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Han ocurrido siete grandes pandemias de cólera desde 1817, lo que ha dado
lugar a miles de muertes y a grandes cambios socioeconómicos. Antes de esta
fecha hubo casos esporádicos y epidemias, pero la extensión mundial de la
enfermedad sólo fue posible por los viajes intercontinentales. La séptima
pandemia, debida a V. cholerae 01 biotipo el Tor, comenzó en Asia en 1961 y se
extendió por África, Europa y Oceanía entre 1970 y 1980. En 1981, la cepa de la
pandemia se extendió hasta Perú, y posteriormente produjo enfermedad en la
mayoría de los países de Sudamérica y de Centroamérica, así como en EE.UU.
y Canadá.
Tan sólo la mejora de las condiciones sanitarias puede hacer posible un control
eficaz de la enfermedad. Esto implica el manejo adecuado de las aguas
residuales, el uso de sistemas de purificación para eliminar la contaminación de
los abastecimientos de agua y la introducción de las medidas adecuadas para
evitar la contaminación de los alimentos. Se han desarrollado diversas vacunas
frente al cólera, ninguna de las cuales confiere protección a largo plazo. Se
están realizando ensayos de campo con una vacuna oral formada por células
totales inactivadas de V. cholerae combinada con subunidades B. La obtención
de inmunidad parcial exige la administración de diversas dosis, y la protección
desaparece entre 2 y 3 años después de la vacunación. Se están estudiando
otras vacunas, entre ellas una vacuna atenuada. No se dispone de ninguna
vacuna frente a las cepas 0139. Se ha utilizado también la profilaxis con
tetraciclina para reducir el riesgo de infección de los individuos que viajan a las
zonas endémicas, pero esto no previene la propagación del cólera. Debido a
que la dosis infecciosa de V. cholerae es elevada, la profilaxis antibiótica no
suele ser necesaria en personas que tienen una higiene adecuada. (Martínez)
Se sabía que dicho aceite es mortal para el ganado vacuno, pero nunca se
habían conocidos casos de intoxicación en humanos. En España, Luis Frontela,
catedrático de Medicina Legal, realizó un experimento en donde se alimentó a
ratones con pimientos y tomates que previamente habían sido tratados con un
nematicida organofosforado. «Entre el 1 % y el 20 % de los animales así
alimentados han muerto. El resto reproducen las principales lesiones del
síndrome tóxico. En cambio los ratones a los que se les ha suministrado aceite
de colza lo único que han hecho es engordar».