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Según Hertling cuenta en su Historia de la Iglesia esta costumbre se debe a que en Roma, los

presbíteros que vivían en las afueras y no podían celebrar con el obispo el domingo recibían de
éste partículas consagradas que les eran llevadas por acólitos. De esta manera no se sentían
separados de la comunión con su pastor y la Iglesia.

El fragmento se toma de la Hostia recién fragmentada de la parte inferior de la porción


izquierda con la mano derecha. Para eliminar, si los hubiese, fragmentos que se adhieren a los
dedos el sacerdote frotará, con suavidad el pulgar y el índice con suavidad hasta limpiarlos y
siempre sobre la patena, no sobre el cáliz.

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