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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

HISTORIA DE LA IGLESIA IIb


La Iglesia en la Edad Media

Año 2017 Pbro. Dr. Fernando M. Gil


2º cuatrimestre - 2 hs. semanales

Los Concilios Toledanos durante la España Visigoda1


1. Introducción2

La palabra griega sunodos (de sun, con y odos, camino) y castellana sínodo entrañan los
significados de reunión, asamblea, consejo (viene de = caravana, grupo de viajeros que
conviven, cf. Lc. 2,44; , en San Ignacio de Antioquía Eph. 9,2 indica a los compañeros de viaje
hacia su Martirio en Roma). Con el tiempo en el ámbito cristiano se fue aplicando a las reuniones
de obispos que gobernaban cada una de las iglesias locales. Se le fue asociando también la
palabra latina concilium.3 Desde la pax constantiniana la asamblea conciliar tomó prestada
algunas características del senado y los comicios romanos: la semejanza en el desarrollo de las
sesiones, el voto por aclamación, el papel del presidente etc. La forma no impidió, sin embargo,
que esencialmente fueran reuniones de pastores, buscando bajo la guía del Espíritu, la voluntad
del Padre.

Los antiguos concilios se los suele clasificar por la circunscripción eclesiástica a la que
corresponden (el sínodo diocesano no aparece hasta el siglo VI): ecuménicos (de toda la iglesia),
generales (de Oriente o de Occidente, y en la Edad Media los ecuménicos) extraterritoriales (de
varias provincias eclesiásticas), patriarcales (de un patriarcado), plenarios (igual que los
anteriores pero donde no había patriarcado) y provinciales (de una provincia eclesiástica o
metrópoli).

En la iglesia de los primeros siglos, los presbíteros vivían en torno a su obispo, cosa que
facilitaba la comunicación y hacía menos necesarios los sínodos diocesanos. Cercano el siglo VI
y con la penetración de la iglesia en zonas rurales, la comunicación del los presbíteros con su
obispo se vuelve más dificultosa. El sínodo diocesano comienza por esto a tomar preponderancia

1. Bibliografía básica: Z. GARCÍA VILLADA, Historia Eclesiástica de España, [=HEE] T. II-1, Cap. V, p.
107-129; T. GONZÁLEZ, Los Concilios de Toledo, en: HIE, T.I, 536-563; Juan Francisco RIVERA, Los concilios de
Toledo, en: FLICHE-MARTIN, Historia de la Iglesia, Valencia, EDICEP 1975, V, 709-717; José ORLANDIS, La Iglesia
en la España visigótica y medieval, Pamplona, EUNSA, 1976, cf. aquí varios artículos sobre los concilios
visigóticos.
2. Resumen libre de: Antonio GARCÍA Y GARCÍA, Para una interpretación de los concilios y sínodos, en:
íd., Iglesia sociedad y derecho, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1985, 373-388.
3. De hecho el término sínodo y concilio se han usado y se usan actualmente de forma indistinta para
denominar reuniones eclesiásticas de obispos o de un obispo con su clero. El concilio IV de Letrán de 1215 inicia
una diferenciación en el uso de los términos: concilios provinciales para designar las asambleas de obispo
metropolitanos; sínodos episcopales para la reunión del obispo con su presbiterio.
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en el caminar de las iglesias locales. Es significativo a este respecto el testimonio del Concilio
Toledano IV del 633:

«Cuando son ordenados los presbíteros para las iglesias rurales, recibirán de su obispo el libro ritual
para que vayan instruidos a las iglesias que les han sido encomendadas, no sea que por ignorancia
profanen los sacramentos divinos, de modo que cuando vinieren a las letanías, o para el concilio, den
razón a su obispo de cómo ejercen el oficio encomendado, o cómo bautizan.»

Durante la época carolingia, el sínodo diocesano estaba compuesto de esta manera: el presidente
nato era el obispo. Los seguían los párrocos y abades. El párroco debía llevar consigo algunos
clérigos encomendados a su cuidado, así como también libros litúrgicos, vasos sagrados, para que
se pudiera comprobar el grado de cuidado de todas estas cosas. Formaba parte también del sínodo
un conde, funcionario imperial que debía velar por la asistencia de todos aquellos que estaban
obligados. En algunos sínodos tomaron parte también algunos seglares. En el siglo XI, con la
reorganización de los cabildos de canónicos, éstos comienzan a formar parte importante del
sínodo.

La finalidad de los sínodos diocesanos en la Edad Media fue sobre todo de supervisión
disciplinar, aplicación de normas y juicios sobre situaciones concretas. A partir del siglo XIII,
tiende a desaparecer este carácter judicial. El Concilio Toledano XVI del 696 se expresa de esta
manera al respecto:

«Sirve de gran corrección y enmienda para el pueblo, si las actas conciliares, una vez concluidas, son
publicadas por medio de los obispos en sus diócesis. Y por lo tanto, unidos con una total unanimidad,
decretamos que cuando se celebre en alguna provincia el concilio, cada uno de los obispo no dilate
en modo alguno el reunir, avisándoles oportunamente, dentro del plazo de seis meses, a todos los
abades, presbíteros, diáconos y clérigos, y también a toda la asamblea de la misma ciudad en que tiene
su sede. E igualmente a todo el pueblo de su diócesis, para que delante de ellos públicamente,
manifestándoles todo, tenga más completa noticia de todo aquello que aquel mismo año ha sido
tratado y decidido en el concilio. Pues ciertamente se extirpa la dureza de los malvados cuando se les
da a conocer por todos los modos las determinaciones canónicas que deben ser guardadas, de tal modo
que ninguno se atreva ya a oponerse a todas aquellas cosas que fueron determinadas en las actas
pasadas o en las presentes, ninguno se atreva a conculcarlas, y ninguno trate de infringirlas. Porque
si alguno creyere poder menospreciarlas, o prefiere despreciarlas, o inflado por la desobediencia, lleno
por la murmuración, encendido por la envidia y recomido por la amargura, se alzare contra ellas, y
no se presentare más bien como benévolo favorecedor de las referidas decisiones, será castigado
ineludiblemente durante dos meses con la pena de excomunión.»

El sínodo es un órgano consultivo, no deliberativo. La legislación emanada de los sínodos es


legislación episcopal, con el peso del asentimiento de los participantes sinodales. Esto
normalmente viene expresado con la fórmula latina sancta synodo approbante. El asentimiento
de los sinodales le agrega, no cabe duda, una fuerza moral a la legislación del obispo, de manera
que no es lo mismo un decreto del obispo, que uno que emana del sínodo.

2. La convocación conciliar en la España Visigoda

Durante el tiempo que rigió la monarquía visigoda, la convocación era prerrogativa prácticamente
exclusiva del Rey. Después de inaugurado el concilio en forma ceremonial, entraba el Rey con
su corte y luego de una oración leía el tomus regius. Era un discurso programático del concilio
donde exponía los temas a tratar sea eclesiásticos o civiles. A veces el contenido teológico del
tomus demuestra que no era obra exclusiva del Rey.
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Ejemplo de uno de estos tomus es el leído por Recesvinto en el Concilio VIII (653):

«En el nombre del Señor, el Rey Recesvinto a los reverendísimos Padres de este Sínodo: Poseyendo
y conociendo sólidamente por admirable don del Espíritu Santo la regla de mi fe, y arrojando a sus

Recaredo hablando a los Obispos en el Concilio III de Toledo, 589. El Escorial,


Códice Vigiliano, fol. 145.

pies con humildad de corazón mi gloriosa diadema, contento sólo con haber oído que todos los Reyes de la tierra sirven
y obedecen a Dios, he aquí, reverendos Padres (a quien acato con profunda veneración), que me presento a vosotros,
apelando en gracia de mi mansedumbre al testimonio de vuestra beatitud y sometiéndome a la prueba de vuestro examen
ante el terrible mandato del Dios omnipotente, a quien doy infinitas gracias por haberse dignado en su divina clemencia,
sirviéndose de mi precepto, congregaros en este santo concilio, confiando que, tanto a mí como a vosotros, nos concederá
el premio de su gracia ahora y en los tiempos venideros. El unánime y religioso afecto de vuestra concordia lo habéis
demostrado en el mero hecho de acudir a mi llamamiento, apresurándoos a reconocer abiertamente la piadosa intención
que me guía en el gobierno del pueblo.»

«Mas como el momento actual no consiente largos discursos, en este pliego veréis cuál es la fe santa
que aprendí de los Apóstoles y de los siguientes Padres y cuáles son los negocios por los que os he
convocado. Leedlo y releedlo atentamente, y procurad dar soluciones convenientes a los graves
problemas que mi poder os plantea. [sigue aquí la profesión de fe] Echando hacia atrás una mirada
retrospectiva, recordamos que vosotros y todo el pueblo jurasteis que la persona de cualquier orden
y honor que fuere, que se probase haber pensado o maquinado la muerte del Rey o la ruina del linaje
godo o de la patria, fuese castigada con sentencia irrevocable, no experimentando jamás perdón ni
disminución alguna de la pena. Mas, porque ahora se juzga demasiado grave esta sentencia y en
contradicción con la misericordia, a fin de no retener una condenación absoluta y para no cerrar la
puerta a la piedad, que según el apóstol es útil para todo, encomiendo a vuestro sano juicio este
negocio. Examinadlo maduramente y fallad acerca de él. Afán vuestro será inspirados por la gracia
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divina, moderar de suerte ambos extremos, que se eviten los perjurios y la inhumanidad.»4

3. Participación Real

Después de la proclamación del tomus el Rey volvía a intervenir en el concilio solamente cuando
este terminaba. Firmaba las actas en primer lugar: «Flavio Recaredo, Rey; estas deliberaciones,
que hemos definido juntamente con el Sínodo Santo, confirmándolas, las suscribí» (Conc. Tol.
III). En algunos concilios aparecen también decretos o leyes explícitamente promulgados por el
Monarca. Ej.:
- Chintila ordena que se recen del 13 al 15 de diciembre las Letanías de los Santos.
- Recesvinto redacta al final del VIII Concilio Toledano una ley contra la avaricia de los
príncipes.
- Ervigio anuncia al final del Conc. Tol. XIII la disminución de los
impuestos.

La confirmación Real del concilio por lo general viene formulada


con el título de Lex in confirmatione concilii. Recaredo lo hace de
esta manera:

«Todas estas constituciones eclesiásticas, que hemos tocado


compendiosa y brevemente, decretamos que permanezcan en
estabilidad perenne, según se contienen con más extensión en
el canon. Y si algún clérigo o laico no las quisiere observar,
sufra las siguientes penas. El clérigo, sea Obispo presbítero,
diácono o de cualquier otro grado, será excomulgado por todo
el concilio. Si fuere lego y persona de clase elevada, perderá la
mitad de sus bienes; y si fuere persona de clase inferior, será
multada con la pérdida de sus bienes y desterrada.» (Conc.
Tol.III)

En algunos casos el Rey nombraba también un executor regius


(ejecutor real). Era un funcionario del Estado encargado de que las
disposiciones del concilio fueran respetadas y llevadas a la
práctica. Cuando el concilio había dictaminado en algún pleito El Rey Egica con el tomo en el
entre partes, debía velar por los derechos del que había ganado. Concilio XV toledano. El Escorial,
Codice Vigiliano, fol. 202

4. El «Ordo de celebrando concilio» visigótico

Se debe a la España visigótica el primer «ordo» sobre la forma litúrgica de celebración de un


concilio. Este «ordo» de la Iglesia española tendrá larga pervivencia en la Iglesia occidental. Casi
todos los concilios y «ordines» posteriores se basan en su estructura y autoridad, hasta llegar a
nuestros tiempos en que el Concilio Vaticano II, en su primer sesión televisada, usaba las reglas
litúrgicas establecidas por los padres del Concilio de Toledo de 633. He aquí en breve síntesis

4. Traducc. de Z. GARCÍA VILLADA, HEE, II-1, 113-115.


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el desarrollo de este «ordo».5

«A primera hora de la mañana, antes de salir el sol, se despida a todos lo fieles de la iglesia donde va
a tener lugar la reunión, y, cerradas todas las puertas, colóquense los ostiarios en aquella por donde
habrán de entrar los obispos. Reunidos los obispos, entren juntos y siéntense por orden de antigüedad
de ordenación. Luego del ingreso de los obispos, llámese a los presbíteros que se juzgue deben asistir,
teniendo cuidado que no haya entre ellos ningún diácono. Luego entren los diakonos designados
previamente según lo estatuido. Las sillas de los prelados estén dispuestas en forma de corona, detrás
de ellos los presbíteros, y de pie, frente a los obispos, colóquense los diáconos. Luego ingresen los
laicos que al parecer del concilio han merecido estar presentes. Ingresen luego los notarios necesarios
en la composición, lectura y escritura de las actas.»

«Sentados todos en silencio y con el corazón puesto en Dios diga el archidiácono: Orad. Y postrados
todos en tierra, orando en silencio con lágrimas y gemidos, uno de los mayores de entre los obispos
levantándose mientras los demás permanecen en tierra diga: En tu presencia estamos Señor Espíritu
Santo, ante ti también nuestro pecados que pertenecen a nuestra frágil humanidad, sin embargo en
tu Nombre nos hemos reunido. Ven a nosotros, a nuestro lado, dígnate penetrar en nuestros
corazones; enséñanos qué es lo que tenemos que hacer, enséñanos cómo marchar ante tu presencia
y las obras que debemos hacer. Porque solo tú eres el autor e inspirador de nuestros juicios; porque
solo tú con Dios Padre y en el Nombre del Hijo poseen la Gloria. No nos hagas padecer bajo la
injusticia de nuestros perturbadores, porque más aprecias la equidad. En los peligros, que no nos
arrastre la ignorancia; que no nos inclinemos a los favores ni a las personas corruptas, antes bien
únenos a ti eficazmente, ya que sólo tú eres don de gracia, para que en ti seamos uno y nunca nos
desviemos de la verdad. Nos reunimos por lo tanto en tu Nombre, para que en todo tengamos con
moderación justicia y piedad, para que nuestras sentencias no disientan de ningún modo de ti, y para
que en el futuro, por nuestras buenas obras consigamos los bienes eternos.»
...
«Terminada pues la oración y después de haber respondido todos Amén, alzándose el archidiácono
dice: Alzaos todos. Y con todo temor de Dios tomen asiento tanto los obispos como los presbíteros.
A continuación estando todos en sus lugares y en silencio, entre el diácono revestido con su alba, y
profiera del códice de los concilios los cánones siguientes.» [sigue la lista de cánones de concilios
anteriores que tratan de la celebración de concilios]

La ceremonia sigue con la palabra del Metropolitano que pide a los presentes que manifiesten
públicamente si había objeciones a la legitimidad de la reunión, y les pedía en nombre de Dios
que se despojasen de toda acepción de personas en sus juicios. Terminada esta alocución, entraba
el Rey, y como queda dicho arriba leía el Tomo regio. Terminada la lectura, el Rey abandonaba
el templo en medio de la oración de los presentes que decían:

«Bendígate, Serenísimo Príncipe, el Señor de las Virtudes y el Dios Omnipotente. Inspírete, para que
seas misericordioso y justiciero. El que te otorgara el reino, El mismo guarde tu corazón libre de
causar daño al pueblo. Tú que movido por el Señor, miras con reverencia nuestro Sínodo, seas
coronado con todos los tuyos eternamente.»

Desaparecido el Rey, comenzaban las deliberaciones. Eran dirigidas por uno de los

5. Lo ha estudiado en profundidad Charles MOUNIER, “L'Ordo de celebrando concilio Wisigothique. Ses


remaniements jusqu'au Xe siécle”, Revue des Sciences Religieuses 37 (1963) 250-271. De aquí tomamos los textos
que traducimos del latín. Para la edición crítica de los “ordines” cf. Herbert SCHNEIDER, Die Konzilsordines des
Früh- und Hochmittelalters, Monumenta Germaniae Historica. Ordines de Celebrando Concilio, Hannover,
Hahnsche Buchhandlung, 1996; texto crítico del ordo del IV Concilio de Toledo con sus variantes en p. 125-204.
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Metropolitanos (en general el más antiguo según la ordenación). El ceremonial recomienda a los
presentes absoluto silencio. Se pide que no se produzcan tumultos ni discusiones acaloradas,
recomendaciones que muestran que esto pasaba.

5. Lista de los Concilios Toledanos6

Desde la conversión de Recaredo en el 589 hasta la caída de España en poder de los musulmanes
(711) se celebran 16 concilios nacionales. Esto arroja una media de un concilio cada 7 años, lo
que no es poco para la época.

Concilio Nº Año Rey Obispo importante


III 589 Recaredo San Leandro
IV 633 Sisenando San Isidoro
V 636 Chintila
VI 638 "
VII 646 Chindasvinto
VIII 653 Recesvinto
IX 655 "
X 656 "
XI 675 Wamba
XII 681 Ervigio San Julián de Toledo
XIII 683 " "
XIV 684 " "
XV 688 ¿Egica? "
XVI 696 " Sisberto obispo depuesto de Toledo
XVII 694 "
XVIII 702 Witiza [no se conservan actas]

6. Asistencia

En los concilios nacionales o generales todos los obispos tenían obligación bajo pena grave de
asistir. Asistían también los abades y sacerdotes en representación de obispos impedidos.
Asistían también algunos sacerdotes y diáconos (que permanecían parados).

6. Casi todos los Concilios Toledanos se conservan en la Patrología Latina de Migne [=PL] T.84, 365ss.
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En casi todos los concilios hubo una participación de seglares. Estos provenían del cuerpo de la
nobleza visigoda (del «oficio palatino» o del «aula regia»). Por este motivo los cánones tenían
validez como ley del Reino. Los seglares no firmaban sin embargo las actas.
Se percibe una paulatina evolución en la intromisión del poder temporal sobre los concilios. A
partir del XII firmaron 12 varones del «oficio palatino». Los concilios comienzan a parecer
«Cortes». Por ejemplo en el XVII el Rey Egica dice:

«He aquí santísima y reverendísima asamblea episcopal de la Iglesia Católica... y también vosotros,
honra ilustre del palacio Real y numerosa reunión de los magníficos varones a quienes nuestra alteza
mando a que asistierais a esta honorable asamblea...»

7. Temática tratada
La evolución hacia un contenido cada vez más jurídico-político es índice (sobre todo a partir del
XII) de la injerencia del poder temporal.

Los Reyes pedían a los obispos que legislaran en lo civil y modificaran lo que no quedaba claro.
Por ejemplo en el XVI Egica pide:

«Y todas las cosas que en los cánones o en las leyes civiles se hallen menos acertadas o se ve
claramente que han de resultar superfluas o perjudiciales, poniéndoos de acuerdo con nuestra
serenidad, reformadlas en un mediodía resplandeciente...»

Pedían también a los obispos resolver los casos de Justicia que se presentaban al concilio.
Recesvinto solicitaba a los Padres que:

«...cualquier causa que llegare a vuestros oídos a través de las reclamaciones de quienquiera que
sea, la decidáis de acuerdo con nosotros, empleando el rigor de la justicia misericordiosamente, y
la templanza de la misericordia justisimamente.»

Este es un tema que aparece una y otra vez en los textos de los tomus. Los Reyes piden a los
obispos que no se dejen corromper con regalos etc... Al parecer había muchos malos jueces.
Haciendo referencia a los Jueces San Isidoro decía que:

«A menudo los malos Jueces, movidos de su codicia, o aplazan o corrompen el juicio y no terminan
los asuntos promovidos por las partes hasta vaciar los bolsillos de los litigantes.» (S.Isidoro,
Sentencias III,52.11)

Los Reyes buscan también ayuda en los concilios para los casos de conspiración (ej. los judíos
bajo Egica). De esta manera los temas políticos sustituyen a los religiosos.

8. Trascendencia de los concilios toledanos

Los concilios nacionales y provinciales del Reino Visigodo se transformaron con el correr del
tiempo en fuente de consulta para la liturgia, la disciplina y la praxis pastoral de la Iglesia. Son
una fuente importante del derecho eclesiástico. Los cánones de un concilio se resumían en el
siguiente y así sucesivamente hasta que se llegaron a formar colecciones de cánones. La más
famosa es la llamada «Hispana» atribuida a San Isidoro, pero que de hecho se conserva también
en recensiones aumentadas con el trascurso del tiempo. Es considerada la «colección más notable
de la Iglesia universal en sus diez primeros siglos, tanto por el número de concilios y decretales
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que recoge como por lo genuino y la pureza de sus documentos.» Esta colección va a regir a la
Iglesia española hasta la reforma gregoriana. Contiene en total once manuscritos, once españoles
y cinco extranjeros. Una primera parte trae los concilios y decretales pontificios del Papa
Dámaso (378) hasta Gregorio Magno (600). La segunda contiene los cánones de concilios
griegos y africanos, diez concilios galicanos, catorce españoles y definiciones de fe de concilios
ecuménicos. Trascribimos a continuación un trozo de la introducción de esta colección canónica
para que se perciba la autoconciencia eclesial del papel de la tradición magisterial y disciplinar
en la Iglesia visigoda.

«...estos son, como queda dicho, los cuatro principales y venerables sínodos [el
de Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia], que abarcan toda la fe, y cuya
autoridad hay que acatar Pero si existiesen otros aprobados por los Santos
Padres, llenos del Espíritu de Dios, tengan también su vigor tal cual se contienen
en este volumen. Al principio de toda la serie hemos puesto el niceno, por la
autoridad de aquella magna asamblea. Vienen luego diversos concilios griegos
y latinos, celebrados antes y después del susodicho. A continuación siguen las
decretales de los Papas de Roma, las cuales, a causa de la dignidad suprema de
la Silla Apostólica, no poseen menor autoridad que los cánones de los concilios.
De esta suerte, compilada y reglamentada en un volumen la disciplina del orden
eclesiástico, podrá servir de guía a los pastores santos y de ejemplo en que se
empapen los ministros obedientes de la Iglesia y el pueblo entero.»7

7. Texto cit. en GARCÍA VILLADA, HEE, II-I, 136-137. Véase para este tema también Gonzalo, MARTÍNEZ
DÍEZ, Hispana, Colección Canónica, en: DHEE, II, 445. El texto completo de la «Hispana» en PL T. 84.

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