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El Unarismo lacaniano y lo múltiple de las conductas sexuales – por Éric Laurent –  2020-01-31

PUBLICADO EL 31 ENERO, 2020POR PATRICIO MORENO PARRA

El Unarismo lacaniano y lo múltiple de las conductas sexuales[1]

Por Éric Laurent

2020-01-31

Este texto sigue a “Reflexiones sobre tres encuentros entre el feminismo y la no-relación sexual”
del 12 de diciembre del 2019. Disponible en  https://psicoanalisislacaniano.com/2019/12/13/tres-
encuentros-feminismo-norelacionsexual-ericlaurent-20191213/

Dos maneras de leer la “relación que no existe”

Lacan comienza su Seminario Aún  suponiendo a su público “en cama, una cama de pleno empleo,
una cama para dos”[2] y opone el Uno  del amor y del significante y el Uno  del goce. Como lo
subraya Jacques-Alain Miller,

“La relación de pareja, a nivel sexual, supone que el Otro se convierta en el síntoma del  parlêtre,
un medio de su goce. ¿Qué es el síntoma? Un medio de goce, y si estoy ligado al Otro, es en tanto
que el Otro, para mí, es síntoma, es decir, medio de goce de mi cuerpo […] es un modo de gozar
del cuerpo del Otro. Por cuerpo del Otro debe entenderse, al mismo tiempo, el cuerpo propio que
siempre tiene una dimensión de alteridad, pero también el cuerpo del prójimo como un medio de
goce del cuerpo propio […] En consecuencia, identificarse con el síntoma no es lo mismo que
identificarse con un significante, es más bien del orden de: “soy como gozo”.”[3]

            Esta identificación al síntoma define un arreglárselas (savoir y faire)  con el partenaire
sexual como medio de goce. “Conocer su síntoma quiere decir saber hacer con, saber
desentrañarlo, manipularlo”[4]. Es lo que se hace con el partenaire sexual: se llega un poco a
arreglárselas con éste en el encuentro de los cuerpos. Es así que Lacan incluye a la vez las prácticas
eróticas del manejo de los cuerpos, la mera en la cual la marca y el ingenio, otro nombre del
embrollo, por el cual se extrae los objetos a  sobre el cuerpo del otro.

            Para hacer con  ese goce, que es una mezcla de real, de simbólico y de imaginario, no es
suficiente apoyarse sobre los recursos del sentido como la primera reformulación del inconsciente
freudiano invitaba –inaugurando el período llamado “clásico” de la enseñanza de Lacan fundada
sobre el abordaje del inconsciente estructurado como un lenguaje, es decir sobre la oposición
entre el significante y el sentido, se abría al sentido del síntoma. En noviembre de 1976, se dibuja
una nueva perspectiva, apoyada en un saber-hacer en cuanto al tratamiento de la imagen: “Lo que
el hombre sabe hacer con su imagen […] permite imaginar la manera en la cual nos la arreglamos
con el síntoma”[5]. Uno se arregla con el partenaire sexual como se lo hace con su imagen. Hay
siempre un cierto narcisismo en la elección del partenaire. Sin embargo, de lo que se trata no es
del orden del arrebato por la imagen, sino del manejo que aquel permite: “Se trata del narcisismo
secundario, que es el narcisismo radical, el narcisismo que se llama primario siendo en la ocasión
excluido.”[6] Esta exclusión es una consecuencia de la alteridad del cuerpo marcada por el “Se lo
tiene”.

            La traba de los sexos al nivel del significante se establece por la relación al significante
fálico, lo que Lacan llama el punto de mito  de la relación de los sexos, que juega sobre el hecho de
que, si el complejo de Edipo es un mito, el complejo de castración no lo es. “La diferencia de los
sexos, Lacan la estableció primeramente por el significante fálico, planteando que […] el sujeto de
cada sexo tenía una relación específica con el falo […]. Los seres sexuados tienen una relación
diferente con el falo según sean hombre o mujer. Es una versión del “No hay relación sexual””[7].
Es una manera de decir –y es lo que Lacan elabora en El atolondradicho  –que no relación
significante sino al falo. No hay relación sexual, pero hay al menos una relación significante a nivel
sexual, relación significante que no es relación al Otro, sino al falo.

            El falo era para Freud una solución. Estaba el falo para responder a lo visible del sexo, y
la Penisneid  hacía el resto para la cópula. Al contrario, para Lacan, el falo hace obstáculo. Concluye
que “el diálogo de un sexo al otro siendo prohibido de lo que un discurso, cualquiera que sea, se
funda al excluir lo que el lenguaje aporta ahí de imposible, a saber, la relación sexual, resulta de
ello en el interior de cada (sexo) algún inconveniente para el diálogo.”[8] Sin embargo, el impase,
que no tiene solución a nivel significante, se superpone. Lacan ya recurrió a la lógica del
“recubrimiento de dos faltas”. Propone, en El atolondradicho, un “[saber] hacerse una conducta”
basada en las “dicho-mansiones de lo imposible”: “Con todo esto (el sexo del sujeto) sabrá hacerse
una conducta. Más de una, las hay a montones, conviene a las tres dichomansiones de lo
imposible: tal como se despliegan en el sexo, en el sentido y en la significación.”[9]

            Esta trenza de las tres dichomansiones de lo imposible, a tomar en cuenta para “hacerse
una conducta”, conduce a Lacan a la solución de la escritura de los nudos por donde la articulación
de los tres nombres propios que son R, S e I suplementa ahora al falo para nombras los efectos de
goce. “El espíritu de los nudos”, dice J.-A. Miller, no es la cópula de la doctrina fálica; “es
esencialmente el recordatorio de la disyunción que el nudo funda entre lo real, lo simbólico y lo
imaginario, es decir, el recordatorio de que el hombre es compuesto, de que el hombre no es una
sustancia, no es un ser que depende del cuerpo, no es un ser aristotélico. […] lo que da una
sustancia al hombre es el síntoma.”[10] Esa sustancia es goce, obtenido por un medio que va más
allá de las aporías del Eros fálico y de su universal.

            El sexo como tal no puede sostenerse sino de un rechazo lógico del todo. No está apretado
sino del notoda. Releamos en esta perspectiva la declaración de El atolondradicho: “Lo que se
llama el sexo […] es propiamente, por sostenerse de  notoda, el Héteros que no puede saciarse de
universo. Llamemos heterosexual, por definición, a lo que ama a las mujeres, cualquiera que sea
su propio sexo. Así será más claro”.[11] Esa formulación retoma la crítica que Lacan había hecho
del libro de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, que rechaza el binarismo que le implicaba.
El Unarismo  lacaniano es radical.
            La experiencia del sexo como tal no se hace sino en el punto donde falta la representación,
en el punto en el que el sujeto no puede decir de ello otra cosa sino: eso se siente. Del silencio
central de las mujeres sobre su goce, Lacan hizo claridad y positividad. Es experiencia del sexo
como tal. Sino, lo que se siente, es el goce del órgano, fálico especialmente. Los diferentes goces
que puede ser buscados son experiencias, experimentaciones sobre la oposición radical entre goce
sexuado y goce del órgano. Todo tipo de conductas sexuales son en efecto posibles. Son tantos
testimonios de encuentros con lo imposible. Quedémonos en esa claridad.

[1] É. Laurent. « L’Unarisme lacanien et le multiple des conduites sexuelles », in Lacan Quotidien
#865. [En línea] : https://www.lacanquotidien.fr/blog/wp-content/uploads/2020/01/LQ-865.pdf .
Traducción por Patricio Moreno Parra.

[2] J. Lacan. El Seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós, 2018, p. 10.

[3] J.-A. Miller. El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós, 2012, pp. 408-409

[4] J. Lacan. El Seminario, libro XXIV, L’insu que saite de l’Une-bévue s’aile à mourre. Lección del
1976/11/16.

[5] Ibíd.

[6][6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] J. Lacan. “Radiofonía”, in Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 511.

[9] Ibíd.,  p. 512.

[10] J.-A. Miller. Piezas sueltas. Buenos Aires: Paidós, 2017, p. 73.

[11] J. Lacan. “El atolondradicho”, in Otros escritos.  Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 491.

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