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5.

LA RELACION JURIDICA

Hemos visto que el derecho es lo suyo, lo justo, que consiste en la conducta de


otros, por tanto, que sólo se da en el seno de la vida social como conducta justa debida.
Entre las relaciones sociales hay algunas en y a través de las cuales cada uno es puesto en
su integridad porque recibe lo suyo: esta es la "relación jurídica".
Modernamente, esta expresión fue difundida por el fundador de la Escuela
Histórica F. Savigny (1779-1861) con un sentido muy amplio: para significar el contenido
filosófico del derecho y todos sus elementos esenciales; ella contendría el concepto
adecuado de "derecho", uniendo lo objetivo y lo subjetivo. Sin embargo, la expresión es
hoy usada con diferentes connotaciones, según el contexto iusfilosófico general en que se
la sitúe. Habiendo ya nosotros reconocido que lo jurídico no se da en la persona aislada,
sino en cuanto su integridad se obtiene en y a través de actuaciones sociales, veamos qué
podemos decir sobre la relación jurídica.
La noción filosófica de "relación" es la de un modo de ser por el cual un ente está
referido a otro; cada uno de estos entes se constituye así en "miembro" de esa realidad
nueva que es la relación.
Ahora bien, una misma sustancia puede tener múltiples relaciones, sea con una
misma otra sustancia, sea con otras tantas sustancias. Como ejemplo del primer caso, entre
los cónyuges uno tiene con el otro una relación de amor, con el mismo tiene una relación
jurídica emergente del matrimonio, posiblemente con el mismo una relación de afinidad
ideológica, con el mismo una relación de fraternidad en la misma fe religiosa, también de
colega en la misma profesión, etcétera. En el segundo caso, una misma persona que tiene
con otra una relación de sociedad comercial, con una tercera una relación matrimonial, con
una cuarta una relación de fraternidad religiosa, con su casa una relación de dominio, con
una obra de arte una relación de admiración estética, etcétera.
Como "relación jurídica", propiamente, se especifica aquella que se establece
entre personas humanas teniendo como objeto al derecho, fundada en el respectivo título
de los miembros según una norma.
Ya hemos visto que la alteridad es esencial en el hombre, que es social por
naturaleza. En este ámbito se da la relación de justicia, como una vinculación operativa, en
cuanto está determinada por el derecho como "conducta justa debida". El objeto, el para
qué, de la relación jurídica es la realización de esa conducta. Por ello, el derecho, como un
"operable", es aquello según lo cual se establece y se define esa relación social especial
que es la "relación jurídica".
Se trata de una vinculación que está, toda ella, en función de la realización de la
conducta que es "derecho". Por ello, la relación jurídica mira a que se cumpla esa conducta
y encuentra su perfección cuando ésta se ha verificado.
En este caso, i) a veces la relación se extingue (por ej. cuando se ha pagado la
deuda); ii) en otras situaciones, la relación permanece sin cambiar su especie,
perfeccionándose, precisamente, en el cumplimiento de su objeto (ej. la relación de
filiación y sus conductas pertinentes). Pero hay también casos iii) en que la relación se
extingue sin haberse perfeccionado, sin haber alcanzado su objeto (ej. la prescripción
liberatoria de una deuda impaga).
El caso de la extinción de una relación jurídica por la no-realización de la conducta
justa debida evidencia nuevamente la primacía de la conducta como primer analogado del
plexo jurídico. Las prescripciones liberatorias operan respecto a la relación jurídica como
la desuetudo respecto a la norma jurídica. Las normas jurídicas y las costumbres suelen
considerar el paso del tiempo para atender a la prescripción por falta de cumplimiento pues
la vida social está hecha de conductas que se dan en el tiempo, y necesita certeza en el
reconocimiento de las relaciones jurídicas vigentes, es decir aquellas que en el marco del
tiempo mantienen su tensión operativa en los miembros. Porque la conducta-objeto le da
su razón de ser, cuando el paso del tiempo hace que ya no sea esperable esa conducta, se
relaja la tensión operativa y por tanto la relación pierde relevancia para la sociedad: no se
la considera ya relevante para el Bien Común, que pertenece al término último de toda
relación jurídica: la sociedad política. La politicidad de lo jurídico rescata que el bien
común tolera esta injusticia.
En el caso del derecho penal la prescripción liberatoria de los delitos sigue el
mismo razonamiento. Por ello se puede admitir que los delitos de lesa humanidad no
prescriben. Porque la magnitud del delito afecta de tal manera al bien común que torna
imposible la convivencia social; de allí que el bien común mantiene la tensión operativa
mientras sea fácticamente posible la ejecución de la pena (por ej. mientras vivan los
autores del delito) y requiere una movilización del Estado para que se cumpla.
Los sujetos miembros de la relación jurídica se denominan: agente (a quien le
corresponde obrar la conducta justa) y término (a quien se destina la conducta justa). El
primero es titular del "deber jurídico", a él le pertenece el derecho como su obra; al
segundo le pertenece como aquello que lo perfecciona en su integridad, y por tanto es
titular del "poder jurídico" de exigir su cumplimiento (derecho subjetivo).
Por tratarse de una relación en vistas al derecho como "lo justo", se supone
alteridad e igualdad esencial entre los miembros. Es decir, se establece solamente entre
distintas personas en sentido jurídico: no entre el hombre y sus inferiores 1 ni en el sujeto
agente consigo mismo.2 Siendo el objeto de la relación jurídica el derecho como conducta
justa debida, sólo puede darse entre humanos: pues el hombre sólo se puede "ajustar"
adecuadamente con otro hombre.3

La estructura dinámica real de la relación jurídica


Ahora bien, los miembros de la relación jurídica pueden ser personas físicas o
grupos humanos con calidad jurídica. Así se dan relaciones jurídicas en todo el ámbito de
las relaciones humanas en que se pueda hablar estrictamente de conducta justa debida. A
su vez, como lo hemos visto, el derecho sólo tiene realidad en el seno de la relación
intersubjetiva; la conducta justa se da sólo en el seno de la alteridad, sea entre personas
individuales, sea entre personas individuales y grupos humanos, sea entre grupos humanos.
En todo caso la finalidad primera de la relación jurídica es la integridad del
miembro-término: ella se origina porque en algún respecto la integridad humana
(biológica, moral, patrimonial, etcétera) del término se alcanza por una conducta del
miembro-agente.
Aunque un uso restrictivo encierre frecuentemente el concepto "relación jurídica"
en el campo del "derecho privado", en realidad dicho concepto se verifica en toda la
amplitud de lo jurídico. Así, son verdaderas "relaciones jurídicas" las que se dan en sede
penal (por ej. entre el autor del delito y la víctima), en "derecho público interno" (por ej.
entre el ciudadano y el Estado) y en "derecho público internacional" (entre los Estados).
También se debe señalar que, aún en los casos donde la relación jurídica inmediata se da
entre particulares, el término último es siempre la comunidad política bajo el título del bien
común: esto se llama la "politicidad del derecho",4 el cual nunca es algo absolutamente
1
Es decir: no entre el hombre y los animales, ni entre el hombre y las plantas, ni entre el hombre y las cosas
(incluida la tierra y los otros planetas). Cfr. E. KANT, Principios metafísicos de la doctrina del derecho.
UNAM. Méjico, 1978, 45: “Relación jurídica del hombre con seres que no tienen derechos ni deberes. No
hay (vacat). Porque son seres privados de razón, que no nos obligan, y respecto de los cuales no podemos ser
obligados”.

2
Cfr. R. PIZZORNI, Filosofia del Diritto. Città Nuova. Roma, 1982, 48.

3
ARISTÓTELES conquistó con claridad la noción de que la "justicia" siempre es hacia otro, en alteridad
humana: nunca consigo mismo, ni con lo infrahumano ni lo suprahumano (cfr. Etica a Nicómaco V,2, 1130 b
1).

4
Cfr. G. DEL VECCHIO, Sulla politicità del diritto, separata da Studi in onore di Alfredo de Gregorio.
"privado". El bien común es la integridad propia (por ello debida) de la sociedad como
ente relacional, que incluye todas las relaciones sociales en una trama relacional de
relaciones.
La relación jurídica entre las partes en asuntos privados siempre tiene una
significación política, es decir: interesa al bien común; sea por el bien jurídico en cuestión
y su incidencia social, o al menos por la relevancia social de que haya efectiva justicia en
las relaciones intersubjetivas. La justicia es un componente del Bien Común, es uno de los
principales fines sociales y de toda organización estatal.5
Puesto que la relación se define como una referencia u ordenación de un ente a otro
ente, debe haber siempre algún principio o fundamento de esa remisión: pues, de lo
contrario, cada ente permanecería simplemente en sí mismo, sin esa dirección hacia el otro.
Este "fundamento" de la relación es el que origina la referencia de uno a otro; por ello,
formalmente (en sentido estricto) la relación se da entre los miembros en cuanto son
alcanzados por el fundamento.
En la relación jurídica el fundamento se llama "título" y es el principio por el cual
la conducta justa le pertenece al término (a él se le debe); respecto al agente es el principio
por el cual él debe obrarla. La primacía está en el título del miembro término, en cuanto lo
que es suyo es "derecho"; pero se requiere también del título del agente, en cuanto funda
su deber de obrarlo. Por ello, la relación jurídica es mutua: el mismo fundamento afecta a
ambos miembros, aunque de diversa manera; el mismo fundamento se manifiesta en los
títulos correlativos de ambos miembros. Así, es el mismo el principio o fundamento por el
cual el miembro agente es constituido en deudor y el miembro término es constituido en
acreedor; es el mismo fundamento por el cual el miembro agente es constituido en
victimario y el miembro término es constituido en víctima.6
Ambos títulos correlativos y el objeto mismo de la relación se encuentran
establecidos o reconocidos (según sea el caso) por una norma jurídica (positiva y/o
natural). Ahora bien, la relación como tal no se da en el acto iudicativo que vincula los
conceptos entre sí en la norma, sino que la norma utiliza conceptos que ya son correlativos
en algún sentido: así "acreedor" no tiene sentido sin "deudor", "victimario" sin "víctima",

Dante Alighieri. Roma, 1955. G. SOAJE RAMOS, Sobre la politicidad del derecho, en Boletín de Estudios
Políticos. 9 (1958) Mendoza, 69-116.
5
El preámbulo de la Constitución Nacional Argentina establece como fin primordial suyo y de todo el
sistema jurídico: “afianzar la justicia”, como orden social resultante de la efectiva operatividad de todo el
plexo jurídico. Esta indicación suprema vale no solamente para el ordenamiento interno sino también para
la participación del Estado nacional en el mundo del derecho internacional.
6
Deudor-acreedor, victimario-víctima son los títulos jurídicos correlativos, originados por el mismo
fundamento: este se manifiesta a través de ellos, e indica y persigue así su dinamismo.
"delincuente" sin "agraviado", etcétera. Detrás de los conceptos relativos subyace la
relación social entre los miembros por la solidaridad o divergencia de intereses; esta
relación social, sustrato real de la relación jurídica, es originada por un hecho natural o
voluntario: ex facto oritur ius o también a facto fit ius (del hecho se origina el derecho).
El realismo de cualquier consideración jurídica dependerá de la consideración que
haga de los hechos en su verdad objetiva como originantes de relaciones sociales sobre las
que cabe emitir un juicio y, según él, actuar en el plano mismo de los hechos. Esta verdad
señala la pertenencia del ceñimiento a los hechos tanto para el legislador como para los
actores del proceso judicial, de modo que ningún procedimiento sustituya la verdad de los
hechos con una fabricada “verdad procesal”, que termine sustituyendo la justicia, como
realidad social, por una “justicia procesal”. En este caso el sistema se clausura sobre sí
mismo desentendiéndose de la sociedad y ocasionando la pérdida de su sentido; ésta es la
mayor crisis de identidad de un sistema jurídico: cuando ya no es socialmente operativo en
términos satisfactorios, es decir en términos de justicia como realidad social efectiva. La
expectativa de justicia respecto a todas las operaciones jurídicas (desde la legislación a la
sentencia) requiere no sólo que sean formalmente aceptables, sino, centralmente, que sean
apropiadas y justas.7
El legislador necesita conocer la realidad de los hechos y de los problemas que
existen en las relaciones sociales para poder valorarlas y querer incidir en ellas en términos
de Bien Común. A los jueces y a todos los operadores jurídicos les pertenece abordar
cognitivamente las realidades existentes y los resultados efectivos que se siguen de un
curso de acción o de otro. Los procesos jurídicos no tienen sentido en sí mismos ni generan
una verdad propia, la verdad jurídica sustantiva es la del punto de partida y la del punto de
llegada, los procesos están en esa trama: para relevar los hechos, valorarlos y contribuir a
establecer un orden social de justicia. Como bien dice Taruffo:

“(…) cabe observar de modo general que no existen varias especies de


verdad según si nos encontramos dentro o fuera del proceso: como se ha
dicho ya varias veces, la verdad de los enunciados sobre los hechos del
caso depende de la realidad de estos hechos, y ello ocurre tanto en el
proceso como fuera de él”.8

7
Cfr. M. TARUFFO, La prueba de los hechos. Marcial Pons. Madrid, 2008. Por esta necesidad central, el
autor advierte que un enfoque y un resultado de justicia sólo puede basarse en el reconocimiento de un
realismo gnoseológico, que admite el acceso a la objetividad de los hechos y las situaciones, con los
recursos y los límites que existen, pero verdad objetiva al fin.
8
M. TARUFFO, Simplemente la verdad. El juez y la construcción de los hechos. Marcial Pons, Madrid,
2010, 101.
Ahora bien, asentada en la relación social, la relación jurídica tiene su propia
realidad formal, especificada por la norma. Así, no se identifica con toda relación social
(por ej. la amistad), sino solamente con la que se regla según lo justo; pero tampoco se
circunscribe al ámbito lógico de la norma, como si dejara fuera por irrelevante la
vinculación intersubjetiva real. Por otra parte, el objeto mismo de la relación jurídica es la
producción de la conducta justa como una acción u omisión en el orden intersubjetivo real
(ámbito de las relaciones sociales objetivas), para alcanzar un fin real: la integridad e
igualdad relativa de sus miembros ajustados.
Según sea el fin que persigue el objeto, la relación jurídica puede ser de
solidaridad o de divergencia: en cuanto la integridad que se busca sea de ambos miembros
simultáneamente, o bien de uno con subordinación del otro.
Como ya lo aseveraba con insistencia Rudolf von Ihering, esa relación social que se
especifica como "jurídica" puede generarse en dos tipos de hechos: en acaecimientos
naturales y/o en actos de la voluntad humana jurídicamente relevantes (tanto lícitos como
ilícitos). Ejemplo del primer caso es un nacimiento o la situación de insania, del segundo
un contrato o un delito. Ambos tipos pueden ser ajenos a la realidad física y psíquica de
uno o de ambos miembros de la relación; así, por ejemplo, un acaecimiento natural como
un aluvión que causa daños a los bienes asegurados; también conductas de terceros
vinculados, como el caso de los perjuicios ocasionados por un hijo menor o por un
dependiente, etcétera.
Aquí el término "hecho" es tomado con toda la amplitud que tiene dentro de las
categorías ontológicas; así hay "hechos jurídicos" consistentes en un acto, otros
consistentes en consecuencias de actos, etcétera. De todos modos, ese acaecimiento y/o
acto de voluntad es el que genera el fundamento de la relación o título, como una cualidad
que inhiere en los sujetos y los hace devenir "miembros" en el seno de la relación según
ese título o razón, que expresa y especifica formalmente la norma respectiva (cualquiera
sea su índole).
Para los iusnaturalistas la relación jurídica originaria9 es la que vincula a todos los
miembros de una sociedad al bien común, su fundamento es la ordenación teleológica
natural; se trata de una relación solidaria, de donde brotan poderes y deberes jurídicos en


Recordemos que la noción de "originario" implica tres significados simultáneamente. En primer lugar, que
en su especificidad es consistente por sí por sí mismo y no por otro. En segundo lugar, que es la raíz de donde
los otros miembros de la especie reciben su especificidad. En tercer lugar, que es lo máximamente relevante
en la especie y el referente de sentido para los demás miembros de ella.
función de que hay fines humanos, algunos insoslayables y otros deseables, que sólo se
alcanzan en la vinculación social. 10 Para los iuspositivistas es la que los vincula por la
pertenencia a un orden positivo (instaurado por el pacto o por un hecho de fuerza que
genera normas).
A partir de su fundamento y con su formalidad expresada en la norma, el objeto de
la relación jurídica (el derecho como conducta justa debida) subordina los dinamismos de
los miembros en el respecto en que ellos son alcanzados por su título, es decir, en tanto y
en cuanto son incluidos en la relación por su título. Por el carácter mutuo de la relación
estos dinamismos son correlativos como ejercicio del poder jurídico y cumplimiento del
deber jurídico respectivamente.11 Para ambos miembros, el agente y el término, la
conducta jurídica es algo valioso, es lo justo que le corresponde a cada uno y lo pone en su
propia situación relativa en el seno del orden social.
La sanción no integra de por sí necesariamente toda relación jurídica, sino
solamente algunas y de modo secundario, como veremos oportunamente. Lo que pertenece
a la conducta jurídica, por su exterioridad, es la coercibilidad: es decir, la posibilidad de
que la conducta justa debida sea realizada (de alguna manera) a impulsos efectivos del
poder público.
Veamos un gráfico que recoja lo que venimos diciendo:

10
Como ya lo recordamos, los latinos decían: ubi homo ibi societas, ubi societas ibi ius (donde hay hombre
allí hay sociedad, donde hay sociedad allí hay derecho).

11
Es importante notar, para salir de la reductiva visión iusprivatista, que esta correlatividad se verifica no sólo
en la relación crediticia sino en todos los casos en el seno de una comunidad jurídica: v. gr. los miembros de
una familia o de cualquier sociedad intermedia, las partes de un proceso, etc.
BC

El gráfico nº 4 nos muestra la dinámica de la relación jurídica, como el esquema de


análisis básico de cualquier situación jurídica para una clara comprensión de la misma. La
base es el hecho social (H) que vincula realmente a los miembros. De allí deriva el título
por el que se establece la relación jurídica propiamente dicha. En ella A es el agente, a
quien pertenece la realización del derecho (D) como conducta justa debida, y T es el
término a quien ésta le pertenece como su destinatario a quien integra. La realización de D
pone también a A en su integridad relativa en el seno de la sociedad. A su vez de T nace
un poder (P) respecto a A, para exigirle jurídicamente la realización de D. Aun en las
relaciones entre particulares, el bien común (BC) está siempre como término (lo que
llamamos la politicidad de lo jurídico), de allí el título del poder social respecto al sujeto
agente.

La relación como analogado jurídico


Si bien el tema de la "relación" en general es un tema descubierto y tratado por la
filosofía ya desde Platón, es siempre un tema sutil y especialmente difícil en la tradición
filosófica de la modernidad.12 Sin embargo, el caso de la "relación jurídica" es de los más
evidentes y siempre tenidos en consideración.13
Como ya señalamos, Aristóteles indicó para siempre que la justicia radica siempre

12
Ya TOMÁS DE AQUINO decía que entre todos los géneros "la relación tiene un ser postrero e
imperfectísimo"; postrero porque no sólo preexige el ser de la sustancia sino también de los otros accidentes, a
partir de los cuales se causa la relación; imperfectísimo porque al radicar en la alteridad supone no sólo el ser
de su sustancia, sino que necesita también el ser de la otra sustancia (cfr. Summa contra gentiles IV, 14 ed.
Pera n. 3508a).

13
Cfr. J. FERRER ARELLANO, Filosofía de las relaciones jurídicas. Estudio General de Navarra.
Pamplona, 1963.
en "un dinamismo hacia otro",14 es decir en el género de la relación, que es uno de los
modos del ente. Durante el medioevo la filosofía de la relación en general alcanzó un gran
desarrollo por las exigencias teológicas de tratado sobre la Trinidad y se proyectó en la
metafísica de la participación, donde todos los entes están vinculados por su referencia
originaria a la Causa Primera, constituyendo un orden donde la esencia determina la
"respectividad", es decir en qué se está vinculado. En el orden operativo, para Tomás de
Aquino el derecho es una conducta en relación que se adecua a otro (al término) según
algún modo de igualdad.15
Es tan central la noción de la relación en el ámbito jurídico, que Dante Alighieri
(1265-13221) en su comprensión de la realidad política desplazó la centralidad de la
conducta como primer analogado del derecho y ubicó allí a la relación. Para Dante, el
derecho es una relación de proporcionalidad que se verifica en el plano de las personas de
modo real (es decir afectándolas en su vida misma, no una mera imputación nocional o
intranormativa); de la realización efectiva de esta proporción recoge su vitalidad la
sociedad, de su inobservancia su corrupción.16 Es decir que la condición indispensable para
la vida social es ese orden que consiste en una relación de equilibrio porque cada persona
está en su figura sin menoscabo alguno.17
En la edad moderna, el nominalismo conllevó una depreciación del fundamento
sustancial y del objetivo (la conducta) por una parte, y del sustrato social por otra. En
efecto, la clausura del pensamiento en el sujeto relegó la primacía de la consistencia
objetiva de la realidad, por ello también lo jurídico pasó a ser fundado en instancias
subjetivas con diversas variantes.
Desde Kant se pone el fundamento de la relación jurídica exclusivamente en la
norma, como clara maduración del voluntarismo de la modernidad que origina el
iuspositivismo normativista. Si bien la iusfilosofía adquiere un claro sentido formalista que

14
Cfr. Etica a Nicómaco V, 2, 1130 b 1.

"Ius, sive iustum, est aliquod opus adaequatum alteri secundum aliquem aequalitatis modum" (Summa
15 

Theologiae II-II q.57 a. 2 corp.).

16
Cfr. DANTE ALIGHIERI, De Monarchia II,5: "ius est realis et personalis ad hominem proportio, quae
servata hominum societatem servat, et corrupta, corrumpit".

17
Para comprender mejor esta noción de Dante, recordemos la sentencia agustiniana que dice "serva ordinem
et ordo servabit te" (mantén el orden y el orden te protegerá). También recordemos la noción griega de la
justicia como articulación no sólo aritmética sino geométrica entre las figuras personales: en los intercambios
privados la proporción es exactamente aritmética (se equivalen débito y crédito), en las relaciones sociales en
cambio es geométrica (la justicia radica en la observancia dinámica de la integridad de cada figura que es
diversa de modo funcional y de modo entitativo accidental).
se aleja de la realidad sociológica, sin embargo, desde la norma, lo jurídico es pensado
como relación. Así, en la línea del neokantismo de la escuela de Marburgo, Rudolf
Stammler (1856-1938) sostuvo que el Derecho es un "querer inviolable, autárquico,
ligante".18 Por su parte Giorgio del Vecchio (1878-1970) concibe el derecho como una
"coordinación entre diversos sujetos".
Pero el gran teorizador de la relación jurídica en el seno del civilismo francés ha
sido Friedrich Karl von Savigny (1779-1861) al concebir lo jurídico como "vínculo entre
sujetos de derecho". En el contexto del individualismo anticorporativista, el maestro de la
Escuela Histórica elaboró esta noción como solución doctrinaria para dar lugar en el
mundo jurídico a las nacientes sociedades de capital con fines de lucro. 19 Si bien la base
sociológica de lo jurídico en Savigny era más bien un factor categorial y acaso mítico, sus
formulaciones incluían alguna referencia a lo real. Esta fue totalmente eliminada por el
normativismo contemporáneo.
Para Hans Kelsen y su discípulo Fritz Schreier, de la escuela de Viena, la relación
jurídica se da entre los elementos de la norma: no entre miembros reales de una relación
social sino entre conceptos (que no siempre coinciden con aquellos). Como fuente de una
relación jurídica no reconocen ni requieren ningún tipo de "hechos" sino sola y
exclusivamente la norma: la relación jurídica se da en y por la norma.20 Ahora bien, puesto
que para Kelsen no hay norma "jurídica" sin sanción, la norma "primaria" establece la
relación entre el hecho ilícito y la sanción; la "secundaria" prescribe la conducta que
permite evitar la sanción.
En esta dirección de pensamiento, el argentino Roberto Vernengo considera que la
relación jurídica no es una relación real entre seres humanos. Asimismo, si no hay norma
positiva no hay relación jurídica; las relaciones preexistentes son irrelevantes. La norma
positiva no recoge relaciones previas con naturaleza propia. Además, para Vernengo, la
relación jurídica se da sólo en el campo de los derechos subjetivos personales, 21 y sólo

18
Cfr. R. STAMMLER, LA esencia del derecho y la ciencia del derecho. Univ. Nacional de Córdoba. 1958,
66 ss.

19 
Su principal obra es el Sistema de derecho romano actual (ver la trad. de Messía y Poley. Ed Góngora.
Madrid, 1878). La tautología acompaña las definiciones de Savigny; así define el derecho como "el contenido
de la conciencia jurídica popular".

20
Cfr. H. KELSEN, Teoría pura del derecho (ed. 1953) Eudeba. Bs.As. 1960, 74 ss.; (ed. 1960) UNAM
México 1979, 103 ss; F. SCHREIER, Grundbegriffe und Grundformen des Rechts. Franz Deuticke. Wien,
1924, 51 ss.

21
Cfr. R. VERNENGO, Curso de Teoría general del Derecho. De Palma. Bs. As. 1985, 242 ss.
tiene sentido valioso para el término de la relación (titular del derecho subjetivo) pues para
el sujeto obligado (el agente titular del deber jurídico) se trata de un “perjuicio
desvalioso”.22
El agotamiento logicista en que terminó el normativismo dio paso a distintas
búsquedas de recuperación de la base real de la vida jurídica. En este proceso de reflexión
el tema de la "relación jurídica" adquirió un papel central.
El existencialismo nacido de una fenomenología ontológica se hizo cargo en la
posguerra del s. XX, entre otras, también de esta tarea. En el caso del iusfilósofo italiano
Bruno Romano encontramos una superación del neokantismo y su vaciamiento categorial a
través de una recuperación de las categorías dinámicas de Hegel con una estructura
existencial.
Así B. Romano identifica el "reconocimiento" como el sentido y el fundamento de
la vida jurídica en tanto relación jurídica fundamental. El "reconocimiento" posee los
siguientes elementos: 1) custodia la diferencia entre los miembros de la relación; 2) libera
al existente, y la relación entre los existentes, de ser abandonados al hado o fatalidad que
excluye; 3) sustenta una relación no directa sino mediada por lo simbólico (como
elaboración con terceros: desde la legislación a la concreción judicial); 4) es esencial la
presencia real del tercero; 5) en la relación se forma progresivamente la voluntad como
pretensión jurídica que garantiza el proyecto del existente respecto a la temporalidad de lo
imprevisto; 6) el derecho cumple la misión temporal de instaurar la realidad de la
posibilidad (no la pura posibilidad) del ejercicio de la subjetividad; 7) la voluntad-
pretensión confiere realidad a la relación de reconocimiento en la diferencia.23
Haciendo gala de un gran vigor intelectual, el argentino Manuel Río (1906-2005)
desarrolló, a su vez, una interpretación de la iusfilosofía clásica que considera que el
"derecho objetivo" es ante todo una "relación". En efecto, apoyándose en el neoescolástico
Ludwig Bender,24 Río considera que si bien los iusfilósofos reconocen el valor de la
"relación" en el derecho, falta advertir que la ubicación categorial (en el sentido
aristotélico) del derecho objetivo es la "relación". De este modo, el derecho objetivo es
una ""relación que se predica del sujeto respecto a la acción humana como término", la
acción le pertenece a un tercero, el deudor; el sujeto es el acreedor. A su vez, la causa de la

22
Cfr. R. VERNENGO, “Moral y derecho: sus relaciones lógicas”, en AA. VV., Derecho y Moral, en
Anales de la Cátedra F. Suárez Universidad de Granada. 28 (1988), 37.
23
Cfr. B. ROMANO, Il riconoscimento come relazione giuridica fondamentale. Bulzoni. Roma, 1984, passim

24
Ver L. BENDER, Philosophia iuris. Officium Libri Catholici. Roma, 1955, especialmente 46-47.
relación es el título como "situación" del sujeto, derivada de un hecho reconocido por una
ley natural o positiva.25
Tratando de afinar al máximo la conceptuación de lo jurídico, siguiendo la tabla
aristotélica de los predicamentos, Manuel Río descarta que el derecho sea algo sustancial o
una cantidad o una determinación de lugar o de tiempo, tampoco un hábito. La "cualidad"
la reconoce para el "derecho subjetivo"; en cambio descarta que pueda decirse que el
derecho es un acto o una pasión, aunque la relación termine resolviéndose en ellos.
Nos parece que al categorizar el primer analogado de lo jurídico como "relación"
entre el sujeto (acreedor) y la conducta (del deudor) como término, en realidad Río ha
categorizado el poder jurídico, desplazándose del "derecho objetivo" al "derecho
subjetivo" como primer analogado. Esto se ve claro cuando se advierte que el "derecho
subjetivo" que describe Río como "cualidad" resulta así totalmente inoficioso, pues sería
pura y simplemente una afección del sujeto. Nos parece que en rigor lo que llamamos
"título" como fundamento de la relación jurídica. pertenece a la categoría "cualidad". La
cualidad es una modalidad del ente, en este caso del sujeto. Una cualidad es un título
jurídico en cuanto por ella al sujeto le pertenece una acción, sea como término sea como
agente. Hay cualidades esenciales, pertenecientes a la misma naturaleza o especie humana,
y cualidades accidentales, aquellas sobrevinientes, adquiridas. Las esenciales constituyen
el título de los derechos fundamentales y universales; las accidentales se apoyan en las
primeras y constituyen los títulos de los más diversos derechos.
También se esclarece la visión de fondo que tiene Río cuando sostiene que "el
derecho-relación perdura tanto cuanto perdura el derecho-facultad". 26 A todas luces esta
última acepción ha sido el hilo conductor de la reflexión de Río, como si fuese el primer
analogado. Para este autor, entre el derecho subjetivo, como cualidad relativa de
preeminencia del acreedor respecto al deudor, y el derecho objetivo, como la relación entre
el acreedor y la conducta del deudor a él debida, existe una distinción real de tipo "modal".
En su concepción, el derecho subjetivo fundamenta al derecho objetivo (la relación
a la conducta), que resulta ser una modalidad suya: "Esta condición de la relación, de ser
una modalidad del derecho subjetivo o potestad, explica por qué frecuentemente en la
modernidad se la absorbe".27 Es tan evidente la primacía del derecho subjetivo, que el
25
Cfr. M. RIO, La esencia del derecho, la justicia, la ley. Biblioteca de la Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales de Buenos Aires. Bs. As., 1970, 23-44.

26
Ibidem, 50.

27
Ibidem, .52.
derecho objetivo (relación) se relaciona con el derecho subjetivo como un medio para él,
pues se destina a hacer efectiva la exigencia frente a un tercero, que es el objeto de la
potestad jurídica.28
Ahora bien, para atestiguar su análisis en una fenomenología jurídica, el mismo
Río aduce la expresión "he obtenido mi derecho", como denotando "he logrado la acción
de un tercero que es el término de una relación jurídica de la que soy sujeto".29 Ahora bien,
aquí mismo está la salida del error de Río. Precisamente, esa expresión denota que el
objeto logrado, el derecho, es la acción o conducta justa que le es debida al hablante en el
seno de una relación humana constituida como "jurídica" porque esa conducta es la que
"ajusta" a los miembros de la relación según un dictamen racional llamado "norma".
Porque "esa" conducta (justa) es el objeto de la relación, "esa" relación social se
tipifica como "jurídica". Por ello no logra Río escapar de la primacía de la conducta y
reconoce que la relación "se resuelve" en actos; lo que es una manera de indicar que el
objeto de la relación son los actos: sin ellos no tiene sentido.30
Despejada la dificultad introducida por el fino análisis de Manuel Río, y reafirmada
a través de él la primacía de la conducta justa debida como derecho objetivo y primer
analogado, que constituye el objeto de la relación jurídica, queda precisar otro uso del
término "relación jurídica" y su referencia al derecho objetivo. Se trata de un uso poco
frecuente en su expresión lingüística, pero en cambio muy usada nocionalmente bajo el
nombre de "justicia".

El orden social
En efecto, frecuentemente se llama "justicia" (además de a la virtud de la voluntad
y del órgano de poder político que debe aplicar el derecho, iv.- analogado del derecho) a la
situación emergente de la real ejecución de las conductas justas debidas, como una relación
social en la que lo justo es realizado, es decir una "relación jurídica" cuyo objeto es
efectivamente alcanzado. En este sentido, cuando se dice que "se hizo justicia" o que el
tribunal "hace justicia", lo que se denota es que por la realización del derecho (como
28
Ibidem.

29
Ver opus citatum, 50

30
Para explicar su interpretación de la expresión "he obtenido mi derecho", M. Río dice que se trata de una
sinécdoque en la que se toma la parte (la conducta) por el todo (la relación que la incluye). En realidad, nos
parece que, si puede hablarse de un caso de sinécdoque en esta locución, habría que entender que al decir
"obtuvo su derecho" se está indicando que se obtuvo la conducta que le es debida y así, por tanto, se obtuvo
su integridad: como quien indica "in recto” (directamente) la materia para indicar "in obliquo”
(indirectamente) la cosa.
conducta justa debida) se alcanza una determinada relación social que no es otra que la
"relación jurídica" en su acabamiento propio por el cumplimiento de su objeto y
consecuente construcción de un orden social justo.
Se trata del analogado vi.- orden social, que es en realidad un sistema o entramado
dinámico de relaciones jurídicas cuyo objeto es alcanzado, poniendo en su integridad a los
términos particulares y a la sociedad en su conjunto, donde el bien de cada uno aporta al
bien de los demás. En esta politicidad de la justicia el objeto del sistema de relaciones es la
trama de conductas que realizan el bien común.
Así se advierte que la relación jurídica cuyo objeto es un ilícito remite de por sí a
la otra relación que propiamente realiza lo justo debido o, al menos, lo repara. Por ello la
conducta ilícita es objeto de una relación jurídicamente imperfecta y no autónoma, sino
derivada. Las relaciones jurídicas per se o autónomas son el origen de las imperfectas o
derivadas; éstas sólo se establecen en orden a las primeras y sin ellas son ininteligibles y,
por tanto, inexistentes como tales relaciones jurídicas.
Ya dijimos que la sociedad no es esencialmente conflicto (Hobbes, Marx) sino que
en la sociedad hay conflictos. También que el conflicto ayuda a descubrir la falta de lo
justo (lo que es un modo de descubrir lo justo), y que motiva nuevas normas o sentencias
que imperan la conducta justa debida. Pero cuando se descubre lo justo y se lo practica
pacíficamente, también se lo comprende al derecho. La paz del orden social no significa
que se carezca o que sean innecesarios los criterios imperativos de acción. Puede que el
diseño de las normas haya surgido de conflictos que ya no se tienen presente o que hayan
surgido sin conflictos previos, sino simplemente por la prudencia política del gobernante.
Como ya lo dijimos al tratar de la vida social como origen de la vida jurídica, no
hay un estado de naturaleza en el que los hombres sean puros individuos sin vínculos
sociales y, por tanto, jurídicos. La índole teleológica de la vida social genera
necesariamente normas imperativas para alcanzar la realización de su orden propio. Esto se
agudiza por los conflictos, pero no se basa originariamente en ellos. Estos criterios
vitorianos inspiraron sabias leyes para América y sirvieron para enjuiciar críticamente los
crímenes aquí cometidos.
Pero las dificultades del desarrollo del orden justo, las persistencias de los
conflictos reclaman una respuesta a la contradicción que surge entre la estructural
teleología de la persona y la sociedad y la histórica constante de los conflictos, los delitos y
la necesaria respuesta político- jurídica. Se trata de un punto límite para los esfuerzos de la
filosofía. En la búsqueda última del origen de los conflictos humanos se encuentra la ya
mencionada respuesta bíblica del pecado original, que por la ruptura con la amistad divina
produce también un desorden en el interior del hombre y (por ello) en su convivencia. Se
trata de una realidad histórica vigente que distorsiona profundamente al hombre, pero no se
trata de una destrucción de la naturaleza humana; por ello no implica que no sea posible
advertir lo justo y quererlo. Por tanto, en el estado actual de la humanidad, se hacen más
necesarios las normas, el ejercicio de la autoridad y los procedimientos de la
administración jurídica. Siendo connatural al hombre la vida social es estructural la
existencia de autoridad y de normas. Lo que sí es reconocido como consecuencia jurídica
del pecado original son los delitos y las sanciones.31
Puesto que en toda relación jurídica el miembro término es finalmente la sociedad,
toda pertenencia a ella genera un título de miembro agente para aportar a la realización de
las conductas que construyan el bien común en modo pacífico, eviten y reparen los
conflictos y los ilícitos. Esta observación es particularmente pertinente para marcar el
sentido de las profesiones jurídicas y la base de su deontología específica: los abogados,
los jueces, los mediadores, los miembros del ministerio público y sus colaboradores tienen
una responsabilidad mayor que el simple ciudadano en la consecución del orden social a
través del bien común.
Este orden social de justicia tiene un carácter universal de inclusión, de manera que
la marginalidad en la distribución relativa de los bienes de la sociedad no puede ser
aceptada como estructural, tampoco la supresión de la libertad (que es uno de los bienes
fundamentales en la vida social), tanto de las personas como de las familias y de los
cuerpos intermedios, ni de la subjetividad.
El derecho ecológico
Hemos señalado que el derecho como conducta justa debida se dirige a otro según
algún modo de igualdad, y, por tanto, resulta claro que la relación jurídica se da entre dos
sujetos humanos (personas individuales o cuerpos sociales), como lo expresa Kant en el
texto que ya conocemos:

“Relación jurídica del hombre con seres que no tienen derechos ni


deberes. No hay (vacat). Porque son seres privados de razón, que no nos
obligan, y respecto de los cuales no podemos ser obligados”.32

31
Cfr. AGUSTIN, De civitate Dei XIX, 14-15. TOMÁS DE AQUINO, Summa theologiae I q. XCVI a. 3-4; I-
II q. LXXXV a. 3; q. XCV a. 1; q. XCVI a.5.
32
E. KANT, Principios metafísicos de la doctrina del derecho. UNAM. México, 1978, 45.
En este marco hemos aclarado que los llamados “derechos reales” no hay que
entenderlos como una relación jurídica con la cosa (res), sino con los otros que deben tener
alguna conducta justa respecto al dominio que se ejerce sobre la cosa. Pero una
consideración especial merece la cuestión del llamado “derecho ecológico”. Lo
“ecológico” significa lo referido a la casa (del griego oikía), en cuanto “ecología” es el
estudio de lo atinente a esa casa común de todos los hombres y cada sociedad que es el
universo y cada ambiente; en esta consideración surge la cuestión del “cuidado” de la casa
común. Este “cuidado”, las responsabilidades humanas surgen en cuanto hay una legalidad
intrínseca del universo, una heteronomía inmanente automática, que es posible de ser
conocida por el hombre en alguna medida. Ahora bien, por su autonomía el hombre puede
fácticamente operar sobre el universo entrando, siguiendo, esa heteronomía, los fines y
procesos de la naturaleza no-humana, o contrariarlos. El daño ecológico lo que muestra es
el resultado de una acción autónoma humana que no respeta esa legalidad. El daño sólo se
entiende en la medida en que se capta esa heteronomía inmanente de la naturaleza, es
decir, sus fines y procesos propios. El problema ecológico hace reaparecer ante la
consideración la cuestión de la causa final, descuidada y negada por corrientes de la
modernidad a nuestros días.
Los daños ocasionados al medio ambiente, que es la casa común de los hombres,
han hecho advertir que éstos surgen de conductas humanas razonablemente no aceptables.
También que el daño de ese integrante del bien común que es el universo que habitamos
requiere una intervención del poder político. El asunto es cómo entender jurídicamente
esta intervención.
El iusfilósofo Legaz y Lacambra identifica la matriz del enfoque equivocado
cuando, criticando el krausismo,33 señala que hay una confusión entre el orden jurídico y el
orden moral cuando se considera "sujeto de derecho" a todo "ser de fines", lo que significa
en definitiva a todo ente, pues cada ente tiene su finalidad, 34 es decir su heteronomía
inmanente. En cambio, coinciden con requerir el carácter de persona humana para los
sujetos de la relación jurídica tanto F. Savigny, como von Puchta y G. Del Vecchio.35
Cuando se norma conductas referidas al propio sujeto agente o a entes inferiores (animales,
plantas, cosas) es porque afectan algún bien jurídico extra-subjetivo (por tanto referido a
33
Corriente filosófica originada por el alemán Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832) y que tuvo gran
acogida en la filosofía del derecho en España y en Hispanoamérica-

34
Cfr. L. LEGAZ Y LACAMBRA, Filosofía del Derecho. Bosch. Barcelona, 1972, 707.

35
Cfr. LEGAZ Y LACAMBRA, loc. cit.
otras personas), como puede ser (en definitiva) el Bien Común.
Este es el caso de la normativa jurídica respecto a la ecología. La organización
social en lo ético-jurídico-político se da entre humanos. Los deberes del cuidado también
dirigen acciones humanas hacia entes no-humanos, pero sólo son exigibles por otros
humanos. No es igual al caso de los deberes hacia menores o minusválidos; en este caso
hay quien actúa en representación suya por no poder ellos hacerlo por sí, pero son ellos los
titulares de los derechos respectivos. En cambio, los entes no-humanos no son titulares de
derechos, sino destinatarios de acciones debidas por el orden natural (heteronomía
inmanente), a las que corresponde un derecho de exigirlas por parte de otros hombres (en
especial la sociedad organizada). El derecho a exigir de otros el cumplimiento del deber de
cuidado se origina en el mismo deber común a todos los hombres, en especial organizados
en sociedad, de cuidado de la teleología de la naturaleza. 36 La teleología que tiene valor
jurídico, la que genera título jurídico, no es la de la naturaleza infrahumana, sino la
teleología de los hombres como custodios de la anterior.
Hay una semejanza entre el derecho ecológico y los derechos reales en cuanto se
trata de acciones sobre entes no-humanos que originan deberes y derechos entre humanos.
Pero el derecho ecológico es más amplio que los derechos reales, los posibilita y los regula
como una instancia superior. Por los principios de eficiencia y teleología asegura la
existencia de la naturaleza sobre la que se pueda ejercer el dominio, pero al mismo tiempo
le marca un sentido a este ejercicio que lo aleja de la destrucción, del derroche y de la
contaminación. El derecho ecológico atiende al sentido del dominio humano sobre la
naturaleza no-humana, de manera que orienta y ordena los derechos reales. Con esta
iluminación teleológica se recupera en un sentido más pleno la definición romana de la
propiedad como ius utendi, fruendi et abutendi re sua quatenus juris ratio patitur,
usando, gozando y disponiendo de su cosa en la medida que lo admite la razón del
derecho: la razón del derecho incluye la teleología del universo, nuestra casa común,
porque su heteronomía inmanente automática está en manos de nuestra autonomía.
Lo jurídico en el ámbito ecológico no deriva de por sí de una utilidad
antropocéntrica (cuidar lo que usamos para seguir usándolo) sino de una previa
responsabilidad descubierta en la relación entre nuestra eficiencia autónoma (nuestra
actividad) sobre la naturaleza y su orden propio (heteronomía inmanente). Porque los
humanos, aun integrando la naturaleza y su heteronomía inmanente, no operamos con el
36
Cfr. J. R. MÉNDEZ, Bases filosóficas: del derecho ambiental al ecológico, en INSTITUTO DE DERECHO
AMBIENTAL Y DE LA SUSTENTABILIDAD, Perspectivas sobre Derecho Ambiental y de la Sustentabilidad.
Universidad Católica de Salta. Salta, 2007. Tomo I, 41-64.
automatismo de los demás, cumpliendo necesariamente la teleología, sino que somos
capaces de una autonomía que asume esos fines o los contraría (poder fáctico) tenemos la
responsabilidad común de cuidar que la autonomía se enmarque en la teleología. Esa tarea
es un deber moral de todos. Este deber de cuidado de la naturaleza de índole moral deviene
jurídico en cuanto tarea social pública de toda la humanidad y exigible entre sus miembros
particulares y políticos.
Este paradigma vale también para el caso de los llamados “derechos de los
animales”. En realidad, los animales no son propiamente sujetos derecho-habientes sino
destinatarios del deber de cuidado y, en algunos casos, de dominio por parte del hombre.
El discurso y las acciones jurídicas respecto a animales no se dirigen a ellos sino entre
humanos. Hay quienes incorporan la expresión “persona no humana” para referirse a
animales y, de este modo atribuirles la condición de sujetos jurídicos. Encontramos que se
trata de un uso del lenguaje que vacía de contenido conceptual el significado de “persona”.
Por otra parte, no resuelve los problemas, al contrario, oscurece la comprensión de la
situación jurídica planteada.
Con estas precisiones se supera el punto crítico del krausismo y sus seguidores en
otros varios desarrollos más recientes, y se recoge el importante lugar que ocupa el derecho
ecológico descubriendo su adecuada fundamentación.

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