramente rnoder-
na), como alguien (permanentemente apesadumbrado, obsesionado
por los símbolos de perversidades y amores sobrehumanos>. Lo que
fascinaba a Des Esseintes/Huysmans era el tratamiento que hizo Mo-
51 reau del tema cle Salomé. lJna versión a Ia acuarela de La aparición, en
Ia que la cabeza cortada del Bautista aparece en una visión a la jovcn
princesa cle Judea, da tema a páginas de extática descripción ,n A tr-
botrs.
Moreau no puecle haber apreciado sin reservas esta atención de que
era objeto, pues siempre le desagradó la idea de ser un pintor literario.
Él se consideraba todo lo contrario. Sus propias notas son reveladoras
64
66 67
qLre parece haber sido, en gran medida, el prisionero de su propio in-
consctente.
Particr-rlar inflr-rcncia cjcrció, al mcnos cn lo qr-re se refiere a los artis-
tas contemporáneos de Moreau, el lánguido tipo andrógino qlle pobla-
t,
ba sus cornposiciones. La idea neoplatónica del andrógino iba a ejercer
I
una podcrosa fascinación sobre los críticos y cstctas de fines clel siglo
xtx, pero fi.re Moreau quien dio forma a esa idea plasmándola sobrc cl
henzo.
Pero había rnás que eso. En Morean, por encirla dc todo, cl lár-rgui-
,2 do, cl predcstinado a la destrncción, es cl macho. Los poetas qlre apare-
cen a menudo el-r slrs conposicioncs son criaturas débiles y pasivas. En
,4 Los pratcndialrl¿,J, sornos tcstigos dc la matanza de herrnosos afemina-
dos, y nllestra simpatía se inclina hacia ellos antcs qr.lc hacia Ulises, E
cnya casa han invaclido.
Las mujcrcs dc Morcau, cn cambio, si no dcstructoras activas, corno ¡
Salomé, sorl scrcs a los quc no scría scnsato ofender. Sus hadas, por
I
,1 ,i
{
I
;
52 c;usrnvr MoREAU Pocfa trrattfc 53 c;usr,qve MOREAU Hoclo c,,tt .qrifon, |r
ejenrplo, l1r-l1rca son las dclicadas y alcteantes criaturas del primer ro-
manticisllto, sino personajes poderosos y siniestros en su bellcza. Co- 53
rno qran partc de su imaginería, parecen participar dc r,rna vigorosa e
imaginativa celebración de los tcrnores masculinos dc castración e irr-
poterlcla.
CAPITULO VI
Redon y Bresdin
Bresdin no era pintor, sino grabador, y poseía una imaginación fan- ',<t5*r"¿"
72
-56 n<>oorpr¡e BRESDIN La contcdia dc la nurcrte 1.854
vez prirrlera en 1881. Lo que le atrajo en particular fue <la parte des-
criptiva de esa obra..., el relieve y el color de todas esas resurrecciones
del pasador. Iba a dedicar varios álbumes de litografías a expresar sll
relación personal con lo que halló en las páginas de Flaubert.
Durante Ia década de 1880, Ia fama de Redon ernpezó a crecer, pero
no tanto como la de Moreau. Su notoriedad se limitaba a un restringi-
do círculo de intelectuales. Huysrnans fue uno de sus tempranos entu-
siastas, y descubrió a Redon en 1880, en la primera exposición indivi-
dual del artista en los locales de la revista La uie modenze. Mallarmé le
fue presentado a Redon un poco más tarde, en 1883, y de ahí nació una
57 estrecha arnistad. Cuando Redon envió a Mallarmé su álbum Hontena-jc
a Coya, el poeta le escribió a propósito de la primera lámina de la serie:
<En mi sLteño he visto un rostro del rnisterio... No conozco ningún
otro dibujo que comunique tanto temor intelectual y suscite tan horri-
ble simpatía coffro esa grandiosa carar.
Pese a cstos distinguidos admiradores, fue en Bélgica y Holanda
donde se consolidó Ia reputación de Redon. Bruselas había tenido
siempre farna de ser más liberal y experimentalista que París, y el mo-
virniento simbolista cuajó vigorosamente allí gracias, en buena parte, a
los esfuerzos de los artistas y escritores vinculados a Les xx. Redon
expuso bajo los auspicios de este grupo, y fue invitado a ilustrar las 57 oorrou REDON
portaclas de tres Iibros del gran poeta simbolista belga Émile Verhae- Hontnajt a Coya
1885
ren. Se publicaron en 1888, 1889 y 1891.
Gradualmente, París también tuvo noticia de Redon. En 1886 expu-
so con los impresionistas, y en 1889 estableció relación con Gauguin y admirado-res rnás jóvenes, en cambio, ernpezaron a ligar su notnbre al
con el joven discípulo de éste, Émile Bernard. Al misno tiempo, su de Cézanne. Redon aparece en la pintura de gran formato de Maurice
arte empezó a cambiar: Redon inició el descubrirniento de las posibili- Denís Hotnetta-je a Cózannc, que data de 1900. Mientras tanto, la crítica
dades del color. En la obra reahzada durante la prirnera mitad de la inglesa había encontraclo otro posibie punto de comparación. Escri-
década de 1890, insistió obsesivamente en un tema: la cabeza con los biendo acerca de Reclon en 1890, Arthur Symous se refería a él como
ojos cerrados, perdida en la contemplación. A este pcríodo le siguió una especie de Blake francés. Probablementc el propio Redon hubiera
otro rnás breve durante el cual la figura de Cristo dominó su produc- preferido que lo vincularan a Turner, pues qlredó grandemcnte irnpre-
ción. Después de 1900, entró en una fase más objetiva, y cumplirnentó sionado por la obra de este pintor cuando visitó Londres en octlrbre de
algunos encargos cle decoración: Lrnos pocos biombos realizados para 1895.
los Gobelinos. En 1903 pudo decirse que por fin Redon había alcenzado Según su propia estimación, Redon era más genuinamcntc ambicio-
el reconocimiento: se le impuso la Legión de Honor, y en 1,904 el Estado so qlre Moreau; aspiraba a sacudirse las limitaciones que constreñían a
adquirió una de sus obras con destino al Palais du Luxembourg, en tanto ese artista, de más edad que é1. Sr-r ver-rtaja, que ahora aparece lrluy
el Salon cl'Aurtomne le hizo objeto de un homenaje especial. clara, era que su aproximación a la noción de <rnisteriou, tan cara a
lJna particularidad interesante de la fama tardía que obtuvo Reclon todos ios simboiistas, era más sutil. (El sentido del misterio -escribió
fue que \a críttca ya no le asoció automáticamente con Moreau. Sus en sus "Notas a sí rnismo"
- es una cuestión que siempre está inmersa
74 75
en el equívoco, en un doble y aun triple aspecto, e incide en aspectos
(imágenes dentro de imágenes) y formas que nacen o que nacerán se-
gún el estado mental del observador. >
Otro punto de disparidad entre Redon y Moreau era su manera de
abordar el concepto de naturaleza. Ambos sostenían que era importan-
te. <Me repelen -confesaba Redon- aquellos que vocean Ia palabra
"natutaleza" sin tener ni rastro de ella en sus corazones. u Pero nunca
interpretó la natttraleza con la rígida fidelidad observada por Moreau:
nunca trató de componer sus obras a partir de detalles tornados del
mundo exterior. El coleccionista Gustave Fayet, muy amigo de Redon
en sus últirnos años, es Ia fuente de una reveladora anécdota acerca de
los métodos de trabajo del pintor. Fayet entró en la habitación de Re-
don en ausencia de éste. La obra en ejecución en ese rromento era La
61 muerte roja, un cuadro íntimamente vinculado a La muerte uerde, aquí
reproducido. Apoyado contra Ia caja de colores había un libro infantil
59 opnoN REDoN
. ,,íl*r*,¡
La araña sonricnle
1881
.il
".{
ofir'='=
60 oorloN REDoN El carro solar dc Apolo firado p()r tttntrt) nl¡allosh 1905
81
62 pr¡nne puvrs DE cHAVANNES Mcditación 1869
{
efecto, existe en Puvis una urgencia hacia la abstracción que va más allá
de la consigna simbolista de <el arte por el arte)).
El colorido artificioso, como de yeso, también nos ayuda a entender
lanaturaleza abstracta de la pintura de Puvis, puesto que la carnación,
los vestidos, la tierra y las hojas parecen hechos de la misma sustancia.
En su preocupación por la unidad de la superficie pictórica, Puvis es el
auténtico precursor de Cézanne.
Hay otro artista que, en principio, parece compartir con Puvis la
misma despreocupación por el color: Eugéne Carriére. Pero cuanto 67
más de cerca se estudia a ambos, más se ponen de manifiesto sus dife-
rencias. Aunque nacido en las proximidades de París, Carriére creció
85
en Alsacia. Era hijo de un médico rural y procedía, por tanto, de un en cuyo transcLrrso cayó prisionero. Más tarde estudió en Ia École des
medio muy alejado del parisiense, tan refinado, en el que floreciera el Beanx-Arts. En 1,877-1,878 pasó seis meses en Londres, donde también
simbolismo. Pero entre sus parientes próxirnos había artistas: su abue- qucdó impresionado por Tnrner. No concurrió al Salón hasta 1879, y
lo había sido pintor profesional, y su tío abuelo, profesor de clibujo en aun entonces apenas suscitó interés.
el liceo de Douai. A los diecinueve años, Carriére abandonó Estras- En cfecto, los inicios de Carriére fueron igual de lcntos que los de la
burgo .y se trasladó a Saint-Quentin, en cuyo rnuseo descubrió los mayoría de los pintores simbolistas itrrportantcs. Sus años de éxito
pasteles del gran retratista del siglo xvlt Maurice Qr-rentin de la Tour. llegaron a mediados dc los ochenta: en 1885, por ejemplo, cxpuso un
Esto parece haber decidido su vocación. cuadro titulado El niño enfenno (un tema qr,re tarnbión úataría el gran
Sirvió en el ejército francés en la desastrosa gLrerra franco-prusiana, pintor rloruego Edvard Munch), que adquirió cl Estaclo y quc velió a
Carriére una rnedalla. Cuatro años rlás tardc, ct-t 1889, fue distir-rguido
con otra medalla honorífica y condecorado.
A diferencia de Puvis, Carriére no tiene inciinación algur.ra por la
66 pl¡nn¡ puvrs DE cHAVANNES El stcño 1.883 abstracción. La temática dc sus pinturas, por lo general limitada a trna
redr-rcidísirna variedad de situacioncs posibles, sin duda tenía ttn sran
significado para é1. Le obsesior-raba 1a vida dc famili¿r, y cn particlrlar la
relación entrc madre e hijo. Las escenas domósticas tenían para ól la
fuerza dc arquetipos, dc lo qtre era bicn conscieute. En una ocasión
serlaló: <Veo otros hombres clcntro cle mí, y urc vttclvo a encontrar a
mí rnisrno cn ellos. Lo quc a mí ure fascina, ellos lo valoraurr. Slts
plantcarnientos guardaban estrecha rclación con cicrtos aspectos de la
cstética simbolista. Así, declaraba: <No sé si la rcalidad está separada
del espíritu; no sé si un gesto cs un tnovimiento visible dc la voltrr-rtad.
Siemprc hc crcído qr.re forrnan trua unidadrr.
El rccurso de Carriére de envolver sus figttras el1 Llna cspccie de
niebla arnarillenta tiene una intcncionalidad simbólica, como señalaba
Gustavc Geffroy en r-rn pcrspicaz erlsayo: <Siente la necesidad de reca-
pitular, de hacer evidente el aspecto eser-rcial, y al misrno tierlpo repro-
dtrce este aspecto en formas cada vez más amplias, mieutras las envtlel-
ve en Lrna visible atmósfera que distancia su lienzo del espcctador, lo
aísla, lo localize en otra región, fuera dc la galería dondc sc cxpollc).
Esta ((visiblc atmósferar no gustó a todo el tuttndo, inciuso cuando
Carriérc alcanzó su máxiura reputación. Rcdon, por ejen-rplo, lc com-
paraba con Greuze , con lo que no prctendía precisamcntc clogiarlo. En
una rlota sobre la obra dc Carriére escrita en 1906, Redon se reficrc a
<limbos..., lirnbos opacos donde unos rostros pálidos, nórbidamente
hnmanos, flotan cono algas: eso es la pintura de Carridror.
El juicio de Rcdon sobre la obra dc Carriére puede haber sido tanto
más agudo cllanto qne ambos artistas tenían ciertos r¿sgos en cotnírn.
Los dos aplicaban la idea del arabesco unificador, la línea ondulada que
87
hace de la composición un todo, si bien Carriére la emplea de manera
más bien sentimental, para expresar cómo la emoción brota del perso-
naje central en una de sus escenas de familia, se expande hacia los de-
más prese a su fuente. En 1895, rompió con
su fórmul e en la que la forma de una mujer
se eleva g o. o rn fruto. parece haber sido
impulsado a este experimento por un estudio muy parecido al material
científico que suministraba inspiración a Redon. En una conferencia
titulada <L'Homme visionnaire de la réalitéu, Carriére cornentaba:
<(Jna síntesis absoluta del mundo en una sola criatura es visible en cada
esqueleto, el cual constituye una expresión cabal de la verdadera belle-
Zar>.
Pero resulta difícil sentir entusiasmo por Carriére. Su abundante
obra es de una monotonía deprimente. El mundo de Redon, volunta-
rioso, misterioso y en ocasiones cruel, es infinitamente más fascinante.
Pero si omitiéramos a Carriére en un estudio de Ios simbolistas, igno-
raríamos un aspecto importante del movimiento, puesto que él repre-
senta un revivir y una transformación del culto al sentimiento hereda-
do de Rousseau y de los primeros románticos.
9T
68 p¡ur GAUGUIN Autorretrato 1.889
lista, la música de'V/agner y la filosofia de Schopenhauer. Su idea fija
era la superioridad de la síntesis sobre el análisis.
Al principio, Gauguin y Bernard no progresaron en su relación.
Más entido la rnenor impresión
ante aquellos molrrentos, y que
cons pissarro, sino también por
Puvi uó visitando Bretaña. Re-
gresó en 1887, en ausencia de Gauguin, y cn 1888. Esta vez ambos
cxpcrrmentaron Lilra rnutua simpatía. Después de su estancia cn la
Martinica, Gauguin se sentía insatisfecho con casi todo Io que había
pintado hasta entonces, pero aún había llegado a concrusió^ alguna
'o Bernard,
acerca de la dirección que debía to'ar. por su parte, estaba a
punto de sufrir una transformación de su perso.alidad. En julio cle
1888, empezó a trabajar en una extraña pintura.
70 La obra en cuestión, Mu.jeres bretonas ?n Ltn pasto verda, prescinde tan-
to de la perspectiva como de los modelos. La clisposición de ras super-
ficies de color, limitadas por firmes líneas negras, es la caractcrística
rnás aparente del cuadro. A primera vista, parece como si el tema fuera
un mero pre texto. EI elelrento de abstracción, latente ya en la obra de
Puvis de Chavannes, aquí queda subrayado. pero al mismo tiempo se
trata del reflejo de algo que el pintor vio efectivamente, o más bien
algo que experimenró. Y tomó esta experiencia y la tradujo al lenguaje
artístico. Mujeres bretonas en Ltrt pasto uerde es un ejernplo de la pintura
<sintéticau que Bernard había estado buscando tanto tiempo.
Gauguin quedó impresionado. [Jna carta de Van Gogh recoge quc
cambió uno de sus propios lienzos por aquel cuadro, y se Io llevó a
París cuando regresó en otoño. Van Gogh, por su parte, pintaría una
copia a la acuarela. No satisfecho con expresar su admiración, Gauguin
pidió prestados a Bernard algunos de los colores que empleó, y empe-
zó a trabajar, a fin de producir algo parecido. El resultado fue Ia famo-
71 sa visíón després del sermón o Jacob y el ángel. Esta pinrura, ade'rás de 69 Ér'utp. ITERNARD Atttorratroto
estar basada en el método de cornposición que Bernard había inventa-
do, realmente contiene numerosos présta'ros directos, en especial ras
grandes cabezas cubiertas con tocas. Gauguin conjura una atrrrósfera visionaria que convence plenatnente.
Pero la pintura de Gauguin riene una intensidad que falta en la de Partiendo del descubrimiento dc Bcrnard, ha hecho el suyo propio.
Bernard. Las mujeres bretonas no son meros elementos compositivos; La facilidad con que absorbió y transforrnó las ideas de Bernard acabaría
acaban de salir de la iglesia, y Jacob y el ángel se les aparecen como suscitando una amargura que separó por rnucho tiernpo a arnbos artistas.
resultado del sermón que han escuchado. con la disposición de ros La ocasión del distanciamiento parece haber sido la exposición en el
diversos elementos y con su uso del color, deliberadamente irrealista, café Volpini en 1889. Coincidió con la Exposición Universal celebrada
92 93
t
I
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-1*r,."*-7
70 Éutrn BERNARD Mujares brcfonas en un pasto 1888 71, p¡ut cAUGUIN Vkión dtsprrós dcl scrtttótt (Jacob y tl ángcl) 1888
en París ese lnisrno año. Burne-Jones fue uno de los participantes ofi- para su colección aquellos artistas relativamentc desconocidos: <El
ciales, y cosechó un gran triunfo entre el público parisino. Gauguin y grupo irnprcsionista y sintetista)). Pero al misrno tiernpo reconocieron
sus amigos no podían esperar semejante reconocimiento, pero hallaron la existencia de una persor-ralidad dominante, y se mostraron inclinados
un café en el propio recinto de la exposición a atribuirle todos los elementos innovadores. Bcrnard hubo de pasar el
-en realidad estaba in-
mediatamente detrás de la sección dedicada a las artes visuales-, cuyo resto de su vida irritado por el perjuicio que, según é1, le había ocasio-
dueño se avino a permitirles que exhibieran sus obras en las paredes del nado Gar-rgr.rin.
establecinriento. Estuvieron representados nueve pintores, \a mayoría Las relaciones de Gauguin con otros artistas jóvenes fueron algo rnás
de ellos íntimamente vinculados a Pont-Aven. Como era natural, la felices. En el verano de 1888, había rnantenido un contacto muy brevc
personalidad dominante fue Gauguin. con un joven pintor llamaclo Paul Sérusier. Éste provenía de Ia clase
Los críticos acogieron la exposición del café Volpini con bastante meclia acomodada y había estudiado en el Lycée Condorcet, del que
frialdad. Les desorientó la vulgaridad del rítulo que habían escogido salieron muchos dirigentes del establishvttent intelectual francés. Más
94 95
tardc estudió arte en la Académic Julian, donde no rardaría er-r irnpo-
nerse coÍl1o personalidad dominantc entre sus coDrpañeros.
En 1888, cuanclo visitó por vcz printcra Pont-Aven, trató de apar-
tarse de Gar-rguin y slls colttpañeros. En primer lugar, óstos tenían nta-
la repr-rtación; segrrndo, parecían más revolucionarios de lo que ól mis-
mo soñaba ser. El contacto acabó cstablecióndose a través dc Éntilc
Bernard, prccisamcntc cuando Sénrsicr se prcparaba para regrcsar a
París. Garguin halló algo sirnpático c' 1a perso'alidad del rccic<r.r llcr¡a-
do, y al día sigr-rientc dc ser prcsentados fr-rcron juntos a un lnqar dcsdc
cl qr.re sc divisaba una hemrosa vista, llamado cl -Bois d'Aniour. Allí,
bajo la dirección y supcrvisión dc Gausuin, Scímsicr pir-rtó ur.r pcqucño
paisajc atcr-riéndosc enterarrente a la tócr.rica sintctista. Esta lecciór.r íuri-
ca parece habcr inrprcsionado al joven artista coll 1a fi-rcrza dc una rcvc-
lación. Se llcvó su cuadrito a París, donde no tardó cn ser bautizado E/
72 lnlisrnátt, y crnpezó a predicar la nueva doclrir-ra a un círculo de ar-niqos, ,I
76 ¡'AUL (;AU(;utN
Cttt'nÍos lnírl¡¿ros
1 902
100
77 rsn-x,qvtER RoussEL La sinta de rm -fauno 1919 78 rÉux vALLorroN Indoltncia 781)6
sobrenombres con que se conocían entre ellos. Denis, por ejemplo, cra cornpartió taller con Vuillard y con Maurice Denis, tambión formaba
<le Nabi aux belles icónesu. En la obra de Ranson descubrirnos la más partc dcl círculo de La Rauue blancha.
estrecha afinidad entre el estilo de los nabis y el Arr Nouveau. Eran asimismo nabis, y llevaban los correspondientcs sobrenotn-
Por su parte, ni Bonnard ni Vuillard eran místicos. Los campesinos bres, el cuñado de Vuillard, K.-X. Rousscl, y el artista snizo Fólix
y los calvarios bretones no les atraían como temas pictóricos. Lo que Vallotton. Roussel trataba de encontrar una lrancra de aclaptar el arte 77
parece haber fascinado a estos dos artistas cuando eran jóvenes es el de Fragonard al espíritu de los años noventa del siglo xlx, y su línea era
ambiente simbolista, por entonces de moda: los salones donde se tran- el paganisrno de salón. La :n:rezcla sigue pareciendo poco afortunada.
tenían aqueilas conversaciones sobre neoplatonismo, Mallarmé y las En cnanto a Vallotton, pintó retratos de la rnayoría de los escritores
ciencias ocultas. Vuillard, en particular, se convirtió en una especie de sirnbolistas importantes, y durante la dócada de 1890 ejecutó exceien-
80 pintor de cámara de Misia Sert, a la sazón casada con Thadée Naran- tes xilografías, tomanclo y desarrollando una técnica por la qLre Gau- 78
son, director de La Reuue blanche (una de las más importanres publica- guin había dcmostrado predilección.
79 ciones del simbolismo tardío). Bonnard, que durante muchos años En el círculo más interno fue admitido un escultor: el hoy poco
102 103
PARA¡r c HAgue rrot9 l
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79 pl¡Rne BoNNAnD La Rcuttc I'lattrltt 1894 lJO ÉDou,cno vUILLARD Misia Strr y Fttlix Vallotror 1899
81 conocido Georges Lacombe. Su obra también parece mostrar el im-
pacto vivificante de Ia personalidad de Gauguin. Aristicle Maillol, por
su parte, estuvo relacionado con los nabis en los cornienzos mismos de
su carrera.
Otros artistas que no eran nabis, pero cedieron al encanto de Gau-
guin, manifestaron ocasionalmente inclinaciones por el simbolismo.
Dos ejemplos bastarán. Uno lo brinda Claude-Érnile Schuffenecker, el
fiel y sufrido Schuff, de cuya amabilidad tanto abusó Gauguin. Esen-
cialmente un irnpresionista tardío, Schuff también fue, con escasa in-
congruencia, teosofista. Se interesó por los escritos de Mme. Blavats-
ky y de Annie Besant, y dibujó una apropiadamente rrística porrada
pala Le Lotr.ts bleu, de la primera de esas aLrtoras.
81 ceoncas
LACOMtsE S4iII4
María Magdalcna
1897
82 cl¡.up¡-Évttr,
SCHUFFENECKER
Lc Lolus blct
83 nnunnn sÉcurN
Las Jlorcs dal mal
1892-1894
La Rose + Croix
De todos los aspectos del arte simbolista, el más olvidado hasta hace
poco era el representado por el Sár Péladan y sLrs seguiclores. Pero 88
ahora, conro resr.rltado de libros y exposiciones recientcs, parccc inclr-r-
so vcrosímil quc sc lc haya otorgado una atcnción desproporcior-rada.
Pese a toda la energía que desplegó, no parece que Péladarr fucra consi-
clcrado como una figura dc primera magnitud en su ticnpo, ni como
cscrltor creatlvo nl cor11o esteta.
Aun así continúra presentándosc como nn pcrsonajc fascinantc, cll
muchos aspcctos típico dc su ópoca. Ticnc aspcctos cn común con
Apollinaire, el profeta de los cubistas, pero en realidad a quien más sc
ascmeja cs a F. T. Marinetti, el declarado opositor al simbolisrno. Al
igual que Marinetti, Péladan parccc habcr sido un cxhibicionista com-
pulsivo, crlya l11ayor creación artística fue sr.r propia personalidad. Si
nno lee la novela de Péladan Lc Virc supr?tne y Marfaka, de Marinetti,
se percata de cuán similar es sn llentalidacl. Y ambas, claro cstá, ticnen
contraída pesada deuda con Ia Tcntacitín y Salamntbi de Flaubert.
r,rr-ra
109
84 cRnlos scHwAuE Cartcl: Salótt dc la Rosa I r892
d'Aurevilly en su favor, Le Více suprAme tuvo un considerable éxito. vía hallamos esta afirmación: <Los tres grandes nombres divinos son: 1)
Atrajo, en particular, la atención del ocultista Stanislas de Guaita, el Realidad, la sustancia del Padre; 2) Belleza, la vida o el Hijo; 3) Verdad o
cual se encontró con Péladan y arnbos decidieron revivir el rosacrucis- la unificación cle Realidad y Belleza, que es el Espíritr"r Santo,r.
mo. Christian Rosenkreuz fue un visionario del siglo xv, de cludosa Nuestra guía más fiable es, sin embargo, el conjunto de reglas que
historicidad, pero las cloctrinas que se le atribuyeron, en centurias pos- redactó para el Salón de la Rose * Croix. He aquí algr-rnos extractos: I
época cualquiera hubiera sacudido el mundo católico hasta sus cirnien- quc los pintores sucleu teuer la dcsfachatez de exhibir.
tos: halló la auténtica tumba deJesús en la mezquita de Ornarr. V. La Orden favorece ante todo el idcal católico y el tuisticismo. La
En 1892, Péladan estaba dispuesto para organizar un nuevo Salón Orden prefiere los trabajos qlre presentau uu carácter semejaute a los
que se contrapusiera al oficial, en las galerías Durand-Rurel. Tenemos frescos, por ser de esencia sr.rperior, y que se basen en la leyer-rcla, el
sobrada constancia de cuáles eran sus criterios en materia de artes vi- mito, Ia alegoría, el ensueño, la paráfrasis de la gran poesía. En defini-
suales. Sus escritos sobre el tema son vohrrninosos, e insistió en sr-r tiva, se pronullcia en favor de todo lirisrno.
propia versión de la doctrina simbolista mucho después de que el sim- VI. Para rllayor claridacl, a continuación se relacionan los tetnas que
bolisrno en general hubiera perdido el favor del público. En 1909 toda- serían bien recibidos, aun en el caso cle que Ia e-iecución fuera imperfecta:
110 1n
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112
En el primero y más importante de los Salones. expusieron artistas
relacionados con Gauguin y Pont-Aven y con los nabis. Émile Ber-
nard y Vallotton enviaron sendas obras. Otro expositor que mantenía
vínculos con Gauguin fue Charles Filiger, acaso la personalidad más
extraña de todo el círculo de Pont-Aven/Le Pouldu. Llegó a la pensión
Gloanec de Pont-Aven en julio de 1889, más tarde se trasladó a Le
Pouldu y, finalmente, se estableció en Plougastel. Permaneció en Bre-
taña el resto de su vida, cada vez más enclaustrado.
Filiger era ante todo un místico. Sus composiciones son casi siempre
de pequeño formato, pintadas a la aguada, con perfiles firmes. Su línea
suele tener algo de ingenuista y primitivo. Especial interés revisten las
85 que el artista tií:Jó Notaciones cromáticas. Se trata de composiciones cir-
culares o poligonales cuya entera superficie aparece dividida en facetas,
que a su vez se emple:rrrpar^ construir el busto estilizado de la Virgen o
de un santo. Parecen haber sido creadas poco después de 1900.
En vida, Filiger fue un artista maldito, en el sentido plenarrente
tradicional del concepto: bebedor empedernido, sujeto a accesos para-
noides durante los que creía ser perseguido a través del paisaje bretón
por sus enemigos, y finalmente suicida. También escribió largas cartas
místico-filosóficas a sus amigos de París. Entre sus rnás rendidos ad-
miradores figuraban Alfred Jal^:-y, el autor de Ubu roí, y el conde An-
86 toine de la Rochefoucauld, que trabó conocimiento con su obra en
1892, e raíz del primer Salón de la Rose * Croix, y se convirtió en su
más firme protector. De hecho, existe un estrecho parentesco entre la
obra del propio La Rochefoucauld y la de Filiger. Ambos acusan en 87 nr-pHor.¡s¡ OSBERT 88 u¡Rc¡r-r-rN DESBourrN
La uisión 1892 56r Péladan'1.891,
cierto grado la influencia de los puntillistas, una tendencia que Péladan
desaprobaba violentamente, y que parece haber sido causa de la ruptu-
ra entre el Sár y su protector.
Hubo sin embargo otro artista tributario del puntillismo que escapó don'rinó entre los participantes franceses fueron hombres como Ar-
a la proscripción: Alphonse Osbert, que expuso en los seis certámenes mand Point, Alexandre Séon, Edgar Maxence y Marcellin Desboutin.
de la Rose * Croix. Sus principales influencias artísticas provenían de Point fue un pintor medievalizante, de técnica muy elaborada, cuyo
Puvis de Chavannes (con quien le unía una amistad tan íntima como estilo mezclaba la influencia de Moreau y la de los prerrafaelistas. Ma-
para que Puvis actuara de padrino de boda de Osbert en 1894) y de xence fue alumno de Moreau, pero también en él hallamos a veces
Georges Seurat, con quien Osbert mantenía también una estrecha influencia prerrafaelista: un ejemplo de ello lo da El alma del bosque, 92
amistad desde sus días de estucliante. La uisión, aquí reproducida, hoy en el museo de Nantes. Séon, que dibujó portadas para las novelas 90
muestra a santa Genoveva, patrona de París, un tema muy familiar de Péladan y que también pintó un retrato suyo, corrrbina influencias
para Puvis, pero con acusados rasgos del estilo tardío de Seurat. Fue tanto de Moreau como de Puvis: del primero en el tema y del segundo
exhibida en el segundo Salón de la Rose * Croix. en el colorido. [Jn texto suyo, escrito en 1.892, pone bien de manifiesto
TaI vez los más representativos de la orientación estilística que pre- que estaba hondamente penetrado de la estética simbolista: <Debemos
114 115
I
H9 ARMAND POINT
La sirena 1897
90 ¡r¡x,qNoRE sÉoN
La dcscspcración dc la
Qttinrcrah. 1.892
1,1,7
pantes en los Salones de la Rose * Croix: el escultor Bourdelle sc pre-
sentó a los dos primeros, y el joven Rouault estuvo bien representado
en el último. Y aunque no se pueda atribuir a artistas como Poir-rt y
Osbert una irrrportancia comparable, no es rlenos cierto que han sido
injustamente olvidados. Lo mismo cabría decir de un hornbre como
Edmond Arnan-Jean, que alternaba sus correctos pero rnás bien insípi-
91 dos estudios de mujeres y flores con pinturas como San Julián el Hos-
pitalario, aquí reproducida. Pero carecía de la auténtica consistencia de
una obra lograda.
Si los Salones desempeñaron un papel importante fue porque atraje-
ron la atención sobre la obra de cierto núrnero de pintores simbolistas
92 EDGAR
MAXENCE
El alna
dcl hosqrc
119
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c)3 (página anÍcrior)
CARLOS SCHlIAt]E
La Virgu tlt lns lilas
1,897
94 1E,lN DELVILLE
Otfto 1893
95 .¡r,tN DELVTLLE
El Jín tlc tn re inado
1 893
da pero todavía coronada de una emperutrizbízantina, mientras que el
fondo sugiere un edificio semejante a una mezquita.
Las pinturas y dibujos de Fernand Khnopff también guardan rela-
ción con Moreau, pero de una manera más personal, con elementos de
los prerrafaelistas y de Alma-Tadema.
96, 97 Khnopff es el más importante de los simbolistas belgas (aparre el
muy distintoJames Ensor), y su redescubrimiento constituye un gran
logro del entusiasmo presente por el arte simbolista. Vivió en Brujas y
más tarde en Bruselas, y de joven le influyeron sus lecturas de Flau-
bert, Baudelaire y el poeta parnasiano Leconte de Lisle. Como prove-
nía de una familia de abogados , empezó a estudiar Derecho, pero aca-
bó optando por la pintura bajo Ia guía de Xavier Mellery, un 96 ¡¡R¡.¡RNp KHNoIFF Las caricias de Ia Esfnge 1896
concurrente a los Salones de la Rose * Croix y miembro de Les xx.
En 1879 se trasladó a París a fin de completar sus estudios de arte, y allí imposible y la angustiosa sed de pasiones imposibles de satisfacer;
le poseyó el entusiasmo por Moreau. No permaneció en la capital mr_r- almas singulares y heroicas cuya heroína predilecta debe ser siempre
cho tiempo, pues en 1880 regresó a l3élgica. En 1883 cosechó su pri- Isabel de Austria>.
mer éxito con un cuadro titulado Escuchando a Schumann. Esto, según Dadas las circunstancias, no cabe sorprenderse de que la fama de
su biógrafo Dumont-'V/ilden, le hizo aparecer (tan arractivo como sos- Khnopff haya renacido, hasta el punto de que sus entusiastas lo com-
pechoso)) a los ojos del público belga. paran con Beardsley, si no como artista sí al menos como héroe de la
Péladan admiró grandemenre la obra de Khnopff, ensalzándolo cultura.
como <igual a Gustave Moreau, Burne-Jones, Chavannes y Rops>. La
admiración era mutua, y Khnopff realizó portadas para las novelas de 97 ¡¡RN¡t to KHNoIFF Cierro Ia puertd tras de mí 1891,
Péladan, e ilustró Le Vice supr\me. Khnopff era un dandy, y ello se
reflejaba tanto en su vivienda como en sus pinturas. Su casa de Bruse-
las recordaba a quienes tenían el privilegio de visitarla a Des Esseintes
y A rebours. Cultivaba el pesimismo, qr. prr... ser una de las caracte-
rísticas del verdadero dandy. En cuanto a sus temas, pueden resumirse
en su mayor parte en cuatro palabras: orgullo, soledad, crueldad y
desdén. Tenía también la obsesión del dandy por la precisión. Sus
composiciones, aunque extrañas, no ceden nunca a la improvisación:
cada efecto está calculado, cada detalle, precisa y deliberadarnente dis-
puesto.
1, 99 El elemento de perversidad en la obra de Khnopff queda muy subra-
yado, y presenta una extraña característica propia: los tipos femeninos
que reflejó en sus composiciones parecen estar todos basados en su
herrrrana, cuya belleza le obsesionaba. Durrront-V/ilden facilita una
elocuente descripción de la clase de emoción que Khnopff se proponía
expresar, cuando se refiere a (esas fisonomías femeninas, al mismo
tiempo enérgicas y lánguidas, en las que se reafirman el deseo de lo
1,22
Otros simbolistas belgas importantes, todos los cuales expusieron
100 * Croix, fueron Xavier Mellery (maestro de
en los Salones de la Rose
Khnopff), Émile Fabry (uno de los principales aliados de Delville
98 cuando disputó con Les xx) y el escultor Georges Minne. También
84 hay que incluir a Carlos Schwabe, que realizó el cartel parala primera
exposición, pero nunca volvió a participar. Este cartel ha aclquirido
cierta celebridad como precursor de la plenitud del Art Nouveau y
como obvia influencia sobre Alphonse Mucha. Pero Schwabe también
93 cultivó un estilo diferente, más prerrafaelista. Su gran acuarela La Vír-
gen de las lilas es un ejemplo al respecto. La composición, con su for-
mato alto y estrecho y la consiguiente compresión del espacio, con una
curva destinada a vincular el primer plano con el fondo, se acerca mu-
cho a Burne-Jones, si bien es más naturalista en el detalle. En su com-
binación de excentricidad y academicismo, la obra parece típica de 99 pEnN¡,cND KHNoI'FF
muchos de los artistas que expusieron en los Salones de Pélaclan. La ofrcnda 1'BL)1'
98 ceopcr,s utN¡¡¡
Fucntc con jóuenes
arrotlíll ado s 1 898-1 906
CAPÍTULO X
t27
101 ¡nw¡no BURNE-JoNES Dtínae: la torre dc bronce 1887-1888
con la figura de gran tamaño de Dánae, en primer plano. En segundo
lugar, comprimiendo de forma antinatural el espacio, como en La esca- 103
Iera dorada. Este último cuadro sirve para llamar la atención de la afini-
dad cle Burne-Jones con Blake. Las figuras no están firmemente dis-
puestas; carecen de peso, y la misma escalera se despliega en una espe-
cie de arabesco sobre la superficie. Podría evocarse EI torbellino de los
amantes, que obedece en buena medida al mismo principio, aunque de
una rranera más violenta y decidida.
En otros aspectos, sin errrbargo, Burne-Jones es un auténtico hom-
bre de su tielnpo. Tal como los simbolistas franceses reconocieron in-
mediatamente, cuando su obra fue expuesta en París en 1889, tenía
ciertas preferencias instintivas que coincidían con las suyas propias.
Por ejernplo, compartía su gusto por el andrógino. En la serie Prg- 105
malión, que no se cuenta entre las pinturas de más éxito de Burne-
Jones, pero sí ciertamente entre las rrrás reveladoras de su punto de
vista psicológico, cuando Galatea se inclina en su pedestal parc abrazar
a Ia diosa Afrodita, que le acaba de otorgar la vida, parece abrazar a un
ser que es medio masculino medio femenrno.
Al igual que la obra de los artistas rnás prolíficos, la de Burne-Jones
130
El ejemplo más célebre del poder de Burne-Jones sobre los rnás jó-
venes nos lo brinda, sin embargo, el irnpacto que causó en Aubrey
Beardsley, el dibujante e ilustrador prernatura y trágicamente desapa-
recido, que para la mayoría sigue siendo la personificación del inglés
de los años noventa. Burne-Jones fue, inevitablemente, el hombre al
que se ecetcó Beardsley en sus primeros pasos, en 1891, y el veterano
artista tuvo Ia perspicacia y el buen sentido de estimularle. En 1892
Beardsley recibió su primer encargo importante como ilustrador de
libros. El volumen era una edición de [,e morte d'Arthur, y lo que el
editor esperaba -y en cierto modo consiguió- fue una populariza-
ción de la obra de Kelmscott Press, de V/illiam Morris, para la que el
propio Burne-Jones había realízado unas xilografias.
109 Es interesante comparar una muestra del joven Burne-Jones, Merlín
110 y Nimue, del Victoria and Albert Museum, con la versión de Beardsley
del mismo tema. Las deudas resultan obvias, como también las dife-
rencias. Beardsley parece haber quedado especialmente fascinado por
lo que era perverso en la obra de Burne-Jones. Lo que en éste se hallaba
110 au¡n¡v
latente, él escogió ponerlo de manifiesto. AI mismo tiempo, hizo suya
BEARDSLEY
la peculiaridad compositiva deJones: su comprensión del espacio y el
Merlín y l',lin¡¡e
equilibrio asimétrico de las forrnas (preferencias éstas acentuadas en el t893-1894
1,33
1l I cs¡nr¡s RrcKETrs Rn la Ttbaida 1894
112 nu¡lr¡y BEAnDSLEy Salotttí h.1894
Muy consciente del clirna intelectual de su tiempo, Beardsley trató Se ha dado cn ocasiones por sentado que Beardsley era completa-
la mayoría de los ternas favoritos de los simbolistas: el mundo medie- mente sui ganeris, pero no es éste el caso: otros nrunerosos artlstas, cn
val de ensueño de la leyenda artúrica, la femme fatalc (la influencia de particular ilustraclorcs, pueden comparársele. LJno de ellos fue el pin-
Moreau puede advertirse en la versión beardsleyana de Salomé y Me- tor y grabador Charles Ricketts, cuyas illrstracioncs son, con mucho,
'V/agner.
salina); y, por supuesto, las óperas de Su dandismo innato, lo más <simbolista,r de su producción artística. Las ilustraciones de
acaso más pronLlnciado en é1 qr-re en cualquier otro artista del sirnbolis- Ricketts al poema de Oscar Wilde L¿ Es_finge parccen habcrsc conclui- 111
mo, le empujó a representar la vida contemporánea, y así se interesó do reahrrentc algúrn ticrnpo antes qlle los dibujos cle Beardsley paru Salo-
cadavez rnás por el siglo xvttt, intcrés que cuhnina en sus deslumbran- tnó, aunqte se publicaron poco despLrés. No cabe duda alguna sobre sLr
tes ilustraciones para El hurto del l:ucle (Rape of tlrc Lork) de Pope. inventiva ni tarnpoco acerca de su carácter esencialmente simbolista.
134 135
dibujos de las dos hermanas Macdonald
-Margaret, que se casó con 114, 115
Mackintosh, y Frances, que se casó con el diseñador Herbert Mac-
Nair- rnLlestran un buen desarrollo de la tendencia del simbolismo
tardío a la abstracción, particularidad que acaso explica en este caso la
influencia del pintor holanclés Jan Toorop. Conocían, en efecto, la 153
obra de Toorop porque la había pr"rblicado la influyente revista londi-
nense Ific Studio.
113 rHc¡n¡¡s
STURGE MOORE
114 tr,tnncaner MACDoNALD MACKTNTosH El jardín dt Ky-r¡¿yi6¡, h. 1906
Visíón dc Jacobo I 115 rnaNc¡s MACNATIT MACDoNALD El iardín a la lttz rfu la ltttta h 1895-1897
dt' Escocia
Ricketts fue, de hecho, uno cle los canales a través de los que flr-ryó a
Inglaterra la jnfluencia del simbolismo continental, reavivando una
tradición en esencia prerrafaelista. Su litografia EI gran gusano, publica-
da en el primer número de su lujosa revista privada The Dial (1889), es
un pastiche tomado directamente de Moreau.
Estuvo también mucho más próximo a V/ilde de lo que Beardsley
llegó a estarlo nLrnca, y se mostró el más fiel de sus arligos cuando
estalló el gran escándalo. Además de ilustrar La Esfinge, Ricketts había
realizado con anterioridad dibujos paru El retrato de Dorian Cray, Casa
de granadas e Intenciones.
Estuvieron relacionados con Ricketts su arnigo de toda la vida Char-
les Shannon y el poeta y grabaclor en madera Thomas Sturge Moore.
113 Nadie pretende presentar a Sturge Moore como algo rnás que un artis-
ta de muy segunda categoría, pero algunos de los dibujos que hizo para
The Dial son deliciosos e históricamente fascinantes por su alto grado
de abstracción.
La abstracción también caracteriza Ia obra de artistas que pertenecie-
ron a la escuela cle Glasgow, una de las grandes fuentes del Art Nou-
veau. La escuela de Glasgow era el círculo que se reunía en torno al
arquitecto Charles Rennie Mackintosh, y la mayor parte del esfuerzo
creador del grupo se dirigió al diseño más que al arte. Sin embargo, los
136
116 cnnnr¡s coNDER
Una tocata de Galuppi
1900
La ilustración de libros, aún más que la pintura, acabó completa- trec y de Bonnard, mantuvo contacto con los principales simbolistas y
mente dominada por las concepciones simbolistas. A rnedias arte y con los rosacrucianos a través del propio Blanche, y también por me-
artesanía, la ilustración se asimiló rápidamente al movimiento Art diación del círculo centrado en torno a La Reuue indépendante. Al igual
Nouveau, mucho más arraigado en arquitectura y decoración. La obra que Ricketts y muchísimos otros, era un gran admirador de la obra de
de ilustradores como Edmond Dulac y Arthur Rackham constituye Puvis de Chavannes.
una gran paradoja porque representa la popularización de unas ideas en El gran descubrimiento que realizó por su cuenta, sin embargo, pa-
esencia esotéricas. La ilustración de Rackham para EI oro del Rin, de rece haber sido que'Watteau podía traducirse muy satisfactoriamente al
118 'V/agner, publicado en 1910, brinda una fascinante
comparación con lenguaje simbolista. Ya estaba de moda por entonces la Francia del
117 los dibujos de Beardsley para la obra de ese compositor, publicados siglo xvttl gracias, por una perte, a los Goncourt y, por otra, a la más
menos de veinte años antes. La inspiración es reconocible como sirni- bien nociva influencia de la emperatriz Eugenia. Los Goncourt logra-
lar, pero, con toda su habilidad, Rackham no puede sustraerse al senti- ron que el arte de aquella centuria se considerase intelectuahnente res-
mentalismo, a diferencia de Beardsley. petable, mientras que Eugenia revivió los estilos decorativos diecio-
Esta relación de descendientes directos de Burne-Jones no completa chescos (con pinturas para hacer juego) en los salones de mocla. Los
en absoluto la historia del arte simbolista en Gran Bretaña. Otros rnu- cuadros de'V/atteau hacía tiempo que eran buscados afanosamente por
chos artistas menores resultan dificiles de clasificar. Entre ellos se coleccionistas como el marqués de Hertford y sus sucesores, pero na-
116 cuenta Charles Conder, de cuyo estilo dijoJacques-Émile Blanche que die había clescubierto la manera de dar relevancia contemporánea a la
era (puramente inglés u . Si así fuera, para nada contaría el hecho de que fAte galante. Conder parece haber advertido, casi de rrranera instintiva,
gran parte de su carrera transcurrió en Francia. Conder, amigo de Lau- que aquello era
-o podía llegar a ser- el mundo de ensueño artúrico
138 1,39
con distinto ropaje, y explotó su descubrimiento. Transmitió su entu-
siasmo a Beardsley, del que se había hecho amigo en Dieppe. Aunque
más bien mantenían una amigable enemistad.
. La obra de Conder presenta ciertas afinidades con la de V/histler, y a
estos dos artistas les une ciertamente su estrecha vinculación con el arte
y los artistas franceses contemporáneos. Whistler era un norteamerica-
no formado artísticamente en Francia. No era un simbolista en el senti-
do estricto del término, pero, a pesar de su aparente aislamiento, no
estaría completo un juicio sobre las corrientes simbolistas e idealista de
fines del siglo xlx sin hacer alguna mención de é1.
Lo que separaba a 'V/histler de los auténticos simbolistas era que
119 eludía deliberadamente la dimensión metafisica. Si comparamos la Sin-
fonía en blanco n.n 2, de 1864, con el tipo de obra que estaba realizando
Rossetti en la misma época, inmediatamente nos sorprende el pareci-
do: la relación personal y artística de V/histler con Rossetti era muy
estrecha cuando el cuadro fue pintado. Pero también advertimos cuán
prosaico se muestra V/histler. La muchacha se halla pensativa, casi po-
dría decirse que en actitud soñadora, pero está fuera de lugar el ansia
del más allá que inevitablemente hubiéramos encontrado en una obra
de Rossetti.
119.¡nivns
La verdadera aportación de Whistler al arte sirrbolista fue de natu-
AI]I]OTT MCNEILL
raleza intelectual. En su demanda por difamación contra Ruskin,
wHrsrLER La n.iñ.a
en 1878, se había pronunciado por el derecho del artista a quedar libe-
de blanco: SinJonía
rado de los viejos criterios morales. Su cuadro Cohete cayendo, que en blanco n." 2
Ruskin había descrito como <un bote de pintura arrojado al rostro del 1.864
público,r, él lo calificó simplemente de ucomposición artística)), an-
ticipándose así a la doctrina de Maurice Denis y de sus compañeros
nabis.
Además de ser el más decidido defensor del <arte por el arte>, una Los pavos reales y las pautas basadas en ellos enla Salomé de Beardsley 112
doctrina que formaba parte del credo de los simbolistas, aunque pocos están tomados de Whistler, no de Moreau ni de Burne-Jones.
de éstos se adhirieron a él con tanta firrneza como el propio Whistler, a Es común la tendencia a infravalorar a V/histler y a considerarlo un
éste se deben numerosas ideas e innovaciones que acabaron forrrrando artista aislado. Pero proceder así equivale a distorsionar la historia del
parte del repertorio de la pintura simbolista. La pasión whistleriana arte de su tiempo, en el que fue y sigue siendo una figura influyente e
por la japonaíseríe se extendió por doquier; su temprano y adecuado incluso capital.
uso de títulos musicales como (nocturnos), <sinfoníasr y <arreglos,r
contribuyeron a confirmar la impresión de que las artes visuales debían
aspirar a la condición de música; y sus ideas decorativas -como el
empleo de pautas inspiradas en plumas de pavo real en la estancia que
pintó para su protector F. R. Leyland- fueron ampliamente plagiadas.
140
CAPÍTULO XI
146
trales, antes que como pintores de caballete. Diaghilev IIevó los Bailets
Russes a París por vez primera en 1909. En el programa inicial se in-
127 cluían las <<Danzas polovsianasr> cle E/ 1srínci1:e Ígor, co.' decorado dise-
ñado por Nikolái Roerich, y Cleopatra, en la que inrervenía la beldad
de Ia alta sociedad Ida Rubinstein, y con decorado de Léon Bakst.
Estas muestras fueron las que colmaron las expectativas del púbrico
parisiense. Roerich poseía arnplios conocimientos arqueológicos, que
se reflejaron en sus decorados para El príncipe Ígor. pero de ningún
modo eran meros ejercicios de pedantería; poseían una grandiosidad
primitiva que concordaba con las danzas, y esa grandiosidad fue evo-
cada mediante el lenguaje simbolista. En realidad, la obra de Bakst, y
126 en particular sus decorados y vestuario para scheherazade, estrenada en
la ternporada 1910, contribuyeron a prolongar la existencia del estilo
simbolista rnás alli de lo que pudiera parecer su conclusión natural.
La visión de Baksr de la vida en el harén derivaba, en última instan-
cia, del tema de Salomé según el tratamiento de Gustave Moreau, con
136 orro cREINER El dcmonio mostrando a una nujer al pueblo 1.897 157
después de vivir en París y en Viena, regresó a Munich en 1889 para
establecerse allí. Su obra tiene un regusto que la distingue del grupo del
que acabo dc ocuparme: es más contenida, más próxima a los prerrafae-
listas ingleses. Con todo, puede también clasificarse como simbolista.
lJn pintor más joven que acudió a fijar su residencia en Munich fue
139 el ruso Vassily Kandinsky. Aunque sólo tenía tres años menos que
Stuck y cuatro lnenos que V/elti, pertenecía a una generación entera-
mente distinta desde el punto de vista artístico. Kandinsky ernpezí a
pintar a los treinta años, y mucho antes, en 1896, había llegado a Mu-
nich. Estudió con Stuck, pero la propia fuerza de su personalidad no
tardó en llevarle a encabezar la vanguardia muniquesa. Se convirtió en
jefe de la asociación Phalanx, que poseía su propia escuela. En 1906
estableció contacto con V/illibrord Verkade, un holandés que había
mantenido estrecha relación con Gauguin tanto en París como en
Pont-Aven, y que a continuación había profesado en la abadía alemana
de Beuron, célebre por su escuela de pintura religiosa. Verkade
^caba- 139 vRsslt-Y
ba de abandonar el monasterio y estudiaba pintura en Munich. KANDINSKY
En 1909, Kandinsky, en compañía de su amante Gabriele Münter y Parc-ja a coballo
de su paisano el ruso Alexéi Yavlenski, formó un nuevo grupo: la h. 1905
138 vrxaro.¡us Neue Künstlervereinigung. [Jno de los primeros afiliados fue Alfred
e tuRLIONls Kubin. Las clescripciones que hizo éste dc sus visioncs de colores abs-
Sonala dc las tractos en su novela Die anderc seitc (Et ou'o lado), publicada el mismo
cstrellas 19OB año, parecen habcr influido en Kandinsky, que se dgsnl-a11b1 1lot"
haciaia abstracción. Dos años más tarcle, hacia finales de 1911' la Neue
Künstlervereinigung sufrió un cisma, y Kandinsky y Franz Marc
al simbolismo.
159
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tarnbién se rompió esa vinculación cuando dio el paso decisivo
hacia el arte totalmente abstracto en 1910-1911. 'Werner Haftrnann, en .l
su clásica obra Pintura del siglo xx, ha señalado la conexión enrre Kan-
138 dinsky y el extraño artista lituano M. K. óiurlionis. El propósito que
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);.
141 nrnorN¡ND HoDLER Adoración 1894 142 rn¡Nz MARC E/ nrolino eniltnrjado 1913
este último se había fijado era hallar un equivalente pictórico de la
música. Al comienzo de su vida había sido un prodigio musical, pero
hacia 1905 cambió bruscarnente su orientación hacia la pintura. Parece
haber experimentado durante sus investigaciones la influencia de los
grabados de Redon y de Ios escritos de los rosacrucianos. También
Kandinsky perseguía una visión sinestética, y su opúsculo Sobre lo espi-
ritual en el arte vtene a demostrar su inclinación a considerar al artista
una especie de místico. En el texto, Kandinsky expresa el mayor respe-
to por Ias ideas de Mme. Blavatsky.
142 Franz Marc, la otra figura capital del Blaue Reiter, está igualmente
abierto a la influencia simbolista, qlre parece haber persistido en Mu-
nich hasta la víspera del estallido de la primera gllerra rnundial. La
diferencia entre los cuadros de Marc y los de los expresionistas cle AIc-
mania septentrional, corno Max Pechstein o Erich Heckel, radica en la
cualidad espiritual y ultramundana de su arte.
Bócklin y V/elti no fueron en modo alguno los únicos pintores sirn-
143 ctovRNNI sEGANTINI El castigo dc la lujrtría 1.897
bolistas que produjo Suiza. Junto a Bócklir-r hay que situar al que acaso
fuera el más importante de todos ellos: Ferdinand Hodler. Éste extrajo
buena parte de su inspiración de Suiza: su historia, su paisaje y sus Suiza, de 1886 a 1,894, y luego se rnudó a Engadine. Su obra no sólo
pintores del siglo xvr. Su estilo abocetaclo y sencillo resultaba especial- rranifiesta tendencias simbolistas eu un sentido general, sino acusadas
mente apropiado para los murales a gran escala, y en este sentido reci- afinidades con el Jr-rgendstil, Ia versión centroeuropea dei Art Nou-
bió numerosos encargos en los que apenas se aprecia huella de algo quc veau. Mantuvo contacto con Gustav Klirnt, y en 1896 el grupo sece-
pudiera llamarse simbolisrno. sionista muniqués le honró con Llna exposición.
Por otra parte, recibió la influencia de Puvis de Chavannes (que Gaetano Previati, uno de los expositores del primcr Salón de la
apreció la obra cle Hodler cuando se rnosrró en la Exposición (Jniver- Rose * Croix, ejecutó ocasionales pinturas convencioualmente sim-
sal de París de 1889), y su natural misticisrno le impulsó a ejecutar bolistas, corno La noche derrota al día, del Museo Cívico de Trieste.
141 composiciones de figuras aisladas en paisajes que se asemejan notable- Pero sus más interesantes incursiones en el terreno sirnbolista las hizo
mente a las incursiones de Puvis en el mismo género. Tal vez este con cuadros penetrados de nostalgia de los siglos xvll y xvlll, bastante 145
parecido con Puvis determinó la invitación hecha a Hodler de exponer similares en espíritu a la obra de Benois o de Conder. 116, 128
en el prirner Salón de la Rose * Croix en 1892. Otros pintores y dibujantes italianos del período trabajan con Lrna gran
Su obra comprende asimisrno unas cu¿ntas composiciones alegóri- variedad de estilos. tJnos cuantos están influidos de un modo u otro por
140 cas en un estilo simbolista identificable. Las más conociclas cle ellas son el simbolismo. Un ejernplo Io brinda G. A. Sartorio, un artista acadér¡i-
La noche, de 1890, y El día, de 1900. co, retórico y exuberante, cuyo contacto con el simbolismo lo mantuvo a
También Italia produjo arte sirnbolisra, si bien éste nunca logró la través de Gabriele d'Annunzio, con quien colaboró en la revista II Conui-
posición dominante que dan a entender las denuncias de que el futr.rris- 1o. Otro ejemplo, totalmente distinto, es el autodidacto Rornolo Romani,
143 rno le hizo objeto. Giovanni Scgantini fue el rnás intenso de los pinto- cuyos extraños dibujos alegóricos presentan afinidad con los cle Filiger. 147
res simbolistas italianos y el que recibió más encargos. Lo mismo que También es diferente la obra del pintor veneciano Vittorio Zecchin, que
sus contemporáneos suizos, se sintió atraído por el salvaje y hostil pai- tomó su inspiración de los secesionistas de Munich y de Viena, y que 144
saje de los Alpes, y se nutrió místicamente de é1. Vivió en Savignio, en recibió una influencia particularmente acusada de Klimt.
162 163
144 vrrroRlo ZECCHIN
Tríptico dc Salonú 1.1)09-191.2
itrportante fue Frank Kupka, que acabaría por convertirse en ttuo de 148
los precursores de la pintura abstracta, y qtlc empezó su carrera bajo la
influencia de Odilon Redon y Alfred Kubin. Constantin Brancusi, qr're
llegó a París casi diez años después que Kupka, y que había viajado a
esa capital vía Munich, manifiesta acttsadas tendencias simbolistas en
su obra temprana, como en la figura titulada Plcgaria, de 1907. Y no 150
resulta exagcrado afinnar que el simbolismo perrnaneció latente en su
obra el resto de su carrera.
Por írltimo, debemos volver de nuevo Ia mirada rrrás allá de Pa-
rís, a Holancla, y considerar la obra de un rcducido pero importan-
te grupo de artistas simbolistas. Los dos más importantes son Jan
Toorop y Johan Thorn Prikker. Toorop nació en Java y parte de sus
antepasados eran javaneses. Abandonó las Indias orientales a telnpra-
na edad y se estableció en Holanda. En 1882, se trasladó a Bruselas
con una beca para estudiar en la Academia de Bellas Artes, y allí
entró en contacto con los artistas de Les xx, en cuyo grupo ingresó
r67
en 1885. También visitó Londres y se relacionó con los círculos Prerra-
faelistas.
En la década de 1880 y en los prirneros años dc la sigtriente , Toorop
estLrvo sLúeto a una amplia variedad de influcncias: la dc Ensor por trna
parte, y la de Redon y Rops porotra. Tarnbién revisticron irttportancia
para él las influencias literarias. En efecto, estuvo asociado al grupo de
escritores vanguardistas holandeses conocidos como los Tachtigers, y
conoció a Verlaine y al Sár Péladan ctlando visitaron Holanda cll tlo-
viernbrc de1892. Parece ser qlre cl Sár intercsó a Toorop en las doctri-
llas rosacrlrctxnas
Sin embargo, el couricnzo del período plenaureutc sinlbolista de
Toorop cs anterior a esa visita cn tlnos trcs años, y preccde por tanto xl
manifiesto sirnbolista publicado en 1890 por el cscritor holandc<s \fil-
lem Kloos. Esta fasc de la obra dc Toorop ftte extreuradallrcntc inten-
sa, pero tnvo brevc duración. Su culminaciór-r había pasado en 11i94, y
después de 1905, cuando se convirtió al catolicismo, Toorop había
dejado por complcto de ser ur-r sin-rbolista.
El corto período de la adscripción de Toorop al sirnbolismo cs iur-
151
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portante, porque durante ese tiernpo llevó a sus máximas consccllcn- el Estado, y estos sentimientos debieron contribuir en medida conside-
cias los mecanismos del arte simbolista. En la década de 1890, su obra rable a su ingreso en la Iglesia católica.
rnlrestra una gradual renuncia a.Ialógica de la construcción espacial, tal Pero no era inmune a los entusiasrnos de su tiempo, y tarnbién él fue
vez influido por el arte de las Indias orientales, especialmente por cl wagneriano. En su dibujo EI declínar dc la fe, por ejernplo, los cisnes 153
diseño textil batik. La superficie pictórica está organizada mediante son una evidentc sugcrencia de Lohengrin.
líneas onduladas que vagan y se entrecrlrzan formando pautas cornple- La afiliación de Johan Thorn Prikker al simbolisn-ro fue tan breve
Jas, pero que nunca penetran en profundidad. como la de Toorop. Empezó como impresionista, y se desplazó al
El pensarniento de Toorop era una curiosa rnezcla de tradicionalis- simbolismo hacia 1.892, con una serie de dibujos que ilustraban Ia vida
154 mo y experimentalismo. Las trcs nouias, de 1893, probablernente la y pasión de Cristo. En 1893, fue invitado a expoller con Les xx en
rlejor conocida y una cle Ias rnás elaboradas cornposiciones de su ctapa Bruselas. Aquí entró en contacto con Verhaeren y también con Henri
simbolista, es en realidad una nueva versión del tema de las Tres Gra- van de Velde. Podemos adivinar algo acerca de su temperamento e
cias que hallarrros en Botticelli, pero en una clave muy caractcrística dc ideas porque (a diferencia de Toorop) desaprovó al extravagante Péla-
aquella etepa. La Novia Inocente aparece aquí situada entre la Novia dan, pero (ai igual que Toorop) quedó impresionado por Verlaine.
Infernal, sensual y sedienta de sangre, y Ia Novia Monja, que habita Con todo, la obra de Thorn Prikker fue más extremada quc la de Too-
una esfera espiritual superior. Toorop aborrecía la anarquía, la barbarie rop. El ejemplo rnás famoso nos lo da el cuadro La nouia, que es casi 151
y cualquier cosa que etllenazara Ia hegemonía establecida cle la Igiesia y abstracto: Ia propia novia queda reducida a un velo transparente y se ve
170 171
CAPÍTULO XII
Rops y Ensor
Una vez explicadas las líneas generales del desarrollo del arte simbolis-
ta, ha liegado el rnomento de examinar algunos casos concretos. En
Bélgica, por ejemplo, se aclvierte una sorprendente polaridad entreJa-
mes Ensor y Félicien Rops. Este último es un simbolista intermitente
al que corresponde un lugar destacado en cualqr-ricr historia del simbo-
lismo. El rnucho rnás importante Ensor encaja en ella con rngnos facili-
dad. Aunque belga y miembro de Les xx, ofrece una pauta de desarro-
llo rnuy distinta de la de los demás simbolistas belgas.
Rops nos perrnite entender el grado y naturaleza de esta diferencia,
porque disfrutaba de un atractivo casi írnico entre los literatos que apo-
yaban el simbolismo, no sólo en Bélgica sino en todas partcs. Péladan
le profesaba una enorme adrniración, corno tatnbiénJ.-K. Huysmaus,
quien le dedica algunos elocuentes párrafos en Ccrtains:
<Al adoptar el viejo concepto medieval según el cual el hornbre fluc-
túa entre el Bien y el Mal, y se debate entre Dios y cl Demonio, cntre
laPureza, de esencia divina, y la Sensualidad, que es el Demonio mis-
mo, el señor Félicien Rops, con el alma de un primitivo trastocado, ha
154 1aN TooRop Las tres nouias 1,893 llevado a cabo la misma tarea qlre Mernling pero al revés: ha penetrado
en el satanismo, y lo ha resurniclo adrnirablemente en unos excelentes
grabados que, como invenciones, como símbolos, como ejemplos de
un arte incisivo y vigoroso, son verdaderamente únicos. >
ernenezeda por cabezas de dragón (plantas), semejantes a calavcras, y EI tiempo ha sido inclernente con la obra de Rops: ahora parece
tulipanes fálicos. representar todo cuanto de más oportunista y tedioso tuvo el movi-
Otros dos simbolistas holandeses merecen también atención. ljno miento simbolista. Pero a la vez debemos hacerle justicia, y admitir
fue R. N. Roland Holst, cuya obra temprana recibió la influencia de que se había consolidado como artista mucho antes de que el simbolis-
Van Gogh, pero que atravesó un breve período simbolista entre 1891 y mo adquiriese fuerza. Los Goncourt se contaron entre los primeros en
1895. Al igual que Toorop y Thorn Prikker, estuvo en contacto con valorarlo, ya en 1868: <Rops se muestra en verdad elocuente al pintar
Les xx en Bruselas, y parece haber experimentado un efímero entu- el aspecto cruel de Ia rnujer contemporánea, con su mirada acerada, su
siasmo por las ideas de Péladan. Pero también se interesó por la obra rnalevolencia hacia el horrrbre, no oculta m disfrazada, sino eviclente
de Beardsley, de V/histler y (en particular) por la de Rossetti, acerca de en cl conjunto de su persona)). A partir de 1874, una vez estableci-
152 la cual publicó un ensayo. Lahtografr,a (Jn beau sire grave rnuestra la do en París, Rops gozó de una considerable reputación corno ilustra-
influencia de Rossetti, pero probablemente hay que interpretarla como dor, en especial de textos eróticos más bien dudosos, y hallamos en su
una ilustración a Le Více supréme de Péladan. obra un reflejo de la mayor parte de las modas de bulevar de su tiem-
173
tante en el desarrollo del arte europeo, pues ias metamorfosis que aqtrí
preserrta Rops hacía ya tiempo que formaban parte del repertorio cle
los caricaturistas. La innovación de Rops, radica, sobre toclo, en que
demanda al espectador que las tome en serio.
Si bien, por temperamento, James Ensor nada tiene en común con
Rops, arnbos artistas comparten la afición por ciertos motivos; másca-
ras y esqueletos en particular. Pero mientras Rops utiliza esas imágenes
con rln criterio estrictarrrentc convencional, Ensor las torna rnás hon-
damcnle personalcs y las imbuye coll Lrna vida extraorclinaria'
La crítica de arte nunca ha sabido bien cómo enfrentarse a la obra de
Ensor, y las dificultades se han visto incrementadas porqlle tlrvo un
briliar-rte comieuzo, al que sigr-rió una prolongada decadencia. Nacido
cn Ostende en 1860 de una farnilia medio inglesa y nledio belga, estlr-
dió en la Acader.nia dc Brtlselas cntre 1877 y 1879. Lr"tego regresó a stt
ciudad natal, dondc pertnaneció el resto de su vida- En 1883 sc adhirió
a Lcs xx, y durantc la fase ternprana de su carrera aquéllos le propor-
cionaron la írnica oportunidad que pr-rdo hallar para exponer su obra.
Ar,rn así, rrlantuvo disputas col1 sus colegas. En varias ocasiones sc le
155 rÉltcl¡N nops Lo-s ttnnslnrcs pidió qr-re rctirara slrs cuadros de las exposiciones del grupo, e incluso,
cn Lln 1Tlotrento clado, hubo quicnes propusieron slr expulsión. En ci
mismo período, parcce haber sido tratado con poca sirnpatía por slr
po, una facilidacl para ofrecer versiones vulgares del artc dieciochcsco, familia, br-rrgr-rcsa en exceso.
y una idéntica y plausible habilidad en la represenración de la vida de Aun así, la familia hizo alguna contribnción itnportante a su artc. La
los bajos fondos contemporáneos. componían ter-rdcros, que vendían recucrdos, curiosicladcs, objetos
Lo que atrajo a Rops hacia los decadentes y a éstos hacia él fue la cxóticos y juguetes. Eu carnaval, vendían tarnbién máscaras. Esos ar-
hostilidad a las rlujeres, precisamente el aspecto que los Goncourt des- tículos ejercieron ttn efecto notablc en la ir-naginación de Ensor; un
tacaron de su obra. Esta hostilidacl condqjo a Rops ai satanismo, de la efecto que no fuc el trrenos decisivo, porque guardaba relación con slls
misma [ranera que impulsara a Huysmans, cabe sospechar que por razo- sentimientos hacia sus familiares en cllanto personas.
nes similares. Cuando Huysrnans le alaba por haber <celebrado la espiri- En 18É Ensor pintó stt primera máscara, pero el terna cobró.para é1
tualidad de lo sensual, que es tanto como decir el satanisrno, y pintado, en rr.yor irnportancia a partir de mediados de la década de 1880. Ésta fue
páginas imperfectibles, el aspecto sobrenatural de la perversidad, el otro también la época en qLle se operó un cambio decisivo en su paleta. Del
mundo del Malu, acude a nuestra mente la idea de que ésas son las pala- predorninio de los tonos oscuros, sus pintLlras, bajo la influencia del
bras que a Huysmans le hubiera gustado que le aplicaran a é1. impresionismo francés, pasaron a lnundarse de luz.
Las realizaciones mcjor conocidas de Rops, en esta vertiente concre- El colorido dc Ensor posee un biillo perlino, iridiscentc. nluy aleja-
155 ta, son los aguafuertes conocidos como Les SataniErcs. Deliberada- do de 1o natural. Lo advertimos mejor en los bodegones; por ejer-nplo,
mente blasfemos, son [lenos Lln monLunento al mal que a ia vr-rlgari- en La raya, de 1892. Esta pintura recuerda uno de los pasteles dc Re- 156
dad. Lo que los salva, desde el punto de vista del historiador del arre, don, En este último, y de manera ocasional, coll1o por ejernplo en el
es que en ciertos aspectos se anticipan a los logros del surrealismo me- célebrc pastel La conchn, la dcscripción qtte hace de un objeto natural
tamórfico. Aun así, resulta dificil considerarlos corrlo un paso ir-rlpor- parece encerrar una metáfora sexLlal. Y la misma impresión se cxtrae
174 175
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alguna, pero en 1.899 La Plume dedtcó a Ensor un nírmero espccial, er-r Ciertame¡te, esta visión tiene algún fundatrrento, pero tanbión de-
1903 fue nombrado caballero de la Orden de Leopoldo, y en 1908 bemos consiclcrar hasta ql.lé punto Ensor logró controlar slts propias
Verhaeren publicó una monografía sobre su obra. Finalmente, en 1930 fantasías y convertirlas en arte. É1, po. éncirna cle todos los demás
se Ie otorgó el título de barón. arristas tratados en las páginas de este libro, aporta la prueba de qr-re el
Se ha dicho que la obra qr-re Ensor produjo durante su período ntás arte simbolista no fuc algo rneramente tributario dei movimiento lite-
intenso y original debería contemplarse corrro ei reflejo de una psico- rario al quc se ha dado también el nortbre de sirnbolismo. Siendo uno
sis. Predominarl en él imágenes de pánico, como la rruchedumbre qL¡e cle los pintores simbolistas menos literarios, es también ttno de los más
160 bulle en su aguafuerte La catedral, y las imágenes de enajenación: más- vigorosos. Aunque sus medios de exprcsión tienen poco en courítn
caras, esqueletos y fantasrnas. Todas estas imágenes sirven para sugcrir .o., lo. adoptados por los pintores belgas que expusieron en los Salo-
que el artista se mLreve en un rnundo al que Ie falta alguna dimensión de la nes de la Rose * Croix, merece ser clasificado colno sirnbolista al me-
realidad, y en el que los derlás individuos aparecen como espectros. nos en la misma medida que aquéllos.
180
CAPITULO XIII
Edvard Munch
187
164 ¡pvano MUNCH La uoz 1.893
167 rovRttn ñruNcrH Dtut:¡ dt'l¡ t'id¡ 1¡J99-19(X)
'6 -ai
Klimt y la Secesión vienesa
173 cusrav xtt¡¡l Palas Atenca L898 174 cusrAv xtt¡vlr Mtisim 1.895
técnica del mosaico para el Palais Stoclet. Anirnándole a que tradujera las formas, la del relárnpago y la de lengua de serpiente, selnejante
la pauta a lenguaje <realu, en lugar cle sir¡ularla, como exigía la pintll- a una flecha, o de zarcillos entrelazados, cadenas enredadas, velos go-
ra, el encargo de Stoclet conclujo a Klimt mLry cerca de la invención del teantes, redes tensadas>. Y esta Palrta es también el medio por el cual el
collage, varios años antes de que a Braque y Picasso se les ocurrieran artista crea su típica atmósfera de lujo, precisamente ia característica
sus posibilidades. que le define como ur-r hombre del mr-rndo anterior a 1914, rnás que del
De todas formas, no conviene llevar demasiado lejos la atribución de nuestro. lJna nota clave de la obra de Klimt es la pasiviclad: la encrgía
originalidad precursora a Klirnt. Incluso su utilización del adorno le creaclora que se encllentra en ella es una ftterza fatal, inchrso autodes-
sitúa clentro del ámbito simbolista, ahora irrevocablemente condenado tructlva.
por los acontecimientos mundiales. El crítico contemporáneo Ludwig A diferencia de Munch, Klirnt no es en absoluto una figura aislada. En
Hevesi se refirió a la pauta de Klirnt como una metáfora de la <materia Viena estaba rodeado de otros artistas, algunos de los cuales cultivaron
primigenia, infinita y en perperua mutación un lenguaje que sin duda se asemejaba al suyo. Tal vez el de mayor
-trenzándose, girando,
172 enroscándose y retorciéndose-; un torbellino ardiente que toma todas talento fue Kolo Moser; otro fue Oskar Laske, cuyo cuadro La naue de 175, 176
los locos, aquí reproducido, trata un tema tradicional del arte germánico.
Dos hombres más jóvenes, ambos vinculados a la Secesión vienesa,
sirver-r para resaltar la difcrencia entre el nluudo de Klimt, cerrado y
lujoso, y la crucl realidad que coexistía con él y que iba a arrollarlo en
177 1914. Uno de ellos fue Egon Schiele, dc vida breve, a quien Klimt
admiró y ayudó. Aunque sus nombres a menudo se rclacionan, repre-
sentan tendencias fundamentales distintas. Schiele abandonó el orna-
rnerlto en favor de la exprcsión, la decoración cn favor de la protesta.
Es cierto quc se aproxirla a Klirnt cn ciertos paisajcs nrbanos, pero sL1
tratamicnto dc la figura es rrluy difcrcntc: angulosa y dcsmañada don-
de en Klimt es fluicla y sLrave. Es cicrto, sin cmbargo, que cn algur-ros
de los temas cle Schielc advertimos casi cl írltimo parpadeo de la dcca-
clencia franccsa de mediados de la dócac1a de 1880, como la conocida
pintura qlle muestra a nn cardenal abrazando a una nonja, y qtre hizo
las dclicias de Hr-rysmans, pcro por slr ten-rática ruás que por su cstilo.
Su talante le acerca a Rops.
El otro jovcn artisla qlle debería scr mcncior-lado en cstc contexto es
Oskar Kokoschka, naciclo en la Baja Austria y que ingrcsó cn la Escue-
la dc Artes Aplicadas de Viena en 1904, en el punto culminante de la
176 c)Sr¡n
LP\SKELn ndt)t
d¿ /o-s /oro-t
177 ¡c;c>N
SCHIELE
El rnrdt'nnl
),la tttott.io
1912
CAPÍTULO XV
Eljoven Picasso
201
180 p¡eLO ptcASSo Cortasana con collar dc pidras prcciosas 1901
203
-_'--.
losas (característica derivada cn última instancia de Puvis de Chavan- \jL-;'-
Ei período azul y el rosa, que le siguió, constituyeron ia conrri- 181 p¡ero prcASSo Salomó tlanzando 182 p¡elo PlcASSo Pobrcs.jrnto al
bución personal de Picasso a la historia del arte simbolista. En las nttlt Htrod¿s 1.905 mar (Trogetlia) 1903
obras que creó por este tiempo se aprecia una extensa recapitr-rlación
181 de los temas favoritos de los simbolisras. Por ejernplo, el aguafuerte
Salomé danzando anta Herodes casi puede consiclerarse una paroclia de un perpetuo marginado, sin duda despertaba en Picasso sentilxierltos
182 Gustave Moreau, mientras que Pobres -junto al mar, ahora en la National de autoidentificación.
65 Gallery de V/ashington, tiene nn claro eco de El pescador pobre. La Parece particularrnente apropiaclo que el hombre qr-re ahora goza de
183 inacabada Muertc dc Arlecluín, que cautivó al poeta simbolista alernán reconocimiento universal como uno de los fi-rndadores del movirnien-
Rainer Maria Rilke, parece colrro si tuviera contraída una deuda con to moderno en arte, hubiera sido también el últirno de los pintores
Ia ilustración de Beardsley para The Pierrot o_f thc Minutc, de Ernest simbolistas importantes. El poeta André Salmon, uno de los primcros
Dowson. amigos de Picasso en París, señaló, refiriéndose al pintor y a st1 grupo,
De hecho, las ambiciones artísticas de Picasso en esta época estaban que <fueron para sus padres sirrrbolistas los hijos ingratos que en otro
rnuy próximas a ias de los artistas simbolistas que le habían precedido. tiempo habían sido los propios simbolistas,r. Éste p".".. un admirable
184 Vida, una de las pintr-rras rnás conocidas del período azul, constirnye resumen. (Jn cuadro como Los saltinúanquis, de 1905, señala precisa- 185
urna tcntativa de resumir el sentido de la existencia, algo que nos resulta mente el pllnto donde se bifurcan los caminos. Por una partc, mira
familiar después de haber visto la obra de Edvard Munch. Corno ya hacia atrás, hacia Puvis de Chavannes y, rnás alli todavía, a toda la
nos consta, el arte simbolista a rnenudo poseía un clemento de confe- tradición académica que éste había intentado reavivar. Por otra parte,
sión, y éste es, ni más ni menos, el caso de los cuadros en los que y por el mero hecho de su autoría, mira hacia delante, hacta Les demoi-
aparece Ia figura de Arlequín. El melancólico bufón, que era tarnbién selles d'Auignon.
204 205
\{
{.
206
184 p¡clo PIcASSo vida 1L)03
desde entonces. Es menester reconocer asirnismo qne el movimiento Bibliografía
moderno en las artes visuales no se iirnitó a una sola explosión registra-
da en alguna parte alrededor de 1905. Arrgcli. He'lcn Rosscrri. 1),/r//r C,,/rit,/ R¡¡¡r¡rr. Nuc- Mrckirrrosh. Ai¡sr¡ir. E'/ -,irrlro/i-lr,' ), ri l¡¡,\i'l-
El simbolisrno r'¡ Yo¡k. 1919, Lonrlrcs. 1969 lr,lrr. Brrcclorrr, 1975
es el hilo conductor qrle nos permire dar sentido al Aubru¡r, René Gcorqcs. P.trrl¡rl, 2' cd . P¡rís. 90-{ 1 M¡cMi I l¡ n. Hurh, T/rr I-ili, I I i,r |,l/-Cro¡.(r Fr rdcr i, /L
desarrollo del arte europeo en 1a segunda mitad del sielo xrx. El empe- B¡cou, Rosc'linc, Olilou R¿,lot, Gincb¡¡. 1956 Itrirtr, Lonclrcs. I90-l
B¡ldick, Ro[¡o ¡. Tlr Lilt' ,tf J ñ Fír¡,-vrarr-r. Or Michc'I, Anrl¡ó, Pttti¡ Lfu Clnt¿llt's, Prrís s L (l9ll)
ño de ignorarlo, manifestado por muchos historiadores, reduciéndolo ford 1 FrirLarrn. NJ. J955 Milncr, John, Syrrriroii-v-r ¡tnl Dtt¿dtuts. Lo¡drcs y
Bcll. M¡lcolnr. Etlr¿r¿ BtiluL--Jrürc!, Londrcs 1 Nuc- Nucv¡ York. l97l
a una especie de débil rival del irlpresionismo, ha sido desaforrtrnaclo, r'¡ York. l89l Mocn. Arvc. Eltnt! llnnlt: -llr ,rri lll/i¡1. Oslo. l95l>
para expresarlo en ténlinos qlle no resultcn ásperos. En este libro me Bónécl ire. Léonce.'l l tiL¡dot c C I t't ¡ stl t i,u t. P¡r ís. I 9-.] I Dlt'ul \'ltnch: lli,rr¿r¡,rrlE'rr-r, C)slo. 1957
Mocn. A¡r,c,
Bcnois. Alcxrndrc, r\fr¡¡roi¡:¡. Lorrdrcs. 1960 Mocn. Arvc, ELlvud i\luttlt: NLlrr¡r,¡¡rl -lr¡ir¡r,r/¡,
he propuesto enderczar varias distorsiones qne si bicn en sí no Rlrnclrt'. Jrcclrrr's-Enril!'. Pr),¡r,rits 1l a I ilititttt, I on ()slr¡. l95lJ
'ris'ras Al
son rxuy antigLlas, han sido santificadas por la continua repctición.
dres. l9-17
Blunt, Anthon¡'. 1 Phocbc Pool. Pi¡,r,i¡rr, ¡/rr For¡rr¡-
Moort'. T Snrrsc, C/¡,r/¿:r,l?i l¿r,. /? I
Nrrcvr York, (irrggcrrheinr Muscurrr 'C;ust¡v KIiDlt
, Lonclrcs, l9-l-3
propio tiempo, he intentado demostrar qne la pintura y la escultura del tit,t YL¡rs, Lorrrlres ¡ Grccnl'ich, Conn . l9(¡? rnti Egorr Sclridr", crtÍlogo tlc lr cx¡rosición,
Bronrbc¡¡. Victo¡, l"/¡r Nr,r,r/r ¡/ F/,lllrd¡. PriDcc- Nucr'¡ York. l9(r5
siglo xlx, como las del xx, deben considerarse en su dimcnsión euro- con, I966 Novotrrl. Frirz, 1 -lohrnrrcs l)ub.ri. (ir¡.v,¡r, ñiir¡rt,
Burrc-Joncs, Gcorgirrrr. ltlutotitl¡ o.l F.rltar,t Bnr- Lorrelrcs ,r Nucv¡ Yor k. l9(r8
pea rnás bien que a escala nacional. rrr-Jorrr-r, Lorrclrcs 1 N ucvr York. 90-l 1 Ornroncl. Richrrel, _/o/rrr Sr{((, S¡r¡,((,¡f, Lorrelrcs ;
Courrhion, Pictrc, Ro¡¡,¡rr/t. Lt¡nel¡cs, 1962 Nut'r ¡ Yo¡ k. l97o
Cb¡rtcris, Errn,-/o/lr Srlqrrrt, LonLlr.'s 1927 P.¡l¡rlilhc, lcrn 1 losr: L)icrrc. (;r/-v¡r,r,\l,r¿,r¡i. Lon-
Clh¡ssó. CIr¡rlcs, Lt \httttttttt s),utht,/i-vr, P¡¡ís. l()-17 tlrcs,r Ntrcrr York. l')72
Ch¡ssó, Ch¡rlcs, Iirr N,¡/ri-r,¡¡rrl ¡/¡r'i¡ .i)¿rr,,r/. Londrcs Prrís. Muserc (iuslrvc Morcru, C,¡l¡l(r(rrf -nrrr,rrnirr,
1 Nucve York. 1969 P¡rís. l9o-l
Chcstc¡ton. G K, (l F ltrl¡l¡-r, Lonrlrcs, 190-l Pcllrtlrn, J osóphin, D¡ /,¡ -r'l-.,¡tir,l d',r ¡, P¡ rís, I 9( )7
l)¡ix, Picrrc, 1 Cicorgcs lloLrclrillc, l)itsso, 1900- Pólrcl.rn, Joscphirr. Int¡ltttiL¡tt ,r i i,-.1/¡r,¡iirrr, Prrís,
1908, L¡us¡n¡, 1966 I 907
Doughty, Osrr¡ll, I l'i¡L¡ti¿tt RL¡ut,ut¡it (D¿ttt C¿- Prrlrrlrn.,Josóphin. L')tr iJtaIísti,:,ttt.t r/r),,i/i,Jrr, Pr-
/r¡ icl Ro-r-.r¡ril, 2' ccl, F¡ir L.rs'¡r, N J, l 9(n). Lon ¡ís. 909
4 dres. 1 96-l
1
210 211
KUtsrN, A LFRED (1877 -1959) MAXENCE, EDCARD (1871 -1954) 166 M¡¡luu¿. I895-1901. Litografíc. 94 x 144,5 cm Na¡ional Gallery of Ígor, 1909 Temple y aguada sobre pa- rela, 49,5 x 100 crr (.olL¡rrln l(o
133 Mirstnto dL tt solo olo, 1899. 92 El alno tlel httsqlc, h 1897 Musée x 44,3 crn. Nrsjorrrlerlcriet,
6(t,7
Cauada. Orrawa pel,50 x 7ó cm. Victoria aud Alber¡ berr V/alke¡, P¡ris
Plunra, tinrr y agrrada sobre prpcl, des Beaux-Arrs. Nautes Oslo Mnseum. Loudres
15 x l9 cr¡. Kunstk¡bi¡ret¡ Scho¡tle.
167 Dnt:a d¿ In t,idd, 1899-1900 PREVf Arl, GAETANo (1852-1920) SEGANTTNT, (;r()vANNr ( I tl5s- I li(¡))
Mu¡ich
MELLERY, XAVTER (l 8+5-l 921) Olco sobre licnzo, 125 x 190 cm 145 El Re¡, Soi, 1890-1893 Acr¡are- ROMANt, ROMoLO (l 884-1916)
Nasjourlgalcri*, Oslo l¿,35 x 50 cnr Galle¡ia d'A¡re Mo- 143 Elcastigodt'la /lirrri,r, lli')7 ()1e,,
100 On¡lo Acuarelc, lápiz 1 riza so- 147 Lnjnio, 1904-1905 Lápiz, sobre cartón. 40 X 7-l cnr l(unsth.rLrs,
KUPKA, FRANK 871-1957) bre papel cor) soporrc de c¡rrón, 168 lrc-r L,tnpas dt la tuju, 1894. deora. Milá¡
47 x 6l ,5 cm Musei Civici, Bresci¿
( I
OIco sobrc lierrzo. 16.1 x 250 cm. Co- Zurich.
9(J,5 x 57 c¡rr Mr¡sées Rol rrrr .lcs
118 El ¿ln¡ d¿i i,/0, 1898 Acuarcla. Be¡t¡x-Arrs dc Bclgiqrre, Brusclrs Icccicjn R-rsnrus Meycr. Bc'rgcn. PRIKKER, JoHAN rHORN (1868-1932)
RoPs, FÉLrclEN (1833-1898)
x 34,5 cm Nrrodní Galerie'.
-34,5 l6t) .lutntrtmr¡,1r. 189J. óleo sobre 151 Ln nnio,1892-1893 Óleo sobre sEGUrN, ARMAND (1868- I 90.1)
Praga c¡rlóD, 69 X 43.5 c¡rr Mu¡rch Mu- Iierrzo, l4o x 88 cm Fu¡d¡ción Kró- 155 Los nttnstruos 1'Cárrsi-r) De la se- 83 LasJlores del ntal, 1892-189-l ()ie,r
MILLAIS, SIR JOHN EVERETT (]829- rie Lcs so¡ailiqil?s Agualtrerte,
896) sc'urn (OsJo Konr¡rrr¡rcs KunstsJmliD- lle¡-Miillcr. Ottcrlo sobre lienzo, 53 x J5 cr)r Coleccr,,n
LACoMtsE, C;EORGES (1868-191 a'
r
25,ó x 18,9cr¡ BibJiothdqueRoyale,
gcr), Oslo Josefowitz, Striza
8l Sa¡rtr María Ma-gdalun, 1897 Ta-
.]U E/_rc(¡r'¡¡ ,lt l¡ p¡l,,ttn ¿l lr,¡, puvrs l)E CHAVANNES, PTERRE (1824- Bruselas
1851. Olco.obrc lienzo, 8R \ 55 (rr. osRERr. ALPHONSE (1857-1935) 18e8)
lla e¡ nr¡de¡a. 105 x -12 cDr Musóe
RossETrr, DANrE .;ABRTEL (l 828-l 882) sEoN, ALEXANDRE (1857-1917)
Ashr¡ole¡¡r Museunr. Orford 87 L,r liritil, I8()2 Óluo 50brc li('rr- 62 M¿di¡atióu, 1869 54 x 37
des Bcaux-Arts, Lille cm
90 La dcscspcrarión tle ln Quirtun, h
-12 Si¡ /-qlrl¡¡a-r t¡tlnttdo tl rí0, 1857 zo, 279.5 x 180.5 cnr Colccciól Fundación K¡óller-Miiller. Ottc¡lo 33 Eue ancilla D¡niti ( La Antmio-
rnír), 1850 Licnzo nro¡tado sobrc t¡- 1892 Colección Pierre Elie Fla¡rand.
LA ROCHEFOUCAULD, CONDE AN- Oleo sobre lienzo. 12.1 x lTfl cDr Por Mlle Yolandc Osbcr¡, P¡rís 63 Degollatih de sail Junil Bailisla,
rotNE DE (1862-190{)) cortesí¡ de los acl¡rinistr¡dorcs clc I¡ 1869 124 x 166 cm Barber [¡rsriture bl¿,72 x 42 cm. Tare GalJery, Lon- París
86 Satro Lttín, h 1892 Ó1..o sobrc' L,rdr Lcr.cr Arr C,tllcrl . Porr Su¡- PALMEn, SAMUEL (l 8()5-l U8l) of File Arts, Uoiversiry of Birming- dres
sÉRUSTER, PAUL (1865-1927)
lighr 2J El h ham 34 Lrr crTorrsn/cr ,lc sat Ju.qt y la pit
licrrzo, 85 x 67 cnr Colección Mlle nau:¿ut¡ 18-1() Plu-
rrrrí.qico,
x 34 72 Paisnic: ¿l B,'i¡ ¡l'Auour (El ¡ali:-
nra, rirrra chirra y rcrrarcla, 3-1,9 X 64 EI hiio prócligo. h 1879 Lie¡zo, esa Sabtd. 1857 Acu¡rcl¡, 3.1
H Bour¡ric. Pa¡ís
cnr Trte Gallery, Londres. rrrár7,1888. Olco tabla. 27 . l2
MTNNE, GEOu(iES (1866-1941) 27,-3 crr. Reprodrrcido con pernriso de 106 x 146 cm National Gallcry of Art, 'obre
98 Fuutt' r¡t¡t los ¡duri¡ri<trcdorcs dcl Firzrvilli¡nr
'lflashington, Chesrer Dale Collection. 35 Bo,n hesorl¡, 185(). Olco sobre t¡- crn Coleccici¡r de l¿ familia Deni".
LASKE, osKAR (t 874-t951) i¡í1,¿1¡ps ¡ttLdillúos.
1898. l9Ub M jr¡rrol: alrLrr¡ dc l.rs figrr- Museunr, Canrbridgc 65 El pescador polt¡r, 1881. Óleo so- bla.34 x -ll cm Colecciórr Mrs Su- Saint-Gernain-en-Laye
176 L¡ n¡u r/r, /t'-r /tr¡os. Tenrple so- b¡e lieuzo, 192 x 155 cm Louvrc, zettc M. Zrrrcher Chicaco. 75 Paul Ratt¡t¡n ¡,es¡ido de ual¡i, 1890
l¡re l¡c¡lzo. l()5 x l.lu cnl. ósrcrrei- ¡¡s, 77 cnl Folkrv¡nq-Muscunr, Es-
scll PrcAss(), PABL() (1881-l 97-3) París 3b Dautis nu¡t,185q. óleo sobre r¡- Óleo sobre tela, 60 x 45 cm Colec-
chische G¡ledc'. Vic¡a bl¡, 75 x 81 cm Ta¡c Gallery, Lon- ción Mme Paul Ra¡son, P¿¡ís
171) Et'otncitítt, l90l óleo. 148 x 66 El vrcio,1883 Óleo sobre lienzo,
dres
LURFNA, CLAUDT() nL (160f)-1682) MOREAU, cusrAVE (1821r-1898) 90,-l Musét' Na¡io¡ral d'Arr Modcr¡rc, 80 x 100 cm Louvre, París
37 A!iltc Sytinca, 1877 Óleo sob¡e srucK, FRANZ voN (1863-1928)
l) Pai¡ait .oü (l ¿il!(l dpotc(it:ttd¡jc t 49 Flot ní¡tin Licnzo, 233 x l-38 Pa¡ís Iienzo, I83 x 107 cnr Ciry Art Galle-
RACKHAM, ARTHUR (1867-1939) 134 Fauttts /¡rri¡ar¡do. 1889 Óleo so-
.{.gar, h. ln70 ólco sobrc Iierrzo, crr¡ Musc:c' Crrsr¡vc Morc¡r, P¡rís 180 Cofl$duoollnr dt pícdr¡s prc-
tt¡.il ries. Ma¡rches¡er
50 Jripín ), St'itlflt, 189(r Lie¡zo, ritr-ta-r, l90l . Olco sobre lielzo. ll8 Los doncellas tlcl Riu at,¡¡ueu¡atdo bre rabla, 86,f x 149 cm Neue Piua-
107 x l.+0 cm Alre Pinakothek, Mu- Alberíe, 1910 Acnarela
213 x 118 crn Musée Gusravc Mo- 6-1,5 x 53,3 cnr. Los Argcles Counry
a korhek, Mu¡ich
nich Roussfl. KER-xAVrER (18ó7-1944)
rcau. Pa¡ís Museunr of Art, Mr. a¡rcl Mrs. Gcor- RANSoN, PAUL (1864-1900)
135 El l,eso de ln Esjt.qc, h. 1895.
MACDONALD, FRANCES 51 La nparkitíu, 1876 106 x 72 cnt gc Gard dc Sylvr Collc'cion 77 La sicstn de ut -lnuo, 1919 The Oleo sobre lie¡zo, Museo de Bcllas
MACNATR
Louvre. Perís 181 S¿/rrrrl ddtt:aldo atttt Huodc:, 74 Ctisto y Butlo, I 1890 Óleo, Museurn of Modenr Art, NrLeva Artes, Budapesr
(1874-1921) 67 x 51 cm Colección Mr y Mrs
52 Poctn oraúc Ltenzo, l8l x 14'l 190J P¡¡¡1¡x 5".", 39 x 34 cn¡ York.
l)5 El iattlfu a la lt: d¿ la lun. h cnl Mr¡sóc Gtrsl¡ve Moreau. P¡ri: 182 A¡thu¡ G Altschul, Nueva York STURCE MOORE, THOMAS (1870-)
1895-1897. Lápiz y rguada gris y blan-
Prró¡z-r illh) al ut¡t (Tro.qúia), RUBENS, PEDRo PABLo (1 577-l ó40)
ca (obre pJpel trrnspareilte nrrrrcin,
53 Hafu roa gri/irrrrt Lienzo, 212 x 1903 Oleo sobre tal¡la. 105.4 x 69 REDON, oDtLoN (1840-1 9l 6) 113 Visifu cle Jotoho I de Esroria Pu-
120 cm Musóc Gusr¡vc Morc¡u, crl N¡tiorlal Grllcry oF A¡t, Was- llJ Enriqrc IV tuil¡icmlo
rctrorc de tl blicada en The Diql, n'5, 1897 Xilo-
31,8 x 52 cr¡ Univcrsidad de Glas- 55 Ofeo, h 1913-1916 P¡stel, Moin de MLtdúis. l6fl-1615. Óleo so- grafía
P¡rís hiDgtorr, Chesrer Dalc Colledion 70 X 57 cm Clevela¡rd Muset¡r¡ of
golv, Colección Macki¡1tosh bre lie¡rzo, 394 x 295 cr¡ Louvre,
54 Los pttttnlicnf¿-{, 1852 LieDzo, 183 Mnut dL Atlquín. l,)U5. Agtrr- Art, dooación de J H Wade
381 x -3-18 cnr Musée Gr¡sravc'Mo- dr sot¡re r¡bl¡,6ü x 9.3 c¡t. Mr. r¡ld Pa rís TrEpoLo, cJovANNr tsATTtSTA (1692-
MACKINTOSH. MARCARET MACDO- 57 Honteua-ic o Cuyn (prinrera lárni- t770)
NALD (1865-19..t3) reau. P¡rú M¡s Paul Mcllon Collecioo ¡ra), 1885 Litografía, 29,1 x 23,8 cnl
184 I,'itln, 1903 Ólco sobre licr¡zo. sARGENr, JOHN STNCER (185ó-1952)
Bibliothéque Narionale, París 15 Dos nagos ),nt nucltacln, 1755-
114 El iortlíu rfu Kysreriott. h 19O6 MosER, KOLOMAN (l 868-1918) lL)1 x 127 c¡rr Clcvcland Muscunr of 120 Astartó, h 1892 Aprox 213,5 x 1765 N'l2 de la serie dc los Sr/¡er:i
Lápiz y acuarela sobre papcJ trarrspa- 58 Laaratia ¡o¡r¡ie¡¡le, l88l Carbón, 174.5 cnl Por corrcsía dc los ¿dmi¡ris-
175 L¡ Inil¡riua Loic Fullcr. AcuarcJa y Art, lcgrdo de la H¡uua Fu¡rd 49,5 x 39cm Louvre, París di_fatasia G¡abado, 14 x 18 cm. Por
rente nraLrón, 28,8 x 8-1,5 cr¡ Uui- 185 t¡adores de la Bos¡o¡r (Mass ) Public
riza, l 5 x 21.7 cnr. Aibcrtina. Vier¡¡. Los -rr/ti¡ri¡¿r4rii-t, 1905 Lienzo, 59 Cabeza de nt wórtil, 1877 C¡r- co¡tesía de los ¡dmi¡isrradores del
vcrsiclacl de Glasgorv, Colccciórr M¡c- 212,8x 221),6 clr. Nariorrrl Grllery Library
bón. 37 x 36 cm. Fundación Króller- Brirish Museum, Lond¡es
ki¡rtosh MUNCH, EDVARD (1863-1944) of Arr. Washingron, Chcs¡er I)¡lt' Müller. Orrerlo scH[ELE, ECoN (l 890-1918)
MANET, ÉDouARD (1832-l 883) 11 Srlphauc.\4olln ¡r¿:. 18q6. Lirogr¡- Collecio¡ 60 El ¡arr¡ tlar rh .4po1,,. ito¿n pot rrzrANo VECELLTO (l 1487/1490-
fir, x l9 cnr. Arr l¡¡rriLr¡rc of
.10.5 tntto ftballii, h. 1905. Oleo sobre 177 El cndutal y lo not-io,7972 1516\
1J Sr:phattc Mnlluuti. I876 ólco PIITANESI, a;tovANNt tsATTtsTA (h 70 x 80 cm. Colección privada, Vie-
sobre lie¡rzo, 27,5 x 36 cm LoLrvrc,
Chicago, lonelo Sranlel Ficld lier¡zo, 6ó x 8l cm Mcrropolitan 4 Alegotía de lo P¡rder¡rin Óleo sobre
162 EI grito, 1895. Li¡oerafí¡, r 720-l 78{J)
lie¡zo, 75 x 67 cm Narional Gallery,
P¿rís Museum of Arr. Nueva York 11e
35,2x 25,5 cnr. Roscrrrvald GaJlery l4 Pt isitín ¡,¡u ntulo i,tlt:nl. )745 Dc 67 Ln rutetLe retfu, í 1905-1916 Lond¡cs.
SCHUFFENECKFR, CLAUDT_EMILE (1 85 1-
MANIE(iNA, ANDREA (h 1431-15Ct6) of Arr, Washingron, Lessirrg Collec- ia se¡ie L¿-s pll-ri,,rlr-s Agua[ucrte Por Óleo sob.e cartóu. 57 x 47 cr¡ The 1934)
9 Auor sa.Qrad.o y nnor proJano. h.
lroll cor tesía de los adnri¡is¡r¡dores del Museum of Moderrr Art, Nueva 1515-1516. Oleo sobre lierrzo.
6. P¡ntn:o (dcrrllc). h. l-lgU-l+q7 163 Lo níia urli'rra, 1896 ólc'o so- British Museunl. Loudres York Colecció¡ Mrs Be¡trarn 82 Le Lolú\ ú/ut Proyeco para la 275 x 719 ct¡ Galleria Borghese,
OIeo ¡ rerrrple sobrc lierrzo, bre iienzo, l2l x 118 cnr Nrsjonel- Smi¡h portrda de ilDa revi5r¿.^Lápiz.6l x 46 Roma.
160 x 192 cnr Louvre. P¡rís grledt, Oslo. POrNr, ARMAND (l8ar0-1932) cnr. Galerie des Derrx-iles, París
161 Ln vo:, 1893 óleo sol¡¡e' lienzo. 89 La shu¡t.1897 Óleo sobrc ¡ebla. RtcKErrs, cHARLFS (1866-1931) rooRoP, JAN (l 858-1928)
MARC, FRANZ (l 880-1916) q0 x 7[) cnr Piccrdrlly G.rllcry. I on- scHwABE, CARLOS (1866-192ó)
110 x 88 Museunr of Firre Arrs. Bos- ll1 Eu ln Tebnidn, 1894. Ilrrstr¿ciórr 153 EI dulina de la-fe.1854 Boceto ¿l
142 El utoliuo urht.iarltt, 191-l óleo, rorr, fondo Ellcu Kclle¡an Gardncr dres. del poema de Oscar Wilde La Esfinge 84 Car¡tl: Salól de la Ro¡¿ * C¡oir. carbón Rijksnruseum, Aústerdam
130,5 x 91 cm Arr Insrirute ofChi- 165 V,turltito, 1896-1902 XilograFía 1892 185,5 x 81,5cm PiccadilJyGa- 754 Las ues r¡o¿la-r, 1893 Dibujo co-
cago, Artlrur Jerome Eddy Memorial Much Museum (Oslo Komnruncs PRENDETTGAST, MAURTCE (1859-l 92+) RoERrcH, NIKOLAI (1 87 4-1947) lJery, Londrcs loreado, 78 X 98 cm Fundación Kró-
Collection Krrnsrsanrlinger), Oslo 122 5 93 Ln Vi1et ller-Miiller, Otte¡lo
La iira, 191 Ólco sobre licnzo. 127 Escerrografía para El ptítrtipc tle las lilas, 1897 Acua-
212
213
vALLOrroN, ffux (1 8(r5-1 925) WATTEAU, IEAN-ANrorNE haus, Zurich Présraltro de Ia Fund¡-
(1 68.+- I 721 ) Chesrc'rtoú. G K -+7 Hevesi, Lrrdrvig 196 Mexence, Edgrr I l5; r/-?
11 J K Htl:u¡¡tr-r, dibLrjo o la tinra 1i Pntda Llr l¡ i¡la dt Cittn (El utr ción Gortfricd Kellc¡ Chirico, Giorgio dc 166 Hilron, Tirroth1,4.l Meller¡, Xrvicr 122. l2+'. ll)0
chine, 12,8 x l0.f cnr Muséc dcs ltarcr put lt islt rlL Cirtrd), 1716-1717 Hoclle-¡. Fer-ciirr¡nd I 19. 162, 20f), 20-l Mcnrling, [Jans 173
ltlcrux-Arrs. L¡usrne Olco sobrc licnzo. 127 X l9l c¡l WHISTLEII, ¡AMES AI]B(II I M(:NEILL
D¡rld. Rich¡rcl 31-35 29 110, t1t Miguc-l Augel -l-1. lll l17
78 Inloluttí¿,1896 (lrrb¡do Muséc Lou vrc. Prrís ( 18.1.+-l eo.]) d¡ndisnro 53, 5-+, 122, l-1+ Holst, Rol¡nd 172; /i2 Millris. John Evc'r tr -l(r. lli -l I . I l7:
des Be¿rrx-A¡ts. L¡us¡na D¡r'ies. Arthur Borver l.{-l: ./2J Honrcro -l-l J0, 32
WATTS, (;E()R(;E FtLt)ERICK (1817- 119 L,t uii¡ ¿! l,ltuEn: Sittliurit ttt clcc¡clcntcs 5l-5+, 174, 198 Hugo, Victor 28:2J Millc't, Jean-Frrnqois 7 I
vEr)l)ER, ELIHU (l 83(r- I 92-1) r 901) ltl¡to tt. 2. l86l ólco sob¡i lie¡zo. Dcl¡croix, Eugéne 30 31. (rl, (rl, 71, Hu¡t. Villirnr Hol¡r¡n -ll>. 127; Jl Minnc, Georgcs l2-l: 98
38 5-l x 75 cn) Ttc Grllo'y, Londrcs Rl *4.2, Huysrrrrrrs. J -K 5l-52, 51, 6+, 71, ,,\fi¡ /,t!¡¡,r,vla r,¿d-{. MLrrril(, (lL Ar(
121 L¿ Sil¡il¡ dt Ctnu¡. 1874) Thc E/ r¡r'rirlt,r ¿L'l ¡1ilil¡ot. 1885-188(r
Dctroir Ltsrirrr¡c' of Arrs Ólco sobrc lierrzo. 106 x 70 crl T¡rL' l)clvillc, Jc¡¡ 111)-122, 12+. 17, 94, 95 72, 74, 82. 81. I 0, 1 7.1, 7.1. 1 98
1 1 Monct. Claude 3-l
Grllcry, Lonclrcs wrLr)r. At )()LF() ( I t36t3- I 9-j1 [)cnis, Meurice 75, 78. 96. 100, ]02, Monte'sr1uiou, condc llr¡tre rt ,1. 5I 5l
)
J') EI tlttt 1' lt ttttttttr. ¡8x7 ()lco l0-1. l.l0; 7J lbserr. Hcn¡ik 201 Mortlrs, Jcan 5-1, 58
vRúBEL, MllAiL ( 185(r-1 91t) l-l(r Ro-v¡ri¡r. l9l5 Mír¡rrol. -10 x Dcsl¡outin. M¡¡ct'llirr 115, I l7; 88 inrpresiorrisnro 56. 7-1, 91. 95, l.l-1, Morcru, Gustrve 12, -31.50. r,1 r,,).
sobre licDzo, 2+7 x )17 cnr Trtc (l¡-
125 Ln dtu:,tdt'h¡rr¡¡r. 189[) Acu¡- 50 x 25 cr)r Colcccitin V¡nni Schei- l)irghilcr,, Scrgc dr- lJ6-1.{7 171.193 7t,7J,75,7ú, 81, I15. It,). [..]
llcr y, Lorrrc's
rel¡ sobrc prpt'l MLrsco.uso, Lcr)jn- l,illcr. Mil:ín l)ortr. (just¡rt' 28: 2./ Ingrcs. Jcrn-Arrgusrc Dotttitric¡uc l-16, l+1.113,116,1+s. t50 t5l
J0 E/,\.[i¡ror,¡r¡¡0. h 1877-l8lJ6 (ilco -10
grrrlo sol¡re licrrzo, I 17 x 9-l c¡r T¡rc Gr- l)ouglrs, Lorrl Alfrcd l-3-] Isabey. Eugine'71 l8l, 186,2(l-l;49-j./
lle-r¡. Lorrclre-s ZE(i(iHrN, VrTt ()lU() (l 878- I t)17) l)orvso¡, E¡¡rcst l(JJ Morr is. Willi¡nr,+-l-4+, l -12
vurLLARr), Ét)ouAtrD (187f) 195-l) l)ubai, Johrnncs I 91 lrporrri-vrir l-10 Mosc¡. Kolorrren 197: 17,í
111 Típtito lc S¡lott[, l9o9 1912
81) ,V/i,ri,r Srrt y ftli. I'¿liornr¡¡. 1899. wElrl, 8fi2-l9I 2)
ALBERT (1
Terrrl'le rohrc t.trto¡r. l.l y 11,5,
Duccio, Agosrirr<> rli 8; J Jrrrl', ¡¡¡t".¡ Mrrchr, Alphonsc' 12.1, J (>(r
Dujrrciin. Erlou¡rrl 58 Jugendsril ',-t200: ¡,tr,r-v' l,l¡rititir Arr
I6-.1. Munch, Eclva¡cl 56, 87, l8-l-lrll, l')7
OIco sol¡rc trbl¡. 6ti x 5l cr¡r. Mrrsée 137 Las hijas r/r/ rry, J901. Tcnrplc 2-l x 7,5,2-l x 7,5 cnr (hilcri¡ Mar- l)Lrl¡c. Eclnro¡cl l-.)8 Nou vr'¡rr 2tt1:11, 162-169
N¡tion¡l tl'Arr MoJcr¡rc. P.rrí. sobre t¡bl¡, -12,5 x 1.1.5 crrr. Kr¡rrr- trno Trrrín I)urrro¡t-Vilclc¡. Louis I 22 Munelo clt'Artc, grrLpo (Srn
l)urcr o, Albcr ro 1, 33, 72:
1 7 K¡hn. (lusr¡vc 58 Pccrsburuo) l-{6-J,18
Krndioskl. Vrssill J58-159, J(r2: /-19 Milntcr. (l¡briclc 158
Procedencia de las ilustrac¡ones Errric¡uc IV, rL')r dc Fr-rlc r lo Khnopff. Fcrrrrntl 122. 127. 12+. 1,
Errsor. Janrt's 122, ll¡3. 173, 175-131, 96, 97, 9t) N¡bis 8-1, 98, tLr0-106, ll-1, l-16. l-17
t83-. t56-1ó1 Kli:rt. Cius¡¡v l6-1. 186, l9-l-198, N¡tanson. Th¡dée 102
ACL. B¡rrscl¿s: 15(r Archives Photo- Drr¡¿nrl-lltrcl, P¡rís: 69 (iir¡uclorr: (r. scunr of Modcrn Arr. Nucv¡ York: Euge-nir. cnrpcnrriz dc Fr¡nci¡ l-39 2t)tl; 170- 171 ¡rrrurrlisnro 5 ], 7l
graphirlrre's: 51 Baycrische Strltsgt'- t0, -12, -+3, 65,70,72,79,80, 126 So- (rl Muscics N¡rion¡ux: l-l Nrtional cxprcsionisnro 162, 189. 2(n) Klingcr, Mrx 153, 157, 193: 132 n¡z¡rcnos -J5
nriildcsanrnrlungen; 12. 97, l7-l Bu- Io¡ron R Grrggcrrht'inr Muscunt, CirJlcry of Art, Wrshingron:18-j Pic- Kloos. Willcnr 168 ¡rc'ocl¡sicisnro 33
lloz: 22. 23, 2-1, -{6. -19. 5t), 52, 53, 51. Nucv¡ York: 170 Histo¡ischcs Mu- crelilly Grllcry. Lontl¡es: ll2, 85. 86, Frbr y, Enrilc 121 Kokoschkr. ()skrr 2{)0; 178 rrcoplrtonisuro I 1, 12, 16, -l-1, 6ll. 91,.
l¡s:94. 95 John Frccrrrrn: l-l Gelc'ric sou: 9 Mc1cr, Vicn¡: 172. l7l¡ Mu Fl¡rrbcr¡. Gust¡r,c 66. 72, 7+. 1o9, 122 Lrcorrbc, (icorgcs 10(r; 8/ Nic¡zschc, Fricdrich 184, 201
Flrxnran, Jolrn 3-3 L¡skc. Oskrr 197: /76 Noncll, lsid¡e 20-{
Frlgorrard, Jcan-Honoró l0-3 L¡vrl. Chrrlcs 9l
Fricrl¡ich, Crspar Daviel 28, 150; /9, LccoDtc rlc Lislc (Chrr lcs-Mrr ie ocultis¡ro 52, 9f), I 10
lndiCg de nombfgs Lt¡s tttittrctos L,u ttrsird t()urtpt)udut ¡ /rr-r r/r /,r-r íltstri(it)n¿\ 20 Lccontc) 122 Osbcrt, Alphonsc 114, 118;87
Fusr'li. Henry 26-27; 17 Lcighton, Lord l-j0
futu¡ismo 162. l6ó Lcs XX, grupo dc (Bdlgicr) 71. I 22. P¡lrrer, Sanruel -J-{; 27
Al¡r¡ T¡clcnr¡. Sir L¡r¡trrcc 122 Bl¡kc. Willi¡¡rr -3.1-.1+. -15. 1),75, 129: 81 ron, Lortl -10, -l I i I I 2-1. I 67 I (r8. 11 I , 177, 175, 178 Pechstein. M¡x 162
Anrrn-Je'rn, Erinroncl I 18; 9:/ 25 Gauguin, Paul 51,56,57,58, 59, 61. Lcylancl, F R 11t) Pól¡clrD, doc¡or A[¡ouin ]09
Angclico. Frr J7 Blrnchc, Jrcqrrcs-Enrilc 59, l -.lli Crllr'rr, Ecls ¡rd -l-l: 2ó 7+, 81, 91-98, 10.1. 106-l(J7. 1 t.{. Licbe'r¡rr¡nn. M¡x I8-l Póhdrn, SárJoséphiD 15, 52. 51. r,7.
Annunzio. G¡b¡it'lc c]' l6-3 BI¡uc Rci¡cr. grupo J59, 162 (l¡rr¡lc¡¡o. Antr>llio 2J I 58, 201; .15, 68, 71 , 76 Lorcur. Cl¡r¡rlio dc l9-20: /2 83, t09-l12, IH. I15, I17. l]].
Anqucrirr. Louis 91 Blrvrrskl. Mnrc l{)6, l(r2 (l¡n¡.rcuzi'ne-, prirrccsr i31 Grtrricr, Théophile 66 121,168. t71, t72,173
iinlictros', los -14 Boccio¡ri, Urrrbcr¡o l6(r: /-19 LrpriLLio 24-26 Gcffroy, Gustave 87 M¡cc1on¡lrl. Fr¡¡rce-s MacNrir l -17; Pb¡l¡nx, ¡sociació¡r (Munich) 51'3 1
Ar¡ Nouvc¡u -l-1, 102. l2l. l-3-1. l-36. Biicklin, A¡nolrl l+7. 150-15-1. 157. C¡rrii'rc, Eusinc ¡i5-31J. llJT:-/6, ó7 Gór6nrc'. Jcrn-Lcron 71, 72 n5 Pjc¡sso, Prblo 81, 196, ?01-lo5; /7e
l-18, I l¡-1. I 66. l9l 162,166:129-l-tl C¡s¡qcnr¡s. C¡¡los 2f )-l (ihc1'n, Jacqucs de I I M¡ckin¡oslr. Ch¡¡lcs Rc¡nic l -16-1 -17 185
Aub¡u¡r, Rc¡rci-Gcorccs Il{). 1I7 Borlnrcr. Johrrrn,jrLkob 2-1. 2-l Cóz¡rrrrc, P¡ul 75. Ii5 CJiorgione 8, 14-15, 16, 21. 25, 14+;8 19.1 Pincrrs-Witrct, Robert I l0
Auric¡, Albcrt 59, 6l bohe'nrio. nrovinrie'nto (Crisrirnír) lll-i Óiurlionis. Mik¡lqus lll): /-i.9 Glrsgorv, cscLLC'l¡ de (Art Norrvcrrr) M¡ckirltosh, Mrrgrrcr Mrcdorrrld Pir¡¡csi. Giov¡uni B¡trisr¡ l l: /l
Bolclini. Giov¡nni -12 Colcriclge', Srrrtrcl Trllor 28 t-16- 1.17. l9.l 1J7: 1 14 Piss¡r¡o, Camille 91. 92
B¡ks¡. Lóon 116, l5l): 126 Bon¡¡¡cl, Picr¡c l0l). l0l-103. l-19;79 Conclcr, Ch¡rlt's 2 I . i-38- ll0. l-+6, (ilolrrec, Maric'-Jc'arr nc 9 1 MrcMillrn, Hugh 50 Plotirro 1 l. 12
B¡llc¡s Russcs l-18 Bonnat. Leio¡r l8J 163; I 16 Goncorrrt, he¡¡rrarros 21, 139,173, 17+ M¡cNeir. Hc¡bcrr 137 Poc','Edgar Atlan 179
B¡llu[fc', Aucusrc 82 Borísov-Musírov, Víkror l-l(r: /2J Conscrblc, Joho -3-1 Gorin. Sranislas 7l Mac¡c¡linck. Mauricc 2{)l Poi¡rt, ArmaLrd 1 15, I lll; f 7
Brrbey cl'Arrcvilll,J -A 1r)9-l l0 Botticc'lli. S¡nclro I I 12,15, 127, )7O: consr¡uctivisnro I 9-l Goyr y I rrciertes. Fr¡rrrisco du 15- Maillol, Aristidc l0(¡ Ponr-Aven / Lc Poulclrr. <r Lr¡'r, ,1,
B¡rrdclrirc, Ch¡rle's -lf). 5-1. 122 -t Coror. Jcrn Brptisrc-Crrnillc 7l 26, 153.. 16 Mall¡rLrré. Stéphrne 15. 5.1 57, 58, 107,114,158
Bcrrdslcl, Aubrcl 12,21. 12-j, Boull¡n. Abbó lll) Corrcsgio, Antonio I l2 (lrc'i¡rcr, Otto 153. 157:, 1 36 74, 8.1, 98, 102, 184, 20(r Pope, Alexandcr 1.i-l
t32-l-35, t-18, t+0, Ht, t50, 172. Bou¡dcllc. E¡trilc-A¡rroi¡rc II lJ Cossr, Fr¡nccsco tlcl lJ:2 (ir crrzc, Jcarr-Bapriste 87 Ma¡rct, Edorrard 56-51. )81; 13 postimptesioDisn)o l +-1. l')l
186. 19.1, l9l,2t)0,2|+-.18, I12, lJ¡¡Dcusi. (lonsr¡ntÁ l(¡7: 1 50 Couturc. Thonr¡s 8l (lu¡ir¡. Sr¡nislas de I l0 ¡ur¡rie¡isnro l.l-J Poussi¡. Nicol¡s Sl
117 Braquc, (icorqcs 196 Ct¡ne, Wrl¡cr l.1r). l9-j, l9-l; 106 Clu¡rdi. Fra¡rccsco 24 Mentesn¡, A¡drc¡ 12. 63,61, 127; ó Polnter, Sir Frcrlerick I ltl
Bcnois, Alcx¡nclrc l-16: /28 Brt'sdin, Iloclolphc 7l-72; -íó cul¡is¡ro 109. l-l-l M¡ntz. P¡ul 82 Praz. Ma¡io 6-1
Be-rlin. Sir Isri¡h 2.1 Brr'ton. A ncl re: (17-68 H¡ltrrn¡nn, Werner I 6t) M¡rc, Fr¡¡z 159, 162.142 Prendergast, M¡Lrite Il5 Ilr,, /"
Bernarcl, Enrilc 7-1, 91. 9-3, 95. 9(r. Burnt'-Jones. Sir Erls,¡¡d 12, +-1, ..1-+, -l(r, Ch¡rtcris. Er rn l-l-l Hcckel. Erich ll¡2 Mrrghrritor:c ll2 prerrrfaclistl, hentrrr,l t,l I \ n, \s
|+..70 50, 63, 9-{. t22, t2-1, t27-t.l-1. l-18. Ch¡ssel¡i¡u, Thúociorc -ll. 6.3. 8l; HcgcJ, Fricdrich l2 M¡rine¡¡i, F T 109, 166 .lo, ll5, [], tr.t, l1r. I t,,. I ,r,
Bcs¡nt. Annic l0(r ()
l-ll. l9l.20l: 101-105. t0/--109 21 Hcrrfo¡cl, nrarquds dc 1-j9 Ma¡isse. Hc¡rri (rJ I +.+, I 58. I r,s. I I
21.4 ]l.5
Previati, G¿etano 163; ,45 Sacchi, And¡ea 112 Temryson, Alfred Lo¡d 47
Prikka, Joham Thotn, 171-172; Salmon, André 205 Thaulow, Fritz 183
151 Salones de l¿ Rose * Crolx. véase Tiepolo, Giovanni Battista 24, 25-26;
Primaticcio, Francesco 112 rosacruc6mo 1)
Proust, Marcel 54 Sargent, John Singer 144;120 Tiziarro 10, 16,82;4,9
puntillismo 114 Sartorio, G.A. 1ó3 Toorop, Jau 119, 137, 167-168, 170-
Puvis de Chavanues, Pier¡e 81-85, sat¿nismo 51,52, 174 172,194;153, 154
87, 92, 112, 114, 139, 143, 146, Scheffer, Ary 81 Toulouse-Lautrec, Henri de 91, 138-
162, 204,205: 62-66 Scheffer, Henri 81 139,204
Schiele, Egon 198, 200; 177 Tour, Maurice-Quentin de Ia 86
Rackham, Arthur 138: 118 Schopenhauer, Arthur 12, 63, 92, Tunrer, J.M.W. 33,75, 87
Rafael 33 201
Ranson, Paul 100, 1021'74 Schufferecker, Claude-Emile 106; 82 Vallotton, Félix 103, 114l' 41, i8
Redon, Odilon 12, 28, 51, 56, 66,7l- Schwabe, Carlos 124; 84, 9j Van Gogh, Yi¡cent 91, 172
78. 81, 88, 107,162.167,168, t7s, Schwiod, Moritz von 35 Vanitas (bodegó$ 18-19
1,86,203: 55, 57-61 secesionistas: Berlíu 184; Munich 155, Vedder, Elihu 144; 121
Revue blanche, La 53, 103, 184. 203 163: Vieua 193-200 Velde, Hen¡i van de 171
Revue indépetdaúe, La 58,139 Segantini, Giovanni 162-163; 1 43 Verhaeren, Émile 74, 171, 180
Reyuolds, SirJoshua 33 Séguiu, Armand 107;83 Verkade, Jan (Dom Willibrord) 158
Ricketts, Charles t2, 135-136, 139: Séon, Alexandre 115; 90 Verlaine, Peul 58, 168, 171
111 Sert, Misi¿ 102 Vinci, Leonardo da 64, 127
Rilke, Rainer Ma¡ia 204 Sérusier, Paul 95-96, 98, 100,107'72, Yrúbel, Mi.iafl 146;125
Rimb¿ud, Arthur 54, 58 75 Vuilla¡d, Edouard 100, 102-t03: 80
Rochefoucauld. conde Antoine de la Seurat, Georges 1 14, 203
110,114;86 Shakespeare, ü/illiam 23 Wagner, Richard 63, 92,96,134, 138,
Roerich, Nikolái 149 Shannon, Charles 136, 193 147, 171, 201
Romani, Romolo 163; 147 Signorelli, Luca 127 Walden, Herwarth 200
¡omanismo 54 sintetismo 95 Watteau, Jean-Antofie 20, 139; 1j
Rops, Félicien 122, 157, 173-175, 198; Sizerame, Roberc de la 46 'Watts,
George Frederick 47, 49-50,
155 Sme tham, James 42 117; i8, j9, 40
rosacrucismo 67, 109-124, 139, 162, stead, fü.T. 49 Welti, Albert 157-158, 162; 137
163, 168, 181 Steinlen, Théophile Alexandre 204 'IVhistler,
James Abboa McNeill 56,
Rosenkreuz, Christiau I 10 Strindberg, August 184 140-141, 172, !93; 119
Rossetti, DaDte'Gabriel 35, 41-43, 50, S!uck, Franz von 155,157:1J4-135 Wilde, Oscar 133, 135, 136,143-144
140,172: 33-37 Sturge Moore, Thomas 136; 113 Wildt, Adolfo 166: 146
Rouault, Georges 64, 118 Sturm, grupo Der 200 'Wind,
Edgar 11, 12, l5
Rousseau, JeanJacques 88 suuealismo 67, 174
Roussel, Ker-Xavier 100, 1O3; 77 Symons, Arthur 75 Yavlenski, Alexéi 158
Rubens, Pedro P¿blo 18, 178; l0
Rubürstein, Ida 148 Tachtigers (grupo de escritores Zecch,in, Y itorio 1 63; 1 44
Ruskin, Johu 140 holaudeses) 168 ZoIa. Emile 54.64