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HISTORIA SOCIAL

UNIDAD 3:
Luciano Alonso: Periodizaciones y problemas:
Feudalismo:
Régimen social: Se confiscaban los excedentes de los campesinos mediante un
sistema algo complejo de redes de dependencia (vallasaje) y gratificaciones (feudos) y
se distribuían en las clases dominantes.
El núcleo básico de la producción feudal fue la pequeña explotación campesina, que
era una unidad agro-artesanal de producción y consumo sustancialmente
autosuficiente que operaba en el marco de una división doméstica del trabajo y estaba
unida al resto de las familias en una aldea por relaciones comunitarias establecidas en
torno al uso común de los pastos, bosques, aguas y demás recursos naturales del
lugar. La explotación del suelo se efectuaba a partir de instrumentos individuales de
trabajo y animales de propiedad familiar, y suponía acuerdos comunales relativos al
uso del suelo.
Este sistema se fractura hacia el siglo XIV.
Antiguo régimen:
Las sociedades del antiguo régimen eran sociedades en transición, del feudalismo
clásico al capitalismo. Este periodo sería una combinación entre feudalismo tardío y
capital mercantil, en una etapa en la cual el capital no controla todavía en forma plena
la esfera de la producción, que en gran parte se estructura sobre relaciones feudales y
sobre formas de pequeña producción familiar.
Con la crisis de feudalismo en los siglos XIV y XV no se formó una estructura de clase
capitalista, sino que la clase dominante continuó siendo básicamente feudal. Pero esa
clase no era una nobleza rural de tipo medieval, sino una nueva aristocracia feudal en
la que se fusionaban la vieja nobleza de sangre con las clases superiores de la
burguesía mercantil y la nueva burocracia absolutista o «nobleza de toga». Los
sectores sociales privilegiados como el clero o la nobleza tenían estatutos jurídicos
diferenciales del conjunto de la población (el “Tercer Estado), lo que no impide ver que
ambos grupos sociales pueden definirse como clases complejas, con variadas
fracciones en su seno de acuerdo a su jerarquía de poder y apropiación de
excedentes.
Pierre Vilar ha zanjado la distinción con un razonamiento que atiende particularmente
a las formas de sanción religiosa y/o jurídica de la división social: “Jacques Le Goff
destaca, respecto al término «orden» en el antiguo vocabulario de las distinciones
sociales, que se trata originariamente de una noción eclesiástica, usada al principio
sólo para designar a dos grupos: ordo spiritualis, ordo temporalis –el clero, el pueblo–.
El conjunto de la comunidad era utraque ordo. (…) Fue, pues, en un segundo tiempo,
en un proceso de laicización, cuando se fijó la división tripartita: sacerdotes, guerreros,
trabajadores.”
Susana Bianchi: Historia social del mundo occidental; capitulo lV “El apogeo del
mundo burgués (1848-1914)
El apogeo del mundo burgués (1848-1914)
La segunda mitad del siglo XIX triunfo el capitalismo. El triunfo se manifestaba en una
sociedad que, consideraba que el desarrollo económico radicaba en las empresas
privadas competitivas y en un ventajoso juego entre el mercado barato para las
compras y un mercado caro para las ventas. Una economía sobre tal fundamento iba a
crear un mundo no sólo de riquezas correctamente distribuidas, sino también de
razonamiento, ilustración y oportunidades para todos.
Capitalismo e industrialización
En la segunda mitad del siglo XIX, el mundo se hizo capitalista y una significativa
minoría de países se transformaron en economías industriales hasta 1870, Inglaterra
mantuvo su primacía en el proceso de industrialización y su hegemonía dentro del
área capitalista. La misma industrialización que comenzaba a generarse en el
continente europeo amplió la demanda de carbón, de hierro y de maquinarias
británicas. Una rama tradicional como la textil experimentó un notable progreso
basado en la mayor mecanización de la producción. La minería y la siderurgia también
mantenían un elevado nivel de crecimiento. Esta primacía industrial estaba además
complementada con el predominio en el comercio internacional.
Sin embargo, la posición inglesa parecía amenazada. La misma Revolución Industrial
había desencadenado procesos de industrialización en países europeos como
Francia, Bélgica y Alemania, a los que pronto se agregarían EEUU y Japón. Eran sin
dudas una minoría de países, en un mundo que continuaba siendo
predominantemente rural, pero sus efectos resultarían notables.
En Francia, durante el período del Segundo Imperio, el calor de la prosperidad
económica de los años 1850-70 y por políticas que favorecían, se impulsó el sistema
fabril. Es cierto que, a diferencia de los que ocurrió en Inglaterra o en Alemania, la
producción en pequeña escala perduró. Mientras la industria moderna se concentraba
en algunos puntos, en el resto del país se mantenían las viejas estructuras
productivas. La clave para explicar la lentitud de la industrialización francesa puede
encontrarse en la sociedad agraria: el predominio de la pequeña propiedad frenaba la
conformación del mercado interno y el éxodo de la población del campo. Hasta fines
del siglo XIX, Francia continuaba siendo un país mayoritariamente rural.
La primera etapa de la Revolución Industrial inglesa se había basado en innovaciones
tecnológicas sencillas y de bajo costos, pero éste no era el caso de Francia que se
incorporaba al proceso de industrialización en una etapa mucho más compleja -la de
los ferrocarriles- y que exigía una gran acumulación de capitales. El obstáculo pude
ser superado por la capacidad de adaptación del sistema bancario francés que pudo
concentrar el capital repartido entre millares de pequeños ahorristas y orientarlo hacia
las actividades productivas. Es sistema bancario francés parecía mostrarse más
permeable a los requerimientos de la industria que el sistema británico. Incluso la ley
de 1867 por la que el Estado autorizó la libre constitución de sociedades anónimas fue
un instrumento que permitía canalizar el pequeño ahorro y concentrar capitales para la
inversión. Así, en los primeros años del siglo XX, Francia poseía ya un perfil de un
país industrial moderno.
La industrialización alemana también arrancó en la década de 1850 estrechamente
ligada al desarrollo de una red ferroviaria que, hacia 1870, era la más densa del
continente. Alemania pudo basar su proceso de industrialización en la industria
pesada, en la mecanización intensiva y en el pronto desarrollo de grandes
establecimientos fabriles. En 1893 Alemania ya superaba a Inglaterra en la producción
de acero, y en 1903, en la producción de hierro.
¿Cuáles fueron los factores que impulsaron el acelerado desarrollo del capitalismo
industrial en Alemania?
1- el mundo rural no constituyo un obstáculo para la industria. La concentración de la
tierra en grandes propiedades y la modernización de la agricultura obligaron a millones
de trabajadores agrícolas a abandonar el campo.
2- el sistema bancario tuvo una activa participación en la financiación de la industria.
3- favoreció el desarrollo de la industrialización un mercado intervencionismo estatal.
El objetivo era obtener una creciente autarquía económica y un eficaz poderío militar.
Si bien sólo unos cuantos países se convertirían en economías industriales, la
expansión del capitalismo transformo en sistema mundial dejaba pocas áreas que no
tuvieran bajo su influencia.
Las ciudades crecían. Hobsbawm señala que no era un cambio cuantitativo, las
ciudades mismas se transformaban rápidamente convirtiéndose en el símbolo
indudable del capitalismo. La ciudad imponía segregación social entre los barrios
obreros y los nuevos barrios burgueses. En las ciudades también comenzaban a
transformarse los métodos de circulación y distribución de mercancías. La aparición de
los “grandes almacenes” fue una novedad en París en 1850. El objetivo era que el
capital circulara rápidamente, se hacía necesario vender mucho y más barato. Y esto
transformó la circulación de los productos de consumo y significo la ruina de pequeños
comerciantes.
Pero antes que la ciudad era el ferrocarril el símbolo más importante del capitalismo
triunfante. Los ferrocarriles constituyeron un multiplicador de la economía global a
través de la demanda de productos metalúrgicos y de mano de obra. Pero también
permitieron unificar mercados de bienes de consumo, de bienes de producción y de
trabajadores. En síntesis, el ferrocarril desde1850 fue el sector clave para el impulso
de la metalúrgica y de las innovaciones tecnológicas. Y este papel lo cumplió hasta
1814, en que cedió su lugar a la industria armamentista. La construcción de
ferrocarriles se vinculó estrechamente con el desarrollo de la navegación marítima. La
navegación había sufrido cambios. Se aplicaba el vapor, y los barcos aumentaron sus
dimensiones permitiendo transportar mayores volúmenes. Estas transformaciones en
el sistema de comunicaciones permitieron que se multiplicaran extraordinariamente las
transacciones comerciales, dando lugar como resultado que prácticamente el mundo
se transformara en una sola economía interactiva.
Del capitalismo liberal al imperialismo. La “gran depresión” (1873-1896)
Tal como lo había previsto Sismondi (1772-1842), uno de los primeros críticos de la
naciente economía capitalista, ésta se vio sometida a crisis periódicas. A los períodos
de auge le sucedían períodos de depresión en la que los precios caían drásticamente
e incluso muchas empresas quebraban.
Hacía los primeros años de la década de 1870, las cosas cambiaron. Cuando la
confianza en la prosperidad parecía ilimitada se produjo la catástrofe: en Estados
Unidos 39.000 km de líneas ferroviarias quedaron paralizadas por la quiebra, los
bonos alemanes cayeron en 60% y casi la mitad de los altos hornos dedicados a la
producción de hierro quedaron improductivos. En efecto, en 1873 se iniciaba un largo
período de recesión que se extendió hasta 1896 y que sus contemporáneos llamaron
la “gran depresión”.
Ante un mercado de baja demanda, los stocks se acumulaban, no sólo no tenían
salida sino que se despreciaban; los salarios difícilmente podían ser reducidos, como
consecuencia, los beneficios disminuían aún más rápidamente que los precios. El
desnivel entre la oferta y la demanda se veía agravado por el incremento de bienes
producidos como consecuencia de la irrupción en el mercado mundial de aquellos
países que habían madurado sus procesos de industrialización.
En efecto, la crisis había minado los sustentos del liberalismo: las prácticas
proteccionistas pasaron entonces a formar parte de la política económica
internacional. De este modo, la aparición de nuevos países industriales, la depresión
enfrentó a las economías nacionales, en el mercado no sólo competían las empresas,
sino también las naciones.
Se aceleró la tendencia a la concentración de capitales. La producción aumentaba,
mientras que el número de empresas disminuía. La competencia y la crisis eliminaron
a las empresas menores, que desaparecieron o fueron absorbidas por las mayores;
las triunfantes grandes empresas, que pudieron producir en gran escala, abarataron
costos y precios, fueron las únicas que pudieron controlar el mercado.
La concentración se combinó dentro de las grandes empresas con políticas de
racionalización empresaria. Esto incluía una modernización técnica que permitía lograr
el aumento de la productividad (Taylorismo). El taylorismo se expresó en métodos que
aislaban a cada trabajador del resto y transferían el control del proceso productivo a
los representantes de la dirección, o que descomponían sistemáticamente el proceso
de trabajo en componentes cronometrados e introducía incentivos salariales para los
trabajadores más productivos.

La época del imperialismo (1875-1914)


Desde algunas perspectivas, el imperialismo fue la más importante de las salidas que
se presentaba para superar los problemas del capitalismo después de la gran
depresión. Es indudable que la presión de los inversores que buscaban para sus
capitales salidas más productivas, así como la necesidad de encontrar nuevos
mercados y fuentes de aprovisionamiento de materias primas pudo contribuir a
impulsar políticas concepcionistas que incluían el colonialismo.
Los años que transcurrieron entre 1875 y 1914 constituyen el período conocido como
la época del imperialismo, en el que las potencias capitalistas parecían dispuestas a
imponer su supremacía económica y militar sobre el mundo. Amplios territorios de Asia
y África quedaron subordinados a la influencia política, militar y económica de Europa.
Hobson (1900) señala que la palabra imperialista “se utiliza para indicar el movimiento
más poderoso del panorama actual del mundo accidental”. Dentro del marxismo, la
interpretación clásica fue la formulada por Lenin “la fase superior del capitalismo”,
resulta indudable que sus mismos contemporáneos atribuyeron al imperialismo
razones económicas. Pero a diferencia de Lenin, que presentaba al imperialismo como
un elemento estructural del desarrollo capitalista, Hobson consideraba el fenómeno
como una “anomalía” que era necesario corregir a través del aumento de la capacidad
de consumo de los trabajadores que permitiera un constante crecimiento y una regular
absorción de la producción sin necesidad de recurrir a la expansión imperialista.
Como señala Hobsbawm, el imperialismo estuvo ligado indudablemente a
manifestaciones ideológicas y políticas. Las consignas del imperialismo constituyeron
en elemento de movilización de los sectores populares que podían identificarse con la
grandeza de la nación imperial. En las metrópolis, el imperialismo estimuló a las
masas a identificarse con el Estado, dando justificación y legitimidad al sistema social
y político que ese Estado representaba. Pero esto no implica negar las poderosas
motivaciones económicas de tal expansión. Según Hobsbawm, la clave del fenómeno
no se encontraba en la necesidad de los países capitalistas de buscar nuevos
mercados ni de nuevas áreas de inversiones, tal como sostenía Lenin, la clave del
fenómeno radica en las exigencias del desarrollo tecnológico.

Las transformaciones de las sociedades


El mundo de la burguesía
La burguesía era indudablemente la clase triunfante del período ¿es posible hablar de
una burguesía unida, coherente y consistente de su poder? En Inglaterra la burguesía
se llamaba a sí misma “clase media” y ésta englobaba a los ricos industriales, a los
prósperos comerciantes, a profesionales como médicos y abogados, y en un nivel
inferior a una pequeña burguesía de tenderos, maestros, empleados.
Como señala Hobsbawm en el plano económico, la quintaesencia de la burguesía era
el “burgués capitalista”, es decir, el propietario de un capital. En el plano social, la
principal característica de la burguesía era la constituir un grupo de personas con
poder e influencia, independientes del poder y la influencia provenientes del
nacimiento y los estatus tradicionales. Para pertenecer a ella, era necesario ser
“alguien”, una persona que contase como individuo, gracias a su fortuna y a su
capacidad para mandar sobre otros hombres (patrón). De este modo, si algo unificaba
a la burguesía como clase, eran comportamientos, actitudes y valores comunes.
Confiaban en el liberalismo, en el desarrollo del capitalismo, en la empresa privada y
competitiva, en la ciencia y en la posibilidad de un progreso indefinido.
La superioridad de la burguesía como clase comenzó hacer considerada como una
determinación de la biología. El burgués era, sino una especie distinta, por lo menos
miembro de una clase superior que representaba a un nivel más alto de la evolución
humana. El resto de la sociedad era indudablemente inferior. ¿Cuál era el papel que
debían desempeñar las mujeres en el mundo burgués? Estas mujeres de la burguesía
debían fundamentalmente demostrar la capacidad y méritos de los varones, ocultando
los suyos en el ocio y en el lujo. Su posición de superioridad social sólo podía ser
demostrada a través de las órdenes que impartían a los criados, cuya presencia en los
hogares distinguía a la burguesía de las clases inferiores. Y este ámbito era el de la
familia. La familia se desarrollaba en hogares donde la decoración se sobreañadía
como elemento que enmascaraba la función (manteles, cojines, estampados, etc.).
Pero los objetos eran algo más que útiles o signos de confort, eran símbolos del
estatus y de los logros obtenidos.
El hogar era también la fortaleza que salvaguardaba la moralidad. La dualidad entre
materia y espíritu que caracterizaba al mundo burgués. En general se aceptaban
explícitamente ciertas reglas de comportamientos: la castidad para las mujeres
solteras y la fidelidad para las casadas; la libertad sexual para los hombres solteros y
la tolerancia con la infidelidad de los casados, siempre y cuando esta infidelidad no
pusiese en peligro la estabilidad de la familia burguesa.
El mundo del trabajo. Clase obrera
Una clase irrumpía en este período como capaz de desafiar al mundo burgués: la
clase obrera. Entre 1850 y 1880, esta clase representaba en toda Europa entre la
cuarta y la tercera parte de la población. Sin embargo, aún se trataba de una clase en
formación.
Si bien era ya posible definir la situación de los obreros desde el punto de vista
económico, desde una perspectiva social, muchos de los trabajadores aún no podían
ser incluidos estrictamente dentro de esa definición económica de la clase obrera.
Sin embargo, pese a la variedad de situaciones, las condiciones de vida tendían a
unificarse: tras varias generaciones, los trabajadores acabaron por acostumbrarse a la
vida de la ciudad, una vida apartada de las tradiciones rurales, siendo hijos de obreros
y habiendo comenzado a trabajar desde la infancia. La clase obrera adquiría cada vez
un perfil más definido.
En la cúspide parecían ubicarse los obreros “especializados”, aquellos capaces de
fabricar y reparar las maquinas, recibían un mejor pago. Por debajo de los
trabajadores especializados, se ubicaban la gran masa de los obreros y obreras de
fábricas, con jornadas de trabajo de 15 o 16 horas diarias, con situaciones de trabajo
precarias. Dentro de esta masa obrera todavía se registraba una fuerte presencia de
mano de obra femenina e infantil.
Pero había además un tercer escalón: los recién emigrados del campo. Eran quienes
por su indigencia y su resignación podían aceptar cualquier trabajo, por duro que
fuese, pero por esto mismo cumplían un papel fundamental en el desarrollo del
capitalismo industrial: eran quienes, por su constante oferta de mano de obra barata,
contribuían a mantener el bajo nivel salarial.
Sin embargo, la prosperidad del periodo tendió a mejorar relativamente estas
condiciones. Hubo progresos en la seguridad e higiene del trabajo, y comenzó a
disminuir el empleo infantil. Las jornadas laborales tendió a reducirse, en parte por las
presiones sindicales, pero también porque el aumento de la productividad permitía que
en un tiempo menor los obreros produjeran más.
¿Es posible hablar de los obreros como una única clase? ¿Cuál es el elemento que los
unifica? Hobsbawm señala que, pese a las diferencias, el artesano especializado y el
trabajador pobre, se encontraban unidos por un sentimiento común hacia el trabajo
manual y la exploración, por un destino común que los obligaba a ganarse un jornal
con sus manos. Se encontraban unidos también por la creciente segregación a que se
veían sometidos por parte de una burguesía cuya opulencia aumentaba
espectacularmente y se mostraba cada vez más cerrada al ascenso social.
Un mundo a la defensiva: aristocracia y campesinos
Las aristocracias europeas, si bien en retirada desde 1830, conservaban una
importante cuota de poder. El poder de ésta se sustentaba, en parte, en su riqueza. La
explotación de sus tierras continuaba proporcionándole grandes rentas. También
continuaban conservando una importante cuota de influencia política.
En la segunda mitad del siglo XIX, la más poderosa e influyente era la aristocracia
inglesa. Era un grupo que había sabido adaptarse a la nueva situación, y que había
hecho un sitio a la alta burguesía, conformando poco a poco una nueva élite dirigente
que asumió gran parte de las tradiciones aristocráticas. La aristocracia alemana era
mucho más conservadora pero también más débil que la inglesa; mantenía un cerrado
espíritu de casta, desprecio por la burguesía industrial y liberal, una actitud
fuertemente conservadora en materia política y religiosa y gusto por el arte militar. Y
también era la que controlaba gran parte de los puestos de la administración imperial.
En Francia, la aristocracia constituía una clase heterogénea en la que se codeaba la
nobleza, cerca de ellos se ubicaban aquellos burgueses muy ricos que habían tomado
la costumbre de vivir como nobles. Pero si bien el poder efectivo de la aristocracia se
había diluido después de 1830, continuaba manteniendo una importante cuota de
prestigio social.
Como señala Palmade, resulta curiosa esta supervivencia aristocrática en el mundo
burgués. Es tal vez una supervivencia que pone en relieve los de la conquista
burguesa. La burguesía experimentaba una especie de complejo de inferioridad frente
a las jerarquías heredadas del pasado. Y más que derribarlas totalmente buscaba
imitarlas e interesarse en ellas. Aunque la burguesía poseía poder económico, no
titubeaba en conferir a las antiguas élites cierta delegación del poder político y
administrativo.
En Europa de la segunda mitad del siglo XIX, el mundo campesino continuaba siendo
una sólida realidad. En rigor, la excepción la constituía Inglaterra.
La situación de Alemania y de Francia era, sin dudas, diferente a la inglesa. Es cierto
que las transformaciones de la agricultura que posibilitaron la industrialización
alemana habían producido profundos cambios en el mundo rural. Sin embargo, en
algunas regiones, la presencia campesina aún era notable.
En todas partes parecía predominar un pequeño campesinado propietario que
explotaba personalmente la tierra con la ayuda familiar. Su situación podía ser
compleja, pero la secularización no alcanzaba a modificar las costumbres y las viejas
fiestas campesinas.
Francia era un país de campesinos (1850-1880) constituían la mitad de la población
activa. Había muchos propietarios, pero también colonos o arrendatarios instalados en
las tierras de los nobles o burgueses. Fuertemente individualistas los campesinos
franceses se negaban a cualquier tipo de cooperación. Esto no significaba que su
situación fuese fácil.
Las ideas y los movimientos políticos y sociales.
Las trasformaciones del liberalismo: democracia y nacionalismos militantes
Junto con la burguesía, también había triunfado su principal fundamento ideológico, el
liberalismo. Programa político y económico, se proponía conducir a Europa a un futuro
mejor borrando todos los obstáculos que se oponían a ese avance. Sin embargo, este
programa comenzó a encontrar resistencias y críticas tanto de la izquierda como de la
derecha. De este modo, el liberalismo comenzó a sufrir transformaciones.
El liberalismo se había impuesto en gran parte de Europa accidental. Era además el
programa que gozaba de mayor prestigio: se lo consideraba una fuerza progresiva, la
única con posibilidades de éxito. En Europa las fuerzas conservadoras no dudaron en
alinearse para atacar al liberalismo, considerado como una doctrina errónea y
peligrosa. De un modo u otro, era indudable que este conservadurismo se encontraba
en retirada. Sus argumentos tradicionales, como el origen divino del poder divino del
poder político y del orden social establecido, y la legitimidad exclusiva del derecho
tradicional, perdían cada vez más fuerza en un mundo que se transformaba
rápidamente. Pero este conservadurismo en retirada encontró algunas fortalezas
desde las cuales resistir: la iglesia.
La iglesia podía ejercer una influencia conservadora sobre la sociedad en la medida
que aún mantenía ciertos controles. Y éstos eran ejercidos sobre todo a través de la
familia burguesa, institución conservadora en sí misma. Es cierto que ya hacía la
década de 1880, la iglesia, bajo el embate de los liberales había perdido muchos
controles: como la enseñanza, el registro de nacimiento, matrimonio y muerte.
El gran avance del liberalismo no se hizo sin conflictos. Y el principal problema que se
planteó a la burguesía liberal fue precisamente el de la democracia. Estaba cada vez
más claro que las masas, es decir, los no respetables, la misma clase obrera,
constituían un amplio sector que cada vez más contaba en política.
Ya en el reavivamiento de las presiones populares en la década de 1860 hizo posible
que la política se aislara del debate sobre el sufragio universal. Durante este periodo,
en casi todos los estados europeos se realizaron ampliaciones más o menos
significativas de derecho al voto. Hacia 1873, únicamente la Rusia de los zares y el
Imperio turco eran los únicos países que se mantenían como autocracias. En la
década de 1870, había habido una amplia extensión del sufragio en Francia,
Alemania, Suiza y Dinamarca. En Gran Bretaña, las leyes de 1867 y 1883
cuadriplicaron prácticamente el número de electores.
La burguesía necesitaba de los votos, necesitaban movilizar a los no burgueses, a
esas masas trabajadoras que constituían las mayorías. Y si el liberalismo se convirtió
en una fuerza política considerable esto fue posible precisamente por la capacidad
para movilizar también a las capas más bajas de la burguesía y de los trabajadores
manuales. En este proceso de democratización, el liberalismo fue sacudido
profundamente.
Christopher Bayli: El nacimiento del mundo moderno 1780-1914; capitulo 11 La
reconstrucción de las jerarquías sociales.
Por jerarquías entendemos las formas de dominio y subordinación social y económica
justificada por ideologías relativas al honor, la valía personificada y la bendición divina.
El cambio y los historiadores
Hasta finales de la década de 1970, la mayoría de las historias de la Europa del siglo
XIX trataban de explicar el porqué de la Revolución Rusa de 1917, o del nazismo en la
década de 1920, o del primer gobierno laborista en Gran Bretaña. Los historiadores de
Asia y África vieron los comienzos del nacionalismo en las asociaciones protectoras de
vacas de la India en la década de 1890, y en los cultos de invulnerabilidad de África en
1900. Pero estas historiografías eran “progresistas” en el sentido de que creían que los
procesos sociales tenían una finalidad inherente. En 1981, el historiador
norteamericano Arno Mayer público un libro sobre la historia norteamericana. En el
argüía que lo sorprendente del nuevo sistema de estados europeos de 1914 no fue la
democracia, el laborismo ni el progreso de la modernidad, sino lo poco que estas
fuerzas del cambio habían erosionado los sistemas imperiales inamovibles, las
aristocracias, y la subordinación jerárquica del campesino señor.
Parece ser que la idea de la continuidad en la Europa decimonónica tiene bastante
argumentos a su favor. En el sur y en el este del continente, menos de la tercera parte
de la población vivía en ciudades en 1900. Muchos de los habitantes rurales seguían
dependiendo patéticamente de los terratenientes y los señores. Trabajaban de
aparceros. Los viajeros por Europa de mediados de siglo no tenían que alejarse
mucho de Francia para darse cuenta de que la Revolución Francesa no había
cambiado tanto las relaciones entre el campesino y su señor. Incluso en Gran Bretaña,
Bélgica y el norte de Alemania, donde la industrialización avanzo más rápido, el nuevo
electorado estaba dominado por los grandes magnates y la supuestamente política
democrática padecía brotes periódicos de intervención monárquicas.
Si miramos fuera de Europa, se puede argüir que el estancamiento europeo se debía a
la anexión de enormes zonas del mundo que solo podían gobernarse por la fuerza y el
conservadurismo. A principios del siglo XIX, los imperialistas argumentaban que sus
brutales conquistas abrían paso a la civilización, el comercio y el gobierno. El
cristianismo, el gobierno utilitarista, la doctrina de los derechos del hombre e, incluso,
las libertades americanas transformarías Asia y África. La situación 1900 no parecía
cumplir esta predicción. La población urbana de los imperios asiáticos y norteafricanos
de Francia y Gran Bretaña seguía siendo un 10 %, más o menos igual que en la era
precolonial y de hecho el nivel de vida cayo.
El gobierno colonial no había mejorado la vida de la gente ni había establecido un
sistema político más racional. El cristianismo traería la anarquía si no se controlaba. Y
los imperios coloniales, la esclavitud tardo mucho en desaparecer.
Género y subordinación en la “era liberal”
Hay que decir que los análisis formales de la estructura familiar no indican que haya
cambios masivos en la relación entre géneros. En los casos que, si hubo cambios en
la estructura de familia en Europa, estos solos sirvieron para cimentar las diferencias
existentes entre hombres y la mujer.
Las cosas tampoco cambiaban mucho para las mujeres de la elite occidental. En 1784,
el juez escoces lord Kames comentaba: “Las obligaciones de la mujer son complacer a
su marido, ser buena economista y criar a sus hijos, y todas requieren mucho
entrenamiento. El tiempo que una chica dedicaba a su muñeca permite hacer un buen
pronóstico del tiempo que dedicara a su retoño”.
Si hubo algunos avances para las mujeres de la elite de las sociedades occidentales
en los cien años anteriores a 1914. Los mayores ingresos y un mejor sistema de
comunicaciones en Europa occidental y norteamericana permitieron a las mujeres de
las clases altas y media alguna influencia sutil en la política y el mecenazgo. Sin
embargo, el voto femenino tardo mucho en llegar. Algunos estados norteamericanos
tenían sufragio femenino a finales del siglo XIX, pero la mayoría tuvieron que esperar a
la enmienda constitucional de 1920.
El progreso de la mujer occidental fue, como mínimo, lentísimo hasta 1914, y la
industrialización y la ciencia más que minar el dominio masculino permitieron a los
hombres mantener de diversas maneras su control patrimonial sobre el cuerpo y la
mente de la mujer. La mujer europea progreso aún menos en el siglo XIX.
El reverdecer de la esclavitud
La primera mitad del siglo XIX vivió el apogeo del sistema esclavista. Una de las
razones por las que los amos de esclavos y los negreros pudieron resistir los ataques
de los abolicionistas de los siglos XVIII y XIX fue que casi todas las tradiciones legales
y religiosas del mundo justificaban la esclavitud al menos hasta cierto punto. En el
caso de Europa, Aristóteles y el derecho romano consideraban la esclavitud como una
condición natural. Las tradiciones islámicas y budistas, también aceptaban ciertas
formas de profunda dependencia social parecidas a la esclavitud europea del periodo
clásico. Formalmente, ambas eran regiones igualitarias, pero muchos musulmanes
mantenían que la gente capturada en la guerra podía ser esclavizada.
Los europeos y los norteamericanos blancos y, en menor grado, también los asiáticos
y africanos, invocaban las diferencias raciales para justificar la esclavitud. En el siglo
XVIII y antes, se decía que la Biblia había condenado a los africanos negros a la
inferioridad y la esclavitud. En el siglo XIX, algunos defensores utilizaron a las nuevas
ciencias “raciales” para justificar la continuidad de la esclavitud y otros tipos de
subordinación laboral.
La esclavitud en las plantaciones americanas y caribeñas era un sistema muy
diferente al modelo de dependencia familiar y agrícola típico de Europa y del mundo
islámico.
La decisión de abolir la esclavitud por parte del Parlamento británico tuvo muy poco
impacto en África durante una generación o más. Gran Bretaña había prohibido a sus
ciudadanos traficar con esclavos, pero la única manera de evitar que lo hicieran los
extranjeros era apostar barcos de guerra en la costa oeste de África para interceptar
las naves y liberar a los esclavos. Los españoles y portugueses que comerciaban con
destinos esclavistas desarrollaron un sostificado sistema para eludir a las patrullas
inglesas. El comercio de exportaciones “legales” del oeste de África fue a pequeña
escala hasta la década de 1850 y 1860, cuando la producción agraria era variable. Los
beneficios del tráfico de esclavos eran las únicas fuentes de ingresos que mantenían a
las aristocracias y a los potentados comerciales.
Cuando la economía azucarera entro en crisis a partir de 1815, fue ya evidente que la
población de esclavos no se reproducía muy deprisa a causa de las enfermedades y el
exceso de trabajo. Esto hizo más indispensable el trabajo de los esclavos y que los
amos de las plantaciones se resistieras ferozmente a las demandas abolicionistas
británicas de las décadas de 1820 cuando la presión política a favor de la abolición del
sistema completo se endureció.
Las mismas condiciones prevalecieron en la América española y portuguesa. Faltaba
mano de obra y, hasta 1840, la inmigración europea solo cubría un pequeño
porcentaje de las necesidades del continente. Sin embargo, el comercio azucarero de
Cuba y Brasil florecía a principios del siglo XIX debido a la demanda en Europa y
Norteamérica.
La cultura de la esclavitud y de la dependencia no se limitaba a lo económico. Era un
sistema jerárquico. Tener esclavos era un estilo de vida. Para ser señor había que
tener esclavos, y la dependencia era un estilo de vida. Para ser señor había que tener
esclavos, y la dependencia servil de otros seres humanos era el símbolo de un estatus
importante para los dueños de las plantaciones tropicales, igual que para los
burgueses europeos lo era el consumo de productores tropicales. Los esfuerzos del
gobierno o de los gobernadores británicos de mejorar las condiciones de los esclavos
eran recibidos como un ataque a la propiedad privada y a los derechos de los ingleses
libres.
La esclavitud de los estados sureños se debía a la falta de mano de obra. La
emergente sociedad norteamericana necesitaba comprar productos manufacturados
de Europa, sobre todo de Gran Bretaña. También, en Estados Unidos las razones
económicas de la esclavitud se vieron complementadas por importantes razones
ideológicas y sociales. Para los amos la plantación representaba un mundo idílico, una
comunidad en la que el amo podía desempeñar el papel patriarca bíblico o de filosofo-
rey a su antojo. Pero la religión y el afecto familiar superaron a la dureza. Hubo
revueltas de esclavos en Estados Unidos, sobre todo a principios del siglo XIX, pero
sus consecuencias fueron menos horrendas que las contemporáneas en Jamaica,
Haití, Santo Domingo y Brasil.
Esta mezcla de motivos económicos y culturales de la esclavitud se vio en las tierras
islámicas, Asia y en el Pacifico, donde los distintos tipos de esclavitud domésticas y
agrícolas duraron hasta finales del siglo XIX.
El campesino y el trabajador rural vistos como siervos
A lo largo del siglo XIX, los reformadores proclamaban la necesidad de mejorar la
situación de las masas rurales de todo el mundo, y muchos pensaban que la
expansión del comercio mundial, la ilustrada administración colonial o, por lo menos,
sobre los gobiernos como el otomano. La fuerza progresiva y dinámica del capitalismo
y la industrialización de Europa y Norteamérica no pudo penetrar en las sociedades
rurales donde persistían tradiciones irracionales que evitaban el progreso.
¿Por qué se reprodujeron estos tipos de dependencia entre campesinos y señor y
Estado en el siglo XIX? La teoría de que el crecimiento europeo mantuvo bajo el nivel
de vida en otras partes funcionaba bien para muchas zonas colonizadas del “sur”
pobre, que se convirtieron en exportadores de materia primas para el norte rico.
Otro factor fue el crecimiento demográfico, es imposible ignorar el hecho de que el
crecimiento de la población reducía el nivel de vida de los agricultores y campesinos,
sobre todo en una época en que el crecimiento económico mundial apenas igualaba el
crecimiento de la población. Como las zonas cultivables no aumentaron, el tamaño de
las parcelas disminuyo y los agricultores tuvieron que trabajar mas y mas
ingeniosamente para satisfacer a demanda de las elites y del Estado y para sobrevivir.
Otra serie de presiones que afectaban a los campesinos de todo el mundo derivo, del
Estado fuerte, ya fuera un gobierno indígena o colonial. La revolución militar de los
siglos XVII y XVIII había facilitado al Estado y a los terratenientes vigilar y extraer la
riqueza del campo.
Los campesinos de liberaron
La intervención legislativa, mejoro las condiciones en algunas regiones del mundo, si
bien no cumplió con las expectativas de los reformadores liberales. Los granjeros del
norte de Europa, Irlanda y los dominios británicos lograron mayor seguridad a lo largo
del siglo XIX. Los gobiernos coloniales del norte de África y la Indochina francesa y del
Asia y el Sur de África británica tomaron mediados para reconocer los derechos de los
arrendatarios después de que se produjera revueltas esporádicas.
La transformación de la Burguesía rural (gentry)
Los caballeros terratenientes de todo el mundo tuvieron la habilidad de mantener y de
reproducir su control económico y político sobre los campesinos. Además de su poder
económico, supieron apelar a ese sentimiento de respeto y subordinación que
recordaban una época muy anterior.
Gut Palmade: Las clases obreras, Las burguesías, y las aristocracias
La sociedad y los grupos sociales
- Sombart utiliza el criterio de la renta para establecer los diversos grupos
sociales. Distingue cuatro (en Alemania a finales del siglo XIX): la alta
burguesía y la mediana burguesía (entre los dos aprox. El 5% de la población),
la pequeña burguesía (25%) y el proletariado, que agrupa a obreros, artesanos,
pequeños empleados y asalariados agrícolas ( 70%). Esta proporción se repite
mas o menos en Francia e Inglaterra. Si bien la desigualdad es enorme, esta
se ha reducido respecto a la situación presentada 40-60 años antes, en la cual
la clase alta y media en su conjunto representaba aproximadamente el 1 % de
los contribuyentes.
- No obstante, se pueden diferenciar más tajadamente dos grupos sociales:
proletariado y burguesía. Estos también se distinguen bajo el atributo de los
que son “respetables” y los que no lo son, o de otra forma, “dominadores” y
“dominados”. De igual manera, dentro de cada grupo coexisten numerosos
grupos secundarios, algunos ya existentes y otros recién formados, con
amplias diferencias. Son grupos heterogéneos, que no presentan una actitud
unitaria. Dentro de los primeros es posible diferencias principalmente entre
obreros y campesinos, y en los segundos burgueses y aristócratas.
Las clases obreras:
- Entre 1850 y 1880 representa en todas artes entre la cuarta y la tercera parte
de la población. Sus condiciones de vida tienden a uniformarse a medida que
se pasa del trabajo artesanal y el taller a la fábrica moderna.
- En Inglaterra: es el primer país donde se desarrolla esta clase. Representa
aproximadamente la cuarta parte de la población entre 1840 y 1850. Su
situación queda definida por la libertad de trabajo y movilidad de la mano de
obra de acuerdo a las condiciones del mercado, concentración en los grandes
centros industriales, trabajo disciplinado a máquina, remuneración por pieza.
Lo único que posee es su fuerza de trabajo, la cual debe vender a cambio de
una recompensa económica para poder subsistir. Dentro de este grupo es
posible diferenciar a los obreros especializados que se dedican a fabricar y
reparar las maquinas; los obreros de fábrica, la cual incluye mujeres y niños, y
posee jornadas laborales de entre 15 y 16 horas diarias; mineros, cuya vida es
mas salvaje y difícil; los trabajadores a domicilios, que se están peor pagados;
los simples peones, generalmente extranjeros, no poseen un lugar fijo; por
último, los inadaptados que están internados en los workhouses. Respecto a
las condiciones de vida estas son destrozadas.
Con el tiempo, la situación va mejorando. En el trabajo, mejoran las
condiciones de higiene y seguridad, disminuye la mano de obra infantil y,
gracias a los incrementos de la productividad, se reduce la jornada laboral
(1870, esta es de entre 10 y 12 horas, en 1880 entre 9 y 10). Los salarios
también se incrementan, principalmente los de los obreros especializados; sin
embargo, esta clase crece en número. También disminuye el número de
pobres adultos y sanos. Las condiciones de vida también mejoran, debido a la
intervención de la administración municipal.
- Francia: presenta un desarrollo industrial mucho más atrasado que Inglaterra.
La clase obrara representa la cuarta parte de la población activa, aunque solo
la tercera parte de esta pertenece a la gran industria. Se encuentra más
dispersa y menos concentrada que en Inglaterra; en realidad, el trabajo
artesanal sigue siendo el oficio noble, del que el obrero está orgulloso, mientras
que se desprecia el trabajo propiamente industrial. Esto no quiere decir que se
mantengan los talleres y no se trabaje en las fábricas, sino que mantiene una
realidad artesanal. Mientras que la situación de estos “obreros artesanos” es
relativamente buena, la del resto (obreros no especializados, obreros de la
construcción, artesanos a domicilio, etc) es mucho peor y su salario mucho
más bajo. Las mujeres y los niños realizan trabajo mecánico y sin iniciativa.
Con el tiempo, llegando a 1880, esta situación tiende a desaparecer y a
adoptar el modelo inglés. Se producen migraciones del campo a la ciudad. El
salario se incrementa, pero las condiciones laborales y de vida en general no.
Sin embargo, el desempleo es una amenaza permanente. En conclusión, para
1880 Francia apenas alcanza la situación deplorable de la cual logra salir
Inglaterra.
- Alemania: se desarrolla de forma tardía, pero con gran rapidez. En 1830-40 la
situación es sumamente deplorable. Entre 1850-60 la situación es similar a la
descrita en Inglaterra, pero se mantiene un artesanado, aunque su situación no
es mucho mejor. En 1860, la condición proletaria se generaliza a gran escala,
pero al mismo tiempo se alcanzan mejoras en las condiciones laborales y de
vida (reducción de la jornada laboral, implementación de servicios de
seguridad, mejoras en la vivienda, incremento de los salarios). Luego, la
situación sigue mejorando de a poco, aunque nunca exenta de dificultades.
Las burguesías:
- Inglaterra: se identifican como la “clase media”. Incluyen al rico fabricante, al
negociante, al profesional, al obispo e incluso al campesino rico y a algunos
empleados. Constituyen el 1% en 1840, el 2% en 1870 y un poco más entre
1880-1890. Entre 1840 y 1880, la burguesía logra derribar la barrera que las
separaba de la aristocracia, y adoptan costumbres y un estilo de vida a ella.
Hay un respeto por la clase superior, de la cual se pretende llegar a formar
parte.
- Alemania: en 1850, la burguesía representaba menos del 1% de la población.
Es una pálida figura al lado de los grandes terratenientes. Esto cambia
rápidamente a partir de 1860, con el desarrollo de la gran industria. Sin
embargo, se pueden distinguir varias burguesías: la burguesía liberal,
existentes previas a la industrialización y son medios aristocráticos; la
burguesía capitalista, conformada por grandes comerciantes, forma la gran
burguesía, y en 1880 llegan a romper la barrera que los separa con la
aristocracia; la mediana y pequeña burguesía, alejada de las esferas del poder
y representa el 15% de la población en 1870 y el 25 % en 1900.
- Francia: conformada principalmente a partir de la influencia política. Se trata
más que nada de una mediana burguesía compuesta, por rentistas,
latifundistas y funcionarios. Es más numerosa que la burguesía inglesa. Esta
burguesía se mantiene hasta comienzos del siglo XX. Se distingue al burgués
más que por su dinero, por su estilo de vida. También supone contar con cierta
educación. Se caracteriza por la noción de ahorro con el fin de cubrir sus
necesidades en la vejez.
Wolfgang Mommsen: La época del imperialismo; capitulo 1: las ideologías
políticas
A- Tendencias básicas y fuerzas dominantes de la época
1- Las ideologías políticas
En 1854 Ranke definió, la pugna de los principios de la monarquía y de la soberanía
del pueblo como la tendencia principal de su época, junto a la enorme expansión de
las fuerzas materiales y el amplio desarrollo de las ciencias naturales. En efecto, la
lucha por un orden constitucional y social nuevo dominaba la política europea en el
siglo posterior a la Revolución Francesa. En todos los estados de Europa, el
liberalismo apoyado por la burguesía ascendente, dirigía su ataque contra el orden
monárquico establecido y con ellos contra el predominio fosilizado tanto social como
político de las clases aristocráticas. Su programa era amplio: la garantía de los
derechos humanos y civiles, la participación de la nación en la vida política dentro del
marco de un sistema constitucional, la libertad de acción de cada individuo en la
economía y en la sociedad, la abolición de leyes anacrónicas y la máxima limitación de
la intervención del Estado en favor de los ciudadanos, constituía el programa de una
nueva era, que se proponía conducir a Europa a un futuro nuevo y mejor.
Esta ideología política, choco con la enconada resistencia de las clases dominantes y
sufrió la crítica más acerba, tanto a la derecha como a la izquierda, su marcha
victoriosa resulto incontenible, entre razones por haberse aliado al moderno concepto
de nación. El liberalismo para los últimos decenios del siglo XIX, se fue imponiendo en
Europa Occidental y central. Tanto el socialismo como la doctrina anarquista eran un
fantasma en Europa. El rival del liberalismo era la democracia radical. Este
propugnaba la realización de los principios de la soberanía del pueblo y no se
contentaba con la confortable solución del Estado de derecho y del constitucionalismo,
que garantizaba, a través de un sistema electivo más o menos plutocrático, la
hegemonía política de las capas superiores de la burguesía y con ellas de las antiguas
fuerzas conservadoras. Pero los radicales eran demasiado débiles para hacer
tambalearse la posición de la ideología liberal.
La situación cambio durante los años 80 del siglo XIX. El movimiento liberal, cayó en
un letargo político. Hacia 1885 se habían impuesto en gran medida, los objetivos
originales del liberalismo; es decir, conquistar, el derecho de participación de las
clases burguesas y fijar constitucionalmente los derechos de libertad del ciudadano.
Pero en el ascenso de la clase trabajadora se anunciaba una nueva fuerza política,
que ponía en tela de juicio la misión “natural” de la burguesía a la cabeza del Estado y
de la sociedad, y tachaba de usurpación sus privilegios sociales. En consecuencia, el
liberalismo concentro sus energías en la defensa de las posiciones políticas y sociales
conquistadas.
En Francia, el liberalismo sucumbió al triunfar. Los principios liberales esenciales
habían realizados con la creación y la defensa eficaz de la Tercera República. Los
motivos defensivos sustituyeron a los motivos ofensivos en la lucha política cotidiana.
En Alemania, a situación del liberalismo en los últimos decenios del siglo XIX era
mucho más compleja. Bajo los golpes de la política de Bismarck el movimiento liberal
se escindió en dos grupos: los nacional-liberales, que aceptaban en principio la
constitución bismarckiana y se convirtieron en dóciles aliados del canciller en su lucha
contra el catolicismo y la clase obrera, y por otro lado los progresistas, que se
consumían en su oposición intransigente, cayendo en un doctrinarismo de principios.
Ambas tendencias se debilitaron por constante secesiones, lo que constituye un claro
síntoma de la impotencia del liberalismo en la Alemania Guillermina.
El hecho de que hacia 1890 su rival histórico, el conservadurismo, se viera empujado a
posiciones defensivas constituía una débil satisfacción para el liberalismo europeo.
Las fuerzas conservadoras aun ocupaban importantes posiciones de poder en la
mayoría de los Estados europeos, y en algunos casos podían tener todo el poder,
como Rusia y Autria-Hungria. Pero los argumentos tradicionales de la ideología
conservadora estaban perdiendo su fuerza de convicción en una época de
secularización de todas las relaciones vitales y de creciente legislación estatal. En
consecuencia, los conservadores tendieron en los años anteriores a 1914 a
atrincherarse en las posiciones sociales y políticas que aún se hallaban en las fuerzas
armadas.
La idea de la nación como comunidad de acción de todos los ciudadanos
políticamente maduros y pertenecientes a una misma lengua estuvo en principios
ligada a las ideas liberales y democráticas. El liberalismo italiano y alemán habían
concebido la unidad nacional y la libertad política como las dos caras de una misma
moneda, mientras que los conservadores en general miraban con la más extrema
desconfianza el advenimiento del orden nacional-estatal. Pero desde 1885 en
Inglaterra, 1890 en Francia e Italia y más tarde en Alemania y Rusia, las fuerzas
conservadoras jugaron a la carta del nacionalismo patético, con la esperanza de frenar
la pérdida de influencia sobre las masas favoreciendo una política decididamente
nacionalista.
El nacionalismo se prepara en 1870, para transformar radicalmente la estructura
política de Europa. Para el desarrollo histórico de Europa fue decisivo que en pocos
años este se transformara en imperialismo. Con este imperialismo nacionalista, que se
distingue del colonialismo europeo del siglo anterior, surge un nuevo fenómeno en la
política europea que determinara toda una época. Ocupaban principalmente, los
ultramarinos, aprovechaban las posibilidades económicas, las ventajas estratégicas, e
incluso el material humano de las colonias, para fortalecer la propia posición de
dominio nacional.
El advenimiento de la idea imperialista provoco un cambio fundamental en la
estructura de la conciencia política europea. El liberalismo fue el primero en acusar
este cambio. El pensamiento clásico liberal, que pretendía reducir en la mayor medida
posible la intervención del Estado y veía en las leyes “naturales” del librecambio la
forma óptima del orden económico, se reconciliaba con la idea de que el Estado,
abriera a la economía nacional el camino hacia los territorios ultramarinos. Pero el
espíritu de la época era más fuerte y pronto los liberales descubrieron sus
inclinaciones imperialistas.
La idea imperialista constituía un elemento extraño dentro de la ideología liberal
tradicional y, el liberalismo europeo durante la lucha en pro o en contra del
imperialismo se escindió, en facciones que se combatían encarnizadamente. Así, el
liberalismo europeo paso a través de una grave crisis, de la que nunca llego a
recobrarse por completo. Un nacionalismo extremo, casi mítico, elementos antisemitas
y racistas y el rechazo, puramente negativo, del sistema social burgués, unidos a una
idea monárquica de matriz clerical, crearon una ideología de fuerte atracción
emocional, en la que no faltaba el factor militarista que oponía las virtudes militares a
los ideales liberales de la burguesía. Indudablemente, estas tendencias quedaban en
general al margen de la vida social y tampoco faltaron personalidades que atacaran
públicamente los excesos del nacionalismo exacerbado. Pero la realidad es que las
ideas nacionalistas de este tipo empezaban a admitirse en la sociedad, sobre todo
cuando se presentaban envueltas en ropajes idealistas.
Mientras se formaban en la derecha hacia fines del siglo XIX y durante los quince
primeros años del siglo XX las tendencias ideológicas que después de la Primera
Guerra Mundial constituirían la principal amenaza al liberalismo y a la democracia, en
la izquierda se agrupaban contrincantes muy considerables por su número. En el curso
de la industrialización de los trabajadores fueron desligándose en Europa del sistema
de tutela liberal todavía típicos a mediados del siglo XIX. Las direcciones ideológicas
dentro del movimiento obrero, que se disponía a pasar a la lucha abierta contra su rival
burgués, fueron en principio muy diversas, de acuerdo con las tradiciones políticas y la
situación social de los diferentes países europeos. Anarquismo y socialismo,
sindicalismo y reformismo discutían acaloradamente el camino que había que tomar
para liberar a la clase obrera del yugo de la sociedad burguesa capitalista. La
oposición profunda entre los anarquistas del grupo Bakunin y los socialistas marxistas,
que condujo a la disolución de la Primera Internacional Socialista, ocupo también el
primer plano de las discusiones ideológicas socialistas durante los últimos decenios
anteriores a la Guerra Mundial. La doctrina anarquista de la acción directa que
propugnaba la debilitación y la destrucción final del orden establecido a través de
pequeños y constantes golpes, tuvo mas adeptos entre los trabajadores y constantes
golpes, tuvo más adeptos entre los trabajadores de los países menos adelantados
social y económicamente.
Un nuevo programa marxista ortodoxo, formulado por Karl Kautsky. Los elementos de
la doctrina socialista incitaban a los obreros a la acción política inmediata, a la toma
del poder político y a la subversión del orden establecido, pasaban en el a un segundo
término, dando paso a una confianza ciega en el proceso histórico que concedería a la
clase obrera, siempre que mantuviera la unidad y la conciencia de clase, forzosa y el
poder político y el poder económico. De acuerdo con estas convicciones, la
socialdemocracia alemana concentro sus energías en organizar disciplinadamente a
las masas populares dentro del partido y los sindicatos, bajo la bandera de un
programa socialista de carácter fatalista. A pesar de todos los obstáculos que le
opusieron las autoridades estatales, el partido iba realizando con éxito creciente sus
objetivos.
La Segunda Internacional Socialista fue aceptada como la organización reconocida del
movimiento obrero internacional, hecho que dio a los partidos socialdemócratas de
tendencia marxista una gran ventaja frente a partidos de otro matiz. Se fueron
conformando sindicatos que defendían los derechos de los trabajadores y que
provocaba que no salgan tanto a las calles a protestas.
La decadencia de las ideologías políticas tradicionales – conservadurismo y
liberalismo- y el desarrollo de una gran verdad de direcciones políticas desde la
extrema derecha a la extrema izquierda demuestran que la sociedad europea se
encontraba durante los últimos esenios antes de la Primera Guerra Mundial en un
periodo de transformación. El cambio acelerado de las estructuras políticas y sociales
planteo nuevos problemas que según la situación social o política de los grupos
afectados encontraron las mas diversas respuestas. Desde este punto de vista, el
amplio calidoscopio de las ideologías vigentes en el periodo ofrece un reflejo de las
tenciones sociales que aparecieron en el seno de la sociedad industrial en expansión.
Eric Hobsbawm: La era del capitalismo; Cap. 12: Ciudad, industria y clase
obrera. Y cap. 13: el mundo burgués.
Capítulo 12:
Tanto el trabajo industrial, en su estructura y contexto característicos, como la
urbanización- la vida en las ciudades de rápido crecimiento- fueron, con certeza, las
manifestaciones más dramáticas de la nueva vida; nueva porque incluso la continuidad
de algunas ocupaciones regionales o ciudadanas ocultaban cambios trascendentales.
La ciudad era, el símbolo externo más llamativo del mundo industrial, después del
ferrocarril. La urbanización se incrementó con rapidez después de 1850. La gran
ciudad, no era tanto un centro industrial como un centro de comercio, de transporte, de
administración y de la multiplicidad de servicios que trae consigo una gran
concentración de habitantes y que a su vez sirve para engrosar su número. La
mayoría de sus habitantes eran obreros de un tipo u otro, incluyendo gran número de
criados: oficios al que pertenecían uno de cada cinco londinenses. Estas ciudades
crecieron con rapidez.
Para los proyectistas urbanos los pobres eran un peligro público, por lo que dividieron
sus concentraciones sediciosas mediante avenidas y bulevares que pudiesen conducir
a los habitantes de los multitudinarios barrios populares. Esto fue también el punto de
vista propagado por las compañías de ferrocarriles, que llevaban extensas redes de
líneas y apartaderos hasta el centro de las ciudades a través de los suburbios, donde
los costes de los bienes raíces eran más bajos y las protestas casi insignificantes.
Quien habla de las ciudades de mediados del siglo XIX, habla de “amontonamiento” y
“barrio bajo”, y cuanto más crecía la ciudad, su hacinamiento aumentaba
paralelamente. A pesar de la reforma sanitaria y de una cierta planificación, el
hacinamiento urbano se incrementó, durante este periodo y allí donde no se había
deteriorado realmente, no mejoraron ni la salud ni las tasas de mortalidad. Las
ciudades seguían devorando a su población, aunque las británicas, que eran las más
antiguas de la era industrial, estaban próximas a poder reproducirse, es decir, a crecer
sin la constante y masiva trasfusión de sangre de la inmigración.
Cuanto más recurso desviaba la clase media creciente y floreciente, hacia sus propios
albergues, sus oficinas y sus grandes almacenes, tan característicos de esta era del
desarrollo y sus edificios de prestigio, tanto menos iban destinados, en relación, a los
barrios obreros, excepto en su forma más general de gastos públicos: calles,
saneamientos, alumbrados y servicios públicos. La única modalidad de empresa
privada para las masas era la taberna. Pues a medida que la gente se fue haciendo
más urbana, las antiguas costumbres y modos de vida que habían llevado consigo
desde el campo o la ciudad preindustrial resultaron irrelevantes o impracticables.
A industria pesada, tenía mucha más importancia, y tendía a promover
concentraciones de capital que controlaban ciudades e incluso regiones enteras, y de
modo poco usual movilizaban vastos ejércitos de trabajadores bajo su autoridad. Las
compañías de ferrocarriles eran empresas desmesuradamente grandes, tanto cuando
construían y administraban en condiciones de libre demanda competitiva como cuando
no era así, caso este último menos frecuente. Las pequeña y gran empresa, el patrón
era quien las dirigía.
La primera mitad del siglo había sido financiada privadamente y se había expandido
mediante la reinversión de los beneficios que, con la mayoría del capital así
asegurado, la empresa contaba con un crédito aceptable en sus operaciones en curso.
Pero la creciente magnitud y el costo de tales empresas, requerían fuertes
desembolsos iniciales, por lo que su creación se hacía cada vez más difícil, en
especial en los países de industrialización reciente y faltos de grandes
concentraciones de capital privado para inversiones. Por consiguiente, el tercer cuarto
de siglo fue un periodo fértil para la experimentación en la movilización del capital
destinado al desarrollo industrial. Con la notable excepción de Gran Bretaña, la
mayoría de estas operaciones implicaron, de una forma u otra, a los bancos, bien
directamente o a través del expediente, ahora de moda, del credit mobilier, una
especie de compañía industrial financiera que consideraba a los bancos
convencionales poco satisfactorios y desinteresados por la financiación industrial, por
lo que competía con ellos. La organización de los negocios no resulto muy afectada
por las finanzas, aunque pudieron influir en su política. El problema administrativo
resulto más difícil, ya que el modelo básico de la empresa dirigida por un proletario
industrial o familiar, es decir, la autocracia familiar patriarcal, fu haciéndose cada vez
más irrelevante en las industrias de la segunda mitad del siglo XIX.
La era del capital hallo dificultades para resolver este problema. La insistencia
burguesa sobre la lealtad, la disciplina y las satisfacciones humildes no encubrían, en
realidad, sus verdades ideas acerca de que quienes realizaban el trabajo eran
bastante distintos. Pero ¿Qué eran? En teoría debían trabajar para dejar de ser
obreros en cuanto les fuera posible, para así entrar a formar parte del universo
burgués.
Además, dejando aparte la economía, la clase media de los países del Viejo Mundo
creía que los obreros debían ser pobres, no solo porque siempre lo habían sido, sino
también porque la inferioridad económica era un índice neto de la inferioridad de clase.
El pago por obra realizada tenía algunas ventajas obvias: Marx consideraba que esta
forma de pago era la más provechosa para el capitalismo. Proporcionaba al obrero un
incentivo real para intensificar su trabajo y de esta forma incrementar su productividad.
Ello dividió a los obreros entre sí, ya que sus ganancias podían variar mucho, incluso
dentro del mismo establecimiento, o los diferentes tipos de trabajo podían ser pagados
de formas completamente diferentes. En ocasiones el especializado era, una especia
de subcontratista, pagado por rendimiento, que contrataba a sus auxiliares no
cualificados por mero jornal, y procuraba que mantuviesen el ritmo. Los obreros
intentaron eliminar dichas desventajas mediante la reintroducción del concepto de un
salario base incomprensible y predecible “tarifa estándar”, bien a través de los
sindicatos.
La inseguridad era para el mundo del capitalismo el precio pagado por el progreso y la
libertad. Al contrario de la clase media, la clase obrera se hallaba a un paso de la
pobreza y, por eso, la inseguridad era constante y real. El trabajador no contaba con
reservas de entidad. Por consiguiente, ni los incentivos económicos ni la inseguridad
proporcionaron un mecanismo general, realmente efectivo, para mantener a los
trabajadores en sus puestos.
Capítulo 13:
La impresión más inmediata del interior burgués de mediados de siglo es de
apiñamiento y ocupación, una masa de objetos, con frecuencia cubiertos por
colgaduras, cojines, manteles y empapelados y siempre manufactureros. Sin ninguna
duda era un signo de bienestar y status: la hermosa austeridad de los interiores de
Biedermayer reflejan la austeridad económica de la burguesía provinciana alemana,
más que a su gusto innato, y el mobiliario de las habitaciones de los criados de las
casas burguesas era bastante frio. Los objetos expresaban su precio, y en una época
donde la mayoría de los objetos domésticos se producían de manera artesanal. La
dualidad entre solidez y belleza expresaban una neta división entre lo material y lo
ideal, lo corporal y lo espiritual, muy típica del mundo de la burguesía.
La dualidad entre materia y espíritu implico una hipocresía que fue considerada por
algunos observadores hostiles no solo como omnipresentes, sino como una
característica fundamental del mundo burgués. En ningún aspecto resulto más
patente, en el sentido literal de ser visible, que en el mundo del sexo. Esto no implica
que los burgueses (varones) de mediados del siglo XIX fuesen simplemente
deshonestos o que predicasen una moralidad mientras practicaban otra
deliberadamente; aunque evidentemente el hipócrita consciente es más fácil de
encontrar allí donde son insalvables las distancias entre la moralidad oficial y las
demandas de la naturaleza humana, como ocurría, en este periodo. En primer lugar,
su hipocresía no era tan solo una mentira, excepto quizá en el caso de aquellos cuyas
inclinaciones sexuales eran tan fuertes como inadmisibles.
El problema del puritanismo sexual burgués es más complejo. La idea de que la
burguesía de mediados del siglo XIX era raramente de pura sangre y que ello la
obligaba a construir, impenetrables defensas contra la tentación física, es poco
convincente lo que aumentaba así las tentaciones era, el extremismo de los patrones
morales admitidos que, a su vez, era lo que dramatizaba aún más la caída. Tal como
veremos, el problema era, económico. La “familia” no era solo la unidad social básica
de la sociedad burguesa, sino su unidad básica respeto a la propiedad y a la empresa,
ligada con muchas otras unidades a través de un sistema de intercambios de mujeres-
mas-propiedad.
La burguesía como clase hallo enormes dificultades para combinar ganancias y gastos
de una forma moralmente satisfactoria, y del mismo modo fracaso a la hora de
resolver el equivalente problema material: es decir, como asegurar la sucesión de
hombres de negocios dinámicos y capaces en el seno de la misma familia, lo que
aumento la importancia de las hijas, que podían introducir sangre nueva a la empresa.
Reforzada por sus ropas, sus muros y sus objetos, la familia burguesa aparecía como
la institución más misteriosa de la época. Pues si es fácil descubrir o imaginar las
conexiones entre puritanismo y capitalismo, como testimonian multitud de escritos,
siguen siendo oscuras las conexiones entre estructura familiar y sociedad burguesa.
Su unidad básica, el hogar unifamiliar, era una autocracia patriarcal y el microcosmos
de un tipo de sociedad que la burguesía como clase denunciaban y destruían: era una
jerarquía de dependencia personal.
Pero el criado o la criada, aunque recibían un salario, y por ello eran una réplica
domestica del obrero, y cuyo empleo en la casa definía al varón burgués desde el
punto de vista económico, eran esencialmente diferentes, ya que su principal nexo con
el patrón no era monetario, sino personal y realmente con fines prácticos, de
dependencia total.
Pero es posible también que la desigualdad esencial sobre la que se basaba el
capitalismo encontrarse su necesaria expresión en la familia burguesa. Precisamente
porque la dependencia no se basaba sobre la desigualdad colectiva, institucionalizada
y tradicional, tenía que hacerlo en una relación individual. Ya que la superioridad era
algo tan indiscutible y dudoso para el individuo, debía existir alguna forma de que
fuese permanente y segura. Por supuesto, no había nada nuevo en la estructura
familiar patriarcal basada en la subordinación de las mujeres y los niños.
Socialmente las definiciones no eran tan claras, aunque la “clase media” incluía
obviamente a todos los grupos citados, siempre que fuesen suficientemente ricos y
consolidados: los hombres de negocios, los propietarios, las profesiones liberales, y
los estratos más elevados de la administración que, por supuesto, eran
numéricamente un grupo bastante reducido fuera de las capitales. La dificultad reside
en definir los límites “superiores” e “inferiores” del estrato dentro de la jerarquía del
status social, y en tener en cuenta la notable heterogenia de sus miembros, dentro de
dichos limites: al menos siempre hubo una estratificación interna aceptada entre
grande (alta), moyenne (media) y perite (pequeña) burguesía; esta última matizaba
estratos que de facto podrían situarse fuera de la clase burguesa.
En los estratos inferiores, la línea divisoria mostraba un carácter económico mucho
más claro, aunque los hombres de negocio, podían trazar una neta línea cualitativa
entre ellos y los “parias” sociales que vendían bienes directamente al público, como los
comerciantes; al menos hasta que el comercio minorista no demostrarse que podía
hacer millonarios a los que lo practicaban. El artesano independiente y el propietario
de un pequeño comercio pertenencia a una clase media más baja. El campesino rico
no era un burgués.
Características de la burguesía: un grupo de personas con poder e influencia,
independientes del poder y la influencia provenientes del nacimiento y de los status
tradicionales. Para pertenecer a ella se tenía que ser “alguien”, es decir una persona
que contase a otros hombres o al menos para influenciarlos. El burgués no solo era
independiente, un hombre a quien nadie daba órdenes (excepto el Estado y Dios), sino
alguien que se daba órdenes a sí mismo. No solo era un empleado, empresario o un
capitalista, sino que, socialmente, era un “amo”, un señor, un patrón.
Gary Wray Mcdonogh: La familia y la ciudad: poder y creación de las
manifestaciones culturales
La familia era el símbolo clave en las estrategias políticas de la burguesía catalana de
finales del diecinueve y principios del veinte, el medio a través del cual esa burguesía
buscaba establecer y unificar un movimiento nacional. Era, a la vez, una imagen
emotiva y ambigua. A diferencia del resto de España, el código civil catalán era el
símbolo de una unidad, de una herencia socioeconómica distintiva y del derecho a una
hegemonía política. Asimismo, la elite y sus ideólogos, al verse amenazados por
conflictos internos, interpretaban la familia en términos de jerarquía, autoridad y orden.
La complejidad de su imagen fue lo que hizo que la familia fuese algo valioso a una
elite ubicada en una época determinada y a una particular encarnación del
nacionalismo catalán.
Dentro de la interacción diaria del capital catalán, la familia era considerado como la
base de los que sería una nueva comprensión del cambiante orden social llegando a
ser un elemento de enorme importancia en una sociología elitista de clases y
derechos.
Principales instituciones: el Cementiri Vell y el Gran Teatre del Liceu. El Liceu se
encuentra en las Rambles, calle principal de la zona baja de Barcelona. Es una
institución de suma importancia en la vida social y cultural de toda Cataluña. El
cementerio era, de hecho, un ejercicio de planificación urbana mucho más controlado
que el que pudiera legar a hacerse nunca en la propia ciudad.
Joan Wallach Scott: Genero e Historia
Identidades masculinas y femeninas en el ámbito laboral
La literatura de protesta de las décadas de 1830 y 1840 está llena de referencia a la
familia, y a los papeles y características de los hombres y las mujeres. Es el programa
de los socialistas utópicos de este periodo la familia era un tema clave; o bien se
planteaban experimentos con formas alteradas de organización familiar, como hicieron
Charles Fourier y los sansimonianos, o bien se hacían promesas de mejoras
cualitativas para mayor felicidad de las parejas tradicionales y sus hijos.
¿Cuál era el significado de las representaciones de los trabajadores sobre la familia en
las décadas de 1830 y 1840? ¿Como estaban en relación tales representaciones con
las demandas políticas en pro de una organización equitativa del trabajo? ¿Cómo
representaban, hombres y mujeres, sus identidades laborales? ¿De qué forma la
masculinidad y la feminidad, así como las alusiones a las mujeres y a los hombres, se
manifestaban en las críticas al capitalismo? ¿Cómo definía el género la política de los
trabajadores del siglo XIX? ¿De qué manera construían el género las visiones utópicas
contenidas en el discurso político?
Estas preguntas presuponen la integración de los análisis que normalmente se han
realizado por separado, porque la historia del trabajo, la historia de las mujeres y de
las familias se han abordado en comportamientos separados, al menos entre los
universitarios estadounidense.
Los movimientos de protesta de los trabajadores del siglo XIX presentaban unos
análisis de la organización social que interpretaban la experiencia incluso cuando
estos apelaban a sus repercusiones objetivas en las vidas de la gente. En este
proceso, tales movimientos otorgaron a los individuos unas formas de conciencia
social basadas en los términos comunes de la identificación, proporcionando así los
medios necesarios para llevar a cabo una acción colectiva.
Ejemplos, son los ramos de oficios del vestido en Paris en las décadas de 1830 y
1840. Dos grandes oficios, el primero que requería de hombres y mujeres, los oficios
del ramo del vestido contaban con el mayor número de trabajadores parisinos durante
este periodo. Los oficios del vestido se encontraban en un periodo de transición, ya
que los trajes de sastre hechos a medida y el corte y confección en general debían
enfrentarse a la competencia que representaba para ellos la naciente industria de la
confección. Al igual que sus colegas masculinos, las costureras implicadas en la
política reclamaron el “derecho al trabajo” para las mujeres, organizaron con éxito
cooperativas productoras y obtuvieron contratos del gobierno revolucionario en 1848.
Sus líderes se unieron a las voces que proponían unas alternativas socialistas y
cooperativistas ante las desigualdades sociales, pero además añadieron su propia
poesía feminista, de modo que los temas dominantes ganaron en complejidad y
algunas veces se diversificaron.
El ramo de los oficios del vestido nos permite comparar los llamamientos dirigidos a
trabajadores y trabajadoras, en concreto la construcción del género a través de
documentos. En ambos casos se daba mayor importancia a los aspectos ligados a la
economía, a las formas en que los oficios del vestido se estaban transformando por
medio de las cada vez más específicas divisiones del trabajo, y el empleo de un gran
número de trabajadores no calificados que cosían en sus casas a precios muy bajos
por pieza. Además, la cuestión de cómo controlar y eliminar la competencia hacia
surgir cuestiones más generales sobre la actividad salarial de las mujeres y sus
responsabilidades en la familia, sobre las divisiones sexuales del trabajo mas
apropiadas y los derechos políticos. Las identidades de los oficios del vestido se
concebían a la vez en sus aspectos económico, sexual, y políticos. En esto los
trabajadores de este ramo no eran, desde luego, los únicos. Los sastres y las
costureras, al definir y formular sus posiciones adaptaron, incorporaron, añadieron y
reaccionaron a las ideas de los demás, es decir, de los trabajadores de otros oficios,
de los teóricos de lo social, de los políticos republicanos y de los burgueses moralistas.
Sastres y costureras participaron en la cultura en sentido amplio y en un movimiento
político más general.
Durante los primeros meses de 1848, en la primavera de la Revolución, overos y
patrones se reunieron en el Palacio de Luxemburgo, bajo el liderazgo de Louis Blanc,
para moldear una nueva organización del trabajo. La comisión de los sastres se dividió
en patrones y obreros, quienes estaban amargo desacuerdo sobre la cuestión del
alquiler del trabajo. Los sastres insistían en que cualquier tipo de trabajo debía
realizarse en el taller, mientras los patrones argumentaban que cierto tipo de
producción en el hogar era un aspecto vital para la prosperidad del oficio. También
argumentaban que la con la desaparición de estos trabajadores no solo interferiría en
la formación de los aprendices, sino que también esta acarrearía graves
consecuencias morales, porque si se acabara con el trabajo casero los sastres
romperían el vínculo familiares. La comisión de Luxemburgo se disolvió antes de que
la discusión de los sastres pudiera dar con una solución.
El contraste entre el trabajo en el taller y el trabajo casero se representaba mediante
una oposición entre dos tipos de trabajadores: los honorables artesanos y los
miserables appieceurs (trabajadores que cobran por pieza).
El ataque dirigido a los appieceurs y al trabajo doméstico contenía referencia a las
mujeres y a la familia. El objetivo de las organizaciones políticas de los sastres era la
autorregulación de su oficio, y el trabajo en el hogar no cabía dicha autorregulación, ni
de manera formal ni informal. La legislación del gobierno revolucionario hizo esto
explícito al eximir a los talleres familiares, en febrero de 1848, de una propuesta de ley
sobre el trabajo de las mujeres y los niños porque los legisladores habían formulado
objeciones a la inspección de los hogares privados. Con respecto a esto, se
argumentaba que no solo se violaría la privacidad, sino que el interés común de la
unidad del trabajo también hacía imposible asignar una responsabilidad, incluso a la
cabeza, para reforzar la ley. Si el gobierno se negaba a regular los talleres familiares,
los miembros del oficio no podían de ningún modo hacer lo mismo.
Se creía que la auto explotación asociada al trabajo doméstico corrompía el orden y el
tejido emocional de la vida de familia. Los delegados de los sastres en la Exposición
de Londres de 1862 se desmarcaron airadamente de las demandas de un amplio
sector de fabricantes de ropa, quienes afirmaban que el trabajo casero intensificaba
los “hábitos amorosos de las familias de trabajadores”. Las esposas de los sastres no
tenían tiempo para las tareas domésticas y soportaban el peso de unas existencias sin
alegría; al trabajar “sin ningún tipo de compensación”, llevaban unas vidas “incluso
más tristes que las de sus maridos”. La solución para los sastres era la separación
entre el trabajo y la casa.
A diferencias de los sastres, las líderes costureras definieron ampliamente a sus
votantes potenciales como todas las mujeres que cosían para vivir. Esta definición a
las modistas y a las costureras cuyos distintos títulos laborales no solo implicaban
calificaciones diferentes sino también especialidades diferentes. Larga historia para las
costureras. Las costureras calificadas se mezclaban con las costureras no calificadas
en los talleres. El mercado de la confección atrajo rápidamente a la clientela de medios
más modestos, de la cual había dependido algunas modistas y costureras, y estas
mujeres intentaron compensar sus pérdidas aceptando trabajos por piezas. A menudo,
las bajas tarifas por pieza las obligaban a incluir a los miembros de la familia en su
trabajo: hijas, hermanas, y abuelos ancianos podían ser requeridos para ayudar a una
madre a terminar sus trabajos de costuras.
Las líderes femeninas describían la crisis de su oficio, señalaron que la confección
tuvo dos efectos. Los pequeños productores fueron socavados y desplazados como en
el caso de los sastres, pero este proceso implico la sustitución de los hombres por las
mujeres. Por otra parte, la carga del trabajo a domicilio cayó casi del todo en los
miembros femeninos de la familia quienes, siguieron realizando servicios domésticos
esenciales para sus maridos e hijos. Las costureras, buscaban cambiar las reformas,
como la prioridad de la necesidad de un control salarial. También fueron las
responsables de formular y llevar a cabo las demandas correspondientes a su oficio
insistieron en que fueran las mujeres quienes tuvieran la responsabilidad de sus
propios asuntos de trabajo. Las costureras organizaron cooperativas y reclamaron
aumentos salariales en nombre del “derecho al trabajo”, el grito de lucha de los
movimientos obreros en 1848.
Uno de los mayores conflictos, de los sastres y las costureras, era la critica a los
discursos mas amplio cuyo objetivo era la crítica de la política económica capitalista y
el rechazo de los argumentos de los moralistas burgueses. Uno de los programas
burgueses era la imagen de la familia y de las referencias al género. La familia era una
entidad abstracta, un lugar de total satisfacción humana, en oposición a la alineación
de la sociedad capitalista. Las idealizaciones acerca de la familia coexistieron junto
con los ataques de las mujeres a la estructura de la ley patriarcal y con sus peticiones
de igualdad política, o con las denuncias de los hombres acerca del trabajo casero y
su celebración de la fraternidad y la calificación laboral.
Eric Hobsbawm: Un tiempo de rupturas- sociedad y cultura en el siglo XX
Capítulo 9: Cultura y “genero” en la sociedad burguesa europea, 1870-1914
Hacia fines de siglo XIX, hallamos una tendencia distintiva, en Europa y América del
Norte, a tratar a las mujeres como personas en el mismo sentido que les deba la
sociedad burguesa; análogas a los varones y, en consecuencia, con una análoga
capacidad de lograr metas. Esto se aplicó de manera clara en un campo simbólico tan
relevante como el del deporte, que a la sazón se estaba empezando a desarrollar.
Formal o institucionalmente, el reconocimiento de la ciudadanía de las mujeres se
demoró, en la mayoría de países, hasta después 1917; pero como indicio de la
fortaleza de la tendencia, tenemos la rapidez con la que progreso durante la primera
guerra mundial y una vez concluida esta. En 1914, casi ningún gobierno había
concedido voto a las mujeres; pero diez años más tarde, el derecho de las mujeres a
votar formaba parte de la constitución de la mayoría de estado de Europa y América
del Norte.
Aunque este acceso de las mujeres a la esfera pública, no estaba limitado a ninguna
clase en particular, en la práctica, nos las hemos de manera muy mayoritaria con
mujeres de las clases media y alta. La única excepción relevante al respecto, se halla
en el campo del entretenimiento. Prácticamente todas las otras formas de actividad,
profesionales o no, en las que las mujeres pudieran llegar a ser públicamente notorias
dependían del ocio, los recursos materiales y la escolarización, como factores aislados
o en combinación. La mayoría de mujeres de las clases trabajadores, no podían
disponer de estas tres ventajas.
Por otra parte, se creía que el trabajo, y en especial el remunerado, era incompatible
con la condición de una dama, condición a la que aspiraban las mujeres de los
estratos burgueses. En consecuencia, a una mujer de clase media que ganara dinero
se la consideraba, ipso facto, ya fuera por rebeldía o como víctima desafortunada. En
uno u otro caso, planteaba problemas de identidad social. Las instituciones educativas
y las profesiones organizadas en las que ansiaban entrar las mujeres de clase media,
se resistían a esa penetración. La emancipación de las mujeres, fue tan obstinadas,
irracional e incluso histérica, que es lo primero que llama la atención de cualquier que,
observe sin prejuicios la escena del siglo XIX.
Por otra parte, no debemos olvidar nunca que detrás de cada chica burguesa a la que
se concedía una oportunidad había, como mínimo un padre que le daba permiso y,
casi con toda seguridad, pagaba el coste; es obvio que a ninguna mujer cuya
apariencia o condición visible la catalogara de joven “señora” le habría resultado fácil
aceptar un trabajo remunerado sin la aprobación de sus padres u otras figuras de
autoridad familiar. Pero, tal apoyo paterno o fue escaso. Basta considerar el
extraordinario crecimiento que vivió la educación secundaria formal para chicas en los
últimos cuarenta años previos a la primera guerra mundial.
Las desigualdades de este proceso no son menos interesantes, aunque no puedo
pretender darles una explicación. Así, mientras que la educación secundaria femenina
era del todo insignificante en Italia, con tan solo 7500 alumnas, y el crecimiento fue
escaso en los Países Bajos y Suiza, en cambio en 1900 había en las escuelas
secundarias rusas un cuarto de millón de chicas. Rusia también lidero el campo de la
educación universitaria femenina, si dejamos a un lado la población de los colleges de
Estados Unidos, por no ser comparables. Las nueve mil estudiantes universitarias que
había en Rusia en 1910 venían a duplicar las cifrar de Alemania, Francia e Italia, y
cuadriplicaban las de Austrias. Las primeras universidades que proporcionaron
espacio a las mujeres, en una escala ya significativas, fueron las de Suiza, en la
década de 1880. El voto de las mujeres que fue a partir de 1913, compendio de casi
setecientas militantes en activo del movimiento favorable al voto femenino, muestra
que pertenecían en su inmensa mayoría no solo a las clases medias, sino a estratos
asentados en el nivel medioalto de la sociedad británica. Su relación con la cultura
quizá nos indica las profesiones, un 28% eran maestras, el 34% eran escritoras y
periodistas, un 9% como artistas y el $% eran actrices o músicas. En consecuencia,
podríamos aceptar que, en algún momento de los últimos veinte o treinta años
anteriores a la primera guerra mundial, el papel y el comportamiento de las mujeres,
según se concebía en la sociedad burguesa decimonónica, cambio de forma rápida y
sustancial en varios países.
Aquí se debe hacer hincapié, en la admisión de hasta qué punto el papel de las
mujeres burguesas ya había cambiado. ¿Cuál era el papel del género en este periodo
de la cultura burguesa? Y ¿Cómo se situaba entre las esferas pública y privada? Se
ha definido que el modelo de los papeles sexuales femeninos, en la sociedad
burguesa clásica del siglo XIX, convertía a la mujer en principal portadora de la cultura
o, de los valores espirituales y morales de la vida como algo distinto de los valores
inferiores, materiales e incluso animales, representados por los hombres. Las mujeres
burguesas leían, pero en gran parte leían lo que otras mujeres escribían para un
mercado específicamente femenino: novelas, moda, noticas, cotilleo social y cartas.
Coincidieron tres cambios. En primer lugar, el problema de la burguesía asentada no
era ya como acumular dinero, sino como gastarlos. Y, según demuestra cualquier
historia familiar, esta burguesía genero un sector del entretenimiento que incluía, de
forma destacada, a las parientes solteras o viudas que vivían de los rendimientos del
capital. En segundo lugar, durante el mismo periodo, la escolarización formal devino
cada vez más el símbolo de pertenencia a la burguesía establecida, así como la mejor
manera de transformar a los hijos de los nouveaux riches en burguesía asentada y, de
hecho, incorporarse a la burguesía. En tercer lugar, hay una tendencia marcada a
tornar mas privados y civilizados los estilos de vida burgueses. Con estos tres
cambios, tenían que ocurrir que las mujeres pasaran al centro de la vida cultural. A fin
de cuenta, formaban la mayoría del estrato burgués ocioso que vivía de rentas del
capital o ganadas por un tercero.
En resumen, en el periodo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la cultura
se convirtió en un marcador de clase mucho más importante para quienes pertenecían
a los estratos burgueses de Europa. Sin embargo, no fue un periodo en el que pueda
decirse que funciono una clara división cultural del trabajo entre los sexos, ni siquiera
como modelo típico-ideal. En la práctica, por descontado, se favoreció el papel de las
mujeres en la cultura, por dos razones: primero porque la mayoría de los hombres
burgueses adultos contaban con la necesidad de ganarse la vida y, por ellos, es de
suponer que, en lo que respectaba a las actividades culturales diurnas, disponían de
menos tiempo que las burguesas casadas, la mayoría de las cuales no trabajaba; y en
segundo lugar, porque el hogar burgués era cada vez más estético y la mujer era a
principal responsable de mantener y amueblar la casa, con el intenso estimulo
adicional de la industria publicitaria, en rápido desarrollo.

UNIDAD 4
Susana Bianchi: Historia social del mundo occidental: Capitulo V: “El siglo XX:
la sociedad contemporánea (1914-1991)”
EL MUNDO EN CRISIS (1914-1945)
¿El año 1914 pude ser considerado un punto de inflexión en la historia? Muchos de los
elementos que caracterizan al siglo XX se originaron en el medio siglo que va la gran
depresión a la guerra mundial: los modernos partidos políticos, los sindicatos obreros,
los sistemas de tipo representativo, la internacionalización de la economía,
concepciones de la sociedad, el cine, el psicoanálisis, el automóvil, etc. para la mayor
parte de los europeos de la época, 1914 significaba el fin de una era. Hacia 1914, nos
encontramos con un mudo densamente poblado. La población europea, por ejemplo,
había ascendido de 200.0000 millones en 1800, a 430.000 millones en 1900. Era un
mundo cada vez más integrado por el movimiento de personas, de bienes, de
capitales, de servicios y de ideas. Momentos que se vieron favorecidos por la
transformación de las comunicaciones: el ferrocarril, los barcos a vapor, el automóvil y
el teléfono y el telégrafo. Y esta integración estaba dada por la expansión del
capitalismo que, se había transformado en un sistema mundial.
Era un mundo integrado, pero a la vez dividido en sociedades “avanzadas” y
“atarazadas” en regiones económicamente ricas y pobres.
Esta diferenciación es económica pero también política. El desarrollo tecnológico, por
ejemplo, los países avanzados no tienen solo implicatorias economistas, sino también
militares. La relación entre los países avanzados quedo expresada en términos
militares y de capacidad bélica en una tendencia que llego hasta el desarrollo de la
tecnología nuclear: el mundo se dividió en áreas que se reconocían en términos de
misiles, de acuerdo con su capacidad destructiva. Muchas zonas de Europa todavía
estaban afuera del límite del desarrollo capitalista. Rusia, por ejemplo, era un país
“atrasado”, su desarrollo era incomparablemente inferior al de los EEUU, pero sin
embargo ningún contemporáneo culto dudaba de que Rusia “o por lo menos la
intelectualidad rusa” constituía uno de los más poderosos bastiones de la cultura
europea.
El mundo avanzado se caracterizaba por una serie de procesos que comenzaron
antes de 1914 y que intensificaron a lo largo del siglo XX. En primer lugar, el
crecimiento de las ciudades se caracterizó por procesos de urbanización ligados a la
industrialización, a la transformación de las estructuras agrícolas, a la mayor
complejidad de los servicios y de la administración privada y estatal. En segundo lugar,
el desarrollo de modelos de instituciones deseables: un país debía constar de un
estado territorial homogéneo y soberano e integrado por ciudadanos, individuo con
derechos legales y políticos. Estas dos cuestiones se vinculaban con la irrupción de
las masas, las ciudades eran cada vez más conglomerados de individuos, donde se
visualizaba con mayor nitidez la presencia de la gente común, por otro lado, todo el
mundo occidental (incluyendo a Rusia desde 1905) avanzaba hacia un sistema político
basado en un electorado cada vez amplio, dominado por el peso de esa misma gente
común.
Esta irrupción de las masas implicó el desarrollo de partidos y organizaciones de
masas, política de propaganda y desarrollo de medios de comunicación masiva. La
prensa popular.
¿Quiénes integraban esta gente común o esta masa? La clase obrera, los hombres y
mujeres integrantes de una nueva clase media de cuello blanco (empleados de la
administración pública y privada) que procuraban diferenciarse de la clase obrera (de
la que frecuentemente habían salido) a través de la educación, de formas de vestirse y
de vidas diferentes. También aspiraban a ascender socialmente a los estratos
superiores. Entre los ricos y los obreros defendieron sus posiciones a través de
distintas manifestaciones ideológicas que, como veremos, integraban elementos como
la xenofobia y el antisemitismo.
Los sectores dirigentes no tenían problemas en ampliar los marcos de participación en
tanto pudieran mantener los controles. Es este sentido, la gente pequeña se
transformó en la base de sus operaciones, la destinataria de un discurso demagógico
que apelaba a sus principales temores. Más problemática era la inclusión en el
sistema político del socialismo y del movimiento obrero. Ya des fines del siglo XIX y
comienzos del XX, se diseñaron dos tipos de estrategias: en primer lugar, la
incorporación de los sectores más moderados al sistema parlamentario, lo que
provocó el aislamiento de las minorías más radicalizadas que aspiraban a una salida
revolucionaria; en segundo lugar, una salida fue el desarrollo de programas de
asistencia social, que se alejaban del liberalismo clásico y preanunciaban algunas
políticas del Estado de bienestar.
El problema era cómo asegurar la lealtad de los ciudadanos al Estado. Y esto vincula,
como dice Hobsbawm, con la invención de las tradiciones, tradiciones difundidas por el
Estado, a través de circuitos institucionales, como, por ejemplo, las escuelas. Es
importante recordar que tradición, si bien hace alusión al pasado, no es un trozo inerte
de ese pasado, sino a una selección intencional que hace referencia al presente. En
síntesis, toda tradición tiene fundamentalmente un significado contemporáneo. Estas
tradiciones se expresaron en la creación de símbolos y ritos que configuraron el
cuerpo de la nación. Pero el patriotismo también se confundió con un nacionalismo
que sufrió profundas transformaciones.
Un nacionalismo con prejuicios raciales prendió en amplios sectores de las masas,
antes y después de la Gran Guerra. El prejuicio racial permitía a la gente común
participar de una ilusoria superioridad y canalizar resentimientos.
La xenofobia y el nacionalismo afloraron en sus peores expresiones a comienzos de la
guerra. A pesar de que la Internacional, e incluso el Papa, recomendaron la
neutralidad y la pacificación, los europeos marcharon con fervor patriótico a la guerra.
Los estados pudieron probar la lealtad de los ciudadanos con una guerra que permitió
construir la imagen de un “nosotros” víctima de una agresión, frente a un “otro” que
presentaba una amenaza mortal para los valores que encarnaban el “nosotros”.
Las burguesías habían vivido su situación como algo cada vez más incierto. En primer
lugar, había sido desplazada de la influencia política por el acceso de las masas, de
allí su abandono del liberalismo y su refugio en el conservadurismo. Pero, en segundo
lugar, el propio estatus de la burguesía estaba puesto en duda en una sociedad donde
el ascenso social y la separación de las antiguas jerarquías tornaban a las diferencias
de clases en algo cada vez más borroso. Es síntesis fue esta crisis de identidad social
lo que llevó a la espera de un colapso expresado en la guerra o en la revolución en
1917. De allí la percepción de estos años como una ruptura, con el fin de una época y
el comienzo de otra.

La guerra y la revolución
1914: el comienzo de la guerra
El mismo desarrollo capitalista había conducido a la expansión imperialista y a la
rivalidad entre potencias. Y finalmente, condujo al enfrentamiento bélico. Los hombres
de negocios eran quizá de los pocos que no la querían: sabían que la guerra
significaba el disloque del mundo de los negocios y la quiebra de los mercados.
Estaba claro que por el desarrollo tecnológico alcanzado, la capacidad de los estados
para movilizar a sus ciudadanos y enviar ejércitos a grandes distancias, la guerra que
se anunciaba se presentaba como la más destructiva de bienes y de vidas.
En medio una creciente tensión internacional, la crisis de los Balcanes encendió la
pólvora. En 1908, el Imperio Austro-Húngaro había anexado las provincias serbias de
Bosnia y Herzegovina. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando,
sobrino del emperador Francisco José y heredero al tono, fue asesinado en Sajevo,
por los nacionalistas serbios. El incidente llevó entonces a que el Imperio austro-
húngaro declarase la guerra a Serbia.
Rusia, sostenida a su vez por las diplomacias británicas y francesas, declaró su apoyo
a Serbia. De este modo, el 28 de julio de 1914, cuando las tropas imperiales atacaron
el territorio serbio, comenzaba la guerra, conocida por los contemporáneos como la
Gran Guerra. La guerra se prolongó hasta 1918. La moderna tecnología constituyó la
maquina más mortífera conocida hasta ese momento. De este modo, el fin del largo
conflicto bélico mostraba a una Europa destruida, con campos calcinados, ciudades
desbastadas y una población marcada por la muerte: la guerra había cobrado más de
8 millones de vidas.
Para mantener la maquinaria bélica, los gobiernos necesitaban controlar todo el
aparato productivo. La economía de guerra implicó entonces una estricta planificación
que supeditaba el abastecimiento de la población a las necesidades del frente. El
bloqueo económico fue un arma de guerra. Se buscaba dificultar el aprovisionamiento
de recursos y suministros militares al enemigo, sino también la extensión del hambre
entre los civiles como eficaz medio de desmoralización.
La Revolución Rusa de 1917
Comparada con otros países de Europa occidental, la Rusia zarista mostraba un
notable atraso: un Estado autocrático se centraba en la figura del zar que ejercía un
poder absoluto basado en el principio del derecho divino de los reyes. Este Estado se
apoyaba sobre una sociedad fuertemente polarizada: una aristocracia que basaba su
poder y riqueza en la tierra y un campesinado que, hasta 1861, había estado sometido
a la servidumbre.
La permanencia del sistema zarista y la posición privilegiada de las aristocracias en la
sociedad rusa parecía verse favorecida por la falta de una burguesía fuerte,
comparable con la de Europa occidental. Sin embargo, en las últimas décadas del
siglo XIX comenzaron a surgir algunos grupos intelectuales que pronto se
reconocieron como un factor dinámico dentro de la sociedad. Si bien estaban
influenciados por ideas “occidentalitas” e incluso socialistas, no un grupo homogéneo.
Estos grupos adoptaron similares formas: organizaciones secretas, rígidamente
centralizadas y disciplinadas, que se consideraron el motor de la actividad
revolucionaria destinada a derribar el régimen zarista.
La guerra acentuó el descontento y la conflictividad. En febrero de 1917, la falta de
abastecimiento de pan en Petrogrado impulsó una huelga que desembocó en una
abierta insurrección. La fragilidad del régimen quedó de manifiesto cuando las tropas
del zar se negaron a atacar a la multitud y comenzaron a fraternizar con ella.
Intentando salvar lo que se podía salvar, la Duma solicito la abdicación de Nicolás II,
que fue depuesto sin ninguna resistencia, y designo en su lugar un Gobierno
Provisional. Su objetivo era crear una Rusia liberal con un régimen constitucional.
Pero ello no ocurrió. Lo que sobrevino fue un vacío de poder, en el que convivían un
importante Gobierno Provisional, por un lado, y por el otro, una multitud de soviets.
En el mes de octubre, el afianzamiento de los bolcheviques en las primeras capitales
ciudades rusas y un debilitamiento del Gobierno Provisional llevaron entonces a la
decisión de la toma del poder. El comité central de los bolcheviques aprobó la
insurrección armada y se constituyó un Buró político (integrado por Lenin, Stalin y
Trotsky) responsable de llevarla a cabo. Pocos días más tardes los bolcheviques
ocuparon los principales centros del poder de Petrogrado y se hicieron del control
absoluto de la capital. Para los bolcheviques había sido muy difícil derrotar al Gobierno
Provisional. Sustituirlo, establecer un control efectivo sobre el caos en el que estaba
sumido el vasto territorio, y establecer un nuevo orden iban a resultar tareas muchos
más complejas.
Gragory M. Luebbert: Liberalismo, fascismo o socialdemocracia
- Tres regímenes político-económicos surgieron en el periodo de entreguerras en
Europa occidental: democracia liberal, socialdemocracia y fascismo. Las tres
surgen como un intento por estabilizar el equilibrio del poder político,
reacomodar la economía y, fundamentalmente, dar respuestas a las demandas
de la clase obrera, tanto en el ámbito político como en el mercado de trabajo.
- Se propone que para que se hayan conformado partidos estables que lleven a
cabo estos tipos de regímenes, fue necesario, por un lado, el apoyo de las
masas y, por el otro, el hecho de que cada régimen se formo en contra de -o
ignorando a- una clase social a la que se intentaba excluir. Esto puede ser
expresado por medios de los intereses materiales de la masa, lo que conlleva
un estudio de las clases sociales y su representación en los partidos políticos.
- En primer lugar, se hace una distinción entre regímenes liberales e iliberales.
Los primeros se conformaron en aquellos países en donde, previamente a la
guerra, se había alcanzado una hegemonía liberal. Esto se debió a:
 La burguesía se consolido en una coalición de centro-derecha, por lo
cual no se encontraba dividida políticamente sino aglutinada en torno al
liberalismo. Esto permitió aislar a los partidos socialistas.
 Los partidos obreros formaron alianzas con los partidos liberales, de los
cuales obtuvieron notables beneficios. Esto género, por un lado, que los
obreros se vieran incapaces de cuestionar y desafiar al orden liberal.
Además, no fomento una organización sindical coherente (muchos
grupos divididos que defendían intereses particulares y falta de una
organización globalizadora y coherente de la clase obrera). Después de
la primera guerra se alcanzo ciertas conciencias de clase, pero para el
momento era ya demasiado tarde para crear organizaciones sindicales
cuya cohesión interna se correspondiese con dicha conciencia.
Llegado el periodo de entreguerras, los obreros se encontraron con que no
contaban ya con sus históricos aliados de la burguesía ni tampoco con
organizaciones propias eficaces, lo que derivó en la implementación de un
régimen democrático liberal.
- Por el contrario, los segundos se dieron en aquellos lugares donde la
hegemonía liberal no había sido alcanzada. Esto se debió a que la burguesía
no pudo superar sus escisiones internas. Por tanto, estos encontraron
enormemente amenazador aliarse a la clase obrera, lo que llevo a estos
últimos a la conformación de sindicatos socialistas globales. Luego, en el
periodo de entreguerras, los partidos liberales surgieron desapareciendo a
medida que la burguesía se fraccionaba aún más en el ámbito político. Al
mismo tiempo, los movimientos obreros cohesionaron ganaban fuerza. Esto
llevo finalmente a la subordinación de los mercados a la política, ya sea de
forma democrática o autoritaria, y una ruptura total con el modelo liberal. La
distinción entre fascismo y socialdemocracia se debió a la influencia del
campesinado familiar. Luego de la guerra, estos comenzaron a actuar con una
considerable coherencia de clase, “independizándose” políticamente de los
liberales debido a los bajos beneficios que esto les reportaba. Luego, cuando el
campesinado familiar tomo partido por los obreros urbanos, el desenlace fue un
régimen socialdemócrata. Cuando tomo partido por la burguesía urbana, el
desenlace fue el fascismo.
- Socialdemocracia: establecieron alianzas con la clase obrera y movimientos
sindicales socialistas mucho mejor organizados, que impedía la aplicación de
un modelo liberal (eje: convenios salariales dirigidos por el mercado, los cuales
quedaban a cargo de los acuerdos sindicales). La esencia de este modelo es la
subordinación de las decisiones de mercado a los pactos políticos.
- Fascismo: buscaron aliarse con la clase obrera, pero para contenerla y
subordinarla a las ambiciones del partido y del Estado. Reemplazo los
mercados por la política. Repudio tanto la política como la economía del
liberalismo. El fascismo fue la dictadura de las sociedades modernas,
centradas en la lucha de clases. Sustituyo la competencia democrática por el
totalitarismo. Buscaron unificar posiciones enfrentadas, aunque una vez en el
poder dejaron de lado los intereses que les apoyaban. El fascismo se distinguía
de la dictadura tradicional en los siguientes aspectos: supresión de las
instituciones representativas, de los sindicatos y partidos obreros; mayor
cercanía al totalitarismo; mayor grado de intolerancia contra la oposición y la
disidencia ; control total de la prensa; ideología monopolística; visión
globalizadora del orden social; compromiso con la movilización popular al
servicio del Estado; extirpación total del socialismo; y reorganización y
subordinación de la clase obrera. Luego del 1945, el fascismo dejo de ser una
opción, quedando como alternativas las dos restantes.
- Dictadura tradicional: presente en todos los países de Europa oriental.
Robert O. Paxton: Anatomía del Fascismo. Capítulo 7: “¿Qué es fascismo?
Se puede definir al fascismo como una forma de conducta política caracterizada
por una precaución obsesiva por la decadencia de la comunidad, su humillación o
victimización y por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en que un
partido con una base de masas de militantes nacionalistas comprometidos,
trabajando en una colaboración incomoda pero eficaz con elites tradicionales,
abandona las libertades democráticas y persigue con violencia redentora y sin
limitaciones éticas o legales objetivos de limpieza interna y expansión exterior.
Sus principales ideas son:

 Un sentimiento de crisis abrumadora contra la que nada valen las


soluciones tradicionales.
 La primacía del grupo, respecto al cual uno tiene deberes superiores a
cualquier derecho, sea individual o universal, y la subordinación del
individuo a él.
 La creencia de que el grupo propio es una víctima, un sentimiento que
justifica cualquier acción, sin límites legales ni morales, contra sus
enemigos, tanto interno como externos.
 Miedo a la decadencia del grupo por los efectos corrosivos del liberalismo
individualista, la lucha de clases y las influencias extranjeras.
 La necesidad de una integración más estrecha de una comunidad mas
pura, por el consentimiento si es posible o por la violencia excluyente en
caso necesario.
 La necesidad de autoridad a través de jefes naturales (siempre varones),
que culmina en un caudillo nacional que es el único capaz de encarnar el
destino histórico del grupo.
 La superioridad de los instintos del caudillo respecto a la razón abstracta y
universal.
 La belleza de la violencia y la eficacia de la voluntad, cuando están
consagradas al éxito del grupo
 El derecho del pueblo elegido a dominar a otros sin limitaciones de ningún
género de ley divina ni humana, derecho que se decide por el exclusivo
criterio de la superioridad del grupo dentro de una lucha darwiniana.
- El fascismo en el poder es un compuesto, una poderosa amalgama de
ingredientes conservadores, nacionalsocialistas y de la derecha radical
diferentes, pero casables, unidos por enemigos comunes y por la pasión
común por una nación regenerada, dinamizada y purificada, aunque para ello
sea necesario prescindir de las instituciones libres y del imperio de la ley. El
fascismo en acción se parece mucho más a una red de relaciones que a una
esencia fijada. No debe tratarse aisladamente, desvinculándolo en su entorno y
de sus cómplices.
Concepciones del fascismo y refutaciones:
- Fascismo como rufianes en el poder: no se explica por qué sucedió en un sitio
y época determinada, ni como estos acontecimientos se relacionan con la
historia previa.
- Fascismo como agente capitalista: si bien los capitalistas supieron adaptarse al
fascismo y así obtener beneficios mutuos, estos en realidad preferían
regímenes autoritarios y no fascistas. Se puede decir que la relación entre
ambos era de conflicto y acomodo, y no de completa oposición o concordancia.
- Interpretaciones psicoanalíticas: es difícil llegar a una conclusión debido a la
inaccesibilidad del sujeto. Uno de los puntos que se plantea es que si los
dirigentes fascistas estaban locos (debido a las excentricidades que estos
presentan), como es posible que sus seguidores les adoren y les sean fieles
por tanto tiempo. No obstante, se dice que esto no es que importa
verdaderamente sino más bien el papel que el pueblo proyecto sobre ellos.
- El fascismo como fenómeno psicótico: estos dejan de lado la cuestión de que
los regímenes fascistas funcionaron porque gran número de personas
corrientes se acomodaron a ellos en la actividad normal de la vida diaria.
- Enfoque sociológico 1: el fascismo como resultado de un desarrollo social y
económico irregular, provocando por una rápida industrialización que derivo en
agudas tensiones de clase y soluciones mediante acuerdos bloqueadas debido
a la supervivencia de elites preindustriales; es decir, se propone una idea de
fascismo como sistema y como producto de la historia. Esto se refuta por
medio del ejemplo de Francia, cuya situación social era similar.
- Enfoque sociológico 2: la concentración urbana e industrial genero una
sociedad de masas atomizada que no estaba controlado ni por la tradición ni
por la comunidad, lo cual fue aprovechado por el fascismo. Sin embargo, esto
es refutado a partir de un nazismo recluto movilizando todas las organizaciones
mediante apelaciones a intereses específicos.
- El fascismo como una dictadura desarrollista que tenía el propósito de acelerar
el crecimiento industrial a través del ahorro forzoso y de una fuerza laboral
regimentada. La refutación parte de que el fascismo no perseguía objetivos
económicos per se, sino al servicio de fines políticos.
- A partir de su composición social: el fascismo como expresión de los
resentimientos de la clase media baja (campesinos, artesanos y otros
miembros de las viejas clases medias, que fueron aplastados por los obreros
industriales, mejor organizados, y los grandes empresarios y capitalistas). Sin
embargo, los movimientos fascistas estaban compuesto por personas de todo
tipo de clase social.
- El fascismo como totalitarismo: pretendían monopolizar la función pública.
Partidos únicos, ideología oficial, control policial terroristas, monopolio del
poder de todos los medios de comunicación, las Fuerzas Armadas y la
organización económica. Esta concepción busca igualar el fascismo y al
Stalinismo. Esto es criticado de dos formas: en primer lugar, de la equiparación
de los dos regímenes antes mencionados, y en segundo lugar de si realmente
fueron capaces los regímenes fascistas de concentrar todo el poder. Queda
puesto en duda, no aceptado totalmente pero tampoco refutado.
- El fascismo como religión política: el primer argumento refiere a que el
fascismo, como la religión, movilizo a creyentes en torno a palabras y ritos
sagrados, les inspiro un fervor abnegado y predico una verdad revelada que no
admitia disidencia alguna. Un segundo argumento dice que el fascismo llena un
vacio abierto por la secularización de la sociedad y de la modernidad. El tema
es porque esto no se dio en otros países en igual situación religiosa, como
Francia e Inglaterra. Otra cuestión es que implica una oposición entre las
religiones establecidas y el fascismo, lo cual no era así.
- El fascismo como ideología: el tema es que muchas veces las ideas se
abandonaron o se añadían, según las necesidades tácticas del momento.
- Estudio antropológico o etnográfico basado en descifrar la cultura de las
sociedades fascistas: el problema es que estos estudios, en general, no
explican como llego el fascismo a tener el poder y la influencia que tuvieron. A
su vez, la cultura varia profundamente de un caso a otro, por lo que es difícil
encontrar un programa cultural común.
Frontera del fascismo:
- Tiranía clásica: se diferencia por el entusiasmo de las masas manipulando y
por la energía demoniaca del fascismo. Canalizaba las pasiones del pueblo en
la construcción de una unidad nacional obligatoria en torno a proyectos de
limpieza interna.
- Dictaduras militares: mientras que todos los fascismos son siempre militaristas
(militarizaron la sociedad, se vestían como tales, las guerras de conquistas
fueron el centro de sus objetivos), las dictaduras militares no son siempre
fascistas. La mayoría de los dictadores militares han actuado simplemente
como tiranos, sin atreverse a desencadenar el entusiasmo del fascismo.
- Autoritarismo: la diferencia con el fascismo es que no comparten el ansia de
este de reducir a la nada la esfera privada. Los autoritarios prefieren dejar a la
población de movilizada y pasiva, mientras que los fascistas tienden a hacer
participar al publico y a movilizarlo. Los autoritarios tienen un gobierno fuerte
pero limitado. Vacilan en el momento de intervenir en la economía. En vez de
proclamar un nuevo camino, se aferran al status quo. Se pone como ejemplo al
régimen de Franco y Salazar.
Sheila Fitzpatrick: La revolución rusa. Capítulo 1: El escenario, y capítulos 2:
1917: las revoluciones de febrero y octubre.
Capítulo 1:
A comienzos del siglo XX Rusia era una de las grandes potencias de Europa. Pero
era una gran potencia universalmente atrasada en comparación con Gran Bretaña,
Alemania y Francia. En términos económicos, esto significaba que había tardado
en salir del feudalismo y tardada en industrializarse. En lo político, esto significaba
que en 1905 no habían existido partidos políticos legales ni un parlamento central
electo y que la autocracia sobrevivía con sus poderes intactos. Las ciudades rusas
no tenían tradición de organización política ni de autogobierno y, en forma similar,
su nobleza había desarrollado un sentimiento de unidad corporativa lo
suficientemente fuerte como para forzar al trono a hacer concesiones. Legalmente,
los ciudadanos aun pertenecían a “estados”, aunque el sistema de estados no
contemplaba a nuevos grupos sociales como los profesionales y los trabajadores
urbanos, y solo el clero mantenía algo parecido a las características de una casta
autocontenida.
Las tres décadas que procedieron a la revolución de 1917 no se caracterizaron por
el empobrecimiento sino por un aumento de la riqueza nacional; y fue en este
periodo que Rusia experimento su primera fase de crecimiento económico,
provocado por las políticas oficiales de industrialización, la inversión externa, la
modernización de la banca y la estructura de crédito y de un modesto crecimiento
de la actividad empresarial autóctona. El campesinado, que aun constituía el 80%
de la población cuando se produjo la revolución, no había experimentado una
mejora marcada en su posición económica.
Como el último zar de Rusia, Nicolas II, percibió con tristeza, la autocracia peleaba
una batalla perdida contra las insidiosas influencias liberales de Occidentes. La
orientación del cambio político parecía estar clara, aunque muchos integrantes de
las clases educadas se impacientaban ante la lentitud del cambio y la actitud
obstruccionista de la autocracia. Tras la revolución bolchevique de octubre de
1917, muchos emigrados rusos consideraron los años prerrevolucionarios como
una dorada edad de progreso, interrumpida por la Primera Guerra Mundial, o la
chusma revoltosa o los bolcheviques. Había progreso, pero este contribuyo en
gran medida a la inestabilidad de la sociedad y a la posibilidad de trastornos
políticos: cuanto más cambia una sociedad menos posibilidades tiene de ser
estable.

La sociedad:
El imperio ruso cubría un amplio territorio que se extendía entre Polonia al oeste
hasta el océano Pacifico al este, llegaba hasta el Ártico en el norte y alcanzaba el
mar negro y las fronteras con Turquía y Afganistán al sur. El núcleo del imperio, la
Rusia europea tenía una población de 92 millones en 1897, mientras que la
población total del imperio era de 126 millones.
En las aldeas, la forma tradicional de vida sobrevivía en buena parte. Los
campesinos aun poseían la tierra según un régimen comunal, que dividía los
campos de la aldea en angostas parcelas que eran laboreadas en forma
independiente por los distintos hogares campesinos; y en muchas aldeas, el mir
(consejo de la aldea), aun redistribuía las parcelas de modo de que cada hogar
tuviese igual participación. Las chozas de los campesinos se apiñaban a lo largo
de la calle de la aldea, los campesinos dormían sobre la cocina, convivían en un
mismo ámbito con sus animales y la antigua estructura patriarcal de la familia
campesina sobrevivía. Los campesinos estaban a no más de una generación de
distancia de la servidumbre: un campesino que hubiera tenido setenta años al
comenzar el siglo ya hubiese sido un adulto joven en tiempos de la emancipación
de 1861.
Por supuesto que la emancipación transformo la vida de los campesinos, pero fue
reglamentada con gran cautela de modo de minimizar el cambio y extenderlo en el
tiempo. Antes de la emancipación, los campesinos explotaban sus parcelas de
tierras comunales, pero también trabajaban la tierra del amo o le pagaban en
dinero el equivalente a su trabajo. Tras la emancipación, continuaron trabajando su
propia tierra, y a veces trabajaban bajo contrato la tierra de su anterior amo,
mientras efectuaban pagos “de redención”, al estado a cuenta de la suma global
que se les había dado a los terratenientes a modo de compensación. Los pagos de
redención se habían distribuido a lo largo de cuarenta y nueve años y la
comunidad de la aldea era responsable de las deudas de cada uno de sus
integrantes. Ello significaba que los campesinos individuales aún estaban ligados a
la aldea, aunque ahora por la deuda y por la responsabilidad colectiva del mir, no
por la servidumbre. Los términos de la emancipación estaban previstos para evitar
una afluencia en masa de campesinos a las ciudades y la creación de un
proletariado sin tierra que representara una amenaza al orden público. También
tuvieron el resultado de reforzar al mir y al viejo sistema de explotación de la tierra,
y de hacer que para los campesinos fuera casi imposible consolidar sus parcelas,
expandir o mejorar sus posesiones o hacer la transición a la granjera
independiente en pequeña escala. Aunque abandonar las aldeas en forma
permanente era difícil en las décadas que siguieron a la emancipación, era fácil
dejarlas en forma temporaria para trabajar como asalariado en la agricultura, la
construcción, la minería o las ciudades. Los campesinos que se desempeñaban
como golondrinas solían alejarse durante muchos meses del año, dejando a sus
familias explotasen la tierra en las aldeas. Si los viajes eran largos, estos tal vez
solo regresaban para la cosecha o para la siembra de la primavera. Esto podía ser
engañoso ya que muchos campesinos vivían con un pie en el mundo aldeano
tradicional y otro en el mundo muy diferente de la ciudad industrial moderna. Los
jóvenes estaban más predispuestos a desplazarse para trabajar y, los varones
jóvenes entraban en contacto con un mundo más moderno cuando eran
convocados al servicio militar.
La clase obrera urbana aún estaba muy cerca del campesinado. El número de
obreros industriales permanentes era inferior a la cantidad de campesinos que
abandonaban sus aldeas cada año para dedicarse a tareas estacionales no
agrícolas y, de hecho, era casi imposible hacer una distinción neta entre los
trabajadores que residían en forma permanente en los centros urbana y aquellos
que trabajaban en la ciudad durante la mayor parte del año. Había pocos
trabajadores industriales, ya que Rusia ingreso tarde, en la década de 1890.
Gershenkron decía que este atraso traía una ventaja, que era la ayuda de la
inversión extranjera de gran escala.
Según la teoría marxista, un proletariado industrial altamente concentrado en
condiciones de producción capitalista avanzada sea revolucionario, mientras que la
clase obrera premoderna que mantiene fuertes lazos con el campesinado no lo
será. De modo que la clase obrera rusa tenía características contradicciones a ojos
de un marxista que evaluara su potencial revolucionario. Durante la revolución de
1905, los obreros de San Petersburgo y Moscú organizaron sus propias
instituciones revolucionarias, los Soviets, y continuaron la lucha después de las
concesiones constitucionales hechas por el Zar en octubre y del colapso del
movimiento de los progresistas de clase media contra la autocracia. En el verano
de 1914, el movimiento de huelga de los obreros en San Petersburgo y otros
lugares tomo dimensiones tan amenazadoras que algunos observadores supieron
que el gobierno no correría el riesgo de convocar a una movilización general de la
guerra.
La fuerza del sentimiento revolucionario de la clase obrera de Rusia puede ser
explicada de muchas formas distintas. En primer lugar, la protesta económica
limitada contra los empleadores era muy difícil en las condiciones que ofrecía
Rusia. El gobierno tenía una importante participación en la industria nacional rusa
y en la protección de las inversiones extranjeras, y las autoridades estatales no se
demoraban en suministrar tropas cuando las huelgas contra empresas privadas
daban indicios de endurecerse. Ello significaba que aun las huelgas por reclamos
económicos bien podían tomar sesgo político; y el difundido resentimiento de los
obreros rusos contra los administradores y el personal técnico extranjero tuvo un
efecto parecido. Aunque fue Lenin, un marxista ruso, dijo, que la clase obrera solo
podía desarrollar una “conciencia sindical”, no revolucionaria, la experiencia de
Rusia no confirmaba su afirmación.
En segundo lugar, el componente campesino de la clase obrera hacía que esta
fuese más revolucionaria. Los campesinos rusos no eran, pequeños propietarios
conservadores con un sentimiento innato de la propiedad.
A menudo se afirmaba que Rusia no tenía clase media; y, de hecho, su clase
comerciante y de negocios continuaban siendo relativamente débil, y las
profesiones solo habían adquirido la jerarquía que se da por sentada en las
sociedades industrializadas. A fin de siglo, cuando el desarrollo de las profesiones
de alto estatus proveyó a los rusos educados de una gama más amplia de
opciones laborales que la existente hasta el momento, que un individuo se
autodefiniera como inteligente a menudo entramaba actitudes progresistas
relativamente pasivas más bien que un compromiso revolucionario activo con la
transformación política.
La tradición revolucionaria:
La misión que la inteliguentsia rusa se había autoasignado era mejorar a Rusia:
primero, trazando los mapas sociales y políticos del futuro del país y luego,
haciéndolo realidad. Estos aceptaban el socialismo como la forma más deseable
de organización social, aunque no se consideraba que esta fuese incompatible con
una aceptación del liberalismo como ideología de transformación política. La
inteliguentsia también respondió a su aislamiento social con deseo ferviente de
tender puentes sobre el abismo que la separaba del pueblo. La vertiente de esta,
conocida como populismo combinaba la oposición a la industrialización capitalista
con una idealización del capitalismo ruso. Los populistas percibieron que el
capitalismo había tenido un impacto destructivo sobre las comunidades rurales
tradicionales de Europa, desarraigando a los campesinos de la tierra y forzándolos
a asentarse en las ciudades, lo que los transformaba en un proletariado industrial
explotado y carente de tierras. Anhelaban salvar la forma tradicional de
organización aldeana de los campesinos rusos, la comuna o mir, de los estragos
del capitalismo, pues creían que el mir era una institución igualitaria mediante e
cual Rusia tal vez encontrara su propio camino al socialismo.
A comienzos de la década de 1870, la idealización del campesino por parte de la
inteliguentsia, así como la frustración de esta con respecto a su propia situación; y
a las perspectivas de reforma política, llevaron al movimiento de masas
espontaneo que mejor ejemplifica los anhelos populistas: el “ir al pueblo” de 1873-
4. Miles de estudiantes e integrantes de la inteliguentsia dejaron las ciudades para
ir a las aldeas, algunos de ellos creyeron ser esclarecedores del campesinado,
otros, mas humildes, en busca de la simple sabiduría del pueblo, a veces con la
esperanza de llevar adelante la organización y propaganda revolucionaria. El
movimiento no tenía una conducción centralizada ni, una intención política
definida. Las autoridades se alarmaron y realizaron arrestos en masa. Los
campesinos sentían sospechas, consideraban a sus visitantes no invitados como
hijos de la nobleza y probables enemigos de clase, y a menudo entregaban a la
policía. Este desmadre produjo un hondo desengaño entre los populistas. No
vacilaron en su decisión de servir al pueblo, pero algunos llegaron a la conclusión
que era su deber hacerlo en el papel proscriptos, revolucionarios dispuestos a todo
cuyas acciones heroicas solo serían valoradas después de sus muertes. Hubo un
rebrote de terrorismo revolucionario a fines de la década de 1870, motivado en
parte por el deseo de los populistas de vengar a sus camaradas encarcelados y
destruir toda la superestructura de la Rusia autocrática dejando al pueblo ruso en
libertad de elegir su propio destino. En 1881, el grupo de terroristas populistas
Voluntad del Pueblo logro asesinar al emperador Alejandro II. El efecto logrado no
fue destruir la autocracia, sino asustarla, provocando más políticas represivas,
mayor arbitrariedad y desprecio de la ley, así como la creación de algo parecido a
un estado policial moderno. La respuesta popular al asesinato incluyo programas
en Ucrania, así como la difusión en las aldeas de rumores que afirmaban que los
nobles habían asesinado al Zar porque este había liberado a los campesinos de la
servidumbre.
En la década de 1880, como resultado de estos dos desastres populistas, los
marxistas surgieron como grupos definidos dentro de la inteliguentsia rusa,
repudiando el utopismo idealista, las tácticas terroristas y la orientación campesina
que caracterizaban hasta entonces al movimiento revolucionario. Argüían que la
industrialización capitalista de Rusia era inevitable, y que el mir campesino ya
estaba en un estado de desintegración interna, apenas sustentado por el estado y
las responsabilidades de recaudación de impuestos y pagos de redención
impuestas por este. Afirmaban que el capitalismo constituía la única vía posible al
socialismo, y que el proletariado industrial producido por el desarrollo capitalista
era la única clase en condiciones de producir la auténtica revolución socialista.
El marxismo en Rusia tenía un significado muy distinto del que se le daba a los
países industrializados de Europa occidental. Era una ideología de modernización
además de una ideología de revolución. Hasta Lenin, a quien más se puede
acusar de pasividad en lo revolucionario, se consagro como marxista con un
voluminoso estudio. Esto es así, pero es relevante ante todo a su conducta en
momentos de verdadera revolución, en torno de 1905 y en 1917. En la década de
1800, escogió al marxismo más bien que el populismo porque estaba del lado de la
modernización: y esa elección básica explica buena parte del camino seguido por
la revolución rusa después de que Lenin y su partido tomaran el poder en 1917.
Los marxistas hicieron otra elección importante en la temprana convocatoria
respecto al capitalismo que mantuvieron con el populismo: escogieron la clase
obrera urbana como base de sustentación y como principal fuerza potencial
revolucionaria de Rusia.
La educación era un medio de ascenso social tanto como una vía hacia la
revolución a los ojos de los intelectuales revolucionarios como de la policía. Los
maestros marxistas, a diferencia de los misioneros populistas que los precedieron,
tenían para ofrecerles a sus estudiantes algo más que acoso policial. Sin embargo,
entre 1898 y 1914, el Partido Social-demócrata Ruso de los Trabajadores dejo de
ser terreno exclusivo de la interliguentsia y se transformó, en sentido literal, en un
partido obrero. En términos de su teoría, los marxistas rusos comenzaron con lo
que parece una grave desventaja en lo revolucionario: estaban obligados a trabajar
no para la próxima revolución, sino para la que vendría después de esa. Según la
predicción marxista ortodoxa, el ingreso de Rusia en la fase capitalista llevaría
inevitablemente al derrocamiento de la autocracia por una revolución liberal
burguesa. Tal vez el proletariado respaldara tal revolución, pero no parecía
probable que desempeñara mas que un papel secundario en esta. Rusia estaría
madura para la revolución proletaria socialista solo después de que el capitalismo
llegase a su madurez, y tal vez faltara mucho para ese momento.
Antes de 1905, ya no había una revolución en marcha, y los marxistas estaban
teniendo un relativo éxito en organizar a la clase obrera. Sin embargo, un pequeño
grupo llego a identificarse con los objetivos de la primera revolución de la agenda
marxista, y a perder interés en el objetivo final de la revolución socialista. Mas o
menos en esa primera etapa, los lideres socialdemócratas rusos repudiaron la
herejía del economicismo, es decir, la idea de que el movimiento obrero debía
enfatizar los objetivos económicos más bien que los políticos. De hecho, había
pocos economistas coherentes en el movimiento ruso, en parte porque las
protestas obreras rusas tendían a progresar muy rápidamente de reclamos
puramente económicos.
En 1903, cuando el Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores celebro se
segundo congreso, sus dirigentes chocaron por un tema aparentemente menor: la
composición del comité editorial del periódico de partido, Iskra. La actitud de Lenin
en el congreso fue avasalladora y recientemente había fijado con gran decisión el
dogma en varias cuestiones teóricas, en particular las que hacían a la organización
y las funciones del partido. Había tensión entre Lenin y Plejanov, el decano de los
marxistas rusos; y la amistad entre Lenin y su contemporáneo Juri Martov estaba a
punto de quebrarse.
El resultado del segundo congreso fue la división del Partido Socialdemócrata
Ruso de los Trabajadores en las facciones “bolcheviques” (Lenin) y
“mencheviques”. En los años posteriores a 1903, los mencheviques emergieron
como los representantes más ortodoxos del marxismo, menos inclinados a forzar
la marcha de los sucesos que conducirían a la revolución y menos interesados en
crear un partido revolucionario organizado y disciplinado. Tuvieron más éxito que
los bolcheviques en ganar adherentes en las regiones no rusas del imperio,
mientras que los bolcheviques los superaban en su convocatoria entre los obreros
rusos. En los últimos años de la preguerra, 1910-14, los mencheviques perdieron
respaldo obrero, que fue ganado por los bolcheviques a medida que el estado de
ánimo de los obreros se hacía más militante: los mencheviques eran percibidos
como un partido más respetable y vinculado a la burguesía, mientras que los
bolcheviques eran más obreros y revolucionarios.
La revolución de 1905 y sus consecuencias; la Primera Guerra Mundial
La Rusia zarista tardía era una potencia militar en expansión, dotada del mayor
ejército de todas las grandes potencias de Europa. Su fuerza frente al mundo
exterior era una fuente de orgullo, un logro que hacía de contrapeso a los
problemas interno políticos y económicos del país. Para Rusia, la guerra tuvo
como resultado una serie de desastres y humillaciones en tierra y mar. El
entusiasmo patriótico inicial de la sociedad respetable no tardo en marchitarse y
los intentos de organizaciones públicas como los zemsivos de ayudar al gobierno
en la emergencia solo condujeron a frustraciones y conflictos con la burocracia.
Esto impulso al movimiento liberal, pues la autocracia siempre parecía menos
tolerable cuanto más demostraba ser incompetente e ineficiente; y la nobleza de
los zemsivos y los profesionales se alinearon tras el ilegal movimiento llamado
“liberación”, dirigido desde Europa por Pert Struve y otros activistas liberales. En
1904, los liberales de Rusia organizaron una campaña de banquetes por medio de
la cual la elite social expreso su apoyo a la idea de reforma constitucional.
También, el gobierno estaba con otras presiones, incluyendo ataques terroristas
contra sus funcionarios, manifestaciones estudiantiles y huelgas obreras. En estos
actos, los trabajadores de Petersburgo convocaron a una demostración pacifica
para llamar la atención del zar sobre sus reclamos económicos. El domingo
sangriento (9 de enero), las tropas dispararon sobre los manifestantes que se
hallaban frente al palacio de invierno, y comenzó la revolución de 1905.
La culminación de la revolución liberal fue el Manifiesto de octubre de Nicolas II
(1905), en el cual concedía el principio de una constitución y prometía crear un
parlamento electivo nacional, la Duma. El manifiesto dividió a los liberales: los
octubristas la aceptaron, mientras que los demócratas constitucionales
suspendieron formalmente su aceptación hasta tanto no se hiciesen nuevas
concesiones. En la práctica, los liberales abandonaron la actividad revolucionaria
por el momento y concretaron sus energías en organizar los nuevos partidos
octubristas y cadete para las ulteriores elecciones de la Duma. Los obreros
mantuvieron su actividad revolucionaria hasta fin de año, haciéndose más visibles
que nunca he intensificado su militancia. En octubre, los trabajadores de
Petersburgo organizaron un soviet, o consejo de representantes de los
trabajadores elegidos en las fábricas. Este era promover a la ciudad con una
suerte de gobierno municipal de emergencia durante un periodo en que las otras
instituciones estaban paralizadas y tenían lugar una huelga general. Durante unos
meses, las autoridades zaristas trataron al soviet con cautela, y surgieron cuerpos
similares en Moscú y otras ciudades. La revolución urbana de 1905 produjo los
más serios alzamientos campesinos desde la revuelta de Pugachev a fines del
siglo XVIII.
La nobleza terrateniente rusa aprendió una lección de los episodios de 1905-6: que
sus intereses estaban ligados a los de la autocracia y no a los de los liberales.
Pero en términos urbanos, la revolución de 1905 no produjo una conciencia tan
clara de la polarización de clases: ni siquiera los más socialistas consideraban que
este fuera un 1848 ruso en el que quedaban al descubierto la naturaleza
traicionera del liberalismo y el antagonismo esencial de burguesía y proletariado.
Algo que la revolución de 1905 no cambio fue el régimen policial que se había
desarrollado en la década de 1880. El proceso de justicia ordinaria continuaba
suspendido para buena parte de la población durante considerables periodos.
En 1906 la economía rusa fue reforzada por un enorme crédito que Witte negocio
con un consorcio bancario internacional; y la industria nacional y de capital
extranjero se expandió velozmente en los años de posguerra. La clase obrera
también se expandió. Pero la protesta laboral disminuyo abruptamente durante
algunos años tras el feroz aplastamiento del movimiento revolucionario obrero
durante el invierno de 1905-06, y solo recupero fuerza en torno de 1910.
Cuando en agosto de 1914 estallo la guerra en Europa y Rusia se alió con Francia
e Inglaterra contra Alemania y Austria-Hungría, los emigrados políticos quedaron
casi aislados de Rusia. En el movimiento socialista europeo general, muchos que
hasta entonces eran internacionalistas se hicieron patriotas de un día para otro
cuando se declaró la guerra. En Rusia, todos los bolcheviques conocidos fueron
arrestados durante el transcurso de la guerra. El ejército ruso sufrió aplastante
derrotas y perdidas, y el ejército alemán penetro profundamente en los territorios
occidentales del imperio, provocando un caótico ingreso de refugiados a Rusia
central.
Capítulo 2:
En febrero de 1917, la autocracia se derrumbó ante las manifestaciones populares
y el retiro del respaldo de la elite al régimen. En la euforia de la revolución, las
soluciones políticas parecían fáciles. La futura forma de gobierno de Rusia será
democrática. El sentido exacto de ese ambiguo termino serian decididos por una
asamblea constituyente, que sería elegida por el pueblo ruso en cuanto las
circunstancias lo permitieran. Entretanto, las revoluciones de elite y popular
coexistieran, tal como lo hicieran en los gloriosos días de la solidaridad nacional
revolucionaria en 1905. En términos institucionales, el nuevo gobierno provisional
representaría la revolución de elite, mientras que el recientemente revivido soviet
de Petrogrado será el portavoz de la revolución del pueblo. El poder dual sería una
fuente de fortaleza, no de debilidad. Pero ochos meses más tarde las esperanzas y
expectativa de febrero se derrumbaron. El “poder dual” resulto ser una ilusión que
enmascaraba algo que se parecía mucho al vacío de poder. La revolución popular
se hizo cada vez más radical, mientras que la revolución de elite se desplazó hacia
una ansiosa posición conservadora de defensa de la propiedad, la ley y el orden.
El gobierno provisional apenas sobrevivió al intento del golpe de derecha del
general Kornilov lo suficiente como para sucumbir al golpe de izquierda de los
bolcheviques. La tan esperada Asamblea Constituyente se reunió, pero no obtuvo
nada y, en enero de 1918, fue disuelta sin ceremonias por los bolcheviques. En la
periferia de Rusia, oficiales del antiguo ejército zarista convocaron a sus fuerzas
para combatir a los bolcheviques. La revolución no trajo la democracia en Rusia,
en cambio, trajo la anarquía y la guerra civil. El paso directo del febrero
democrático al octubre rojo asombro por igual a vencedores y vencidos. Para los
liberales rusos, fue un choque traumático. La revolución finalmente había ocurrido.
Los mencheviques y otros marxistas no bolcheviques se sintieron ultrajados: el
momento aún no estaba maduro para una revolución socialista proletariado y era
inexcusable que un partido marxista rompiera las reglas y se adueñase del poder.
Los aliados, socios de Rusia en la guerra en Europa, quedaron horrorizados ante
la catástrofe y se negaron a reconocer al nuevo gobierno, que se disponía a retirar
unilateralmente a Rusia en la guerra. La política abierta, democrática y pluralista
que impero en Rusia en los meses que siguieron a febrero fue así subvertida, lo
que culminó con la toma ilegal del poder por parte de los bolcheviques en octubre
mediante un golpe organizado. La tradición bolchevique de organización
centralizada y estricta disciplina partidaria llevo al nuevo régimen soviético al
autoritarismo represivo y echo a los cimientos para la dictadura totalitaria de Stalin.
La mayor fuerza de 1917 no consistiera en la estricta organización partidaria y la
disciplina, sino más bien en la posición partidaria de radicalismo intransigente, a la
extrema izquierda del espectro político. Mientras que otros grupos socialistas y
liberales competían por cargos en el gobierno provisional y en el soviet de
Petrogrado, los bolcheviques se negaron a transigir y denunciaron la política de
coalición y compromiso. Mientras que otros políticos, convocaban a la mesura y a
ejercer el liderazgo en forma responsable y propia de estadísticas, los
bolcheviques se mantuvieron en las calles con la irresponsable y belicosa
muchedumbre revolucionaria. A medida que se desintegraba la estructura de
poder dual, desacreditando a la conducción de los partidos de la coalición
representando en la dirigencia del gobierno provisional y del soviet de Petrogrado.
La revolución de febrero y el “poder dual”
En la última semana de febrero, la escasez de pan, las huelgas, paros y,
finalmente, una manifestación en honor al Dia Internacional de la Mujer realizada
por obreras del distrito de Vyborg llevaron a las calles de Petrogrado una multitud
que no pudo ser disuelta por las autoridades. La cuarta Dama, que había llegado al
din de su mandato, le pidió al Emperador un gabinete responsable y solicito
pertenecer en sesiones mientras la crisis se prolongase. Ambas solicitudes fueron
denegadas; pero un comité de la Duma no autorizado, dominado por los liberales
del partido cadete y el bloque progresista se mantuvo en sesión. Los ministros del
Emperador mantuvieron una última, indecisa reunión y luego abandonaron sus
puestos. El propio Nicolas II está ausente; su respuesta a la crisis fue una lacónica
instrucción telegrafiada de que los desórdenes debían finalizar de inmediato. Pero
la policía desintegraba y las tropas de la guarnición de Petrogrado llevadas a la
ciudad para controlar la muchedumbre, comenzaron a confrontarse con esta. Pero
la noche del 28 de febrero, el comandante de Petrogrado debió informar que la
multitud revolucionaria había tomado todas las estaciones de ferrocarril, todo el
parque de artillería y, toda la ciudad. El ejército no envió tropas. Nicolas II fue
arrestado, mientras el gobierno provisional trataba de decidir qué hacer con él.
Pero en julio de 1918 fueron ejecutado.
Durante los primeros meses, el gobierno provisional estuvo integrado básicamente
por liberales, mientras que el comité ejecutivo del soviet estaba dominado por
intelectuales socialistas, sobre todo mencheviques y SR en términos partidarios.
Kerensky, integrante del gobierno provisional pero también socialista, quien había
participado de la organización de las dos instituciones, actuaba de enlace entre
ambas. Los socialistas del soviet pretendían ser custodios del gobierno provisional,
protegiendo los intereses de la clase trabajadora hasta el momento, en que la
revolución burguesa concluyese. Esta deferencia hacia la burguesía era en parte
resultado de la buena educación marxista de los socialistas y el parte producto de
la cautela y la incertidumbre. Pero los obreros, soldados y marineros que
constituían las filas del soviet eran tan cautelosos. El 1° de marzo, antes del
establecimiento formal del gobierno provisional o de la aparición de una
“conducción responsable” en el soviet, se propalo la famosa orden número 1 del
soviet de Petrogrado. Esta era un documento revolucionario y una afirmación de
poder del soviet. Convocaban a la democratización del ejercito mediante la
creación de comités de soldados, la reducción de los poderes disciplinarios de los
oficiales y, el reconocimiento de la autoridad del soviet en todas las cuestiones
políticas que tuvieron que ver con las fuerzas armadas: afirmaba que ningún orden
del gobierno referida a las fuerzas armadas sería considerada valida sin la
aprobación del soviet.
La relación que se desarrolló entre el comité ejecutivo del soviet y el gobierno
provisional durante la primavera y el verano de 1917 fue intensa, íntima y
pendenciera. El comité ejecutivo guardaba su identidad independiente, pero en
última instancia ambas instituciones estaban demasiado ligadas como para ser
indiferentes a su mutuo destino o para disociarse en la eventualidad de un
desastre. El vínculo se estrechó en mayo, cuando el gobierno provisional dejo de
ser exclusivamente liberal y se trasformo en una coalición de liberales y socialistas,
atrayendo a representantes de los principales partidos socialistas, atrayendo a
representantes de los principales partidos socialistas, cuya influencia era
predominante en el comité ejecutivo del soviet. Los socialistas no estaban
ansiosos por ingresas en el gobierno, pero llegaron a la conclusión de que se
deber era afianzar el régimen en un momento de crisis nacional. La hostilidad
popular hacia el gobierno provisional “burgués” creció a fines de la primavera, a
medida que aumentaba el rechazo hacia la guerra y la situación económica se
deterioraba en las ciudades. Durante las manifestaciones callejeras que tuvieron
lugar en julio, los manifestantes llevaban pancartas donde exigía “todo el poder a
los soviets” lo cual en la práctica hubiera significado que el gobierno provisional
fuese explotado del poder.
Los bolcheviques:
Para el momento de la revolución de octubre, todos los principales bolcheviques
habían emigrado al extranjero o estaban exiliados en regiones del imperio ruso, a
donde habían ido a dar tras ser arrestados en masa después del estallido de la
guerra, pues los bolcheviques no solo se oponían a la participación rusa sin que
argüían que una derrota rusa favorecía los intereses de la revolución. Los líderes
bolcheviques que habían estado exiliados, estuvieron entre los primeros en
regresar a las capitales. Ante el regreso de Lenin a Petrogrado a comienzos de
abril, los ex exiliados en Siberia habían comenzado a reconstruir la organización
bolchevique y publicar un periódico. En ese punto, los bolcheviques, como otros
grupos socialistas, daban indicios de nuclearse en una coalición amplia en torno
del Soviet de Petrogrado. Pero los dirigentes mencheviques y SR del soviet no
habían olvidado cuantos problemas podía causar Lenin.
La evaluación política que hizo Lenin de la situación política, conocida en la
historia como las tesis de abril era belicosa, intransigente y decididamente
desconcertante para los bolcheviques del Petrogrado, quienes habían aceptado la
línea del soviet de unidad socialista y apoyo crítico al nuevo gobierno. Lenin
apuntaba a la segunda etapa de la revolución, el derrocamiento de la burguesía
por parte del proletariado.
Los bolcheviques aun eran minoría en el congreso de junio de los soviets, y aun
debían ganar en algunas elecciones en las principales ciudades. Pero su creciente
fuerza era evidente a nivel de las bases: en comités de los obreros de fábricas, en
los comités de soldados y marineros de las fuerzas armadas y en los soviets
locales de los distritos. La afiliación al Partido Bolchevique también crecía en forma
espectacular, aunque los bolcheviques nunca tomaron una decisión formal de
lanzar una campaña de reclutamiento en masa y aparecieron casi sorprendidos
por su propia convocatoria.
La revolución popular
A comienzo de 1917, había siete millones de hombres bajo bandera y otros dos
millones en la reserva. Las fuerzas armadas habían sufrido pérdidas tremendas, y
el hastió con la guerra se evidenciaba en la creciente tasa de deserción y en la
respuesta de los soldados a la confraternización impulsada por los alemanes en el
frente. Para los soldados, la revolución de febrero era una promesa implícita de
que la guerra no tardaría en concluir y esperaban impacientes a que el gobierno
provisional se encargase de que esto ocurriera, si no por iniciativa propia, entonces
bajo presión del soviet Petrogrado. Al comienzo de la primavera de 1917, el
ejército, con su nueva estructura democrática de comités electos, sus viejos
problemas de suministros inadecuados y su ánimo inquieto e impredecible era, en
el mejor de los casos, una fuerza de combate dudosa. En el frente, la moral no se
había desintegrado por completo. Pero la situación en los cuarteles de todo el país,
donde se encontraban estacionadas las tropas de reserva, era mucho más
amenazadora.
Se ha calificado como “proletarios” a los soldados y marineros de 1917, sea cual
haya sido su ocupación en la vida civil. La revolución de febrero había dado
nacimiento a un formidable surtido de organizaciones obreras en todos los centros
industriales de Rusia, especialmente Petrogrado y Moscú. Se establecieron
nuevos sindicatos; y a nivel de plantas, los trabajadores comenzaron a organizar
comités de fábricas para tratar con los administradores. Los comités de fábrica,
tendían a ser las organizaciones obreras más radicalizadas. En toda Rusia
campesina parece haberse dado por sentado que esta nueva revolución
significaba que la antigua pretensión de posesión de las tierras por parte de los
nobles quedaba revocada. La tierra debería pertenecer a quien la trabajaba,
escribieron los campesinos en las muchas peticiones que dirigieron esa primavera
al gobierno provisional.
Las crisis políticas del verano
Ha mediado de junio, Kerensky, alentó al ejército ruso a lanzar una importante
ofensiva en el frente de Galitzia. La cual fracaso y se estima que los rusos
sufrieron unas 200.000 bajas. Fue un desastre en todo sentido. La moral en las
fuerzas armadas se desintegro aún más y los alemanes comenzaron un exitoso
contrataque que continuo durante el verano y el otoño. La credibilidad del gobierno
provisional resulto gravemente dañada y la tensión entre gobierno y jefes militares
aumento. A comienzos de julio, una crisis gubernamental se preocupó con la
retirada de todos los ministros del partido cadete y la renuncia de la cabeza del
gobierno provisional.
En medio de esta crisis, Petrogrado volvió a entrar en una erupción de
manifestaciones de masas, violencia callejera y desorden popular entre el 3 y el 5
de julio, fase conocida como las jornadas de julio. En cierto sentido, las jornadas
de julio fueron una vindicación de la posición intransigente que Lenin había tomado
a partir de abril, pues indicaban la fuerte oposición popular al gobierno provisional
y al “poder dual”, la impaciencia hacia los sindicalistas de la coalición y la buena
disposición de los marineros de Kronstadt y otros para la confrontación violenta y
probablemente la insurrección. Pero fue desastroso para los bolcheviques ya que
fueron culpados por las jornadas de julio.
En agosto, el golpe de derecha fue intentado por Kornikov. El intento de golpe fallo
en buena parte debido a lo poco confiable que eran las tropas y al enérgico
accionar de los obreros de Petrogrado. La izquierda fue la que gano con el
episodio de Kornikov, ya que este dio sustancia a la hasta entonces abstracta
noción de un golpe contrarrevolucionario derechista, demostró fuerza del sector
obrero y, al mismo tiempo, convenció a muchos trabajadores que solo la vigilancia
armada salvaría a la revolución de sus enemigos.
La revolución de octubre
En septiembre, Lenin escribió en el escondite en Finlandia urgiendo al Partido
Bolchevique a prepararse para la insurrección armada. La insurrección comenzó el
24 de octubre, cuando las fuerzas militares-revolucionarias de los soviets
comenzaron a ocupar instalaciones gubernamentales de los soviets tomando las
oficinas de telégrafo y estaciones de ferrocarril, bloqueando los puentes de la
ciudad y rodeando el Palacio de Invierno, donde el gobierno provisional, casi no
encontraron resistencia violenta. Durante la noche del 24-25 de octubre, Lenin
salió de la clandestinidad y se unió a sus camaradas en el instituto Smolny. Para la
tarde del 25, el golpe prácticamente había triunfado, con la irritante salvedad de
que el Palacio de Invierno, no había sido tomado. El Palacio cayo tarde por la
noche, en el transcurso de un confuso ataque contra un cuerpo de defensores que
iba en rápida disminución.
David Priestland: Bandera Roja
Jinetes de bronce:
La opinión pública, rusa e internacional, quedo horrorizada ante los informes de
prensa; estaba claro que, el gobierno del zar era un auténtico desastre, y tampoco
quedo bien parada la muy alabada unidad entre el pueblo y zar. Aunque este
expreso su pesar por lo acontecimientos, las fiestas no se suspendieron y aquella
misma noche acudió a un fastuoso baile ofrecido por los embajadores franceses.
Los sucedidos en Jodinskoie Polie era un mal presagio para Nicolas II. Como
dejaron claro las ceremonias rituales de la coronación, a finales del siglo XIX el
imperio ruso se sentía orgulloso de ser Antiguo Régimen. De hecho, asumió
conscientemente el modelo de la monarquía francesa anterior a 1789 como
encarnación de los principios reaccionarios. Rusia seguiría constituida por
estamentos, grupos de estatus y nacionalidades desiguales, cada uno de ellos con
sus propios privilegios u obligaciones legales. Los campesinos estaban en notoria
desventaja y hasta 1861 siguieron siendo los últimos siervos de Europa.
Una serie de derrotas militares llevaron a algunos funcionarios funcionarios
zaristas a reconocer que el Antiguo Régimen no estaba funcionando; los
reformadores cobraron conciencia de que el imperio debía convertirse en algo así
como un estado-nación unificado, con una agricultura y una industria moderna.
Había que superar las divisiones en el seno de la sociedad y forjar un vínculo
emocional entre pueblo y estado. Pero los conservadores temían que la reforma
socavara la monarquía y la jerarquía que le servía de base. El resultado fue una
serie de compromisos inestables, que solo integraron a parte de la población en el
sistema político y agraviaron el descontento popular. El zar Alejandro II introdujo
una serie de reformas durante de las décadas de 1850 y 1860, la más importante
de los cuales, la emancipación de los siervos, libero legalmente a los campesinos;
pero su estatus legal seguía siendo inferior y no recibían la tierra que
reivindicaban. Seguían ligados a la “comuna” campesina lo que permitía
controlarlos y extraerles impuestos. La irritación de los campesinos frente a aquel
trato desigual, siguió aumentando hasta que los bolcheviques decidieron el reparto
de la tierra en 1917.
Si el campesinado, seguía aislado y discriminado, la clase obrera industrial estaba
totalmente excluida de la estructura estatal, pese a su aumento de envergadura
durante la tardía industrialización de las últimas décadas del siglo XIX. El “chico”
de Pudovkin representaba a los millones de rusos que abandonaban el campo,
cada vez más superpoblado, para emigrar a las ciudades.
III
Desde mediados de la década de 1860 las autoridades rusas estaban muy
preocupadas por una nueva moda entre los jóvenes de las clases altas: las chicas
escapaban de sus respectivas familias para contraer matrimonios ficticios y a
continuación los recién casados se separaban después de la boda, o vivían juntos
sin consumar el matrimonio.
Chernishevski, como la mayoría de los socialistas rusos de la época, era
profundamente hostil al nacionalismo ruso; pero su apreciación de que el Antiguo
Régimen era un insulto para la dignidad de los hombres y mujeres corrientes tenía
un profundo eco en un periodo en que la propia Rusia se veía humillada por sus
rivales extranjeros, del mismo modo lo tenían que las ideas de Rosseau en los
jóvenes deseosos de resucitar el poderío francés.
La dura represión que surgió al tentado solo sirvió para reforzar a los terroristas y
su teórico más destacado, Piotr Tkachov. Nacido de una pequeña familia
aristocrática provincial, argumentaba que solo la acción de una pequeña minoría
revolucionaria traería al socialismo al país.
El ambiente político cambio, con la hambruna devastadora de 1891. El fracaso
zarista ante aquella crisis alentó a la sociedad ilustrada de la época a asumir que
los socialistas se volcaran en una reforma pacifica, pero resultaba imposible
regresar a la política de Lavrov y a la década de 1870 porque Rusia se estaba
industrializando rápidamente y el hambre había destruido cualquier idealismo que
pudiera quedar sobre la comuna campesina. El antiguo consenso socialista agrario
de que esta era la aportación que Rusia podía hacer al socialismo mundial y de
que adecuadamente modernizada se convertiría en germen de la sociedad ideal,
estaba irreparablemente dañado; la agricultura y el campesinado parecían ahora
irremediablemente atrasados, encarnación de la aziatcina rusa, y había que
encontrar una nueva clase revolucionaria. El marxismo adoptado por los socialistas
rusos era claramente del tipo modernista: Rusia atrasada, tendría que pasar
primero por el desarrollo capitalista y el socialismo como tal quedaba todavía lejos.
IV
Vladimir Ulianov (Lenin) adapto el socialismo de Chernishevski al mundo moderno
y al marxismo modernista de la Segunda Internacional a las condiciones de Rusia.
Lenin buscaba, vías para acelerar el proceso revolucionario, con mucha más
impaciencia que la mayoría de sus camaradas modernistas, felices de contemplar
como avanzada la hegemonía burguesa; pero su juicio sobre las fuerzas capaces
de imprimir a la historia esa “aceleración” hacia el socialismo dependiente de las
circunstancias. Pero Lenin decidió exiliarse.
Al principio, la propuesta de Lenin de un partido vanguardista centralizado no
despertó objeciones entre los marxistas rusos, y en términos estrictamente
ideológicos no era nada nuevo; pero su idea del partido era muy diferente de la de
Rautky. El planteamiento lenista de la política era militante, intransigente y reacio
al compromiso. Estaba convencido de que sus camaradas se negaban a
prepararse seriamente para la revolución que creía inminente, mientras que ellos,
por el contrario, lo consideraban optimista sobre el fin del Antiguo Régimen,
autoritario y hostil hacia la burguesía. Pero Lenin resulto mejor profeta que sus
rivales mencheviques, ya que dos años después estallo la revolución. La caída de
la basa naval de Port Arthur en el lejano oriente ruso ante los japoneses en
diciembre de 1904 fue aún más humillante para el régimen zarista que su anterior
derrota ante los británicos en Crimea, ya que por su primera vez una potencia
europea era derrotada por otra asiática, y provoco muchas tensiones en Rusia.
Hubo un domingo sangriento, donde las personas cantaban por el zar, pero los
militares dispararon provocando miles de muertes. El proletariado respondió
creando un nuevo tipo de instrucción al estilo de la Comuna de Paris, el soviet de
diputados obreros, para coordinar las huelgas.
Lenin estaba entusiasmado con aquella revolución y el Manifiesto de Octubre, que
volvió a Rusia.
V
El estallido de la guerra en 1914 trajo la tercera y la última crisis para el régimen
zarista posterior a 1815. La crisis obligo al zar a ceder el frente a los Ableujov
reformistas de su régimen y a conceder a ciertos elementos de la sociedad un
papel en el esfuerzo de guerra. En ciertos aspectos tuvo éxito y a principios de
1917 Rusia había destruido el ejercito Habsburgo y producía más municiones que
Alemania, pero los intentos parciales de la monarquía rusa de dejar de ser un
Antiguo Régimen para convertirse en un estado-nación movilizado como el Reich
alemana solo sirvieron para apresurar su fin. Su intento de reformar el sistema de
abastecimiento de alimentos fue especialmente catastrófico. Una alianza peculiar
de ministros y expertos modernizados, que incluía a un futuro planificador con los
bolcheviques, el economista menchevique Groman, trato de sustituir el mercado
del grano por la compra y distribución organizada por el estado; pero también este
no podía afrontar el almacenamiento y transporte de suministros y el campesinado
se negó a vender el grano al bajo precio que ofrecía.
Las capas ilustradas responsabilizaron al zar de los desastres económicos y
militares, y las acusaciones de ineficacia se entremezclaron con otras más
envenenadas de traición. Muchos creían que la zarina Alexandra, alemana de
nacimiento, formaba parte de una conspiración organizada en Berlín para sabotear
el esfuerzo de guerra. Los zares, como parte de la aristocracia internacional
europea, crecían del carisma patriótico necesario para unir a Rusia contra sus
enemigos, y cuando el 23 de febrero de 1917 las protestas contra la escasez de
pan de las mujeres de San Petersburgo se convirtieron en una huelga general,
pocos estaban dispuestos a defender el régimen.
En el gobierno provisional solo participaban al principio junto a los liberales
Aleksandr Kerenski, del Partido Socialista Revolucionario, como ministro de
Justicia. Pretende mantener la democracia parlamentaria y el principio de legalidad
hasta que se celebraran elecciones por sufragio universal para una Asamblea
Constituyente; también pretendía proseguir la guerra, contra los alemanes.
Pero el gobierno provisional le resultaba difícil obtener el apoyo de los obreros y
campesinos para su concepción de Rusia como a los ministros reformista del zar.
El abolismo político y cultural entre las clases proletarias e ilustradas y la masa de
la población era demasiado grande. Trato de alcanzar un compromiso sobre la
guerra, fracaso de la ofensiva de Kerenski en junio no pudo mantener la disciplina
en el ejército y los comités elegidos por los soldados reivindicaban el derecho a
discutir si debían obedecer o no las ordenes de los oficiales. En el campo el
gobierno provisional trato de acabar con la escasez de alimentos creando un
monopolio estatal del grano aún más estricto, pero los campesinos seguían reacios
a cultivarlo y vendérselo. También, hizo asimismo concesiones a los obreros sobre
los salarios y las condiciones de trabajo, pero tampoco fueron suficientes.
Lenin vuelve a Rusia desde Suiza en abril de 1917, decidido a imponer al partido
su visión intransigente de la lucha de clases; desde el momento de su llegada
insistió, en que el poder pasara del gobierno provisional a los soviets. Los
bolcheviques hicieron lo mismo, manteniendo esos servicios de defensa del estado
aun después de que terminara la guerra, considerándolos esenciales para
transformar la sociedad y crear el nuevo pueblo socialista.
Hombres de acero:
Durante la guerra civil el planteamiento de Stalin para el partido se trasladó al
campo de la geopolítica. Si el partido era sede de la pureza ideológica, su sancta
sanctorum, el resto del mundo quedaba dispuesto en torno a él como en los
círculos concéntricos de Dante, en lo que la virtud disminuía con la distancia al
centro. Rusia estaba cerca del centro divino, avanzada, cohesionada y en el lado
correcto de la historia; la periferia de la URSS estaba en el purgatorio, más
atrasada, nacionalista y campesina; y más allá del purgatorio estaba el infierno, la
tierra del mal, la burguesía extranjera. El principal objetivo del partido era
purificarse, embeberse del espíritu militante y transformador del marxismo y luego
difundirlo por toda la URSS, ante de aventurarse en el extranjero en algún
momento futuro. Entretanto, lo prioritario era autodefensa frente a las perniciosas
influencias extranjeras y burguesas que atravesaban sus inestables fronteras.
Julio Arostegui: Coerción, violencia, exclusión. La dictadura de Franco como
sistema represivo
De la ficción del “Estado Nuevo” al seudo “Estado de Derecho”
Uno de los principales puntos, parte de la idea de un régimen fascismo si o
fascismo no. En manera alguna se pretende aquí identificar análisis históricos con
análisis particulares.
La disquisición formalista sobre la naturaleza del régimen político presidido por
Franco interesa hoy solo en cuanto pueda con su definición dar cuenta tanto del
conjunto de los rasgos esenciales de aquel fenómeno histórico como contribuir al
esclarecimiento concreto alguno de los más relevantes entre ellos. Es este sentido,
interesa más el comportamiento particular en el ejercicio del poder, sus
consecuencias en la trayectoria del país, que su clasificación o su adjetivación.
Interesa más la amalgama ideológica que represento el franquismo y su
transcripción a la construcción de un régimen que su calificación tipológica estricta.
Esta consideración, parece ser particularmente útil en el caso del régimen de
Franco en España, “dictadura franquista”.
En el régimen del general Franco están presentes además dos circunstancias
históricas de la máxima relevancia que obligaban a tomar ciertas cautelas a la hora
de su caracterización histórica. Una es su origen preciso en una guerra civil,
circunstancia no común en el establecimiento de los regímenes fascistas y que,
condiciona de forma determinante la evolución de la situación española. La otra es,
la forma de tal evolución, el hecho de la perduración de la dictadura española
bastante más allá de lo que Ernst Nolte caracterizo como “fascismo en su época” y
la notable evolución que su configuración experimento atravesando por etapas
diversas hasta su desaparición.
Mientras los regímenes fascistas emprenden una construcción del sistema político,
del estado, de la representación o seudo- representación social, sobre la base de
un derecho revolucionario, que pretende establecer un orden nuevo, que funda su
legitimación en la necesidad de crear una sociedad nueva, desde el imaginario de
un movimiento social y político contrario al viejo orden, el franquismo comenzó
siendo un remedo de estas aspiraciones, no paso nunca de representar un
arcaizante proyecto restaurador. El franquismo desde momentos muy tempranos,
adopta en su lenguaje mismo la renuncia a todo derecho revolucionario, que, en
principio, había proclamado para enfrascarse en la creación de un supuesto orden
nuevo concretado, en la restauración del viejo orden social pre y anti liberal. El
supuesto “Nuevo Estado” lo era precisamente por su irrevocable vocación
antiliberal. Y el lenguaje de ese Nuevo Estado solo lo mantiene más como una
reliquia fosilizada que como otra cosa, un Partido que no solo no es el dueño del
Poder, sino que emprende una deriva imparable hacia la marginación.
Los años de la guerra civil abrieron un primero ciclo de institucionalización política
y de “limpieza social” que, cerraría su vigencia cuando las condiciones internas del
país y las nuevas circunstancias internacionales diesen un notable giro tras el fin
de la Guerra Mundial, la derrota militar de los regímenes fascistas de estricta
observacioncita y la entrada en el periodo de la Guerra Fría. A partir de tal
momento comenzaría la evolución más significativa del régimen político español.
Se acepta comúnmente que en el final de la década de los cuarenta del pasado
siglo se completó lo que podríamos llamar una primera etapa en la conformación
del régimen. La derrota del fascismo tuvo en ello un papel esencial.
El régimen de Franco mostro siempre unas connotaciones sui generis que
obligaba una consideración particular de su significado histórico. Existe un cierto
forzamiento de la realidad cuando se pretende adscribir su proyecto al fascismo
siendo así que el régimen no se llamó a si mismo tal cosa y hasta descarto una
relación directa con la nueva ideología. Franco mismo negó esa asimilación simple.
El fundador del Partido de mayor analogía con fascismo europeo, José Antonio de
Rivera, negó también esa pertenencia de su partido y militancia al modelo fascista.
Las connotaciones características de la existencia de un Partido Único, un remedo
del Caudillaje, la parafernalia lingüística y visual, el autoritarismo excluyente, el
nacionalismo, no parecen suficiente para la calificación del régimen fascista. Y no
lo parecen, primero, por el origen del régimen mismo, por su doctrina, por su
aparato institucional, por la naturaleza de sus apoyos y por la practica inexistente
en España de un verdadero proceso de fascistización.
Este no era un régimen que pretendiera basarse en un nuevo orden social. Todo el
ordenamiento doctrinal, legal e institucional busco afanosamente la imagen de
empresa de reposición del orden tradicional alterado por las fuerzas
revolucionarias-judeo-separatistas-masónicas y especialmente con el triunfo del
Frente Popular. El origen de todo el mecanismo del derecho represivo es bastante
complejo y no puede ser entendido, sin remitirse a la forma en que produjo el
levantamiento y la respuesta que le dio el orden republicano establecido. Esa
respuesta es el fundamento del derecho represivo. Como la decisión de la
represión a ultranza era contradictoria con un orden ideológico mínimamente
creíble en las condiciones históricas de su tiempo, el mecanismo justificador de la
opresión se remitió al enemigo que había roto, el orden tradicional. Estas
connotaciones de la simbología y el orden ideológico que inspiraron el régimen de
Franco, en el que este pretende basar su legitimación jurídica e histórica, permiten
replantear la significación histórica de aquel proceso, situarlo más correctamente
en su real significación en la historia. La función represiva creo los órganos
propios, para cumplir aquella restauración. La represión restauradora es arropada
por un aparato jurídico y jurisdiccional, no debe olvidarse, impresionante para
fundamentar la dominación inapelable de un pretendido Estado de Derecho. Toda
la represión política del régimen se queda en una represión sub specie de
juridicidad. El Estado y régimen político franquista no alcanzaron nunca esa
representación legitima como Estado de Derecho.
De la falacia jurídica a la represión sistemática:
En 1962 se publicaba un documento de difusión internacional que acertaba con
una seria argumentación jurídica a caracterizar el carácter sistemático represor del
régimen de Franco. Había sido elaborado por la Comisión internacional de Juristas
y vio la luz en Ginebra. Se analizaba y denunciaba en él una a una de las falacias
seudojuridicas del sistema
Gerhard A. Ritter: Los comienzos y el desarrollo del Estado Social en
Alemania, Europa y los Estados Unidos hasta la II guerra mundial
El Estado de Bienestar se conforma en los años 40, en Alemania, y tenía los
siguientes objetivos:
1- El Estado Social pretende garantizar asistencia ante la pobreza y la miseria.
Los medios más importantes para lograrlo son, la Seguridad Social para el
conjunto de los ciudadanos y asistencia social para los más necesitados.
En una serie de países desempeña un papel esencial además la propuesta
de servicios sociales por parte del Estado.
2- El Estado Social procura promover una mayor igualdad entre sus
ciudadanos reduciendo, las diferencias en el bienestar y disminuyendo
sobre todo la dependencia del trabajador ante el patrono. Persigue este
mismo fin también el apoyo a las familias numerosas, la financiación estatal
de la educación, la orientación de la política económica hacia el objetivo en
el pleno empleo, el establecimiento de salarios mínimos, así como un
sistema fiscal que grave en mayor grado los ingresos más altos para la
financiación del gasto público.
3- El Estado Social se esfuerza por mejorar el “status” jurídico de las personas
mediante disposiciones de protección al trabajador y mediante la
declaración, en la Constitución, de derechos fundamentales en cuanto a los
social.
El Estado Social democrático se caracteriza por la tensión entre una
economía capitalista dominada por las leyes de la economía de mercado, y
por la intervención social del Estado en beneficio del individuo y el aumento
de bienestar de la sociedad entera. Juega un papel importante, aparte de la
intervención del Estado, la autorregulación de la sociedad a través de
organizaciones autónomas, es decir: la autoayuda colectiva.
I
El Estado Social es una respuesta a la creciente demanda de regulación de
las condiciones económicas y sociales que, a consecuencia de la
industrialización y de la urbanización, se iban complicando cada vez más.
Su objetivo es el de integrar a la población mediante la garantía de
Seguridad Social, mayor igualdad y cogestión político-social, así como
estabilizar y transformar, haciéndolos evolucionar, los sistemas políticos,
sociales y económicos existentes mediante un proceso de continua
adaptación. Para su realización, el Estado Social presupone un extenso
sistema de comunicación y está orientado hacia una armonización de las
condiciones de vida, hacia la centralización y la uniformidad.
El concepto de la Seguridad Social, el Estado Social enlaza también con la
más antigua idea preemancipatoria de la previsión para el súbdito
obediente. Se puede abusar de el para alcanzar un más fuerte control
social sobre el individuo o se le puede utilizar como medio para la
disminución de la dependencia social y el aumento de la libertad real
gracias a la ausencia de miseria. En la dualidad entre previsión y
participación, en la ambivalencia de sus funciones y efectos residen a la
vez los peligros y las oportunidades del Estado Social. Recordemos, las
fuerzas de las tradiciones más antiguas respecto de beneficencia, las
practica intervencionistas y el fuerte prestigio de la burocracia estatal, sobre
todo en comparación con Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, del
liberalismo político y económico y de la idea, durante mucho tiempo
defendida por este, del “laisser faire” y del socorro mutuo.
II
Una vez demostrada la capacidad funcional del seguro como institución
más importante para la modernización del sistema de seguridad social a
partir de 1914, esta fue ampliada y consolidada durante la 1 Guerra Mundial
y en el periodo de entreguerras. Tras la fase de experimentaciones y
discusiones de principios, el desarrollo ulterior dependía ahora sobre todo
de la reacción después de la guerra y de las crisis económicas, así como
de la mayor movilización política de la clase obrera.
Las prestaciones sociales se incrementaron considerablemente en los años
1915-1920, durante la época de relativa prosperidad entre 1925-1929 y a
finales de los años 30 de nuestro siglo. En ello el efecto de la crisis
económica tuvo un significado doble. Por una parte, la falta de recursos
fomentaba una tendencia al estancamiento o incluso a una evolución
regresiva del Estado Social; por otra parte, las experiencias de la crisis
económica mundial, por ejemplo, de los Estados Unidos o en los países
escandinavos desde mediados de los años 30 y, algo mas también en Gran
Bretaña y otras naciones europeas, contribuían a la construcción del
sistema de Seguridad Social.
La ampliación generalizada de los sistemas de seguridad social durante el
periodo de entreguerras se evidencia en la cuota ascendente en el
porcentaje presupuestado del producto interior bruto, en el fuerte aumento
de los grupos destinatarios así como en la complementación de seguro
social mediante subsidios familiares, construcción de viviendas sociales y
riesgo cubiertos, que antes no se había implementado en mayor medida
contra los riesgos de desempleo que durante mucho tiempo fue
considerado como no calculable y por tanto tampoco susceptible de
asegurar.
También es cierto que el desempleo masivo durante la crisis económica
mundial demostró la insuficiencia de los seguros obligatorios o voluntarios
contra el desempleo que se habían implantado en la mayoría de los países
europeos, seguros que solo se podían salvar del colapso total mediante un
cuantioso apoyo estatal y la complementación con prestaciones
asistenciales especiales para los desempleados de larga duración más
necesitados, que habían sido desviados del seguro.
Frente a la idea de beneficencia y a las tendencias antisindicalistas que
marcaban la política social del Imperio, representaba una innovación radical
la relación expresada en la Constitución entre la idea del Estado Social y el
concepto de una sociedad, moderna y pluralista, basada en la garantía de
los intereses de las fuerzas sociales y económicas. Se pretendía lograr una
racionalización y una autorregulación y por tanto una distensión de las
luchas de intereses sociales, no solo tolerado la autoayuda colectiva sino
reconociendo el papel creador y administrador del derecho desempeñado
por las fuerzas sociales organizadas. A estas disposiciones de la
Constitución les correspondía en un principio la realidad de una
cooperación relativamente estrecha entre sindicatos y organizaciones de
trabajadores en la ejecución de la desmovilización, la garantía del pleno
empleo, del suministro de energía y la repercusión de los mercados
extranjeros durante los primeros años después de la guerra. La
cooperación, rechazada desde el principio por amplias minorías en ambos
bandos, se basaba en el acuerdo tácito de que los empresarios aceptaban
el orden democrático y los logros sociales de la República de Weimar y
hacían concesiones considerables en cuestiones de salarios y jornadas
laborales, mientras que los sindicatos se valían de su poder para atajar las
huelgas salvajes y tendencias revolucionarias. Tal colaboración seguía
presuponiendo la solución a los conflictos de la distribución a favor de los
productores y a cargo de los consumidores, apenas organizados, la
protección de la economía alemana frente a las repercusiones de la
depresión económica de 1921 debida a la inflación, así como el
aplazamiento de la cuestión de quien iba a tener la obligación de soportar
los gastos de la guerra y de las repercusiones.
Los sindicatos estaban finalmente, dentro de una situación cada vez más
complicada durante la crisis económica mundial, que el Estado les
proporcionase, la protección de sus intereses y una corrección del
maltrecho equilibrio entre las partes implicadas. En el caso del empresario,
en cambio la lucha por la disminución de los gastos salariales para
aumentar la rentabilidad de las empresas iba acompañada de ataques cada
vez más masivos contra los sindicatos y de la exigencia de demostrar el
Estado Social.
III
Durante la época del dominio nacional-socialista se terminó de eliminar la
autonomía de los adversarios en el establecimiento del pacto colectivo de
trabajo, autonomía que ya había sido socavada durante la República de
Weimar a través de los arbitrajes forzosos estatales. Los sindicatos fueron
destruidos o asimilados; la recién creada Organización Unitaria del Frente
obrero de Alemania no tenía influencia directa en las condiciones laborales
o los salarios, que estaban controlados por fideicomisarios estatales del
trabajo. La pérdida del derecho de huelga y de cualquier cogestión
autentica dentro de las empresas fueron otras medidas encaminadas a la
supresión de los derechos políticos y sociales de la clase obrera.
Mientras los derechos sociales y políticos del obrero en Alemania se
perdieron del todo, quebrándose así un importante pilar del Estado Social,
el sistema de seguridad social, en el que se anclaba sobre todo la
componente previsora del Estado Social, fue adaptado a los objetivos de la
política nacional-socialista. La sanidad fue orientada hacia los fines
radicales y políticos-demográficos del nacional-socialismo, el seguro de
desempleo elimino y las instituciones vinculadas a este fueron utilizadas
para la conducción y la disciplina de las fuerzas del trabajo. Tampoco las
demás ramas de seguros sociales estaban inmunizadas antes las
intervenciones del régimen nacional-socialista. Así, se suprimieron los
elementos de la autogestión sustituyéndolos por la implantación del
principio de jefaturas en los seguros, se incrementó la influencia estatal en
los seguros y se excluyó de las Cajas de enfermedad a los médicos judíos.
En general, el poder de insistencia de una burocracia conservadora y los
intereses materiales de la economía y de los médicos han podido evitar,
que se reorganizasen totalmente los seguros sociales y que se abusase de
ellos para la consecución de la ideología nacional-socialista.
El nuevo sistema de la prevención popular, que también iba a tomar en
consideración las necesidades de las familias más numerosas, preveía por
un lado considerables mejoras en cuanto a las prestaciones, pero, por otro
lado, y al igual que la prevista planificación del empleo de la mano de obra,
para la disciplina de las fuerzas laborales, así como para la consecución de
la política poblacional y sanitaria, determinada por objetivos radicales, del
nacionalsocialista.
IV
Mientras en Alemania el desarrollo hacia un Estado Social y democrático
sufrió un serio retroceso durante la crisis económica mundial y la época del
régimen nacional-socialista, en Estados Unidos fue en los años 30, en la
época del New Deal, bajo las influencias del desempleo y de las miserias
de las masas cuando se aceptaron las tareas sociales y económicas del
Estado en la sociedad industrializada.
Este retraso en el desarrollo de un sistema moderno de Seguridad Social,
retraso de caso dos generaciones en comparación con Alemania y con la
mayoría de los Estados industrializados europeos, tiene múltiples causas.
Fue decisiva la ausencia de una tradición de beneficencia de índole
absolutista o feudal, así como la concepción calvinista-puritana, según la
cual el éxito en la vida constituía una prueba de predestinación. También
desempeña un papel esencial la ideología, arraigada en el individualismo
americano, de la autoayuda, así como la consideración de la pobreza como
de un mal importado que podía ser superado mediante el trabajo y la
adaptación a las circunstancias esenciales del continente americano.
La Primera Guerra Mundial y la época de postguerra inmediatamente
posterior, que en la mayoría de los países europeos aceleraban la
construcción de sistemas estatales de Seguridad Social, provocaron un
retroceso considerable en el desarrollo del Estado Social en Estados
Unidos a causa de la desacreditación de la idea de los seguros sociales y
de las intervenciones estatales en la vida económica, consideradas
alemanas, antiamericanas o socialistas.
UNIDAD 5:
Susana Bianchi: Capitulo VI: Hacia el siglo XXI. El mundo globalizado
Introducción:
La globalización es considerada el rasgo principal del mundo contemporáneo. Es
un concepto que da cuenta de la realidad como una sociedad planetaria, más allá
de las fronteras, diferencias étnicas y religiosas y condiciones socioeconómicas.
Se presenta como un fenómeno cultural que amplía la escala de relaciones al nivel
del planeta, posibilitando por el acelerado desarrollo tecnológico de las
comunicaciones. La globalización no es algo estático sino en constante evolución,
que acelera sus tiempos de modo insospechado. Es indudablemente un fenómeno
económico, pero sus efectos alcanzan los distintos planos de la vida social.
En el plano económico, el predomino de la producción es reemplazado por la
primacía de las prácticas especulativas. El capital comenzó a abandonar el sector
de la economía real para reproducirse en juegos financieros. Es decir, se impuso
una nueva forma de acumulación: inversiones financieras y especulaciones
bancarias. Al mismo tiempo, las empresas transnacionales de capitales privados
pudieron expandirse por el mundo. Estas empresas “globales” no solo obtienen un
considerable margen de ganancias, sino que, a través de las privatizaciones,
fomentadas por el neoliberalismo de importantes espacios de poder.
Ante todo, la globalización provoca la preeminencia de la economía sobre la
política. Hay una influencia desmesurada de instituciones como el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio
que dicta las políticas económicas de gran parte de los países, más allá de las
orientaciones de sus gobiernos.
1- El mundo “unipolar”
La disolución de la Unión Soviética parecía significar el fin de un mundo bipolar. En
términos económicos señalaba el triunfo del capitalismo neoliberal, con el libre
mercado como valor supremo. En este contexto, Estados Unidos, Japón y los
países de la Comunidad Económica Europea comenzaron a presionar a las
economías periféricas para que se “abrieran” al mercado internacional. Dentro de
la globalización, con el desarrollo tecnológico como aliado, el neoliberalismo se
lanzo a la conquista del mundo.
La hegemonía de los Estados Unidos
En el nuevo panorama internacional, Estados Unidos parecía emerger como la
potencia capaz de consolidar un orden capitalista d alcance global. Su supremacía
no estaba marcada solo por el poder económico, sino que, mediante la
manipulación de organizaciones internacionales como la OTAN, podía jugar un
papel predominante como gendarme del mundo.
Presidencia de Bill Clinton (1993-2001)
El presidente George H. W. Bush (1989-1993) había alcanzado momentos de gran
popularidad durante la Guerra del Golfo. Sin embargo, tras el triunfalismo, amplios
sectores de la sociedad advertían que el crecimiento de la década de 1980 había
sido especulativo a costa de un endeudamiento generalizado. Las políticas de
Bush habían minado el poder adquisitivo de millones de estadounidenses y
aumentado las diferencias de ingreso entre distintos sectores sociales.
En ese clima, el demócrata Bill Clinton baso su campaña electoral en el concepto
de New Democrat, un “democratísimo” que aspiraba a obtener sufragios de
sectores sociales más amplios que los encuadrados en los partidos tradicionales.
Bajo el lema “Dar prioridad al pueblo” se enviaban entusiastas mensajes a las
mujeres, a los afroamericanos, a otras minorías raciales y a gays y lesbianas.
En enero de 1993 Clinton llegaba a la presidencia. Pero, pese al entusiasmo,
pronto comenzaron las dificultades. El presiente había enviado al Congreso un
plan económico que contemplaba reducciones presupuestarias, compensadas con
alzas fiscales y austeridad en el gasto público. Los objetivos eran la disminución
del déficit y obtener fondos para crear puestos de trabajo y financiar una profunda
reforma sanitaria. Tras arduas negociaciones el proyecto fue aprobado por muy
escaso margen de votos.
Frente a los demócratas, los republicanos desarrollaron una contraofensiva basada
en un “populismo” de frente signo conservador, pudiendo obtener el control de
ambas cámaras. La “revolución conservadora”, capitaneada por el congresista
Newt Glingrichi y el senador Bob Dole, tomo forma en el Contract with America,
cuyas metas eran, entre otras cuestiones, el endurecimiento de la lucha contra el
crimen y la restauración de los valores tradicionales en torno a la familia, la
moralidad y la religión. Clinton parecía un presidente maniatado, pero esta
impresión se diluyo rápidamente.
La clase en la reactivación de Clinton fue su habilidad para apropiarse del
programa republicano: obtener presupuestos equilibrados, sin déficit, se
transformó en su propio proyecto. El “giro a la derecha” de Clinton incluyo también
advertencias: los tiempos de ineficiente Estado benefactor llegaban a su fin.
La política exterior de la administración de Clinton tardo en delinearse. En 1993, el
anuncio del cierre de bases militares en Europa fue interpretado por los aliados
europeos y asiáticos como el repliegue de una superpotencia abstraída en sus
problemas internos. Sin embargo, ocho años más tarde, Clinton era el presidente
más intervencionista desde la Segunda Guerra Mundial. Es cierto que se habían
heredado conflictos de la administración de Bush, también se abrían nuevas
cuestiones, entre ellas las relaciones con Oriente y la búsqueda de un acuerdo
entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel.
En el aspecto económico, las relaciones exteriores presentaron pronto una línea
definida. Para conciliar el desarrollo exterior con la hegemonía exterior se lanzó
una ofensiva para la apertura de los mercados. Sobre estas cuestiones fue fácil
alcanzar el consenso en el Congreso, a partir de la convicción de que esta
apertura traería beneficios al país. De este modo, en 1994, Estados Unidos
participaba en dos grandes espacios de integración comercial. Por un lado, el
TLCAN, establecía una zona de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y
México.
Presidencia de George W. Bush (2001-2009)
Durante su campaña electoral, el republicano George W. Bush sostuvo el
programa tradicional de su partido: reducción de impuestos y limitación de los
gastos sociales. Este último aspecto fue tratado con moderación. La experiencia
de su padre había desmotado que los ataques a un muy limitado Welfare State
podían tener un alto costo. Se propuesta, basada en un vago “conservadurismo
compasivo”, se dirigía a las clases medias que, temían un futuro incierto. Tampoco
dudo en lanzar propuestas audaces: apelar a la integración de los “hispanos”,
levantar las trabas a la inmigración y aceptar la enseñanza bilingüe en las
escuelas. En síntesis, el equipo electoral de Bush intentaba ubicar al candidato en
un “centro” político que parecía la vía adecuada para ingresar a la Casa Blanca.
Ya en el gobierno, Bush lanzo una serie de medidas que anunciaban la tónica de
su política. Suspendió la medida de preservación de bosques, prohibió la venta de
la píldora abortiva, y limito los alcances del plan de salud que cubría a la mayoría
de las personas con discapacidad. Abrió la reserva de Alaska para las
prospecciones petroleras, retiro los fondos a organizaciones que incluyeran el
aborto en la planificación familiar y desmantelo la Oficina Nacional de Sida. En
síntesis, Bush respondía a los intereses de la derecha religiosa y de las
corporaciones dedicadas a la extracción de materias primas.
Comenzaron las dificultades económicas. Bush asumía la presidencia en el
momento después de una fase de crecimiento, estallaba la “burbuja” en los
mercados bursátiles. En el capitalismo global, los periodos de auge son frenados
por diferentes tipos de burbujas. El fenómeno se debe en gran parte a la
especulación que produce un alza anormal del precio de un activo o producto, de
modo tal que el precio se aleja de los valores reales. La especulación lleva a
nuevos compradores a adquirir para obtener un precio mayor en el futuro
provocando una espiral de suba continua y alejada de toda la base factual.
La desregulación del capital financiero dispuesta por el gobierno de Clinton había
“inflado” el mercado de valores. Con el alza de las acciones, las empresas,
encontraron un fácil acceso a la financiación que condujo a un endeudamiento
récord. La tasa de desocupación, después de haber alcanzado niveles muy bajos,
en enero de 2001 comenzaba a ascender. Se presento en el Congreso un plan de
reactivación económica que incluía el recorte de impuestos más ambiciosos desde
la era Reagan. Pero el 11 de septiembre de 2001, miembros de la organización
terrorista Al Qaeda secuestraron cuatro aviones pasajeros. Dos de estos se
estrellaron contra las torres gemelas y uno en el pentágono. Esto provoco, las
ventajas que ofrecía la “doctrina Bush”. Cualquier persona, territorio o Estado
puede ser señalado como terrorista, dando la posibilidad de intervenir al margen
de los organismos internacionales.
En 2004 Bush era elegido nuevamente como presidente, y siguiendo con la
xenofobia que se había instalado en el país.
Rusia en el mosaico postsoviético
El estancamiento económico y la crisis política no habían encontrado salida en la
política aperturista que desde 1985 había implantado Mijail Gorbachov. La caída
del Muro de Berlín actuó como un disparador que marco el fin del bloque
occidental.
La presidencia de Boris Yeltsin (1991-1999)
En diciembre de 1991, Boris Yeltsin, en representación de Rusia, junto con los
líderes de Ucrania y Bielorrusia declaraba la desaparición de la Unión Soviética.
Poco después se firmaba el protocolo que establecía la Comunidad de Estados
Independientes, formada por integrantes de la URSS.
Pero las expectativas no se cumplieron. Los recelos frente a la hegemonía de
Rusia impidieron la consolidación de la CEI. Mientras estallaban los conflictos
armados, las reuniones celebradas por los jefes de Estado demostraban la falta de
consenso. Para unos, la CEI era solo un acuerdo para dividir bienes y deudas,
para otros, debía ser una suerte de Unión Europea, en torno a Moscú, para
adoptar decisiones comunes. De ese modo se planteó el enfrentamiento entre
Rusia y Ucrania: las autoridades ucranianas aspiraban a contar con la flota de Mar
Negro, que según Moscú debía quedar bajo él mande de la CEI dado su carácter
estratégico. Mientras resurgían resentimientos, muchas republicas comenzaron a
protegerse frente al dominio ruso. Pero el proteccionismo también incluía aspectos
económicos: se levantaron barreras aduaneras y algunas republicas adoptaron
moneda propia.
El resultado inmediato de la desintegración fue entonces la desarticulación de los
sectores productivos y de los mercados internos, lo que acelero la crisis
económica. Los países del antiguo bloque soviético fueron considerados
“sociedades en transición hacia una economía de mercado”, metáfora que no
ocultaba el carácter despiadado de la instauración del modelo capitalista. El
hundimiento de los gigantes industriales de propiedad pública, combinado con la
ausencia de instituciones reguladoras, posibilito el sur soviético que acumularon
ganancias mediante la apropiación de los bienes estatales y la proliferación de
actividades ilícitas. Los trabajadores se convertían en mercancías desechable: la
desocupación aumentaba, mientras la reducción de los servicios estatales
provocaba un cataclismo en países donde la educación, la salud y la vivienda
formaban parte del “salario social”.
En 1992, la inflación destruyo el ahorro popular. La agitación social gano las calles
dirigida por una oposición que exigía restablecer los sistemas de control. La crisis
social se combinó con el autoritarismo político. Yeltsin recurrió al ejército para
desalojar el Parlamento, donde se habían amotinado diputados a resistir a su
autoridad (1993). La embestida dejo decenas de muertos y un resentimiento que
iba a aflorar por otros cauces.
En el bienio 1993-1994, Yeltsin logro una suerte de pax rusa que fortaleció su
prestigio. Pero la calma duro poco. Los peligros de la disgregación se instalaron en
la misma Federación Rusa, Estado multinacional por excelencia: el desafío a
Moscú alcanzo su mayor envergadura con las demandas de independencia de los
chechenos. Mientras afrontaba una nueva crisis económica (1998), la salud del
presidente no era la mejor. Yeltsin renuncio a su cargo a fines de 1999, nombrando
a Vladimir Putin como presidente interino.
La era de Vladimir Putin (1999-2008)
En agosto de 1999 Yeltsin nombra a Vladimir Primer Ministro. Este fue duramente
criticado con su entrada al poder. Por su autoritarismo, el recorte a las libertades
democráticas y el control sobre los medios de comunicación. Este también
defendió a la política exterior, con su posición de Rusia frente a los Estados
Unidos, oponiéndose a Bush a las pretensiones de dotarse de un sistema de
defensa antimisil.
La Unión europea
La Unión Europea fue el resultado de las estrategias de estados que buscaban
ampliar sus espacios económicos para poder integrarse al capitalismo global. Con
la firma del Tratado de Maastricht, en 1992, los objetivos parecieron ampliarse, sin
embargo, la primacía de los aspectos económicos resulta innegable. La integración
privilegio el libre movimiento de capitales y la subordinación de sus miembros a las
pautas del Banco Central en el manejo de presupuestos.
2- El mundo en conflicto
Durante la guerra fría la mayor parte de los conflictos se inscribían dentro del
enfrentamiento entre los dos bloques. Las revoluciones y las luchas por la
independencia se desarrollaban a la sombre de las grandes potencias que también
establecían límites. Pero, tras la disolución de la URSS, se abrieron conflictos de
todo tipo. Algunos países enfrentan fuerzas de ocupación, como Chechenia desde
1994 o Irak desde 2003. Hay también guerras internas donde los motivos políticos
se traducen en términos étnicos y religiosos. Por detrás, se encuentra la disputa
por el control de los recursos exportables. Además, la reorientación de los Estados
Unidos hacia la “guerra contra el terrorismo” hizo más compleja la geopolítica
mundial.
En muchos casos, los conflictos rompieron con las formas convencionales de
guerra. Surgieron organizaciones basadas en células de militantes y redes de
contactos que otorgan movilidad de acción y presentan dificultad para
desarticularlas.
La “Europa del Este”
La disolución de la URSS afecto al este de Europa, que conformaban el bloque
socialista. Sin embargo, es ese espacio, el pasaje a economías de mercado
produjo diferentes líneas de fractura. En los países del norte (Hungría,
Checoslovaquia y Eslovenia), las “revoluciones de terciopelos” habían comenzado
años antes y se contaba con consenso para poner fin al orden político existente.
En los países del ser (Rumania, Albania, Yugoslavia), la caída de los gobiernos
comunistas no implico una transición, sino que fue un derrumbe. Se crecía además
de experiencia política, mientras persistían las viejas prácticas sociales.
Eric Homsbawm: Historia del siglo XX
Capitulo IX: Los años dorados
Existen varias razones por las que se tardó tanto en reconocer el carácter
excepcional de la época. Para los Estados Unidos, que dominaron la economía
mundial tras el fin de la segunda guerra mundial, no fue tan revolucionaria, sino
que apenas supuso la prolongación de la expansión de los años de la guerra que,
fueron de una benevolencia excepcional para con el país: no sufrieron daños
algunos, su PNB aumento en dos tercios y acabaron la guerra con casi dos tercios
de la producción industrial del mundo. Debido al tamaño y a lo avanzado de la
economía estadounidense, su comportamiento durante los años dorados no fue
tan impresionante como los índices de crecimiento de otros países, que partían de
una base mucho menor. Entre 1950 y 1973 los Estados Unidos crecieron más
lentamente que ningún otro país industrializado con la excepción de Gran bretaña.
La recuperación tras la guerra era la prioridad absoluta de los países europeos y
de Japón, y en los primeros años posteriores a 1945 midieron su éxito por la
proximidad a objetivos fijados con el pasado, y no el futuro, como referente. En los
estados no comunistas la recuperación representaba la superación del miedo a la
revolución social y al avance comunista. En resumen, no fue hasta los años
setenta cuando Europa acabo dando por sentada su prosperidad. Por aquel
entonces, ciertos observadores sutiles empezaron a admitir que, la economía en
su conjunto continuaría subiendo y subiendo para siempre.
La edad de oro fue un fenómeno de ámbito mundial, aunque la generalización de
la opulencia quedara lejos del alcance de la mayoría de la población mundial: los
habitantes de países cuya pobreza y atraso los especialistas de la ONU intentaban
encontrar eufemismos diplomáticos. La población del tercer mundo creció a un
ritmo espectacular: la cifra de habitantes de África, Extremo Oriente y sur de Asia
se duplico con creces en los treinta y cinco años transcurridos a partir de 1950, y la
cifra de habitantes de América Latina aumento aún más deprisa. Los años setenta
y ochenta volvieron a conocer las grandes hambrunas, cuya imagen típica fue el
niño exótico muriéndose de hambre. Durante la edad de oro no hubo muchas
épocas de hambre.
En los años setenta las diferencias entran las distintas partes del mundo
subdesarrollado hacen inútiles estas cifras de ámbito planetario. Para aquel
entonces algunas regiones, como el Extremo Oriente y América Latina, crecían
muy por encima del ritmo de crecimiento de su población, mientras que África iba
quedando por detrás de un ritmo 1% anual. En los años 80 la producción de
alimentos per cápita en los países subdesarrollados no aumento en absoluto fuera
del Asia meridional y oriental, y aun ahí algunos países produjeron menos
alimentos por habitante que en los años setenta. Mientras tanto, el problema de los
países desarrollados era que producían unos excedentes de productos
alimentarios tales, que ya no sabían qué hacer con ellos, y en los años ochenta,
decidieron producir bastante menos, o bien mudar el mercado con sus “montañas
de mantequilla” y sus “lagos de leche” por debajo del precio de coste, compitiendo
así con el precio de los productores de países pobres.
El mundo industrial, se expandió por doquier, por los países capitalistas y
socialistas, y por el tercer mundo. Pero esta nueva etapa trajo la contaminación y
el deterioro ecológico.
II
Buena parte de la gran expansión mundial fue, un proceso de ir acortando
distancias o, en los Estados Unidos, la continuación de viejas tendencias. El
modelo de producción en masa de Henry Ford se difundió por las nuevas
industrias automovilísticas del mundo, mientras que los Estados Unidos los
principios de Ford se aplicaron a nuevas formas de producción, desde casas
comidas-basura. Bienes y servicios hasta entonces restringidos a minorías se
pensaban ahora para un mercado de masas, como sucedió con el turismo masivos
a playas soleadas.
Tres cosas de este territorio tecnológico sorprenden al observador:
Primero: transformo completamente la vida cotidiana en los países ricos e incluso,
en los pobres, donde la radio llegaba ahora hasta las aldeas más remotas gracias
a los transistores y a las pilas miniaturizadas de larga duración, donde la
“revolución verde” transformo el cultivo de arroz y del trigo y las sandalias de
plástico sustituyeron a los pies descalzos.
Segundo: a más complejidad de la tecnología en cuestión, más complicado se hizo
el camino desde el descubrimiento o la invención hasta la producción, y más
complejo y caro el proceso de creación.
Tercero, en su abrumadora mayoría, las nuevas tecnologías empleaban la forma
intensiva el capital y eliminaban mano de obra o llegaban a sustituirla. La
característica principal de la edad de oro fue que necesitaba grandes inversiones
constantes y que, en contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo como
consumidores.
III
El primer punto produjo una “economía mixta”, que facilito a los estados la
planificación y la gestión de la modernización económica, además de incrementar
muchísimo la demanda. Los grandes éxitos económicos de la posguerra en los
países capitalistas, con contadísimas excepciones, son ejemplos de
industrialización efectuada con el apoyo, la supervisión, la dirección y a veces la
planificación y la gestión de los gobiernos, desde Francia y España en Europa
hasta Japón, Singapur y Corea del Sur. Al mismo tiempo, el compromiso político
de los gobiernos con el pleno empleo y con la reducción de las desigualdades
económicas, es decir, un compromiso con el bienestar y la seguridad social, dio pie
por primera vez a la existencia de un mercado de consumo masivo de artículos de
lujo que ahora pasarían a considerarse necesarios. Cuanto más pobre es la gente,
más alta es la proporción de sus ingresos que tiene que dedicar a gastos
indispensables como los alimentos. En los años treinta, hasta en los opulentos
Estados Unidos un tercio del gasto doméstico se dedicaba a la comida, pero a
principios de los ochenta, sólo el 13%. El segundo factor multiplico la capacidad
productiva de la economía mundial al posibilitar una división internacional del
trabajo mucho más compleja y minuciosa. Al principio, esta se limitó principalmente
al colectivo de las denominadas “economías de mercado desarrolladas”, es decir,
los países del bando estadounidense. El área socialista del mundo quedo en gran
medida aparte, y los países del tercer mundo con un desarrollo más dinámico
optaron por una industrialización separada y planificada, reemplazando con su
producción propia la importación de artículos manufactureros. El núcleo de países
capitalistas occidentales, comerciaba con el resto del mundo, y muy
ventajosamente, ya que los términos en los que se efectuaba el comercio les
favorecían, que podían conseguir sus materias primas y productos alimentarios
más baratos.
La reestructuración del capitalismo y el avance de la internacionalización de la
economía fueron fundamentales. No esta tan claro que la revolución tecnológica
explique la edad de oro, aunque la hubo y mucha. Tal como se ha demostrado,
gran parte de la nueva industrialización de esas décadas consistió en la extensión
a nuevos países de las viejas industrias basadas en viejas tecnologías: la
industrialización del siglo XIX, del carbón, el hierro y el acero en los países
socialistas agrícolas; las industrias norteamericanas del siglo XX del petróleo y el
motor de la explosión en Europa.
La tendencia de las transacciones comerciales y de las empresas de negocios a
emanciparse de los estados nacionales se hizo aún más pronunciadas a medida
que la producción industrial empezó a trasladarse, lentamente al principio, pero
luego cada vez más deprisa, fuera de los países europeos y norteamericanos que
habían sido los pioneros de la industrialización y el desarrollo del capitalismo.
Estos países surgieron siendo los motores del crecimiento durante la edad de oro.
A mediados de los años cincuenta los países industrializados se vendieron unos a
otros cerca de tres puntos de sus exportaciones de productos elaborados, y a
principios de los setenta, tres cuartas partes. Pronto las cosas empezaron a
cambiar. Los países desarrollados empezaron a exportar una proporción algo
mayor de sus productos elaborados al resto del mundo, pero el tercer mundo
empezó a exportar manufacturas a una escala considerable hacia los países
desarrollados e industrializados. A medida que las exportaciones tradicionales de
materias primas de las regiones atrasadas perdían terreno, estas empezaron a
industrializarse, desigualmente, pero con rapidez. Todo esto genero un cambio
paradójico en la estructura política de la economía mundial. A medida que el
mundo se iba convirtiendo en su verdadera unidad, las economías nacionales de
los grandes estados se vieron desplazadas por estas plazas financieras
extraterritoriales, situadas en su mayoría en los pequeños, minúsculos mini
estados que se habían multiplicado, de forma harto práctica, con la desintegración
de los viejos imperios coloniales.
Capitulo X: La revolución social, 1945-1990
La novedad de esta transformación estriba tanto en su extraordinaria rapidez como
una su universalidad. Es verdad que las zonas desarrolladas del mundo hacia
tiempo que vivían en un mundo de cambios, transformaciones tecnológicas e
innovaciones culturales contantes. Para ellas la revolución de la sociedad global
represento una aceleración, o una intensificación, de un movimiento al que ya
estaban acostumbradas. En muchos sentidos quienes vivieron la realidad de estas
transformaciones in situ no se hicieron cargo de su alcance, ya que las
experimentaron de formas progresiva, o cambios en la vida del individuo, por
drásticos que sean, no se conciben como revoluciones permanentes.
El cambio social mas drástico y de mayor alcance de la segunda mitad de este
siglo, es la muerte del campesinado. Y es que, desde el Neolítico, la mayoría de
seres humanos había vivido de la tierra y de los animales domésticos o había
recogido los frutos del mar pescando. Pero si el pronostico de Marx de que la
industrialización eliminaría al campesinado se estaba cumpliendo por fin en países
de industrialización precipitada, el acontecimiento realmente extraordinario fue el
declive de la población rural en países cuya evidente falta de desarrollo industrial
intentaron disimular las Naciones Unidas con el empleo de una serie de
eufemismos en lugares de la palabra “atrasados” y “pobres”. En América Latina el
porcentaje de campesinos se redujo. Mientras tanto, los campesinos europeos
habían dejado de labrar la tierra. En los años ochenta incluso los antiguos reductos
del campesinado agrícola en el este y el sureste del continente no tenían a mas de
un tercio de la población activa trabajando en el campo.
En las regiones pobres del mundo la revolución agrícola no estuvo ausente,
aunque fue mas incompleta. De hecho, de no ser por el regadío y por la aportación
científica canalizada mediante la denominada “revolución verde”, por
controvertidas que puedan ser a lo largo plazo las consecuencias de ambos, gran
parte del sur y del sureste de Asia habrían sido incapaces de alimentar a una
población en rápido crecimiento.
Cuando el campo se vacía se llenan las ciudades. El mundo de la segunda mitad
del siglo XX se urbanizo como nunca. El viejo mundo y el nuevo convergieron. La
típica “gran ciudad” del mundo desarrollado se convirtió en una región de centros
urbanos interrelacionados, situados generalmente alrededor de una zona
administrativa o de negocios reconocibles desde el aire como una especie de
cordilleras de bloques de pisos. En cambio, la ciudad del tercer mundo, conectada
también por redes de transporte publico y por un sinfín de autobuses y “taxis
colectivos” desvencijados, no podía evitar estar dispersa y mal estructurada,
aunque solo fuese porque no hay modo de impedirlo en el caso de aglomeraciones
de veinte o treinta millones de personas.
II
Casi tan drástico como la decadencia y caída del campesinado, y mucho mas
universal, fue el auge de las profesiones para las que se necesitaban estudios
secundarios y superiores. La enseñanza general básica, es decir, la alfabetización
elemental, era, desde luego, algo a lo que aspiraba la practica totalidad de los
gobiernos, hasta el punto de que a finales de los años ochenta solo los estados
mas honestos o desamparados confesaban tener más de media población
analfabeta, y solo diez estaban dispuestos a reconocer que menos del 20% de su
población sabía leer y escribir. La educación superior paso a ser cada vez más
grande, cuando familias de trabajadores podían enviar a sus hijos a las
universidades.
III
A diferencia de las poblaciones rural y universitaria, la clase trabajadora industrial
no experimento cataclismo demográfico alguno hasta que en los años ochenta
entro en ostensible decadencia, lo cual resulta sorprendente, considerando lo
mucho que se habló, de la sociedad postindustrial, y lo que realmente
revolucionarias que fueron las transformaciones técnicas de la producción, la
mayoría de las cuales ahorraba o suprimía mano de obra, y considerando lo
evidente de la crisis de los partidos y movimientos políticos de base obrera
después de 1970. Pero la idea generalizada de que la vieja clase obrera industrial
agonizaba era un error desde el punto de vista estadístico, por lo menos a escala
planetaria.
Josep Fontana: Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde
1945, Pasado y Presente: capítulo 13: El fin del socialismo realmente
existente
- La herencia más grave que Brezhnev dejaba a sus sucesores tras su muerte,
en noviembre de 1982, era la crisis económica del imperio soviético. La Unión
Soviética se vio obligada a asumir cuantiosos gastos para asegurar la
viabilidad económica de los países de su órbita política. Gran parte de esta
ayuda la recibían como suministros de petróleo y de gas subsidiados. El
mantenimiento del imperio era económicamente inviable, puesto que no se
podía seguir haciendo pagar a la población soviética el coste de financiar los
niveles de vida de la Europa del este, sin contar con la ayuda que se prestaba
a toda una serie de “clientes” en otros lugares del mundo.
- Iuri Andropov, heredo el poder a 68 años de edad, obligado a hacer frente a
una situación económica difícil y a la agresividad de Reagan. Hasta entonces,
decía Andropov, los norteamericanos hablaban de sus armas como medios de
intimidación, ahora se referían a los nuevos sistemas de misiles de su corta
actuación figuran la enérgica campaña emprendida contra la corrupción, con la
destitución y juicio de numerosos altos funcionarios. También la forma realista
y abierta con que se enfrentó al estancamiento económico y al atraso científico
del país. En opinión de Markus Wolf, Andropov era el reformista más capaz de
todos: entendía la mala situación de la URSS y quería aplicar buena parte de
las medidas que más tarde se adoptarían, pero con orden y prudencia. Pero,
enfermo como estaba, permaneció poco más de un año al frente de la Union
Soviética.
- Tras su fallecimiento, el 9 de febrero de 1984, la recomendación de nombrar a
Gorbachov fue ignorada y el poder paso a manos de Konstantin Chernenko, un
hombre de setenta y tres años de edad, débil y enfermo. La subida al poder de
Chernenko significaba detener la línea del reformismo iniciado por Andropov y
volver a la tranquila pasividad de los tiempos de Brezhnev, pese a que la
gravedad de la crisis resultaba cada vez más evidente y a que desde el ejército
se criticaba la ineficiencia del aparato militar-industrial soviético y la insensatez
de los grandes proyectos ideados para seguir a los norteamericanos en la
carrera armamentística. Eran momento en que la amenaza de un posible
ataque nuclear norteamericana parecía real. Los soviéticos crearon entonces
un sistema de represalia automático. Chernenko falleció el 10 de marzo de
1965.
- Gorbachov fue elegido nuevo secretario general del partido en marzo de 1985.
Se necesitaba un cambio drástico, por grandes que fueran los riesgos.
La conversión de Ronald Reagan:
- En 1983 Ronald Reagan empezó a cambiar si actitud hacia el desarme. Los
rusos siempre habían temido que un loco incontrolado pudiese iniciar un
ataque general desde los Estados Unidos, y la política de rearme y la retórica
agresiva de Reagan les hicieron temer que podía ser ese loco. (Reagan lo
supo, por lo que decidió calmar la situación; también dice que vio una peli y
jugo un jueguito acerca de una guerra nuclear, lo conmovió y se puso en modo
pacífico, y da un par de motivos más). Propuso a la asamblea general de la
ONU, en septiembre de 1984, que se abriesen nuevas negociaciones NTS, lo
que los soviéticos aceptaron. Cuando finalmente se iniciaron en Ginebra, en
noviembre de 1985, el antagonista con quien Reagan habría de tratar era Mijail
Gorbachov. Se iba a iniciar entonces un cambio radical en sus actitudes hacia
el desarme, que solo puede explicarse en términos de una evolución personal.
Gorbachov y la política de desarme
- Era el hijo de campesinos y había ascendido en el partido gracias a su
esfuerzo y a su inteligencia.
- Había viajado por diversos países de Occidente, lo cual le hizo consciente del
atraso económico de la URSS y le llevo a preocuparse desde el primer
momento por el elevado gasto de la política de rearme, que consumía del 15 al
17 por cierto del PNB, así como por los costes de mantenimiento del imperio
europeo y el de las ayudas a países como Cuba, Nicaragua, Camboya, Angola
o Etiopia, sin olvidar el gasto por la guerra de Afganistán.
- (la política de rearme era) justificada por la obsesión de que era necesario
mantenerse cerca del potencial de los Estados Unidos, porque en el preciso
momento en que los norteamericanos se creyesen superiores podían sentirse
tentados a dar el primer golpe y emprender un ataque nuclear contra la Unión
Soviética. Se llego a estimar que el gasto militar consumía el 40 por ciento del
presupuesto.
- Disminuir a la vez el gasto militar y los costes del imperio y volver a
negociaciones de distensión eran pasos necesarios para disponer de recursos
con los que mejorar la situación interior de la Unión Soviética sin necesidad de
abandonar el sistema vigente, porque estaba convencido de que, con todos
sus defectos, el socialismo era más justo y equitativo, más beneficioso para la
gente común.
- Había que realizar reformas muy costosas en la economía que debían venir
acompañadas por cambios a fondo en el terreno político. Comenzó con una
campaña para eliminar a los dirigentes corruptos.
- Inicio entonces una política de conciliación que pretendía abrir la Unión
Soviética al mundo y acabar con su aislamiento. Las primeras conversaciones
entre Reagan y Gorbachov en Ginebra, del 19 al 21 de noviembre de 1985. Se
llego por lo menos a obtener la superioridad militar y se comprometían a
mantener abiertas las negociaciones de limitación de armamentos.
Gorbachov estaba decidido a acabar unilateralmente con la carrera
armamentística, porque se había dado cuenta de que “nadie nos atacara,
aunque nos desarmemos por completo”, y que liquidar esta carga era
necesario para liberar el país y ponerlo en el buen camino.
Impaciente por avanzar, Gorbachov propuso a Reagan una nueva reunión de
carácter personal, que se iba a celebrar en Reykjavik en octubre de 1986, a la
que llevo propuestas más avanzadas de desarme.
Un paso adelante hacia el entendimiento se produjo con el anuncio por parte
de Gorbachov de que iba a retirar las tropas soviéticas de Afganistán. Una cifra
total de 14453 muertos soviéticos y unos gastos anuales de 6000 millones de
rublos eran demasiado como para seguir sosteniendo aquella aventura. La
retirada de las tropas soviéticas comenzó en mayo de 1988 y concluyo en
febrero de 1989.
Convencido de que los Estados Unidos no preparaban un ataque a la Unión
Soviética, optó por tirar adelante los proyectos de reducción de armas,
prosiguiendo una línea de actuación que estaba alejando de él, no solo a los
militares, a quienes se les exigía que abandonasen la lucha por alcanzar la
superioridad sobre el enemigo, y a los viejos políticos sino incluso a algunos de
los jóvenes colaboradores que le habían dado apoyo hasta entonces.
En diciembre de 1987 Gorbachov viajo a Washington para una serie de
conversaciones que condujeron a la firma del tratado de eliminación de armas
nucleares.
- El 26 de abril de 1986 se produjo la catástrofe de Chernóbil: la explosión en
una central nuclear en Ucrania, que causó la muerte de unas ocho mil
personas y obligo a desplazar a más de doscientas mil personas. El accidente
vino a mostrar, “no solo cuan obsoleta era nuestra tecnología, sino también el
fracaso del viejo sistema”.
- En el discurso que pronunció el 7 de diciembre de 1988 en Nueva York,
Gorbachov pedía la “no politización de las relaciones internacionales”, hablaba
de la democracia y de la superioridad de los valores humanos universales
respecto de los intereses de clase, exponía las líneas de un “nuevo
pensamiento” que se apartaba cada vez más del “marxismo-lenismo”, y
acompañaba estos planteamientos con el anuncio de hombres y tanques de la
República Democrática Alemana, Hungría y Checoslovaquia.
- El éxito de Gorbachov en el terreno de la política internacional era
incuestionable.
La crisis soviética:
- En el terreno de la transformación interior de la propia Unión Soviética, tras dos
años en que se limitó a seguir la tarea de depuración de funcionarios corruptos
que había iniciado ya Andropov, comenzó una política más ambiciosa que se
defendía por dos términos, glasnost (transparencia) y perestroika
(reestructuración), destinados a favorecer la discusión y la crítica, no solo en el
interior del partido, sino entre el partido y los ciudadanos. Pero la política de
transparencia encontró la oposición de unos funcionarios que no deseaban
verse afectados por ella. No había previsto tampoco los efectos
desestabilizados que iba a tener esta súbita apertura que estimulaba la crítica
del sistema. Hasta 1988 se defendían todavía en público los valores del
socialismo, pero el propio proceso de la glasnost acabo conduciendo a un
clima general de condena de todo lo que hasta entonces había caracterizado la
vida de la Unión Soviética, a la demolición de su historia y a la condena del
comunismo y del marxismo.
- En el verano de 1988, en el trascurso de la 19 Conferencia del partido,
Gorbachov propuso realizar “una transición pacífica de un sistema político a
otro”, y el primero de diciembre del mismo año hizo aprobar por el soviet
supremo una reforma constitucional que instituía un Nuevo Parlamento, el
Congreso de los diputados del pueblo, de 2250 miembros, de los que 1500
serían elegidos entre una pluralidad de nacionales, incluso el Partido
Comunista. Los diputados de este Congreso, que se reunirían dos veces al
año, serian quienes eligiesen a su vez a los 450 miembros de un soviet
supremo de nuevo estilo, que funcionaria permanentemente como órgano
legislativo y de control. Las elecciones al nuevo Congreso se celebraron en
marzo de 1989, con resultados muy desiguales y dio paso a un colectivo
abigarrado y para lisaron a un país acostumbrado a otro estilo político.
- Por otra parte, que mientras Gorbachov y sus colaboradores estaban soñando
en transformar la sociedad, su política estaba fracasando en dos cuestiones
decisivas: la reforma económica y la cuestión nacional. Era muy difícil cambiar
un sistema económico que tenía ya setenta años de funcionamiento, cuando
las reformas había que consensuarlas con un gran número de organismos y de
autoridades intermedias. No era fácil introducir mecanismos de mercado donde
los dirigentes intermedios los rechazaban. Y menos aún en momentos en que
la economía soviética estaba no solamente estancada, sino iniciado un cierto
retroceso. Gorbachov aspiraba a construir una economía mixta, introduciendo
elementos de mercado, descentralizando la gestión y mejorando
tecnológicamente una producción que solo podía considerarse avanzada en los
sectores ligados a las cuestiones militares y del espacio.
El abastecimiento empeoro y también lo hizo la situación de los trabajadores,
hasta el punto que comenzaron a producirse grandes huelgas de mineros, que
ahora no eran reprimidas, sino escuchadas y satisfechas en la medida, muy
escasa, en que ello era posible. Las huelgas politizaron, además, por influencia
de los mineros polacos de Silesia, que se habían asociados a los de los
muelles de Gdabsk en las peticiones de reforma; los mineros ucranianos,
asesorados por grupos venidos de Polonia, reivindicaban “las mismas
libertades de que disfrutan los polacos”. “El año 1988 revelo que las reformas
del mercado que se habían iniciado eran inadecuadas. Las innovaciones de
Gorbachov y el abandono de la economía de planificación estatal empeoraron
abruptamente la situación económica y, a la vez, el clima psicológico”.
Con una economía estancada, que había salvado sus resultados con los
beneficios de las exportaciones de petróleo, y una población descontenta, tanto
en la URSS como en los demás países del “área socialista”, de las condiciones
de vida y trabajo que les proporcionaba el sistema, se había llegado a un
momento en que parecía lógico que comenzasen a ponerse en duda tanto la
prendida superioridad de la economía planificada como los beneficios que el
“socialismo realmente existente” proporcionaba a la clase trabajadora. A partir
de este punto se produjo un desplome de la fe en el sistema en que se había
basado toda la historia de la URSS, sin que estuviera claro con que se
pretendía reemplazarlo. El régimen soviético no iba a ser derribado por sus
enemigos interiores o exteriores; sino por la renuncia a los principios que le
daban sentido. Habiéndolos perdido, hizo implosión.
El hundimiento del sistema “socialista”
- Los gobiernos de los países de la Europa central y oriental que quedaban en el
área de influencia soviética no habían conseguido establecer sistemas políticos
capaces de satisfacer las aspiraciones populares de libertad y democracia,
pero habían protagonizado una autentica transformación social: en todos ellos
se crearon sistemas de beneficios sociales en el terreno de la salud o las
pensiones, se aseguró el pleno empleo y se desarrolló un sistema educativo
que transformo por completo los niveles culturales de sus sociedades. Estos
avances pudieron sostenerse gracias a un progreso económico que durante
veinticinco años mantuvo tasas de crecimiento cercanas al 4 por ciento anual.
Pero con la crisis de mediados de los setenta unas economías que se habían
basado en el carbón, el hierro, las manufacturas metálicas o la construcción
naval, y que dependían en buena medida de sus relaciones económicas con
Occidente, comenzaron a experimentar los efectos de la recesión y buscaron
saldar los déficits de sus balanzas comerciales, y mantener el gasto social que
era una de sus únicas fuentes de legitimación, con créditos que fueron
agobiándolos con una carga insoportable de deudas.
- Gorbachov estaba dispuesto a reconocer el derecho de sus diversos
integrantes a organizarse políticamente como les acomodara, pero las
relaciones económicas debían modificarse. (Esto se debía a) que los soviéticos
estaban subsidiados en estos países un nivel de vida superior al de la mayoría
de la población soviética, a través de unos créditos que no se devolvían y de
precios especiales para los suministros de petróleo y de gas. Sin olvidar el
coste de asegurar la estabilidad de sus regímenes con la presencia en sus
países de fuerte contingentes de tropas rusas. Todo esto representaba una
carga difícil de sostener el momento en que se había producido una caída de
los precios internacionales del petróleo que los soviéticos exportaban.
En noviembre de 1986 se convocó una reunión secreta del COMECON en
Moscú. (Se dispuso que) la época del paternalismo había concluido y en el
futuro cada partido sería responsable ante su propia población y ante su
opinión publica. En el futuro las relaciones económicas con la URSS debían ser
mutuamente provechosas y realizarse en términos de las condiciones y precios
del mercado mundial. Esto implicaba que debían comenzar a buscar nuevas
vías de financiación, orientándose hacia los países de Occidente, con los que
en principios ya estaban endeudados, lo que agravaría aún más su situación.
- (la URSS dejo de intervenir en las decisiones políticas y económicas tomadas
por los países del Este, al mismo tiempo que dejo de apoyarlos económica y
militarmente).
La caída del muro de Berlín:
- En el rápido desmoronamiento de los países del este tuvo una influencia
decisiva lo sucedido en la República Democrática Alemana, cuya crisis se
precipito cuando los ministros de Asuntos exteriores de Hungría y de Austria
cortaron simbólicamente las alambradas de la frontera que les separaba. Esta
decisión, que el primer ministro, Németh, consulto a comienzo de marzo de
1989 con Gorbachov, que no dudo en aprobarla, estaba destinada en principio
a ahorrarse el alto coste de mantenimiento de unas alambradas que eran
totalmente inútiles, dado que los ciudadanos húngaros tenían libertad para
viajar al extranjero.
- El éxodo en masas dio nuevos ánimos en la Alemania del está a las
manifestaciones populares con la caída del muro de berlín el 9 de noviembre
de 1989.
La crisis de las democracias populares
- La mayoría de los dirigentes de estos países se daban cuenta de que no
podían subsistir sin los subsidios económicos y las tropas de la Unión
Soviética, de modo que comenzaron a prepararse para la transición.
- La primera y más sensible de las crisis fue la de Polonia, donde los mismos
comunistas dirigieron el cambio. Los soviéticos aceptaron los acuerdos de abril
de 1989, que creaban un nuevo cargo de presidente y un Senado de 100
plazas, a las que la oposición podría optar en las elecciones, al igual que a 161
escaños de los 460 con los que contaba el Sejm o Parlamento. Las elecciones
de junio dieron un triunfo aplastante a Solidarno’s’c y a su líder Lech Walesa.
Los movimientos de reforma política se veían hasta cierto punto contenidos en
Polonia por la conciencia de la gravedad de sus problemas económicos, que
los norteamericanos no estaban dispuestos a resolver por su cuenta.
- En Hungría Janos Kádár intentando hacer compatible la reforma económica,
que alcanzo excelentes resultados en la agricultura, con el inmovilismo político,
hasta que después de 1985 comenzó a resultar claro que la continuidad del
crecimiento económico exigía también reformas institucionales. Fueron aquí
sobre todos los intelectuales integrados en el Foro democrático húngaro
quienes iniciaron el dialogo con los gobernantes comunista en un clima en que
sus propios compañeros forzaron la dimensión de Kádár en mayo de 1988,
reemplazado al frente de partido por Karóly Grósz. Se inicio entonces el
camino de retorno al pluralismo. El Comité Central del partido adopto en
febrero de 1989 el proyecto de una nueva Constitución que preconizaba
elecciones libres y multipartidismo, que llevo a que se celebraran elecciones en
1990. En los dos casos, tanto en Polonia como en Hungría, las negociaciones
se hicieron sobre todo por arriba, sin participación de las masas.
- En Bulgaria el movimiento de reforma surgió, a falta de una oposición
anticomunista, de las nuevas organizaciones de debate político, como el “Club
por la perestroika” y la glasnost”, creando por un centenar de intelectuales en
noviembre de 1988, o de las de defensa de la ecología, a la ve que los
sectores reformistas del Propio Partido Comunista, que contaron con la
colaboración de la embajada soviética para forzar a Todor Zhivkov, el dirigente
comunista de la Europa del este que llevaba más años en el poder a que
“dimitiese” el 10 de noviembre de 1989. La evolución posterior, estimulada en
este caso por amplios movimientos de protesta popular, obligo a imitar los
modelos de las mesas redondas de Polonia y de Hungría, lo que acabo
conduciendo a un gobierno de coalición y a la desaparición del Partido
Comunista, reconvertido en Partido Socialista.
- En Checoslovaquia no existía una entidad opositora. Pero en 1989 comenzó
con la amenaza de una serie de manifestaciones populares pacificas que
tomaron especial gravedad en enero y febrero. Las cosas, parecieron calmarse
hasta los momentos finales, en noviembre de 1989, después de la caída del
muro de Berlín y de la crisis del gobierno de Alemania del Este. El 19 de
noviembre se creó el Foro cívico y los teatros se sumaron a la huelga que
habían iniciado los estudiantes universitarios. Las manifestaciones de los días
siguientes no tuvieron respuesta de un gobierno que no quiso arriesgarse a
usar el ejercito contra los manifestantes y que sabía que no podía esperar
apoyo alguno de los soviéticos. Esta situación condujo a la apertura de
negociaciones entre le gobierno y el Foro cívico, de las que salió un gobierno
de coalición y dieron paso a unas elecciones libres en junio de 1990.
- Solo en Rumania puede decirse que el cambio fue el fruto de una revolución,
nacida en un clima social de malestar como consecuencia de los abusos en el
terreno de los derechos humanos y de la escasez de unos alimentos que el
gobierno destinaba a la exportación. Se formo un Consejo del Frente de
salvación nacional integrado por 36 miembros: antiguos dirigentes del Partido
Comunista, militares y disidentes.
- En ninguno de los otros países de la Europa del este se puede hablar
exactamente de “revolución”, aunque los acontecimientos estuvieran
acompañados por grados diversos de agitación popular. Una guerra civil dentro
de las elites comunistas”: una especie de suicidio colectivo de los propios
dirigentes.
La capitulación
- El deshielo de las relaciones internacionales de Gorbachov ambicionaba
conseguir, y que con Reagan parecía cercano, tardo en producirse ante los
recelos de su sucesor, George H.W. Bush. Entendían tan poco lo que estaba
ocurriendo en la URSS que llegaron a pensar que Gorbachov era en realidad
más peligroso que los gobernantes que le habían precedido.
No fue hasta comienzos de diciembre de 1989, con un año de retraso, que se
produjo una primera reunión entre George H.W. Bush y Gorbachov.
- El 23 de septiembre de 1989, antes por tanto de la apertura del muro de Berlín,
Margaret Thatcher le había dicho a Gorbachov que “Gran Bretaña y la Europa
occidental no están interesados en la unificación de Alemania. Lo que dice el
comunicado de la OTAN puede sonar diferente, pero no le haga caso. Nosotros
no deseamos la unificación de Alemania (…), no estamos interesados en
desestabilizar Europa del este, ni en la disolución del tratado de Varsovia”. En
cuanto a Kohl, hablaba en 1989 de largo proceso, que comenzaría con unas
elecciones libres en la DDR, seguiría con una confederación entre dos países
independientes, que daría paso a una federación en un solo estado años más
tarde, “tal vez cinco”, que no se produciría más que con el acuerdo de los
países vecinos. Esto ayuda a entender que los dirigentes del este no
esperasen un cambio radical en la situación política de Europa. Una Alemania
Unida y fuerte “no conviene ni a nuestros intereses ni a los vuestros”.
Gorbachov, por su parte, en medio de los problemas a que había de
enfrentarse en la propia Unión Soviética, no tenía idea alguna de cómo resolver
el problema alemán. No les quedaba otro remedio que resignarse a la forma en
que se fueron produciendo los acontecimientos.
En diciembre comenzaba a desintegrarse el régimen de la Alemania
“democrática”: el Politburó se disolvió y Krenz renunció al cargo de jefe del
estado.
Las cosas se precipitaron, en parte por la torpeza de lo que quedaba del
gobierno y de la policía del viejo régimen, y las elecciones celebradas el 18 de
marzo en la Alemania oriental dieron un inesperado triunfo a los
cristianodemócratas, que obtuvieron el 48 por cientos de los votos.
En la reunión de la cumbre celebrada en Washington y Camp David en mayo-
junio de 1990 Gorbachov acabo aceptando el derecho a que la nueva Alemania
unificada escogiera la alianza militar a que quería unirse.
Kohl pudiese imponer sus condiciones en julio, en una visita a Moscú en la
que, agobiado por la situación económica, Gorbachov fue riéndose sin
demasiada resistencia y acabo aceptando que la unificación se realizase en
aquel mismo año. El 12 de septiembre se firmaba en Moscú el acuerdo que
acababa con el régimen de ocupación de los cuatros potencias vencedoras de
la segunda guerra mundial y devolvía la plenitud de la soberanía a la Alemania
Federal.
- Los Estados Unidos, la Unión Soviética y otros treinta países firmaron el 21 de
noviembre de 1990 la Carta de Paris para una nueva Europa que anunciaba
“una nueva era de democracia, paz y unidad”, y proclamaba que “la era de la
confrontación y división de Europa ha concluido”. Pero las previsiones de que a
partir de este punto se fuese a una plena integración, en pie de igualdad, de los
países de Oriente y de Occidente, con unas estructuras conjuntas, como un
Consejo europeo de seguridad, no se cumplieron nunca. Tras el
desmoronamiento de la Unión Soviética la prevista integración de este y oeste
fue reemplazada por la expansión de la OTAN y de la Unión Europea hacia el
este. La Carta de Paris fue un acto de capitulación, como la de Alemania en
1918 o la de Japón en 1945.
La disolución de la unión soviética:
- Los problemas políticos que Gorbachov experimentaba en el interior se vieron
agravados por si fracaso en la cuestión nacional, que no era un problema
nuevo, sino viejo y mal resuelto que la propia debilidad del estado soviético
reanimaba ahora.
- Durante un tiempo, se intentó luchar en este terreno con métodos del viejo
estilo.
- De hecho, el final de la experiencia Gorbachov aparece ligado al fracaso ante
el problema de la cuestión nacional, en que no se supo actuar.
- El gobierno de Moscú no podía aceptar modificaciones de fronteras entre las
repúblicas, si no que quería que se produjese una lluvia de reclamaciones por
todas partes, e intento resolver la cuestión directamente, tomando el control de
la zona con la intervención del ejército. Con la disolución de la Unión Soviética
el conflicto se convirtió en una guerra que, ha provocado expulsiones en masa
de la población de uno y otro lado.
- La comisión del Congreso de la URSS que estudio los acontecimientos
comenzaba reconociendo que “la perestroika ha dado lugar a un despertar de
la conciencia nacional y a un intento de conseguir independencia económica y
soberanía estatal que hoy caracterizan la situación política y social.
- En aquellos momentos, afirma Cohen, la gran mayoría de la población deseaba
conservar un sistema socialista reformado. “La Unión Soviética no estaba
condenada a desintegrarse en 1991. (…) El Imperio soviético pudo haber
durado por muchos años más, tal vez incluso décadas, si hubiese habido un
líder o un conjunto de líderes dispuestos a mantener el control imperial”.
- Gorbachov tuvo que hacer frente a las resistencias que provocaban su doble
fracaso en el terreno de la política internacional y en el de la reforma interna.
- Un Yeltsin defraudados personalmente, y conscientes del fracaso de la política
de reforma, comenzó a atacar a Gorbachov “poniendo en duda todo lo que se
había realizado durante los tres años de perestroika”, con un lenguaje que
recogía la incertidumbre y las sospechas de los ciudadanos comunes respecto
de la honradez de sus dirigentes. Yeltsin comenzó a distanciarse del
comunismo y a jugar la carta de un nacionalismo que expresaba malestar de
los ciudadanos rusos por las consecuencias de la crisis, y en especial por el
hecho de que los recursos de Rusia fuesen usados para mejorar las
condiciones de vida en otras repúblicas soviéticas.
- Para vencer la resistencia a las reformas por parte de los órganos del partido,
se creó un sistema republicano presidencialista. Gorbachov consiguió ser
investido como presidente de la URSS en marzo de 1990.
- En el desfile del primero de mayo de 1990, aparecieron grupos que llevaban
pancartas con lemas contra Gorbachov, contra el PCUS.
- Yeltsin consiguió la presidencia del soviet supremo o Parlamente de la
República rusa en mayo de 1990.
Josep Fontana: Capitulo 2, 12 y 16:
LOS AÑOS SETENTA: EL INICIO DE LA GRAN DIVERGENCIA
Crecimiento de la población = ciento de millones de seres humanos morirán de
hambre.
Estas previsiones de agotamiento del modelo de crecimiento vigente se
agravaron pocos años
después cuando:
• los países industrializados sufrieron las consecuencias del alza de los precios
del petróleo
• cuando la organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OAPEC)
decidió suspender sus envíos a los países que habían apoyado a Israel y optó
después por aumentar los precios del crudo.
La dependencia creciente de las potencias industriales respecto del petróleo
importad les permitió a los productores multiplicar el precio del barril.
Todo indicaba que había llegado su fin la euforia desarrollista de las tres
décadas gloriosas.
El inicio de la gran divergencia
El período de 1945 a 1975 había sido en conjunto de los países desarrollados
una etapa en que un reparto más equitativo de los ingresos había permitido
mejorar la suerte de la mayoría.
Esta tendencia se invirtió en los años setenta al producirse una crisis
económica.
Se iniciaría entonces un proceso de signo contrario, en que los ingresos de los
más ricos crecerían a expensas de los trabajadores y de las clases medias.
La crisis económica había tenido como primera consecuencia que la
producción industrial del
mundo entero disminuyese en un diez por ciento, lo que dejó a millones de
trabajadores en el paro
Estos fueron años de conmoción social, con los sindicatos movilizados en
Europa en defensa de los intereses de los trabajadores.
En la medida en que los orígenes de la divergencia nacen de unos
antecedentes políticos, de la <<manipulación de las leyes y las reglas por obra
de aquellos que podían pagar cabilderos (lobbyists), legisladores, abogados y
contables para realizar sus encargos >>
El programa político e intelectual que iba a inspirar este giro lo expresó con
toda claridad Lewis Powell en agosto de 1971.-> ataque al sistema americano
de libre empresa. Powell llamaba la atención acerca del riesgo que implicaba
el avance en la sociedad norteamericana de ideas contrarias al <<sistema de
libre empresa>> e insistía en la necesidad de combatirlas, sobre todo en el
terreno de la educación.
ADVERTÍA también Pero no deberíamos desdeñar la acción pública
La lección de que el poder político es necesario.
Para emprender este programa se necesitaban ante todo organizaciones
poderosas de un volumen de ingresos suficientes.
Los resultados a largo plazo de la gran divergencia transformarían
profundamente nuestras sociedades. Las consecuencias de una gigantesca
redistribución de la riqueza no solo se manifestaron en el empobrecimiento
relativo de los trabajadores e incluso de las clases medias, sino que otorgaron
a las empresas una influencia política con la que les resultó más fácil fijar las
reglas que permitirían consolidar el proceso.
Gerald Ford
La renuncia de Nixon llevó al poder a Gerald Ford, el primer presidente de los
EEUU que no había sido elegido. FORD se propuso inicialmente conservar el
equipo de NIXON, aunque lo que completando gradualmente con una serie de
hombres más jóvenes.
Su primer hombre de confianza, a quien recurrió para poner orden en el
entorno más inmediato, como coordinador del equipo de la casa Blanca, fue
Donald Rumsfeld.
Más tarde lo nombra secretario de defensa.
Uno de los problemas que urgía resolver era el de la inflación
• Comenzaron con la idea de proponer una campaña voluntaria de ahorro que
pretendía recordar algunas de las de Roosevelt durante el New Deal.
• EL discurso en el que anunciaba esta campaña, proponiendo a los
norteamericanos << que hiciesen una lista de diez maneras de combatir la
inflación y ahorrar energía>> fue objeto del ridículo público.
• PROBLEMA: sin que hubiese desaparecido la inflación, comenzaron a
desaparecer signos de recesión, con un aumento del paro.
• Interviene ALAN GREENSPAN sugiriendo medidas para recortar el gasto
público, una reducción de los impuestos y las primeras medidas de
desregulación, en una pugna constante con unas cámaras dominadas por los
demócratas, que acabaron apoyando el plan que permitió superar la amenaza
de crisis.
• Al ser rechazado por el Congreso, un gigantesco plan de ahorro de energía
propuesto por Rockefeller que incluía la creación de una corporación
semipública que financiaría proyectos de innovación del sector privado, lo que
podía convertirse en un mecanismo de reparto incontrolado de recursos
públicos.
• En este contexto, un joven economista del Departamento del Tesoro
ARTHUR
LAFFER sostuvo en una comida con RUMSFELD y CHENEY la teoría de que
un aumento de los tipos de los impuestos no se traducía necesariamente en
que aumentasen sus rendimientos para el gobierno.
• Parte de los fracasos de FORD cabe atribuirlos precisamente a la oposición
de los demócratas, que le infligieron golpes duros.
• Los ataques iban dirigidos de manera especial contra la CIA, que había
practicado sin autorización el espionaje de las comunicaciones privadas en el
interior de los EEUU.
• La agencia y el gobierno se encontraban al propio tiempo atacados por un
amplio grupo de halcones, encabezado en algún modo por RUMSFELD, que
deseaban acabar con la política de distensión que había realizado NIXON, y
que KISSINGER trataba de continuar. ->
• se oponían a que llegase un acuerdo de limitación de armas SALTII
• Denunciaban que se estaba subvalorando la realidad de la amenaza
soviética.
■ Para enfrentarse a estas críticas fue el propio director de la CIA, Bush
creó el TEAM B un equipo de 16 asesores externos que había de proporcionar
estimaciones alternativas de la amenaza soviética.
■ El TEAM B condenaba la política de desarme que había seguido el equipo
NIXON-KISSINGER y exageraba sin ninguna base la potencia militar de la
URSS, contradiciendo las estimaciones de la CIA que era consciente de la
decadencia gradual de los equipamientos militares soviéticos, a las que
contraponía las más fantásticas especulaciones acerca de la posibilidad de las
nuevas armas que no existían, pero que ayudaron al Team B a mantener los
miedos de la guerra fría.
■ A esto hubo que añadir la OBSTRUCCIÓN DEL CONGRESO, que pretendía
recobrar el control de la política exterior que NIXON le había arrebatado y que
le creó por ello a FORD todo género de dificultades. -> se negó a
proporcionarle los recursos que pedía para frenar el hundimiento final del
gobierno de Vietnam del Sur
• No pudo hacer nada para impedir el fracaso final de la guerra, con el triunfo
de los comunistas, y se vio obligado a intervenir personalmente para conseguir
que se diese una mínima ayuda a los refugiados vietnamitas.
• Cuando se produjo el enfrentamiento entre Grecia y Turquía, KISSINGER Y
FORD trataron de manejar el asunto con prudencia, pero el CONGRESO
impuso un embargo de la ayuda militar a Turquía que dañó seriamente las
relaciones entre los dos países.
• La interferencia de las cámaras, y la actuación de RUMSFELD y de su grupo
del gobierno, llevaron al fracaso los esfuerzos que FORD realizó para continuar
la política de distensión.
Noviembre de 1974 se entrevistó en VLADIVOSTOK con BRÉZHNEV. ->
consiguen llegar a un acuerdo acerca del mantenimiento de un número igual de
misiles. (las negociaciones encontraron una firme resistencia por parte de unos
representantes que criticaban los acuerdos de desarme y que rechazaban los
de comercio con la Unión Soviética.
Se estaban produciendo cambios perturbadores en la escena internacional,
como la revolución que derribó la dictadura en Portugal y que creó una confusa
situación en sus colonias: en Timor Oriental, o en Angola (donde iba a
comenzar una guerra civil en que los norteamericanos
intervendrían durante muchos años.)
FORD Y KISSINGER de paso por Madrid, trataron en vano de convencer a un
FRANCO envejecido para que interviniera en PORTUGAL y frenase el proceso
revolucionario, con el fin de evitar que un gobierno portugués con participación
de COMUNISTAS tuviera acceso a los
órganos superiores de la OTAN.
ANGOLA, fue otro de los problemas en que el CONGRESO se enfrentó a
FORD. La administración había aprobado en julio de 1975, a espaldas del
congreso, una suma de 32 millones de dólares para financiar una operación
secreta de la CIA en apoyo de las facciones enemigas del MPLA, que estaba
sostenido por los soviéticos y por Cuba. _> cuando se descubrió la existencia
de esta operación, el Congreso, la cortó de raíz, infligiendo una nueva derrota
al
presidente.
El más importante éxito de Ford:
■ Culminación de las negociaciones de la Conferencia sobre la
COOPERACIÓN Y LA SEGURIDAD EN EUROPA, que condujo a la firma de
los acuerdos de HELSINKI donde se determinaba:
■ la aceptación de las fronteras europeas surgidas de la segunda guerra
mundial
■ Se permitía reanudar el comercio con la Unión soviética
■ Y se comprometía a los firmantes a respetar los derechos humanos y las
libertades fundamentales.
■ Los acuerdos de Helsinki fueron mal recibidos por los políticos
norteamericanos.
-Acaba su presidencia.
La presidencia de Carter
Jimmy Carter, el primer presidente evangelista de los EEUU. Era un baptista
profundamente religioso y tímido.
Con los escándalos de Watergate todavía recientes, y con la decepción pública
por el perdón que Ford había concedido a NIXON, era el momento en que se
les podía vender a los ciudadanos un programa tan trivial como el de
prometerles << un GOBIERNO TAN BUENO, HONESTO DECENTE VERAZ
CORRECTO COMPETENTE IDEALISTA Y COMPASIVO Y TAN LLENO DE
AMOR COMO EL PROPIO PUEBLO AMERICANO>>
La campaña de los candidatos mostró que ninguno tenía talento, pero FORD
(que era superior en términos de capacidad política) resultó claramente
perjudicado por la mala situación de la economía. CARTER gana a FORD una
victoria que se debió al peso del voto de los trabajadores
sindicados, a los que Carter iba a defraudar, y al de los votantes de las zonas
empobrecidas de agricultores y productores textiles del sur, que llevaban ya
unos años inclinándose por los republicanos, pero que esta vez favorecieron el
primer hombre del sur profundo que iba a acceder a la presidencia desde 1948.
Una nueva política exterior
Carter comenzó su discurso de toma de posesión agradeciendo a FORD (todo
lo que había hecho para curar el país) tras lo cual citó la biblia, pidió <<un
nuevo espíritu nacional de unidad y confianza y manifestó su voluntad de
mantener la fuerza la vez que luchaba por el ideal de la eliminación de todas
las armas nucleares de la tierra.
Pronto se pudo ver que más allá de las ideas morales de su campaña, no tenía
una política propia. Él mismo sostenía que no era ni conservador, ni liberal, ni
centrista, no se acomodaba a los modelos de política existentes, pero una
vez instalado en la presidencia no podía seguir
jugando a ser un político al margen de las realidades de Washington, de modo
que se limitó inicialmente a una gestión burocrática. Además, se vio obligado a
aceptar una serie de compromisos.
Se decía que su principal consejero era su esposa Rosalynn que participaba en
algunas ocasiones en las reuniones de más alto nivel.
Carter que menospreciaba la política pragmática de Nixon y de Kissinger
hubiera querido gobernar de manera personal, prescindiendo del apoyo del
Congreso, dispuesto, si los legisladores se le enfrentaban a acudir
directamente al pueblo.
De ahí surgieron algunos de sus primeros errores, como el de
• decidir (sin consultar a nadie) la retirada de tropas de Corea del sur-> esto
provoca tales protestas en Corea, en Japón y en el propio Congreso
norteamericano con BRZEZINKI se vio obligado a idear un subterfugio para
frenar la retirada, evitando que el presidente tuviera que hacer marcha atrás
públicamente. Su actuación en la política exterior estuvo marcada en sus
inicios por:
• la esquizofrenia de verse sometido a la doble influencia de su secretario de
Estado, CYRUS VANCE, partidario de una política de negociación y del feroz
antisoviético que era BRZEZINKI, cuyas geopolíticas acabaron embarcando a
Carter en el fin de la distensión y en la reanudación de la guerra fría, a partir
del momento en que su influencia se impuso a la del realismo de VANCE.
En contra de CARTER estaba el COMITEE ON TE PRESENT DANGER
(CPD).
-Tanto CARTER como sus predecesores habían traicionado los intereses de la
nación con la política de distensión.
-El CPD sobrevaloraba la potencia de una Unión Soviética que seguía
armándose para aniquilar a los EEUU, por lo cual se mostraba contrario a una
política de negociaciones y propugnaba un nuevo rearme que asegurase a los
norteamericanos una superioridad total.
Se oponían además a la visión de la Trilateral de una economía mundial
gestionada globalmente por los EEUU, JAPÓN y EUROPA.
22 MAYO DE 1977-> CARTER pronunciaba su primer gran discurso de política
exterior en el que expresaba la preocupación por los derechos humanos y
decía: Estamos hoy lejos del exagerado temor del comunismo que nos llevaba
a asociarnos con cualquier dictador que coincidía con nosotros en este temor.
-> lo cual resultó ser una gran falacia, con escasos efectos en la práctica,
puesto que
• toleró los crímenes de los militares en El Salvador.
• Y favoreció a dirigentes despóticos como el Shah de Irán, el dictador Zia-ul-
Haq de
Pakistán etc.
• Aumentó ayuda militar a un Suharto que la usaba para dominar Timor a
sangre y fuego
• Decidió apoyar a Pol Pot para que prosiguiese su genocidio en Camboya, etc.
-El primer golpe de efecto de Carter en este terreno fue el tratado de
devolución de la zona del canal a Panamá, culminando unas negociaciones
que llevaban muchos años gestionándose. -> El tratado ofrecía entregar a
Panamá la gestión del canal y la jurisdicción sobre la zona, iba
acompañado por otro de neutralidad, (que daba a los EEUU el derecho a
defenderlo de cualquier amenaza y otorgaba a sus buques de guerra libertad
de tránsito.
-Su otro éxito-> fueron los acuerdos de Camp David de septiembre de 1978
que llevaron a la firma por SADAT y BEGIN del tratado de paz del 79 por el que
Egipto reconocía el estado de Israel y este se comprometía a devolverle la
península del Sinaí.
-CARTER se proclamaba preocupado por los asuntos del Oriente Próximo y las
negociaciones de Camp David fueron uno de los pocos acontecimientos de su
presidencia en que se le pudo ver realmente implicado.
-a CARTER los asuntos de EUROPA no parecían importarle y no entendía
nada de lo que ocurría allí y tuvo una mala relación con los políticos.
La reanudación de las negociaciones de desarme no pudo ser más
desafortunada. Los soviéticos habían esperado recomenzarlas en el punto en
que habían quedado con Ford y se encontraron ahora con una nueva
propuesta norteamericana de reducción del número de cabezas nucleares que
entendieron como una mera maniobra propagandística.
A empeorar las cosas contribuyó especialmente BRZEZINSKI, que transformó
la voluntad de Carter de normalizar plenamente las relaciones con China
culminadas con la vista de DENG XIAOPING a los EEUU en un refuerzo de
alianza contra el enemigo común soviético, que incluía la venta de tecnología y
armas. Resultaba incoherente que CARTER esgrimiese contra los soviéticos el
tema del respeto a los derechos humanos, mientras callaba en el caso de
CHINA. Uno de los aspectos más vergonzosos de esta negociación fue que
incluyó la aceptación tácita por parte de los EEUU del ataque que CHINA iba a
emprender contra VIETNAM, al que los norteamericanos colaboraron <<
ofreciendo información acerca de emplazamientos de tropas (soviéticas)
alrededor de CHINA.
Por otra parte, la construcción de armas que no estaban incluidas en SALT I
iba aumentando los stocks de destrucción.
Los Norte Americanos empezaron a preocuparse seriamente al saber que los
rusos apuntaban sus armas más potentes y exactas a sus depósitos de misiles
y no a las ciudades, lo que creaba el temor a una VENTANA DE
VULNERABILIDAD; pero los rusos tenían también el mismo miedo a un posible
primer golpe NA.
Siguieron por ello negociando acuerdos de desarme hasta que CARTER y
BRÉZHNEV firmaron SALT II-> La crisis de Afganistán en la que CARTER
decidió intervenir pocos días después de haber firmado SALT II, vino a liquidar
toda posibilidad de acuerdo.
Crisis de la economía e involución social
Carter iba a convertirse en protagonista de los inicios del giro a la derecha de la
política económica y social que condujo a la gran divergencia.
La fuerza política que los empresarios habían adquirido resultó patente en las
dos grandes batallas legislativas que ganaron:
• Primera: liberaron la creación de una Oficina de representación de los
consumidores
• Segunda: Tuvo por objeto el proyecto de LABOR LAW REFORM ACT. Los
sindicatos que pretendían defenderse de las campañas hostiles de las
empresas, estaban convencidos de que este proyecto iba a ser aprobado por
un congreso de mayoría demócrata. El voto de los representantes parecía
anunciarlo así; pero el proyecto se eternizó en el Senado hasta que acabó
retirado en junio.
Fue DOUGLAS FRASER (dirigente del poderoso sindicato de los trabajadores
del automóvil) quien entendió mejor lo que esto significaba, argumentándolo al
presentar su dimisión de un organismo que suponía dedicado a la conciliación
de las relaciones industriales.
Por los mismos meses en que agonizaba en el Senado la ley de reforma del
trabajo se estaba debatiendo la DESREGULACIÓN DE LAS AEROLÍNEAS que
originaría graves daños tanto a las empresas como a los sindicatos y que
anunciaba ya la política sistemática de desregulaciones que iba a emprender
su sucesor RONAL REAGAN.
La incapacidad de CARTER se reflejó también en su actuación en el terreno de
la economía. Había llegado al poder cuando el país estaba inmerso en una
crisis que las autoridades económicas no habían sabido frenar, a lo que se
agregó el impacto del encarcelamiento de la energía, agravado posteriormente
por la revolución iraní, y se encontró con una etapa de paro, inflación y caída
del poder adquisitivo de los salarios. CARTER fracasó ante el problema de la
INFLACIÓN para ocuparse del cual nombró ALFRED KAHN como zar de la
inflación, al frente de un inoperante Council on Wage an Price Stability, que
Ford había creado en una gestión que no sirvió para nada.
En agosto tras la fallida gestión de KAHN puso a PAUL VOLCKER al frente de
la RESERVA FEDERAL, desde donde inició una política económica destinada
a luchar contra la inflación subiendo los tipos de interés.
En abril de 1980 cuando los tipos de interés nominal subieron al 20 por ciento,
los coches quedaron sin vender, las casas sin construir, millones de personas
perdieron sus puestos de trabajo.
Fue así CARTER quien puso fin a una larga época de política reformista
favorable a las capas populares y a los trabajadores, que se había prolongado
desde Roosevelt hasta Johnson on un objetivo de GOBIERNO PROPIO DE
LOS DEMÓCRATAS.
La crisis de la energía (provocada por la disminución del suministro de petróleo
como consecuencia del boicot de los países árabes, parecía un problema
adecuado para quien, COMO CARTER tenía una formación en ingeniería.
1. Preparó su plan para hacer frente al problema casi en secreto
2. Lo anunció el 18 de abril de 1977 en un discurso a la nación
3. Presentó su plan al congreso dos días después
4. Agosto-> creó un nuevo Departamento de Energía.
OBJETIVOS:
• Reducir la dependencia del petróleo
• Aumentar la producción de energía alternativa procedente de fuentes limpias
• Ahorrar en consumo
Pero el NATIONAL ENERGY PLAN que presentó al congreso era un texto con
113 provisiones distintas, que CARTER pretendía que se aprobasen
globalmente, porque no concebía que pudiese haber oposición política a lo que
consideraba que era una solución racional y correcta.
Tras largas discusiones las cámaras lo convirtieron en 5 leyes separadas que
se aprobaron con el nombre de NATIONAL ENERGY ACT y que implicaban
una serie de concesiones a los intereses e las industrias del gas y del petróleo.
Los problemas se agravaron además por los repetidos aumentos del precio del
petróleo impuestos por la OPEP.
CARTER que se encontraba en Tokio en la reunión del G7:
• en que se condenaron los aumentos de precio del petróleo impuestos por la
OPEP
• y en que el canciller alemán criticó a los EEUU por haber provocado este
aumento con sus manejos en el ORIENTE PRÓXIMO
Carter regresa a Washington tras una breve visita a corea con la intención de
hacer un discurso a la nación. Pero se arrepintió de ellos y se retiró a CAMP
DAVID donde pasó 11 días meditando acerca de los problemas globales de su
presidencia. De todo aquello salió su discurso de 15 julio de 1979 que sería
conocido como EL DISCURSO DEL MALESTAR en que sostenía que lo que
fallaba era el ESPIRITU DE AMÉRICA, SIN OFRECER SOLUCIONES
PRÁCTICAS. Lo acabó de estropear dos días después con el anuncio de que
había pedido la dimisión de todos los ministros y ayudantes del más alto rango,
lo que ponía de manifiesto su INCAPACIDAD PARA DIRIGIR EL PAÍS EN
ESTA CRISIS.
La realidad de la recesión le llevó a REDUCIR GASTOS.:
• En junio suspendió el proyecto de construcción del costoso bombardeo B-1 y
se echó encima con ello al complejo militar-industrial
Se enfrentaba a los demócratas más liberales recortando el gasto social y
paralizando los proyectos de SEGUROS MÉDICOS. Pero no iba a tardar, en
lanzarse a la nueva carrera de gasto en armamento.

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