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2015 Enero 3 PDF
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Nú m e ro 5 2
EL VALOR DEL NOMBRE PROPIO EN
EL INICIO DE LA LECTOESCRITURA
INTRODUCCIÓN Contenido
Introducción
Son muchas las propuestas y trabajos de la Justificación y explicación del proyecto
enseñanza-aprendizaje de la lectoescritura “¡El Duende de las Letras se ha llevado nuestros nombres!”
Conclusiones
que apuestan por partir del nombre propio de Bibliografía
los/as alumnos/as. Todos ellos comparten la
idea de que el primer abecedario de los/as
niños/as está formado por las letras que
conforman su nombre y que es el primer texto
que un/a niño/a quiere leer y escribir.
Asimismo, en el uso práctico de la lengua
escrita en el aula, el nombre de los/as
niños/as adquiere un papel muy importante,
está presente en multitud de situaciones
durante la jornada escolar: pasar lista, escribir nuevo giro en la conformación de su identidad
el nombre del maquinista, etc. Esto implica personal, dada la importancia del contexto
que se trata del primer texto escrito con el sociocultural en el desarrollo de la misma.
que el/la niño/a se familiariza en la escuela, y Para promover una adquisición equilibrada y
el que está más presente en su día a día. estable de su autoconcepto y un desarrollo
positivo de su autoestima, será conveniente
Lejos de ser un mero texto, el nombre propio trabajar la identidad propia de cada sujeto, con
posee una gran carga afectiva (lo designa, el fin de que no quede anulada dentro de la
marca su territorio y propiedad, lo identifica, nueva identidad grupal que se irá creando.
etc.), por lo que es un recurso esencial a la
hora de trabajar otro aspecto muy importante: Teniendo en cuenta estas dos premisas,
la identidad personal. La llegada del niño a la hemos llevado a cabo una propuesta de
trabajo cuyo desarrollo vamos a dar a conocer
escuela supone, entre otros aspectos, un
en este artículo.
“Una mañana, llegué muy prontito al cole como todos los días, con muchas
ganas de jugar y ver a mis amigos, y cuando entré por la puerta me quede
quieta. Era mi clase, pero algo había cambiado, ¡habían desaparecido todos
nuestros nombres! ¡Qué lío! Y ahora, ¿dónde pongo mi abrigo? ¿Cómo
sabemos quién es el maquinista hoy? ¿Dónde guardo mis trabajos? De
repente, vi algo nuevo: una carta. Era de color verde y estaba colgando de la
pizarra. ¡Igual ahí está la respuesta! Avisé a todos mis compañeros y le
pedimos a la profesora que nos la leyera en la asamblea. Resulta, que el
Duende de las Letras se había llevado nuestros nombres para enseñárselos
a sus amigos, porque le habían gustado mucho. Nos regaló unos libros muy
bonitos con todas las letras de nuestros nombres, para que aprendiéramos a
hacerlas, y nos pidió que le contáramos por qué teníamos esos nombres tan
bonitos y quién nos lo había puesto. Pero, yo no sabía por qué me llamo así y
parece que nadie de la clase lo sabía… Por eso, decidimos entre todos
escribir una nota a los papás para que nos lo contaran, porque ellos seguro
que lo sabían.
Unos días después, al llegar a clase, vimos que los nombres, ¡habían
aparecido! Y que los de la pizarra, además, habían cambiado. Ahora, nuestra
foto está separada del nombre. Dice Arantza que ya no hace falta que estén
juntos, porque ya sabemos leer nuestro nombre sin mirar la foto, ya somos
mayores.
Desde que el duende nos escribió la primera carta, los papás han ido
trayendo las historias de nuestros nombres, y las hemos leído en clase y
colgado en una pared morada muy chula que tenemos, para que cuando el
duende venga, pueda leerlas. Son
todas muy bonitas, aunque
algunas cosas no las entiendo. La
mamá de Antonio dice que él se
llama Antonio David, pero eso no
puede ser, porque no puede tener
dos nombres… No sé.
También hemos tenido muchos problemas. Resulta que cuando nos devolvió
los nombres, los de los casilleros los puso mal. ¡Y menudo jaleo se montó!
Mis trabajos los tenía Viktor, los de Irune no sabíamos dónde estaban…
¡Menos mal que nos dimos cuenta y con ayuda de Carolina los ordenamos
todos! Y cuando nos regaló el bingo, ¡se le olvidaron muchos nombres! A
Nora, por ejemplo, le faltaba su tarjeta, y no podía jugar… Por eso, a Aitor se
le ocurrió hacer una carta como las que nos mandaba él, para pedirle que
nos diera los que faltaban. La escribimos en el ordenador, con ayuda de
Arantza, la metimos en un sobre, pusimos el nombre de la clase y se la dimos
a los conserjes para que se la mandaran. Parece que le llegó, porque a los
días, nos trajo los nombres que faltaban, ¡menos mal!
Cuando el duende nos mandó la última carta, nos pusimos muy tristes,
porque nos dijo que se iba a buscar nuevos nombres a otros lugares. No sé
por qué no vino a despedirse, me hubiera gustado darle un abrazo antes de
que se fuera. Espero que nos mande otra carta algún día. Le mandamos
todos un beso muy grande. ¡Gracias duende!”
CONCLUSIONES
Para terminar, diremos que, al trabajar la lectoescritura por medio del nombre
propio, se “despiertan las emociones, el amor propio, la curiosidad, y con eso
una concentración mental de alto grado. Las emociones funcionan como
detonadores de las cualidades intelectuales” (Majchrzak, 2007, p. 85).
BIBLIOGRAFÍA