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¿DEBEMOS QUEMAR LAS CALIFICACIONES?

Frankin Novoa Gonzalez1

La evaluación hace parte del desarrollo humano, pues ha permitido determinar la


funcionalidad de nuestras acciones, corregir comportamientos e interpretar la
realidad para después decidir qué hacer. Por ejemplo: en el momento que salimos
de casa y al observar nubes grises, podemos determinar que quizás llueva, así
que se puede optar por llevar un paraguas, lo que se está haciendo en realidad es
evaluar el clima. Con lo anterior, se demuestra la importancia de la evaluación
para la toma de decisiones, es decir que la evaluación ha permitido al ser humano
(desde su origen como especie), interpretar el entorno y transformarlo a su
beneficio, siendo así la evaluación de vital importancia para la supervivencia y el
desarrollo de la especie.

Sin embargo, la evaluación educativa se ha visto empañada por la forma en que


se realiza, pues se renunció a investigar y generar conocimiento, para solo
enfocarse en la distribución de números, los cuales no permiten el desarrollo del
pensamiento y la creatividad de los educandos, es decir, solamente se está
calificando, dejando en el olvido el analizar los resultados obtenidos después de
un proceso evaluativo.

Bajo este sentido, «la educación se ha convertido en una estructura subordinada a


las notas»2, se ha arraigado tanto que cada miembro de una institución educativa
asume un papel frente a las calificaciones; los directivos utilizan las notas para
castigar o premiar económicamente a las instituciones, los docentes cuentan con

1
Estudiante de sexto semestre de Licenciatura en Producción Agropecuaria de la Universidad de
los Llanos. Catedra pedagogía y evaluación.
2
VILLARROEL, Jorge. Las calificaciones como obstáculo para el desarrollo del pensamiento,
Ibarra, Revista Sophia: Colección de Filosofía de la Educación. Nº 12. Quito: Editorial Universitaria
Abya-Yala, p. 147.

1
las notas como el instrumento de control y orden, los padres de familia ven las
calificaciones como el mecanismo en que se pueden acercar a la institución y
finalmente el estudiante quien hará hasta lo imposible (fraude si es necesario) por
obtener una buena calificación. En resumen «las calificaciones son las muletas
que hacen caminar a la educación»3.

Pero, ¿Qué pasara si se le despoja a la educación de estas muletas?, ¿Se podría


dejar de usar la calificación y sus artimañas numéricas? Para iniciar una reflexión
en estas interrogantes, se invita a conocer una de las historias mencionadas por el
escritor J. Green4:

A Rabe´a al-Aldiwitah, una gran mujer santa del sufismo, se le vio correr por las
calles de su pueblo, Basra, cargando una antorcha en su mano y una cubeta de
agua en la otra. Cuando alguien le preguntó qué hacía, respondió: “voy a verter
esta cubeta de agua sobre las llamas del infierno luego usaré esta antorcha para
quemar las puertas del paraíso para que la gente no ame a Dios por desear el
cielo ni por temor al infierno, sino porque es Dios.

La academia ha venido trabajando en un enfoque similar a esta historia, pues se


trabaja por el premio y la gloria que otorga una calificación alta y se huye del temor
causado por las notas bajas. Pero el interés puro de aprender, de cuestionarse, de
crear nuevas estrategias de aprendizaje están quedando en el olvido. «Quizás la
educación hubiera tenido mejor suerte si nunca se hubiera inventado el sistema de
calificaciones»5.

Claro está que los sistemas educativos esta completamente impregnado por las
notas, se han convertido en la motivación académica, tanto así que se encuentran
centros educativos con un afán incesante por conseguir calificaciones, donde el
estudiante se ve inmerso en un mar de memorismo, el cual si este no trasmite de
memoria la información que su docente le otorga, no encontrará tierra firme en
3
OLIVEIRA, Lauro. Educación por la inteligencia. Argentina, Humanitas. 1979.
4
GREEN, Jhon. Buscando a Alaska, Estados Unidos, E.D. Dutton, 2005, p. 215.
5
RENNER et al. El maestro subversivo. España: Barral Editores.

2
donde descansar, aquí ya dejo de importar si realmente el estudiante está
aprendiendo, se está suprimiendo la creatividad del educando, pues solo se
espera que cumpla con lo que desea el docente. Entonces este sistema valora las
notas y no lo que se aprende, pero ¿las notas altas si son significativas?

Si un estudiante de ciencias naturales, aprueba dicha materia con una calificación


muy alta y de premio se le otorga una golosina y este arroja el empaque al suelo o
si vemos que arranca las hojas de las plantas por diversión o que su relación con
el medio ambienté no es la adecuada, ¿realmente obtuvo una buena calificación?
quizás memorizo las relaciones entre especies pero no comprendió que él hace
parte de esas relaciones. En estos cuestionamientos sobre las notas se reafirma
que si se «quítese estas de las aulas, se verá cómo el sistema educativo se
derrumba»6.

De esta manera las calificaciones influyen en la baja calidad educativa pues como
lo expresa Villaroel7, quien dice que las notas «declinan la calidad de la
enseñanza, pues las notas valoran, de manera esencial, la reproducción de
conocimientos en lugar de las funciones mentales superiores». Es decir no son
representativas a la hora de evaluar lenguaje, emociones, pensamiento,
razonamiento, toma de decisiones, creatividad, entre otras cualidades del ser, por
el contrario las notas minimizan la motivación por el conocimiento, pues pueden
provocar barreras de dialogo entre el educador y el educando, fomentar una mal
competencia dejando a un lado el aprendizaje colaborativo y llegar al extremo de
afectar psicológicamente al estudiante evaluado.

Para poder despojarnos de las calificaciones debemos comprender que la


evaluación no es el hecho de encasillar a los estudiantes en números, sino que la
evaluación debe ser vista como un GPS, que determine la posición en la que se
6
VILLARROEL, Jorge. Las calificaciones como obstáculo para el desarrollo del pensamiento,
Ibarra, Revista Sophia: Colección de Filosofía de la Educación. Nº 12. Quito: Editorial Universitaria
Abya-Yala, p. 147.
7
Ibíd., p. 148.

3
encuentra el estudiante, respecto con el camino de determinado conocimiento. Es
decir proporcionar información útil no solo para el estudiante sino también para el
docente, que en función de facilitador puede establecer rutas de mejoramiento o
cambios en el diseño de un curso. Entonces, la evaluación se establece como un
proceso que permite la toma de decisiones en busca de la calidad, pues de nada
serviría evaluar si no se interpretan los resultados obtenidos.

Bajo este sentido debemos seguir el ejemplo de Rabe´a al-Aldiwitah y quemar las
calificaciones, claro está bajo un acto meramente simbólico, donde lo único que se
consuma en llamas es el concepto que une las notas a los procesos evaluativos,
dejar la ilusión de que calificar es lo mismo que evaluar, empezar a retomar
procesos que solamente se han quedado en la teoría, buscar nuevas motivaciones
académicas que impulsen la curiosidad por aprender, donde no solo lo cualitativo
tenga un valor, sino que también se empiece a incursionar en las cualidades
individuales de cada educando, todo este en favor de la creación de un
pensamiento autónomo con un enfoque critico que carezca del terror de ser
evaluado.

4
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1) DUEÑAS, María. Importancia de la inteligencia emocional: nuevo reto para


la orientación educativa. Madrid: Universidad de la Educación a Distancia,
2005.
2) GREEN, Jhon. Buscando a Alaska. Estados Unidos: E.D. Dutton, 2005, p.
215.
3) MORENO, Olga. ¿Adictos a las calificaciones? México: Revista
Iberoamericana de Educación, 2006.
4) OLIVEIRA, Lauro. Educación por la inteligencia. Argentina: Humanitas.
1979.
5) RENNER et al. El maestro subversivo. España: Barral Editores.
6) VILLARROEL, Jorge. Las calificaciones como obstáculo para el desarrollo
del pensamiento, Ibarra, Revista Sophia: Colección de Filosofía de la
Educación. Nº 12. Quito: Editorial Universitaria Abya-Yala, p. 141-152.

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