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1.1 Introducción
¿Qué tiene de particular la Ética como rama del saber, que aplica para analizar
nuestras expectativas sobre lo que está Bien o está Mal, sobre lo Correcto y lo
Incorrecto desde el punto de vista moral?
Etimología de ética: origen griego - ethos, tiene dos significados - hábito, costumbre -
modo de ser, carácter - sinónimo latino: moris, moral. La ética, anida en la conciencia
moral de todo ser humano y le sirve de motor, de freno o de dirección, al momento de
actuar.
Conocimiento especializado.
Las normas deontológicas son incomprensibles sin la referencia al contexto o grupo social
en el que son obligatorias. La obligación se circunscribe a ese grupo, fuera del cual pierden
la obligatoriedad.
Si bien existen múltiples definiciones del término Ética, escogeremos la que representa el
uso disciplinar más corrientemente y aceptado de la misma: La Ética es una disciplina
filosófica, que tiene por objeto la tematización del fenómeno Moral.
Para poder comprender correctamente esta definición –y con ello lo que nos proponemos en
esta asignatura-, explicaremos primero entonces a qué nos referimos cuando hablamos de
“fenómeno moral” y que entendemos por “tematización” de dicho fenómeno.
La humanidad ha generado una gama diferenciada de saberes que han sido agrupados
conforme su objeto y características. En este conjunto de conocimientos, la filosofía se
destaca por ser un saber que indaga reflexivamente acerca del sentido de la vida en su
totalidad. Lo hace utilizando para ello las capacidades racionales –incluso empujando sus
propios límites descriptivos- con que contamos los seres humanos, y requiere rigurosidad
en la formulación de sus afirmaciones y cuestionamientos.
Si bien esta definición está lejos de agotar todo lo que la filosofía ha sabido ser, (¡pensemos
que cuenta con 2600 años de historia!) ni constituye la única manera de definirla, al menos
nos propone un punto de partida para comprender la Ética –en tanto disciplina filosófica-
como rama del saber, qué expectativas podemos tener acerca de ella y cómo podemos
aplicarla para los análisis que nos interesan en esta materia.
Ahora bien, cuando decimos que la filosofía es un saber “reflexivo” estamos queriendo
significar que ella no da nada por sabido de antemano. Es lo opuesto a una actitud
“ingenua” o “automatizada” del mundo, donde todo se acepta sin más y se lo “naturaliza”
como algo necesario e imposible de cuestionar e incluso de modificar, si hiciese falta.
Esto ocurre por ejemplo, cuando escuchamos decir a alguien. “Fulano es así…la naturaleza
humana es egoísta…” o “la vida es, ha sido y será siempre una batalla por la supervivencia
donde ganan los más fuertes”.
Estos son sólo algunos ejemplos de frases que constituyen parte del repertorio cultural
expresado en nuestra ideología política, o nuestro sentido común. No está mal que
contemos con estos conocimientos aportados por la tradición, pero ¿podríamos afirmar que
estamos ante verdades indudables y universales o se trata más bien de opiniones
compartidas por un número determinado de personas, por un tiempo determinado?
La respuesta parece simple: siendo rigurosos, nada de esto está probado de manera
concluyente, aunque hasta ahora parezca ser verdadero.
Hacerse estas preguntas u otras que provengan de tomar distancia de los fenómenos
sociales o naturales tal como nos aparecen a simple vista en el mundo cotidiano, y
problematizarlos, es decir, poner en evidencia que sus verdades no son obvias y naturales
sin más (para todo el mundo), es TEMATIZAR.
Hagamos del Ser Humano un tema, hagamos de la Vida un tema y siguiendo la línea de
argumentación, hagamos de nuestra MORAL un tema.
Qué Qué
debemos
SOMOS ? SER?
Ahora estamos más cerca de comprender que queremos decir cuando definimos a la Ética
como la “disciplina filosófica que TEMATIZA el fenómeno moral”.
http://terratv.terra.com.pe/Noticias/-Noticias/Padre-Alberto-pregonando-moralidad_5690-
108972.htm
La filosofía acostumbra a definirse a sí misma como un saber consciente de que lo “obvio
no suele ser lo evidente” razón por la cual privilegia el análisis y la problematización de la
realidad, y se propone desentrañar los “supuestos” y al dejarlos libres, sugiere no forzar
respuestas rápidas, para que esos “supuestos”, una vez develados, puedan operar, no como
verdades eternas e inamovibles, sino como ideas que se configuran “con” y “en” la historia
de la humanidad para dar forma a las diferentes concepciones de mundo.
Para dar respuesta a esta pregunta, es preciso analizar primero los usos que dicho término
posee y como se diferencian del significado que acabamos de darle al vocablo “Ética”.
Desde que Aristóteles1 formalizó el uso del término “Ética”, ha quedado casi sin discusión
establecido que dicho término alude a la disciplina filosófica que se ocupa de reflexionar
tanto sobre las normas y leyes humanas, como sobre las cuestiones concernientes a la
práctica moral cotidiana.
1- Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo y científico griego, nacido en Estagira, discípulo de Platón y tutor de
Alejandro Magno, considerado por la mayoría de los pensadores como el gran sistematizador de la filosofía
antigua y uno de los más influyentes en la historia del pensamiento occidental.
Como parte integrante de la Filosofía Práctica, y como disciplina autónoma, le compete el
estudio de la estructura argumentativa de la moral y del análisis de las condiciones de
posibilidad física, psíquica, social, cultural, existencial, de los seres humanos en tanto
agentes morales.
ETICA ≠ MORAL
Concretamente, saber Ética no nos convierte en agentes morales, aunque nos ayuda
enormemente para esclarecer qué sabemos de los actos morales.
El término “Moral” proviene del latín “mos” “mores” y en esa lengua refería a
“costumbre”.
En la actualidad es un vocablo polisémico, es decir, acepta distintos significados, lo cual
suele prestarse a confusiones y a la proliferación de distintas interpretaciones.
Para ofrecer una definición utilizaremos el criterio que ha empleado el Dr. Guariglia 2 al
plantear que este término admite al menos tres niveles diferentes de interpretación.
El primer nivel o sentido en el que usamos el término Moral refiere al uso neutro, amplio y
ambiguo del mismo, entendido como ·”el conjunto de reglas, pautas, órdenes y estados de
ánimo, que caracterizan las conductas de los integrantes de un grupo (equipo, familia,
institución, asociación, etc.,)”.
2
Guariglia, Osvaldo; Moralidad. Ética Universalista y Sujeto Moral. Buenos Aires. Fondo de Cultura
Económica. 1996.
Se compone por “acuerdos o códigos generalmente tácito e implícitos” (no dichos) acerca
de las conductas y disposiciones esperables de los diferentes miembros de un grupo,
necesarias para cumplir con las metas u objetivos propuestos.
Este es el sentido que explica lo que quiere decir alguien cuando enuncia: “la moral del
equipo está baja” o “la moral de la tropa es fuerte” para referirse al estado de ánimo, a o la
disposición de los integrantes de un conjunto de personas.
Como dijimos anteriormente, esas normas las ha puesto el grupo en su conjunto, y están en
función de cumplir el objetivo que tiene dicho grupo en particular.
Pero el alcance de este uso es tan amplio y ambiguo, que también puede ser utilizado para
describir al conjunto de normas o pautas de comportamiento que una banda de forajidos se
da para sí, como por ejemplo: no ser “soplón”, o cubrirse en situaciones de riesgo, ser
cómplices, etc. Conforme se cumplan o no dichas pautas, sus miembros pueden ser
acusados de Traidores o de “no tener códigos” por no cumplir con lo acordado.
Lo que es “bueno” dependerá entonces de creer en esas normas y cumplirlas, ser leales a
ellas. ¿Creemos en las normas y las cumplimos? Eso es Bueno. ¿No creemos o no
cumplimos con los códigos establecidos? Eso es malo o tenemos la moral baja.
El problema con este uso del término Moral, es que hay tantas “morales” como grupos
humanos se conforman para lograr un objetivo, aun cuando se trate de un objetivo
temporal o dicho objetivo no coincida con el “Bien Común”.
Y en casos extremos (como el ejemplo que mencionamos de la banda de delincuentes)
hasta puede ser contrario a lo que la mayoría de una comunidad considera correcto.
Pero, sin ir tan lejos, las pautas que tiene un médico en el ejercicio de su profesión no son
las del abogado, ni las del sacerdote a las de un grupo de scouts. Ninguna de ellas colisiona
de frente con la idea de “Bien Común” si entendemos por Bien común: el conjunto de
valores que comparte toda una sociedad y que, al tiempo que dicha sociedad garantiza una
base de respeto por todos los integrantes de la misma, sin embargo, prioriza dichos valores
por sobre los deseos particulares de los individuos.
Pero de cualquier forma, la convivencia de todas estas “morales” implica siempre algún
grado de conflicto, ya sea porque transgreden flagrantemente las expectativas morales del
conjunto, o porque priorizan en demasía aspectos que otros grupos no priorizan.
Como se ve, el conflicto y la gravedad del asunto que nos trae este uso neutro del término
MORAL, no se encuentra tanto en que a alguien pueda acusárselo de ser inmoral ( es decir,
de obrar en contra de las normas establecidas) o de no tener moral (es decir , de ser un
amoral que no se aviene a ninguna regla establecida) , pues en algún sentido, desde este
uso, todos tendrían algún sistema de pautas desde las cuales operar, es decir, todos tendrían
alguna “moral”.
La dificultad está más bien en el hecho de que lo que se entiende por moral es diferente en
cada caso y hasta podría ser excluyente, dentro de la misma comunidad que las abarca.
El segundo Nivel o sentido en el que usamos el término Moral, refiere a las Costumbres
pero en un sentido más acotado, es decir, ya no incluye como en el nivel anterior, a
cualquier conjunto de pautas implícitas o explícitas que se da un grupo para sí, sino a la
“Costumbre de la Tradición”, los valores que la comunidad ha acuñado a lo largo de su
historia y que constituyen lo que llamamos “el acervo moral” de una comunidad. Este uso
del término Moral connota el ideal de Vida Buena, que posee toda comunidad, ideal con el
cual deben dialogar, modular, armonizar o disentir las distintas morales de conjunto que
coexisten en una sociedad . Todo ello hace a la identidad de una sociedad y traduce su
cosmovisión particular, su proyecto y el aporte al conjunto de las visiones del mundo.
Para muchos, el fenómeno moral tiene allí su máxima expresión, es decir, acuerdan en que
cuando se habla de moral, se habla de ese conjunto de costumbres y valores que la tradición
fue configurando en una comunidad y que dan forma a su identidad.
Pero sin embargo es lícito preguntarse ¿qué sucedería si las personas se rigieran en sus
acciones diarias, exclusivamente por los acuerdos o pactos de los grupos o instituciones a
las que pertenecen (primer nivel del término moral), o por los valores que la tradición de la
sociedad marca como “deseables” (segundo nivel del término moral)?
¿Cuándo y cómo ocurrirían los cambios, los ajustes o las nuevas propuestas de leyes y
normas de convivencia?
¿Cómo hubieran sido abolidas las prácticas educativas que incluían los malos tratos físicos
o psicológicos, si todo ello estaba avalado socialmente?
¿De dónde proviene la flexibilidad para los cambios morales?, ¿del mismo sistema de la
tradición o de algún ámbito externo a la misma? ¿Se podría tomar distancia de los acuerdos
internos que rigen a un grupo o de las costumbres de la comunidad histórica en la que los
actores sociales se encuentran y juzgar las acciones morales desde “afuera”?
Para responder esta respuesta debemos imaginarnos un espacio desde donde los seres
humanos podemos generar decisiones morales nuevas, es decir, “producir” nuevas reglas, o
ajustar las que ya teníamos.
Llegamos entonces finalmente, al tercer nivel o sentido en el que usamos el término Moral,
el cual refiere a ese hipotético “afuera” desde el cual operamos cuando juzgamos
moralmente las pautas de un grupo o de nuestra propia comunidad y tradición, para exponer
desacuerdos y proponer cambios si hiciese falta.
Aquí entenderemos como “morales” las acciones que pueden fundarse en razones de mayor
universalidad que las costumbres vigentes, ya se trate de tradiciones, dogmas, ideologías o
códigos grupales.
Es en esta acepción de la palabra MORAL donde se nos presentan los interrogantes más
inquietantes:
¿Dónde “reside” esa “mayor universalidad”? ¿De qué operación mental o emotiva
depende?
¿Es posible plantearse una facultad humana tal que sea capaz de evaluar el valor moral de
las particularidades, de las tradiciones y en la que todos los humanos coincidan?
¿Es posible pensar un sujeto moral independientemente del sujeto psicológico, o del sujeto
histórico social, con sus propias facultades y sus propios mecanismos de desarrollo?
Estas son, con mayor o menor especificidad, las grandes preguntas que han desvelado a los
pensadores que pretendieron comprender reflexivamente el fenómeno moral.
Estas son las mayores preocupaciones de la Ética cuando reflexiona sobre el fenómeno
Moral.
En síntesis, la Ética alude a la disciplina filosófica que se ocupa de reflexionar tanto sobre
las normas y leyes humanas, como sobre las cuestiones concernientes a la práctica moral
cotidiana.
La Moral: refiere a lo que han definido los hombres individual y colectivamente, como lo
que se debe hacer para llevar una vida buena y correcta.