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Escrito - en una servilleta - sobre la (in)tolerancia.

El rompimiento del contrato…


Filosofía Política
Miguel Vázquez Angeles
412038608

Si estamos aquí - en clase de filosofía política -,


es porque tenemos la esperanza de que algo puede cambiar...

(Comunicación personal con el profe, septiembre de 2020).

En clase se estableció que la filosofía política moderna -en particular, pero en general toda la
filosofía política- busca dar una explicación conceptual a los problemas concretos que se
encuentran en la realidad relacionados con el poder. Por lo que, a diferencia de la ciencia política,
el fin último de la filosofía política sería ordenar al interior de un marco teórico las relaciones que
se establecen entre los términos que entran en contacto de manera política.

Para la época moderna, el camino que siguieron los autores que revisamos fue el del
contractualismo. Es decir, a partir de una concepción específica de agente político (en este caso
hombre, adulto, blanco, europeo, con sus variantes específicas) se podría dar la congregación entre
congéneres para asegurar el desarrollo y seguridad del grupo y moldear la sociabilidad a partir de
un pacto. Situación que es fundamental: el orden político derivará, necesariamente, de la
concepción que se tenga acerca del agente político que lo va a desarrollar.

Tanto Hobbes como Locke llegan a un resultado similar, en tanto que ambos aluden a este
dicho pacto, pero a partir de métodos y cuestiones diferentes. Para ambos, quienes construyen el
orden van a participar de él para darle legitimidad, sin embargo, si bien Hobbes es anterior a Locke,
no se puede decir que sea su sucesor directo, porque, aunque existen algunas tesis que se
corresponden, en general el resultado es completamente diferente. En ciertos sentido, me atrevería
a decir que inclusive son antagónicos, tanto política como discursivamente. Tan lo menos esto es
lo que me hace pensar la metodología que plantean, el desarrollo argumentativo y las conclusiones
tan disímiles a las que llegan. Aunque se me hace una situación merecida a rescatar el poder hacer
un corte transversal temporalmente y encontrar tantas similitudes en la forma de crear y acercarse
a su objeto.

Dejando de lado la “curiosidad epistemológica” la cual ya ha sido tratada en otros lugares


y, de seguro, es también una veta enorme para otras reflexiones (o investigaciones), si bien es cierto
que ambos llegan a resultados diferentes, también es cierto que en ambos discursos se encuentra
un lugar para los conceptos de libertad y tolerancia. En Locke es más explicitó lo segundo, eso es
algo que se tendrá que buscar más a detalle en Hobbes. Suponiendo que se encuentra, a partir de
un análisis de la posición que se toman tales conceptos al interior de estos discursos, lo que se
busca es problematizar la idea de que la tolerancia, en el sentido moderno, no es liberadora, sino
opresora; y que la intolerancia podría ser una verdadera vía para reclamar una libertad “más libre”.
Se busca, entonces, llevar a últimas consecuencias – o al menos tratar de trazar un camino, o la
dirección de que debería seguir este hacia – las posibilidades de sublevación que permiten ambos
discursos filosóficos a partir de una externalización de la intolerancia a niveles personales y
públicos.

Para poder llegar a ese resultado esperado, primero plantemos bases: en un sentido
corriente, la tolerancia puede entenderse como una capacidad o cualidad humana, adquirible por
medio del aprendizaje – como lo son todas –, con dos vertientes diferentes: una relativa a la
capacidad de sentir respeto hacia algo o alguien y otra relativa a la capacidad de soportar algo o a
alguien. Por lo que, por simple oposición proporcionada por el sufijo -in, intolerancia supondría o
una incapacidad de soportar o una incapacidad respetar algo o a alguien. Entonces, ¿qué papel
podría guardar la intolerancia al interior del orden civil o político?

Para poder acercarnos siquiera a responder esta pregunta, comenzaremos por distinguir
algunos de los postulados filosóficos esenciales de dos de los autores vistos en el curso. La
intención es ir delineando el camino adecuado para modificar los términos, la metodología o llevar
a sus últimas consecuencias sus postulados. Tanto Locke como Hobbes dan su receta de orden
político, basada en una búsqueda de la legitimidad.
Hobbes parte de un empirismo metodológico, es decir, parte de un examen de la realidad a
la que él se está enfrentando con la intención de encontrar el qué es lo que hace posible un respeto
hacia el poder político. Más allá de la evidencia que representa el pensar que detrás de cualquier
análisis existe un marco teórico previo, Este marco previo será una idea concreta de hombre, a la
cual se le atribuirá el inicio de la individuación como principio metodológico. El individualismo
de Hobbes será la base para la posterior posibilidad de agregación de estos individuos bajo el
contrato. Las consecuencias son que se reduce al hombre a un cuerpo en movimiento que se rige
por aversión y deseo, cuyo mayor preocupación es la de mantenerse con vida. Muy alineado a su
época, convierte al hombre en un autómata.

Hobbes encuentra en la guerra civil en Inglaterra la muestra clara de que los hombres
pueden encontrarse en un estado de naturaleza en el que todos se dan contra todos y hasta por
debajo de la lengua. Con base en su psicología mecanicista, Hobbes establecería que el estado de
naturaleza es un reflejo de la naturaleza del hombre. En él, el hombre se encuentra frente a la
merced de un mundo problemático, con individuos iguales que él, problemáticos también y con un
futuro incierto. No es una cuestión moral, en tanto bien o mal, sino que el hombre tiende al poder,
pero igual es débil. Por lo cual se encuentra entre el exceso de poder y su ausencia, desencadenando
en el estado de naturaleza.

Sin embargo, estas individuos sólo pueden darse cuenta de los peligros a los que se
encuentran por otra capacidad muy importante que también comparten todos: la razón. Entonces,
sumado al instinto de conservación, la razón les otorga una visión del futuro. Ésta les permite
planificar, con la intención de incrementar su poder para asegurar su supervivencia. Este punto,
todo se convierte en instrumento, inclusive los congéneres, y es lo que nos va a llevar al contrato.

Al ser las leyes naturales son dictadas por la razón y el congregarse volverse la forma más
segura de garantizar su cumplimiento, será la razón la que lleve contrato. Así, la competencia
violenta e improductiva, se pacifica y se obtiene una significación colectiva (o sea, hay
competencia, pero no hay intolerancia). Con el nuevo contrato nace el estado, el soberano y la
propiedad. Se establece el sistema de dominio mediante el cual se le conde legítimamente al
soberano la capacidad de estar por encima del contrato, a partir de la renuncia a mis derechos
naturales, el derecho de gobernar y hacer cumplir las leyes naturales.
Sin embargo, existe una ley fundamental del estado, la que si se incumple destruye a la
comunidad política, cayendo de nuevo en el estado de naturaleza. Entonces, si bien sólo con el
estado se podrán establecer criterios de justicia e injusticia, este se tendrá que encargar de asegurar
la vida de los individuos que lo conforman

Para Hobbes la cooperación es arriesgada. Todos los individuos se encuentran en una


situación de simetría amenazadora, ya que, si son iguales, todos son peligros potenciales. Al
parecer, el pacto es lo más “razonable”.

Locke parte de un empirismo, al igual que Hobbes, sin embargo, él va a criticar la idea del
innatismo y el racionalismo. Uno de los planteamientos fundamentales de Locke va a ser el de
desechar la idea de una legitimidad de gobernar por derecho divino. Locke va a poner en el
gobierno civil el poder legítimo, en tanto que el contrato legitima su soberanía, mientras que los
derechos individuales regulan su alcance.

Para Locke, el hombre se puede encontrar ya sea en estado de naturaleza o en estado de


guerra. El estado de naturaleza es aquel en el que los individuos gozan de una perfecta igualdad y
por, consiguiente, una libertad total. En el estado de naturaleza, nadie está por encima de nadie
más. Por esta razón, todos tienen la capacidad de hacer cumplir la ley de la naturaleza, castigando
al infractor y obligándolo a reparar el daño.

Pero si bien todos tienen, en el estado de naturaleza, el derecho a juzgar y a estimar el daño
y a castigar, no todos tienen la capacidad para hacerlo. Por esta razón es que se realiza el contrato
social. Entonces, si bien existen leyes y derechos en la naturaleza, previo al contrato - a diferencia
de Hobbes - lo que no existe un ente lo suficientemente capaz de hacerlo cumplir ante el problema
de encontrarse con individuos o grupos fuertes. Esta situación es la que da pie al Estado de guerra
o esclavitud. Que es cuando los hombres no respetan la libertad de otros hombres, como a lo que
era el estado de naturaleza en Hobbes. Los gobiernos deben asegurar los derechos naturales, que
son la supervivencia, libertad y propiedad. Límite sobre el gobierno civil es la libertad natural.
Obliga a no violentar a otros en vida, libertad y posesiones.

Una situación fundamental al interior del aparato Lockiano, es la composición del agente
político. En Locke, se encuentra una doble dimensión que no existía aún en Hobbes. Para Hobbes,
el soberano era cuasi omnipotente, porque nomás le faltaba el nombre, sin embargo, en Locke
existe un ámbito en el cual uno no alcanza a ser molestado: el ámbito privado. Es de vital
importancia para el sistema, porque además se vuelve en parte de su legitimación: con el afán de
asegurar el orden y el respeto a mi ámbito privado, legitimo al estado. Sin embargo, puede resultar
problemático. Si una idea importante para el orden civil es la legitimidad que proviene de los
ciudadanos, la tolerancia puede generar una falsa legitimidad.

Tomando en cuenta lo anterior, y regresando al sentido corriente que planteamos para


(in)tolerancia, parece que en Hobbes se encuentra la tolerancia en la segunda acepción, la relativa
al de soportar. Al otorgarle a un tercero la cualidad de defenderme y de ser soberano, adquiero una
capacidad de tolerancia de manera implícita, o más que una capacidad, una obligación. Mientras,
por otro lado, si bien esta también se encuentra en Locke, es el primer término con respecto al
respeto el que se desarrolla más su gobierno civil, con respecto a la vida privada de los individuos
en el colectivo.

En ese sentido, la tolerancia es un garante de la libertad, o debería de serlo ¿pero no


podemos apelar en un sentido a la tolerancia para no inmiscuirnos en otros problemas?

La tolerancia cobra aquí un papel coercitivo doble, en tanto debo “respetar” a mis
congéneres y “soportar” el no poder defenderme sino a través de alguien más. Sin embargo, las
mismas definiciones de orden y sujetos políticos de Hobbes y Locke vuelven esto muy complicado,
al no tomar en cuenta cuestiones como la desigualdad económica, la política o la corrupción misma.
Cualquier actitud opositora, por más liberadora que busque ser, se vuelve intolerancia y, por lo
tanto, intolerable.

Entonces: si el orden civil se encarga de asegurar una supuesta libertad e igualdad, en


potencia, más no de facto - en cuanto a las capacidades políticas y de fuerza (literalmente) -, al
permitir esa disparidad y olvidarse de la tolerancia respetuosa, termina por sobajar cualquier intento
de intolerancia exigente. Mientras, por otro lado, se permite el florecimiento de una intolerancia
disfrazada al interior de la vida privada y externada a la vida púbica en forma de “libertad de
expresión”, lo que permite una descontextualización del pensamiento y de las actitudes y, por
consiguiente, una inoperancia política o persecución a las voces disidentes.

De esta manera, la tolerancia que en su origen es el derecho a disentir, en las acciones se


nos ve negado aquello. Pero, si como se dijo en clase, hacer política es asumir la posibilidad de
transformar, entonces la intolerancia puede ser un motor para transformar algo, mientras que la
tolerancia una herramienta para mantener el estatus quo. Es decir: la tolerancia nos aísla y atomiza.
Sin embargo, ese aislamiento genera una sensación contraria al primer término planteado de
tolerancia, con respecto al respeto.

De esta manera, la intolerancia podría rescatar aquel principio democrático que la libertad
y tolerancia liberales dejaron algunas aulas escocesas. Y si bien el orden social se tiene que
construir, y se agradece y se señala cada aporte, también se puede destruir y reconstruir sobre
nuevas bases, recordando cada abono: positivo y negativo.

Para mí, esta discusión comienza a ver la luz cuando Kant se asoma con su ética
deontológica, el imperativo categórico y el orden civil republicano. Al tener las acciones una
motivación a priori, racional, y no depender ya de la acción a realizar o del sujeto, lo que se
consigue es que encontrar acciones que podrían parecer contradictorias a los principios de
tolerancia que incluyen Hobbes, Locke y el contractualismo liberal en ese “contrato libre”.

La tolerancia debe ser un respeto a la diversidad, una diversidad que es observable


antropológicamente hablando, y que siguiendo los pasos – corregidos metodológica y
conceptualmente – de Hobbes, debería llevarnos a otro orden político, más ad hoc para todo esa
humanidad que se encontraría. Es una derivación ontológica, en tanto que trato a las personas como
las considero. No se puede pensar en libertad o en tolerancia cuando no se considera al interlocutor
como un igual o, al menos, como un análogo, con las mismas capacidades y derechos. Es por eso
que la práctica de la tolerancia se ha visto tan tergiversada y cambiada y si es que queremos respeto
y no tener que andar soportando la violación de nuestros derechos tendremos que formar un nuevo
lugar teórico para la intolerancia liberadora y un actuar en consecuencia.

Referencias
Hobbes, T. (2012). Leviatán. Madrid: Gredos.

Kant, I. (2012). Fundamentación para una metafísica de las costumbres; Crítica de la razón práctica;
Hacia la paz perpetua. Mardid: Gredos.

Locke, J. (2012). Ensayo sobre el entendimiento humano; Segundo tratado sobre el cuerpo; Escritos sobre
la tolerancia. Madrid: Gredos.

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