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Morismas de Bracho
Diseño editorial: Carlos Flores y Antonio Perales
Portada: Rubén Luna
Presentación, 9
Conclusión, 61
Presentación
E
l siguiente cuerpo de trabajos de interpretación fue
realizado como un proyecto de investigación del
Cuerpo Académico Ética y Conocimiento (CAEC) de
la Facultad de Filosofía y Letras (FFYL) de la Universidad
Autónoma de Nuevo León (UANL), apoyado por esta mis-
ma institución; también contó con ayuda local en la ciudad
de Zacatecas, por medio de la maestra Georgina Quiñones,
de la Unidad Académica de Historia (UAH) de la Universi-
dad Autónoma de Zacatecas (UAZ), quien con mucha ama-
bilidad nos introdujo a los aspectos históricos y sociales del
tema y nos presentó a integrantes de las Morismas de Bra-
cho, particularmente a uno de los organizadores, quien nos
proporcionó valiosos datos sobre la realización de la fiesta y
el contexto en el cual se desarrolla.
Por otra parte, es necesario señalar que para los profeso-
res y estudiantes de la carrera de filosofía de la FFYL-UANL
se trató de una experiencia singular y, sobre todo, del primer
trabajo de campo en esta región que, hasta donde sabemos,
se realiza para nutrir una interpretación filosófica. Nuestra
contribución quiere seguir, en este caso, la recomendación
de Immanuel Kant: una antropología pragmática, o bien
una filosofía pragmática en la que el filósofo, sin ninguna
pretensión, entra a “la cancha” de la vida y juega, se sumer-
ge en la corriente de la vida y luego lleva a esa experiencia al
lenguaje académico. Por ello, para realizar esta inmersión,
llevando adelante los postulados que una investigación de
este tipo exige, hemos elegido los métodos cualitativos ali-
mentados por la fenomenología y la hermenéutica. La in-
vestigación cualitativa, como sabemos, exige un ejercicio de
comprensión unido a un manejo de las emociones y pers-
pectivas intelectuales y morales del investigador; todo ello
se pone en juego en un trabajo de este tipo, además del com-
promiso por lograr una relación humana y honesta con los
participantes de una práctica social o cultural. Este factor,
como pudimos comprobar, es difícil de alcanzar, aun en los
profesores que estuvimos dentro del proyecto y más aun en
9
nuestros estudiantes integrantes del equipo quienes, al no
contar con una formación específica en métodos etnográfi-
cos, hubieron de participar en un taller creado para apoyar
su actuación en campo. Con todo, el resultado ha sido satis-
factorio en la medida en que se logró un conjunto de textos
con color y ricos en datos sobre el ambiente de la fiesta, la
visión de los involucrados en todos los grados: participan-
tes directos en la morisma, sea como cristianos o moros, sea
como peregrinos de San Juan Bautista, sea como integrantes
del equipo organizador o simplemente como vecinos de la
ciudad de Zacatecas.
Sabemos que en un trabajo de esta naturaleza siempre
queda algo en el tintero: historias, sentimientos y emociones
que no entran en la descripción; interpretaciones que tal vez
no hacen toda la justicia a las palabras de los participantes
de un evento como las Morismas de Bracho. Aun con estas
dificultades y el riesgo de quedar cortos en esta experiencia
maravillosa, presentamos nuestros textos con el ánimo de
iniciar un diálogo sobre la transformación del mundo, la re-
tirada (¿o radicalización?) del sentimiento religioso, la mu-
tación de los símbolos religiosos y la emergencia de nuevas
sensibilidades sociales. Intentamos reunir el conocimiento
de lo social y cultural con la interrogación filosófica en un
ejercicio que esperamos sea interesante para los colegas de
humanidades y ciencias y el lector no académico.
Lejos de ser un texto con conclusión, dejamos estas lec-
turas como una invitación a nuestros amigos participantes
de las Morismas de Bracho, estudiantes y profesores de
Zacatecas, y el público, para valorar esta fiesta como una
herencia que se encuentra decidiendo su futuro, una prác-
tica local que es universal y que, como toda práctica huma-
na, nos plantea preguntas que merecen ser reflexionadas.
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Morismas de Bracho: la ofrenda del ruido
Jorge Ignacio Ibarra Ibarra
P
ocas veces tenemos la oportunidad de conocer un
evento de la magnitud de las Morismas de Bracho,
guardado casi como un preciado secreto de la ciudad
de Zacatecas. Reunidos a finales de agosto y principios de
septiembre, entre marchas militares y procesiones religio-
sas, Moros y Cristianos, ejércitos opuestos, son dispuestos
en una llanura en las afueras de la ciudad. Una celebración
que en su complejidad se asemeja al movimiento de las hor-
das de soldados y población en tiempos de guerra. Para los
pobladores de Zacatecas, se trata de una festividad que rom-
pe la tranquilidad y la rutina pero que para algunos, como
Alejandra (21 años), dependienta de un local de artesanías,
está plagada de alcohol y violencia. Sin duda, las imágenes
de las Morisma de Bracho creadas por el turismo oficial pre-
sentan la festividad con un perfil bajo, como un evento que
proporciona a Zacatecas capital una identidad muy propia
aunque se trate de una realidad en la que muchos habitan-
tes de esta ciudad colonial y minera buscan compaginar la
modernidad, que no termina de cuajar en su ciudad como
en su estado.
Centro de la bonanza minera durante la colonia, Zacate-
cas, sede del poder estatal, ha devenido una de las ciuda-
des más atractivas para el turismo, incluso como residen-
cia de académicos y personal técnico de origen extranjero.
Las calles sinuosas y callejones son el lugar de tradiciones
que reflejan el pasado de opulencia y profunda religiosi-
dad, manifestada no sólo en las esplendidas edificaciones
de los templo católicos en estilo barroco y churrigueresco,
sino también en las instituciones asociadas a esta religiosi-
dad, particularmente las Cofradías, especie de agrupacio-
nes vinculadas al culto de una figura sagrada. Así, la ciu-
11
dad de auge del mineral, trofeo y campo de batalla en la
Revolución de 1910-1920, asentada en una serranía, vigilada
por el verdoso y pétreo cerro de la Bufa, dispone un esce-
nario particular llamado Bracho, asentamiento marginal y
antiguo semejante a los llamados populares u obreros que
nacieron en las ciudades de la industrialización mexicana
con la población que llegó del campo a engrosar el proleta-
riado de la naciente industria moderna en las postrimerías
del siglo XIX y los albores del XX. Bracho, o bien La Pinta, su
nombre original definido desde la Colonia española, toma
el carácter de barrio viejo e identitario de la clase obrera de
la capital zacatecana.
Morismas de Bracho es también el recuerdo de aquellos
que han dejado el hogar de los padres y vuelven atraídos
por los estruendos de la pólvora. Se recalca ante todo el dis-
tanciamiento de la religión: “Sí soy católica pero no voy a
la iglesia” o bien: “Yo no creo en sucesos sobrenaturales”.
Para algunos jóvenes cobra vigencia aquello de “catolicis-
mo social”: del compromiso con la familia o los amigos del
barrio o como una muestra de apego a la identidad cultural
zacatecana. Establecemos que las visitas a la familia no im-
plican un compromiso que anule las costumbres adquiridas
en el medio urbano y social, costumbres dominadas por el
apego a la tecnología, la novedad y las relaciones elegidas
libremente. Para el observador de la tradición de las Moris-
mas de Bracho no hay nada más extraño y fascinante que
este colorido que llena las calles con el desfile de tropas de
suavos y soldados de tropa, cruzados y moros en el que una
multitud de batallones y regimientos lucen sus uniformes
vistosos, sacados de diversas etapas de la historia de Mé-
xico, así como de los eventos que conforman la cristiandad
como el choque entre Saladino y Carlomagno. Vestuarios
y caracteres sobrepasan la lógica de la cronología histórica
para dar paso a la afirmación del color y el carácter del per-
sonaje. Hombres y mujeres integrados en vastos batallones
llenan las calles del centro de Zacatecas y marchan hacia
el norte de la ciudad, al vasto llano entre colinas llamado
Bracho. Este desfile, que durante una hora y media ocurre
sin parar, es una línea humana que despierta la curiosidad
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tanto como el rechazo entre los habitantes de la capital za-
catecana. Sin duda, el gran número de participantes, del que
algunos llegan a mencionar hasta cinco mil, es prueba de
que sigue siendo ampliamente popular y aceptado entre la
población católica, y hasta entre aquélla que no lo es.
Para los observadores de otras ciudades, es impactante
el número de involucrados y el colorido de los uniformes
y vestuarios que utilizan. La variedad de tipos históricos y
las edades de los participantes convierte a la fiesta en una
convivencia social en la que los límites entre adultos y jó-
venes se difuminan. Las Morismas de Bracho son como un
espacio de contacto entre las diferentes visiones de la vida
y la religiosidad.
Más que una celebración ortodoxa tradicional, aquí se
trata de una celebración que une la alegría lúdica con el
fervor devocional. Más allá de la imagen estereotipada de
un festejo dirigido a los visitantes católicos, la tradición de
las Morismas de Bracho se realiza entre el fragor de las re-
presentaciones bélicas y bíblicas. Referencias a la cristian-
dad unidas a consignas políticas conforman una bacanal
de ruido magnificada por los rifles falsos con percutor de
cartuchos de pólvora, cañones de salvas. Los símbolos béli-
cos se revisten de misticismo y los cuadros se forman en la
llanura de Bracho como un imponente cuadro vivo de una
batalla épica.
La centralidad de la representación festiva de las Mo-
rismas de Bracho es evidente en cuanto aviva un deseo de
novedad a la vez que de renovación. Como mencionamos
antes, si bien esta ciudad colonial minera se encamina irre-
mediablemente a la modernidad global, que ya se abre paso
en la periferia con construcciones destinadas al comercio y
zonas residenciales de lujo, su centro histórico revive cada
año con la Morisma de Bracho. Incluso cuando se abre paso
la colonización de espacios mercantiles, Zacatecas continúa
su herencia y sus tradiciones. Hay algo de orgullo y persis-
tencia de la memoria en la ciudad. La renovación no signi-
fica aquí la destrucción del pasado, el olvido, como en otras
urbes del centro y norte del país, como Aguascalientes,
León, Monterrey o Torreón; el piso de riqueza minera, con
13
su esplendor colonial español, se ha afirmado anteponiendo
el mismo a la industrialización.
Las Morismas de Bracho, festividad religiosa o represen-
tación didáctica, devienen en el siglo XIX espectáculo y or-
gía de ruido y color, marea de soldados y caballeros medie-
vales. Si bien sus historiadores han registrado su desarrollo
como evento católico, han notado también su eventual au-
tonomía y su apropiación de la masa obrera y campesina de
Zacatecas; sus manifestaciones religiosas, principalmente
para honrar a San Juan Bautista, se fusionan con las expre-
siones marciales y ejercicios militares que simulan batallas
épicas. No hay recuerdo más vivo de la ciudad de Zacatecas
que éste ni otro evento que involucre de esta manera a tanta
gente en un solo lugar. Bracho, hondonada entre cerros, se
convierte por una semana en un escenario de choques he-
roicos y metamorfosis de los hombres y mujeres en persona-
jes de otras épocas. La diversión y la devoción, la violencia
y la disciplina militar se unen en un todo caótico. Morismas
de Bracho es la ofrenda del ruido.
“Morismas no me representa”
Alejandra (21 años) no tiene reparo en afirmar que ella es
zacatecana, aunque nació en la capital del país, igual que
sus padres. Su familia llegó a finales de los noventa a la ca-
pital minera. Ella, como muchos jóvenes católicos actual-
mente, mira la celebración de las Morismas de Bracho como
un evento de identidad cultural que poco tiene que ver con
sus aspiraciones como estudiante y trabajadora. Incluso, po-
dríamos decir que la Morisma de Bracho “no la representa”
pues los símbolos urbanos son realmente los que liga a la
capital zacatecana y a sus amigos: para ellos, antes que las
aspiraciones espirituales o morales, la vida urbana moderna
y global es el sueño a alcanzar; se trata de una generación
que, como en la mayor parte del país devenido urbano e
industrial, se vuelve sobre los centros comerciales y el consumo.
Alejandra, como muchos jóvenes de los centros urbanos en
los estados de México, rompe con una larga cadena de tra-
dición católica de observancia pública y han adquirido el
derecho a una religiosidad que se vive en lo privado. Los
símbolos prácticas espectaculares como la Morisma de Bra-
cho se repliegan ante los nuevos rituales: la visita al mall
más cercano, el estreno del auto de agencia, la vida social en
redes, el fitness, los videojuegos y más.
La identidad entre los jóvenes se ha construido sobre las
bases de la tradición y los valores religiosos antes que una
construcción plena de sentido material o de necesidad in-
mediata. Tal vez, el mundo ofrecido por el capitalismo glo-
bal, al parecer en declive pero aún con fuerzas, permuta los
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elementos tradicionales de la identidad en dos formas: una
constreñida en su totalidad a los imperativos del mercado;
la segunda como un rescate de la tradición. Mientras que
la primera opera como la identidad “débil”, aquella que el
italiano Gianni Vattimo refiere como la realidad última e
inevitable posterior al vencimiento de la cultura occidental,
la segunda opera como lo contrario: un refuerzo estridente
y brutal de la recuperación de los fundamentos religiosos y
tradicionales de la identidad. Así, entre la laxitud de la vida
del supermercado global y la fuerza del retorno a la autori-
dad, los jóvenes se guarecen en las identidades culturales
extremas, en las que el común denominador es la falta de
una prudencia, un equilibrio o una mediación.
Para Alejandra, como para muchos otros jóvenes zacate-
canos, no valen ya valores como la Tierra y o la Vida Eterna,
convicciones tan caras a los antiguos habitantes del estado
minero. Se trata de una identidad que elige entre el sueño
del mercado y la seguridad de la identidad fuerte y plena
de valores fundamentales. Así ser joven hoy en Zacatecas
representa esa disyuntiva entre pertenecer a un mundo ca-
tólico, orgulloso de su herencia española y mestiza, o bien
pertenecer al mundo global, a la vorágine de la cultura del
consumo y el ámbito digital. Las morismas han quedado de
esta manera como una práctica tradicional que parece ceder
su peso y centralidad a los nuevos ámbitos de cultura glo-
bal. Ser joven es pertenecer a un mundo moderno de telefo-
nía celular, poseer una tarjeta de crédito, contar con a una
membresía comercial, estar integrado a grupos de Whatsa-
pp; ser joven hoy no requiere una adhesión a un espectáculo
que muchos jóvenes zacatecanos consideran decadente. Y
sin embargo, de manera contrastante, la participación juve-
nil en la fiesta de las morismas es ingente y entusiasta.
Tal vez lo que vemos es la identidad bicéfala, una que
toma del mundo anterior, de las generaciones inmediata-
mente pasadas los elementos de una validez fundamental
así como de una perfomatividad estética singular y única. Y,
en contraparte, toma lo mejor que ofrece un país que se sue-
ña moderno y desarrollado. La identidad bicéfala nos habla
de una tensión entre lo que se ha alejado pero gravita sobre
18
los sueños y valores de los jóvenes y aquello que se persi-
gue como el sueño construido por los intereses económicos
del capital global. Las dos cabezas, o focos de la identidad,
que guían a la persona en su conducta social, política y éti-
ca, miran en este caso hacia ese pasado de orgullo y legado
lleno de contenidos y símbolos valiosos, mientras que con
la otra cabeza se mira la oportunidad, el cielo abierto de la
novedad sin fin del mercado, la asunción de que el propio
cuerpo es un santuario, un principio y un fin. Hoy, en Za-
catecas al igual que en muchas ciudades coloniales de Mé-
xico con gran legado histórico, hablar de identidad de los
jóvenes es hablar de una tensión entre dos deberes que con-
viven en cada joven y adulto. Uno hacia la memoria, el fun-
damento; y otro hacia la novedad, la promesa del progreso.
22
II. Una observación de las morismas de Bracho
desde el punto de vista de la secularización
L
a tradición es un elemento importante en la Morisma
de Bracho; constituye uno de los principales motivos
por el que algunas personas participan en la celebra-
ción, ya sea como soldados o como integrantes de banda
de guerra, aunque no es la única razón por la que lo hacen.
Como lo muestran los datos recogidos en las entrevistas, al-
gunas personas participan porque hicieron mandas, es decir,
porque creen en los santos —en este caso, San Juan Bautis-
ta— como proveedores o causa de su bien. De lo anterior se
deduce que las personas que hacen mandas viven todavía en
un mundo encantado,* en el sentido en que creen en la exis-
tencia de otros seres no humanos —los santos— como causa
de lo bueno que les ocurre.
Otro motivo por los que participan las personas, y que
puede interpretarse como un signo de secularización, es lo
que en adelante llamaré el exterior de la Morisma: el vestua-
rio, la actividad que desempeñan las personas en su rol, lo
que no se relaciona ni hace referencia —en la mayoría de los
casos— a un ser trascendente o a los santos. Este tercer mo-
tivo se relaciona con el primero: la tradición, pues las perso-
nas a las que se les inculca la participación no saben lo que
la celebración significa para los creyentes, el elemento inte-
rior de la Morisma; por ello, los aspectos espectaculares de
la misma tienen más impacto a la hora de la participación.
Hay quienes participan con el fin de saltar a la palestra
por problemas personales, lo que puede considerarse como
signo que indica un grado de desapego a las creencias reli-
giosas y la inclinación a tomar este evento de una manera
personal. Esto último se relaciona con el hecho de que algu-
23
nos espectadores, al desconocer el significado que tienen las
representaciones que se efectúan en la Morisma de Bracho,
convierten a la misma en una celebración secular, extirpán-
dole, al menos en parte, su sentido religioso.
Otro punto importante es cómo vive cada entrevista-
do la religión, lo que se puede clasificar en tres tipos: 1)
cree en la providencia de los santos pero no tiene el com-
promiso de asistir a misa todos los días, señal de que no
se reserva un espacio particular para fortalecer la rela-
ción con lo trascendente; 2) cree en los santos, en Dios y
en su providencia y actúa sirviendo a Dios (en este caso
se puede hablar de una religiosidad auténtica); 3) se pro-
clama católico pero no asiste a misa ni estudia la Biblia.
1
Término que utiliza Taylor en La era secular, en contraste con el signifi-
cado del término acuñado por Weber.
25
Morisma de Bracho, me parece adecuado clasificar las acti-
vidades que desempeñan los participantes, relacionándolas
con las razones de participación que, a su vez develan, si es
el caso, signos de secularidad. La mayoría de los participan-
tes hacen de soldados o generales y su actividad principal
es batallar (disparar, correr) contra el bando contrario; esto
es lo que identifico como lo exterior o superficial, pues no
implica más que dejarse llevar por la emoción o el entusias-
mo y puede identificarse con un juego en el que se permite
actuar; aquí hay un grado de catarsis muy alto.
Por otro lado, hay quienes participan no sólo con el fin
de obtener algún tipo de diversión o por la adrenalina que
se crea en el ambiente sino porque creen estar al servicio de
Dios o los santos, en particular a San Juan Bautista, porque
tienen fe y confían en su providencia. Estos participantes
son elevados en número pero no tanto como los anteriores,
los que conforman la masa de soldados cristianos y moros.
Es notable, en este último punto, que persiste el senti-
do religioso de la Morisma de Bracho sólo en la medi-
da en que algunas personas le dan ese sentido a su parti-
cipación. Pero ¿qué sucede con los participantes que se
estancan en lo superficial y conservan la creencia en la
bondad de los santos? ¿Qué sucede con aquellos que afir-
man ser católicos pero no le dan un sentido religioso a su
participación? En estos casos, la participación no impli-
ca una relación personal con lo trascendente sino que se
sustituye con la tradición como práctica lúdica o social.
34
IV. Morismas de Bracho: un diario de campo y
participación en la tropa cristiana
P
resento a continuación la bitácora realizada con oca-
sión de la fiesta de Morismas de Bracho en la ciudad
de Zacatecas en 2017. Ello como parte del grupo de
investigación de campo del CAEC de la FFYL-UANL.
30 de agosto de 2017
31 de agosto de 2017
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nación tuvo un fuerte impacto en mi persona, pues sentí de
inmediato una inmersión empática en la actividad. Logré
comprender mucha de la devoción que las personas tienen
dentro de esta tradición, al sumergirme en ella. La peregri-
nación era realmente una marcha militar e incluso el cuerpo
pedía luchar contra alguien o algo.
Se tuvo la oportunidad de observar el coloquio2 de la de-
capitación de Juan Bautista, en el que hubo muy pocos obser-
vadores. Noté que los aparatos de volumen que usaban eran
de baja potencia y ello hacía difícil seguir al detalle la conver-
sación. Esto me llamo la atención debido a que parece que el
evento no recibe mucho apoyo por parte de los organizadores.
En total realicé cinco entrevistas; en éstas, cuatro entre-
vistados afirmaron participar por devoción religiosa y sólo
uno afirmó hacerlo simplemente por tradición. Afirmaron
que hay más moros debido a que el traje de moro es más
barato. Me parece que entre jueves y viernes las personas
que celebran la morisma lo hacen por devoción. Dado que
nuestra investigación y el motivo de nuestra asistencia a
este evento son observar el proceso de secularización en
la cultura mexicana actual, y cómo se expresa a través de
signos y símbolos, todos ellos en transformación, traté de
enfocarme en los mismos lo más que pude. Entre los signos
que encontré están el uso de algunos celulares durante la
peregrinación, la no participación en la misa por parte de
algunos peregrinos y la importancia del buen vestir del uni-
forme de algunos, por encima de su preparación espiritual.
2
El coloquio es un diálogo dramatizado entre los personajes represen-
tados en las Morismas de Bracho; estos son representados por los parti-
cipantes de la práctica tradicional y suelen ir acompañados de gritos de
apoyo a cada uno de los personajes.
36
letras es cristiano porque su familia siempre ha estado den-
tro del ejército cristiano; su motivación religiosa se debe a
su fe católica.
Creencia religiosa: Católico.
Crítica a la fiesta: El uso de la pólvora, el uso de alcohol y las
riñas entre barrios que acontecen dentro de la fiesta.
Mary: Fíjate que ahora ya, con los chavos que muchas veces,
la gente viene tomada y así. Eso no está bien. Pero es míni-
mo, ¿sabes? La devoción de ellos hace que disminuyan un
poquito los problemas. Hay mucho que hacer en cuanto a
organización. Imagínate organizar a más de 40 mil perso-
nas, 15 mil en escena. Es muy complicado.
40
Raúl: ¿Tú participas?
Juan, 25 años
Raúl: ¿Qué tan cierto es que ahora son grupos de barrios los
que van y se agarran a golpes dentro de la fiesta?
Cecilia, 28 años
Cecilia: Por lo regular son pocos los que vienen a hacer re-
lajo. Son grupitos que, en todos los ensayes no vienen y el
día de la fiesta solo van a hacer relajo. Los que venimos a
ensayar cada ocho días tenemos una encomienda, todos.
Realmente pienso que es poca la gente que hace ese relajo.
45
V. Morisma de Bracho. Análisis filosófico
desde la metafísica del magma
Introducción
E
n este texto defiendo la tesis de que el comportamiento
social en torno a una tradición arraigada en una pro-
fundidad cultural de antaño obedece a una lógica no
clásica; es decir, que no se entiende exclusivamente a partir
de los principios lógicos aristotélicos, ni de las pruebas de-
ductivas que expresan una relación tal que, dado un con-
junto de reglas α es posible inferir de ellas una regla general
deductiva del siguiente tipo: “Si A, entonces B” que es equi-
valente a (¬p v q).3 Al respecto, Gladys Palau señala que
la lógica clásica puede entenderse como “si la fórmula A
tiene una demostración en un sistema lógico proposicional
(i. e., es un teorema) entonces es universalmente válida (i.
e., una tautología)”.4 Asumir una consistencia lógica como
esta, y aplicarla en el análisis de un fenómeno social, sobre
todo en una tradición cultural, implicaría conocer las fron-
teras que definen con precisión una variable de otra y, con
ello, proponer una relación inferencial entre ellas —en caso
de existir— que arroje una validez universal para cualquier
descripción o explicación del fenómeno. Sin embargo, esta
postura —que podría catalogarse como neopositivista— no
está dotada de nociones operacionales ni de procedimientos
formales que puedan garantizar la confiabilidad plena en la
descripción de un fenómeno social, y mucho menos si éste
consiste en una tradición que se remonta, al menos, a un
siglo.
3
La fórmula (¬p v q) se lee: “no es cierto que p o bien q”.
4
Gladys Palau (2002). Introducción filosófica a las lógicas no clásicas. GEDI-
SA, pp. 27 y 28.
47
El caso que aquí expondremos aborda esta problemáti-
ca y propone una nueva forma de análisis metodológico y
formal para estos fenómenos tipificados como tradiciones
religioso-militares. El que nos ocupa se lleva a cabo en la
ciudad de Zacatecas, en el estado de Zacatecas; se le cono-
ce como Morisma de Bracho y se realiza el último fin de
semana de agosto. En este artículo, acudiremos a los datos
recabados por un equipo de trabajo etnográfico del Colegio
de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras, de la UANL
que se dio a la tarea de registrar fotográficamente, así como
entrevistar, a quienes participan de dicha celebración. La
afirmación hecha más arriba respecto a la no corresponden-
cia objetiva entre dicho fenómeno y la lógica clásica toma en
cuenta las siguientes afirmaciones que, a lo largo del texto,
defenderé en aras de inferir una conclusión que no obedez-
ca a las reglas de inferencia clásica, pero sí respete la consis-
tencia de sus premisas no clásicas.
Nótese, entonces, el plan de trabajo para esta exposición
que se desglosará en las siguientes secciones: la primera
parte incluirá una descripción del fenómeno en sus genera-
lidades y puntos álgidos, la segunda parte señalará algunas
conclusiones sobre la Morisma de Bracho hechas a la luz de
estudios antecedentes, la tercera parte permitirá mostrar un
mecanismo ontológico-lógico que he llamado lógica gamma
que hará posible señalar la consistencia de las afirmaciones
ontológicas hechas de los entes complejos que componen la
tradición objeto de estudio. Por último, se indicarán algunas
conclusiones que hagan énfasis en la alternativa metodo-
lógica de análisis formal empleada llamada lógica gamma.
5
Castoriadis, Cornelius (1989). La institución imaginaria de la sociedad. Vol.
2. Buenos Aires: Tusquets, p. 24.
6
Ibid, p. 25.
53
El camino que se propone aquí como método de análisis
va en otra dirección, se dirige hacia aquella que rechaza la
univocidad del ser del ente y, por tanto, difiere de la máxi-
ma de Ockham y de Parménides; el ser va más allá de los
límites de la cognoscibilidad y de la lógica-ontología iden-
titarias que plantea el criterio de la delimitación de lo Uno,
del conjunto definido y consistente. La tradición se plantea
entonces como un conjunto que no hace caso de esta máxi-
ma y para pretender entenderla se ha adoptado en este tex-
to la postura de Cornelius Castoriadis en torno a la noción
de magma para señalar la complejidad del ser de lo históri-
co-social y, con ello, de la tradición como expresión de lo
histórico-social. La noción de magma, por cierto, significa
“el modo de organización de una diversidad no suscepti-
ble de ser reunida en un conjunto”.7 La realidad se plantea
entonces como una multiplicidad tal que su fundamento es
la multiplicidad múltiple misma: ¿de entes?, ¿de seres?, ¿de
complejidades?
La multiplicidad en cuanto multiplicidad deja de ser un
concepto vacío y barroco cuando se considera que lo impor-
tante no es descifrar sus unidades elementales (es decir en-
contrarlas en el fondo primordial del ser), sino las relaciones
primigenias que hacen posible considerar la multiplicidad
misma. Es decir, los enlaces e interacciones que se plantean
como continuidades y no como medidas discretas (números,
porciones bien definidas, límites que dividen, fronteras con-
ceptuales y ontológicas). Si la regla metodológica había sido
no multiplicar innecesariamente a los entes y, con ello, desig-
nar un sentido del ser en función de la determinación ontoló-
gica unívoca, Castoriadis propone plantear una aproximación
al ser-de-la-no-determinación8 presente en lo histórico-social y
en lo imaginario, incluso en el inconsciente humano. Como
si se tratara de una posa de agua oscura en la que nos da te-
mor entrar, Castoriadis invita a darnos un chapuzón en ella
pensando que en el fondo se encuentra un punto de partida
axiomático que no es cerrado; es decir, nos invita a plantear
7
Ibid, p. 34.
8
Ibid. p. 12.
54
una serie de principios admitidos (con sustento ontológico,
por supuesto) que hagan posible el aparecer de la “posibilidad
misma” como una condición metafísica y, con ello, permitir,
una la abertura permanente en la estructura, un germen de
indeterminación en el seno mismo del ser.
No es, por tanto, un punto de partida epistemológico,
sino ontológico, de lo que es y no de los límites de lo que
es. Esta postura convierte a Castoriadis, en mi opinión, en
el primer filósofo que plantea un giro ontológico radical
más allá de la postura cognoscitiva o lingüística y, al hacer-
lo, desafía a la lógica y la ontología mismas. A diferencia
del giro ontológico de Nicolai Hartmann, quien acudía a
la ontología desde una perspectiva tradicional, aristotélica,
Castoriadis se enfrenta al tema del inconsciente y de la ma-
temática como perspectivas que pueden abrir la brecha a la
premisa parmenidea y kantiana. La ontología de la multipli-
cidad múltiple que puede tomarse como perspectiva en esta
reflexión es, entonces, abierta. Esos axiomas abiertos, que
aquí se proponen como afirmaciones ontológicas fundantes,
son, por tanto, las siguientes:
[M significa magma]
9
Ibid. p. 200.
55
permite la apertura constante en cualquier subconjunto,
conjunto, conjunto de conjuntos o estructura de conjuntos.
Incluso el conjunto vacío supone la presencia de un mag-
ma que, por encontrarse fuera de los esquemas que permi-
ten la delimitación de dicho conjunto, se encuentra como
“ausente” y el conjunto, visto desde su propio criterio de
demarcación, sólo se plantea como conjunto vacío. La tra-
dición cultural que estudiamos y que aquí nos propone-
mos comentar —Morisma de Bracho—, y bajo esta postu-
ra ontológica, no se plantea como un conjunto vacío, sino
como un magma de significaciones socialmente instituidas
que alberga, al menos, otro magma que es diferente del pri-
mero; esta afirmación está en comunión con los axiomas
1 y 2. Algunos elementos empíricos que fueron recogidos
durante la investigación etnográfica, y se mencionarán en
este trabajo, sustentan esta afirmación. Una vez aceptado
como un magma de significaciones imaginarias (cultura-
les), podrá señalarse su correspondencia con el axioma 3;
es decir, señalaremos su descomposición en los conjun-
tos que fueron identificados. El resto de los axiomas se
sumarán “lógicamente” hasta que el número 7 haga pre-
sencia y nos obligue a plantear una aproximación gamma.
Conclusión
La Morisma de Bracho se identifica por sus fechas, sus mo-
tivos religiosos, su historia y sus performances, pero no pue-
de definirse en los motivos que la sostienen y le permiten
adaptarse a los cambios y al tiempo. ¿Qué es la Morisma de
Bracho? Pregunta metafísica que ofrece respuestas etnográ-
ficas o sociológicas, incluso periodísticas. Pero la respuesta
metafísica no ha sido dicha, no ha sido incluso formulada
porque las hipótesis que la harían posible no permiten dar
cabida a la consideración del elemento indefinible, el magma
de significaciones imaginarias que denotan el sostenimiento
de la tradición misma. La lógica gamma que aquí se sugiere
está aún en construcción, pero permite, de entrada, propo-
ner una “función de verdad” que implica la posibilidad de
definir a la tradición en su esencia y, con ello, responder me-
tafísicamente a la pregunta ¿qué es la Morisma de Bracho?
¿Qué es, en definitiva, una tradición?
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Referencias bibliográficas y documentales
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Galería de fotos
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Referencias bibliográficas y documentales
<http://lasnoticiasya.com/etiquetas/lomas-de-bracho/>.
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Este libro se terminó de editar el 27 de no-
viembre de 2019. El cuidado de la edición
estuvo a cargo del Departamento Editorial
de la Universidad Autónoma de Nuevo
León y el Programa Editorial de la Univer-
sidad Autónoma de Zacatecas. El tiraje fue
de 500 ejemplares más sobrantes.
E
l presente libro, es un ejerci-
cio de interpretación realiza-
do como un proyecto de in-
vestigación del Cuerpo Académico
Ética y Conocimiento (CAEC) de
la Facultad de Filosofía y Letras
(FFYL) de la Universidad Autóno-
ma de Nuevo León (UANL), apo-
yado por esta misma institución;
también contó con ayuda local en
la ciudad de Zacatecas, por medio
de la maestra Georgina Quiñones,
de la Unidad Académica de His-
toria (UAH) de la Universidad
Autónoma de Zacatecas (UAZ),
quien con mucha amabilidad nos
introdujo a los aspectos históricos
y sociales del tema y nos presentó
a integrantes de las Morismas de
Bracho, particularmente a uno de
los organizadores, quien nos pro-
porcionó valiosos datos sobre la
realización de la fiesta y el contex-
to en el cual se desarrolla.