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La glándula tiroides es una glándula endocrina bilobulada localizada en la región anterior del
cuello y consiste en dos grandes lóbulos laterales conectados por un istmo, una banda delgada
de tejido tiroideo. Los dos lóbulos, cada uno con una longitud aproximada de 5 cm, un ancho
de 2,5 cm y un peso de entre 20g y 30 g, se ubican a cada lado de la laringe y de la tráquea
superior, es muy vascularizada y de consistencia blanda. El istmo atraviesa la superficie
anterior del segundo y tercer cartílago traqueal. Un lóbulo piramidal con frecuencia se
extiende hacia arriba desde el istmo. Una cápsula delgada de tejido conjuntivo rodea la
glándula. Envía tabiques hacia el parénquima para delimitar parcialmente los lóbulos y
lobulillos irregulares. Los folículos tiroideos constituyen las unidades funcionales de la
glándula. En la región posterior de cada uno de los cuatro polos de la tiroides se localiza una
glándula paratiroidea que produce hormona paratiroidea.
Los derivados de la cresta neural del último cuerpo branquial dan lugar a las células C
medulares de las tiroides, que producen calcitonina, una hormona hipocalcemiante. Las células
C se encuentran distribuidas por toda la glándula tiroides, aunque su densidad es mayor en la
unión entre el tercio superior y los dos tercios inferiores. La calcitonina participa poco en la
homeostasis del calcio en el ser humano, sin embargo, las células C son importantes por su
participación en el cáncer medular de tiroides.
La TSH, secretada por las células tirotropas de las adenohipofisís, desempeña una función
crucial en el control del eje tiroideo y es el mejor marcador fisiológico de la acción de las
hormonas tiroideas.
Las hormonas actúan principalmente a través del receptor de hormonas tiroideas β2 (TRβ2),
por retroalimentación negativa inhibiendo la producción de TRH y de TSH. El "punto de ajuste"
en este eje lo establece la TSH. La TRH es el regulador positivo principal de la síntesis y la
secreción de TSH. La secreción máxima de TSH ocurre casi 15 min después de la administración
de TRH exógena. LA dopamina, los glucocorticoides y la somatostatina suprimen la TSH, pero
no tienen gran importancia desde el punto de vista fisiológico, excepto cuando estas
sustancias se administran en dosis farmacológicas.
La glándula tiroides produce tres hormonas, cada una de las cuales es indispensable para el
metabolismo y la homeostasis normales:
Las hormonas tiroideas derivan de las de la Tg, una glucoproteína yodada de gran tamaño. Una
vez que la Tg es secretada a la luz del folículo tiroideo se produce la yodación de residuos de
tirosina, que subsiguiente se acoplan por medio de un enlace de éter. La recaptación de la Tg
al interior de la célula del folículo tiroideo permite su proteólisis con la consiguiente liberación
de T4 y T3.
Esta regulación negativa se produce sobre la célula tirotrófica (el mecanismo fundamental) y
sobre la secreción de TRH. El responsable principal de esta acción a nivel hipofisario es la T 3.
Los glucocorticoides, la somatostatina y la dopamina inhiben la secreción de TSH, mientras que
los estrógenos aumentan la respuesta a TRH. El déficit de yodo aumenta la vascularización del
tiroides y la expresión del NIS, estimulando la captación de yodo. El exceso de yodo produce
una inhibición transitoria de la producción de hormonas tiroideas (efecto Wolff-Chaikoff) en el
tiroides sano, que puede ser duradero en tiroides patológico, como aquellos con
enfermedades autoinmunitarias.
La exploración física debe incluir la presencia de signos de función tiroidea anormal y las
manifestaciones oftálmicas y cutáneas extratiroideas.
Aunque los primeros inmunoanálisis de hormonas libres tenían problemas de artefactos, los
análisis más recientes correlacionan bien con los resultados de los métodos de separación
física, que son más costosos y tienen mayor complejidad técnica.
Un método indirecto, que en la actualidad se utiliza con menos frecuencia, para calcular las
concentraciones de hormona tiroidea libre consiste en calcular el índice de T 3 o de T4 libre a
partir de T4 o de T3 y la proporción de unión de hormonas tiroideas a proteínas (THBR, thyroid
hormone binding ratio).
Las TSI son anticuerpos que estimulan al receptor de TSH en la enfermedad de Graves. Estos
anticuerpos se cuantifican con mayor frecuencia mediante el análisis de desplazamiento de
marcadores comercialmente disponibles llamados TRAb (TSH receptor antibody, anticuerpo
Las concentraciones séricas de Tg están elevadas en todos los tipos de tirotoxicosis, salvo en la
tirotoxicosis facticia, que es causada por autoadministración de hormona tiroidea. En la
tiroiditis aumentan particularmente las concentraciones de Tg, lo cual denota destrucción del
tejido tiroideo y liberación de Tg. Sin embargo, la utilidad principal de cuantificar Tg reside en
la vigilancia de sujetos con cáncer de tiroides. Después de extraer toda la glándula y la
radioablación, no deben detectarse las concentraciones de Tg; en casos con ausencia de
anticuerpos contra Tg, las concentraciones detectables indican que la ablación fue incompleta
o que hay cáncer recurrente.
Patrones ecográficos de nódulos tiroideos. A. Patrón ecográfico de alta sospecha para cáncer de tiroides (nódulo sólido hipoecoico con bodes irregulares y
microcalcificaciones). B. Patrón ecográfico de muy baja sospecha para cáncer de tiroides (nódulo espongiforme con áreas microquísticas que comprenden >50% de
Hipotiroidismo Congénito
El hipotiroidismo afecta a casi uno de cada 4,000 recién nacidos. Puede ser transitorio, en
especial si la madre tiene anticuerpos que antagonizan el receptor de TSH (TSH-R) o ha
recibido antitiroideos, pero en la mayor parte de los casos el hipotiroidismo es permanente. El
hipotiroidismo neonatal se debe a disgenesia de la glándula tiroides en un 80 a 85% de los
casos, a errores congénitos de las síntesis de hormona tiroidea en 10 a 15% y está regulado por
anticuerpos contra TSH-R en 5% de los recién nacidos afectados. El desarrollo de alteraciones
es dos veces más común en mujeres. Cada vez que se identifican con mayor frecuencia
mutaciones que causan hipotiroidismo congénito, pero la mayor parte son idiopáticas.
Manifestaciones clínicas.
La mayoría de los lactantes parece normal al nacer y de diagnostica <10% basándose en las
características clínicas, que consisten en ictericia prolongada, trastornos de la alimentación,
hipotonía, macroglosia, retraso de la maduración ósea y hernia umbilical. Es importante
destacar que si el tratamiento se retrasa, se produce daño neurológico permanente. También
pueden aparecer las características típicas del hipotiroidismo del adulto. En el hipotiroidismo
congénito son cuatro veces más frecuentes otras malformaciones congénitas, en particular
cardiacas.
Diagnóstico y tratamiento.
Por las graves consecuencias neurológicas del hipotiroidismo congénito no tratado, se han
establecido programas de detección sistemática neonatal. Éstos suelen basarse en la
cuantificación de las concentraciones de TSH o de T 4 en muestra de sangre obtenidas por
punción del talón. Cuando se confirma el diagnostico se administra T 4 en una dosis de 10 a 15
µg/kg/día y la dosis se ajusta por medio de vigilancia estrecha de las concentraciones de TSH.
Las necesidades de T4 son relativamente elevadas durante el primer año de vida y suele
requerirse una concentración circulante de T4 elevada para normalizar la TSH. El tratamiento
precoz con T4 preserva el cociente intelectual normal, pero pueden detectarse sutiles
anomalías del desarrollo neurológico en pacientes con hipotiroidismos más grave en el
momento del diagnóstico o en los casos en los que el tratamiento se retrasa o es subóptimo.
Hipotiroidismo Autoinmunitario
Clasificación
Éste puede acompañarse de bocio (tiroiditis de Hashimoto o tiroiditis bociosa) o en fases más
tardías de la enfermedad cuando hay tejido tiroideo residual mínimo (tiroiditis atrófica). Como
el trastorno autoinmunitario reduce gradualmente la función tiroidea, existe una fase de
compensación durante la cual las concentraciones de hormonas tiroideas se mantienen por
medio de una elevación de la TSH. Aunque algunos pacientes pueden presentar síntomas más
leves, esta fase recibe el nombre de hipotiroidismo subclínico. Más adelante, las
concentraciones de T4 descienden y aumentan todavía más la TSH; los síntomas se hacen
mucho más evidentes en esta fase (habitualmente TSH >10 UI/L), que se denomina
hipotiroidismo clínico (hipotiroidismo manifiesto).
Manifestaciones clínicas
El comienzo suele ser insidioso y es posible que el paciente se dé cuenta de sus síntomas
únicamente cuando se haya restablecido el eutiroidismo. Los pacientes con tiroiditis de
Hashimoto a menudo acuden a consulta por el bocio y no por la presencia de síntomas de
hipotiroidismo. Aunque el bocio no sea grande, suele ser irregular y de consistencia firme.
Los pacientes con tiroiditis atrófica y los que se encuentran en la fase tardía de la tiroiditis de
Hashimoto, presentan signos y síntomas de hipotiroidismo. La piel está seca y existe una
disminución de la sudoración, adelgazamiento de la epidermis e hiperqueratosis del estrato
córneo. El aumento del contenido de glucosaminoglucanos en la dermis atrapa agua,
provocando un engrosamiento de la piel sin fóvea (mixedema). Las características típicas son
cara hinchada con párpados edematosos y edema pretibial sin fóvea. Existe palidez, a menudo
con un tinte amarillento por la acumulación de carotenos. Se retrasa el crecimiento de las uñas
y el pelo está seco, quebradizo, difícil de controlar y se cae con facilidad. Además de la alopecia
difusa hay adelgazamiento del tercio externo de las cejas, aunque éste no es un signo
específico de hipotiroidismo.
Son frecuentes el síndrome del túnel carpiano y otro síndromes de atrapamiento, al igual que
el deterioro de la función muscular, con rigidez, calambres y dolor. En la exploración puede
observarse lentitud de relajación de los reflejos tendinosos y pseudomiotonía. La memoria y la
concentración están deterioradas.
Diagnóstico
Diagnóstico diferencial
La falta de yodo provoca hipertrofia endémico y cretinismo, pero es una cusa poco frecuente
de hipotiroidismo del adulto, a menos que el aporte de yodo sea muy bajo o existan otros
factores nocivos, como consumo de tiocianatos de yuca o déficit de selenio. Aunque el
hipotiroidismo secundario a deficiencia de yodo se puede tratar con tiroxina, se deben aplicar
medidas de salud pública encaminadas a mejorar el aporte de yodo con el fin de resolver este
problema. El uso de sal o pan yodado o la administración de una dosis de aceite yodado por vía
oral o han tenido éxito.
Resulta paradójico el hecho de que el exceso de yodo también pueda inducir el yodo e
hipotiroidismo. Los acontecimientos celulares que causan este efecto no se conocen con
exactitud.
Hipotiroidismo clínico.
Si no existe función tiroidea residual, la dosis de sustitución diaria de levotiroxina suele ser de
1.6 µg/kg de peso corporal (normalmente 100 a 150µg), idealmente ingeridas al menos 30 min
antes del desayuno. No obstante, en muchos pacientes basta con administrar dosis menores
hasta que se destruya el tejido tiroideo residual. En los pacientes en los que se desarrolla
hipotiroidismo tras el tratamiento de la enfermedad de Graves a menudo existe una función
autónoma subyacente, que requiere dosis de sustitución más bajas (normalmente 75 a 125
µg/día).
Los pacientes adultos <60 años sin signos de cardiopatía pueden comenzar el tratamiento con
50 a 100 µg de levotiroxina (T4) al día. La dosis se ajusta en función de las concentraciones de
TSH y el objetivo del tratamiento será una TSH normal, idealmente en la mitad inferior del
intervalo de referencia. La respuesta de la TSH es gradual y se valora dos meses después de
iniciado el tratamiento o después de cualquier cambio en la dosis de levotiroxina. Los efectos
clínicos del tratamiento de sustitución con levotiroxina a menudo tardan en aparacer. Los
síntomas pueden no aliviarse por completo hasta tres a seis meses después de que se
restablezcan las concentraciones normales de TSH.
Hipotiroidismo Subclínico
Tirotoxicosis
Epidemiología
Este trastorno causa 60 a 80% de las tirotoxicosis. Su prevalencia varía en las distintas
poblaciones, dependiendo principalmente de factores genéticos y del consumo de yodo
(cuando es alto, se asocia con aumento de la prevalencia de enfermedad de Graves). La
enfermedad de Graves afecta a 2% de las mujeres, mientras que su frecuencia es 10 veces
menor en los varones. Este trastorno rara vez comienza antes de la adolescencia y ocurre
normalmente entre los 20 y 50 años de edad, aunque también se observa en el anciano.
Manifestaciones clínicas
Los signos y los síntomas abarcan las características comunes a cualquier causa de
tirotoxicosis y las específicas de la enfermedad de Graves. La presentación clínica depende de
la gravedad de la tirotoxicosis, la duración de la enfermedad, la susceptibilidad individual al
exceso de hormona tiroidea y la edad del paciente. En el anciano, las manifestaciones de la
tirotoxicosis pueden ser sutiles o estar enmascaradas y los síntomas principales son fatiga y
pérdida de peso, que conforman la llamada tirotoxicosis apática.
La tirotoxicosis puede causar una pérdida inexplicada de peso, a pesar del aumento en el
apetito por el incremento de la tasa metabólica. No obstante, 5% de los pacientes sube de
peso por la mayor ingestión de alimentos. Otras características destacadas son hiperactividad,
nerviosismo e irritabilidad, que a la larga provocan en algunos pacientes una sensación de
fatiga fácil. El insomnio y la alteración de la capacidad de concentración son frecuentes; la
tirotoxicosis apática puede confundirse con depresión en el anciano. Un hallazgo muy
frecuente es temblor fi no, que es más fácil de detectar cuando se pide al paciente que
extienda los dedos y coloque las puntas sobre la palma de la mano del explorador. Las
manifestaciones neurológicas habituales de este trastorno consisten en hiperreflexia, atrofia
muscular y miopatía proximal sin fasciculaciones. La corea no es una característica frecuente.
En ocasiones, la tirotoxicosis se relaciona con una forma de parálisis periódica hipopotasémica;
este trastorno es especialmente común en los varones asiáticos con tirotoxicosis, sin embargo,
también ocurre en otros grupos étnicos.
La piel suele estar caliente y húmeda y el paciente se queja de diaforesis e intolerancia al calor,
en especial durante las épocas calurosas. También puede haber eritema palmar, onicólisis y
con menor frecuencia, prurito, urticaria e hiperpigmentación difusa. La textura del pelo se
vuelve fina y en 40% de los pacientes aparece alopecia difusa que persiste meses después de
restaurado el eutiroidismo. Se reduce el tiempo de tránsito gastrointestinal, con lo que
aumenta la frecuencia de la defecación, a menudo con diarrea y en ocasiones con esteatorrea
leve. Es frecuente que las mujeres presenten oligomenorrea o amenorrea; en los varones
puede existir un deterioro de la función sexual y, rara vez, ginecomastia. El efecto directo de
las hormonas tiroideas sobre la reabsorción ósea provoca osteopenia en la tirotoxicosis
prolongada. En 20% de los pacientes aparece hipercalcemia leve, sin embargo la hipercalciuria
La retracción palpebral, que causa “mirada de asombro”, puede aparecer en cualquier forma
de tirotoxicosis y es consecuencia de la hiperactividad simpática. No obstante, la enfermedad
de Graves se acompaña de signos oculares específicos que conforman la oftalmopatía de
Graves. Este trastorno también recibe el nombre de oftalmopatía tiroidea, ya que en 10% de
los pacientes ocurre en ausencia de hipertiroidismo. El inicio de la oftalmopatía de Graves en
75% de los pacientes tiene lugar en el año anterior o siguiente al diagnóstico de tirotoxicosis,
pero en ocasiones puede producirse varios años antes o después de la tirotoxicosis, dando
cuenta de algunos casos de oft almopatía eutiroidea.
Algunos pacientes con enfermedad de Graves tienen pocos signos clínicos de oftalmopatía. Las
primeras manifestaciones de oftalmopatía suelen ser sensación de arena en los ojos, molestias
oculares y lagrimeo excesivo. Casi un tercio de los pacientes tiene proptosis, que se detecta
mejor visualizando la esclerótica entre el borde inferior del iris y el párpado inferior, con los
ojos en la posición primaria y puede medirse con un exoftalmómetro. En los casos graves, la
proptosis puede provocar exposición y lesiones corneales, especialmente si los párpados no se
cierran durante el sueño. También son frecuentes el edema periorbitario, eritema de la
esclerótica y quemosis. En 5 a 10% de los pacientes, la inflamación muscular es tan intensa que
causa diplopía de forma característica (pero no exclusiva) cuando el paciente mira hacia arriba
y hacia un lado. La manifestación más grave de este trastorno es la pierna y el pie, imitando la
elefantiasis. La acropaquia tiroidea es una forma de dedos en palillo de tambor que se observa
en menos de 1% de los pacientes con enfermedad de Graves.
Características de la enfermedad de Graves. A. Oftalmopatía en la enfermedad de Graves; destacan la retracción palpebral, el edema periorbitario, el eritema de la
conjuntiva y proptosis. B. Dermopatía tiroidea en las caras laterales de las espinillas. C. Acropaquia tiroidea.
Tratamiento
Las pruebas de función tiroidea y las manifestaciones clínicas se revisan cuatro a seis semanas
después de comenzar el tratamiento y la dosis se ajusta en función de las concentraciones de
T4 libre.
Entre los 12 y 18 meses se observan los índices máximos de remisión (incluso 30 a 60% en
algunas poblaciones) correspondientes al régimen por ajuste y a los seis meses, si se sigue el
régimen de bloqueo-sustitución. Por razones poco claras, estas tasas parecen variar en las
distintas regiones geográficas. Los pacientes jóvenes, varones, fumadores y los pacientes con
hipertiroidismo grave y bocios voluminosos tienen mayor probabilidad de recidiva al concluir el
tratamiento, pero el resultado es difícil de pronosticar. Debe realizarse una vigilancia estrecha
de todos los pacientes para detectar una posible recidiva durante el primer año tras el
tratamiento y al menos una vez al año a partir de entonces.
Los efectos secundarios más frecuentes de los antitiroideos son exantema, urticaria, fiebre y
artralgias (1 a 5% de los pacientes). Estos efectos pueden resolverse espontáneamente o tras
la sustitución del fármaco por otro antitiroideo. Algunos efectos secundarios poco frecuentes
pero graves son la hepatitis (propiltiouracilo; evitar su uso en niños) y la colestasis (metimazol
y carbimazol); un síndrome similar al lupus eritematoso generalizado (SLE) y lo más
importante, agranulocitosis (<1%). Es indispensable interrumpir el tratamiento con
antitiroideos y no volverlos a administrar si el paciente presenta efectos secundarios graves.
Deben proporcionarse instrucciones por escrito a los pacientes explicando los síntomas de la
agranulocitosis (faringitis, fiebre, úlceras bucales) y la necesidad de interrumpir el tratamiento
hasta disponer de una biometría hemática completa de manera urgente para confirmar que no
hay agranulocitosis.
El adenoma hipofisario secretor de TSH es una causa poco frecuente de tirotoxicosis. Puede
identificarse por la presencia de una concentración de TSH inadecuadamente normal o
aumentada en un paciente con hipertiroidismo, bocio difuso y elevación de las
concentraciones de T4 y T3. Las concentraciones elevadas de la subunidad α de la TSH liberada
por el adenoma secretor de TSH apoyan este diagnóstico que puede confi rmarse
demostrando el tumor hipofi sario por medio de CT o MRI. Puede ser necesaria una
combinación de cirugía transesfenoidal, radiación de la silla turca y octreótido para normalizar
Tiroiditis
Tiroiditis aguda
El diagnóstico diferencial del dolor tiroideo debe incluir tiroiditis subaguda o, rara vez, crónica,
hemorragia en el interior de un quiste, neoplasias malignas, incluidos los linfomas y rara vez, la
tiroiditis inducida por amiodarona o amiloidosis. No obstante, la presentación brusca y las
características clínicas de la tiroiditis aguda rara vez causan confusión con otros trastornos. La
tasa de eritrosedimentación (ESR, erythrocyte sedimentation rate) y el recuento leucocítico
suelen estar aumentados, pero la función tiroidea es normal. La biopsia por aspiración con
aguja fina (FNA) muestra infiltración por leucocitos polimorfonucleares; el cultivo de la
muestra permite identificar el microorganismo. Es preciso ser cautos en el caso de los
pacientes inmunodeprimidos, ya que en este contexto puede producirse una tiroiditis
micótica, por micobacterias o por Pneumocystis. El tratamiento con antibióticos se basa al
inicio en la tinción de Gram y más tarde en los cultivos del material de biopsia por FNA. Puede
ser necesario recurrir a la cirugía para drenar un absceso, localizado por medio de CT o
ecografía. La tiroiditis aguda puede complicarse con obstrucción traqueal, septicemia, absceso
retrofaríngeo, mediastinitis y trombosis venosa yugular, aunque son poco frecuentes si la
antibioticoterapia se administra sin dilación.
Tiroiditis Subaguda
Manifestaciones clínicas
Estudios de laboratorio
Las pruebas de función tiroidea por lo común evolucionan por tres fases bien diferenciadas
durante seis meses:
1) fase tirotóxica
2) fase hipotiroidea
3) fase de recuperación.
Tratamiento
Las dosis relativamente elevadas de ácido acetilsalicílico (p. ej., 600 mg c/4 a 6 h) o de
antiinflamatorios no esteroideos son suficientes para controlar los síntomas en la mayor parte
de los casos. Si este tratamiento es insuficiente o si el paciente tiene síntomas locales o
generalizados marcados, deben administrarse glucocorticoides. Por lo general, la dosis inicial
es de 40 a 60 mg de prednisona, dependiendo de la gravedad. La dosis se reduce
gradualmente durante seis a ocho semanas, en respuesta a la mejoría de los síntomas y la ESR.
Si se produce una recurrencia durante la suspensión de los glucocorticoides, el tratamiento
debe comenzarse de nuevo y suspenderse de forma más gradual. En estos pacientes resulta
útil esperar hasta que la captación de yodo radiactivo se normalice antes de empezar a retirar
el tratamiento. Debe vigilarse la función tiroidea cada dos a cuatro semanas con las
concentraciones de TSH y de T4 libre. Los síntomas de tirotoxicosis mejoran espontáneamente,
pero pueden reducirse administrando bloqueadores β; los antitiroideos no tienen aplicación en
Tiroiditis Asintomática
Los sujetos que reciben citocinas como IFN-α o IL-2 pueden presentar tiroiditis indolora. El IFN-
α, que se utiliza para tratar las hepatitis crónicas B o C y cánceres de la sangre y de la piel,
origina disfunción tiroidea hasta en 5% de pacientes que lo reciben. Se ha asociado con
tiroiditis indolora, hipotiroidismo y enfermedad de Graves y es más frecuente en mujeres con
anticuerpos contra TPO, presentes desde antes del tratamiento.
Tiroiditis Crónica
Hay tiroiditis focal en 20 a 40% de los casos en autopsias en individuos eutiroideos y se asocia
con evidencia serológica de respuesta autoinmunitaria, en particular cuando hay anticuerpos
contra TPO. La causa más común clínicamente aparente de tiroiditis crónica es la tiroiditis de
Hashimoto, trastorno autoinmunitario que se manifiesta a menudo como bocio de
consistencia firme o dura de tamaño variable. La tiroiditis de Riedel es un trastorno raro que
ocurre de manera característica en mujeres de edad madura. Se manifiesta con bocio indoloro
de evolución lenta, con síntomas locales por compresión de esófago, tráquea, venas del cuello
o nervios laríngeos recurrentes. La estructura normal de la glándula está alterada por fibrosis
densa que se puede extender hacia el exterior de la cápsula tiroidea. A pesar de los cambios
histológicos extensos, es rara la disfunción tiroidea. El bocio es duro, no doloroso a la
palpación y a menudo asimétrico y fijo, lo que despierta sospecha de malignidad. El
diagnóstico requiere biopsia abierta, puesto que la efectuada por aspiración con aguja fi na
suele ser insuficiente. El tratamiento tiene como finalidad el alivio quirúrgico de los síntomas
de compresión. En estos casos puede ser beneficiosa la administración de tamoxifeno. Existe
una asociación entre la tiroiditis de Riedel y la enfermedad sistémica relacionada con IgG4 que
que causa fibrosis idiopática en otros sitios (retroperitoneo, mediastino, vías biliares, pulmón y
órbita).causa fibrosis idiopática en otros sitios (retroperitoneo, mediastino, vías biliares,
pulmón y órbita).
Las mujeres con una ingestión de yodo precaria (<50 µg/día) son las que tienen mayor riesgo
de presentar bocio durante el embarazo o dar a luz a un recién nacido con bocio e
hipotiroidismo.
Bocio
Si la función tiroidea está conservada, la mayor parte de los bocios son asintomáticos. La
exploración de un bocio difuso revela una glándula con un aumento de tamaño simétrico, no
doloroso a la palpación, generalmente blanda, sin nódulos palpables. El bocio se define, de
forma algo arbitraria, como un lóbulo lateral con un volumen superior al pulgar del sujeto que
está siendo explorado. Si el agrandamiento de la tiroides es notable, puede causar compresión
traqueal o esofágica, aunque esto es infrecuente si no existe enfermedad nodular y fibrosis. El
bocio retroesternal puede obstruir el estrecho torácico superior. El signo de Pemberton
consiste en síntomas de desfallecimiento con signos de congestión facial y obstrucción venosa
yugular cuando se elevan los brazos por encima de la cabeza, maniobra que desplaza la
tiroides al estrecho torácico superior. Para valorar el bocio retroesternal en los pacientes con
signos o síntomas obstructivos deben utilizarse mediciones del flujo respiratorio y CT o
resonancia magnética.
Deben realizarse pruebas de función tiroidea en todos los pacientes con bocio para excluir
tirotoxicosis o hipotiroidismo.
Tratamiento
La sustitución de yodo induce una regresión variable del bocio en el déficit de yodo,
dependiendo de cuánto tiempo haya estado presente y del grado de fibrosis desarrollado. La
cirugía rara vez está indicada en el bocio difuso. Son excepciones a esta regla la existencia
documentada de compresión traqueal o de obstrucción del estrecho torácico superior, las
cuales es probable que se relacionen con bocios multinodulares tóxicos (véase adelante). La
tiroidectomía subtotal o casi subtotal en estos casos o por motivos estéticos debe ser realizada
por un cirujano experimentado para reducir las tasas de complicación. Después de la cirugía
debe realizarse un tratamiento sustitutivo con levotiroxina con el objetivo de mantener las
concentraciones de TSH en el nivel más bajo del intervalo de referencia para evitar la
reaparición del bocio.
Según la población estudiada, el bocio multinodular (MNG) se produce hasta en 12% de los
adultos. El MNG es más frecuente en mujeres que en varones y su prevalencia aumenta con la
edad. Es más común en las regiones con déficit de yodo, pero también ocurre en regiones con
yodo suficiente, lo que refleja la multiplicidad de influencias genéticas, autoinmunitarias y
ambientales que intervienen en su patogenia.
Suele haber gran variación en el tamaño de los nódulos. La histología revela un espectro de
formas distintas, desde regiones hipercelulares hasta áreas quísticas llenas de coloide.
Manifestaciones clínicas
Diagnostico
En la exploración se observa que la estructura tiroidea está alterada y que existen múltiples
nódulos de diversos tamaños. Como muchos nódulos se encuentran inmersos en la
profundidad del tejido tiroideo o se localizan en la zona posterior o retroesternal, no es posible
palparlos todos.
El signo de Pemberton, caracterizado por congestión facial cuando se elevan los brazos por
encima de la cabeza, sugiere que el bocio ha incrementado la presión en el estrecho torácico
superior. Debe cuantifi carse la TSH para excluir hipertiroidismo o hipotiroidismo subclínico,
pero la función tiroidea suele ser normal. La desviación de la tráquea es frecuente, pero la
compresión habitualmente debe superar 70% del diámetro traqueal para que se produzca una
afección importante de las vías respiratorias. Se utilizan las pruebas de función pulmonar para
valorar los efectos funcionales de la compresión, que de forma característica causa estridor
inspiratorio. Puede recurrirse a la CT o a la MRI para valorar la anatomía del bocio y el alcance
de la extensión retroesternal o el estrechamiento traqueal. El esofagograma con trago de bario
revela la magnitud de la compresión esofágica. Se puede utilizar la ecografía para identifi car
los nódulos de los que se extraerá un fragmento para biopsia, basándose en características
ecográfi cas y en el tamaño.
Tratamiento
La mayor parte de los MNG se tratan de forma conservadora. La supresión con T4 rara vez es
eficaz en la reducción del bocio e introduce el riesgo de tirotoxicosis subclínica o manifiesta. Si
se utiliza levotiroxina, ésta debe iniciarse en dosis bajas (50 μg al día) y aumentarse
gradualmente mientras se vigila la concentración de TSH para evitar una supresión excesiva.
Deben evitarse los medios de contraste y las sustancias con yodo por el riesgo de inducir el
fenómeno Jod-Basedow, caracterizado por aumento de la producción de hormona tiroidea por
nódulos autónomos.
El yodo radiactivo se está utilizando cada vez más en áreas donde los bocios grandes son más
prevalentes porque se puede reducir el tamaño del bocio y puede suprimir selectivamente
regiones de autonomía. La dosis de 131I depende del tamaño del bocio y de la captación de
yodo radiactivo, pero suele ser de 3.7 MBq (0.1 mCi) por gramo de tejido, corregida en función
de la captación [dosis habitual, 370 a 1 070 MBq (10 a 29 mCi)]. Puede ser necesario repetir el
tratamiento y la eficacia se puede incrementar mediante la administración conjunta de TSH
recombinante a bajas dosis (0.1 mg IM). En la mayoría de los pacientes es posible lograr una
reducción de 40 a 50% en el tamaño del bocio.
Antes del tratamiento definitivo del hipertiroidismo, se deben realizar imágenes de ecografía
para valorar la presencia de nódulos aislados que corresponden a áreas de baja captación
(nódulos “fríos”). Si se identifican, puede estar indicada la FNA basada en características
ecográficas y en el tamaño. Los resultados de citología, si son indeterminados o sospechosos,
pueden dirigir el tratamiento hacia la cirugía.
Tratamiento
Los antitiroideos normalizan la función tiroidea y son en particular útiles en los ancianos o en
pacientes graves con esperanza de vida disminuida. A diferencia de la enfermedad de Graves,
no ocurre remisión espontánea y por ello el tratamiento es de largo plazo. En general, el
tratamiento de elección es el yodo radiactivo, porque se enfoca a las áreas de autonomía
además de disminuir el volumen del bocio.
La presencia del nódulo tiroideo, que suele ser lo suficientemente grande como para ser
palpable y la ausencia de características clínicas indicativas de enfermedad de Graves u otras
causas de tirotoxicosis hacen sospechar este trastorno. La gammagrafía tiroidea proporciona la
prueba diagnóstica definitiva, demostrando la captación focal en el nódulo hiperfuncional y la
disminución de la captación en el resto de la glándula, ya que la actividad de la tiroides normal
está suprimida
Tratamiento
Neoplasias Benignas
Estas lesiones son frecuentes (5 a 10% de los adultos), en especial cuando se valoran por
medio de técnicas sensibles como la ecografía. El riesgo de neoplasia maligna es muy bajo para
los adenomas macrofoliculares y los adenomas normofoliculares. Las variantes
microfoliculares, trabeculares y de células de Hürthle son más preocupantes y la histología es
más difícil de interpretar.
Muchas son lesiones mixtas, quísticas y sólidas por ecografía, y pueden aparecer
espongiformes reflejando la patología de la estructura macrofolicular. Sin embargo, la mayoría
de los nódulos sólidos (sean hipoecoicos, isoecoicos o hiperecoicos) también son benignos. Por
lo general, la FNA con guía ecográfica, es el procedimiento diagnóstico de elección para valorar
los nódulos tiroideos.
Los quistes puros de tiroides, <2% de todos los crecimientos de la tiroides, consisten de coloide
y también son benignos. Los quistes recidivan con frecuencia, incluso tras la aspiración
repetida y pueden requerir la extirpación quirúrgica si son grandes. La ablación con etanol para
esclerosar el quiste se ha utilizado con éxito en pacientes asintomáticos.
Cáncer de Tiroides
El carcinoma de tiroides es la neoplasia maligna más frecuente del sistema endocrino. Los
tumores malignos derivados del epitelio folicular se clasifican en función de sus características
histológicas. Los tumores diferenciados, como el cáncer papilar de tiroides (PTC, papillary
thyroid cancer) o el cáncer folicular de tiroides (FTC, follicular thyroid cancer), a menudo son
curables y el pronóstico es bueno cuando la neoplasia se identifica en las primeras fases de la
enfermedad. En cambio, el cáncer anaplásico de tiroides (ATC, anaplastic thyroid cancer) es
agresivo, responde mal al tratamiento y tiene mal pronóstico.
La incidencia de cáncer de tiroides (casi 12/100 000 por año) aumenta con la edad y el
pronóstico es peor en personas mayores (>65 años). La frecuencia del cáncer de tiroides es del
doble en mujeres que en varones, pero pertenecer al género masculino conlleva un peor
pronóstico.
Clasificación
Las neoplasias tiroideas se pueden originar en cualquiera de los tipos celulares de la glándula,
incluidas las células foliculares, las células C productoras de calcitonina, los linfocitos y los
elementos del estroma y vasculares; la causa también puede ser metástasis de otras
localizaciones. El American Joint Committee on Cancer (AJCC) designó un sistema de
estadificación basado en la clasificación TNM (tumor, ganglios, metástasis [tumor, nodes,
metastases]). También se utilizan otros sistemas de clasificación y estadificación, algunos de
los cuales prestan mayor atención a las características histológicas o a los factores de riesgo
como la edad y el sexo.
El PTC es el tipo de cáncer de tiroides más frecuente y constituye 70 a 90% de los tumores
malignos bien diferenciados de la tiroides. El PTC microscópico está presente hasta en 25% de
las glándulas tiroideas en la necropsia, pero gran parte de estas lesiones son muy pequeñas
(varios milímetros) y no son clínicamente significativas.
El PTC suele ser multifocal e invadir localmente la glándula tiroidea y extenderse a través de la
cápsula tiroidea invadiendo las estructuras adyacentes del cuello. Tiende a diseminarse por vía
linfática, pero también puede producir metástasis por vía hematógena, especialmente en el
hueso y en los pulmones. Por el crecimiento relativamente lento del tumor puede acumularse
un número importante de metástasis pulmonares, en ocasiones con muy pocos síntomas. La
afección de los ganglios linfáticos por el cáncer de tiroides puede tolerarse bastante bien, pero
probablemente aumenta el riesgo de recidiva y de mortalidad, en especial en ancianos.
La mayor parte de los cánceres papilares son identificados en los estadios iniciales (más de
80% en estadio I o II) y tienen un pronóstico excelente, con curvas de supervivencia similares a
la supervivencia esperada.
Folicular
La incidencia de FTC varía notablemente en diferentes partes del mundo; es más frecuente en
las regiones con deficiencia de yodo. En la actualidad, el FTC representa sólo cerca de 5% de
todos los cánceres de tiroides diagnosticados en Estados Unidos.
El FTC es difícil de diagnosticar por medio de FNA porque la distinción entre neoplasias
foliculares benignas y malignas se basa en gran medida en la existencia de signos de invasión
en vasos, nervios o estructuras adyacentes. El FTC tiende a diseminarse por vía hematógena
dando lugar a metástasis óseas, pulmonares y del sistema nervioso central.
Las tasas de mortalidad relacionadas con FTC son menos favorables que las vinculadas al PTC,
en parte porque el porcentaje de pacientes que presentan un estadio IV de la enfermedad es
mayor. Las características que se acompañan de mal pronóstico son la existencia de metástasis
a distancia, edad superior a 50 años, tamaño del tumor primario >4 cm, presencia de células
de Hürthle e invasión vascular importante.
Tratamiento
Como se comentó, el ATC (anaplastic thyroid cancer) es un cáncer agresivo poco diferenciado.
El pronóstico es desfavorable y la mayoría de los pacientes fallece en los seis meses
posteriores al diagnóstico. Por el estado indiferenciado de estos tumores, la captación de yodo
radiactivo suele ser insignificante, pero puede usarse terapéuticamente si existe una captación
residual. Se ha intentado la quimioterapia con múltiples fármacos, incluidas las antraciclinas y
paclitaxel, pero suele ser inútil. Puede intentarse la radioterapia externa que se continúa si se
observa respuesta del tumor.
Linfoma tiroideo
El MTC puede ser esporádico o familiar y representa casi 5% de los cánceres de tiroides. La
elevación de la concentración sérica de calcitonina proporciona un marcador de enfermedad
residual o recidivante. En todos los pacientes con MTC está justificado investigar la existencia
de mutaciones del gen RET, ya que es posible ofrecer asesoramiento genético a las personas
con resultados positivos para mutaciones y realizar pruebas genéticas a sus familiares.