La Justicia Restaurativa en lo institucional: invenciones que no cesan de no escribirse.
En primer lugar, quiero agradecer a la Cruz Roja Colombiana Seccional Antioquia,
al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y a todas las entidades estatales y personas que han hecho posible este evento. Además de ello, quiero dejar claro, que solo soy un vocero del trabajo que realizan día a día, el director y los colegas de la institución que vengo a representar, el Centro de Atención al joven Carlos Lleras Restrepo. En segundo lugar, quiero hacer transparente, como el agua, desde un comienzo, mi intención: el deseo que tengo con todos ustedes es trasmitirles las invenciones que venimos construyendo en la institución para aplicar la justicia restaurativa, dejando claro que no somos, ni los mejores, ni los peores, solo somos una institución, al igual que cada una de las instituciones que trabaja con esta población, que intentan materializar el componente restaurativo, estipulado explícitamente en el artículo 140 de la ley 1098. Jaques Allan Miller, un psicoanalista Frances, tiene un texto titulado la invención en la psicosis. En este texto, el autor, nos enseña la diferencia que existe entre una creación y una invención. Cuando uno crea, crea a partir de la nada; en cambio, cuando uno inventa, crea a partir de elementos existentes. Es un trabajo de bricolaje, de armar una colcha de retazos, como hacían las abuelitas. Eso es precisamente lo que hemos venido haciendo en la institución, invenciones. Invenciones a partir de los restos que quedan después de la ejecución de una conducta punible por parte de un adolescente o joven. Esto nos enseña, precisamente, una de las características principales de la justicia restaurativa: restaurar los vínculos afectados por un delito; es decir, no podemos formatear a un adolescente, devolver el tiempo, revivir a la víctima. Tenemos que trabajar, inventar con lo existente. Cuando expreso que nuestra institución hace invenciones, me refiero al hecho de que la teoría de la justicia restaurativa nos orienta, nos marca el camino, sin embargo, cuando se intenta materializar, tenemos que inventar dispositivos que se acomoden a las lógicas que nos encontramos. Cada institución es singular, no todas tienen las mimas dificultades o ventajas, cada institución hace algo con lo que se encuentra en su práctica. En esa medida, les nombraré algunos de los límites con los que nos hemos encontramos, para después enunciarles las invenciones que hacemos para no frenarnos frente a esos límites, para intentar hacer algo, es decir, les contaré nuestras invenciones. Cada vez que llega un adolescente o joven a nuestra institución, se busca identificar qué posición asume él frente a su delito, planteándonos preguntas como estas: ¿este adolescente asume la responsabilidad subjetiva de su acto, o solamente asume una responsabilidad jurídica? ¿busca ganancias secundarias, es decir, su deseo es trabajar justicia restaurativa para egresar de la institución? ¿realmente desea reparar el daño causado? ¿tiene una condición psíquica que le permita cumplir con la finalidad- desde un componente restaurativo- planteada por el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes? Estas preguntas dejan claro lo siguiente: la justicia restaurativa no es una obligación. Me explico. No es ético, con las víctimas, hacer un proceso restaurativo en donde el adolescente que participa no asume una responsabilidad subjetiva. No es ético realizar un proceso con un adolescente que habla por hablar, que dice lo que queremos escuchar; eso sería una revictimización con la persona afectada. En otras palabras, como institución tenemos la obligación de intentar por medio de los dispositivos que vamos inventando, sobre la marcha, llevar a que estos adolescentes y jóvenes asuman una responsabilidad subjetiva y un deseo de reparar el daño causado. Aunque parezca muy obvio lo anterior, lo enuncio con la intención de trasmitirles lo siguiente: algunas personas creen que un adolescente no cambia por la falta de trabajo terapéutico o de atención que una institución pueda suministrarle, descargando la responsabilidad exclusivamente en los profesionales, cuando sabemos que hay adolescentes y jóvenes con una estructura psíquica, con una forma de pensar, con una personalidad, mentalidad, como deseen llamarlo, que hacen que ellos no deseen participar en un proceso restaurativo. A pesar de hecho, como institución, no nos cansamos de inventar dispositivos, de hacer invenciones con lo que hay, con lo que se puede. Intentamos hasta donde podemos. Es indispensable reconocer, éticamente, que hay un límite y que un proceso restaurativo como tal, sea parcial, principal o completamente restaurativo, no se puede iniciar si no hay un verdadero deseo por parte del ofensor, víctima o comunidad. Enunció a la víctima y a la comunidad, porque como ustedes saben, hay prácticas restaurativas que no involucran todas las partes; en algunas ocasiones se involucra a una, en otras a dos, y lo que todos desearíamos, las tres. Esto nos enseña que, si un adolescente no desea trabajar, la cosa no para ahí, podemos hacer invenciones, podemos trabajar con la familia del joven, con la víctima, con algunos representantes de la comunidad, en fin, esa es una de las ventajas de la justicia restaurativa, que es dinámica, que no se agota tan fácil. Otro limite que nos encontramos en la práctica institucional, son las familias; específicamente, madres o padres que solo quieren ser mujeres o hombres, es decir, que no quieren cumplir con la función paterna o materna, que no desean hacerlo, que el hecho de que visiten a sus hijos cada ocho días, solo es un semblante, un engaño, una ficción, ya que solamente son madres y padres biológicos, más no padres funcionales; no aportan, sino que dificultan que un adolescente o joven modifique. Esta función, en algunas madres o padres no se van a instalar, por muchas escuelas de padres que realicemos, por muchas intervenciones familiares que ejecute una trabajadora social, por muchos talleres que se hagan. Este es otro límite que hay que aceptar para no caer en la impotencia. Es otro resto que hay, otro elemento que existe y que como institución nos rompemos la cabeza pensando en las posibilidades para trabajar con el. Ya que enunciamos dos límites, de muchos otros que existen y pueden aparecer, pacemos, por fin, a las invenciones de nuestra institución. Hemos creado una cartilla de justicia restaurativa, no como una serie de artículos que dicen en que momentos puede hablar uno o el otro, tampoco como un recetario, sino una cartilla como una brújula, una orientación. Esta cartilla contiene elementos teóricos y algunos prácticos que lo que hacen es provocar, causar un deseo de llevar a cabo un proceso restaurativo. Esta cartilla permite orientar al profesional frente a las etapas que existen: preparación, encuentro y seguimiento. La tarea de cada profesional consiste en identificar el tiempo lógico de cada adolescente, de su trabajo. Es necesario aclarar esto: un proceso restaurativo no es un producto, no tiene unos tiempos fijos de preparación, cada proceso tiene un tiempo, un ritmo, una lógica. Algunos procesos pueden durar años, meses, semanas, en fin, todo depende del nivel de interiorización y de trabajo de las partes. Esta cartilla también contiene unos anexos, que básicamente son unos protocolos para la realización de las diferentes prácticas restaurativas. De esta manera, tenemos un consentimiento informado, un informe de reporte de la etapa en la que se encuentra el proceso, un reporte de los acuerdos planteados, en donde se estipulan fechas para realizar el seguimiento. Básicamente, esos son los protocolos que nos sirven para controlar cada paso, para calcular la lógica de cada proceso restaurativo. Desde el área de psicología se han creado diferentes proyectos, que al igual que la cartilla, buscan causar el deseo, brindar el ambiente, los insumos, las herramientas necesarias para causar el deseo de alguna parte, ya sea de la víctima, ofensor o comunidad, para iniciar un proceso restaurativo y realizar una práctica formal o no formal. De esta manera, cada mes, se realizan actividades grupales con un enfoque restaurativo, talleres escritos o reflexivos, conversatorios, grupo focales, entre otros. Subrayo las palabras enfoque restaurativo, ya que sabemos que esto no equivale a una práctica restaurativa, pero si hace parte del proceso, del proceso de preparación para un encuentro, ya sea víctima-ofensor, conferencia familiar, círculo restaurativo, en fin, de cualquier práctica que se pueda dar en el caso a caso. Es valiosa la invención que se ha logrado en la parte familiar. Sabemos que de acuerdo a los datos obtenidos del tablero del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes del ICBF, hasta el corte realizado para el 30 de junio de 2018, a nivel nacional, se reportaron 9.156 ingresos de adolescentes y jóvenes al sistema, en donde aparece la violencia intrafamiliar como el tercer delito más presentado en nuestro país, con un 6.79%. En las estadísticas que poseemos de nuestra institución- les estoy hablando del presente, de este mes- el hurto calificado y agravado aparece en 75 casos y adivinen que delito le sigue, la violencia intrafamiliar, con 21. Cómo institución, nos hemos servido de la posibilidad que este delito nos brinda en materia de justicia restaurativa. Al ser una madre, hermana, padre, sobrino, o cualquier otro miembro del grupo familiar que figura como víctima en este tipo de delito, ha hecho posible que tengamos un contacto más directo, más cercano con ellas. De esta manera, se han venido realizando con diferentes metodologías de preparación, círculos sanadores, mediaciones víctima-ofensor, conferencias con el grupo familiar, encuentros familiares, en fin, la tipología que más nos ha servido en cada caso en singular para reparar el daño causado en las familias de estos adolescentes. Este proyecto lo hemos titulado: Restaurando Familias. Además de ello, el área de trabajo social, cuenta con dos proyectos: Centro de Escucha Familiar y Grupo de Apoyo para las familias en Justicia Restaurativa. El primero, el Centro de Escucha Familiar, es algo muy básico: se convoca a varios miembros del grupo familiar para que expresen su saber hacer con el otro familiar, para que hagan consciente las herramientas con las que cuentan y con las que no, para ayudar a sus hijos una vez retornen al medio familiar y social. Estamos muy acostumbrados a creer, que por ser profesionales en determinada área, somos los que sabemos, los expertos. Esto nos impide escuchar, escuchar las invenciones que cada familia hace, porque cada familia es diferente, singular. Es un espacio en donde los profesionales son unos facilitadores de la palabra, son guías que se dejan guiar por el saber hacer, el saber hacer que tiene cada familia, saber hacer socialmente aceptable, por supuesto. El segundo proyecto, el Grupo de Apoyo para las familias en Justicia Restaurativa, es un poco más teórico y reflexivo, un espacio de provocación, un espacio para crear las condiciones para que el deseo de participar de estas familias en un proceso restaurativo sea posible, esperando que su participación tenga un efecto rebote en los adolescentes o jóvenes que acompañan. Estos dos proyectos, vuelvo y aclaro, tienen un enfoque restaurativo y sirven como formas de preparar a las partes para la realización de un proceso restaurativo; y tenemos claro, al igual que todos ustedes, que no equivale a una práctica restaurativa, formal o informal, pero si pueden posibilitar llegar a una. Otras invenciones que tenemos son los proyectos: Semillero de Justicia Restaurativa "construyendo, soñando y restaurando" y Prácticas Restaurativas de Servicio a la Comunidad. El primero, son grupos de adolescentes y jóvenes que se reúnen a investigar, a aprender que es la justicia restaurativa, cuáles son sus alcances y límites, como puede materializarse en cada caso, en cada delito, que proceso tiene; en fin, es un espacio para construir saber, un saber más cercano a la realidad institucional y a la realidad de cada uno de ellos. Sin embargo, este saber no queda ahí, ellos se encargan de transmitirlo en otros espacios institucionales, por ejemplo, con los adolescentes que ingresan nuevos, además de trasmitirlo a las familias durante las escuelas de padres o durante los procesos de inducción. Viene siendo otra invención para provocar el deseo en los demás de realizar procesos y prácticas restaurativas. El otro proyecto que les mencione, las Prácticas Restaurativas de Servicio a la Comunidad, es una invención que ha permitido extender en lo social, el trabajo de cada uno de estos adolescentes. Gracias al aval de algunos juzgados, ha sido posible que determinados adolescentes, asistan al Museo de la Memoria para recordar las causas y efectos de la violencia durante la historia, al igual que realizar murales en honor a víctimas, entre otras actividades que involucran a la comunidad institucional y extra-institucional. Todo lo anterior, nos ha permitido, atrevernos hablar de una cultura restaurativa, en donde todos los profesionales, en cierta medida, tienen un panorama sobre la finalidad de la justicia restaurativa, al igual que la mayoría de adolescentes y jóvenes. Esta cultura restaurativa ha permitido crear muchas actividades con un enfoque restaurativo en otros campos presentes de la institución. Un ejemplo, fue una actividad académica, del área de lingüística, en donde escribieron con apoyo de la Alcaldía de Medellín, un libro titulado Escribiendo Libertades. Si bien no es una práctica restaurativa, ni es tampoco justicia restaurativa, si son actividades que permiten una preparación para que estos adolescentes se interroguen por sus decisiones, por las causas familiares y sociales que han incidido en la ejecución de sus conductas punibles. Les traigo un ejemplo hermoso del mismo texto. Es el escrito de una adolescente, titulado, Mi historia de vida, escrito que nos enseña varias cosas. Escuchémoslo: Cuando tan solo tenía tres años, era tan solo una niña con muchas inseguridades sobre mí porque sentía que había nacido en un cuerpo equivocado. Al expresarlo a mis padres, decidieron llevarme a un psiquiatra y lastimarme física y verbalmente; yo me sentí impotente con ganas de atentar contra mi vida, pero el miedo nunca me permitió hacerlo ya que me estaban dando medicamentos que me “curarían”. Al pasar de esos largos y dolorosos meses, ya estaba próxima a cumplir nueve años y en una borrachera que me pegué el cinco de agosto de 2003 junto a los familiares de mi tío y mi madre, me encontraba sola llorando en mi habitación. Al darse cuenta mi padre, fue a consolarme con mi tío Andrés, estaban pasados de tragos. Al llegar a la habitación la única expresión era que me querían mucho mientras yo lloraba y ellos al intentar calmarme les dio rabia lo cual generó un rencor porque sabía que ese amor que me juraron en el momento era solo por los tragos. De ser así nunca me hubiesen metido a un psiquiatra y lastimarme. Luego de pensar así, seguí llorando, mi papá decide irse y dejarme sola con mi tío quien comienza a tocarme, cosa que me disgustó y me hizo empujarlo. La verdad es que ese momento se hizo eterno y al retirarse y dejarme llena de sangre, dolor y llanto, solo pensé en decirle a mis padres, pero me dolían demasiado las piernas al ponerme de pie y buscar a mi madre para que me consolara, pero no funcionó. Nunca se levantó, el único que me escuchó fue mi hermano Sebastián quien fue el que alarmó a mi madre. Ella escandalizada grita y me carga, mientras mi papá exclama que por qué lo hacía, diciendo que mínimo me había aporreado y quería llamar la atención. Mi madre me suelta preguntando si es eso cierto; yo le digo que no, que el tío Andrés me había lastimado. No me creyó. Decide dejarme sola con Andrés, mi hermano en medio de llantos y lágrimas, él me dice: te creo y te juro que lo haré pagar y se acostó en la sabana manchada de sangre al lado mío, yo me sentí segura y protegida durmiendo al lado de él con un dolor inimaginable. Al día siguiente, mi hermano madrugó a cargar el arma de mi padre tomando su moto y se va dándome un abrazo y diciendo que cumplirá la promesa que me hizo. Solo supe de él hasta esa mañana porque me di cuenta de que Andrés mató a mi tío y le dieron doce años de cárcel, nunca más supe de él hasta que llegué a este lugar porque un día antes de mi captura salió de la cárcel e ingresé a la “Pola”. No sé qué pasará cuando en pocos meses logre verlo. Enseñanzas de este texto: la necesidad de escuchar. Quizás si estos padres hubieran escuchado el dolor de esta adolescente, hubiera sido otro el final. Esto también nos enseña que hay toda una historia a tejer para posibilitar una reparación. Es posible que algunas personas piensen que la justicia restaurativa no es justicia restaurativa sino se hace una práctica restaurativa con la víctima directamente y que crean que una carta no sirva de nada. Tienen razón, no es justicia restaurativa, pero si hace parte del proceso. Este texto nos lo enseña. Creo que nos enseña que el simple hecho de hacer un texto, el simple hecho de que esta adolescente pueda expresar su dolor a otros, le ha permitido curar muchas cosas en su alma. Esta es la invención de esta adolescente. Inventó a partir de lo que tenía, de ese dolor tan fuerte. Faltará más para trabajar con ella, claro que sí. Estas son las invenciones que hemos creado hasta el momento. Faltan más y nunca terminarán. Ya que como les mencione en un comienzo de mi exposición, sobre la marcha, sobre el camino, sobre el día a día de nuestra práctica institucional, aparecerán límites que nos pueden empujar a frenarnos, a quedarnos en un estado de congelamiento, no obstante, debemos hacer que esos límites nos empujen a entender que hay una lógica de lo imposible, que hay límites en la vida, que hay reales que hay que aceptar. Reales como que todos vamos a envejecer, que todos vamos a morir algún día, que siempre existirán conflictos en nuestras relaciones amorosas, que las personas que tengan hijos no puedan impedir que ellos lleguen, algún día a la adolescencia y que algún dolor de cabeza les provoque. Reales como el hecho de que siempre existirá la delincuencia juvenil en menor o mayor grado, que no todos los adolescentes tendrán un deseo de servirse de la justicia restaurativa como un medio de reparar el daño causado, así la ley se los exija y así reciba toda la asesoría o ayuda terapéutica en una institución. Siempre en una práctica institucional aparecerán límites. El tema que nos convocó hoy, la justicia restaurativa, no escapa a esos límites, (como algunos de los que mencione) sin embargo, hay que tener en cuenta la forma de cómo responder a ellos desde lo institucional. Vuelvo y repito, no hay que responder desde el freno y la impotencia, sino desde la invención. Creo que ahora, se les ha vuelto transparente, como el agua, el título de mi ponencia: la justicia restaurativa en lo institucional: invenciones que no cesan de no escribirse. Las invenciones para hacer posible la justicia restaurativa en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes desde lo institucional no pueden cesar de no escribirse, no pueden parar de hacerse. Es un trabajo que no tiene fin, un compromiso constante. Hoy, les trasmití, las que hemos creado en nuestra institución, hasta el momento, pero tengan en cuenta, con plena seguridad, que siempre faltarán más, que nunca será suficiente. Esta es la tarea que tenemos todos: el estado, las instituciones, y todos los entes que formamos parte de esta labor. Esto es lo que tenía preparado para ustedes. Espero haberles provocado el deseo de hacer más invenciones en sus instituciones, sea cual sea el lugar que ocupen en este sistema. Digo empujarlos a hacer invenciones, porque es lógico que ya tengan. Sería un gusto para nuestra institución aprender de las suyas, así como esperamos que tomen lo que consideren oportuno de las nuestras. Muchas gracias por la escucha y la posibilidad de transmisión.
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