El monaquismo es en rigor una práctica de larga data, anterior al cristianismo. Los
mismos autores cristianos al explicar los modos de vida monásticos se remiten a los faquires de la India, región donde han existido desde antiguo los monjes ascetas, ya sea como peregrinos mendicantes o conformando pequeñas comunidades. Más aún, dentro de los cánones hindúes, una vez transitada la vida activa, el ideal consiste en retirarse al bosque como ermitaño y concentrarse en las cuestiones del espíritu. Entre los hindúes, las leyes de Manu afirmaban que, después de formar una familia, los miembros de las tres castas superiores pueden retirarse para practicar vida ermitaña y buscar la verdad en la contemplación. Tales "reclusos" podrían haber existido en la India desde antes del XVI a. C. Los eremitas hindúes tendían a reunirse en comunidades independientes, o "ashrams"; pero éstas no estaban por lo general reguladas por una regla monástica. En el siglo IX d. C. el filósofo Sankara fundó monasterios que todavía hoy perduran. El más propenso al monaquismo entre las religiones de la India fue el jainismo, cuyos monjes son conocidos como “siddha”. Estaban obligados a mostrar reverencia por la vida animal; muchos hacían periódicas huelgas rituales de hambre hasta morir y otros iban semidesnudos. La ley jainista obligaba a honrar a los siddha. En el brahmanismo la vida monástica reviste un carácter eremítico, mientras que en el budismo se presenta en forma cenobítica. No obstante, los monjes viven de limosna y guardan el celibato.