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LEALTAD

PLAN LECTOR 4° GRADO


Lectura transversal del tercer bimestre.

Los eucaliptos
Parte I

Entre mi casa y el mar, hace veinte años, había campo abierto. Bastaba seguir la acequia de
la calle Dos de Mayo, atravesar potreros y corralones, para llegar al borde del barranco.
Un desfiladero cavado en el hormigón conducía a “La Pampilla”, playa desierta frecuentada
solo por los pescadores.

Los sábados íbamos allí, acompañados de la sirvienta y de los perros. En la playa estrecha y
pedregosa (apenas un zócalo entre el barranco y el mar) pasábamos largas horas
desenterrando patillos muertos, recogiendo conchas y caracolas. Los perros corrían por la
orilla, ladrando alegremente al océano. Por las paredes del acantilado trepaba el musgo, la
yerba salvaje, y caía un agua fina que bebíamos en la cueva de la mano. Se sentía bien estar
allí.

Matilde, nuestra sirvienta, iba siempre a la cabeza del grupo. A pesar de ser una moza,
sabia multitud de cosas extrañas, como la gente crecida en el campo. Preparaba trampas
para los gorriones, distinguía las matas de ortiga entre la maleza o los panales de avispas en
las grietas de un muro. En el trayecto recogía flores de mastuerzo para regalar a Benito, el
pescador. Ambos se retiraban luego por el desfiladero (…). A veces los seguíamos para
espiarlos (…)

Más tarde, cuando conocimos la huaca Juliana, nos olvidamos del mar. La huaca estaba
para nosotros cargada de misterio. Era una ciudad muerta, una ciudad para los muertos.
Nunca nos atrevimos a esperar en ella el atardecer. Bajo la luz del sol era acogedora como
una madre y nosotros conocíamos de memoria sus terraplenes y el sabor de su tierra,
donde se encontraban pedazos de alfarería. A la hora del crepúsculo, sin embargo, cobraba
un aspecto triste, parecía enfermarse, como si los dioses incas volvieran a dormir a ese
recinto y nosotros huíamos, despavoridos, por sus faldas. Se hablaba de un tesoro
escondido, de una bola de fuego que alumbraba la luna. Había además leyendas sombrías
de hombres muertos con la boca llena de espuma. Esas narraciones populares que cuentan
hechos reales con elementos fabulosos.

EXIGENCIA ESFUERZO ÉXITO


La gente del pueblo llamaba a nuestro barrio, “matagente”. En aquella época no había
alumbrado público. De noche las calles eran tenebrosas y nosotros las recorríamos
alumbrándonos con linternas. A veces íbamos hasta el “Mar del Plata”, viejo caserón
abandonado sobre la avenida Pardo.

EXIGENCIA ESFUERZO ÉXITO

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