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Tanta importancia conceden los japoneses al abanico, que no hay objeto entre ellos que
juegue mejor papel. En aquel imperio, todo joven noble de la corte del Mikado usa
un abanico que difiere en su forma de los que ordinariamente se llevan allí. Están
adornados con cintas de seda de los colores blanco, amarillo, verde, rojo y negro, que
forman combinación con el traje especial que solo pueden usar los privilegiados a
quienes se consiente llevar ese abanico.
Aparte otras aplicaciones importantes que los japoneses dan al paipay, allí no se ponen
los soldados en marcha sin llevar tal adherente consigo; se sirven de ellos para sustituir
a las bandejas en que deban presentar a sus amadas los regalos que las hacen, y a
los criminales se les anuncia su sentencia de muerte presentándoles un abanico especial
y cortándoles la cabeza en el momento en que los desgraciados se inclinan para extender
la mano y recibir aquel artefacto.
Se cuenta que en una de las grandes y suntuosas fiestas denominadas de las antorchas,
que allí se celebran, la hermosa Kan-Si, hija de poderoso mandarín, sentía tan sofocante
calor que para aliviarse de él separó de su rostro la mascarilla que la cubría, según
costumbre en las doncellas chinas; pero como la estaba vedado por las leyes del pudor
exponer su belleza a las miradas de los donceles que en la fiesta estaban presentes, Kan-
Si agitó rápidamente la mascarilla para hacerse aire con ella mas sin alejarla de sus
facciones.
La idea fue comunicándose a las concurrentes a la fiesta en número de unas ocho
mil, las cuales, sintiendo el mismo calor que la bella hija del mandarín, agitaron también
las mascarillas que llevaban para mitigar con ello la pesadez de la atmósfera que las
asfixiaba. De aquí el origen del abanico que después, durante tantos siglos, había de
imponerse a las mujeres.
Por último, en China, todo hijo del Celeste Imperio que se tenga por distinguido, debe
lucir el abanico en la mano. No solamente en Oriente ha obtenido el abanico honores
de tal naturaleza. Dice un tratado referente a aquellos artefactos que hemos consultado
la confección del presente artículo, que en la Edad Media los abanicos eran verdaderos
flabelos de plumas de pavo real, de avestruz, de papagayo o de faisán, sujetas a mango
de oro, plata o marfil.
Las damas los colgaban de la cintura por medio de una cadenita de oro y eran tan
estimados que ellos solos constituían uno de los comercios más lucrativos de los
mercados de Levante, de donde eran exportados a Venecia y otras ciudades de Italia.
Cuando leyeron a la condesa de Essexsu sentencia de muerte, llevaba uno de éstos, con
el cual se cubría la cara durante la lectura. La reina Isabel poseía nada menos que
veintiocho, regalados, en su mayor parte, por sus cortesanos. Uno de ellos valía dos mil
duros.
También registra la historia el regalo hecho por Moctezumaa Hernán Cortésde seis
abanicos de plumas de diferentes colores, de ellos cuatro montados sobre diez varillas,
uno sobre trece y el sexto sobre treinta v siete varillas incrustadas en oro.
En Suecia, el año 1774, la reina Luisa Ulrickefundó para las damas de su corte la Orden
del Abanico, pero permitió a algunos caballeros que entrasen en ella.
Por esto, con decir que el abanico será siempre un bello artefacto y que el arte de
adornarlo con preciosas pinturas no decaerá nunca, ni pasará jamás de moda, como lo
demuestran los exquisitos ejemplares de trabajos modernos hechos por Vibert y por
Mauricio Selvis, hacemos punto final en estas líneas con las que creemos haber
proporcionado un rato de distracción a los lectores.
https://www.protocolo.org/social/usos-sociales/la-fantastica-historia-del-abanico.html