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María José Plata Flórez


201532023
La identidad criolla en El ancho mar de los sargazos
El ancho mar de los Sargazos es una novela escrita por Jean Rhys, fue publicada en el año 1966.

El libro cuenta la historia de Antoinette, un personaje que nació como una respuesta a la novela

Jane Eyre de Charlotte Brontë. En esa novela del siglo XIX aparece ‘la loca en el desván’, una

mujer criolla que se caracterizaba como una especie de monstruo. Jean Rhys toma este personaje

y le da una familia, un pasado y un motivo para su locura. Este recae en los conflictos que

conllevan su relación con el lugar de dónde viene, la colonia, y el lugar al que pertenecía su

familia, las metrópolis europeas. Se pretende mostrar que esta obra tiene una protagonista que

enfrenta los conflictos que conllevan la identidad criolla. En primer lugar, se expondrá porqué

Antoinette ilustra la identidad criolla. En segundo lugar, se analizará la relación de este personaje

con sus antecesores familiares. Por último, se expondrá cómo se relaciona la protagonista con su

entorno local.

El criollo se entiende como una persona que era hijo de europeos que se habían

establecido en las colonias. Pero, se podría argumentar que la identidad criolla va más allá del

hecho de tener una herencia europea y nacer en un espacio colonial. El criollo es aquel que no

puede pertenecer ni abandonar ninguna de las partes con las que convive, es una identidad

sumergida en el limbo, porqué no es local, por su herencia. Sin embargo, tampoco se puede

considerar igual a sus padres o parientes de la metrópoli, porque nació en suelo colonizado. Esto

se ilustra más claramente si se analiza a la protagonista de la novela. En el caso de Antoinette el

texto evidencia que es criolla. Es más, en el momento en que la novela se posiciona como una

respuesta a Jane Eyre, entonces el personaje no puede no ser criollo, porqué entonces Antoinette

no se correspondería con la ‘loca del desván’ En la trama de la novela, se le expone al lector el

origen de este personaje: es hija de un inglés y una mujer francesa, y su lugar de nacimiento es
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Jamaica. Por ende, hasta donde el lector sabe, la ascendencia de Antoinette es completamente

europea.

Sin embargo, su carácter criollo es particular por dos motivos. En primer lugar,

Antoinette carga en sí misma una mezcla de sangre, no con locales, porque entonces se estaría

hablando de mestizaje y no es el caso, pero sí entre dos herencias europeas que históricamente

han entrado varias veces en conflicto. Cabe mencionar que tanto Francia como Inglaterra

entraron, junto con otros países europeos, en una carrera imperialista en la que competían por los

territorios coloniales. Por lo tanto, Antoinette viene a ser hija de ese conflicto. Es resultado de ese

encuentro entre dos fuerzas metropolitanas que luchaban por apropiarse de la mayor cantidad de

territorio colonial. En segundo lugar, tanto el padre como la madre de Antoinette son

colonizadores fracasados. Ya se sabe que la mayoría de europeos que se establecían en la colonia

tomaban ese estilo de vida porque no tenían oportunidad de prosperar en sus lugares de origen.

Algunos encontraban grandes riquezas en el nuevo territorio o asumían puesto de poder. Sin

embargo, ese no es el caso de los padres de Antoinette. Ambos representan el fracaso de su

misión imperialista, ambos enloquecen, ambos caen en la pobreza y no son capaces de preparar

un futuro para sus hijos. Se puede considerar que estas figuras paternales representan la situación

que vivía la metrópoli durante el periodo histórico que se vive en la novela, la emancipación de

los esclavos negros que conllevo paulatinamente la perdida de los territorios colonizados. Por lo

tanto, así como los europeos perdieron el control sobre sus antiguas colonias, los padres de

Antoinette no son capaces de retener su propia cordura porque el espacio colonial los sobrepasa.

Hay un pasaje particular en el que se puede leer que Antoinette es consciente de ese

conflicto. En un punto de la novela esta le dice a su esposo: “una cucaracha blanca. Esa soy yo,

Así nos llaman a los que vivimos aquí antes de que sus propios hermanos en África los vendiesen

a los traficantes de esclavos. Y he oído decir que las mujeres inglesas nos llaman negras blancas.
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Por eso cuando estoy entre vosotros a veces me pregunto quién soy y cuál es mi país y adónde

pertenezco y por qué he nacido.” (Rhys 99 Mi énfasis). Cabe mencionar que, la primera vez que

alguien llama a Antoinette ‘cucaracha blanca’ es mientras es niña. Por lo que ese a veces puede

referir a pensamientos que han estado con ella desde su estancia en Coulibri. Es personaje desde

la infancia hasta la madurez, demuestra, así sea entre líneas, una conciencia de su ‘no lugar’ o

más bien ‘no hogar’. Tiene cierta relación con algunos espacios, en el sentido de que o los habita

o los ha heredado, pero como tal no pertenece a ninguno de los dos.

Una última muestra del carácter criollo de la protagonista tiene que ver con la onomástica,

con su propio nombre. Cuando es niña cambian su apellido de Cosway a Mason, para que se crea

que es hija de un europeo exitoso y no del inglés borracho que fue su padre biológico. Mientras

está en el convento decide hacer una consigna en punto de cruz “escribiré mi nombre abajo con

rojo fuego. Antoinette Mason, antes Cosway, convento del Monte del calvario, Ciudad Española,

Jamaica, 1839” (Rhys 47) Este pasaje demuestra la conciencia que tiene la protagonista por quién

es, por quién fue, en dónde está y en qué tiempo vive. Todo esto se pierde cuando su esposo

comienza a llamarla ‘Berta’, el punto en el que ella pierde su cordura. Este ingles la marca con un

nuevo nombre, uno que la obliga a asumir esa herencia que ha tratado de borrar, la de la europea

rebasada por el espacio colonial, la de la mujer loca. Entonces, Antoinette es obligada a ir a

Inglaterra y bajo esta nueva identidad, que no le pertenece, pierde tanto el sentido de quién es,

quién fue, en dónde está y en qué año vive. Por lo tanto, este personaje, por ser criollo, se

enfrenta a factores externos que se valen de la onomástica para imponerles un único aspecto de su

identidad. A Antoinette le arrebatan su nombre, porqué se le impone una única herencia, la de

una familia europea que fracasó en su labor colonizadora y enloqueció.

En cuanto al tema de la herencia, uno de los puntos claves de la identidad criolla de este

personaje está en su relación con sus padres, que a la vez son figuras representativas del espacio
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metropolitano. De niña vivió con padres de los que estaba fuertemente distanciada. Es cierto que,

la madre de Antoinette está con ellas en momentos de peligro. Cuando los locales incendian la

casa de Coulibri Berta hace lo posible por salvaguardar a sus dos hijos. Sin embargo, al comienzo

de la novela la madre solo se interesa por Pierre, el hijo varón, y parece ignorar completamente a

Antoinette. Esta actitud se mantiene hasta su segundo matrimonio, en el que la aleja de esa

‘crianza salvaje’ y la ajusta a lo que es apropiado para su nuevo esposo. En cuanto al padre, es

una figura ausente que pertenece al pasado. Adicionalmente, está el padrastro, el señor Mason,

que también marca una fuerte distancia con ella. “Pensé que nunca llegaría a apreciar al señor

Mason. Mentalmente seguía llamándole señor Mason. Una noche dije <<Buenas noches papá

blanco>> y no pareció disgustarle. Le hizo gracia.” (Rhys 27 Mi énfasis) Eventualmente se

establecería una relación de respeto, y se podría decir que de aprecio, entre el señor Mason y

Antoinette. Sin embargo, nunca llegan a entenderse el uno al otro por esa marcada distancia entre

ambos que no intentan sobrepasar. El núcleo familiar no construye un espacio para Antoinette.

Ella flota a la deriva, como un sargazo.

Resulta clave tener en cuenta que, para este personaje, los padres son los referentes del

territorio metropolitano. Ellos representan a Europa en su vida y, por lo tanto, al estar

distanciadas de sus padres la protagonista también se distancia de ese territorio metropolitano. No

se trata de una representación metafórica, sino de una imagen palpable. Antoinette, no solo se

distancia de su figura materna, sino que Berta deliberadamente la rechaza siendo niña. Luego,

cuando es adolescente, y va a visitarla al manicomio, allí Bertha la golpea y la insulta. Esta

violencia se replica en el encuentro de Antoinette con Inglaterra. Se casa con un inglés, para

confirmar su identidad como heredera de la tradición paterna, pero al ser descubierta su

‘verdadera’ identidad, su esposo la rechaza y maltrata llevando a Antoinette a la locura. Entonces


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es enviada contra su voluntad a Inglaterra donde permanece bajo llave en el ático. Por lo tanto,

ella no puede apropiarse del espacio europeo que ha heredado de sus padres.

Tomando en cuenta este distanciamiento con la herencia metropolitana, se podría

considerar que, en consecuencia, ambas niñas tienen un acercamiento a lo local en el que se

enfrentan a conflictos raciales. En cuanto a su relación con lo local, resulta pertinente mencionar

que Antoinette encuentra una figura maternal en una persona de raza negra. Christophine, la

criada de Martinicca, es quién más se preocupa por Antoinette mientras es niña y la sigue

cuidando hasta que es llevada a Inglaterra. Un aspecto clave de la relación entre la niña criolla y

la figura local está en la lengua. Antoinette habla con Christophine en lengua nativa y su esposo

remarca que su mujer abraza y besa a la criada, cosa que él no sería capaz de hacer (Rhys 87).

Por lo tanto, este lazo no se da solo a través de la lengua, también es clave el lenguaje corporal

que refuerza la relación de los personajes.

Este contacto con lo nativo también involucra un enfrentamiento con el conflicto de razas.

Cuando Antoinette se encuentra con personajes de raza negra se da cuenta que no es igual a ellos,

y su historia la lleva a asumir esa diferencia y a ver que tampoco pertenecen a ese espacio local.

En el caso de Antoinette se puede hablar de un rechazo del espacio local cuando su ‘amiga’ Tia le

roba su vestido, le dice cucaracha blanca, y también le roba sus monedas. Además, esta otra niña,

que había sido supuestamente su compañera de juegos, hace parte de la horda que quema la casa

de Coulibri. Cuando Antoinette la llama, Tia responde lanzándole una piedra a la cabeza. El

mensaje para Antoinette es claro, ella pudo haber nacido en el mismo sitio que Tia, pero ella no

pertenece a ese espacio por su herencia colonial.

En conclusión, esta obra tienen un enfoque clave en la infancia porque es una época en la

que la idea de identidad se construye sin ningún tipo de filtro. Por eso es que Antoinette es tan

receptiva ante los factores externos, es una niña. Ella se enfrenta a un ambiente donde: no se le
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permite determinar quien es; donde sus padres y lugar de origen es indiferente hacia ella; y

además se le permite tener contacto con lo local, pero solo hasta cierto punto. Entonces, esa

receptividad es lo que construye esa identidad, o más bien ‘contra-identidad’ que significa lo

criollo, y que la acompaña hasta su vida de adulta. Desde niña no sabe quiénes es, ni a dónde

pertenecen, y al llegar a la madurez, aunque intenta conseguir una respuesta, los factores externos

se la arrebatan y al final de su vida no puede responderse esas preguntas. Porque no puede

apropiarse de ninguno de los espacios a los que se ha acercado.

Bibliografía

Rhys, Jean. El ancho mar de los sargazos. Bogotá: De Bolsillo, 1966.

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