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LA FORMACION
HUMANA
1. Persona y Educación
Sin negar este alcance común o comunitario de
la educación, no por ello se debe olvidar que,
ante todo e inmediatamente, es un quehacer
dirigido a sujetos particulares que, tomados uno a
uno, son todos ellos personas.
Se definen tres principios prácticos que
expresarían las notas o características
esenciales de la persona: autonomía,
dignidad y apertura; de ellos se
derivan todos los objetivos educativos
y las grandes y básicas orientaciones
metodológicas para la enseñanza.
El educando promueve el
conocimiento y suscita acciones,
pero la respuesta proviene del
aprendiz. El compromiso en el
aprendizaje es un asunto personal.
La persona y la eminencia
de la educación
• Ninguna otra tarea como la
educación se ocupa tan directa y
necesariamente de la persona. La
persona humana es una realidad
irrepetible de suyo y participa de la
misma naturaleza
Cuando se habla de persona no se
esta hablando, de cualquier manera
del ser humano, es evidente que no
puede afirmarse lo mismo de otros
términos tales como “yo”, “sujeto” o
“individuo”
La persona es una realidad irrepetible
de suyo: si todo ser humano participa
de la misma naturaleza –la
humanidad- que define lo que es, no
se agota en ella, pues su dignidad no
se agota en lo que es sino en quien es.
La dignidad humana, en
efecto, no se considera como
propia de la especie humana,
sino de cada individuo, que es
por ello persona.
Que la persona sea irrepetible implica
también que es irreductible: que no
puede reducirse a nada superior a ella
y por ello, propiamente y de suyo
resulta incognoscible en sí misma.
Si la dignidad humana es privativa de
cada persona, se implica que radica
en su mas profundo interior, esto es en
su intimidad, que resulta así
constitutiva de su ser nuclear.
La razón conoce manifestaciones de
cada uno de nosotros, pues eso de
que “por lo que aparece no puede
juzgarse el interior de la persona”, no
es una frase hecha, o un consejo
piadoso, sino una gran verdad.
El Valor eminente de la educación se
funda en su directa e inmediata relación
a la persona; de la suprema dignidad de
ésta resulta la exigencia de la educación
Respecto de otras actividades
humanas cabe hablar de producción,
de elaboración, de consecución: en
suma de resultados de la actividad.
Incluso ocurre así en una actividad tan
valiosa como la curación.
En educación no cabe hablar de
producción sino de formación; pues se
trata de dar forma a lo ya ha formado, no
en cuanto formado, si no en cuanto
incompletamente formado.
El educador no forma al educando, si no que
éste se forma con la ayuda del educador.
El educador no puede producir ni obtener
personas; esto sería negar su dignidad esencial. El
educador solo puede cooperar en la
planificación de la condición personal del
educando: sólo puede propiciar o fomentar su
formación.
La educación no es solo actividad,
también es acción, una actividad
tiene un fin terminal o parcial (peras);
que puede culminar felizmente,
teniendo entonces éxito, o bien puede
truncarse en la consecución de sus
objetivos, abocándose así al fracaso.
El ser humano es, ante todo,
persona; el conocimiento de lo
que eso significa es esencial
para el quehacer educativo.
2. La persona: de la subsistencia a
la coexistencia