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EL PROFESIONAL CUMPLIDOR

Cuenta la historia de un hombre que, mientras agonizaba,


tuvo la impresión de que era llevado al cielo y presentado
ante el tribunal.
- ¿quién eres? Le preguntó una voz.
- Soy el profesional cumplidor, respondió él con
orgullo.
- Te he preguntado quién eres, no que cargo ocupas.
- Soy padre de 4 hijos.
- Te he preguntado quién eres no cuántos hijos tienes.
- Soy un reconocido profesional.
- Te he preguntado quién eres no cuál es tu profesión.
- Soy un buen cristiano.
- Te he preguntado quién eres no cuál es tu religión.
- Soy una persona ordenada que todos los días
cumplía firmemente con las disposiciones y normas
de mi trabajo.
- Te he preguntado quién eres no lo que hacías.
Y así sucesivamente. Dijera lo que dijera no respondía
satisfactoriamente la pregunta quién eres.
Evidentemente, no consiguió pasar el examen, por lo que
fue enviado nuevamente a la tierra. Cuando se recuperó
de su enfermedad tomó la determinación de averiguar
quién era y todo fue diferente.
El DESCONFIDO
Tres amigos salieron de excursión a la montaña. Llevaban abundantes
provisiones e hicieron un alto en el camino para tomar una merienda,
sacaron los sándwiches, queso, jamón, pero ninguno de los tres había
traído nada para beber. No muy lejos se oía la voz de un río cristalino,
aunque suponía mucho esfuerzo llegar hasta él y buscar agua. Como el
sitio donde estaban les pareció ideal para acampar, decidieron quedarse
allí y dejaron a suerte de quien iría a buscar agua.
- Yo no voy – dijo con verdadero disgusto el muchacho a quien le
tocó en suerte bajar al río.
- ¿Por qué? – dijeron los otros dos muy extrañados.
- Seguro que, mientras voy por agua, ustedes se comen todo y no me
dejan nada.
- Te prometemos no comer ni un solo bocado hasta que regreses.
- No les creo, me están engañando.
- Seguro que todo esto lo han planificado para quedarse con toda la
comida.
- Por favor no nos ofendas, te damos nuestra palabra que ni
tocaremos la comida.
- Por fin, a regañadientes, y no del todo convencido, el muchacho
-

agarró las cantimploras y marchó en busca de agua.


Paso una hora y el muchacho no volvía. Pasó otra hora y nada. Como
ya estaba cayendo la tarde y temiendo que estuviera perdido,
decidieron salir a buscarlo.
- Comamos algo rápidamente, no vaya a ser que nos falte la fuerza,
pues no sabremos por donde andará – dijo uno de ellos. Tal vez nos
toque pasar la noche en vela. Dios quiera que no le haya pasado
nada y que lo encontremos pronto.
Cuando se iban a llevar a la boca el primer pedazo, salió el compañero
de detrás de un matorral diciendo:
- ¡Lo sabía, lo sabía ¡Estaba seguro de que iban a engañarme. ¡si
tocan la merienda no voy por el agua¡ .

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