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cercano al relato popular oral. Petronio, que vivió en la época de Nerón, escribió sobre el
hombre-lobo y Flenón, de la novia fantasma. En las sagas escandinavas aparecen
monstruosos engendros, mientras que en Beowulf o en Nibelungo, existen variedad de
magias y horrores nocturnos. La muerte de Arturo, de Malory, recupera ya en prosa
leyendas de las antiguas baladas, y encontramos fantasmas en el Hamlet de
Shakespeare y brujas en Macbeth.
En los siglos XVII y XVIII, los buhoneros vendían en las aldeas folletos con historias
sobrenaturales, y el interés del público por la historias tenebrosas iba en aumento. Pero
no fue hasta la época de la novela gótica cuando el relato de terror se convirtió en género.
La literatura macabra
Lovecraft data la fundación de la novela de terror en 1764, cuando fue Horace Walpole
publicó El castillo de Otranto. El propio Walpole vivía en un castillo neogótico en
Strawberry Hill que le sirvió de modelo para crear la primera casa encantada de la
literatura. «La historia, aburrida, artificial y melodramática, se debilita por un estilo
"elegante" y prosaico cuya donosidad cortés no permite crear, en ningún momento, una
auténtica atmósfera sobrenatural», dice Lovecraft. A pesar de su mediocridad, ejercerá
una profunda influencia en la literatura fantástica.
El siguiente impulso a la novela de terror se lo dio la escritora Ann Radcliffe, que
enriqueció la novela gótica con la creación de ambientaciones espectrales y de suspense.
Como subraya Lovecraft, Radcliffe tenía «una capacidad casi genial para infundir al
paisaje y los incidentes con un sentido genuino de lo sobrenatural». El creador del horror
cósmico le dedica párrafos de admiración a la autora de novelas como Los misterios de
Udolfo o Gastón de Blondeville.
Matthew Gregory Lewis, autor de la novela El monje, representa para Lovecraft el apogeo
de la novela gótica. Este autor introduce en su obra elementos del folklore germánico,
infundiéndole a su terror un carácter violento, repleto de elementos macabros. No
obstante, el tono artificioso de la literatura gótica empezaba a cansar al público. Las
críticas aumentaban y del género surgieron parodias como La Abadía de Northanger, de
Jane Austen. De estos años de decadencia, el autor de En las montañas de la
locura salva a Charles Robert Maturin, un excéntrico sacerdote inglés, que además de
escribir novelas góticas se dedicó al género fantástico, con obras como Melmoth, el
Errabundo de la que Lovecraft destaca «una afinidad con la verdadera esencia de la
naturaleza humana, una comprensión de las fuentes más profundas de auténtico terror
cósmico».
El terror moderno
H. P. Lovecraft era un autor generoso en amistades, que expresaba sus gustos literarios
sin tapujos ni envidias. Se escribía con muchos escritores de la época y organizaba viajes
con los más cercanos. Siguiendo su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, el autor
destaca a coetáneos del terror como el escritor de origen celta Arthur Machen, autor de El
gran dios Pan, del que dice que «lleva en la sangre el misterio medieval de los bosques
sombríos y las antiguas costumbres».
El inglés Algernon Blackwood es otro de los grandes referentes contemporáneos de
Lovecraft. Reconociendo que no es un gran maestro de la palabra y que su obra es
desigual, lo considera un genio de la atmósfera fantástica, dotado de «un sobrecogedor y
convincente sentido de la inmanencia de extrañas entidades y esferas espirituales».
Lovecraft cita a Lord Dunsany como otro de sus referentes modernos, al que considera
tan sensible como Poe. Inventor de una mitología y folklores propios, en los relatos de
Dunsany la belleza, ubicada en los mundos de los sueños y la memoria, es la fuente del
terror