Está en la página 1de 26

Una “primera versión” de la teoría de la crisis de Marx: La caída de la masa de

plusvalía social y el límite interno absoluto del capital.

Resumen
La teoría de la crisis de Marx es normalmente asociada a la ley de la caída tendencial de la tasa de
ganancia expuesto en el libro tercero de El Capital. Según Marx, el aumento de la composición
orgánica del capital – el hecho de que el capital variable crece en términos absolutos, pero decrece en
términos relativos debido al incremento más rápida del capital constante – origina una caída de la tasa
general de ganancia que coloca en jaque la reproducción del capital. En este artículo se defenderá que:
i) existe una “primera versión” de la teoría de la crisis Marxiana, esbozada sobretodo en los Grundisse,
que atribuye a la crisis secular de la economía capitalista la eliminación absoluta del trabajo vivo y, por
lo tanto, la caída de la masa de plusvalía producida socialmente; ii) solamente, esta “primera versión”
de la teoría de la crisis permite deducir el límite interno absoluto del capital de forma consistente.

La tendencia histórica de nuestra era es la crisis fatal de la producción capitalista, (…)


una crisis que terminará con su destrucción (Marx 1979c, 357)

1. Introducción

En las últimas décadas, se tornó hegemónico, en el campo Marxista, la visión de que la teoría de la
crisis de Marx se refiere a la llamada Ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia (Clarke 1994,
63), presentada en el tercer libro de El Capital. La crisis se refiere, ahí, a la disminución relativa del
capital variable en el curso de la evolución histórica del modo de producción capitalista. En la
perspectiva de Marx, el capital variable aumentaría continuamente en términos absolutos, pero en una
proporción decreciente de cara al aumento más rápido del capital constante, lo que provocaría una
disminución ineluctable de la tasa media de ganancia, a pesar de la existencia de algunas causas
contradictorias. La masa de plusvalía social (igual que la masa de ganancia) crecería indefinidamente.

Sin embargo, es posible identificar la existencia de una versión anterior de la teoría de la crisis
Marxiana (cf. Botelho 2009, 72; Jappe 2006, 131-148; Silva Júnior 2010, 136), que ha sido
frecuentemente escamoteada en la literatura. Esto se deba tal vez al hecho de que no había sido
desarrollado en una exposición sistemática por parte de Marx, encontrándose disperso por diversas
partes, sobretodo de los Grundisse, pero también de los Manuscritos Económicos de 1861-63 y del
primer libro de El Capital. Aquí designaré por “primera versión” de la teoría de la crisis que postula la
disminución absoluta del trabajo vivo involucrado en el proceso de producción inmediato y la
consecuente caída de la masa de plusvalía social.

En este artículo, se procurará, a través de un análisis inmanente, exegético, presentar evidencias


textuales que comprobarán la existencia de una “primera versión” de la teoría de la crisis en las obras
de Marx, referente a: i) los límites sociales y, en última instancia, fisiológicos de la plusvalía absoluta;
ii) las dificultades de producción de plusvalía relativa ligadas a la trayectoria histórica peculiar del
proceso de acumulación del capital; iii) la divergencia creciente entre riqueza material y valor
económico; iv) el decrecimiento absoluto de la fuerza de trabajo empleada; v) el aumento relativo del
trabajo improductivo. Es evidente que “al igual que una reconstrucción inmanente no puede dejar de
ser interpretativa” (Reuten 2004, 118).

A continuación, esta “primera versión” de la teoría de la crisis será comparada con la ley de la caída
tendencial de la tasa de ganancia. La tesis central que este artículo defiende enuncia que no es posible
deducir un límite interno absoluto de la acumulación del capital a partir de la caída de la tasa de
ganancia. El colapso de la economía capitalista solamente puede ser deducido teóricamente de la caída
de la masa de plusvalía creada socialmente.

Estoy perfectamente consciente que el “colapso del capitalismo” es una idea “altamente controversial”
(Ramtin 1991, x), pero su centralidad en el pensamiento de Marx es incuestionable. Tal como refiere
Ramtin, la teoría de Marx no busca solamente percibir como “funciona el capitalismo”(Ramtin 1991,
179, itálico en el original); ella nos revela las contradicciones que conducen al sistema (capitalista) a su
propia negación (Ramtin 1991, 179).

2. Teorías de las crisis Marxistas: Breve revisión crítica

Es seguro afirmar que “no es posible encontrar una teoría de la crisis que abraza la obra de Marx, sino
solamente observaciones dispersas, más o menos elaboradas, a partir de los cuales los autores
Marxistas desarrollarán teorías de la crisis bien distintas” (Heinrich 2012, 171). Según Ernest Mandel,
existen tres variantes principales de interpretación monocausal de la teoría de la crisis de Marx”
(Mandel 1991, 42):

i) La teoría de la desproporcionalidad explica la crisis a través de la desproporción, en términos de


valor de uso/valor, entre los diversas ramas de negocios que componen la economía capitalista.
Resumiendo, la crisis es atribuida a la “anarquía del mercado” (Clarke 1994, 9). Dos de los principales
exponentes de esta teoría son Rudolf Hilferding (cf. 1981) y Nikolai Bukharin (cf.1972);

ii) La teoría del subconsumo, predominante desde el final de los años 30 hasta los inicios de los años 70
(Clarke 1994, 6-7), explica la crisis a través del desfase entre el output (o la capacidad productiva) y el
consumo de la masa de la población (los salarios reales o poder de compra de los trabajadores)”
(Mandel 1991, 44), por el que la causa última de la crisis es la “sobreproducción de mercancías en el
sector secundario” (Mandel 1991, 44). Los principales defensores de esta teoría son Rosa Luxemburgo
(cf. 2003) – que coloca un gran énfasis en las dificultades de realización de la plusvalía, en el contexto
de los esquemas de reproducción del Libro Segundo - y los autores estadounidenses asociados a la
revista Monthly Review (cf. Baran e Sweezy 1968; Sweezy 1962);

iii) La teoría de la sobreacumulación, predominante desde los inicios de la década de 1970 (Clarke
1994, 7), justifica la crisis con la caída de la tasa de ganancia, provocada por el aumento de la
composición orgánica del capital, i.e.,, por la adopción de “tecnología de producción cada vez más
intensiva de capital” (Clarke 1994, 63), La tasa de ganancia es directamente proporcional a la tasa de
explotación e inversamente proporcional a la composición orgánica del capital (Clarke 1994, 65-66).
La teoría de sobreacumulación defiende que la evolución “histórica de la producción capitalista” va en
sentido de una “tendencia constante hacia el aumento de la composición del capital en términos de
valor” (Clarke 1994, 66). Con una tasa determinada de explotación, esto implica la caída de la tasa de
ganancia (Clarke 1994, 66). En este contexto, el capital variable reducido, en términos relativos, sería
supuestamente incapaz de proveer la plusvalía exigida para valorizar un capital de mayor magnitud.
Los principales defensores de esta teoría son Henryk Grossman (cf. 1992) y Paul Mattick (cf. 1981).

Las teorías de la crisis se distinguen, además, en cuanto al horizonte temporal de sus análisis (Mandel
1991, 33). Tradicionalmente, la teoría de la desproporcionalidad solo argumenta sobre los
desequilibrios que explican el ciclo económico (Clarke 1994, 38). En cuanto a las teorías del
subconsumo y de la sobreacumulación, ambas fueron utilizadas para analizar tanto las crisis periódicas
como la trayectoria secular de la acumulación del capital.

Hoy en día, sin embargo, los autores Marxistas más consagrados entienden la crisis como un fenómeno
cíclico. Andrew Kliman (cf. 2012) y Michael Roberts (cf. 2016) atribuyen las crisis recurrentes a la
caída temporal de la tasa de ganancia, en cuanto David Harvey (cf. 2010) explica el patrón cíclico
capitalista con el recurso de una hibridación de la teoría del subconsumo con la teoría de la
sobreacumulación. En síntesis, la crisis no esta comprendida, en estos autores, como una “barrera
absoluta” de la expansión del capital, sino como “una barrera repetidamente puesta y superada en el
curso irregular y propicio a crisis del desarrollo del capitalistmo” (Shortall 1994, 391).

Debe destacarse que las teorías de desproporcionalidad, de subconsumo y de sobreacumulación


encuentran algún tipo de apoyo textual en afirmaciones dispersas de Marx, sobretodo en el Libro
Tercero de El Capital. Importa recalcar, todavía, que tanto la teoría de la desproporcionalidad como la
teoría del subconsumo se ciñen a la esfera de la circulación: la crisis tienen su origen en los problemas
de realización de valor (y de la plusvalía) previamente producido. Paul Mattik tensiona las
insuficiencias de estas teorías:

En la medida en que el proceso de reproducción depende de la acumulación


de capital, y por tanto de la masa de plusvalía que hace la acumulación posible,
es en el interior de la esfera de la producción que se encuentran los factores
decisivos (a pesar de que no son los únicos factores) para la transformación de la
posibilidad de crisis en una crisis real (Mattick 1981, 60).

En particular, juzgo fundamental rebatir el subconsumismo que, a pesar de su carácter aparentemente


intuitivo y de su elevado número de adeptos (sobretodo entre aquellos que procuran mezclar las teorías
de Marx y Keynes), contradice claramente el carácter distintivo de la crítica de la economía política:

El poder de consumo limitado de la masa de la población sería de hecho una barrera de la


acumulación sostenida de capital si el consumo fuese la fuerza motriz de acumulación. Sin embargo,
para el Marxismo la fuerza motriz de acumulación capitalista no es el consumo sino la ganancia. (…)
El capitalista no invierte por una ganancia adicional ya existente, el capitalista invierte de modo de
reducir sus costos de producción y aumentar su tasa de ganancia, por lo tanto, para ganar una
rebanada mayor del mercado existente a costa de sus competidores. Sin embargo, el resultado de esta
inversión es el aumento de la ganancia total por la fuerza de trabajo y por los medios de producción
(…). Desde que el excedente apropiado por los capitalistas sean consumidos o reinvertidos por ellos (o
prestados a otros que lo reinvierten) el gasto de consumo y de inversión de los capitalistas
proporcionará una ganancia mayor correspondiente a la oferta mayor de productos. El poder de
consumo limitado de la masa de la población es tan sólo el otro lado de la masa de ganancia creciente
apropiada por los capitalistas. (…) No hay ninguna razón para que la masa de ganancia en ascenso
no sea reinvertida productivamente, siendo que cuanto mayor fuera la tasa de ganancia tanto más
rápida será la acumulación de capital. En la medida en que esta reinversión toma lugar, no hay
ninguna razón para que la acumulación de capital sea trabada por los límites del mercado (…). El
poder de consumo limitado de la masa de la población no es una barrera a la acumulación continua
porque la fuerza motriz de la acumulación capitalista no es el consumo sino la producción y la
apropiación de la plusvalía (Clarke 1994, 33-34).

Según Marx, el valor del producto anual se descompone en capital constante + capital variable +
plusvalía. Naturalmente que la clase trabajadora, en su conjunto, solamente puede realizar la parte
correspondiente al valor de su fuerza de trabajo. Si el raciocinio equivocado de la teoría del
subconsumo fuese válido, entonces debería existir una situación de subconsumo permanente, por el que
paradojalmente la cuestión pasaría por explicar el cómo y el qué de la reproducción macrosocial del
capital sería en absoluto posible.

En resumen, conforme tensiona Paul Mattick, “la realización de la plusvalía no puede ser entendida
como el principal problema del modo de producción capitalista. (…) El origen de la crisis yace en la
insuficiencia de la producción de plusvalía (1981, 63). Sin embargo, la propia teoría de Mattick
presenta una falla crucial: a pesar de comprender correctamente el lugar de la crisis en la esfera de la
producción, desplaza su atención de la masa absoluta hacia la masa relativa de la tasa de ganancia, i.e.,,
hacia la caída de la tasa de ganancia. Según Mattick, la masa de ganancia, a pesar de que es mayor en
términos absolutos, sería supuestamente insuficiente para responder a las necesidades de expansión
ulterior del capital (cf. 1983, 15). Esta visión es manifiestamente incorrecta porque, tal como observa
Simón Clarke,

Los recursos (monetarios) disponibles para la inversión son determinados por la masa de ganancia y
no por su tasa. Al igual que la tasa de ganancia cae, cada capitalista individual se apropia de una
masa mayor de ganancia y, por lo tanto, posee los recursos necesarios para financiar tanto su
consumo como su reinversión (1994, 59).

Ahora, conforme será defendido en las páginas siguientes, existe otra lectura posible de la teoría de la
crisis en Marx con base en la dinámica de la producción y acumulación de capital. Esta teoría apunta a
la caída absoluta de la masa de plusvalía global, resultante de la reducción absoluta de la fuerza de
trabajo empleada, como la causa fundamental de la crisis secular capitalista. El desarrollo de las fuerzas
productivas materiales entra en contradicción insanable con la fuerza de la riqueza burguesa: el valor.

A pesar de que representen una posición minoritaria, varios autores defienden que la llamada 3ra
revolución industrial – asociada a la tecnología microelectrónica – impone una ruptura cualitativa: de
ahora en adelante, el trabajo vivo no ve simplemente a su fuerza productiva aumentar, sino que es
gradualmente excluido del proceso de producción inmediato, debido a que se hace superfluo en virtud
del desarrollo técnico, tecnológico y científico faraónico (cf. Gorz 2010, 21-42 e 119-183; Kurz 2014,
211-320; Lohoff e Trenkle 2014; Ramtin 1991).

3. La “primera versión” de la teoría de la crisis Marxiana

3.1 De los Límites de la Plusvalía Absoluta a los Límites de la Plusvalía Relativa

Cuanto más elevado es el desarrollo del capital, tanto más


aparece él como obstáculo de la producción (Marx 2011, 340).

Como es sabido, Marx divide la jornada del trabajo en dos partes que designa como tiempo de trabajo
necesario y tiempo de trabajo excedente o plustrabajo. Durante el primer periodo, los trabajadores
producen el valor necesario para la reproducción de su fuerza de trabajo - o su salario. El segundo
periodo está compuesto por el tiempo de trabajo excedente en el cual los trabajadores producen un
valor excedente – una plusvalía – apropiada por el capitalista. Si el tiempo de trabajo necesario fuese
una magnitud determinada, la plusvalía creada depende enteramente de la duración de la jornada de
trabajo: cuanto más larga fuese la jornada de trabajo, mayor será el tiempo de plustrabajo. Marx
designa por plusvalía absoluta aquella que se obtiene por la prolongación del horario de trabajo.
Marx afirma que el límite máximo de la jornada de trabajo está “doblemente determinado” (Marx
1996a, 346). En primer lugar, “por la limitación física de la fuerza de trabajo”, por ejempĺo, un
individuo, a lo largo de 24 horas diarias, solamente es capaz de gastar un determinado “quantum de
fuerza vital” (Marx 1996a, 346). Los individuos necesitan igualmente de tiempo para reponer sus
energías, dormir y satisfacer sus necesidades vitales (alimentación, etc.). Más allá de este límite físico
la jornada de trabajo enfrenta “límites morales” establecidos socialmente: “el trabajador necesita de
tiempo para satisfacer (…) necesidades espirituales y sociales, cuya extensión y número son
determinados por el nivel general de cultura” (Marx 1996a, 346).

El hecho a retener es que la duración absoluta de la jornada de trabajo posee “límites insuperables”
(Marx 1996a, 419) y que, en una sociedad, ella es una magnitud más o menos estable, determinada
social y culturalmente. Está claro que el capital buscará siempre sobrepasar esas barreras,
especialmente cuando se confronta con dificultades de valorización, pero, en última instancia, los
límites físicos y biológicos del ser humano son una barrera insuperable que se impondrá más temprano
que tarde. En resumen, la extracción de plusvalía absoluta se vuelve progresiva y literalmente
imposible.

La plusvalía producida puede, todavía, ser aumentada sin que la duración de la jornada de trabajo sufra
alguna alteración. La denominada plusvalía relativa puede ser extraída de dos formas. En primer lugar,
a través de la intensificación del ritmo de trabajo, o sea, mejorando la maquinaria, acelerando su ritmo
de funcionamiento y forzando al trabajador a acompañar este ritmo de trabajo. (Marx 1996b, 44-45).
Asistimos, así, a un “mayor gasto de trabajo” en el mismo periodo de tiempo (Marx 1996b, 42), esto es,
una “condensación de trabajo” (Marx 1996b, 43). La duración absoluta de la jornada de trabajo puede,
inclusive, ser reducida, pues “se gana en grado de esfuerzo lo que se pierde en duración” (Marx 1996b,
43).1

En tanto, esta “jornada de trabajo condensada” - trabajo intensificado – también posee límites
claramente definidos (Marx 1988, 338): el cuerpo humano, al contrario de la maquinaria, no es capaz
de soportar ritmos de trabajos intensos por periodos muy largos. Alcanzado un determinado límite, el
aumento ulterior de intensidad de trabajo presupone reducciones cada vez mayores de duración de
jornada de trabajo (Marx 1991, 385).

Según Marx, la plusvalía relativa puede ser extraída de una segunda forma, típica del capitalismo
desarrollado: a través del aumento del tiempo de plustrabajo a costa de la reducción del tiempo de
trabajo necesario. Esto implica, en la práctica, la reducción de valor de la fuerza de trabajo, conseguida
a través de la reducción de valor de los medios de subsistencia. Así, la clave de la plusvalía relativa es
el aumento de la productividad en los sectores que proporcionan la canasta de bienes adquirida por los
trabajadores con sus salarios: “Para que disminuya el valor de la fuerza de trabajo, el aumento de la
fuerza productiva tiene que alcanzar ramas industriales cuyos productos determinan el valor de la
fuerza de trabajo, que, por lo tanto, o pertenecen a la esfera de los medios de subsistencia o puedan
substituirlos” (Marx 1996a, 432).

1 Es inequívoco que Marx considera la intensificación del ritmo de trabajo en el ámbito de la plusvalía relativa y no de la
plusvalía absoluta. En el Libro Primero de El Capital, el asunto es abordado en el capítulo XIII de la sección IV,
justamente titulada “La Producción de Plusvalía Relativa” (cf. Marx 1996b, 42-51). El plano de fondo de su teorización
es el desarrollo de la maquinaria y la reducción histórica de la jornada de trabajo. Sin embargo, esta conceptualización
Marxiana no esta consensuada y ha sido objeto de algunas críticas (cf. Mavroudeas e Ioannides, 2011).
Nótese que la reducción de valor de la fuerza de trabajo no implica que se deteriore el patrón de vida de
los trabajadores, pues un salario nominal menor permite comprar la misma masa de valores de uso, o
sea, el salario real se mantiene inalterado. Por cierto, el aumento de la plusvalía relativa no es
incompatible con el aumento del salario real y, además, la subida del salario real y de la plusvalía
relativa pueden incluso ser conjugados con una reducción de la duración de la jornada de trabajo, como
testimonia la historia de los países capitalistas occidentales.

Dado que la creación de plusvalía relativa no depende del aumento de la fuerza productiva del trabajo
en empresas aisladas, está fuera de la autoridad del capitalista individual reducir el valor de la fuerza de
trabajo que emplea. Aquello que impulsa el progreso técnico al nivel de los capitalistas individuales es
otro factor, a saber: la apropiación temporal de una masa de plusvalía extra cuando sus costos de
producción son inferiores a los costos de producción medios vigentes en su rama de negocio. La
competencia intrasectorial recompensa a los capitalistas innovadores. De esta forma, la reducción del
valor de la fuerza de trabajo es el resultado inadvertido del proceso general de innovación que
caracteriza el capitalismo- en la búsqueda de plusvalía adicional – siempre que él abarque las ramas de
producción que componen el sector secundario (II).

Dadas las barreras que se colocan a la extracción de la plusvalía absoluta, la plusvalía relativa es la
forma por excelencia asumida por la plusvalía en el capitalismo maduro, marcado por la subsunción
real del trabajo al capital. Sin embargo, como se verá, cuanto más desarrollado fuese el modo de
producción capitalista, tanto mayores serán las dificultades que se colocarán a la creación de plusvalía
relativa. En otras palabras, en la óptica de Marx, la plusvalía relativa también posee límites históricos,
un aspecto de su teoría que ha sido frecuentemente escamoteado.

Marx escribe en los Grundisse que pueden ser tomadas tres grandes conclusiones en lo que toca a la
plusvalía relativa. En primer lugar, “el aumento de la fuerza productiva sólo puede aumentar el trabajo
excedente (…) a medida que él disminuye la proporción de trabajo necesario en relación al trabajo
excedente” (Marx 2011, 268, itálico en el original). Por lo tanto, este aumento de la fuerza productiva
tiene que ocurrir forzosamente, conforme fue mencionado, en las ramas que producen medios de
subsistencia adquiridos por lo trabajadores con sus salarios.

En segundo lugar, “la plusvalía del capital no aumenta en la misma proporción que la multiplicación de
la fuerza productiva” (Marx 2011, 268), o sea, “la proporción en que la fuerza productiva del trabajo
aumenta el valor del capital depende de la proporción inicial” de trabajo necesario comparado con el
plustrabajo (Marx 2011, 268):2

Si la fuerza productiva se duplica (en los sectores que producen medios de subsistencia), (…) el
trabajador necesitará trabajar tan sólo ½ del tiempo anterior para sacar el precio del trabajo; pero en
cuanto al tiempo de trabajo que él aún necesita para tal propósito depende de la primera proporción
dada, a saber, de tiempo que necesitaba tanto antes del aumento de la fuerza productiva. La
multiplicación de la fuerza productiva es el divisor de esa fracción inicial. Por esa razón, (…) el
trabajo excedente no aumenta en la misma proporción numérica que la fuerza productiva. Si la
proporción inicial es ½ y la fuerza productiva se duplica, el tiempo de trabajo necesario (para el
trabajador) se reduce a ¼ y el valor excedente sólo aumenta ¼ (i.e.,, va de ½ = 2/4 hacia ¾). Si la
fuerza productiva se cuadriplica, la proporción inicial se vuelve ⅛ y el valor (excedente) sólo crece ⅜
(i.e.,, va de ½ = 4/8 hacia ⅞) . El valor (excedente) jamás puede ser igual a la jornada de trabajo

2 Mario Duayer y Nélio Schneider, traductores de la edición portuguesa de los Grundisse, optaron por utilizar el término
“plusvalor”, en vez de “plusvalía” para traducir “mehrwert”.
entera; o sea, una parte determinada de la jornada de trabajo siempre tiene que ser cambiada por por
el trabajo objetivado en el trabajador (Marx 2011, 266-267).

Así, cuanto menor fuese la parte del trabajo necesario antes del aumento de la productividad, menor
será el aumento conseguido en la parte del plustrabajo. Si, por ejemplo, el trabajo necesario ya
representa 2/100 de la jornada de trabajo (y el plustrabajo representa, por lo tanto, el 98/100), entonces
una duplicación de la fuerza productiva de trabajo – en los sectores que producen bienes de
subsistencia – implicará que la proporción de trabajo necesario disminuya hacia 1/100 de la jornada de
trabajo, en cuanto la proporción de plustrabajo aumentará hacia 99/100 de la jornada de trabajo; o sea,
el plustrabajo aumentará solamente 1% a pesar de que ¡la fuerza productiva de trabajo haya aumentado
100%!

Finalmente, en tercer lugar, en la secuencia en la que fue expuesto, Marx concluye que la plusvalía
relativa posee límites obvios, pues

Cuanto mayor es el valor excedente del capital antes del aumento de la fuerza productiva, cuanto
mayor es el quantum presupuesto de trabajo excedente (…), o cuanto menor fuese ya la fracción de la
jornada de trabajo que constituye el equivalente del trabajador, la fracción que expresa el trabajo
necesario (i.e.,, el salario), tanto menor es el crecimiento del valor excedente que el capital obtiene del
aumento de la fuerza productiva. (…) Consecuentemente, cuanto más desarrollado el capital, cuanto
más trabajo excedente crea, tanto más extraordinariamente tiene que desarrollar las fuerzas
productivas del trabajo para valorizarse en proporción ínfima, i.e.,, para agregar plusvalor – porque
su límite continúa siendo la proporción entre la fracción de la jornada que expresa el trabajo necesario
y la jornada de trabajo total. El capital se puede mover únicamente en el interior de esas fronteras.
Cuanto menor es la fracción que corresponde al trabajo necesario, cuanto mayor el trabajo excedente,
tanto menos puede algún aumento de la fuerza productiva reducir sensiblemente el trabajo necesario
(…) La autovalorización del capital se hace más difícil en la proporción que él ya ha valorizado (…)
porque el salario ya cayó mucho, considerado en relación al producto del trabajo o a la jornada de
trabajo vivo (Marx 2011, 269-270).

Marx vuelve a destacar esta idea en los Manuscritos Económicos de 1861-63:

Cuanto mayor fuese la plusvalía antes del nuevo aumento de la fuerza productiva, i.e.,, cuanto mayor
ya fuese la parte de la jornada de trabajo que no es pagada, y cuanto menor fuese por lo tanto la
jornada de trabajo que es pagada, la fracción de la jornada de trabajo que constituye el equivalente
del trabajador (el salario), menor será el crecimiento de la plusvalía que el capital obtiene de un
nuevo aumento de la fuerza productiva. La plusvalía aumenta, pero en una proporción cada vez menor
comparado con el desarrollo de las fuerzas productivas. La barrera (el aumento de la plusvalía
relativa) continúa siendo la razón entre la fracción de la jornada de trabajo que expresa el trabajo
necesario y la duración integral de la jornada de trabajo. Las variaciones solamente pueden ocurrir
dentro de estos límites. Cuanto menor fuese la fracción correspondiente al trabajo necesario, y mayor
fuese por lo tanto el plustrabajo, menor será la razón en que un aumento de la fuerza productiva
disminuye el trabajo necesario, una vez que el denominador de la fracción será un tanto mayor. La tasa
de autovalorización del capital crece por lo tanto más lentamente a medida que él ya fue valorizado.
Esto no sucede, sin embargo, porque el salario o la parte del trabajador en el producto aumentó, sino
porque la fracción de la jornada de trabajo que representa el trabajo necesario ya se volvió
extraordinariamente reducida en relación a la jornada de trabajo como un todo (Marx 1988, 251-252).
Puede concluirse que, a semejanza de la plusvalía absoluta, la plusvalía relativa posee límites
insuperables. La acumulación de capital es un proceso dinámico que obedece a una lógica propia: la
plusvalía creada tiene que aumentar incesantemente so pena de que el sistema entre en colapso.3 Ahora,
cuanto más elevado fuese el estadio de desarrollo alcanzado por el modo de producción capitalista, que
se asienta en la constante revolución de las fuerzas productivas,4 menor será obligadamente la parte de
trabajo necesario de cada jornada de trabajo individual, que acabará por representar una fracción
infinitesimal.5 De esta forma, los aumentos ulteriores de la fuerza productiva de trabajo provocan
solamente incrementos cada vez más homeopáticos en la parte del plustrabajo.

Nuestro raciocinio nos conduce, pues, al siguiente resultado: en el capitalismo maduro, la plusvalía –
tanto absoluta, como relativa – proporcionada, en promedio, por cada trabajador ya no es posible de ser
aumentada durante mucho más tiempo. Sin embargo, para determinar la masa de plusvalía es necesario
evaluar, adicionalmente, “el número de trabajadores ocupados simultáneamente” (Rosdolsky 2001,
210), por cuanto la masa de plusvalía producida es (…) a la plusvalía que la jornada de trabajo del
trabajador individual proporciona, multiplicado por el número de trabajadores empleados” (Marx
1996a, 417). Los puntos 3.2 y 3.3 revelarán que la magnitud de la fuerza de trabajo empleada no es
arbitraria, siendo regulada por el tiempo de trabajo socialmente necesario, esto es, por el patrón
objetivo de productividad diseminado por la competencia entre los muchos capitalistas. El desarrollo
tecnológico y científico redunda en la reducción del tiempo de trabajo socialmente necesario y, de esa
forma, en la contracción del contingente de trabajadores empleados.

3.2 Divergencia entre valor y riqueza materiales

La sociedad burguesa, (…) que conjuró gigantescos medios de producción y de cambio, se asemeja al
hechicero que ya no puede controlar los poderes infernales que invocó. (…) El sistema burgués se
volvió demasiado estrecho para contener las riquezas creadas en su seno (Marx e Engels 2007, 45).

En el Libro Primero de El Capital Marx traza una distinción fundamental entre riqueza material y
valor:

Un quantum mayor de valores de uso representa en si y para si mayor riqueza material, dos abrigos
más que uno. Con dos abrigos se pueden vestir dos personas, con un abrigo, solamente una persona,
etc. Entretanto, la creciente masa de riqueza material puede corresponder un decrecimiento
simultáneo de la magnitud de valor. Ese movimiento contradictorio se origina en el doble carácter del
trabajo. (…) El trabajo útil se torna, por lo tanto, una fuente más rica o más pobre de productos, en
3 “La producción por el capital siempre comienza, por lo tanto, en el nivel en que cierta masa de riqueza social ya está
concentrada” (Marx 2011, 489); “el capital, como representante de forma universal de riqueza – de dinero – es el
impulso ilimitado y desmedido de traspasar sus propios límites. Cada límite es y tiene que ser obstáculo para él. Caso
contrario, dejaría de ser capital – el dinero que se produce a si mismo. (…) Si el capital crece de 100 hacia 1000, el
1000 ahora es el punto de partida de donde el aumento tiene que darse; la duplicación de 1000% no cuenta para nada
(…). Lo que aparecía como plusvalor, aparece ahora como simples presupuestos” (Marx 2011, 264, itálico no
original).
4 “No quedan dudas de que, cualquiera que haya sido la forma y el papel de las fuerzas productivas en las sociedades pre
y no-capitalistas, es solamente en el capitalismo que existe el imperativo sin paralelo de un sistema social asentado en el
desarrollado sistemático y continuo de las fuerzas productivas” (Ramtin 1991, 187, itálico no original).
5 Nótese, sin embargo, que el tiempo de trabajo necesario nunca puede ser reducido a 0: “La jornada de trabajo total es un
límite que el plustrabajo nunca consigue alcanzar, no importa cuan significativa sea la reducción de trabajo necesario.
(…) Si éste último se vuelve 0, el plustrabajo también será 0, por cuanto él es solamente una función del trabajo
necesario” (Marx 1994, 79). De modo análogo, Marx escribe en los Grundisse que si “el tiempo de trabajo necesario se
fijase = 0, i.e.,, si (…) la producción pudiese ocurrir sin trabajo alguno, no existiría ningún valor, ningún capital,
ninguna creación de valor” (Marx 2011, 445, itálico no original).
proporción directa al aumento o a la caída de su fuerza productiva. Al contrario, un cambio de la
fuerza productiva no afecta, en si y para si, de modo alguno el trabajo representado en en el valor. (…)
El mismo trabajo proporciona, (…) en los mismos espacios de tiempo, siempre la misma magnitud de
valor, cualquiera que sea el cambio de las fuerzas productivas. Pero ello proporciona, en el mismo
espacio de tiempo, cantidades diferentes de valores de uso; más, cuando la fuerza productiva sube, y
menos cuando ella cae. A la misma variación de la fuerza productiva, la cual aumenta la fecundidad
del trabajo y, por lo tanto, la masa de valores de uso por ella proporcionada, disminuye, así, la
magnitud de valor de esa masa global aumentada, cuando ella acorta la suma del tiempo de trabajo
(socialmente) necesario para su producción (Marx 1996a, 175).

Marx expresa una idea similar en los Manuscritos Económicos de 1861-63:

El resultado del aumento de la productividad del trabajo, la cantidad de productos (creada en el


mismo periodo de tiempo) aumenta. Esta cantidad total aumentada (…) encierra el mismo valor que la
cantidad total inferior producida anteriormente. Así, el valor de los productos de las mercancías
individuales disminuye, pero es multiplicado por un factor mayor, constituido por el número de los
productos. (…) Estamos, por lo tanto, hacia un crecimiento de la riqueza real bajo la forma de valores
de uso, sin algún crecimiento de valor (…) el tiempo de trabajo contenido en ellos (Marx 1988, 241).

Marx agrega además, en los Resultados del Proceso de Producción Inmediato, que “el resultado del
modo de producción capitalista consiste en elevar constantemente la productividad del trabajo”, esto es,
“en repartir continuamente (...) el trabajo nuevo agregado por una masa mayor de productos”,
abaratando de ese modo las mercancías; Aúnque, “este abaratamiento (…) no significa, en si y para si,
ninguna modificación (…) en la masa de plusvalía producida” por el mismo trabajo (Marx 1975, 133-
134, itálico en el original).

Estas observaciones de Marx son de extrema importancia. Al basarse en la revolución continua de las
fuerzas productivas, el modo de producción capitalista crea una divergencia creciente entre valor y
riqueza material, contribuyendo involuntariamente hacia su propio colapso. La propagación de
maquinaria, en particular, implica “un aumento de esta diferencia entre el proceso de trabajo y el
proceso de valorización” (Marx 1988, 325). Analicemos esta cuestión pornomerizadamente.

De acuerdo con Marx, existe una “contradicción entre producción y valorización” (Marx 2011, 339);
Marx destaca que “el capital, de acuerdo con su concepto, es la unidad” de esa contradicción (Marx
2011, 339). Este hecho tiene implicaciones de largo alcance, pues si no existe un límite “para la
producción en general”, la “producción fundada en el capital” posee límites insuperables (Marx
2011, 339).

Así, cuando es alcanzado un determinado límite, el valor surge como un “obstáculo” para la creación
de la riqueza material (Marx 2011, 339). Estamos enfrentando la “limitación de los valores de uso por
el valor”, o sea, “la riqueza real tiene que adoptar una forma determinada, distinta de la propia y, por lo
tanto, forma absolutamente no idéntica a ella para volverse objeto de producción” (Marx 2011, 339,
itálico en el original). En la sociedad capitalista, la riqueza sensible tiene que ser transformada en
dinero, i.e.,, adquirir una forma diferente de si misma, para que pueda ser disfrutada socialmente por
los seres humanos. Esto sucede porque, debido a una inversión fetichista, el proceso de producción
concreto es una mera forma de manifestación del proceso de valorización.

Esta contradicción entre el contenido sensible, material, tangible de la riqueza y de su forma abstracta
fetichista – el valor – conducirá, en la perspectiva de Marx, al derrumbamiento inevitable del modo de
producción capitalista. El desarrollo enorme de las fuerzas productivas vuelve al valor – y a su
substancia, el trabajo abstracto – obsoletos:

El propio capital es la contradicción en proceso, (por el hecho) de que busca reducir el tiempo de
trabajo a un mínimo, al mismo tiempo que, por otro lado, pone al tiempo de trabajo como única
medida y fuente de riqueza. (…) Por un lado, por lo tanto, él trae a la vida todas las fuerzas de las
ciencias y de la naturaleza, bien como la combinación social y del intercambio social, para volver la
creación de la riqueza (…) independiente del tiempo de trabajo en ella empleado. Por otro lado, él
quiere medir esas gigantescas fuerzas sociales así creadas por el tiempo de trabajo y encerrarlas en
los límites requeridos para conservar el valor ya creado como valor. Las fuerzas productivas y las
relaciones sociales (…) aparecen solamente como medios para que el capital (…) pueda producir a
partir de su fundamento retraído. De hecho, sin embargo, ellas constituyen las condiciones materiales
para hacelo volar por los aires (Marx 2011, 588-589).

La producción capitalista se encuentra “comprometida en una batalla con la ciencia (…) y con las
propias fuerzas productivas que ella engendra”(Marx 1989c, 349-350). En este sentido, se puede
afirmar que la divergencia creciente entre riqueza (material) y el valor constituye el fundamento de la
“primera versión” de la teoría de la crisis Marxiana. Y esta divergencia ilustra nada más que la
progresiva eliminación del trabajo vivo del proceso de producción inmediato.

3.3 La Eliminación Absoluta del Trabajo Vivo

La obsesión peculiar de los economistas en demostrar que en el largo plazo la industria a gran escala
basada en la utilización de maquinaria reabsorbe siempre la población redundante es ridículo.
Primero ellos quieren probar que la máquina es buena porque ahorra trabajo, y después que ella es
nuevamente ella porque no ahorra trabajo alguno (Marx 1994, 30).

Por muy grande que sea el progreso técnico, tecnológico y científico, el modo de producción capitalista
es simplemente incapaz de sobrevivir sin la explotación masiva del trabajo vivo: el “presupuesto” de la
producción capitalista – en cuanto “producción basada en el valor” - “continúa siendo la masa de
tiempo trabajo inmediato, el quantum de trabajo empleado como factor decisivo de producción” de
plusvalía (Marx 2011, 587, itálico en el original).6

Según Marx, es un perfecto “absurdo” postular que “el capital es capaz de hacer algo de la nada, del
menos, un más, de menos tiempo de trabajo excedente (…), más valor excedente, y que, por eso posee
una fuente mística de creación de valor, independiente de la apropiación del trabajo ajeno (Marx 2011,
452, itálico en el original). Dado que el trabajo es la única fuente de plusvalía, el desarrollo
estratosférico de las fuerzas productivas promovido por el capitalismo comporta una contradicción
fundamental, por cuanto vuelve gradualmente superfluo el gasto de fuerza de trabajo humana. El
progreso técnico-científico abole el trabajo, el fluido vital del capital. La riqueza material ya no puede
ser aprisionada en la forma fetichista del valor.

6 “Si, bajo el capitalismo, <<la principal fuerza motriz de la máquina económica>> es la búsqueda de ganancia; (…) si la
ganancia está compuesta por el tiempo de trabajo (…); entonces, se deduce que el capital vive solamente para
apropiarse del tiempo de trabajo (…) suplementario. Vive para extraer – y bajo la condición de conseguir extraer – tanto
tiempo de trabajo (excedente, NM) (…) cuanto le es posible (…) (y si no lo consigue el capital <<muere>>). Esta es la
razón por que (el capital, NM) no puede abandonar de ninguna manera la referencia al tiempo de trabajo inmediato en
cuanto medida de su valorización” (Basso 2003: 200, itálico en el original).
Marx describe este proceso, en los Grundisse, de la siguiente forma:

En la medida en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva pasa a depender
menos del tiempo de trabajo y del quantum de trabajo empleado que el poder de los agentes puestos en
movimiento (…), poder que (…), a su vez, no tiene ninguna relación con el tiempo de trabajo
inmediato que cuesta su producción, sino que depende, al contrario, del nivel general de la ciencia y
progreso de la tecnología, o de la aplicación de la ciencia a esa producción. (…) La riqueza efectiva se
manifiesta (…) en la tremenda desproporción entre el tiempo de trabajo empleado y su producto (…).
(…) El ser humano se relaciona al proceso de producción mucho más como supervisor y regulador.
(…) El se coloca al lado del proceso de producción, en lugar de ser su agente principal. En esa
transformación, lo que aparece como la gran columna de sustentación de la producción y de la riqueza
no es (…) el trabajo inmediato que el propio ser humano ejecuta (…), sino la apropiación de su propia
fuerza productiva general, su comprensión y su dominio sobre la naturaleza por su existencia como
cuerpo social – en suma, el desarrollo del individuo social. El robo del tiempo de trabajo ajeno, sobre
el cual la riqueza actual se basa, aparece como fundamento miserable en comparación con ese nuevo
fundamento desarrollado, creado por medio de la propia gran industria. Tan pronto como el trabajo en
su forma inmediata deja, y tiene que dejar, de ser su medida y, en consecuencia, el valor (…) deja de
ser (la medida) del valor de uso. (…) Con eso, se desmorona la producción basada en el valor (…), y
el propio proceso de producción material inmediato es desprovisto de la forma de precariedad y
contradicción (Marx 2011, 587-588, itálico no original).

Marx concluye que, “con el desarrollo de la gran industria, (…) el trabajo inmediato en cuanto tal (…)
deja e ser la base de la producción” (Marx 2011, 591, itálico en el original). En consecuencia, el capital
es involuntariamente responsable de su “disolución” (Marx 2011, 583), porque, “en determinado punto,
un desarrollo de las fuerzas productivas materiales (…) abole al propio capital” (Marx 2011, 448-449,
itálico en el original), al abolir su substancia - el trabajo abstracto. El modo de producción es víctima
de una “disminución no sólo relativa, sino absoluta, del número de trabajadores empleados (Marx
1996b, 79). Jappe observa que, “paradojalmente, el capitalismo alcanza su propio límite en virtud de su
mayor fuerza, a saber, la liberación de las fuerzas productivas” (Jappe 2006, 140).

Estas previsiones de Marx - escritas perspicazmente en los años de 1857 y 1858 – parecen ser
confirmadas por la evolución de la economía capitalista global post 2da guerra mundial. Pietro Basso
presenta algunas datos de la fábrica e automóviles Fiat que ilustran, a modo de ejemplo, el aumento
colosal de la productividad material, sobre todo en los últimos 35 años:

En 1900, cincuenta empleados (…) producían 24 automóviles por año, aproximadamente medio
automóvil por empleado. Tomó treinta y cinco años hasta que el mínimo de un automóvil por año por
empleado fuese alcanzado. En 1949, el número era aún solamente de 1,3 automóviles por empleado,
pero aumentó a 3,3 en 1955, 5,7 en 1960 y 8,4 en 1970. En 1980, el número se disparó a 19, y en 1993
a 44 (en Mirafiori). Pero solamente tres años más tarde eran producidos más de 64 carros por
empleado en Melfi. En términos físicos, el aumento de productividad del trabajo fabril, desde 1890, fue
de 8800 por ciento en la unidad de Mirafiori/1993 y de 12800 por ciento en la unidad de Melfi/1996.
Si la comparación se realiza con el año de 1949, tenemos un aumento superior de 3400 por ciento en
Mirafiori y de aproximadamente 5000 por ciento en Melfi (2003, 208).

La denominada revolución microelectrónica - O 3ra Revolución Industrial – confirma el diagnóstico de


Marx acerca de la falla sistémica del capitalismo:
Esta revolución ya no instaura un nuevo modelo de acumulación: desde el inicio, la informática vuelve
inútil, <<no rentable>> enormes cantidades de trabajo. Diferente de lo que pasó con el fordismo, la
informática produce esa inutilidad a un ritmo tal que ya no existe extensión del mercado que sea capaz
de compensar la reducción de la parte del trabajo contenida en cada mercancía. La informática corta
definitivamente el lazo entre la disponibilidad y el gasto de trabajo abstracto encarnado en el valor
(Jappe 2006, 147).

Esto sucede porque la revolución informática y, en especial, la automatización, introduce una ruptura
histórica en el proceso de desarrollo de as fuerzas productivas (Ramtin 1991, 5). La propagación de la
automatización tiene el potencial de reducir, por primera vez, en términos absolutos el número de
trabajadores empleados por el capital a escala social (Ramtin 1991, 105). Así, por muy elevada que sea
la tasa de plusvalía , la fuerzas de trabajo residual simplemente no será capaz de alcanzar el mismo
tiempo de plustrabajo, lo que coloca en jaque la (re)producción capitalista.

Existe, pues, una “incompatibilidad real (objetiva) entre el sistema tecnológico de automatización y las
relaciones de valor (…) que dominan todo el sistema social” capitalista (Ramtin 1991, 5). En otras
palabras, la automatización coloca a la fuerzas productivas en contradicción con la forma social del
valor (Ramtin 1991, 6). La eliminación del trabajo vivo vuelve virtualmente “imposible (…) la
producción de plusvalía” (Jappe 2006, 142), por el que el único resultado posible es una “masa de
plusvalía continuamente decreciente” (Ramtin 1991, 102). En este contexto, “el colapso del capitalismo
debe ocurrir como una fuerza inevitable de una ley natural” (Ramtin 1991, 179, itálico en el original).

Entretanto, en el capitalismo en descomposición, son los seres humanos que sufren en su piel las
consecuencias de la obsolescencia de la fuerza de trabajo de que son portadores. El resultado final de la
irracionalidad capitalista no es “un ejército creciente de proletarios, sino (…) una humanidad
superflua” (Jappe 2006, 156, itálico en el original), i.e.,, las “poblaciones enteras que ya no son
<<útiles>> para la lógica de la valorización” (Jappe 2006, 156).

3.4 La Mistificación de los Precios de Producción

La cuestión existencial que, probablemente, ya tendrá devastado al lector es la siguiente: si el capital


depende del trabajo, ¿por qué es que se esfuerza, a través de todos los medios posibles, en eliminarlo?
La respuesta cabal a esta pregunta exige que se establezca un puente entre la “primera versión” de la
teoría de la crisis y algunos preceptos teóricos del Libro Tercero de El Capital. En particular, los
conceptos de precios de producción, competencia (intrasectorial e intersectorial) y sobreganancia
pueden proporcionar una comprensión más adecuada de la crisis estructural asociada a la propagación
de la producción automatizada.

La transformación de valores en precios de producción significa que la plusvalía creada por la fuerza de
trabajo de un cierto capital y la plusvalía que ese capital se apropia, bajo la forma de ganancia media,
no coinciden. Así, en el seno de la esfera de la circulación, la “ley interna” que rige la producción
capitalista se vuelve “invisible e incomprensible para los agentes individuales” (Marx 1986b, 278):

El proceso real de producción, como unidad de proceso inmediato de producción y del proceso de
circulación, genera nuevas configuraciones, en que cada vez más se pierde el hilo de la conexión
interna, las relaciones de producción se autonomizan unas en relación a las otras y los componentes
del valor se osifican entre si en formas autónomas. (…) La plusvalía, en la forma de ganancia, ya no
está referida a la parte del capital invertida en trabajo, de la cual ella se origina, sino a la totalidad
del capital. La tasa de ganancia pasa a ser regulada mediante leyes propias (…). Todo eso oculta (…)
la verdadera naturaleza de la plusvalía y, por eso, el verdadero mecanismo del capital. Eso sucede aún
más por la transformación de la ganancia en ganancia media y de los valores en precios de
producción (…). Aquí interviene un complicado proceso social, (…) que (…) separa las (…) ganancias
medias en las diferentes esferas de la producción de la explotación real del trabajo (…). No sólo
parece ser así, pero aquí, (…) la ganancia media de un capital específico es diferente de la plusvalía
que ese capital extrajo de los trabajadores empleados por él. (…) La ganancia parece sólo
accesoriamente determinada por la explotación inmediata del trabajo (Marx 1986b, 278-279 ).

Desde el punto de vista del capitalista individual, el enlace entre trabajo y valor o, más
específicamente, entre plustrabajo y plusvalía (luego, ganancia), es completamente escamoteada. La
ilusión de que la ganancia es independiente del gasto de trabajo abstracto está reforzada por el hecho
de, a nivel de capital individual y sectorial, la ganancia sea realmente diferente de la plusvalía
individual y sectorial. Que esa relación entre trabajo y plusvalía es restablecida a nivel macrosocial y
determina la magnitud de la masa de plusvalía – de la torta total a ser distribuida – es algo que escapa a
la comprensión tanto de los sujetos burgueses como de los economistas, pues ellos conocen sólo el
mercado y las relaciones de cambio.

De este modo,

Economía del trabajo - no sólo del trabajo necesario para fabricar determinado producto, sino
también del número de trabajadores ocupados – y la mayor aplicación del trabajo muerto (capital
constante) aparece, desde el punto de vista (estrictamente) económico, como (una) operación
enteramente acertada y no parece de antemano afectar, de modo alguno, la tasa general de ganancia y
de ganancia media (Marx 1986a, 132).

En síntesis, si bien el plustrabajo alcanzado por su propia fuerza de trabajo puede disminuir en términos
absolutos, eso no tiene inmediatamente repercusiones negativas en la ganancia media obtenido por un
capital determinado, por cuanto este depende de la masa agregada de plustrabajo social. Los incentivos
para la eliminación del trabajo vivo son reforzados por el funcionamiento de la competencia
intersectorial e intrasectorial.

La competencia intersectorial beneficia a los capitalistas con composiciones orgánicas superiores:


“mediante la competencia del capital y de la equiparación de las tasas de ganancia, una parte de la
plusvalía creada en las ramas de negocios con baja composición orgánica de capital es drenada hacia
las ramas con composición orgánica de capital elevada” (Mandel 1971, 161). Esto implica que “las
ganancias realizadas en las ramas con elevada composición de valor de capital serán mayores que de la
plusvalía que producirán directamente; en cuanto a las ramas con baja composición de valor de capital
sucede el caso inverso” (Shortall 1994, 376).

A su vez, el funcionamiento de la competencia intrasectorial significa que los capitales más eficientes,
i.e.,, con costos de producción inferiores al promedio sectorial ganará una sobreganancia temporal, en
cuanto que sus técnicas de producción favorables no se propaguen hacia sus competidores. En la
práctica, hay una transferencia intrasectorial de plusvalía de los capitales menos eficientes hacia los
capitales más productivos. En suma, son “las empresas con maquinaria más desarrollada, aquellas con
la mayor composición orgánica de capital, las que triunfarán en la competencia capitalista” (Mandel
1971, 162), a pesar de ser ellas las que menos contribuyen, paradojalmente, para la masa de plusvalía
social.
En este contexto, la automatización surge como una opción perfectamente racional para los capitalistas
individuales maximicen su porción de la ganancia rota: “el tiempo de trabajo (…) les aparece (…) a los
capitalistas individuales como un mero obstáculo” algo perfectamente “innecesario” (Ramtin 1991,
108). Los trabajadores pasan a constituir un material descartable. En el límite, un capital individual
puede automatizar completamente su proceso productivo y, todavía así, ganar la ganancia media
(proporcional a su magnitud) y una sobreganancia por la vía de sus costos reducidos. Estamos frente a
un capital improductivo, o sea, que no produce plusvalía alguna, sino, no obstante, participa en su
redistribución. Conforme destaca Ramtin,

No existe misterio alguno desarrollado en esta situación, una vez que todo aquello que nuestro
capitalista hace fue apropiarse de una parte de la masa de la plusvalía (social) sin haber contribuido
para ella misma. (…) En efecto, nuestro capitalista dejó de ser un capitalista productivo. Sin embargo,
él solamente puede ser un capitalista no productivo (…) y (…) percibir una ganancia, porque todavía
existen capitalistas productivos funcionando dentro del sistema. Los capitalistas automatizados (…)
obtienen una ganancia a costa de los capitalistas productivos (…) sólo en cuanto éstos últimos no
automaticen su producción. (…) A medida que la automatización se generaliza y los capitalistas
individuales automatizados se vuelven más numerosos, la masa de plusvalía producida se vuelve cada
vez más insuficiente para sustentar todos los capitales existentes (1991, 110, itálico en el original).

Por consiguiente, si es verdad que, por un lado, los capitalistas innovadores – en especial, aquellos que
invierten en la automatización – obtienen una sobreganancia temporal y aumentan su tasa de ganancia
individual, por otro lado, en el largo plazo el resultado de la difusión de la automatización para la
economía es la eliminación progresiva del trabajo vivo, el aumento de la composición orgánica del
capital social y la correspondiente disminución de la masa de ganancia social y de la tasa media de
ganancia.

A medida que nos aproximamos a la automatización completa, m – que no es una proporción sino una
masa absoluta – comienza a declinar rápidamente en conjunto con v, pues el número de trabajadores
asalariados y el número total de horas de trabajo (social) disminuyen acentuadamente. En efecto, en
una economía plenamente automatizada la plusvalía desaparecería del todo (Mandel 1991, 32, itálico
en el original).

Esto no invalida la racionalidad de la conducta de los capitalistas individuales, pues la innovación


incesante es, en efecto, la única arma de que disponen para aumentar la ganancia apropiada, aunque
temporalmente (Kliman 2007, 117). Pero, la maximización del interés particular termina por ser
contraproducente para el interés general de la clase capitalista. En la búsqueda de sus intereses
particulares, la actuación conjunta de muchos capitalistas termina por engendrar inadvertidamente,
más tarde o más temprano, el colapso de todo el modo de producción basado en el valor. Estamos
confrontados por una compulsión objetiva, por vía de la competencia, hacia la automatización hasta la
muerte.

3.5 La Importancia del Concepto de Trabajo (im)productivo

La distinción que Marx establece entre trabajo productivo y trabajo improductivo es crucial para
entender la dinámica de la crisis descrita anteriormente. En las palabras de Marx, “la diferencia entre
trabajo productivo y trabajo improductivo es importante con respecto a la acumulación, ya que sólo el
cambio por trabajo productivo constituye condición de reconversión de plusvalía en capital” (Marx
1975, 103). Por lo tanto, en todo el trabajo, conforme fue implícitamente en los ítems precedentes,
produce plusvalía.
Según Marx solamente es productivo el trabajador: a) introducido en la producción mercantil; b)
asalariado; c) cuya fuerza de trabajo es vendida a un capitalista, i.e.,, cambiada por dinero como
capital; d) empleado en la producción y en el transporte de los bienes y en los servicios (con la
excepción importante de los servicios comerciales y financieros, agrupados en la categoría de los
costos de circulación); e) envuelto directamente en el proceso de la producción inmediata; y que, por lo
tanto, f) produce plusvalía a través del suministro de trabajo excedente.

De este modo, entre las múltiples categorías de trabajadores productivos se encuentran, por ejemplo:
obreros en el amplio sentido del término, técnicos de variada índole, especialistas de profesiones
intelectuales y científicas, administradores, diverso personal de servicios (programadores informáticos,
artistas, profesores del sector privado, empleados de hotelería, etc.).

FIGURA 1 PONER FOTO


Como es patente en la Figura 1, una parte considerable de la fuerza de trabajo es improductiva en
términos capitalistas, por cuanto no producen plusvalía alguna.7 Así, son improductivos los
trabajadores:

a) Que proporcionan servicios personales a cambio de desempeño. Se incluyen en esta categoría


empleadas domésticas, jardineros, motoristas, cocineros, etc. pagados con el fondo de consumo del
capitalista;

b) Empleados en el sector estatal, en la medida en que todos estos servicios son financiados por
desempeño (impuestos o emisión monetaria). Esta categoría engloba los servicios de administración,
justicia y seguridad, así como los servicios sociales del Estado de Bienestar (salud, educación,
seguridad social, etc.);

c) Empleados en la esfera de la circulación y envueltos, por lo tanto, en la prestación de servicios


comerciales y financieros. La categoría de los costos de circulación comprende, por un lado, los
trabajadores asalariados de la banca, de los seguros, de consultoría, de contabilidad, etc. y, por otro
lado, los vendedores de todo tipo de comercio (vendedores, cajeros,etc.);

d) Empleados en la esfera de la producción y transporte de bienes, pero que no están envueltos


directamente en el proceso de producción de esas mercancías. Se cuentan en esta categoría de costos
improductivos: los trabajadores de publicidad, marketing, limpieza, catering, seguridad, asistencia
(mayormente telefónico) al cliente, recepcionistas, servicios jurídicos, etc.;

e) Empleados en la producción de los servicios enumerados en d), cuando estos son organizados en
ramas de negocios autónomos.

El análisis detallado de este problema desborda obviamente los límites de este artículo, pero es evidente
que, de acuerdo con la clasificación propuesta por Marx, una parte substancial de los nuevos empleos
creados en los últimos 30 o 40 años – sobretodo en el llamado sector terciario – son improductivos.
Además de la expulsión masiva de trabajo vivo del proceso de producción inmediato, hemos asistido al
aumento relativo concomitante del trabajo improductivo.

La naturaleza improductiva de estos puestos de trabajo no es percibida, pues los capitalistas


improductivos consiguen apropiarse de una porción de plusvalía producida socialmente sin tener que
haber contribuido en ella. En otros términos, los capitalistas individuales improductivos consiguen una
ganancia, pero esa ganancia representa una compensación de la masa de plusvalía social creada por la
fuerza de trabajo empleada por los capitalistas productivos. Estos amplios sectores son alimentados
exclusivamente por el “trabajo” excedente del “trabajador productivo” (Marx 1989a, 97). En este

7 Un experto cuestionaría pertinentemente la clasificación, presentada en la Figura 1, del artesanado y la pequeña


agricultura como “pequeña producción de mercancías”. En su óptica, estas actividades no constituyen una producción
de mercancías porque no están subordinadas a las relaciones de producción capitalistas. Así, creo que es importante
precisar lo siguiente: es verdad que sólo en el modo de producción capitalista la mercancía es la forma general del
producto del trabajo, lo que envuelve determinadas relaciones de producción, específicamente capitalistas. Sin embargo,
es posible que exista una producción limitada de mercancías, por lo tanto, de bienes que son vendidos en el mercado a
cambio de dinero, fuera de las relaciones de producción capitalistas. Eso sucedía en varias sociedades pre-capitalistas y
continúa siendo visible en los márgenes de la sociedad actual. Los pequeños agricultores o artesanos poseen sus medios
de producción y no emplean trabajadores asalariados; aún así, venden en el mercado los productos de su propio trabajo.
Sobre este asunto, véase Jappe (2006, 173-214) e Kurz (2014, 53-62).
sentido, la proliferación de las actividades improductivas constituye una enorme torpeza al proceso, en
si problemático, de acumulación social de capital.

3.6 Para una Sistematización de la “Primera Versión” de la Teoría de la Crisis

Procuremos, entonces, sistematizar la “primera versión” de la teoría de la crisis de Marx. En términos


agregados, de capital social global, sólo es posible aumentar la masa de plusvalía producida de tres
formas: i) alargando la duración de la jornada de trabajo individual (plusvalía absoluta); ii)
intensificando el ritmo e trabajo o incrementando la porción de plustrabajo a costa de la porción de
trabajo necesario de la jornada de trabajo individual (plusvalía relativa); iii) aumentando el número de
fuerzas de trabajo explotadas simultáneamente. Los ítems i) y ii) se refieren a la tasa de plusvalía, en
cuanto al ítem iii) representa la magnitud absoluta de la población empleada sujeta a una determinada
tasa de explotación.

En lo que se refiere a la plusvalía absoluta, la jornada de trabajo ya alcanzó una duración considerada
normal; esa duración está determinada social, cultural e históricamente. Una de las principales
conquistas de la clase obrera, por lo menos en los países occidentales, fue justamente la reducción de la
jornada de trabajo. Cualquier tentativa del capital para contrariar este estado de las cosas chocará en
dos límites.

En primer lugar, en el límite social, corporizado en la resistencia activa de los trabajadores para
defender los derechos laborales conseguidos. En segundo lugar, en el límite biológico, por cuanto, dado
el nivel elevado alcanzado por la intensidad del trabajo – una de las contrapartidas para la reducción de
los horarios de trabajo -, la prolongación del trabajo conducirá al rápido agotamiento físico de los
trabajadores. El efecto previsible del aumento de la duración extensiva del trabajo sería una reducción
de su intensidad. Marx es claro: existe un trade – off entre intensidad y extensión del trabajo (cf. Marx
1996b, 42-45).

La plusvalía absoluta es, por así decirlo, el eslabón más débil de la producción capitalista: al contrario
de la maquinaria, el cuerpo humano no es capaz de soportar ritmos de trabajo intensos por periodos de
trabajo muy largos. Dado que no es posible prolongar la jornada de trabajo indefinidamente (el
trabajador necesita, por lo menos, de tiempo para dormir, alimentarse, etc.), su contribución decisiva
para la acumulación del capital se limita, sobretodo, a los estadios iniciales del modo de producción
capitalista.

En lo que respecta a la plusvalía relativa, esta constituye la forma por excelencia de la plusvalía en el
capitalismo maduro. La extracción de plusvalía se asienta en el aumento del tiempo de plustrabajo
conseguido a través de la contracción del tiempo de trabajo necesario para la reproducción de la fuerza
de trabajo. El aumento de la fuerza productiva del trabajo en las ramas que producen los medios de
subsistencia permite reducir el valor de la fuerza de trabajo y, así, reducir la porción de la jornada de
trabajo correspondiente al salario del trabajador. A su vez, la parte de trabajo excedente creador de
plusvalía aumenta en términos relativos.

Sin embargo, 250 año de progreso técnico, tecnológico y científico contínuo, pautados por tres
Revoluciones Industriales, dieron lugar a la reducción del tiempo de trabajo necesario a una magnitud
ínfima, prácticamente microscópica. De esta manera – y porque el crecimiento de plustrabajo no es
proporcional al crecimiento de la productividad -, se necesitan aumentos cada vez más enormes de la
fuerza productiva de trabajo para conseguir aumentos homeopáticos de la plusvalía relativa creada.
Marx demuestra que cuanto más elevado fuera nivel del desarrollo de la producción capitalista, tanto
más difícil es la extracción de plusvalía relativa. El capital es, pues, vencido por su propia lógica: la
revolución constante de las fuerzas productivas, crucial para la creación de plusvalía relativa, termina
paradojalmente por impedir, cuando es superado un determinado límite, la producción adicional de
plusvalía relativa. Ya no es posible comprimir más la parte del trabajo necesario.

De aquello que fue expuesto resulta que la tasa de plusvalía – o la plusvalía aportada por una
determinada población empleada – se aproxima, por lo tanto, a sus límites históricos. Cuando la tasa de
explotación alcanza un nivel cuasi-estacionario, la masa de plusvalía producida solamente podrá crecer
si el número de trabajadores ocupados aumenta en términos absolutos. Sin embargo, el empleo de
trabajadores adicionales no puede ser arbitrario, siendo regulado por el patrón objetivo de la
productividad propagado por la competencia a través del tiempo de trabajo socialmente necesario.

Ahora, la competencia entre los varios capitales obliga a abaratar sus mercancías. Esto es conseguido a
través del incremento permanente de la fuerza productiva de trabajo. El tiempo de trabajo socialmente
necesario para producir una masa creciente de mercancías se contradice continuamente. El desarrollo
de la maquinaria siempre más eficiente, la aplicación masiva de la ciencia al proceso productivo y la
difusión de la automatización significan que la creación de la riqueza material depende cada vez menos
de la cantidad de trabajo gastada.

El valor mercantil se vuelve una quimera a medida que su fuente – el trabajo abstracto – se seca de
modo permanente. Poblaciones enteras de de trabajadores devienen superfluas y engrosan las filas del
ejército de reservas de la sociedad burguesa. El capitalismo sucumbe al triunfo autoritario de su lógica
autotélica: el estadio final del desarrollo de las fuerzas productivas es la eliminación absoluta del
trabajo vivo del proceso de producción inmediato. Se abre así un abismo entre la capacidad gigantesca
de producción de riqueza material y de la capacidad menguante de producción de plusvalía, i.e.,, de
aprisionar la riqueza en la forma de valor y de la mercancía.

Esta situación es agravada por otro factor: la equiparación de las tasas de ganancia y la formación de
los precios de producción implican que la plusvalía que cada capital se apropia no coincide con la
plusvalía que su fuerza de trabajo produjo. Se asiste a una transferencia intersectorial de plusvalía de
las ramas con composición orgánica de capital inferior a la composición media social para las ramas
con composición orgánica de capital superior a la composición media social. Además de eso, existe ua
transferencia intrasectorial de plusvalía de los capitales menos eficientes hacia los capitales eficientes
de una determinada rama de negocio.

Dado que el capital individual es capaz de apropiarse de una masa de plusvalía bastante superior a
aquella que creó directamente, surgiendo la ilusión de que la plusvalía ya no depende de la fuerza de
trabajo. El sentido común cotidiano escamotea completamente que, desde el punto de vista de la
economía en su conjunto, la masa de valor – luego, de plusvalía – continúa siendo determinada
exclusivamente por el gasto de trabajo humano.

Esta mistificación conduce al progreso técnico, y en particular, a la propagación de la automatización a


los límites del paroxismo, aun cuando, en última instancia, eso ocasione el colapso del modo de
producción capitalista. Es correcto afirmar que el capital se automatiza hasta la muerte: la
maximización de la plusvalía apropiada por cada capital innovador es acompañada por la regresión
absoluta de la masa de plusvalía producida socialmente.
Finalmente, la proliferación del trabajo improductivo en términos capitalistas contribuye también a las
dificultades de reproducción macrosocial del capital. La masa de plusvalía social tiene que alimentar
una infinidad de agentes improductivos. A pesar de no contribuir en la torta común, los capitalistas
improductivos consiguen una rebanada de ella.

4. La “Segunda Versión” de la Teoría de la Crisis Marxiana

En el Libro Tercero, Marx retoma el análisis de la crisis del modo de producción capitalista. Lo hace a
través del enunciado de la famosa ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, que considera ser la
“ley más importante de la economía política” (Marx 1991, 104). Esta “segunda versión” de su teoría
de la crisis no postula un decrecimiento absoluto de la fuerza de trabajo global – luego, de la masa de la
plusvalía social -, sino sólo su decrecimiento relativo. En la perspectiva de Marx, esta tendencia es
transversal a la economía burguesa y resulta en la caída inevitable de la tasa general de ganancia.

Marx parte de la hipótesis simplificadora de que el salario y la jornada de trabajo son magnitudes
determinadas, por lo que la tasa de plusvalía es constante y el capital variable funciona como un
indicador del número de trabajadores empleados por el capital social global (Marx 1986a, 163). En este
contexto, “la tasa de ganancia depende (exclusivamente) de la composición orgánica el capital” (Marx
1989b, 60, itálico en el original), o sea, del número de trabajadores empleados simultáneamente.

Como se percibe fácilmente, existe una relación inversa entre la tasa de ganancia y la composición
orgánica del capital. La tasa de ganancia disminuye en la medida en que la composición orgánica del
capital (Marx 1986a, 164). La subida de la composición orgánica no se limita a esferas específicas, sino
que abarca la totalidad de la economía, por lo que se asiste a un “aumento de la composición orgánica
media del capital global” (Marx 1986a, 163). Marx enuncia la siguiente “ley del modo de producción
capitalista”:

Con su desarrollo, ocurre un decrecimiento relativo del capital variable en relación al capital
constante y, con eso, en relación al capital global puesto en movimiento. Eso (…) quiere decir (…) la
misma cantidad de fuerza de trabajo, se vuelve disponible por un capital variable de determinado (…)
valor, debido a los métodos de producción pecualiares que se desarrollan dentro de la producción
capitalista, pone en movimiento, procesa y consume productivamente (…) una masa siempre creciente
de medios de trabajo, maquinaria y capital fijo de toda especie, materias primas y anexos – por lo
tanto también un capital constante (…) de valor siempre creciente (1986a, 163-164).

Conforme destaca Brendan Cooney,

No se trata de una disminución (absoluta) de trabajo empleado. La masa absoluta de trabajadores


empleados aumenta a medida que el capital incorpora una masa mayor de seres humanos bajo su
juego. Pero en términos relativos, en relación al capital total gastado en la producción, la cantidad de
trabajo empleado disminuye. Marx es de este modo enfático en esta idea de una masa de plusvalía
creciente acompañada por la reducción de la tasa de ganancia, que la repite una y otra vez (2011, 90).

Para que la disminución de la tasa de ganancia, provocada por el aumento de la composición orgánica
del capital, no ocasione igualmente una disminución de la masa de ganancia, es necesario que sea
cumplida esta condición: el capital global tiene que crecer de tal modo que continúe siendo empleada
por lo menos en la misma magnitud absoluta de la fuerza de trabajo (Marx 1986a, 170). En suma, el
aumento del capital global tiene que ser por lo menos proporcional a la disminución de la tasa de media
de ganancia, para que la masa de ganancia no disminuya (Marx 1986a, 170).

Es evidente que “cuanto más el modo de producción capitalista se desarrolla, una cantidad cada vez
mayor de capital se vuelve necesaria para emplear la misma fuerza de trabajo, y aún mayor para una
fuerza de trabajo creciente” (Marx 1986a, 171). De acuerdo con Marx, el análisis empírico de la
economía capitalista permite comprobar el funcionamiento real del mecanismo compensatorio descrito:

El mismo desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social, las mismas leyes que se presentan en la
caída relativa del capital variable en relación al capital global (…), por otro lado, (…) se expresa (…)
en el creciente aumento de la fuerza de trabajo global empleada, en el crecimiento cada vez mayor de
la masa absoluta de plusvalía, y por lo tanto de ganancia (Marx 1986a,168-169).

La misma idea se expresa en otro pasaje:

El número de trabajadores empleados por el capital, por lo tanto, la masa absoluta del trabajo puesta
en movimiento por él, por cuanto la masa absoluta de plustrabajo absorvida por él, (…) la masa
absoluta de ganancia producida por él puede (…) crecer (…) a pesar de la progresiva caída de la tasa
de ganancia. Esto no sólo puede ser el caso. Tiene que ser el caso en la base de la producción
capitalista (Marx 1986a, 167, itálico en el original).

Se puede concluir que “la caída de la tasa de ganancia no nace de una disminución absoluta, sino de
una disminución relativa del componente variable del capital global, de su disminución comparada con
el componente constante” (Marx 1986a, 167). O sea, se verifica un decrecimiento relativo del capital
variable porque, si bien tanto el capital constante como el capital variable crecen en términos absolutos,
el capital constante crece mas rápidamente (Marx 1986a, 166).

Marx menciona, aún, algunas causas contradictorias de la ley de la caída tendencial de la tasa de
ganancia. Haciendo caer las hipótesis simplificadoras iniciales, la tasa de plusvalía y la composición
orgánica del capital son los principales factores que afectan la tasa de ganancia. El aumento de la tasa
de plusvalía y/o el abaratamiento de los componentes del capital constante atenúan el ritmo de
descenso de la tasa de ganancia, pero no son capaces de evitar ese descenso. La tesis de Marx es que
mientras que una tasa de explotación creciente “se expresa en una tasa general de ganancia en caída
contínua” (Marx 1986a, 164), porque c/v aumenta a un ritmo más elevado que m/v” (Smith 2002,
166).

5. La Imposibilidad de Deducir el Límite Interno Absoluto de la Caída de la Tasa


de Ganancia

Si la masa de la plusvalía social continúa aumentando ad-infinitum, conforme Marx argumenta en el


Libro Tercero de El Capital, no se vislumbra como es que el proceso de acumulación de capital podrá
ser frenado definitivamente. Tom Thomas comprende claramente las antinomias de las posiciones
teóricas que toman la caída tendencial de la tasa de ganancia como elemento crucial de la crisis
sistémica capitalista:

Es frecuentemente afirmado que éste es el factor (la caída de la tasa de ganancia) esencial de la crisis;
como si la acumulación del capital fuese bloqueada a partir de un nivel de la tasa de ganancia que los
capitalistas, y de su avidez, juzgan demasiado baja. Sin embargo, este bloqueo de la acumulación es
menos un caso de subjetividad que de objetividad. En la medida en que un capital creciente C + ∆C
puede producir una masa de ganancia superior a aquella que producía C, entonces la acumulación
puede seguir. Aquello que es esencial es la masa de ganancia, más que su tasa. En cuanto esa masa
aumenta, el capital puede reproducirse y expandirse. Lo mismo si él acumula a una tasa del 4% en vez
del 8%, por ejemplo, (…) eso no deja de ser acumulación. Por cierto, lo mismo con una tasa más
débil, una masa grande de capital puede producir más ganancia que una masa pequeña, y acumular
más rápidamente. 4% de 1000 darán 40, en cuanto 8% de 100 darán solamente 8. La masa puede
crecer cuando la tasa cae. Desde que la masa crece, el capital consigue reproducirse. (…)
Constatamos que la caída de la tasa de ganancia no es sinónimo de la caída de su masa y que
solamente la caída, incluso el simple estancamiento, de la masa de ganancia significa un bloqueo
absoluto, generalizado, de la acumulación (2004, 40-41, itálico nuestro).

Es importante salvar que la caída de la tasa de ganancia no es el aspecto crucial para el entendimiento
de la crisis. El quid de la cuestión es la imposibilidad de deducir el límite interno absoluto de la
acumulación de capital a partir de la ley que enuncia la caída tendencial de la tasa de ganancia. Y Marx
reconoce ese hecho sin sombra alguna de duda: “no se puede deducir necesariamente a partir de esta
ley que la acumulación de capital retrocede o que la masa absoluta de ganancia cae” (Marx 1991, 111,
itálico en el original). En otro sitio, Marx es igualmente imperativo: “un capital grande con una
pequeña tasa de ganancia acumula más rápidamente que un capital pequeño con una tasa baja” (Marx
1986a, 189).

De acuerdo con la perspectiva avanzada en el Libro Tercero de El Capital, “a pesar de que tenga su tasa
disminuida, las ganancias aumentan su masa a medida que avanza la acumulación del capital”
(Gorender 1996, 62). La pregunta que se impone es, naturalmente, la siguiente: si la masa de ganancia
puede crecer indefinidamente, ¿por qué es que el sistema capitalista habrá de colapsar? Las
conclusiones radicales que Marx elimina en el Libro Tercero acerca de la falla sistémica del capitalismo
no son consistentes con las premisas teóricas sugeridas.

Este es justamente el talón de Aquiles de la teoría de la crisis asienta exclusivamente en la tasa de


ganancia: Dado que nunca es postulada una caída de la masa de la plusvalía social, el colapso
inevitable del modo de producción capitalista se vuelve pura y simplemente indemostrable. Se
concluye que el problema de los límites enfrentados por la (re)producción capitalista no pueden ser
colocados en términos de la caída de la tasa de ganancia, sino, antes de, la caída de la masa de ganancia
- ese es su único obstáculo infranqueable, o su barrera absoluta.

Mandel advierte justamente que el punto de no retorno del declive del modo de producción capitalista
es alcanzado

cuando (…) la masa de plusvalía deja de crecer y comienza a declinar – primero gradualmente,
después permanentemente. Esta sería obviamente la estocada más seria infringida al proceso continuo
de acumulación capitalista (…): un nivel de mecanización, de semi-automatización – digamos incluso,
de propagación de automatización plena – de un número creciente de ramas de la producción, en que
el input total de horas de trabajo productivo comienza a declinar, por lo tanto, en que la producción
global de valor decrece. (…) La extensión de la automatización más allá de un cierto límite conduce
inevitablemente, en primer lugar, a la reducción de la magnitud total de valor producido y,
seguidamente, a la reducción de la magnitud total de la plusvalía producida (1991, 87, itálico en el
original)
6. Conclusión

La “primera versión” de la teoría e la crisis de Marx enuncia el colapso del modo de producción
capitalista como resultado de la disminución de la masa de plusvalía social. Esa disminución se debe a
los límites históricos de la tasa de explotación (plusvalía absoluta y plusvalía relativa) y, encima de
todo, la reducción de la fuerza de trabajo global empleada merced de la creciente aplicación de la
maquinaria al proceso de producción inmediato. Se asiste a la des-substancialización del valor (Kurz
2004), el surgimiento de un abismo entre la capacidad colosal de la producción de riqueza material y la
capacidad declinante de la producción de valor y de plusvalía.

Según Marx, el capital está enredado en una contradicción insuperable. Por un lado, promueve un
desarrollo sin paralelo de las fuerzas productivas, esforzándose por todos los medios posibles para
eliminar el trabajo del proceso de producción inmediato, en cuanto que, por otro lado, quiere preservar
anacrónicamente el tiempo de trabajo como medida de la riqueza, i.e., la forma fetichista del valor. Esta
contradicción acabará por desencadenar la falla del modo de producción capitalista:

El desarrollo de las fuerzas productivas suscitado por el propio capital en su desarrollo histórico,
alcanzado cierto punto, suprime, en lugar de poner, la autovalorización del capital. Más allá de cierto
punto, el desarrollo de las fuerzas productivas devienen un obstáculo para el capital (Marx 2011, 627).

Se trata de un “conflicto (insanable) entre el desarrollo material de la producción y su forma social” - el


valor (Marx 1986b, 315). En los Grundisse, Marx es concluyente: la única salida posible es la
“destrucción violenta del capital” (Marx 2011, 628). Sin embargo, dado que desarrollado las fuerzas
productivas más poderosas de la historia de la Humanidad, el capital crea simultáneamente “las
condiciones materiales de una forma de producción superior” (Marx 1986a, 195).

La divergencia entre valor y riqueza material alcanza su clímax con la 3ra Revolución Industrial. La
microelectrónica y, en especial, la producción automatizada, representa una ruptura cualitativa en el
desarrollo histórico de las fuerzas productivas, por cuanto “niega la producción de plusvalía, que es la
verdadera fuerza vital del capital” (Ramtin 1991, 188). Si bien la automatización sea contraproducente,
en el largo plazo, para la economía capitalista en su conjunto, su difusión es explicada por el
funcionamiento de la competencia:

a) La competencia intersectorial asegura la equiparación de las tasas de ganancia de varias ramas de


negocio, transformando los valores en precios de producción. Esa equiparación promueve una
transferencia de plusvalía de las ramas con composición orgánica superior a la media social. La
plusvalía producida y apropiada por cada capital sectorial no coinciden, creándose la ilusión de que no
existe relación alguna entre trabajo vivo y ganancia;

b) La competencia intrasectorial garantiza una sobreganancia (temporal) a los capitalistas con costos de
producción inferiores a la media sectorial. Esa sobreganancia se materializa en una transferencia
intrasectorial de plusvalía de los capitales con composiciones orgánicas menores hacia los capitalistas
con composiciones orgánicas superiores. La mistificación de que el capital se puede reproducir sin
explotar el trabajo vivo es reforzada

En este sentido, en la búsqueda de su interés particular, cada capital contribuye involuntariamente para
la ruina del sistema capitalista:
La <<compulsión ciega y no concertada para crecer>>, bajo la presión constante e intensa de la
competencia, es la única autoridad que gobierna el mundo del capital. (…) Es precisamente por
<<razones ligadas a su autopreservación>> que cada capital individual debe, en última instancia,
automatizarse o morir. En la búsqueda de sus propios intereses individuales, (…) los capitalistas
individuales deben no solamente invertir en la aplicación de la mejor tecnología disponible, sino
también procurar desarrollar tecnologías cada vez más avanzadas de modo de conseguir una ventaja
en relación a sus rivales. Es ciertamente verdad que ese comportamiento es contradictorio y, en última
instancia, contraproducente. Pero es aún así inevitable y compulsivo. (…) Ningún capital individual
puede darse el lujo de no introducir estas tecnologías. La presión de la competencia (…) asegurará
que la automatización es difundida (…) por todo el sector productivo y por encima de él. La
automatización total significa indudablemente el fin del capital. Pero es prácticamente imposible
congelar el desarrollo y la difusión de la automatización indefinidamente, dada la naturaleza del
sistema. (…) Esta es la contradicción (…) que deberá inevitablemente transformarse en la crisis final
del capital (Ramtin 1991, 103-104, itálico en el original).

En el Libro Tercero de El Capital, Marx presenta una “segunda versión” de la teoría de la crisis que
enuncia la disminución exclusivamente relativa del capital variable y la consecuente caída de la tasa
general de ganancia. Como tuve la oportunidad de destacar, no es posible deducir el límite interno
absoluto del modo de producción capitalista a partir de esta teoría. En cuanto, la masa de ganancia
fuese aumentada, la reproducción de la economía capitalista está asegurada, independientemente de los
que suceda con la tasa media de ganancia.

Finalmente nótese que, en el Libro Tercero, Marx todavía esta consciente de la posibilidad de la
disminución absoluta de la masa de plustrabajo defendida por la “primera versión” de la teoría de la
crisis. Pero, descarta esa hipótesis, que considera en ese momento inverosímil, como denota su
utilización de condicional en este extracto:

Si (…) el capital hubiera crecido proporcionalmente a la población trabajadora, de tal forma que en el
tiempo absoluto de trabajo suministrado por esa población (i.e., la plusvalía absoluta), en el tiempo
relativo de plustrabajo (i.e., la plusvalía relativa) pudiesen ser ampliados (…); si, por lo tanto, el capital
crecido sólo produce tanta masa de valor o incluso menos que antes de su crecimiento, entonces
ocurriría una sobreproducción absoluta de capital; esto es, el capital crecido C + ∆C no produciría
ganancia mayor (…) de que el capital C antes de recibir el incremento ∆C (Marx 1986a, 190).

No obstante las afirmaciones proféticas hechas en los Grundisse, Marx continuo, en los escritos
subsecuentes, prisionero de su eṕoca. Incluso a la fecha de su muerte, en 1883, Marx fue testigo de un
modo de producción capitalista en pleno ascenso, por lo que una disminución absoluta de la fuerza de
trabajo empleada no pasaba, a sus ojos, de una hipótesis inverosímil o, en el mejor de los casos,
altamente improbable. Esta habrá sido la razón principal que lo condujo al abandono de la “primera
versión” de la teoría de la crisis, esbozada en los años de 1857 y 1858, y la adopción de la “segunda
versión” de la teoría de la crisis, elaborada en los años 1864 y 1865. Este retroceso en su teoría no
opaca, a pesar de todo, la genialidad de sus primeras previsiones.
Referências

Baran, Paul, e Paul Sweezy. 1968. Monopoly Capital: An Essay on the American Economic and Social
Order.
Nova Iorque: Monthly Review Press.
Basso, Pietro. 2003. Modern Times, Ancient Hours: Working Lives in the Twenty-first Century.
Londres: Verso.
Botelho, Maurílio Lima. 2009. “Crise da Sociedade do Trabalho: Teorias em Conflito”. Tese
(Doutorado), Uni-
versidade Federal Rural do Rio de Janeiro.
Bukharin, Nikolai. 1972. “Imperialism and the Accumulation of Capital”. In Rosa Luxemburg e
Nikolai Bukharin,
The Accumulation of Capital: An Anti-Critique/Imperialism and the Accumulation of Capital, 151-270.
Nova
Iorque: Monthly Review Press.
Clarke, Simon. 1994. Marx’s Theory of Crisis. Nova Iorque: St Martin’s Press.
Cooney, Brendan. 2011. “Kapital, Volume 3”. Disponível em:
<https://nunomiguelmachado.files.wordpress.
com/2012/01/kapital-3-brendan-cooney-2009-11.pdf> Acesso em: 17 abr. 2016.
Gorender, Jacob. 1996. “Apresentação”. In Karl Marx, O Capital: Crítica da Economia Política. Livro
Primeiro.
Tomo 1, 5-70. São Paulo: Editora Nova Cultural.
Gorz, André. 2010. Ecologica. Londres: Seagull Books.
Grossman, Henryk. 1992. The Law of Accumulation and Breakdown of the Capitalist System. Being
also a
Theory of Crises. Londres: Pluto Press.
Harvey, David. 2010. The Enigma of Capital. And the Crises of Capitalism. Londres: Profile Books.
Heinrich, Michael. An Introduction to the Three Volumes of Karl Marx’s Capital. Nova Iorque:
Monthly Review
Press.
Hilferding, Rudolf. 1981. Finance Capital: A Study of the Latest Phase of Capitalist Development.
Londres:
Routledge & Kegan Paul.
Jappe, Anselm. 2006. As Aventuras da Mercadoria: Para uma nova crítica do valor. Lisboa: Antígona.
Kliman, Andrew. 2007. Reclaiming Marx’s «Capital»: A Refutation of the Myth of Inconsistency.
Plymouth:
Lexington Books.
Kliman, Andrew. 2012 The Failure of Capitalist Production: Underlying Causes of the Great Recession.
Londres:
Pluto Press.
Kurz, Robert. 2004. “A Substância do Capital. O trabalho abstrato como metafísica real social e o
limite interno
absoluto da valorização. Primeira Parte: A qualidade histórico-social negativa da abstracção
«trabalho».” Dis-
ponível em: <http://nunomiguelmachado.files.wordpress.com/2012/01/r-kurz.pdf>. Acesso em: 28 out.
2016.
Kurz, Robert. 2014. Dinheiro Sem Valor: Linhas gerais para uma transformação da crítica da economia
política.
Lisboa: Antígona.
Lohoff, Ernst e Norbert Trenkle. 2014. La grande dévalorisation: Pourquoi la spéculation et la dette de
l’Etat ne
sont pas les causes de la crise. Paris: Post Éditions.
Luxemburg, Rosa. 2003. The Accumulation of Capital. Londres: Routledge.
Mandel, Ernest. 1971. Marxist Economic Theory. Volume I. Nova Iorque: Monthly Review Press.
Mandel, Ernest. 1991. “Introduction”. In Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy. Volume
III. 2a
ed, 9-90. Londres: Penguin Books.
Marx, Karl. 1975. Capítulo Inédito d’ O Capital: Resultados do Processo de Produção Imediato. Porto:
Publi-
cações Escorpião.
Marx, Karl. 1986a. O Capital: Crítica da Economia Política. Livro Terceiro: O Processo Global da
Produção
Capitalista. Tomo 1. 2a ed. São Paulo: Editora Nova Cultural.
Marx, Karl. 1986b. O Capital: Crítica da Economia Política. Livro Terceiro: O Processo Global da
Produção
Capitalista. Tomo 2. 2a ed. São Paulo: Editora Nova Cultural.
Estud. Econ., São Paulo, vol.49 n.1, p.163-203, jan.-mar. 2019A “Primeira Versão” da Teoria da Crise
de Marx
203
Marx, Karl. 1988. Economic Manuscript of 1861-63. In Karl Marx e Friedrich Engels, Collected
Works. Volume
30. Londres: Lawrence & Wishart, 1988.
Marx, Karl. 1989a. Economic Manuscript of 1861-63 (Continuation). In Karl Marx e Friedrich Engels,
Collected
Works. Volume 31. Londres: Lawrence & Wishart
Marx, Karl. 1989b. Economic Manuscript of 1861-63 (Continuation). In Karl Marx e Friedrich Engels,
Collected
Works. Volume 32. Londres: Lawrence & Wishart.
Marx, Karl. 1989c. “Drafts to the Letter to Vera Zasulich”. In Karl Marx e Friedrich Engels, Collected
Works.
Volume 24, 346-369. Londres: Lawrence & Wishart.
Marx, Karl. 1991. Economic Manuscript of 1861-63 (Continuation). In Karl Marx e Friedrich Engels,
Collected
Works. Volume 33. Londres: Lawrence & Wishart.
Marx, Karl. 1994. Economic Manuscript of 1861-63 (Conclusion). In Karl Marx e Friedrich Engels,
Collected
Works. Volume 34. Londres: Lawrence & Wishart.
Marx, Karl. 1996a. O Capital: Crítica da Economia Política. Livro Primeiro: O Processo de Produção
do Capital.
Tomo 1. 3a ed. São Paulo: Editora Nova Cultural.
Marx, Karl. 1996b. O Capital: Crítica da Economia Política. Livro Primeiro: O Processo de Produção
do Capital.
Tomo 2. 3a ed. São Paulo: Editora Nova Cultural.
Marx, Karl. 2011 Grundrisse: Manuscritos Econômicos de 1857-1858. Esboços da Crítica da Economia
Política.
São Paulo: Boitempo Editorial.
Marx, Karl e Friedrich Engels. 2007. Manifesto Comunista. São Paulo: Boitempo Editorial.
Mattick, Paul. 1981. Economic Crisis and Crisis Theory. Londres: The Merlin Press. Disponível em:
<https://
libcom.org/files/Paul%20Mattick%20Economic%20Crisis%20and%20Crisis%20Theory.pdf>. Acesso
em: 6
jun. 2016.
Mattick, Paul. 1983. Marxism: Last Refuge of the Bourgeoisie?. Nova Iorque: M.E. Sharpe Inc.
Mavroudeas, Stavros e Alexis Ioannides. 2011. “Duration, Intensity and Productivity of Labour and the
Distinc-
tion between Absolute and Relative Surplus-value”. Review of Political Economy, 23 (3): 421-437.
Ramtin, Ramin. 1991. Capitalism and Automation: Revolution in Technology and Capitalist
Breakdown. Lon-
dres: Pluto Press.
Reuten, Geert. 2004. “Productive Force and the Degree of Intensity of Labour: Marx’s Concepts and
Formali-
zations in the Middle Part of Capital I”. In The Constitution of Capital: Essays on Volume I of Marx’s
Capital,
organizado por Nicola Taylor e Riccardo Bellofiore, 117-145. Houndmills: Palgrave Macmillan.
Roberts, Michael. 2016. The Long Depression: How it Happened, Why it Happened and What Happens
Next.
Chicago: Haymarket Books.
Rosdolsky, Roman. 2001. Gênese e estrutura de O Capital de Karl Marx. Rio de Janeiro: Contraponto
Editora.
Savran, Sungur e E. Ahmet Tonak. 1999. “Productive and Unproductive Labour: An Attempt at
Clarification and
Classification”. Capital & Class, 68: 113-152.
Shortall, Felton. 1994. The Incomplete Marx. Aldershot: Avebury.
Silva Júnior, José Valdo Barros. 2010. “O Fetichismo: Para uma Crítica Radical do Trabalho Abstrato-
Concreto.
Investigações sobre a teoria do valor em Marx”. Tese (Mestrado), Universidade Federal do Ceará,
Fortaleza.
Smith, Tony. 2002. “Surplus Profits from Innovation – A missing level in Capital III?”. In The
Culmination of
Capital: Essays on Volume III of Marx’s Capital, organizado por Martha Campbell e Geert Reuten,
149-173.
Houndmills: Palgrave Macmillan.
Sweezy, Paul. 1962. The Theory of Capitalist Development: Principles of Marxian Political Economy.
Londres:
Dennis Dobson Limited.
Thomas, Tom. 2004. La crise chronique ou le stade sénile du capitalisme. Bruxelas: Contradictions.

También podría gustarte