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Se clasifican de acuerdo a diversos criterios. Por ejemplo, las partículas más conocidas y
estables son tres: electrones, protones y neutrones, diferentes entre sí por su carga
eléctrica (negativa, positiva y neutra respectivamente) o por el hecho de que los electrones
son partículas elementales (indivisibles) y las últimas dos son compuestas. Además, se
ubican en renglones distintos del átomo: los electrones orbitan el núcleo, mientras los
protones y neutrones lo componen.
Por otro lado, los protones y neutrones, al ser partículas compuestas, pueden subdividirse
en otras partículas más simples aún, llamadas quarks, unidas entre sí por otro tipo de
partículas llamadas gluones. Estos últimos sí son partículas indivisibles. Existen seis tipos de
quarks: arriba, abajo, fondo, cima, extraño y encanto.
Igualmente, existen los fotones, que son las partículas subatómicas responsables de la
interacción electromagnética; y también los neutrinos y los bosones, responsables de las
fuerzas nucleares débiles.
Sin embargo, conviene notar que el comportamiento de la materia a estos niveles tan
infinitesimales es todavía un reto para la ciencia, y que existen diversas teorías para
explicar su comportamiento o su constitución, como la Teoría de cuerdas.
Disposición que presentan los elementos más pequeños que la conforman (átomos,
electrones, protones, neutrones, núcleo), y que define las propiedades de cada uno de los
materiales.
1. macroestructura;
2. microestructura;
3. nanoestructura;
4. corto y largo alcance de disposiciones atómicas
5. estructura atómica.
Las propiedades y comportamiento de los materiales en estos ‘niveles’ ‘micro’ pueden variar
en gran medida cuando se comparan con los de su » macro » o estado mayor. Como
resultado de ello, la comprensión de la estructura a escala nanométrica o nanoestructura (es
decir, la estructura y las propiedades de los materiales a escala nanométrica y la
microestructura son áreas que han recibido una atención considerable en los últimos
tiempos, con grandes aportes a la ciencia de los materiales.
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EJEMPLOS DE SÓLIDOS AMORFOS
Minerales y plásticos
La obsidiana es uno de los pocos minerales amorfos que se conocen. Prácticamente
cualquier material cristalino puede ajustarse a una forma amorfa (y viceversa). Esto sucede
con algunos minerales, que por razones geoquímicas no pudieron establecer
formalmente sus cristales convencionales. Otros, en cambio, no forman cristales
sino vidrios; tal es el caso de la obsidiana.
Por otro lado, los polímeros tienden a solidificar amorfamente, ya que sus
moléculas son demasiado grandes para definir una estructura ordenada. Aquí
entran las resinas, los cauchos, la espuma de poliestiren, los plásticos, el teflón,
la baquelita, entre otros.
Tejido biológico
Los sólidos biológicos son en su gran mayoría amorfos, como por ejemplo: el
tejido de los órganos, la piel, los cabellos, la córnea, etc. Asimismo, la grasa y las
proteínas forman masas amorfas; que sin embargo, con una preparación
adecuada, pueden cristalizar (cristales de ADN, proteínas, grasas).
Vidrios
Aunque se haya dejado casi de último, el sólido amorfo más representativo es,
por lejos, el vidrio en sí mismo. Su composición en esencia es la misma que la del
cuarzo: SiO2. Tanto el cristal de cuarzo como el vidrio son redes covalentes
tridimensionales; solamente que la red del vidrio es desordenada, con enlaces de
distintas longitudes.
Muestra de vidrio metálico
El vidrio es el sólido amorfo por excelencia, y los materiales que adquieren una
apariencia parecida se dice que tienen un estado vítreo.
Carbono y metales
Tenemos al carbono amorfo, siendo el carbono activado uno de los más
importantes por sus capacidades absorbentes. Asimismo, está el silicio y
germanio amorfos, con aplicaciones electrónicas donde actúan como
semiconductores.
La imagen superior permite vislumbrar lo brillantes que pueden ser unos cristales de
azúcar. Los cristales de sal sin embargo no se quedan atrás. Aunque el azúcar y la
sal parezcan hermanos, sus estructuras son diferentes: el azúcar, que viene a ser
sacarosa, tiene una estructura monoclínica; mientras que la sal, una estructura
cúbica.
El azúcar y la sal pulverizados siguen siendo cristalinos; sus cristales solo se han
vuelto mucho más pequeños para nuestros ojos. La cristalinidad de un sólido, por lo
tanto, se define más por su estructura interna, que por su apariencia externa o sus
brillos.
A continuación, y para finalizar, se citarán algunos ejemplos para cada uno de los
tipos de sólidos cristalinos.
Iónicos
Todas las sales son sólidos iónicos. Asimismo, hay sulfuros, hidróxidos, óxidos,
haluros, y otros compuestos que también están formados por iones, o sus
interacciones son en esencia iónicas. Tenemos pues: Cloruro de potasio, sulfato de
calcio, hidróxido de bario, sulfato de cobre, sulfato de amonio, bicarbonato de socio,
cloruro de hierro, floruro de calcio, etc.
Moleculares
Existen una gran variedad de sólidos cristalinos moleculares. Prácticamente cualquier
compuesto orgánico que solidifique logra establecer cristales si su pureza es elevada,
o si su estructura no es demasiado intrincada. Así pues tenemos: Hielo (H2O), Hielo
seco (CO2), yodo, azufre, potasio, Antraceno, Oxígeno sólido, Amoníaco sólido,
Fenolftaleína, Ácido benzoico.
Redes covalentes
Entre algunos sólidos cristalinos de redes covalentes tenemos: Diamante, Grafito,
Nanotubos de carbono, Fullerenos, Cuarzo, Silicio, Germanio, Nitruro de boro.
Se definen como defectos a las desviaciones que son observadas, por métodos
experimentales, con referencia a la estructura cristalina descrita de un material.
Un cristal perfecto consiste de un arreglo periódico de átomos, lo que genera una estructura
definida. El término defecto se usa en general para describir cualquier cambio o variación en
la estructura o composición del cristal. Idealmente, un cristal perfecto sólo puede existir a 0
Kelvin (-273 ºC). A esta temperatura todos los átomos están estáticos, por lo que no
presentan vibración alguna, en otras palabras los átomos no poseen energía cinética. Sin
embargo, a temperaturas mayores los átomos empiezan a vibrar constantemente debido a la
absorción de energía calorífica. La amplitud y cantidad de vibraciones entre los átomos crece
con el aumento de la temperatura. Estas vibraciones son, en parte, las causantes de que los
cristales presenten deformaciones o defectos. Además, vale la pena mencionar que estas
vibraciones también están directamente relacionadas con el fenómeno de fusión de los
materiales sólidos.
Por ejemplo, en el caso de los cristales de óxidos metálicos se sabe que pierden hasta 2 %
en peso de oxígeno antes de alcanzar su punto de fusión. Esto se debe a que los átomos de
oxígeno que se encuentran en la superficie del cristal empiezan a vibrar de una manera muy
acelerada debido al aumento en la temperatura, hasta que se desprenden de la superficie. La
ausencia de átomos de oxígeno en la superficie produce un gradiente de difusión de átomos
de dentro del material hacia la superficie del mismo, lo que provoca una continua pérdida de
oxígeno así como el inicio de la pérdida de estructura cristalina. Finalmente, todo este
movimiento de átomos produce la fusión del material
La naturaleza de los bordes de grano ha sido muy debatida por los metalógrafos.
Se ha sostenido durante muchos años la teoría del cemento amorfo, que admitía
que los granos estaban separados por una capa de un espesor del orden de 100
átomos, dispuestos irregularmente, y cuya estructura se parecía más a un líquido
que a un cristal. El principal apoyo de este punto de vista era el hecho que los
metales policristalinos, a alta temperatura, se comportan mecánicamente como si
los granos estuvieran unidos por un líquido viscoso. Aunque estas observaciones
estén conformes con la existencia de bordes a lo largo de los cuales los enlaces
interatómicos se disponían irregularmente, no era posible establecer el espesor de
aquellas películas y hasta mucho más tarde no se pudo demostrar que aquellas
propiedades mecánicas todavía las poseería el metal si los bordes fueran
solamente de algunos átomos de espesor.