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EL

PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN

La cuestión fundamental sobre cómo entender el conocimiento pone de manifiesto
la relevancia de las teorías representacionistas, que plantean que el conocimiento
de los objetos reales viene mediado por imágenes/objetos mentales, que
representan esas cosas reales, basándose en una relación de semejanza o similitud.
El conocimiento es válido en cuanto que existe una correspondencia entre las
imágenes/objeto mental y la cosa física/objeto extramental.

Aparece entonces el problema del
puente: ¿Cómo saber si el objeto mental
mediador representa adecuadamente al
objeto? Descartes es el primer autor
representacionista. Platón y Aristóteles
no lo son, ya que para ellos la imagen no
proporciona el conocimiento, sino que a
partir de ellas se extrae la información
inteligible, que sí es fuente de
conocimiento.


RECORRIDO HISTÓRICO

Comenzamos este recorrido histórico con Platón y el
papel de las imágenes en su forma de entender el
conocimiento. Para el filósofo, las imágenes–
pertenecientes al mundo sensible– son sombras, o
copias de las copias de la verdadera realidad. En virtud
de la dependencia de quien percibe y el propio objeto,
las cualidades sensibles son inestables y, por tanto, no
son fuente fiable de conocimiento de la verdadera
realidad.




Para Aristóteles, las imágenes constituyen el material
sensible del cual se abstrae la forma inteligible. Las
imágenes no corresponden a las cosas reales. Son
formas sensibles, que se producen en la imaginación a
partir de las sensaciones, y son el material para la
actividad del intelecto. Para Santo Tomás de Aquino,
la imagen (o fantasma), de carácter particular, es
necesaria para que el intelecto agente extraiga la
especie inteligible, que como concepto universal, se
asemeja con el objeto real. En el planteamiento
aristotélicotomista, las imágenes o el concepto que
producen no es lo que se conoce directamente, sino el
medio por el cual se conoce la esencia ideal, aquello que
si lleva al conocimiento de las cosas.
Con Descartes se inicia la representación, con la
formulación y la función de las imágenes e ideas, que
representan las cosas extramentales. El autor pone en
duda todo aquello que es susceptible de hacerlo, hasta
llegar al cogito con sus ideas. Éstas poseen una realidad
formal (puro contenido mental) y una realidad objetiva
(contenido representacionista), que permite
diferenciar entre ideas según el contenido. El objeto
inmediato del conocimiento no es la cosa sino la idea,
en cuanto representa la cosa extramental. El principio
de causalidad sobre la realidad objetiva de cada idea,
permite salir del cogito al mundo exterior.



Para Locke, las ideas representan las cosas
extramentales, en la medida en que toda idea proviene
de la experiencia. El autor divide entre ideas simples y
complejas, y establece que entre ambas debe existir una
correspondencia, que se muestra cierta y segura sólo
respecto a la sensación actual.




Hume desplaza el polo de la representación a la esfera
mental del sujeto. No busca la conformidad entre las
ideas y las cosas reales, sino que plantea una
representación puramente subjetiva, donde la
correspondencia en la mente se da entre las
impresiones (percepciones vívidas e intensas que
preceden a las ideas, y que provienen del contacto
directo de los sentidos con los objetos) y las ideas
(percepciones menos intensas, que reproducen y
representan a las impresiones). Este nexo entre ideas-
impresiones es la relación causa-efecto, que no
proviene de ningún razonamiento a priori, sino
exclusivamente de la experiencia (materia de hecho), y
por tanto no es fuente de conocimiento seguro, ya que
son resultantes de la costumbre.


Kant tratará de realizar una síntesis entre el empirismo y el racionalismo. Con su
criticismo trascendental buscará integrar el elemento empírico fruto de la
experiencia, con las formas a priori independientes de ella, que son necesarias
para que se dé dicha experiencia. Kant asumía que el objeto de conocimiento lo es
en cuanto que se adapta a la forma de conocer del sujeto. El conocimiento es
posible por la síntesis entre el elemento sensible de la intuición y las formas a
priori del entendimiento.
El dato sensible particular, ordenado
a través de las formas a priori de la
sensibilidad (espacio y el tiempo) da
como resultado la intuición sensible,
que a su vez se le aplican las
categorías, como conceptos puros del
entendimiento. Dado que la esta
aplicabilidad sólo es legítima en los
límites de la experiencia, el
conocimiento que obtenemos es sólo
de fenómenos, y no de las cosas en sí.
La unidad superior de todas las
categorías del intelecto desemboca en
la apercepción trascendental, es decir, el “yo pienso”, y de esta forma se refuerza la
conclusión de que las reglas del pensamiento para pensar el objeto de la intuición
surgen del sujeto, de la espontaneidad del entendimiento.

LIMITACIONES de la Crítica Trascendental

- El planteamiento critico trascendental supera la división res extensa - res


cogitans cartesiana, pero cae en la subjetividad trascendental, determinando el
mundo y la experiencia por sus reglas universales y necesarias (a priori).
- Todas las formas de unidad y de síntesis provienen de la actividad espontánea
del sujeto consistente en la capacidad de juicio. La creación de categorías restringe
la posibilidad de conocer más allá de la experiencia.
- Debido a la separación radical del noúmeno y el fenómeno, nuestra realidad es la
que conocemos, y por tanto, el noúmeno se pude presentar como irrelevante.
- La concepción de conocimiento kantiana sigue teniendo un carácter de
correspondencia, en cuanto a que el concepto se tiene que adaptar al dato.
- La división entre sensibilidad-intelecto y fenómeno-noúmeno mantiene el
problema del puente.


CRÍTICA DE LA REPRESENTACIÓN

El problema de las teorías representacionistas consiste en plantear el


conocimiento como una relación entre el sujeto y el objeto por medio de un
intermediario (imágenes, ideas, conceptos). De esta manera, el conocimiento
inmediato no es del objeto, sino de la imagen que lo representa. No pueden
explicar si se pueden conocer las imágenes de modo directo, ya que si el
conocimiento funciona a través de mediadores, caemos en un problema de
mediaciones infinitas. Además, las diversas modalidades de conocimiento
(percepción, memoria, imaginación, juicio) contradicen esta idea de la
representación: cuando recibimos información a través de estas modalidades, lo
que obtenemos es el conocimiento del propio objeto y no de una imagen.

Dichas teorías caen en el error de considerar la conciencia como una caja cerrada,
dentro de la cual se conocen las ideas que habitan en ella. Pero la conciencia no es
cerrada, sino que se encuentra siempre dirigida a algo, lo que supone una
intencionalidad del conocimiento. Esta intencionalidad de la conciencia es la
estructura de correlación entre el sujeto y el objeto, dando lugar a un conocimiento
inmediato (sin mediador).

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