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En la siguiente década, su colega Axelrod fue más lejos. En dos importantes folletos
de 1898, polemizando contra el economicismo, manifestó que la clase obrera rusa
podía y debía jugar un «papel independiente y dirigente en la lucha contra el
absolutismo», puesto que «la impotencia política de todas las otras clases» daba
una «importancia preeminente, central» al proletariado[i]. «La vanguardia de la
clase obrera debe actuar sistemáticamente como el destacamento dirigente de la
democracia en general»[ii].
El término hegemonía fue, pues, uno de los más ampliamente utilizados y una de
las nociones más familiares en los debates del movimiento obrero ruso antes de la
Revolución de Octubre. El propio Lenin contrapuso repetidamente una fase
“hegemónica” a otra “gremial” o “corporativista” dentro de la política proletaria. Sin
embargo, el término no suele encontrarse con facilidad en Lenin, mientras que es
más habitual en Stalin. Lenin prefirió hablar de «dirección» (rukovodstvo) y
«dirigente» (rukovoditel). En uno de los raros fragmentos en los que introduce el
término «hegemónico» (gegemon), lo utiliza como sinónimo de dirigente. Tras la
revolución, cayó en un relativo desuso en el partido bolchevique. En aquel tiempo,
tras octubre, el término hegemonía dejó de tener mucha actualidad interna en la
URSS. Sobrevivió, sin embargo, en los documentos externos de la Internacional
Comunista. En los dos primeros congresos de la Tercera Internacional, la Comintern
adoptó una serie de tesis que por primera vez internacionalizaron la utilización rusa
de la consigna de hegemonía. El deber del proletariado era ejercer la hegemonía
sobre los otros grupos explotados que eran sus aliados de clase en la lucha contra el
capitalismo dentro de sus propias instituciones soviéticas; así, «su hegemonía
posibilitará la elevación progresiva del semiproletariado y el campesino
pobre»[iv].
La hegemonía en Gramsci
Aquí la hegemonía está concebida como la construcción que permite el paso a una
esfera de dirección intelectual y moral, hasta el punto de que la clase pase del
particularismo al universalismo y dirija así a otros grupos sociales.
Escribe F. Piñón:
hegemonía no es una simple mezcla o alianza del dominio y el consenso […] sino
hegemonía social, propia no del gobierno político o “dominio directo”, sino relativa
al “consenso espontáneo” dado por las grandes masas de la población a la dirección
de la vida social impuesta por el grupo gobernante […][ix]
los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía”
en búsqueda de un cierto “equilibrio de compromiso”.[xii]
La escuela como función educativa positiva y los tribunales como función educativa
represiva y negativa, son las actividades estatales más importantes en tal sentido.
Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden una multiplicidad de otras
iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de la
hegemonía política y cultural de las clases dominantes.[xvii]
El Estado tiene y pide el consenso, pero también lo educa por medio de las
asociaciones políticas y sindicales, que son sin embargo organismos privados,
dejados a la iniciativa privada de la clase dirigente.[xviii]
NOTAS