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Desde el más allá: Los aportes de la literatura de Howard Phillips Lovecraft al

cine

I. En la noche de los tiempos: un acercamiento al genio de Providence

Para los amantes de la literatura de terror y ciencia ficción, el nombre de Howard


Phillips Lovecraft es objeto de culto. Sus relatos son referente ineludible para quien
desee sumergirse en los profundos abismos de lo oscuro, demoniaco y tenebroso.
Reconocidos autores del horror y lo fantástico como Joe R. Lansdale, Bentley Little,
John Ramsey Campbell, Jorge Luis Borges y el prolífico Stephen King han
reconocido explícita o implícitamente la influencia del autor de Providence (Rhode
Island, Estados Unidos) en sus respectivas obras. Caso curioso es, por ejemplo, el
de Borges, quien a pesar de considerar a HPL un autor menor y tildarlo de “parodista
involuntario de Poe”, le dedica su lovecraftiano cuento There are more things.

En sus relatos, el autor de Nueva Inglaterra, desplaza al hombre como centro de la


narración e instaura como eje supremo al cosmos o el ambiente. El débil desarrollo
de los personajes y la casi total ausencia de diálogos son reemplazadas por
descripciones exhaustivas y súper adjetivizadas de lugares y sucesos, llegando a
veces a exasperar al lector moderno, acostumbrado a usos estilísticos más
dinámicos.

Aunque no fuera un autor muy conocido en su propia época, Lovecraft logró abrirse
espacio en publicaciones como Weird Tales, Tales of Magic y Amazing Stories.
Criaturas como el gran Cthulhu, Azathoth, Nyarlathotep, Yog-Sothoth, lugares como
Innsmouth, Dunwich y Arkham (donde se encuentra la imaginaria Universidad de
Miskatonic) y libros como el Necronomicon, obra ficticia escrita por el también ficticio
poeta loco y demonólogo árabe Abdul Alhazred, han pasado a formar parte del
imaginario colectivo de los amantes del fantástico.

Su declarado y manifiesto ateísmo, junto con sus peculiares experiencias familiares


y su historia de reclusión física y espiritual en su ciudad natal, nos pueden dar luces
sobre algunos de los temas más recurrentes en su literatura. Los estudiosos suelen
dividir su obra en tres grandes grupos: sus cuentos de fantasía pura, los relatos de
horror cósmico o numinoso y, por último, aquellos que continuaron una línea clásica
del terror.

Muchas de sus historias enfrentan al hombre con el conocimiento de lo prohibido, en


donde el protagonista ve colapsar su cordura frente a la abismal enormidad de lo
descubierto. También nos muestra la inefable influencia de poderosos y primigenios
seres cósmicos, extraterrestres o de otras dimensiones sobre una humanidad
“extranjera” en su propio hogar.

Otra de sus líneas argumentales más trabajadas es la que habla sobre culpas
atávicas, en las que los descendientes deben pagar por los pecados de los
antepasados o sufrir la consecuencia de pertenecer a estirpes de sangre maldita
(como en el caso de El horror oculto, La sombra sobre Innsmouth y El caso de
Charles Dexter Ward). Tampoco se puede dejar de mencionar el poco disimulado
racismo que manifiesta en muchos de sus escritos, cierta misoginia, y sus ideas
sobre la imposibilidad de escapar al destino o el temor de ver a la sociedad
occidental amenazada por fuerzas bárbaras o primitivas.

II. El que susurra en la oscuridad: el paso a la gran pantalla


La literatura de Lovecraft tiene mucho potencial para cautivar la atención de
guionistas, productores, realizadores y público cinematográfico. Tal vez sea por
aquella peculiaridad de sus cuentos, que los interrelaciona sutilmente unos con
otros, ambientándolos en esos inquietantes lugares irreales de Nueva Inglaterra; o la
casi permanente mención del fantástico y poderoso Necronomicon, libro maldito que
aún muchas personas pueden pensar que realmente existe. O aquellos horrores tan
profundos que las palabras no alcanzan a describirlos y pueden llevar a la mente a
imaginar lo inimaginable. La presencia de todos estos elementos tomados del
ocultismo esotérico, la ciencia y el periodismo de la época, constituyen un terreno
fértil para despertar la imaginación del más escéptico. Y el cine de terror, estando
siempre a la caza de elementos perturbadores, no podía dejar pasar de largo estas
angustiantes historias.

Sin embargo, Hollywood encontró en Lovecraft un filón digno de aprovecharse recién


en 1963, 25 años después de su muerte. El Palacio De Los Espíritus (The Haunted
Palace) adaptaba muy libremente la novela corta El caso de Charles Dexter Ward.
Por razones de marketing, el productor y director Roger Corman utilizó para el título
del film uno de los poemas de Edgar Allan Poe. Con correctas interpretaciones de
Vincent Price, Debra Paget y Lon Chaney Jr., la película tuvo una regular aceptación
del público.

Seguirían luego Die, Monster, Die! (1965) y Curse Of The Crimson Altar (1968),
ambas protagonizadas por Boris Karloff, inspiradas en los cuentos El color surgido
del espacio y Los sueños en la casa de la bruja, respectivamente. La primera no
tarda en perder totalmente la línea argumental del relato de horror de Lovecraft,
llevándolo hacia la ciencia ficción, mientras que la segunda desperdicia el reparto
reunido -dentro del cual se encontraban los magníficos Christopher Lee y Barbara
Steele- en una historia que pierde fuerza y se torna francamente aburrida. Mucho
más efectiva es la adaptación de la misma historia hecha para la televisión en el
2005, perteneciente a la serie Masters Of Horror y dirigida por Stuart Gordon.

Los años setenta trajeron consigo la versión cinematográfica de uno de los relatos
esenciales del ciclo literario de los Mitos de Cthulhu: El Horror De Dunwich (1970).
Producida por Roger Corman y dirigida por Daniel Haller, la historia del nefasto
Wilbur Whateley, interpretado por Dean Stockwell, es recreada con toques
psicodélicos, incorporando al personaje de Nancy Wagner (Sandra Dee), quien no
aparece en la obra literaria. En la película, el horror que inspira el original está
ausente, siendo reemplazado por escenas alucinógenas con reminiscencias a El
Bebé de Rosemary y un final bastante trillado, con frustrado sacrificio ritual de la
bella dama incluido.

En Italia, la influencia lovecraftiana se dejó sentir a través de Lucio Fulci, uno de los
grandes propulsores del gore más explícito. Sus películas Paura Nella Città Dei
Morti Viventi (1980) y Quella Villa Accanto Al Cimitero (1981) hacen constantes
referencias a creaciones y lugares de la obra del autor de Providence.

Tal vez la más popular y taquillera traslación a la pantalla de una obra de Lovecraft
sea Re-Animator (1985), basada en Herbert West, Re-Animator, una historia de la
cual HPL manifestó no sentirse totalmente satisfecho. Dirigida por Stuart Gordon y
protagonizada por Jeffrey Combs, dos grandes personajes del cine de terror
ochentero, esta desopilante historia sobre una sustancia que puede reanimar
cadáveres, logro desatar una nueva ola de películas basadas en los cuentos del
autor. La belleza femenina estuvo a cargo de la sensual Barbara Crampton.
La misma combinación (Lovecraft, Gordon, Combs, Crampton) volvió a juntarse en
From Beyond (1986). La película se plantea como una secuela del relato corto
Desde el más allá, en el que un científico logra inventar una máquina (el resonator)
que estimula la glándula pineal, abriendo la mente a una dimensión paralela
habitada por monstruosos seres. Se trata de una producción sumamente entretenida
con una buena banda sonora y efectos especiales bastante apreciables para la
época.

En 1987 llegaría una nueva versión cinematográfica de El color surgido del espacio.
Se trata de La Granja Maldita (The Curse), en donde un meteorito cae en el campo
de una familia de granjeros, produciendo terribles mutaciones físicas y psicológicas
entre sus miembros. La historia guarda muy poca relación con lo que Lovecraft quiso
transmitir en lo que él consideraba su relato favorito. El horror atmosférico se pierde
para dar paso a la repugnancia y el gore explícito.

Una suerte similar correría la adaptación de Lo innombrable. Estrenada a través del


video en nuestro país con en título de Donde Duerme El Horror (The Unnamable,
1988), el filme tiene muchas referencias a Lovecaft –los personajes de Randolph
Carter y Charles Dexter Ward son prestados de otros relatos del autor, se menciona
al Necronomicon, parte de la acción se desarrolla en la Universidad de Miskatonic,
etc.- pero rápidamente degenera en una burda película estudiantil de horror, con
crímenes, monstruos y generosos senos. Sin embargo, su exiguo éxito llevó a su
director, Jean-Paul Ouellette, a realizar una pseudo-secuela llamada The
Unnamable II: The Statement Of Randolph Carter (1993).

Dan O’Bannon dirigió The Resurrected (1992) una interesante revisión de El caso de
Charles Dexter Ward, en la que Chris Sarandon interpreta el doble papel de Joseph
Curwen y Charles Dexter Ward. Las criaturas deformes (sobre todo aquella
moribunda que los lugareños encuentran flotando en el río) son de lo más
lovecraftniano que se ha visto en la pantalla.

En 1994 apareció Necronomicon, película compuesta por tres relatos enlazados por
la presentación del propio Lovecraft, encarnado por Jeffrey Combs. Una buena
revisión de historias no muy conocidas del autor, que tuvo un modesto éxito de
público y crítica.

La trilogía Evil Dead de Sam Raimi y los llamados filmes apocalípticos de John
Carpenter (The Thing, Prince Of Darkness e In The Mouth Of Madness), a pesar de
no estar basados en ninguno de los relatos de Lovecraft, transportan al lector-
espectador a universos en los que la influencia lovecraftiana no puede pasar
desapercibida.

El nuevo milenio trajo consigo a Dagon: La Secta Del Mar (2001), nada despreciable
producción de la Fantastic Factory dirigida por Stuart Gordon y basada en los
cuentos Dagon y La sombra sobre Innsmouth. Dos parejas tienen un accidente en el
mar, llegando al extraño pueblo de Imboca e iniciando una lucha por sobrevivir a los
temibles mutantes humano-marinos que lo habitan.

Pero tal vez la más fiel de las adaptaciones de HPL es La Llamada De Cthulhu (The
Call Of Cthulhu, 2005). En esta producción muda y en blanco y negro, el novel
director Andrew Leman realizó un homenaje al cine expresionista respetando
fidelísimamente la línea argumental de la historia original, inclusive en su estructura
capitular. No hay gore, desnudos ni lenguaje obsceno: sólo 47 minutos de pura
mitología lovecraftiana, como para transmitir a las nuevas generaciones.
Tal es la influencia de la literatura de Lovecraft en el séptimo arte, que desde 1995
se viene realizando el H.P Lovecraft Film Festival, como un espacio donde los
realizadores profesionales y amateurs pueden seguir rindiendo tributo a este genio
del horror.

Muchas otras adaptaciones e inspiraciones han quedado en el tintero. Pero es


innegable que el inagotable universo creado por Lovecraft y sus seguidores, seguirá
alimentando la imaginación de los guionistas por muy buen tiempo. Sólo esperamos
que cada nueva producción esté a la altura del genio que nunca quiso ver
banalizada y vulgarizada su creación por ese insaciable monstruo llamado cine.

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