Está en la página 1de 5

Hace tiempo soy blanco de una persistente campaña de desprestigio en distintas

publicaciones y por parte de distintas personalidades. Me atribuyen falsamente


inconductas, irregularidades y delitos de distinta naturaleza. Así, por ejemplo, me
han imputado ante el Juzgado Federal 4 tener nada menos que 71 cuentas en el
exterior, todas a mi nombre, para cobrar sobornos en numerosos paraísos fiscales.
La imputación no solo es falsa, tal como lo manifesté en una presentación que hice
en marzo de este año en dicho tribunal, sino completamente disparatada. Antes
enfrenté otras dos acusaciones penales: una por el delito de prevaricato por haber
firmado el fallo “Muiña” (en el que se discutía la aplicabilidad de la ley
denominada del “2x1”) y otra por ser partícipe durante el tiempo en que ejercía la
profesión de abogado en una quiebra fraudulenta de una empresa que tenía una
franquicia de una hamburguesería en Pinamar y Villa Gesell. Ambas fueron
desestimadas por el juez Rafecas.

Ahora una diputada oficialista presentó un pedido de juicio político en el que


considera configurada la causal de mal desempeño que habilitaría la apertura del
procedimiento en la Cámara de Diputados para investigar esos hechos y, en su
caso, avanzar con mi destitución.

Las acusaciones son completamente infundadas. No he incumplido deber


funcional alguno.

La diputada considera que incurrí en la causal de mal desempeño prevista en el


artículo 53 de la Constitución Nacional por haber suscripto mis votos en los casos
“Muiña” y “Batalla” (2x1). Afirma que vulneré el bloque de constitucionalidad
que obliga a perseguir y condenar delitos de lesa humanidad y también el consenso
social. Sostiene que frustré “gravemente el ejercicio de los derechos y garantías de
la Constitución al haber favorecido y muchas veces asegurado la impunidad de los
responsables del terrorismo de Estado mediante sentencias contrarias al derecho
vigente”. Dice que me conduje con “ostensible desprecio por la sensibilidad y
consciencia ciudadana” por haber mantenido mi postura sobre el 2x1 después de

1
las protestas ciudadanas de 2017 y la sanción de la ley 27.362. También sostiene
que demostré una “palmaria incomprensión del derecho normativo vigente”
porque mi voto en “Batalla” no repara en que los delitos de lesa humanidad son
inamnistiables o pasibles de indulto o conmutación de pena.

Es curioso que se me acuse ahora por la sentencia de “Muiña”, que fue dictada
hace tres años y que también firmaron otros dos jueces. También es llamativo que
se me acuse por no ceder frente a las protestas en las calles. En cualquier caso, lo
cierto es que, contrariamente a lo que afirma la diputada denunciante, los
lineamientos jurídicos defendidos en mis decisiones sobre el “2x1” (tanto en
“Muiña” como en “Batalla”) encuentran su apoyo en la Constitución Argentina,
en el derecho interamericano y el derecho internacional de los derechos humanos.
Los argumentos están en los fallos y no quiero repetirlos aquí. Solo quiero insistir
en que, en general, expresan mi convicción profunda de que la Constitución
consagra garantías penales en favor de los acusados, incluyendo a aquellos que
perpretaron los crímenes más horrendos en la historia de nuestro país. Y quiero
decir, en particular, que la acusación de que “no reparé” en que los delitos de lesa
humanidad no son pasibles de amnistía, indulto o conmutación de pena revela que
la legisladora ni siquiera ha leído mi voto. Expliqué expresamente en los
considerandos 20 y 21 de mi disidencia en “Batalla” por qué el cómputo de pena
discutido en ese caso, según lo veo, no es en absoluto asimilable a una amnistía, a
un indulto o a una conmutación de pena.

La legisladora también me acusa de demorar la resolución de la causa “Blaquier”,


un expediente que está en trámite, en lo que califica como una “obstrucción
flagrante de la labor jurisdiccional”. Indica que la causa en cuestión está hace
mucho tiempo y actualmente en mi vocalía “dilatando de esa forma la resolución
de la causa y negando de forma injustificada la justicia”. Además, me cuestiona
por “los vínculos explícitos … con la poderosa familia Blaquier” porque mi esposa
integra el Consejo de Administración de la ONG “Cimientos” junto a un sobrino
del acusado.

2
La información sobre el movimiento del expediente que inspiró esta acusación es
totalmente errónea aunque, curiosamente, la información correcta está disponible
en la web. Tal como surge del Sistema de Gestión Judicial (LEX 100), el
expediente ingresó a la Corte Suprema el 5 de junio de 2015, es decir, más de un
año antes de mi incorporación como Ministro el 22 de agosto de 2016. Por otro
lado, tuve la causa en estudio en dos oportunidades: del 2 de mayo de 2019 al 11
de julio de 2019 y luego entre el 5 de agosto de 2019 y el 15 de noviembre de 2019.
Al devolver el expediente el 15 de noviembre de 2019 solicité a la Secretaría
Judicial n° 3 que la causa siguiera su trámite. No volví a solicitarla y no hubo
obstrucción de ningún tipo. De los 53 meses que transcurrieron con el legajo en la
Corte, la causa solo estuvo en mi Vocalía menos del 10% del tiempo total.

Por otro lado, la acusación relativa a mis vínculos “explícitos” con la familia
Blaquier basada en que mi esposa integra una junta directiva en una ONG sin fines
de lucro dedicada a brindar becas a estudiantes secundarios de bajos recursos con
alguien que sería el sobrino del imputado es completamente absurda.

La acusación me atribuye además un “intencionado menosprecio por los derechos


humanos”, lo que se manifestaría en el hecho de que la Comisión Interpoderes para
la Coordinación y Agilización de Causas por Delitos de Lesa Humanidad nunca se
reunió desde que asumí la presidencia de la Corte pese a que diversos organismos
de derechos humanos solicitaron reiteradamente su urgente puesta en
funcionamiento. Agrega que desde que asumí la presidencia del cuerpo gran parte
de mis decisiones jurisdiccionales y administrativas “estuvieron orientadas a
cercenar las conquistas y las luchas que buscan reivindicar el movimiento de
derechos humanos”.

Nuevamente, la acusación es infundada. La legisladora no señaló ninguna decisión


específica adoptada en mi carácter de Presidente que haya atentado contra los
objetivos que señala. Asumí como juez en agosto de 2016. La última reunión de la

3
Comisión ocurrió en septiembre de 2016. Fui electo titular del cuerpo en
septiembre de 2018. Como es sabido, el esquema decisorio colegiado que rige
desde diciembre de 2018 por el dictado de la Acordada 44/2018 impone que las
decisiones administrativas y de superintendencia judicial se adoptan con la
voluntad de al menos tres Ministros. De todas maneras, lo cierto es que este año,
tras un pedido de algunos organismos de derechos humanos, la Corte, por decisión
de sus Ministros, reimpulsó este espacio de coordinación para agilizar el trámite y
resolución de los casos de lesa humanidad y afrontar cuestiones logísticas de estos
procesos. En ese marco convoqué a una reunión de la Comisión Interpoderes para
este jueves 8 de octubre.

La promoción del juicio político también menciona imprecisamente presuntos


conflictos de intereses que supuestamente me obligaban a excusarme en distintos
casos. Nunca intervine en una causa en la que tuviera obligación alguna de
excusarme. Desde que fui designado juez, me excusé en todas las causas en las que
se configuraban las causales de excusación obligatoria. Respecto de la excusación
voluntaria, adopté como criterio excusarme o abstenerme de participar cuando
consideré que mi participación en la causa podía generar dudas sobre mi
imparcialidad en una persona razonable y, con ello, afectar la decisión que habría
de adoptar la Corte.

Finalmente la diputada cuestiona mi intervención en el expediente “Amelong”.


Señala que mi postura priorizó indebidamente la situación de condenados por lesa
humanidad. Menciona que se trató de una “decisión inexplicable jurídicamente y
absolutamente arbitraria y discrecional” porque durante la feria extraordinaria en
virtud de la pandemia resolví unipersonalmente como juez de feria que no
correspondía habilitar la feria para tratar ese caso pero habilité unilateralmente que
el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario revisase si era procedente el otorgamiento
de la prisión domiciliaria por ser el peticionante paciente de riesgo por ser grupo
de riesgo en el marco de la pandemia.

4
En realidad, el 1 de abril de este año en la causa mencionada rechacé la habilitación
de feria propuesta por el imputado, que cuestionaba la restricción de su libertad,
por considerar que no había cumplido con la carga de demostrar la existencia de
un gravamen irreparable para que prosperara la habilitación de feria. No obstante
lo anterior, en cuanto el planteo del imputado se vinculaba con la situación de
riesgo personal por la pandemia dada su edad, historia clínica y deteriorada
condición de salud, ordené la remisión urgente de su pedido al Tribunal Oral en lo
Criminal Federal 1 de Rosario, para que los jueces adoptaran la decisión que
consideraran procedente. El mismo procedimiento se adoptó con otros imputados.

En suma, las acusaciones son infundadas. Quiero subrayar, finalmente, que en su


denuncia la legisladora evocó una cita de doctrina que afirma que “es un
procedimiento político, con propósitos políticos, que está fundado en causas
políticas, cuya consideración incumbe a un cuerpo político y subordinado a un
juzgamiento político”. Según lo veo, la legisladora incurre en una equivocación
fundamental: una cosa es el juicio político, que apunta a destituir a un juez por
incumplimiento de sus deberes, y otra cosa es el juicio motivado por intereses
políticos, sectoriales o de otro tipo. No he incumplido deber funcional alguno.

También podría gustarte