Está en la página 1de 22

Agentes del Imperio, autoridades locales y trabajo coactivo en el proceso de fundación

de villas.
Los “entrerríos” en el último tercio del siglo XVIII.

César Román1

“se hayan ya fundadas tres villas entre la famosa extensión, que encierran los ríos
Paraná y Uruguay: la primera sobre el Arroyo Gualeguay, su titular San Antonio de
Padua: la segunda en el nombrado de la China, titulada Concepción del Uruguay y
la tercera inmediata a otro Arroyo llamado Gualegauychú, con patronos N. S.
Rosario y San José”2
Juan José Vértiz y Salcedo

La fundación de las villas de San Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y
San José del Gualeguaychú en 1783 sobre la margen occidental del río Uruguay, en el
territorio de Los Entrerríos, fue un proceso particular en su origen en relación a otras
experiencias formativas en la campaña de Buenos Aires (Djenderedjian, 2003, 2004, 2004a
y 2006; Néspolo, 2006 y 2006a; Ortelli, 2005; Canedo 2006; Banzato, 2005; Birocco, 2007;
Rustán, 2008; Alemano, 2009; Weber, 1998; Frega, 2000 y 2007 y Román, 2003 y 2008)
¿A que obedecía esta peculiaridad? Nuestro argumento es que, en el marco de la guerra
y la pos-guerra en la frontera americana con Portugal (Haperín Donghi, 1985) la
intervención del Imperio Español puso en acto un poder instituyente: vale decir, fueron
pueblos fundados desde sus orígenes con todos los atributos que la cultura política de la
época requería. Cada una de las fundaciones estuvo precedida de la recolección de
abundante información en torno al medio ambiente y de la cuantificación de las
poblaciones. También se elaboraron planos y delinearon terrenos conforme a una traza: una
plaza central, lindante a la cual se ubicaban los terrenos para las parroquias y los
ayuntamientos; las calles; las manzanas y en cada una de éstas, los solares. La
institucionalización de cada villa se inició con el rito fundante, tal la tradición
hispanoamericana y siguió con la elección de los alcaldes y regidores de cada uno de los

1
Docente de la Facultad de Humanidades e Investigador del Grupo de Investigación en Historia Rural
Rioplatense (GIHRR) de la UNMDP
2
Don Juan José Vértiz y Salcedo. Memorias a su sucesor el Marquéz de Loreto, 12 de March 1784. En César
Pérez Colman. Entre Ríos. Historia. Paraná: Imprenta de la Provincia, 1936; 436 a 438
cabildos. Por último, algunos pobladores accedieron a la distribución de tierras de los
nuevos pueblos.
La dinámica de lo político estableció un conjunto de relaciones de poder jerarquizadas
entre el Virrey, el Secretario del Virreinato (el Marqués de Sobremonte) y sus agentes
(Thomás de Rocamora3 y su partida militar). Ellos implementaron la organización coactiva
de población dispersa en función de materializar el proceso fundacional.
El trabajo que aquí se presenta propone dos objetivos simultáneos. Por una parte,
analizar las características materiales, simbólicas e imaginarias del proceso de construcción
y fundación de villas coloniales. Por la otra, analizar las prácticas políticas y relaciones de
poder que se forjaron entre los actores políticos y sociales involucrados en el proceso.

1. Los Entrerrios en el marco Imperial.


España emprendió hacia mediados del siglo XVIII un conjunto de reformas militares de
escala global como consecuencia de la americanización de las guerras europeas (Halperín,
1985 y Fradkin, 2009) La más importante de ellas, para nuestro estudio, fue que el imperio
se predisponía a modificar su rol periférico de aquellos confines, pues un correcto balance
luego de ochenta años de fuego en el lugar, le indicaban que su presencia permanente debía
trascender el ámbito militar.
Estas nuevas relaciones de fuerzas se pretendían permanentes e instituyentes. Sus
características imponían la necesidad de adquirir capacidad de control y de coacción sobre
la población rural, la construcción del estado por “abajo” se actualizaba en aquella región
(Barral, María Elena y Fradkin, Raúl, 2005) La forma, aunque no se orientó únicamente al
desarrollo de fortificaciones militares (si bien las hubo en la Banda Oriental) sino a elaborar
y realizar una política de poblamiento de la frontera fundando, en algunos casos re-
fundando, pequeñas villas desde lo que antes era población agregada espontáneamente de
población rural de aquellas áreas marginales y a la vez transformar esta base social en
reserva miliciana del poder militar (Fradkin, 2009; Kuethe y Marchena, 2005). Esta política
combinaba el afán de “domiciliar” la población rural dispersa sobre pequeños centros

3
Thomas de Rocamora fue Ayudante Mayor de Dragones y llegó a Montevideo con la expedición de
Cevallos en 1777. Éste será su nuevo destino militar hasta que el Virrey Vértiz lo comisione a Entre Ríos en
1782, zona en la que permanecerá, con interrupciones hasta 1785 en que finalmente será relevado por otro
Virrey, el Marquéz de Loreto. (Victorica, 1861; Tejeira Martínez, 1897; Pérez Colman, 1936 )
políticos instituidos y establecía una retaguardia miliciana articulada a los regimientos
militares imperiales acantonados fundamentalmente en Montevideo y Buenos Aires4.
Observemos el siguiente cuadro y el mapa correspondiente:
Cuadro: Ciudades, Villas, Pueblos y Fuertes de la B. Oriental y E. Ríos siglo XVIII

Años Denominación Carácter Fuente


1 1724/31 Montevideo Ciudad Bruno de Zavala. Fundación de Montevideo.
Diario del Gobernador de Buenos Aires, 1737.
En www.cervantesvirtual.com.
2 1724/55 Maldonado Ciudad Ibídem
3 1774 1782 Canelones Pueblo y Villa Don Juan José Vértiz y Salcedo "Memorias a
su sucesor el Marqués de Loreto, 12 de March
1784" en Memorias de los virreyes del Río de
la Plata. Buenos Aires: Editorial Bajel, 1945;
40 a 42.
4 1781 Santa Lucía Villa
Ibídem
5 1783 San José Villa Ibídem
6 1780 Colla Villa Azara, Félix de . Descripción é historia del
Paraguay y del Rio de la Plata. Madrid,
Sanchiz, 1847
7 1780 Vívoras Pueblo Frega, Ana. Pueblos y soberanía en la
revolución artiguista. La región de santo
Domingo Soriano desde fines de la colonia a la
ocupación portuguesa. Montevideo: Banda
Oriental, 2007.
8 1780 Espinillo Pueblo
Ibídem
9 1780 Mercedes (Soriano) Pueblo y Villa Ibídem
10 1782 Pando Villa Azara. Ob Cit
11 1763 San Carlos Villa Vértiz. Ob Cit
12 1783 Minas Villa Ibídem
13 1783 Nuestra Sra. de los Villa
Remedios Roccha Ibídem
14 1783 Gualeguay Villa AGN. Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 32.
Actas de fundación de la Villas de Gualeguay y
Gualeguaychú, 1783.
15 1783 Concepción Villa Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 32. Actas
de fundación de la Villas de Gualeguay y
Gualeguaychú, 1783.
16 1783 Gualeguaychú Villa Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 201. Actas
de fundación de la Villas de Concepción del
Uruguay, 1783.
17 1762 Sta. Teresa Fuerte Azara. Ob Cit
18 1795 Melo Fuerte Ibídem
19 1773 Sta. Tecla Fuerte Ibídem
20 1800 Batobí Fuerte
Ibídem

4
AGN. Sala IX -30-2-9. Legajo 15. Expediente 11. Estado de fuerzas 1777-1781.
Ciudades
Villas
Pueblos
Fuertes

Mapa 1.Ciudades, villas, pueblos y fuertes de la Banda Oriental y los entrerríos, siglo XVIII
Elaboración personal en base a fuentes cuadro 1.

En la conformación de aquel proceso histórico subyacía una diversidad causal de


tendencias de larga duración (económicas-demográficas) que se conjugaban con una
política de frontera en que la urbanización era un componente relevante.
Si hasta 1780 en la Banda Oriental (espacio en el que había recaído lo central de la
guerras) había dos ciudades, dos villas, unos pocos pueblos dispersos y una incipiente
“línea” de fuertes en su margen noreste; a partir de aquel año y hasta el final del virreinato
de Vértiz, se fundan 6 villas y 2 pueblos formados se los “re-fundan” como villas en la
Banda Oriental y se fortalece la política fundación de fuertes y guarniciones. Una novedad
de este proceso fue que este crecimiento desbordaba a la Banda Oriental y en la otra
margen el río Uruguay, en Los Entrerríos en 1782/3, Thomás de Rocamora a la orden del
Virrey, reformuló los partidos (juridicciones) organizó las milicias y fundó las villas de San
Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y San José de Gualeguaychú.
Este sistema de ciudades, villas, pueblos y fuertes pudo ser posible por el aumento de
población que recibió la Banda Oriental y también Los Entrerríos, particularmente en el
último tercio del siglo XVIII. Este proceso fue análogo al de la campaña de Buenos Aires
(Garavaglia, 1989 y Mateo, 2001)
Por ejemplo, entre 1778 a 1810, la población de Buenos Aires se incrementó en 34 %,
mientras la población total de Montevideo creció 119% entre 1791 y 1810. Buenos Aires
tenía unos 43.000 habitantes en 1810 y Montevideo alcanzaba las 11.400 personas para
1803 (Borucki, 2009). Algo similar ocurría en el “interior” de la Banda Oriental, aunque los
datos que manejamos son escasos y poco confiables. Contamos con datos más precisos para
algunos pueblos de la Banda Oriental ubicados cercanos a la margen oriental del río
Uruguay. Es el caso de de Santo Domingo Soriano que en 1778 tenía 822 habitantes
(Gelman, 1998; 246) y veinte años después contaba con 1769 habitantes (Frega, 2007; 44),
lo que equivale a un crecimiento de 206 %. También en 1789, Espinillo tenía 845
habitantes, Paysandú 565 y Capilla Nueva de Mercedes 496 (Frega, 2007; 25, 26 y 44
respectivamente). El resto de la Banda Oriental parece seguir las mismas tendencias de
crecimiento demográfico, aunque como dijimos la información es poco confiable e
imprecisa, sí nos sirve como referencia5.
Si bien la región de Soriano tuvo un claro predominio ganadero (Gelman, 1998; 72 y
Real de Azúa, 1981; 34 a 40) “a ello hay que sumar las (…) simples ocupaciones de
terrenos” (Frega, 2007; 26 y ver cuadro 1.2 pp 45), vale decir que el crecimiento
demográfico que observamos está relacionado con el acceso a la tierra de las familias de
campesinos migrantes, en marco de alta fragilidad y conflictividad. Pese a lo imprecisión
de la información, lo cierto es que observamos un proceso de crecimiento demográfico
acelerado a partir del último tercio del siglo XVIII que se anuda con una política de
poblamiento por parte del imperio español, sintetizados básicamente en villas, pueblos y
fuertes. Tendencias, todas ellas, que redundaban en el proceso de ocupación del espacio
fronterizo, que si bien tenía como marco la guerra, también fue político, social, económico
y cultural.

5
Nos referimos a los datos que elabora Félix de Azara en su obra Descripción é historia del Paraguay y del
Rio de la Plata, 1845. El número de habitantes para la Banda Oriental (exeptuando los datos que ya
expusimos) fueron los siguientes: Maldonado 2000 habitantes, Colonia 300, Piedras 800, Canelones 3500,
Santa Lucía460, San José 350, Colla 300, San Carlos 200, Martín García 200, Minas 450, Rocha 350. Los
fuertes de Santa Teresa 120 Habitantes, San Miguel 40 y Santa Techa 190.
1.1 Los entrerríos

Hacia mediados del siglo XVIII, el territorio nominado indistintamente como Entre Ríos
o Los entrerríos estaba limitado por los ríos Paraná hacia el oeste y sur, Uruguay hacia el
este y Mocoretá y Guayquiraró hacia el norte. De este territorio limitaremos su zona
sud/este hasta el Arroyo Gená por el norte y hasta el río Gualeguay Grande por el oeste,
puesto que en este espacio, como analizaremos, Rocamora fundará en 1783 las villas de
San Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y San José del Gualeguaychú, más
sus jurisdicciones y comandancias militares.
A mediados del siglo XVIII, los entrerríos todavía tenía los rasgos sociales que, en gran
medida, se continuaban del siglo XVII. Dentro de las extensas y cambiantes fronteras del
imperio español con el imperio portugués, aquella era una región que conectaba una
antigua ruta entre las Misiones con Santa Fe, Buenos Aires y Montevideo. Su principal
actividad económica había sido el faenado de ganado alzado. Hacia el último tercio del
XVIII sus rasgos económicos, sociales, demográficos y políticos mutarán sustancialmente.
Ello se debió a la mayor integración económica del eje económico Potosí –Buenos Aires,
al crecimiento económico y demográfico de Buenos Aires, la Banda Oriental y Santa Fe
que derramaban su mayor impulso sobre aquel confín interno del espacio rioplatense y,
singularmente, a las tensiones militares que se agruparon durante el XVIII en torno de la
frontera portuguesa.
El espacio alto-peruano constituía el centro de la unidad de la producción y circulación
mercantil (Assadourian, 1982). A él se integraban un conjunto de regiones entre las que
Buenos Aires tenía el rol de puerto de salida de la producción minera (al principio
secundario pero cada vez con mayor escala durante el siglo XVII) al tiempo que
interiorizaba los intercambios comerciales de grandes distancias. Ello se debía, a que a la
oferta de metales preciosos se le sumaba la demanda de aquellas regiones y la importancia
que en este circuito mercantil tuvo el contrabando. “Durante la primera mitad del siglo
XVII fue mucho más importante que el comercio legal y todo hacía pensar que continuaría
en los siguientes cincuenta años” (Moutokias, 1988; 18) De este modo, en la cuenca del
Plata se encontrarían un conjunto de rutas internas para el comercio atlántico. Con el correr
el siglo, en 1680, se funda Colonia del Sacramento, funcional a este esquema de flujos
comerciales y se consolidan las redes que los comerciantes lusitanos tenían con Buenos
Aires que pese a las guerras perdurarían hasta entrado el siglo XIX (Tejerina, 2009)
A ello se suma un proceso de modificaciones en los poderíos económicos inter-
imperiales, desde mediados del XVII, en que los imperios del norte de Europa (Inglaterra y
Holanda) y Francia elevan su presencia marítima en desmedro de España y Portugal. Al
cambiar el siglo las tendencias económicas se estrecharon cada vez más, claramente
Tucumán, Córdoba, Cuyo, Santa Fe, Corrientes, Santiago del Estero y Paraguay se
vinculaban articuladamente al puerto de Buenos Aires. Desde donde crecieron
paulatinamente, durante todo el siglo XVIII, las exportaciones y las importaciones
(significativamente las de esclavos) ya sea a través del comercio legal o por contrabando.
Junto al crecimiento económico, las migraciones desde diferentes lugares del imperio,
incluidas diversas regiones del virreinato del Perú, hacia Buenos Aires y el Litoral
comienza a ser importantes, a influir definitivamente en la constitución de nuevas zonas de
fronteras, que al conjugar de diversos modos estos indicadores (geográficos, políticos,
económicos, sociales, culturales y étnicos) adquirían sus características propias.
Los entrerríos no estaba por fuera de este proceso de construcción social de zonas
fronterizas y, desde luego, tenía su propio perfil (Djenderedjian, 2003 y 2004) Los
asentamientos sociales resultados de migraciones recientes y las formas de tenencia de la
tierra hacia el último tercio del siglo XVIII se habían constituido en un proceso azaroso y
espontáneo de construcción del espacio (de residencia, de distribución espacial de las
viviendas, de lugares conexos) pero diferenciado según fueran campesinos (asentamientos)
o grandes y medianos terratenientes (propiedad privada de la tenencia de la tierra) Esto se
daba en un marco en que la intervención del estado había sido extremadamente marginal y
en el que sólo, la tibia presencia de la iglesia mostraba procesos instituyentes. Estos actores
sociales estaban integrados en un campo de fuerzas complejo que condicionaba las
relaciones sociales vinculadas a la subsistencia campesina o la acumulación de las
estancias, a la reproducción de la vida material y los excedentes y, también, a las
representaciones e imaginarios sociales que compartían y significaban según su propia
cultura.
Este devenir expresaba una específica forma de ocupación de la zona de frontera dado
que combinaba: un patrón de asentamiento de las familias de campesinos de migración
reciente, el desplazamiento de estrategias de familias de inmigrantes e individuos
(generalmente peninsulares de medianos recursos) y las rígidas posiciones sociales de los
grandes propietarios (en general mercaderes que en sus múltiples ramificaciones operaban
en la región) Esta diversidad de intereses sociales que disputaban un conjunto limitado de
recursos, desarrolló un conflicto que incidió en el comportamiento de los actores. Cada uno
experimentaba el conflicto de acuerdo con sus relaciones sociales, sus representaciones y
su impronta cultural, generando así un campo de fuerzas complejo, que le dio las
características generales como zona de frontera.

2. La construcción del espacio del poblado: movilización y trabajo coactivo

Sobre este marco social intervendrá el Imperio Español a través de sus agentes.
Rocamora no contó con el financiamiento del estado para la construcción de las villas. Si
bien había logrado, con llamativa habilidad política, el apoyo de dignatarios del imperio
con altas funciones en el Virreinato del Río de la Plata; estos no irían más allá de un cambio
de relaciones en la cúspide de poder, lo que no era poco, sí necesario, pero no suficiente.
Las modificaciones en el espacio fronterizo requirieron de un alto nivel de iniciativa propia.
Una cuestión fue moverse en el laberinto de dignatarios y militares pero otra, bien distinta,
fue plasmar la política de frontera trazada: la fundación de pequeñas villas.
¿Cómo construir aquellas en ese inhóspito oriente entrerriano, sin financiamiento,
con escasos recursos, con población dispersa y con no pocos actores sociales y políticos
dispuestos a que el proyecto fracasara? Con lo único que contaba era con poblaciones
rurales dispersas y con las órdenes del Virrey de organizarlas en milicias, las que
claramente precisaban que el Comisionado debía:
“Examinar el número de sus habitantes, podrá vmd, deducir el resulta a
propósito para alistar y formar una o dos compañías de Milicia eligiendo
para esto los vecinos más honrados y de mejor conducta, y proponiendo para
oficiales los que encuentre más aptos (…)Si encontrare Vmd. Útil el
nombramiento de un Sarg. Mayor de él me informase en el caso de que
puedan formarse dos Companías” 6

La articulación táctica que de la política de frontera adoptó (con anuencia del Virrey) fue
la movilización coactiva de los pobladores como mano de obra y una coerción más aguda
sobre la población marginal, basada en el poder militar reunido en el campamento del
Gualeguay Grande. Los pobladores, aquella milicia de reserva, no cavarían trincheras:
usarían sus propias herramientas para producir el terreno en donde se fundarían las villas.
La movilización no sería solamente desde la fuerza, el Comisionado había sabido labrar un
conjunto de vínculos institucionales y sociales y manejaba con destreza la manipulación y
el discurso político, lo que le permitió atenuar los conflictos y generar los necesarios
consensos.
Las villas las construirían los propios pobladores, en forma intensiva y bajo coerción,
con la promesa de acceder a los solares en una primera etapa y a tierras rurales en una
segunda. Semejante nivel de organización del trabajo daría como resultado una sobre
acumulación de madera (dada la necesidad del desmonte) que rápidamente entraría en el
mercado y le otorgaría a los organizadores una fuente de financiamiento, que aunque
acotada, era suficiente para continuar con el proceso fundacional con escaso costo para el
erario colonial y con cierto arbitrio en su manejo.
Desde esta base de poder militar, Rocamora convoca a la población para que inicie
trabajos planificados: “Todo estante en este partido se presentará en esta guardia el lunes
inmediato siguiente para empezar el trabajo de desmonte del sitio en el que ha de
estableserse la villa”7, al improvisado campamento militar a una legua del nuevo lugar.
Las tareas para el “desmonte” comenzaron el 20 de enero de 1783, día de San Sebastian,
patrono que había elegido el Párroco Quiroga y Taboada para Gualeguay y que había
suscitado un conflicto de importancia con el Alcalde de Hermandad Francisco Méndez y
parte de los pobladores a propósito del nombre del santo patrono de aquel Pago. Este
conflicto habilitó la intervención de Rocamora por orden de Vértiz8, quién luego de un

6
AGN. Sala IX. Criminales. Legajo 40. Expediente 17. Decreto del Virrey Juan José Vértiz al Ayudante (…)
Dn Thomás Rocamora” Montevideo, 27 de febrero de 1782.
7
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
8
AGN. Sala IX. Criminales. Legajo 40. Expediente 17. Decreto del Virrey Juan José Vértiz al Ayudante (…)
Dn Thomás Rocamora” Montevideo, 27 de febrero de 1782
extenso sumario9 emitió un dictamen previo que no favorecía al cura por lo que se ganó un
profundo encono del religioso (Barral: 2010 y Román: 2008)
Esta disputa dejó información de archivo valiosa que nos permite sumar otra mirada
desde el juicio de un actor crítico, como lo era el cura Quiroga y Taboada. Sobre la
movilización coactiva de la población éste narraría que: “Thomás de Rocamora,
Comandante de estos Partidos: Precisó a Todos los vecinos de esta parroquia, a formar una
Población con título de Villa junto al Río Gualeguay (…) y cargando de armas con su tropa
los hizo trabajar todo aquel día y consecutivamete los Domingos y fiestas”10.
El Comisionado no haría esperar la respuesta al dirigirse a su jerarquía, a propósito de lo
escrito por el Párroco, contestaría que:
“Soy un Oficial, quesolo aparenta rigidez aquí, porque es preciso por ahora (…)
Es cierto, que haviendome dada la orden para reducir a Poblacion formal a esta
Gente dispersa (…) me encerre con ellos en el monte, y De Centinela continua
yo, Toda mi partida, y algunos paisanos delos de mejor calidad”11.

Queda claro que el punto de partida fue la transformación de aquella población en una
suerte de milicia coaccionada para un trabajo obligatorio, en que se subordinaba a la tropa
veterana.
El resto del plan de trabajo tenía una organización castrense, la “partida militar” no sólo
patrullaba la zona montaraz sino todos los Pagos, en que habían quedado las mujeres y los
niños, por los robos y otros delitos que potencialmente pudiera cometer la población
marginal. Estos eran apresados y sometidos a trabajo recluso dentro del monte: “con el fin
de hacer concurrir al trabajo a los gaudeiros que vagaban”12. Al mismo tiempo organizó a
los hombres en distintas “partidas” al mando de un “Cabo paisano” que dirigiera y
controlase al resto de los pobladores.
Pero no todo fue coacción. El comisionado había sabido enhebrar vínculos
institucionales y sociales con aquellos hombres que se visibilizaban como referentes
sociales en el espacio local. Estos mediadores y la promesa de acceder a la tierra hicieron
su parte para que aquellos pobladores rurales atendieran el llamado del Comisionado:

9
AGN. Sala IX-30-2-9. Legajo 15. Expediente 2. “Sumaria”, Gualeguay 3 de abril 1782
10
AGN. Sala IX. 30-2-9. Legajo 15. Expediente 361. “Informe del Cura Párroco Quiroga y Taboada al
Provisor Miguel José de Riglos” Buenos Aires, 1784.
11
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9. Expediente 27. Folio 4. “Informe de Thomás de Rocamora sobre los Curas
del Paraná y el Uruguay”, Gualeguay, 1784.
12
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
“Llegado el prefijado día tuve el gusto de recibir en la Guardia doscientos
hombres, que llenando el campo (…) con voces de alegría, me siguieran al
paraje determinado (…) Aquí juntos todos, los exhorte ver la utilidad que a
ellos y a sus hijos resultaba del corto trabajo iba a emprehender; los entere que
todos los concurrentes se atenderían igual en el repartimiento de sitios”13.

Desde la mirada crítica del Párroco leemos que también observa los consensos logrados
por Rocamora en la población. Sobre éstos escribía que: “Confiados en las buenas
esperanzas que les ministraba (…) Rocamora, de que el Rey les probehería de decente
Capilla, ornamentos, campanas y escuela para la Educación de sus hijos”14. Esta
información da cuenta que se configuraba un discurso que también movilizaba desde el
consenso más allá de la fuerza.
Por este conjunto de razones aquellos dos centenares de pobladores, con 150 hachas, con
112 yuntas de bueyes, con yugos, coyuntas, torzales, que “se han roto al infinito” y vueltas
a fabricar por los carpinteros adentro del monte, en quince días “desmontaron” el terreno
que medía 600 varas de “Leste-Oeste” y 800 de “Sur a Norte”. En ese punto Rocamora
“licenció” a los que eran “cabeza de rancho” por ser los más necesarios en sus Pagos y
necesitó otros quince días más para limpiar totalmente el terreno con los bueyes y “la Gente
moza” la que mandó a sus ranchos cuando terminaron, a excepción de los marginales, que
quedaron con parte de la tropa veterana y el piloto para el estaqueo que limitaba la plaza,
las calles y los solares.
Como resultado del “desmonte” en Gualeguay según los datos del Párroco, quizás algo
abultados, se habían: “talado mas de 20 000 troncos para la fundación del nuevo
establecimiento, todo subsidiado con la pobreza de estos moradores”15. Poco tiempo
después el mismo religioso daría más información sobre aquella tala, al denunciar (una vez
más al Comisionado) que: “Todos saben que el Marquéz de Sobremonte patrocinó a Dn
Thomás de Rocamora; que este hizo la madera para sus casas a cuenta del sudor de mis
pobres feligreses, sin pagarles ni un quartillo”16. Nada escribe Rocamora al respecto, por el
contrario, al terminar el “desmonte” le comunica al Virrey que aquello había sido una:

13
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
14
AGN. Sala IX. 30-2-9. Legajo 15. Expediente 361. “Informe del Cura Párroco Quiroga y Taboada al
Provisor Miguel José de Riglos” Buenos Aires, 26 de junio de 1784.
15
Ibídem.
16
AGN. Sala IX. 3-5-6. Entre Ríos. Legajo 1. Correspondencia de “Quiroga y Taboada a Fray Agustín
Rodriguez” Buenos Aires, 26 de octubre de 1784.
“Obra verdaderamente prodigiosa, y que a expensas del Erario hubiera costado algunos
miles”17. Más allá de la exactitud de los números del Párroco, el Comisionado había
logrado una fuente de financiamiento independiente de toda erogación estatal.
A un mes del “desmonte” en Gualeguay, inició la delineación de la futura Villa. Con la
dirección del Piloto, con “Tres soldados, y yo con los demás paisanos presos”18, comenzó
esta tarea. La plaza habría mantenido las medidas del plano,19 las calles 90 varas y los
solares 40 varas cada uno, esquinados según el deseo de los futuros vecinos. Según
comunicaba, todo había quedado preparado el 19 de marzo de 1783 a la espera que el
Virrey aprobara las tareas y el Comisionado pudiera efectuar el rito de fundación, elegir a
los capitulares y distribuir los “sitios”.

3 El rito fundacional
La sociedad imperial del siglo XVIII estaba altamente ritualizada, la vida cultural
acompañaba el tiempo de las festividades religiosas y cortesanas (Romero, 2001;
Thompson, 1995; Elías, 1988; Garavaglia, 1996) En este sentido las fundaciones de
ciudades y villas en Hispanoamérica no eran la excepción. Cada fundación implicó un
singular rito.
Los ritos se caracterizan por ser un campo simbólico e imaginario, orientado a producir
y reproducir el poder constituyente y constituido (Levi Strauss: 2006 y Bourdieu: 1982)
Los rituales se diferencian de otras prácticas culturales porque en su escenificación
dramatizada, el interlocutor es el sujeto de la acción cuyo “público” guarda un tenso
silencio o interviene de manera pre-establecida y nada queda libre a la improvisación. Los
roles no se intercambian, están fijados y establecen las relaciones de poder asimétrico entre
los actores que participan.
En el ritual que nos ocupa, se pretendía aludir a la estabilidad, a la integración de la
heterogeneidad social y cultural, evitando identificar las tensiones y conflictos de grupos
sociales, etnias o de otro tenor, con la intención de homogenizar la pertenencia a la

17
AGN. Sala IX- 3-5-6. Legajo 9. Expediente 3. Oficio Nº 17 “Thomás de Rocamora al Virrey Vértiz,
Gualeguay Grande, 25 de junio de 1783.
18
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente1.
19
AGN. Sala IX- 3-5-6. Legajo 9. Expediente 3. Foja a 43 a 45. Oficios Nº 15 “Thomás de Rocamora al
Virrey Vértiz, Gualeguay Grande, 2 de enero de 1783.
comunidad conforme a un régimen jerárquico. El rito representaba y era fundante de esa
jerarquía como orden incuestionable. Era una práctica que trataba de impactar, de fijar, de
ratificar, la pertenencia a un orden social, político y cultural que se instituía, que se
“fundaba” y que dentro de ella adquiría la legitimidad de un conjunto de preceptos que
imponía el Imperio y al mismo tiempo delimitaba con precisión lo que contenía de lo que
excluía.
Los rituales de fundación de ciudades y villas aparecen en Hispanoamérica desde el
inicio de la conquista. Una lectura general de ellos, nos permite visualizar una fuerte
continuidad, en apariencia, tautológica. Pero si acordamos que el rito articula lo sagrado y
lo profano, vale decir invariantes y variantes en esta práctica, podemos observar cierta
historicidad, pequeñas alteraciones en lo que no se alteraba.
Existen varios relatos sobre conquistadores, encomenderos y demás dignatarios que
fundaron ciudades y narraron los ritos de fundación. Una de los más conocidos y tal vez
paradigmático por su difusión entre sus contemporáneos, fue el que escribió Vargas y
Machuca20. Haremos con él una comparación a modo de análisis con la descripción del rito
de fundación de las Villas de Rocamora21.
Las analogías se refieren a que los ritos de legitimidad instituyente se realizaban
escenificados en el espacio de la futura plaza, la que a partir de ese momento se
transformaba en el lugar de realización de un rico ceremonial de festividades religiosas y
cortesanas. En el centro de la plaza, el fundador erigiría un tronco (inicio de apropiación
simbólico –imaginaria del espacio) Desafiaba en el nombre del Rey a los presentes, y de no
hallar contradicción, materializaba el derecho Imperial consolidando al poder civil y
finalmente oficiaba una misa delante de la cruz que cristalizaba la posesión del espacio.
En aquel “terreno”, resultado del “desmonte”, el Comisionado Thomas de Rocamora se
predispuso a efectuar el rito fundacional a la manera de la tradición pero a la que incorporó
matices que develaban su impronta ilustrada.
Al igual que el ritual que describe Vargas y Machuca, el Comisionado siguió sus formas
y en aquel quebracho hecho cruz

20
Vargas y Machuca, Bernardo. Milicia y Descripción de Indias. Madrid, 1599. En
www.cervantesvirtual.com.
21
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
“desde el principio del desmonte hize cortar el quebracho más alto y
prporcionado que pude hallar (…)donde hizo de él una grande y hermosa cruz
en cuyos brazos, al frente que debería carearse al Leste, esculpí con mis manos
de letra mayúsculas, como se ve, el IN HOC SIGNO VINCES, que si aseguró
al Grande Constantino sus triunfos sucesivos, aseguraba también a todos fiel
cristiano en las condiciones de vencer que desde luego se previeron”22

Como lo indica la tradición católica, Constantino I adoptó la frase originalmente griega:


"Ἐν τούτῳ νίκα", cuya traducción al latín fue “in hoc signo vinces” (“con este signo
vencerás”) que connota claramente la intención del Comisionado de afirmar lo sacro del
rito. También notamos que la frase hace referencia a Constantino en tanto guerrero
victorioso y que aquel lema se grababa en las medallas que se les entregaba a los graduados
de la Academias Militares en las que Rocamora se había formado. Era la afirmación de lo
sacro desde la huella del guerrero.
Sin embargo, fue significativo lo que Rocamora escribió al dorso de aquel quebracho en
letras mayúsculas: “grave el lemma EX UMBRA IN LUCEN denotando a lo venidero, que
de una lóbrega espesura, guarida y abrigo de solo animales feroces, salió la luz este paraje
convertido en habitación formal de racionales unidos”23. El lema ex umbra in solen, fue un
latinismo que durante la ilustración modifica el solem por lucen, su traducción es de la
sombra a la luz. Ésta es una representación central de la Ilustración en la que, como es
sabido, lo lumínico, lo visual, la luz, son sinónimos de verdad, que devela cierta resonancia
platónica vinculada al Mito de la Caverna ( Chiaramonte, 1982; Herr, 1962; Adorno y
Horkheimer; 1998). La luz no tenía sólo un sentido en las representaciones imaginarias sino
una racionalidad y una búsqueda de la legalidad científica de la verdad, de lo verdadero24.
Luego del rezo que el mismo Rocamora le indicó a los pobladores: “Enseguida mandé
que se arrodillara todos el concurso, se rezó en voz alta un Credo que ofrecí a la Pasión y
muerte del Santísimo con la oración común de la Santa Cruz”25 y se digirió a ellos
exponiéndole lo siguiente: “previniéndoles que imploraran la buena unión necesaria para

22
Ibídem
23
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
24
Voltaire, escribía en su influyente Diccionario Filosófico: “La separación de la luz y las tinieblas es el
resultado de una ley física errónea: no parece sino que la noche y el día estuvieran mezclados como granos de
diferentes especies que fácilmente se separan uno del otro. Sabemos que las tinieblas consisten en la carencia
de luz, y que solo la luz existe mientras nuestros ojos reciben esa sensación; pero entonces estaban muy lejos
de conocer esas verdades” Voltaire. Diccionario Filosófico. Buenos Aires: Editorial Araujo, 1938; Tomo II,
302
25
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
sentir los efectos de la nueva vida civil y para defenderse de los ocultos contrariantes de su
Población”26. De ello se desprende, en el rito, que tan importante es la integración
(jerarquizada y heterogénea) como la identificación de lo que se rechaza. Este rito
cristalizaba de una vez, una diferencia entre los que participaban y los que quedaban afuera.
El rito sancionaba de este modo, en el plano imaginario y simbólico, las jerarquías, el
orden imperial, en una escena que ocultaba su historicidad, al sostener su inmutabilidad, su
ser sustancial, hegemónico e inmodificable. Al tiempo que señalaba su “nosotros” frente a
un “otro”. La vida racional, civilizada, urbana dejaba por fuera la “lóbrega espesura” del
monte y los Pagos, cuya etimología deviene del latín pagus= área rústica (Garavaglia, 2010;
26) El Imperio, enunciaba en su rito, lo político/urbano jerarquizado como su entidad
verdadera y dejaba por fuera la asociaciones formadas por el devenir.

4. Cabildos y autoridades locales.


La formación de las nuevas villas contenía en su proceso instituyente un problema
adicional complicado de resolver, ya que aquellas se caracterizaban (al igual que la ciudad
hispana e hispanoamericana) por tener cabildo. La ciudad era una unidad política y no sólo
un ámbito de agregación y centralización de población. Ella ocupaba un rol dentro del
ordenamiento jurídico-político imperial en una sociedad con fuertes rémoras estamentales,
en la que algunas ciudades tenían diferentes derechos y se imponían por sobre otras
(Chiaramonte: 1997). Las nuevas villas al integrarse de ese modo alterarían el equilibrio
entre las ciudades importantes circundantes, cambiarían el mapa de las jurisdicciones pero
y fundamentalmente, la constitución de nuevos cabildos imponía una presencia mayor de
nuevos actores y también de nuevo personal venido de la península, como el propio
Rocamora, con ambiciones de hacer una carrera política.
Una vez terminado el rito de fundación, Rocamora dispuso la formación de un
Cabildo para cada una, que estaba reducido a su mínima expresión. Según los cánones de la
época contaría con un alcalde, cuatro regidores, un escribano y la selección, a través de la
elección de los vecinos, de los capitulares27. En principio, el Comisionado le proponía al
Virrey seleccionar él mismo a los capitulares teniendo en cuenta la fragilidad del momento

26
Ibídem.
27
“Siguiendo la forma Fiscal, que V.E., se dignó remitirme, que pase a la elección de Cabildo compuesto de
Alcalde, quatro regidores y Escribano” Citado por Pérez Colman. Ob Cit; Tomo II; 250.
fundacional, lo que le inducía a tener el control total del proceder jurídico y no hacer
elecciones28. Con algo más de tacto político, el Virrey le ordenó a Rocamora que los
capitulares “sean a gusto y con alguna intervención de los demás vecinos”29 para evitar los
típicos conflictos facciosos que se desarrollaban entorno a la disputa por la hegemonía del
Cabildo.
Sin renunciar del todo a su manera de entender la forma en que estos Cabildos debían
instituirse pero al mismo tiempo sin contradecir al Virrey, Rocamora elaboró una fórmula
intermedia para la selección de los cabildantes. Al respecto le comunicaba al Virrey su
“novedoso” procedimiento: “concurrió el vecindario a la Capitular (rancho que ya había
construido al respecto); hize que nombraran de entre otros, doce de los más biejos para que
executaran la elección de Alcalde y Regidores, que se escribió, firmó, autorizé yo y retuve
para el correspondiente curso”30.
De idéntica manera lo hizo en las nuevas Concepción del Uruguay y San José del
Gualeguaychú, pocos meses más tarde durante el mismo año31. Desde luego que la elección
de los más biejos, la de los alcaldes y el resto de los capitulares no fue al azar sino resultado
de una política de cooptación sobre los referentes locales que el Comisionado supo darse.
Utilizó formas de manipulación institucional con el objeto de valerse del capital relacional
de los referentes locales con ascendencia sobre la población (como vimos con capacidad de
movilizarla) todo ello en paralelo con la fuerza militar de que dispuso para desarrollar el
proceso instituyente ( Levi, 1990 y Moutokias, 2000 y Román, 2003)
Desde el punto de vista de los referentes locales, un primer escalón, ineludible en el
ascenso a la notabilidad fue el de prestar servicios al Rey, que en aquel marco, implicaba el
acceso a los cargos (Moutokias, 2000). El propósito del Imperio de fijar sedes políticas en
la zona fronteriza, penetraba y se entrelazaba con un conjunto de relaciones sociales poco
diferenciadas, pero que en el proceso mismo de instituir la nueva dignidad, el poder
legítimo, “La Vara”, co-determinaba y daba apertura a que las jerarquías se manifestaran,
tomarán curso; y que, con el devenir, se consolidarán. De este modo, referentes sociales

28
A propósito de este tema Rocamora le escribía al Virrey que. “pero a mi me parece que por esta vez,
atendiendo a que se necesitan sujetos de mas actividad, facultades y buenas circunstacias que los ayuden, y no
destruyan la dirección de este Planteo, será muy acertado que se proceda sin votos, y por nombramiento
determinado” Rocamora a Vértiz citado por Pérez Colman. Ob Cit. ; 250.
29
Ibíden; 439.
30
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
31
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9 expediente 32
accedieron a cargos locales, lo que les abrió la posibilidad de transformarse en notables
lugareños en el marco de las necesidades de la política fronteriza del imperio. Moutokias lo
sintetiza con claridad: “las instituciones políticas y militares estaban imbricadas en la
estratificación social y su reproducción” (Moutoukias, 2000; 384)

El proceso instituyente también sumó diversas formas de coerción. Éstas tuvieron


como marco la represión sobre las rebeliones indígenas que se desarrollaron a comienzos
de la década de 1780 y que conmovieron el orden imperial en el Virreinato del Río de la
Plata (Kuethe y Marchena: 2005, Marchena: 2005 y Serulnikov: 2006) En este marco se
expresó con toda crudeza el castigo como forma de disciplinamiento.
El imperio ejerció un poder que utilizó el terror escenificado para disciplinar con
montos de violencia punitiva. El informe de Andrés Mestre al Virrey es ilustrativos en este
tema:
“mandé pasar por las armas, y dejarlos pendientes de 10s árboles en
caminos, para que sirva de terror y escarmiento a 10s demás, y se ha visto el
fruto, pues 10s Tobas han dado muestras de arrepentimiento y se han vuelto
la mayor parte de ellos a su reducción" “30 cristianos criollos y avecindados
en esta jurisdicción, por cuyas confesiones resulta probada la sublevación en
cuya vista se condenaron a 17 a muerte en los ténninos que verá VE." 32.

Los cuerpos post mortem eran descuartizados y degradados y se les negaba cristiana
sepultura, lo que para aquel imaginario agravaba el terror, ya que la muerte pertenecía al
ámbito de lo sacro.
Este monto de coerción no existió en Los Entrerríos, sí expresiones reducidas de él, en
torno a las disputa de poder y hacia la población marginal. El dilatado conflicto que
mantiene el Comisionado con el Párroco Quiroga y Taboada, fue político y se resuelve a
favor de Rocamora. El propio Malvar y Pinto: “ordenó a principios de 1783 que un
religioso permaneciera en Gualeguay, en tanto que otro sustituyera a Quiroga (...) y se
dirigió a Rocamora ordenándole que prestara el auxilio de la fuerza pública, para que el
nuevo Capellán tomara posesión de cargo” (Pérez Colman: 1936; 61)

32
Carta de Mestre a Vértiz, Salta 3 de abril de 1781 en Pedro de Angelis. Colección de Obras y Documentos
relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata, primera publicación 1836. El
resaltado es nuestro.
Rocamora hizo un breve paréntesis en la fundación de Gualeguay y se encaminó con
parte de su tropa a comunicar al Párroco que debía presentarse ante el Obispo en Buenos
Aires, encuentro al que fue preparado. Leamos la explicación que escribió al Virrey de
aquel evento: “Como este sacerdote dijo varias veces, y a mi mismo, que ni soldados, ni
grillos, ni cadenas, bastarían a sacarlo de aquí, me fue preciso aparentar un algo de terror, y
no fue en vano, porque luego que le leí la orden de V.S.I se encendió, diciendo que de
ninguna manera saldría, si no le echaban grillos, a que repliqué, Padre mío, no se aflija que
aquí están, vamos allá. Y mandando qe. Los sacaran, apenas los vio, quando enteramente
se contuvo y apronto”33. Qué significaba, en aquel contexto con un alto grado de cinismo:
“aparentar algo de terror”, es difícil, sin duda, hacer conjeturas. Pero claramente, el
Comisionado tenía la disposición de imponer un grado de violencia simbólica y material
que actuaba hasta con el párroco.
Otro costado fue la coerción orientada al disciplinamiento social (Barral, Fradkin, Perri
y Alonso: 2007) hacia los denominados: “gaudeiros”, “vagos” o “montaraces”
indistintamente, es decir, a toda la población que no estaba “afincada”, a partir de la
fundación de las Villas. La coerción sobre ellos, tenía el claro objetivo de reunir trabajo
recluso para la “obra pública” en las villas y para ello dispuso un Bando: “ 1) Al que robare
(…) cincuenta azotes en la mariquita. 2) Al que se encontrare de gaucho o fugado (…) se le
aplacaría algún tiempo de trabajo en obras públicas”34. El Comisionado lentamente fue
sumando a parte de aquellas autoridades locales a estas prácticas, por ejemplo a Domingo
Ruiz, Regidor de Gualeguay, lo hizo responsable de que “para aterrar un poco (…) a los
gaudeiros y los hiciera trabajar en la casa del Cabildo”, a Francisco Navarro, también
regidor, le encargó que “pusiera en firme la mariquita”35.
Lo que nos interesa resaltar aquí, es la manera en que la cárcel, el cepo, los grillos, la
mariquita, el látigo y otros artefactos de castigo se repiten en diferentes situaciones y
contextos, al tiempo que fueron públicos a los ojos de toda la comarca.
Ejercer coerción en sus diferentes formas es una práctica que requiere no solo de
aprendizajes sino también de cierta predisposición psicológica y volitiva. Era una práctica
difundida desde la conquista pero que Rocamora fue organizando entre aquellos referentes

33
AGN. Sala IX. 3-5-6. Entre Ríos. Legajo 1.
34
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1. Bando de diciembre de 1783, Gualeguay Grande.
35
Ibídem
locales y dentro de los marcos institucionales. ¿Quiénes estarían en condiciones de ejercer
coerción?
Hombres que habían prestado servicios al Rey en el Ejército o en la Milicia, en España o
en América, no solo en las “grandes” guerras contra Portugal sino en una más larvada,
cotidiana, presente contra los originarios y la población marginal. Tilly al preguntarse por
qué hubo guerras, se contesta que “El hecho central y trágico es simple: la coerción
funciona” (Tilly: 1992, 114)
Aquellos actores eran poseedores de un conjunto de saberes vinculados a las formas de
coerción en la frontera, tenían una identificación con el poder imperial y cuando las
circunstancias lo requerían (según sus intereses y entendimiento), ejercían una violencia
material y concreta.

5. Disposición espacial y distribución de tierras


Desde su origen, la infraestructura espacial de las villas reprodujo el orden jerárquico.
Todo proceso fundacional implicaba una previa planificación que por lo general también
proyectaba una traza más las mediciones de los accidentes físicos del lugar en función de
delimitar los “terrenos” más adecuados para la construcción de las villas. Ello había sido
elaborado por Rocamora y aprobado por Vértiz.36 Las instituciones del poder formaban
sede en torno de la plaza central, de una parte el eclesiástico y de la otra el político.37 Desde
este poder se ramificaba el control y la distribución de los solares hacia el interior de la
villa.38

36
AGN. Sala IX-3-5-6. Legajo 9. Expediente 29. Oficio del Comisionado Thomás de Rocamora al Virrey
Vértiz, Gualeguay, 3 de enero de 1783.
37
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1 : “Presente el plan aprobado, se distribuyó
nombrando las quatro calles centrales de los cuatro punto cardinales que las dirijian. A las demás calles se
imuso nombre de Santos, prefiriendo las adbocacines de la Santícima Virgen. Las cuadras se numeraron con
guarismos grandes en el centro y con gaurismo menos en los sitios en los quatro ángulos” (…) “Las dos
quadras o frentes de la plaza Leste y Oueste, se conservaron en el último desde la calle central del oueste
hasta la colateral “María” par la iglesia, sementerio y hospital, y desde la misma central hasta la colateral
de “José” para habitación del cura, dependencias de la iglesia y escuela; en el frente opuesto, desde la
central del leste hasta la colateral o angular de “San Antonio” se destinó para habitación del Comandante
de las milicias, estanco y correo; y desde la misma central angular de san Joaquín” para la Casa de Villa y
cárcel”
38
Ibídem: “ El Regidor encargado de cada quartel o barrio, arreglado a la relación y notocoa que pas ,
llevara a efecto con rigurosa exactitud la conclusión de los ranchos y cercos (…) a ningún vecino se le
permitirá salir del partido mientras no manifieste acabada su población formal”
De aquí que debemos interrogarnos: ¿cómo era el mecanismo de distribución de los
solares, quiénes accedían a ellos y cuáles eran las formas jurídicas del status de la
propiedad? Para la distribución de los sitios de la villa, el Comisionado organizó un sorteo,
con excepción de los solares céntricos destinados a los vecinos más acomodados por su
status respecto del poder y la riqueza. Rocamora detuvo mucho su atención en este tema:
“Antes de empezarlo, se extrajeron del sorteo común los sitios de la Plaza, con
consideración a que siendo general la pobretería y limitación de facultades de estos
vecinos”39. Este segundo espacio (contiguo al espacio del poder político y religioso)
cristalizaba una diferenciación jerárquica determinada por este agente del imperio. De este
modo accedían a la posesión de solares en las villas las familias más acomodadas,
tendencia que se consolidará aún más en las siguientes décadas.40
El resto de los solares, los sorteó:
“A continuación, se hicieron tantos voletines como sitios, expresando en cada
quadrante, calle, quadra y sitio. Con separación se hizo una lista de todo el
vecindario, incluyendo indios, pardos y mulatos que habitaban casados el
territorio”.
Estas familias campesinas eran el resultado del proceso migratorio reciente. Rocamora los
identificaba como: “la gente de este Partido es un mixto del derrame general de todas partes
(…) es población moderna” (…) “pero pobre, por ser familias que la estrechez del Paraná y
otros destinos colocó en éstos”.41 El interés del Comisionado, y aún más de Vértiz, en
afincar estas familias tuvo una estrecha relación con la constitución de una base miliciana y
la estructura urbana de las villas, que con sus “quadrante, calle, quadra y sitio” intentaría
ejercer un control social que la dispersión impedía.

Palabras finales

39
Ibídem: “Los de la plaza se colocaron después (…) no debían exponerse aquellos lugares preferentes a
indecorarlos con habitaciones ridículas”
40
AHPER. División Política. Cabildo de Concepción del Uruguay. Libro de Poderes y Escrituras, 1805 a
1812.
41
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9. Expediente 26. Oficio de Thomás de Rocamora al Virrey Vertiz,
Gualeguay 11 de agosto de 1782
Aunque parcial, este recorrido nos ha permitido observar y analizar las prácticas
políticas de los diversos y heterogéneos actores que entre sí convergieron en el proceso
fundacional de las villas entrerrianas en la coyuntura particular de 1782/3.
El clima de guerra con Portugal que aún pervivía le otorgó un plus de poder al Virrey
para emprender modificaciones en la frontera oriental del nuevo virreinato que en otras
latitudes se le obstaculizaban por diversas razones. Vértiz y Rocamora tenían mejores
condiciones para implementar aspectos políticos/militares estratégicos.
Pero una cuestión era el diseño de una línea política y otra, bien distinta, someterla a un
entramado de relaciones no siempre bien predispuestas a aceptar modificaciones. El Virrey
seleccionó para encomendar aquella tarea a Thomás de Rocamora. Éste tenía capacidad de
manipulación política para establecer relaciones, capital cultural y simbólico conforme al
imaginario imperial, adhería al programa reformista y reunía la capacidad de ejercer poder
y coerción. Pero su rasgo diferente fue su fuerte voluntarismo que redundó en una iniciativa
sin la cual, dada la escasez de recursos con la que contó, hubiera sido difícil materializar las
fundaciones. En parte, ello se debió a que era consciente de que la coyuntura podía abrirle
una carrera política de mayor importancia.
Sin embargo, en la larga duración, la clave estaría dada por la conformación de grupos
de notables en cada una de las villas que adoptaron la perspectiva imperial. La importante
energía que el Comisionado le impuso al proceso podía darles las condiciones de
oportunidad. La consolidación de las villas radicó en que estos referentes locales apenas
esbozados, pudieron construir los vínculos sociales necesarios para que el entramado de
poder superara las tendencias disolventes. Estas coaliciones de notables debían desarrollar y
estrechar niveles equilibrados de capital relacional, simbólico y voluntad coercitiva. Estas
características, algunas escasas, comenzaban a madurar entre los referentes locales.

También podría gustarte